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viernes, 12 de mayo de 2017

El Israel de Dios de Gálatas 6:16




El propósito de esta sección es presentar el punto de vista dispensacional de Gálatas 6:16, el único pasaje que todos los Teólogos del Pacto utilizan como evidencia de que la Iglesia es el Israel espiritual, o que los creyentes gentiles llegan a ser judíos espirituales. El versículo no confirma su tesis. 

El Libro de Gálatas se ocupa de los gentiles que estaban procurando obtener la salvación por medio de la ley. Los que estaban engañándolos eran judaizantes, que eran judíos que demandaban fidelidad a la Ley de Moisés. Para ellos, un gentil tenía que convertirse al judaísmo antes de que pudiera calificar para ser salvo por Cristo. En el versículo 15, Pablo dice que lo importante para ser salvo es la fe, que da como resultado un nuevo hombre. Él también menciona dos elementos: la circuncisión y la incircuncisión. Esto se refiere a dos grupos de personas: judíos y gentiles, dos grupos ya mencionados por estos mismos términos en 2:7-9:

Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.

En el versículo 16, Pablo pronuncia entonces una bendición sobre los miembros de los dos grupos que siguen esta regla de salvación sólo por fe. El primer grupo son “ellos”, la incircuncisión, los cristianos gentiles, a quienes él había dedicado la mayor parte de la epístola. El segundo grupo, es el “Israel de Dios”. Éstos son la circuncisión, los creyentes judíos quienes, al contrario de los judaizantes, seguían la regla de la salvación por gracia por medio de sólo la fe. Los Teólogos del Pacto tienen que ignorar el significado primario de kai (la conjunción que usualmente se traduce “y”), que en el versículo separa a los dos grupos, con el fin de hacerlos un mismo grupo.

En una obra reciente, el Dr. S. Lewis Johnson, que fue profesor de Griego y Exégesis del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Dallas, ha hecho un estudio detallado de Gálatas 6:16. En su introducción, Johnson hace la siguiente observación:

A pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario, hay un persistente apoyo para el argumento de que el término Israel puede referirse a los creyentes gentiles de esta era presente…el principal apoyo se encuentra en Gálatas 6:16…

No puedo sino pensar que consideraciones dogmáticas cobran mucha importancia en la interpretación de Gálatas 6:16. La tenacidad con la cual se mantiene la aplicación del “Israel de Dios” a la Iglesia, a pesar de la enorme evidencia en contra, lleva a pensar que los defensores de este punto de vista creen que su sistema escatológico, usualmente amilenarista, depende de que el término se refiera al pueblo de Dios, compuesto tanto de judíos como de gentiles. El Amilenarismo no depende de esta interpretación, pero este punto de vista pareciera tener un lugar predilecto en la exégesis amilenial.

Hablando de que el término se refiere al Israel étnico, el sentido que el término Israel tiene en cada uno de los más de sesenta y cinco pasajes en el Nuevo Testamento y de los quince usos que le da Pablo, el respetado comentarista reformado William Hendricksen, en tonos muy emocionales, escribe, “Me niego a aceptar esa explicación”.

A lo que me estoy refiriendo, está bien expresado por D.W.B.Robinson en un artículo escrito como hace veinte años: “Citar con desenvoltura Gálatas 6:16 para apoyar el punto de vista de que ‘la iglesia es el nuevo Israel’ debe ser objetado vigorosamente. Hay motivos de peso para una interpretación limitada”. En mi opinión, podemos decir más que eso. Hay más que razones de peso para una interpretación más limitada. Hay un abrumador respaldo para ello. De hecho, el punto de vista menos adecuado entre varias alternativas, es el punto de vista de que el “Israel de Dios” es la iglesia.

Johnson presenta tres puntos de vista en cuanto a este versículo. Sólo el primero insiste en que “el Israel de Dios” es la Iglesia como un todo, en cambio los otros dos lo limitan a creyentes judíos.

El primer punto de vista dice que “el Israel de Dios” es simplemente un término descriptivo de la iglesia creyente de este tiempo. El Israel de Dios es el cuerpo que debe andar conforme a la regla de la nueva creación y eso incluye a creyentes judíos y gentiles. Es impresionante la lista de nombres de personas que apoyan este punto de vista, aunque las bases de esta interpretación son débiles y pocas.

Johnson rechaza este punto de vista por tres motivos: 1) gramaticales; 2) exegéticos; 3) teológicos.

Razón gramatical: el uso de la palabra griega kai (que se ha traducido “y”) Si la intención de Pablo era que “ellos” se refiriera al “Israel de Dios” debería haber omitido la palabra kai (“y”).William Hendricksen ha hecho precisamente eso, ha dejado de traducir esa palabra, para que el texto diga lo que él quiere que diga.

Razón exegética: No hay ejemplos en la literatura bíblica de que el término Israel se use para la iglesia o para el pueblo de Dios compuesto de creyentes judíos y gentiles. En los primeros capítulos del Libro de los Hechos se hace una diferencia en el uso de los términos Israel e Iglesia, porque Israel existe al lado de la recientemente formada iglesia, y las dos entidades son nombradas con palabras diferentes.

Para quienes quieren citar como evidencia Romanos 9:6, Johnson muestra que este versículo no apoya tal punto de vista, porque aquí se hace distinción entre judíos que creen y judíos que no creen. Algunos de ellos son creyentes, por lo cual pertenecen al verdadero Israel, otros, en cambio, aunque son israelitas étnicos, no son el verdadero Israel, porque no son creyentes y no han sido elegidos. No se hace mención de los gentiles en este versículo.

Muchos Teólogos del Pacto están de acuerdo con esta explicación de Romanos 9:6 y no lo usan para respaldar la idea de que “el Israel de Dios” de Gálatas 6:16 se refiera a la  Iglesia.

Razón teológica: No hay ninguna evidencia histórica de que el término Israel se identificara con la iglesia antes del año 160 D.C. Además, en esa fecha no se caracterizaba a la iglesia como “el Israel de Dios”. En otras palabras, por más de un siglo después de Pablo no hay evidencia de que se identificara así.

El resumen de Johnson en cuanto al primer punto de vista: Para terminar la discusión de la primera interpretación, parece claro que hay poca evidencia - gramatical, exegética o teológica- que la respalde.

La segunda postura es que “el Israel de Dios” es el remanente creyente judío dentro de la iglesia. Esta es la postura de Johnson mismo y es también la postura dispensacionalista. Johnson describe este punto de vista como sigue:

La segunda de las interpretaciones importantes de Gálatas 6:16 y del “Israel de Dios” es que las palabras se refieren simplemente al los israelitas étnicos creyentes en la iglesia cristiana. ¿No habla Pablo de sí mismo como de un israelita (Rom.11:1)? ¿Y no habla el Apóstol también de “un remanente escogido por gracia (Rom.11:5), palabras que, en el contexto, se refieren evidentemente a israelitas creyentes? ¿Qué cosa más apropiada podría haber escrito Pablo, se dice, en una obra que atacaba tan enérgicamente a creyentes profesantes judíos, los judaizantes, para dejar en claro que no estaba atacando a los verdaderos creyentes judíos? Los judaizantes eran anatematizados, pero el remanente escogido por gracia era “el Israel de Dios”.

Esta expresión, “el Israel de Dios” debería contrastarse con su expresión en 1 Corintios 10:18, “el Israel según la carne”, como el verdadero Israel creyente versus el elemento incrédulo, tal como en Romanos 9:6 el apóstol distingue dos Israel, uno elegido y creyente, el otro incrédulo, pero ambos son israelitas étnicos (vv.7-13).

Johnson apoya este parecer por las mismas tres razones por las que rechaza la primera opinión. Por consideraciones gramaticales y de sintaxis, Johnson dice que “no hay razones gramaticales o de sintaxis que sean contrarias a esta postura” y, por lo demás, el sentido común de kai es tomado en cuenta como corresponde.

En cuanto a motivos exegéticos, Johnson dice:

Exegéticamente esta explicación es correcta, puesto que “Israel” tiene el sentido étnico que Pablo emplea siempre. Llegando al final de su epístola-batalla con su duro y severo ataque a los judaizantes y la omisión de sus acostumbradas palabras de gratitud, Pablo modera su lenguaje con una bendición especial para aquellos creyentes israelitas fieles que, entendiendo la gracia de Dios y la exclusión de toda obra humana como el fundamento de la redención, no han sucumbido a los sutiles halagos de los judaizantes engañadores. Ellos, no los falsos hombres de Jerusalén, son “el Israel de Dios” o, como los llama en otra parte, “el remanente escogido por gracia” (Rom.11:5).

En cuanto a motivos teológicos, Johnson dice:

Teológicamente la postura es correcta en su apoyo a dos grupos dentro de un pueblo de Dios, gentiles y judíos étnicos. Romanos 11 explica en detalle la relación entre ambos integrantes desde los días de Abraham, hasta el tiempo presente y hasta el futuro  cumplimiento de las grandes promesas incondicionales hechas a los patriarcas.

La tercera postura está de acuerdo con la segunda, que “el Israel de Dios” tiene que referirse a creyentes judíos y no a la iglesia como un todo, pero ve a este remanente judío como futuro:

La tercera interpretación es la postura de que la expresión “el Israel de Dios” se usa escatológicamente y se refiere al Israel que se volverá al Señor en el futuro, durante los eventos que tendrán lugar en la segunda venida de nuestro Señor. Pablo, mientras escribía Gálatas, tenía en mente su bien conocida profecía en cuanto a la salvación de “todo Israel” de Romanos 11:25-27.

La tercera postura, entonces, dice que el término “el Israel de Dios” se refiere al Israel étnico, pero localizan la bendición en el futuro.

Johnson no tiene mayores objeciones frente a esta tercera postura, porque gramaticalmente esta última posición es acertada. También es acertada teológicamente, porque:

Esta opinión armoniza con la importante enseñanza de Pablo de que hay dos clases de israelitas, uno creyente y otro incrédulo.

El único problema es exegético, por cuanto el tema escatológico no era el objetivo principal de la epístola a los Gálatas. Sin embargo, Johnson admite que esta postura puede considerarse exegéticamente posible, puesto que, en el contexto más amplio, el Pacto Abrahámico y el Reino de Dios fueron mencionados.

La segunda postura parece ser la mejor. En tanto que la tercera es bíblicamente aceptable, la primera no lo es. Johnson concluye:

Si hay alguna interpretación que tambalea en un fundamento débil, es la opinión de que Pablo iguala el término “el Israel de Dios” con la iglesia creyente de judíos y gentiles. Para sostenerla debe ignorarse el uso general del término ‘Israel’ que Pablo hace en el Nuevo Testamento y su uso en todas las Escrituras. El uso gramatical y de sintaxis de la palabra kai es forzado y distorsionado –y aceptar el sentido poco común, porque el sentido usual no satisface – solamente porque no está de acuerdo con lo que el exegeta quiere creer. Y para agravar el asunto, en el contexto especial de Gálatas y en el contexto general de las enseñanzas de Pablo, especialmente como son explicadas en Romanos 11, los principales pasajes de Pablo en cuanto a los tratos de Dios con los judíos y los gentiles, son atenuados. La doctrina de que la Iglesia de judíos y gentiles es “el Israel de Dios” reside en una ilusión. Es un caso clásico de exégesis tendenciosa.

Conclusión

Para la Israelología Dispensacional, la conclusión es que la Iglesia nunca es llamada, y no es, un  “Israel espiritual” o un “nuevo Israel”. El término “Israel” es usado para la nación o para el pueblo de Israel como un todo, o para el remanente creyente de ellos. Nunca se usa para la Iglesia en general o para los creyentes gentiles en particular.



Si desea leer otros artículos del Dr. Arnold G. Fruchtenbaum, haga clic aquí.

domingo, 1 de abril de 2012

El evangelio oculto de la Teología del Pacto y del Calvinismo


Algunos cristianos no ven ningún problema en asistir a una iglesia Reformada sin darse cuenta de que, al hacerlo, corren el riesgo de conectarse con algún aspecto de la teología del Pacto. Este sistema de teología, que se halla principalmente en círculos Reformados, está basado en tres pactos especulativos que no se encuentran en las páginas de la Escritura. Estos pactos adicionales que los eruditos Reformados insisten están presentes en la Biblia deben ser inferidos extrayendo el significado del contexto que realmente realidad no existe ahí. La aprehensión de estos significados más profundos y ocultos es conocido como espiritualizar o alegorizar el texto. A una amiga mía una vez le dijeron en un estudio bíblico al que ella estaba asistiendo, una persona que aparentemente espiritualizaba la Escritura, que si ella interpretaba los pasajes de forma literal, ¡se perdería todo el sentido de la Biblia!

Espiritualizando la Palabra

Por consiguiente, espiritualizar la Escritura permite que uno use la Palabra de Dios para enseñar casi cualquier cosa. Este método de interpretación permite que la teología Reformada enseñe que la Iglesia existía en el AT en lugar de haber iniciado en el NT el Día de Pentecostés. Los reformados creen tan firmemente en la elección soberana, que definen a la “Iglesia”, como el cuerpo de todos los elegidos en la historia. Por supuesto, existe desacuerdo en cuanto a cuándo esta “Iglesia” precisamente inició debido a que este importante evento no puede hallarse en las Escrituras del AT. Por tanto, los eruditos reformados debaten si esta “Iglesia del AT” inició con Adán o con Abraham.

Una vez que la “Iglesia” es colocada en el AT, el reformado razona entonces que la nación de Israel, quien recibió las promesas Abrahámicas y la Ley Mosaica, lo hizo de forma representativa para esta supuesta “Iglesia del AT”. Dado que se piensa que esta “Iglesia del AT” recibió la Ley Mosaica, también se asume que la Ley aún es operativa en parte para la “Iglesia” hoy. Esta “Iglesia del AT” no sólo recibió la Ley, sino que también recibió las promesas Abrahámicas para un reino venidero. Cuando Jesús ofreció el reino a la nación de Israel, los reformados también creen que Él en realidad se lo estaba ofreciendo a la “Iglesia”. Aparentemente esta “Iglesia” no rechazó la oferta del reino, pero los judíos incrédulos sí lo hicieron. Dado que Israel rechazó a su Mesías, Dios despobló esta “Iglesia del AT” de judíos para repoblar la “Iglesia del NT” principalmente con gentiles. Así pues, los gentiles reemplazaron a los judíos en la forma de pensar Reformada y el reino prometido fue de hecho dado a la “Iglesia”, pero en un sentido espiritual. Por supuesto, la Tribulación debe ocurrir antes de que el reino llegue, así que los reformados dicen que la Tribulación se llevó a cabo en el año 70 EC o ha sido una constante realidad desde entonces, rechazando una Tribulación literal en el futuro.

La Teología del Pacto

La mayoría de las personas escuchan el término “Teología del Pacto” y piensan, “¡Creo que existen pactos en la Biblia y por eso, sí, supongo que sí creo en la teología del pacto!”. Sin darse cuenta, están considerando todo un sistema de creencias muy diferente al presentado en la Biblia. Los tres pactos extras de la Teología del Pacto, que no se encuentran en la Escritura, son llamados pactos “inferidos” o “implicados”. Sin embargo, los seis pactos bíblicos principales (Noénico, Abrahámico, Mosaico, Tierra, Davídico, y Nuevo) pueden ser localizados claramente en las páginas de la Escritura con capítulo y versículo. Una vez que estos pactos “implícitos” falsos apuntalan a los pactos “explícitos” verdaderos, se convierten en el fundamento sobre el cual la Teología Reformada es edificada.

El primero de estos pactos “implicados” fue hecho supuestamente antes de que el tiempo comenzara y es llamado el “Pacto de la Redención”. En este supuesto pacto, se dice que el Padre escogió a los elegidos, el Hijo accedió a morir por los elegidos y el Espíritu Santo accedió a permitir que los elegidos vinieran a la fe. Este Pacto de la Redención también es conocido por su apodo, “el decreto eterno de Dios”. De nuevo, existen debates en los círculos reformados acerca de estos “decretos eternos” debido a que no pueden hallarse en la Escritura de forma precisa. Increíblemente, ¡los que están en la tradición Reformada no sólo adivinan lo que Dios decidió en la eternidad pasada, sino que también adivinan el orden en el que lo decidió! Especulan acerca del orden en el cual Dios decretó crear al hombre, permitir la Caída, predestinar a los elegidos, aplicar la expiación de Cristo y redimir y santificar a los elegidos. El apóstol Pablo advierte acerca de no hacer esta clase de presunciones diciendo, “no piensen más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros” (1 Cor. 4:6). En ninguna parte de la Biblia están descritos el Pacto de la Redención o el Orden de los Decretos Divinos. Los calvinistas están simplemente filosofando acerca de la teología y luego presentándola como la verdad.

Las cosas se vuelven un poco más interesantes cuando el segundo de estos pactos, el “Pacto de Obras”, es considerado. ¿Sabe el lector que Dios supuestamente entró en un pacto con Adán prometiéndole la salvación a cambio de su obediencia? Los reformados dicen que Dios debió haber hecho este pacto debido a que Oseas 6:7 “demuestra” que Adán rompió un pacto con Dios, “pero ellos como hombres traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí”. En las traducciones más recientes de la Biblia, la palabra “hombres” es traducida “Adán”, haciéndolo decir, “como Adán ellos transgredieron el pacto”. Malentendiendo el contexto del pasaje, hacen la pregunta, “¿Cuándo entró Dios en un pacto con Adán que éste rompió?”. Ellos centran nuestra atención en la interpretación del versículo, desviando nuestra atención del problema principal: ¡obediencia a cambio de salvación! Pregúntese usted mismo si Dios ha requerido alguna vez obras para la salvación. Por supuesto, ¡la respuesta es no! Dios requiere fe y sacrificios de sangre para que los pecadores sean reconciliados con Él. Mantenga este motivo de “obediencia por salvación” en su mente para que vea la ingeniosa interacción entre el Calvinismo y la Teología del Pacto.

Dado que Adán no fue capaz de ofrecer “obediencia por salvación” después de caer en pecado, la Teología Reformada enseña que el segundo Adán, Jesucristo, prometió procurar esta obediencia en un tercer pacto que no se halla en la Escritura, el “Pacto de la Gracia”. La Teología del Pacto enseña que la obediencia activa de Cristo a la Ley proporciona el requisito necesario para la salvación de los elegidos. Piense en esto por un momento. ¿Puede la obediencia a guardar la Ley cumplir con el requisito de la salvación? Mientras que la obediencia de Jesús a la Ley reveló Su perfección como Mesías que lo calificaba para ser el perfecto Cordero de Dios sacrificado por nuestros pecados, esta obediencia no contribuye a la salvación de ninguna manera. La salvación se encuentra por medio de confiar en Cristo y Su muerte, sepultura y resurrección. Por supuesto, esta obediencia a guardar la Ley está formulada en términos de la justicia. Sin embargo, la justicia de Dios de la que habla Romanos 3:21 dice que es aparte de la ley, “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas”. La Biblia nunca enseña que la observancia de la Ley, ni la nuestra ni la de Cristo, salva.

Increíblemente, muchos en el campo Reformado afirman erróneamente que la vida de obediencia activa de Cristo es tan salvífica en contribuir a nuestra salvación como Su muerte. En ningún lado nos dice la Biblia que pongamos nuestra fe en la justicia de Cristo. La fe es puesta en la Cruz de Cristo. Observe la siguiente cita del teólogo reformado del siglo XIX, A. A. Hodge, donde declara que la obediencia de Jesús es tan esencial a la salvación como Su muerte.

“Las Escrituras nos enseñan claramente que la obediencia de Cristo fue ciertamente tan vicaria como lo fue su sufrimiento, y que él nos reconcilió con el Padre por una así como por la otra”.1

Considere esta cita de Juan Calvino donde descaradamente declara que la base para el perdón de Dios está fundada en su completa vida de obediencia. La Biblia dice que toda nuestra base está fundada en la muerte y la sangre derramada de Jesús.

“Cuando se pregunta cómo Cristo, al abolir el pecado, removió la enemistad entre Dios y nosotros y compró una justicia que lo hizo favorable y gracioso a nosotros, puede responderse generalmente, que él logró esto por el curso completo de su obediencia…Y ciertamente él en otra parte extiende la base del perdón que exime de la maldición de la ley a la vida completa de Cristo…En resumen, desde el momento que él asumió la forma de siervo, él comenzó, con el fin de redimirnos, a pagar el precio de la salvación…”2

Postulando que la obediencia a guardar la Ley por parte de Cristo es de alguna forma necesaria para la salvación, la Confesión Bautista de Fe de 1689 afirma lo siguiente:

“No son justificados debido a que Dios considera como su justicia ni su fe, ni su creencia ni cualquier otro acto de obediencia evangélica. Son justificados única y exclusivamente debido a que Dios les imputa la justicia de Cristo. Él les imputa la obediencia activa de Cristo a toda la ley y Su obediencia pasiva en la muerte”.3

Una vez que la obediencia a guardar la Ley por parte de Cristo es colocada en la misma posición de la cruz, se vuelve necesario confiar en esta justicia para salvación. Mire cómo el astuto truco de la teología del pacto se desarrolla dentro de su evangelio del Calvinismo.

El Calvinismo a menudo es abreviado al acrónimo TULIP, el cual ayuda a las personas a recordar sus enseñanzas. Éste afirma que Dios soberanamente escoge, muere por, y equipa a los elegidos para ser salvos. La mayoría de las personas entienden que el último punto del Calvinismo, la Perseverancia de los Santos, (la “P” del TULIP) significa que los elegidos perseverarán en la fe y nunca abandonarán a Cristo. Los que están en el Calvinismo desde hace cualquier duración de tiempo sabe que eso no es completamente exacto. Rápidamente se hace claro que dado que los elegidos han recibido la justicia de Cristo que guarda la Ley, se espera que no sólo perseveren en la fe, sino que también perseveren en obediencia. En este punto, la fe se aparta sutilmente de la Cruz y se mueve hacia las obras. Este cambio es llamado Salvación por Señorío por sus detractores.

La Salvación por Señorío, haciéndose pasar como arrepentimiento y buenas obras, es elogiada por sus proponentes pero una vez desenmascarada, es expuesta como un evangelio de obras. De acuerdo con el Calvinismo, los elegidos son equipados para hacer de Jesucristo el absoluto Señor soberano de sus vidas para demostrar su salvación. Hay poco espacio para la desobediencia. La obediencia no sólo demuestra su elección, sino que demuestra que la obediencia del Segundo Adán ha sido acreditada a su cuenta y que las exigencias del “Pacto de Obras” han sido cumplidas. Así pues, la “perseverancia de los santos” del Calvinismo encaja perfectamente con la Teología del Pacto para esconder un complicado y muy bien disfrazado escenario de “obediencia por salvación” que Dios supuestamente prometió a Adán.

Añádase a esto que la Teología Reformada enseña que los elegidos que creen no tienen una naturaleza carnal, sino sólo la nueva naturaleza de Cristo. No es de extrañar que el calvinista se siente condenado cuando es desobediente. Todo pecado o infracción es recibido con amenazas mentales de no elección y, por tanto, no salvación, lo cual explica la falta masiva de seguridad dentro de los círculos reformados. Este miedo los lleva a buscar diligentemente las Escrituras para revisar y volver a comprobar que su comprensión de la elección es verdadera. Todo depende de la correcta comprensión de la elección. Lamentablemente, todos los pasajes que deberían llevarles consuelo han sido reinterpretados de acuerdo al Calvinismo causando incertidumbre en su lugar. Su erudición les dice que el Calvinismo es racional, mientras que sus corazones agonizan en el miedo.

Tanto la Teología del Pacto como el Calvinismo son explicados en los términos más escolásticamente erudito, haciéndolos parecer lógicos, razonables y plausibles. Sin embargo, Dios advierte a los cristianos a no dejar el pensar a los eruditos. Se nos aconseja escudriñar las Escrituras diariamente, como hicieron los bereanos, para examinar si las cosas enseñadas se alinean con la Escritura (Hechos 17:11). Se nos instruye a estudiar para presentarnos aprobados como obreros que no tienen de qué avergonzarse (2 Tim. 2:15). Se nos advierte a no confiar en la sabiduría del mundo (1 Cor. 1-2). Se nos dice que, “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8. Se nos advierte que, “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:30). Somos advertidos, “para que nadie os engañe con palabras persuasivas” (Col. 2:4).

Los cristianos somos advertidos, “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Ef. 4:14). Los falsos maestros fácilmente ganan seguidores (Gál. 4:17) diciéndoles a aquellos que tienen comezón de oír lo que ellos quieren escuchar (2 Tim. 4:13). En el proceso, “por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2:3). Se nos prohíbe añadir a las palabras de la Escritura para que no seamos reprendidos (Prov. 30:5-6) o peor aun, maldecidos (Ap. 22:18). La Teología del Pacto añade claramente pactos no existentes a la Biblia que cambian la naturaleza de Dios y el Evangelio.

Pablo condenó dos veces cualquier evangelio que fuera diferente del que él predicaba (Gál. 1:8-9), así como evangelios que dependen de las obras en lugar de la cruz. Él nos advierte en Colosenses a no ser movidos de la esperanza del Evangelio que él predicaba (Col. 1:23). El “Calvinismo” y el “Pacto de Obras” de la teología Reformada son tales evangelios que funden en un solo evangelio oculto que debería ser denunciado por la Iglesia de hoy. En cambio, este sistema de teología es validado como “cristianismo histórico y ortodoxo” y ha llevado por tanto innumerables en la Iglesia cautivos a su ideología dado que es considerado generalmente como “seguro”. Tenemos que estar atentos, vigilando el verdadero Evangelio de Cristo para que podamos ofrecer un mensaje salvador a los perdidos y caminar en la libertad del Espíritu ofrecido a los creyentes. Es el enemigo de nuestras almas quien quiere nuestra mirada en obra y la justicia de la ley, en lugar de en la cruz.

Nota del editor: Brenda Nickel es una creyente cuyo caminar fue desviado por la teología de Juan Calvino. A medida que fue atraída hacia el Calvinismo, éste le causó una eventual desesperación espiritual. Ella cuenta cómo, siendo una nueva creyente en Jesús nacida de nuevo, se apresuró con mucho entusiasmo a amar el estudio de Su Palabra (la Biblia). Esta búsqueda la llevó a un viaje de descubrimiento que, en última instancia, la llevó a seguir el razonamiento y la teología embriagadores de Juan Calvino, que ocasionan mucha confusión. Catorce años después, ella escapó de las trampas del Catolicismo Reformado de Calvino. 

Artículos relacionados:
Refutando el Calvinismo

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:
Covenant Theology and Calvinism’s hidden gospel

References:

1 – http://www.middletownbiblechurch.org/reformed/vicarlaw.htm, Citing; Archibald Alexander Hodge, The Atonement, Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing, 1953, pp. 248, 249.

2 – http://www.middletownbiblechurch.org/reformed/vicarlaw.htm, Citing; John Calvin, Calvin’s Institutes, vol.2, Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Company, 1962, p. 437.

3 – http://www.spurgeon.org/~phil/creeds/bcof.htm, The Baptist Confession of Faith,” with slight revisions by Charles Spurgeon, Chapter 11, Justification, paragraph 1.
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