martes, 11 de abril de 2023

Libro: Jesús: El Cordero y el León – Capítulo 9 (parte 1 de 2)

Los Milagros de Jesús

Por Dr. David R. Reagan

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Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron [a Jesús] todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados . . .  Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios . . . — Marcos 1:32 y 34.

Jesús realizó muchos milagros durante su ministerio terrenal. ¿Cuál fue la naturaleza de esos milagros? ¿Cuál era su propósito? ¿Y cómo se relacionan contigo y conmigo hoy?

Los cuatro evangelios registran 35 milagros separados de Jesús, pero éstos no fueron los únicos que realizó. 1

En el evangelio de Mateo, dice que Jesús recorrió toda Galilea enseñando en las sinagogas y “sanando toda enfermedad”. Mateo luego se pone específico, afirmando que Jesús sanó “diversas enfermedades y tormentos, endemoniados, epilépticos y paralíticos...” (Mateo 4:23-24).

El evangelio de Juan concluye con la intrigante declaración de que Jesús hizo tantas cosas, que si se registraran en detalle, “ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Juan 21:25).

El Propósito de los Milagros

El propósito fundamental de los milagros de Jesús era demostrar que Él era Dios hecho carne, el Mesías prometido. En Juan 10:25 Jesús dijo: “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí”. Más tarde, en el mismo discurso, dijo: “... creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10:38).

El Testimonio de los Apóstoles

Los apóstoles señalaron los milagros de Jesús en sus sermones, para afirmar Su divinidad. Por ejemplo, en el primer sermón del evangelio, el que Pedro predicó en Pentecostés en Jerusalén, Pedro proclamó a Jesús como el Mesías, afirmando que fue “aprobado por Dios con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo por medio de él...” (Hechos 2:22).

Y más tarde, en su sermón a Cornelio y su casa en Cesarea, Pedro dijo: “Vosotros sabéis cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38).

Tipos de Milagros

Hubo varios tipos de milagros que Jesús realizó, todos los cuales fueron diseñados para ilustrar diferentes facetas de Su divinidad.

Por ejemplo, demostró que era el “Señor del Tiempo”, al convertir instantáneamente el agua en vino; e ilustró que era el “Señor de la Creación”, al multiplicar los panes y los peces. Él demostró que era el “Señor de la Naturaleza”, al calmar una tormenta y caminar sobre el agua.

Él demostró que era el “Señor de la Salud”, cuando sanó a los leprosos, restauró la vista y el oído, y liberó a las personas de la epilepsia y la parálisis. Algunas de estas curaciones se realizaron sin que Él estuviera presente, lo que demostró que era el “Señor del Espacio”.

Repetidamente expulsó demonios de las personas, proporcionando evidencia de que Él era “Señor de lo Sobrenatural”.

De la misma manera, demostró que era el “Señor de la Vida y de la Muerte”, cuando resucitó a la gente de entre los muertos, como su querido amigo Lázaro, que había estado en su tumba durante cuatro días.

El Milagro en Caná

Con estos antecedentes, visitemos algunos de los sitios donde Jesús realizó Sus milagros, y comencemos en el pueblo de Caná.

Jesús transformó este oscuro pueblo en un lugar de fama mundial. Eso es porque Él realizó Su primer milagro allí en una fiesta de bodas, y durante 2,000 años en el mundo cristiano, apenas se ha realizado una boda donde este pueblo no haya sido mencionado.

El milagro fue provocado por el hecho de que el anfitrión se quedó sin vino. Cuando esto sucedió, Jesús procedió a convertir seis vasijas de agua en vino de la más alta calidad, demostrando que Él era el Señor del tiempo (Juan 2:1-11).

El evangelio de Juan termina la historia con esta observación: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (Juan 2:11).

Otro Milagro en Caná

Por cierto, Jesús realizó otro milagro en Caná del que rara vez se oye hablar. Ocurrió más tarde en Su ministerio. Un día, mientras pasaba por el pueblo, fue confrontado por un funcionario real, miembro de la corte del rey Herodes Antipas. El hombre era de Capernaum, a unas 20 millas de distancia. Había oído hablar de los poderes sanadores de Jesús, y vino a buscarlo para pedirle que sanara a su hijo (Juan 4:46-54).

El hombre le rogó a Jesús que fuera con él a Capernaum, para sanar a su hijo antes de que muriera. Jesús respondió diciendo: “Ve; tu hijo vive”. El hombre le creyó a Jesús, e inmediatamente se dirigió a casa. Antes de que pudiera llegar a Capernaum, fue recibido por los sirvientes de la casa, quienes le informaron que su hijo había sido sanado.

El Testimonio de los Milagros de Caná

Cuando Jesús transformó el agua en vino, demostró que era Señor tanto del tiempo como de la materia. Él no necesitaba jugo de uva, ni necesitaba esperar el proceso de fermentación.

Cuando sanó al hijo del sirviente real, Jesús demostró que era el Señor de la salud y el espacio. Él no necesitaba estar físicamente presente, ni necesitaba tocar al niño.

Un Milagro Relacionado con un Hombre de Caná

Una de las iglesias en Caná se llama la Capilla de San Bartolomé. Honra a un apóstol de Jesús que vino del pueblo. Su nombre era Natanael, pero a menudo se le conoce en las Escrituras como Bartolomé (Mateo 10:3).

Natanael es el hombre que, cuando escuchó por primera vez acerca de Jesús de boca de su amigo Felipe, dijo: “¿De Nazaret puede salir algo?” (Juan 1:46). Pero, cuando conoció a Jesús, quedó tan profundamente impresionado, que exclamó: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49).

La razón por la que Jesús tuvo un impacto tan grande en Natanael es porque Jesús lo saludó con un milagro de conocimiento. Le dijo a Natanael: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño!” (Juan 1:47). Cuando Natanael respondió preguntando cómo lo conocía Jesús, Jesús dijo: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Juan 1:48).

La confesión de Natanael de Jesús como Dios en la carne es la segunda registrada en las Escrituras. La primera vino de la boca de Juan el Bautista cuando Jesús apareció en el

Río Jordán para ser bautizado. Juan proclamó: "¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29).

El Problema con Nazaret

El comentario burlón de Natanael sobre Nazaret se basó en el hecho de que era un pequeño pueblo rústico de sólo unas 200 personas, y era el pueblo donde Jesús había crecido con sus padres. Por lo tanto, era difícil para Natanael creer que alguien significativo pudiera provenir de un lugar así.

Las Escrituras revelan un punto interesante acerca de Nazaret que se relaciona con el poder milagroso de Jesús. La Biblia dice que Jesús no pudo realizar ningún milagro poderoso en su ciudad natal de Nazaret “a causa de su incredulidad” (Mateo 13:58).

Su incredulidad probablemente estaba arraigada en el hecho de que Jesús era un muchacho de la ciudad natal, a quien la mayoría de ellos había conocido toda su vida. Al igual que Natanael, a ellos también les resultaba difícil creer que alguien de su aldea pudiera ser un poderoso hacedor de milagros.

Independientemente de su motivación, esta fascinante declaración acerca de su incredulidad, que restringió el poder de Jesús, es algo que debemos tener en cuenta cuidadosamente, porque señala que tú y yo, por más débiles que seamos, podemos limitar el poder de Dios en nuestras vidas por nuestra incredulidad.

Un Ejemplo Personal

En ese sentido, nunca olvidaré una experiencia personal que me ilustró vívidamente este punto. Estaba celebrando una reunión en una iglesia muy tradicional en Nashville, Indiana, un pintoresco pueblo a unas 45 millas al sur de Indianápolis. Al final del servicio de adoración el domingo por la mañana, ofrecí una invitación para cualquiera que necesitara sanidad. Una persona vino al frente y me pidió que orara para que fuera curado de cáncer.

Debido a que había discernido espiritualmente un nivel muy alto de incredulidad entre los asistentes, decidí hacer algo que nunca antes había hecho. Anuncié la necesidad de oración de la persona, y luego pedí a todos aquellos que creían que el Señor podía sanarlo que levantaran la mano. Hubo una larga pausa incómoda, y luego un hombre cerca de la parte de atrás levantó la mano. Le pedí que se presentara. Una vez más, les pedí a aquellos que creían que Dios podía sanar (no que lo haría, sino que podía) que levantaran la mano. Otra larga pausa. Se levantaron más manos.

Terminamos con seis personas que expresaron su creencia en el poder sanador de Dios. Luego les pedí que formaran un círculo alrededor de la persona que pedía oración y que se tomaran de las manos. Le expliqué que estábamos creando un escudo de fe para protegernos de la incredulidad. Luego procedimos a orar por la persona.

Nunca olvidaré el resultado. El Espíritu Santo cayó con gran poder, y la gente comenzó a pasar al frente por docenas para orar. Nunca había visto algo así en una de mis reuniones.

Francamente, casi entré en shock. ¡También lo hicieron algunos de los miembros más serios de la congregación!

¡Los teléfonos debieron haber sonado de las paredes esa tarde, porque esa noche tuvimos una multitud más grande que el domingo por la mañana! Era obvio que muchos habían venido por pura curiosidad. Una vez más, el Espíritu se movió con gran poder y, de nuevo, muchos vinieron al frente para ser ministrados.

Se corrió la voz de que íbamos a tener un “Fiestón del Espíritu Santo”, y la asistencia continuó creciendo. Para la última noche, miércoles, teníamos casi 400 personas presentes. ¡La ciudad tenía sólo 740 residentes!

El Enfoque Geográfico de los Milagros de Jesús

Cuando la ciudad natal de Jesús, Nazaret, lo rechazó al principio de Su ministerio, trasladó su base de operaciones a Capernaum, ubicada en la costa norte del Mar de Galilea.

A partir de entonces, Jesús enfocó Su ministerio en un triángulo de ciudades: Capernaum, Corazín y Betsaida. La mayoría de Sus milagros galileos se realizaron en estas tres ciudades.

Milagros en Capernaum 

El primer milagro que Jesús realizó en Capernaum fue la curación del siervo de un centurión romano. Este soldado de un ejército de ocupación se acercó a Jesús con humildad y le pidió que sanara a un siervo que estaba al borde de la muerte. Jesús accedió a hacerlo y le pidió al soldado que lo llevara a su casa. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará” (Mateo 8:8).

Cuando Jesús escuchó estas palabras, la Biblia dice: “Se maravilló y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe . . . Ve, y como creíste, te sea hecho” (Mateo 8:10-13).

Este centurión era lo que los judíos llamaban “un gentil justo”. Era un hombre de fe. También era un hombre muy generoso, porque la Biblia dice que fue él quien suministró los fondos para construir la sinagoga que existía en Capernaum en la época de Jesús (Lucas 7:1-5).

El segundo milagro que Jesús realizó en Capernaum ocurrió en la casa del apóstol Pedro. Por cierto, la casa de Pedro es probablemente el lugar donde Jesús mismo vivió. La historia de ese milagro está registrada en tres de los Evangelios. Así es como se describe en el Evangelio de Marcos (Marcos 1:29-31):

Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre . . .

Ella no sólo fue sanada instantáneamente, sino que se levantó y, en su alegría, ¡comenzó a servir comida a los hombres!

Esta sanidad debe haber causado un gran revuelo, porque Marcos agrega esta observación: “Cuando llegó la noche . . . le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados . . . Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios . . .” (Marcos 1:32-34).

El tercer milagro específico, que la Biblia menciona que Jesús realizó en Capernaum, también ocurrió en una casa privada. La Biblia dice que Jesús estaba enseñando en una casa que estaba llena de oyentes entusiastas. Mientras hablaba, algunos hombres trajeron a un paralítico para que lo sanara. Como no podían entrar por la puerta, debido al tamaño de la multitud, subieron al techo y bajaron al hombre en una camilla (Marcos 2:1-12).

Cuando Jesús fue testigo de su gran fe y persistencia, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Marcos 2:5). Ahora bien, ésa fue una declaración revolucionaria, ya que Dios es el único que puede perdonar pecados. El punto, por supuesto, es que, al hacer tal declaración, Jesús estaba afirmando Su divinidad.

Los fariseos que estaban presentes, reconocieron este hecho inmediatamente y dijeron: “¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” (Marcos 2:7). Jesús, sabiendo lo que pensaban los fariseos, dijo a la multitud: “... Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados . . . A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa” (Marcos 2:10-11). Y el paralítico fue sanado al instante.

En respuesta a este milagro, la Biblia dice que toda la gente se asombró y comenzó a glorificar a Dios, diciendo: “¡Nunca hemos visto cosa semejante!” (Marcos 2:12).

Lea la parte 2 aquí 

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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