martes, 18 de abril de 2023

Libro: Jesús: El Cordero y el León – Capítulo 14 (parte 2 de 2)

Viviendo para Jesús en los Tiempos del Fin

Por Dr. David R. Reagan

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5) Dependa del Espíritu Santo

La mayoría de los cristianos profesantes parecen tener miedo del Espíritu Santo. Esto generalmente se debe a una falta de conocimiento con respecto al Espíritu. Por ejemplo, hay una tendencia a desestimar al Espíritu Santo como alguna clase de fuerza impersonal — como “La Fuerza” en Las Guerras de las Galaxias.

Necesitamos entender que el Espíritu Santo es una persona. Él es la presencia sobrenatural de Dios en el mundo hoy. Realiza un doble papel. Para el incrédulo, Él es el Evangelista de Dios. Él es quien obra en los corazones humanos para llevarlos a la Cruz en arrepentimiento. Nadie es salvado sin el testimonio del Espíritu (Juan 6:44, 65).

Con respecto al creyente, el Espíritu Santo es la presencia de Dios que mora en nosotros para proporcionarnos poder y guía. Él es nuestro Facilitador. Es también el Alfarero de Dios, ya una de sus responsabilidades básicas es moldear cada día a los creyentes más plenamente en la imagen de Jesús (2 Corintios 3:17:18).

Una de las ironías de la vida cristiana es que no podemos servir a Dios con nuestro propio poder. Más bien, la única forma en la que podemos servir efectivamente al Señor es dependiendo del poder de Su Espíritu Santo, que reside dentro de nosotros. Es posible apagar y contristar al Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19; Efesios 4:30).

La Palabra nos llama a ser llenos del Espíritu (Efesios 5:18). Esto sólo puede suceder si estamos dispuestos a liberar al Espíritu para que se convierta en el Señor de nuestras vidas. La mayoría de nosotros nos contentamos con dejar que el Espíritu sea un residente en nuestras vidas. Él no quiere ser simplemente un residente; quiere ser el Presidente.

¿Es ése el caso en su vida? ¿Está el Espíritu Santo en el trono de su vida? ¿O está siendo tratado como un invitado no deseado? No hay forma de que pueda resistir las presiones de la sociedad de los tiempos del fin sin depender diariamente del poder del Espíritu de Dios.

6) Practique una Fe Tenaz

La fe viene fácil cuando todo está yendo sin problemas. Cuando hay buena salud y prosperidad, es fácil alabar al Señor. La prueba de la fe llega cuando todas las circunstancias de la vida se vuelven amargas.

Dios no les ha prometido a los creyentes un jardín de rosas. Vivimos en un mundo caído. La lluvia cae sobre justos e injustos. Los malvados prosperan. La justicia rara vez prevalece.

Es fácil para los justos desanimarse. Esto requiere la práctica de una fe tenaz — el tipo de fe que no depende de las circunstancias. Es el tipo de fe que resiste cuando las cosas se ponen duras, debido a la creencia segura de que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).

Dios nunca promete que los creyentes serán inmunes al sufrimiento. Lo que sí promete es que estará allí para atravesar las pruebas con nosotros. Promete estará nuestro lado cuando “pasemos por las aguas” y “pasemos por el fuego” (Isaías 43:2). Y Él declara que estará ahí cuando “andemos en valle de sombra de muerte” (Salmos 23:4).

¿Cuál es la calidad de su fe? Cuando la vida se vuelve amarga, ¿se vuelve a Dios o lo cuestiona o incluso lo maldice? Una de las claves para mantenerse firme es aprender las promesas de la Palabra de Dios (como Filipenses 4:6-7, 11-13, 19) y comenzar a reclamarlas en oración cuando nos enfrentemos a los desafíos de la vida.

7) Mantenga una Perspectiva Eterna

Debemos estar en el mundo, pero no ser del mundo (Juan 17:11, 16). Ése es un principio difícil de seguir. Constituye una lucha diaria.

Es muy fácil apartar la vista del Señor y enfocarnos en cambio en el mundo en el que vivimos. Las exigencias diarias son muy apremiantes. Y una de las mayores esas exigencias es que nos amoldemos al mundo — al lenguaje, la vestimenta, el entretenimiento y a los valores del mundo.

Es por eso que somos exhortados constantemente en las Escrituras a considerarnos como “peregrinos, exiliados y extranjeros”, que están de paso en este mundo (Hebreos 11:13 y 1 Pedro 2:11). Se nos dice que debemos “poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2). Y se nos advierte que nunca nos enamoremos del mundo ni que nos sintamos cómodos con él (Romanos 12:2 y 1 Juan 2:15-16). De hecho, Jesús dijo que debemos “aborrecer nuestra vida en este mundo” (Juan. 12:25), y Su hermano, Santiago, dijo, “la amistad con el mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4).

¿Qué significa aborrecer al mundo? Significa que debemos aborrecer el malvado sistema mundial que prevalece en la sociedad. Debemos aborrecer un sistema que glorifica la violencia y la inmoralidad y que deprecia el valor de la vida.

Como C.S. Lewis dijo una vez: “Debemos vivir como comandos detrás de las líneas enemigas, preparando el camino para la llegada del Comandante en Jefe”. En otras palabras, debemos vivir anhelando el día en que Jesús irrumpirá de los cielos para traer la paz, la rectitud y la justicia a la tierra.

8) Aguarde a Jesús

Esto nos lleva a la directriz final que me gustaría enfatizar con respecto a cómo vivir para Jesús en los tiempos del fin. La Biblia nos dice rotundamente que debemos vivir “aguardando a Jesús” (Tito 2:13).

La mayoría de los cristianos están tan atrapados en el mundo, que viven pensando en cualquier cosa, menos en el regreso de Jesús. Ésta es una situación triste, porque el regreso de Jesús es nuestra “esperanza bienaventurada” (Tito 2:13). Y Su regreso es inminente.

Otro problema es que la mayoría de los cristianos conocen tan poco acerca de la profecía bíblica, que no pueden emocionarse con el regreso del Señor. ¿Cómo puede emocionarse con un evento del que no sabe nada? La ignorancia produce apatía.

Y la apatía por el regreso del Señor tiene consecuencias trágicas. Nos roba una perspectiva eterna y destruye cualquier sentido de urgencia acerca de alcanzar a las almas perdidas. También socava un poderoso motivador para vivir en santidad.

Verá, cuando una persona llega a creer verdaderamente que Jesús va a regresar y que puede regresar en cualquier momento, esa persona estará motivada a la santidad y el evangelismo. Con respecto a la santidad, el apóstol Juan lo dijo de esta manera: “Sabemos que cuando Él se manifieste [el Rapto], seremos semejantes a Él [glorificados]…Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro” (1 Juan 3:2-3).

Con respecto al evangelismo, Pedro escribe que la única razón por la que Jesús aún no ha regresado es porque Dios “es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Un Espejo Espiritual

Pablo nos proporciona un espejo espiritual para la conducta en los tiempos del fin. Dice que debemos “renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12-13)

Cuando se mira en este espejo, ¿qué ve?

  • ¿Está caminando en el centro de la voluntad de Dios?
  • ¿Ha ordenado sus prioridades para poner a Dios en primer lugar?
  • ¿Está permaneciendo en la Palabra de Dios, probando todo por medio de ella?
  • ¿Cree en un Dios personal, bondadoso y todopoderoso que escucha y responde las oraciones y que aún hace milagros?
  • ¿Está dependiendo diariamente del poder del Espíritu Santo?
  • ¿Está practicando una fe tenaz, negándose a permitir que las calamidades de la vida le abrumen?
  • ¿Está manteniendo una perspectiva eterna, negándose a sentirse cómodo con este mundo?
  • ¿Está aguardando a Jesús diariamente?
  • ¿Está el Rapto en su corazón?
  • ¿Está la palabra “Maranata” en sus labios?

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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