El Ministro de Relaciones Exteriores de Nicaragua, Denis Moncada Colindres, derecha, con el con el Subdirector General del Ministerio de Relaciones Exteriores de Israel para América Latina, Modi Ephraim, en Managua, marzo de 2017. (Cortesía del Ministerio de Relaciones Exteriores de Nicaragua)
El portal de noticias Estado de Israel, informó el 28 de marzo recién concluido sobre el restablecimiento de las relaciones diplomáticas de Nicaragua con ese país emblemático de Tierra Santa.
Sin duda que es una gran noticia para ambos pueblos. El propio primer ministro de Israel, Binyamin Netanyahu, la había anunciado la semana anterior, mientras pronunciaba un discurso en una ceremonia en memoria de los últimos presidentes y primeros ministros del Estado de Israel.
“Hoy hemos sido bendecidos con relaciones recíprocas con más de 160 países, y este número está creciendo. La próxima semana otro país anunciará el establecimiento de relaciones con el Estado de Israel”, dijo el jefe del gobierno israelí, refiriéndose a Nicaragua.
El mencionado sitio informativo de noticias en español sobre Israel ha recordado en su información, que “Nicaragua es conocida por su alianza con Irán (enemigo mortal del pueblo judío), que en el pasado estableció una base de entrenamiento de terroristas de Hezbolá en el norte de Nicaragua”.
Pero además el régimen de Daniel Ortega ha sido un aliado político incondicional del Estado de Palestina, que se mantiene enfrentado incluso violentamente contra Israel. De manera que la sorpresiva renovación de las relaciones de Nicaragua con el Estado de Israel ha llamado la atención de los observadores internacionales.
En Nicaragua las comunidades cristianas, en particular las evangélicas, se han regocijado con esta noticia. Pero también los sectores democráticos del país aplauden la renovación de relaciones de Nicaragua con la única democracia que hay en aquella región, una de las razones principales por las cuales es atacada sin tregua por sus enemigos históricos.
Pero es obvio que Daniel Ortega no tomó la decisión de reactivar y normalizar las relaciones de Nicaragua con el Estado de Israel, porque súbitamente cambiaron de sentido sus simpatías políticas internacionales.
Aparte de buscar algún beneficio económico, esta decisión de Ortega es parte de una estrategia dirigida a impedir que el Congreso de Estados Unidos (EE.UU.) apruebe la “Nica Act”, o cualquier otra ley para sancionar al régimen orteguista por sus atropellos a la democracia. Los cabilderos al servicio de Ortega en EE.UU. le habrán hecho saber que el llamado “lobby judío” tiene una gran influencia en las esferas de poder de ese país, y por lo tanto, es muy importante aparentar un cambio positivo en el enfoque internacional y sobre todo una relación normal del Gobierno de Nicaragua con el Estado y el pueblo de Israel.
Lo cierto es que todas las medidas de impacto exterior que está aplicando Ortega, como el diálogo político electoral con la OEA, la eliminación del impuesto de castigo a las importaciones de Colombia y la normalización de relaciones con Israel, son maniobras tácticas para mejorar la imagen del orteguismo y evitar la aprobación de la “Nica Act” o cualquier otra medida de EE.UU. que se le parezca.
Sin embargo, aunque solo sean esas las razones que ha tenido Ortega para reanudar las relaciones con Israel, la decisión es positiva y hay que celebrarla.