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miércoles, 12 de junio de 2024

Consignas Engañosas en la Guerra de Propaganda Contra Israel

Por Dr. David R. Reagan

Las manifestaciones a favor de los palestinos, que han estallado en toda nuestra nación, están llenas de carteles que contienen consignas que son descaradamente falsas o completamente engañosas. Consideren las siguientes:

“Liberen a Palestina desde el Río hasta el Mar”.

Según las entrevistas a personas que corean esta consigna, parece que muchos no tienen ni idea de lo que significa. En primer lugar, los estadounidenses, que siempre han tenido problemas con la geografía, ¡no han expresado conocimiento alguno de qué río o mar están hablando!

Y cuando se les dice que el canto se refiere al Río Jordán y al Mar Mediterráneo, todavía no entienden que está hablando de la aniquilación del Estado de Israel. Es sólo un canto que suena bien y que rima.

Para aquellos que entienden el significado del eslogan, es una expresión de un antisemitismo espantoso.

“¡Fin al Apartheid en Israel!”

Éste es un eslogan que obtiene un apoyo masivo, pero el eslogan expresa una mentira total. No hay apartheid en Israel. ¡Ninguno! ¡Cero! ¡Nada!

Dos millones de palestinos viven en Israel. Son ciudadanos de Israel y, como tales, tienen total libertad para vivir donde les plazca y para utilizar cualquier hospital o medio de transporte. No existe una separación forzada de judíos y árabes de ningún tipo que exista en Israel.

Los árabes israelíes tienen derecho a votar y a servir en el parlamento israelí (la Knéset). También tienen acceso a todos los servicios sociales del Estado. Tienen toda la libertad que tienen los judíos. De hecho, ¡se les ha dado una libertad que los judíos no tienen! Todos los judíos, excepto el pequeño porcentaje de ultraortodoxos, están obligados a servir en el ejército — tanto hombres como mujeres. Los ciudadanos palestinos están exentos de este requisito, aunque algunos sirven voluntariamente en puestos que no son de combate.

El único apartheid que existe en Medio Oriente está en los países árabes, donde todas sus poblaciones judías fueron desalojadas por la fuerza después de la Guerra de Suez en 1956. El hecho es que a ningún judío se le permite vivir en las naciones árabes. ¡Eso es el verdadero apartheid!

“Liberen a Palestina de la opresión colonial”.

Esto es pura tontería. El pueblo judío no es colonialista. No son forasteros que se han apoderado de la tierra de otra persona. La tierra que ocupan actualmente (y mucha más que aún no ocupan) les fue dada por Dios como una posesión eterna (Génesis 12:1-3, 7, 15:14-15; 16:18; 26:3; 28:4, 13; 35:10-12; Éxodo 6:7-8; Salmos 105:8-11).

Los judíos ocuparon este don de Dios hace 3,500 años y vivieron allí durante 1,500 años, hasta que fueron expulsados por la fuerza de la tierra por los asirios y los romanos. Después de su expulsión final en el año 70 d.C., la tierra permaneció vacía y desolada durante 2,000 años. Los pocos árabes que vivían allí se consideraban sirios, porque la mayor parte de la tierra era propiedad de terratenientes sirios ausentes.

Durante este largo lapso de tiempo, la tierra nunca fue un estado independiente con Jerusalén como su capital. En resumen, nunca hubo un Estado palestino con un gobierno palestino. Tampoco existía una lengua o cultura palestina.

Cuando los judíos comenzaron a regresar a su tierra natal a finales de la década de 1890, compraron la tierra a precios exorbitantes. La tierra estaba tan desolada, que los árabes no podían entender por qué los judíos la deseaban tanto. Por ejemplo, para 1900 casi todos los árboles de Israel habían sido talados. Esto se debió al hecho de que el imperio turco gravaba los árboles. En el siglo XX, cuando los judíos que regresaron comenzaron a recuperar la tierra, ¡comenzaron a reemplazar los bosques y terminaron plantando más de 250 millones de árboles durante el siglo!

“Pongan Fin a 75 años de Ocupación”.

Israel no es una potencia ocupante. La tierra que están “ocupando” no sólo les fue dada por Dios, sino que también les fue otorgada legalmente por las Naciones Unidas.

Al final de la Primera Guerra Mundial, el área que se conocía como Palestina era simplemente una provincia del Imperio Otomano de Turquía. Dado que los turcos se pusieron del lado de Alemania durante la Primera Guerra Mundial, los aliados victoriosos decidieron desmantelar el Imperio Otomano dividiendo sus piezas entre los británicos y los franceses. El área llamada Palestina fue asignada a los británicos y más tarde comenzaron a gobernarla como un Mandato de la Liga de Naciones.

Un año antes del final de la Primera Guerra Mundial, los británicos emitieron la Declaración Balfour en noviembre de 1917. En ella dejaban claro que su intención era convertir a Palestina en una patria para el pueblo judío. En ese momento, Palestina consistía en el territorio que hoy incluye Israel más Jordania.

Pero, en 1921, el Secretario Colonial británico, Winston Churchill, decidió dar dos tercios de Palestina a los árabes para establecer el Mandato de Transjordania. Esta zona recibió su plena libertad en 1946 cuando se reconstituyó como el Estado de Jordania.

Cuando Churchill tomó su decisión, el pueblo judío se sintió traicionado por los británicos, pero esperaban recibir lo que quedaba de Palestina como su Estado. El resto era una pequeña franja de tierra de 270 millas de largo, con un ancho que oscilaba entre 9 y 85 millas.

En noviembre de 1947, las Naciones Unidas votaron a favor de dividir aún más esta franja de tierra, dividiéndola entre judíos y árabes con el fin de crear un Estado para cada uno. Una vez más, los judíos se sintieron traicionados, pero aceptaron la oferta. Los árabes se negaron.

Israel volvió a existir como Estado el 14 de mayo de 1948. Ese mismo día, los árabes podrían haber aprovechado la resolución de la ONU y haber creado un Estado palestino para sí mismos. Pero ellos querían toda la tierra, así que atacaron el nuevo Estado judío con la intención de arrojar a los judíos al mar.

A lo largo de la historia de la zona, desde que fue separada del Imperio Otomano en 1918, ha habido cinco ocasiones en las que los árabes tuvieron la oportunidad de crear un Estado propio, y cada vez, se han negado:

1. En 1936, el gobierno británico nombró a la Comisión Peel para recomendar una solución al conflicto judío y árabe en la zona. La comisión ofreció a los árabes el 80% de la tierra. Los árabes dijeron: “¡No!”. 

2. En 1947, las Naciones Unidas aprobaron una partición de la tierra en dos Estados. Los judíos recibieron el 56%. Una vez más, los árabes dijeron: “¡No!”.

3. En 1967, después de la Guerra de los Seis Días, los judíos ofrecieron permitir a los árabes crear un Estado que incluiría Gaza y Cisjordania. La Liga Árabe respondió con “Los tres No”: no a la paz con Israel. No al reconocimiento de Israel. No a las negociaciones con Israel. 

Algunos de los jefes de Estado de la cumbre de la Liga Árabe de 1967.

4. En el año 2000, el primer ministro más liberal de la historia de Israel, Ehud Barak, ofreció a Yasser Arafat la oportunidad de crear un Estado que incluyera Gaza, el 94% de Cisjordania y Jerusalén Este. El moderador de la conferencia, el presidente Bill Clinton, dijo que todo lo que Arafat podía decir desde el principio hasta el final de las negociaciones era: “¡No!”. 

5. En 2008, el primer ministro de Israel, Ehud Olmert, ofreció a Mahmoud Abbas, el líder de la OLP, la oportunidad de crear un estado que incluyera aún más Cisjordania. Abbas dijo: “¡No!”.

Con esta historia en mente, se puede entender lo que dijo una vez el diplomático más famoso de Israel, Abba Eban: “Los palestinos nunca han perdido una oportunidad de perder una oportunidad”.

El primer ministro israelí, David Ben Gurion (centro), presenta una menorá de Janucá como regalo al presidente estadounidense Truman en la Oficina Oval. A la derecha está Abba Eban, embajador de Israel en EE.UU. (1951)

“¡Liberen a Gaza!”

Éste es otro eslogan sin sentido. Israel concedió la soberanía total a Gaza en 2005, y lo hizo a un gran costo social y financiero. El ejército israelí desalojó por la fuerza a 9,000 judíos de sus hogares en 25 asentamientos y entregó toda la zona a los palestinos.

Los judíos tuvieron que volar sus sinagogas para evitar que fueran profanadas por los árabes. También tuvieron que desenterrar sus cementerios y trasladar los cuerpos de sus seres queridos para evitar que las tumbas fueran profanadas. La remoción le costó al gobierno israelí 900 millones de dólares. Otras pérdidas incluyeron 120 millones de dólares en la producción anual de flores y el 15% de las exportaciones agrícolas de Israel, incluido el 60% de sus exportaciones de tomates y hierbas. También se perdió el 70% de los productos orgánicos de Israel.

Después de la retirada de Israel, cientos de millones de dólares de ayuda extranjera fluyeron a Gaza desde muchas naciones, incluido Estados Unidos. Este dinero se destinó a la asistencia humanitaria y a la reconstrucción de la infraestructura de la zona, en particular hospitales y escuelas. Pero, cuando Hamas asumió el poder en 2007, estas donaciones se desviaron a la compra de armas militares y a la construcción de más de 300 millas de túneles de hormigón para lanzar ataques contra Israel.

Al pueblo palestino se le dejó que se ganara la vida lo mejor que pudiera, mientras que Hamás reforzó su ejército con la intención de atacar a Israel. Además, los líderes de Hamas confiscaron gran parte de la ayuda financiera para ellos personalmente, usándola para vivir vidas extravagantes de ocio en Qatar. Se estima que los tres principales líderes de Hamás tienen un valor combinado de 11,000 millones de dólares.

¡“Liberen a Gaza” es un eslogan apropiado y verdadero sólo si se refiere a liberar a Gaza de Hamas!

“¡Alto al Genocidio Israelí!”

Éste sería un lema apropiado si estuviera dirigido a Hamás, porque el objetivo de Hamás es destruir a Israel y matar a toda su población judía. Pero el lema está muy mal dirigido cuando se dirige a Israel.

El deseo de Israel es vivir en paz con los árabes. La única guerra que Israel ha iniciado es la Guerra de los Seis Días en 1967, y lo hizo porque las naciones árabes circundantes declararon que iban a atacar y aniquilar al Estado judío. Israel decidió que su única esperanza de supervivencia era un ataque preventivo.

El ejército israelí tiene una reputación establecida desde hace mucho tiempo de ser el más humano del mundo. Cuando Israel va a la guerra, siempre hace todo lo posible para proteger a los civiles. Israel lanza panfletos, hace llamadas telefónicas y envía correos electrónicos para anunciar objetivos, para que los civiles tengan tiempo de evacuar. Además, Israel centra sus ataques en objetivos militares y no en civiles. Sí, a veces se cometen errores, pero los errores no son crímenes de guerra.

En marcado contraste, Hamás utiliza a sus civiles como escudos humanos. Así, lanza cohetes desde los tejados de hospitales y escuelas, y cuando Israel anuncia objetivos, Hamás obliga a los civiles a acudir a las zonas objetivo para que puedan utilizar sus cadáveres con fines propagandísticos. Como ha dicho un experto, “Israel utiliza a sus fuerzas armadas para proteger a sus ciudadanos, mientras que Hamás utiliza a sus ciudadanos para proteger a sus fuerzas armadas”.

El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha resumido durante mucho tiempo la situación en Oriente Medio con estas palabras: “Si los árabes se desarmaran, habría paz. Si Israel se desarmara, dejaríamos de existir”.

“¡Gaseen a los Judíos!”

De hecho, este eslogan ha sido utilizado por los manifestantes pro-palestinos. No es más que una horrenda expresión de antisemitismo descarado. Es sólo un indicio de que el verdadero objetivo de los palestinos no es crear otro Estado palestino. ¡No! El verdadero objetivo es la aniquilación de Israel.

Y cuando me refiero a “otro Estado palestino”, quiero decir que ya existe un Estado palestino. Es el estado de Jordania. El propio Estado se separó de la provincia palestina del Imperio Otomano, y la mitad de su población era palestina.

Conclusión

El estallido de antisemitismo masivo e irracional en todo el mundo es un evento sobrenatural orquestado por Satanás. Odia apasionadamente al pueblo judío porque son el Pueblo Escogido de Dios, a través del cual Dios dio las Escrituras y al Mesías, Jesús. Satanás también odia la promesa de Dios de llevar a un gran remanente de judíos a la salvación a través de la fe en Jesús (Isaías 10:21-22; Zacarías 12:10;  Romanos 9:27).

La determinación de Satanás de aniquilar a los judíos es de lo que se trató el Holocausto. Es la razón por la que motivará al Anticristo a enfocar la segunda mitad de la Tribulación en continuar donde Hitler lo dejó acerca de librar al mundo del pueblo judío.

Pero Satanás no tendrá éxito:

“…porque el que los toca [a Israel], toca la niña de Su ojo” (Zacarías 2:8).

Jamás se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel” (Salmos 121:4).

En aquel día pondré a los capitanes de Judá como brasero de fuego entre la leña y como antorcha ardiendo entre gavillas; consumirán a diestra y siniestra a todos los pueblos alrededor, mientras los habitantes de Jerusalén otra vez vivirán en su propia ciudad” (Zacarías 12:6).

En aquel día yo procuraré destruir a todas las naciones que vengan contra Jerusalén” (Zacarías 12:9).

Dios ha reunido al pueblo judío en su tierra natal por una razón. Él va a traer al mundo entero contra ellos (Zacarías 12:3), no porque los odie, sino porque los ama. Han sido personas tercas y de dura cerviz a lo largo de su relación con Él. Cuando estaban en problemas en los tiempos del Antiguo Testamento, siempre acudían a Egipto en busca de ayuda. En los tiempos modernos, han dependido de los Estados Unidos. Dios siempre ha querido que confíen en Él.

En estos tiempos del fin, a medida que el mundo entero se vuelva contra ellos, se verán obligados a llegar al final de sí mismos y, en su desesperación, se volverán a Dios en busca de su ayuda, y finalmente aceptarán a Su Hijo como su Mesías (Zacarías 12:10).

¡Qué día será ése! Jesús lo mencionó cuando entró en Jerusalén en el clímax de su vida. Dijo que no regresaría a esta tierra hasta que el pueblo judío estuviera dispuesto a decir: “Baruj haba b'Shem Adonai”, que significa “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Salmos 118:26 y Mateo 23:39).

¡Maranata! (1 Corintios 16:22)

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

jueves, 9 de mayo de 2024

Libro: El Pueblo Judío – Capítulo 4 (parte 2 de 3)

Los Horrores del Holocausto

Por Dr. David R. Reagan


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El Sufrimiento de los Justos

Podemos comprender el sufrimiento de los que viven en rebelión contra Dios, pero ¿qué pasa con el sufrimiento de los justos? ¿Por qué a la gente buena le pasan cosas malas?

El apóstol Pablo es un buen ejemplo de esta pregunta. Fue un hombre que dedicó su vida a servir al Señor y, sin embargo, sufrió mucho en el proceso. Aquí hay una poderosa descripción que escribió en 2 Corintios 11 acerca de sus sufrimientos:

24) De los judíos cinco veces he recibido cuarenta azotes menos uno. 

25) Tres veces he sido azotado con varas; una vez apedreado; tres veces he padecido naufragio; una noche y un día he estado como náufrago en alta mar; 

26) en caminos muchas veces; en peligros de ríos, peligros de ladrones, peligros de los de mi nación, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, peligros en el desierto, peligros en el mar, peligros entre falsos hermanos; 

27) en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, en hambre y sed, en muchos ayunos, en frío y en desnudez; 

28) y además de otras cosas, lo que sobre mí se agolpa cada día, la preocupación por todas las iglesias.

Pablo también sufrió algún tipo de aflicción corporal a la que llamó “un aguijón en la carne” (2 Corintios 12:7).

Y cuando Pablo clamó a Dios: “¿Por qué a mí, Señor?”, la respuesta que recibió fue: “Bástate mi gracia...” (2 Corintios 12:9). De nuevo, una respuesta muy dura que llama al ejercicio de la fe.

No hay duda de que, a menudo, sufrimos como resultado de nuestros propios pecados, pero los ejemplos de Job y Pablo indican claramente que gran parte del sufrimiento que experimentamos en la vida se debe a otras razones.

Jesús mismo indicó esto cuando respondió a una pregunta que Sus discípulos le hicieron después de haber sanado a un hombre que había nacido ciego. Le preguntaron: “Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego?”. La respuesta de Jesús fue: “No es que pecó éste ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él” (Juan 9:1-3).

Dios es soberano. Él permite que algunos sufran para glorificar Su nombre y que otros no sufran por la misma razón. Su voluntad soberana es la que determina cada circunstancia. “Por lo tanto, podemos decir con seguridad que ningún sufrimiento carece de un propósito en el plan de Dios, aunque nosotros, como seres humanos finitos, no veamos ese propósito con claridad”.2

Experimentamos sufrimiento por una variedad de razones:

  • Sufrimos porque vivimos en un mundo caído y corrompido por el pecado del hombre.  
  • Sufrimos porque el sufrimiento nos refina en justicia.
  • Sufrimos porque el sufrimiento nos impide enamorarnos de este mundo malvado y, por lo tanto, nos ayuda a mantener una perspectiva eterna, recordándonos que debemos ser peregrinos y extranjeros que pasamos por este mundo hacia una vida mejor en un mundo nuevo y perfecto.
  • Sufrimos porque el sufrimiento nos motiva a apoyarnos fuertemente en el Señor, confiando en Él como nunca antes lo habíamos hecho.
  • Sufrimos porque la fe que demostramos en medio del sufrimiento trae honor y gloria a Dios.
  • Sufrimos por propósitos que sólo Dios mismo conoce.

Dios nunca promete que los justos no sufrirán. Pero lo que Él promete con respecto al sufrimiento es algo glorioso.

Él promete que caminará a través del sufrimiento con nosotros y nos dará la gracia y la fuerza para lidiar con él victoriosamente. En el Salmo 23:4 Él dice que Él caminará con nosotros “a través del valle de sombra de muerte”. En Isaías 43:2, Él promete que pasará con nosotros “a través de las aguas”, y caminará con nosotros “a través del fuego”.

La Voluntad del Hombre vs. la Voluntad de Dios

Hay otra cosa que debemos considerar si queremos entender mejor las terribles tragedias humanas como el Holocausto. Tiene que ver con la voluntad del hombre cuando interactúa con la voluntad de Dios.

La Biblia enseña que el hombre fue creado con libre albedrío. Pero también enseña que Dios es soberano. ¿Cómo se pueden reconciliar estas dos verdades? Se han escrito volúmenes sobre el tema, pero nunca se ha producido una respuesta definitiva. La conclusión es que la reconciliación de los dos es un misterio conocido sólo por Dios.

Lo que sí sabemos es que el libre albedrío del hombre no puede negar la voluntad última de Dios, porque Dios tiene la sabiduría y el poder para orquestar toda la maldad del hombre — y de Satanás — para el triunfo de Su voluntad en la historia. Es por eso que el Salmo 2 describe a Dios sentado en los cielos riendo en respuesta a los líderes del mundo que están agitando sus puños contra Él. Se ríe no porque no le importe. Se ríe porque tiene todo bajo control.

Su sabiduría y poder para orquestar todo el mal para el triunfo de Su voluntad ha sido ilustrado en la muerte de Su Hijo en la Cruz. Satanás había trabajado horas extras para reunir a dos grupos que se odiaban entre sí, los judíos y los romanos, motivándolos a conspirar para matar a Jesús. Cuando Jesús murió en la cruz, Satanás pensó que había logrado su mayor victoria. Pero tres días después, Dios convirtió el acto más cobarde de la historia en el más glorioso, a través del poder de la Resurrección.

Al hablar de la voluntad de Dios, también debemos tener en cuenta que Él tiene tanto una voluntad perfecta como una voluntad permisiva. Esto se puede demostrar fácilmente.

Por ejemplo, considere el hecho de que la Biblia revela que es la voluntad perfecta de Dios que todas las personas sean salvas (2 Pedro 3:9). Sin embargo, en Su voluntad permisiva, Dios permite que las personas lo rechacen y se pierdan.

También podemos ver esto obrando en las profecías bíblicas. Hay una serie de profecías que enseñan claramente que los judíos reconstruirán su Templo en los tiempos del fin y restablecerán su sistema de sacrificios. ¿Expresan estas profecías la voluntad perfecta de Dios? Claro que no. Su voluntad perfecta es que los judíos acepten a Jesús como su Mesías. Pero Él les va a permitir reconstruir su Templo, porque Él va a obrar a través de sus esfuerzos equivocados para llevar a un gran remanente de los judíos a la salvación.

¿Fue el Holocausto la voluntad de Dios? Claro que no. Era la voluntad de Satanás porque, como he señalado antes, odia al pueblo judío con pasión, y está decidido a destruirlo para que Dios no pueda cumplir las promesas que les ha hecho.

¿Es Dios responsable del Holocausto? Sí. Él es soberano, y Satanás no lo es. Satanás no puede infligir sufrimiento sin el permiso de Dios. No nos gusta esta verdad. Preferimos atribuir todas las cosas buenas a Dios y todas las cosas malas a Satanás. Pero la Biblia nunca hace eso. Por ejemplo, todas las calamidades naturales en la Biblia se atribuyen a Dios.

El Sufrimiento del Pueblo Judío

Con estos antecedentes, creo que podemos entender mejor el sufrimiento del pueblo judío. Eso no significa que podamos comprenderlo realmente. Después de todo, debemos tener en cuenta que los caminos de Dios están más allá de nuestra comprensión. Isaías enfatizó este punto muy poderosamente cuando escribió estas palabras en Isaías 55:

8) Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos, ni vuestros caminos mis caminos, dijo Jehová. 

9) Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos, y mis pensamientos más que vuestros pensamientos.

Si pudiéramos entender verdaderamente todo acerca de Dios, Él no sería Dios. Somos finitos; Él es infinito. Siempre habrá acontecimientos en nuestras vidas y en la historia del mundo que no podemos explicar. Es por eso que estamos llamados a vivir por fe y no por vista (2 Corintios 5:7).

Perspectivas Sobre el Holocausto

Hay algunas cosas sobre el Holocausto que necesitan ser enfatizadas — cosas que rara vez se mencionan. La primera es que el Holocausto fue profetizado en la Palabra de Dios. No es un evento que haya tomado a Dios por sorpresa.

Una de estas profecías, muy detallada, se remonta a la época de Moisés, hace unos 3,400 años. Fue pronunciada por Moisés cuando los hijos de Israel se preparaban para entrar en su Tierra Prometida. Se encuentra en Deuteronomio 28.

Moisés advirtió a su pueblo que Dios los bendeciría si eran obedientes a sus leyes y que los maldeciría si eran desobedientes. Procedió a mencionar una gran variedad de maldiciones, incluyendo cosas tales como enfermedades, malas cosechas, confusión del gobierno, epidemias de rebelión y divorcio adolescente, y derrotas en guerras.

Moisés entonces señaló que, si se negaban a arrepentirse en respuesta a estos juicios correctivos, Dios los sometería a Su juicio final, que sería la expulsión de la tierra. En los versículos 36-57 profetiza su cautiverio en Babilonia. En el versículo 64 comienza a hablar de una dispersión mundial, que finalmente resultaría en una persecución sin precedentes:

64) Y Jehová te esparcirá por todos los pueblos, desde un extremo de la tierra hasta el otro extremo; y allí servirás a dioses ajenos que no conociste tú ni tus padres, al leño y a la piedra. 

65) Y ni aun entre estas naciones descansarás, ni la planta de tu pie tendrá reposo; pues allí te dará Jehová corazón temeroso, y desfallecimiento de ojos, y tristeza de alma; 

66) y tendrás tu vida como algo que pende delante de ti, y estarás temeroso de noche y de día, y no tendrás seguridad de tu vida. 

67) Por la mañana dirás: ¡Quién diera que fuese la tarde! y a la tarde dirás: ¡Quién diera que fuese la mañana! por el miedo de tu corazón con que estarás amedrentado, y por lo que verán tus ojos.

Los hijos de Israel procedieron a quebrantar las leyes de Dios. Uno de sus errores más graves fue violar la ley que prohibía casarse con mujeres extranjeras. Se les había advertido que esto los llevaría a la idolatría, y así fue (Dt. 7:3-4).

Dios envió los juicios correctivos, tal como lo había advertido, y levantó voces proféticas, como Elías, para llamar al pueblo al arrepentimiento, pero persistieron en su rebelión. Incluso rechazaron a Dios como rey de su nación y exigieron un rey humano, a pesar de las advertencias de que tales reyes los oprimirían seriamente (1 S. 8:4-22). Su persistente rebelión condujo finalmente a la decisión de Dios de permitir que el reino del norte de Israel fuera destruido por los asirios, y que el reino del sur de Judá fuera llevado al cautiverio babilónico.

Cuando llegó el momento de que el reino de Judá fuera disciplinado por los babilonios, el Señor habló del juicio con el corazón quebrantado. Casi se le puede oír llorar mientras se describe su decisión en 2 Crónicas 36:

15) Y Jehová el Dios de sus padres envió constantemente palabra a ellos por medio de sus mensajeros, porque él tenía misericordia de su pueblo y de su habitación. 

16) Mas ellos hacían escarnio de los mensajeros de Dios, y menospreciaban sus palabras, burlándose de sus profetas, hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio.

En Su gracia y misericordia, el Señor dispuso que los judíos regresaran a su tierra natal después de 70 años de cautiverio y, aunque habían sido curados de la idolatría, continuaron despreciando las leyes de Dios, lo que finalmente resultó en su rechazo de Su Hijo como su Mesías. Esto llevó a su segundo desalojo de su tierra, cuando los romanos destruyeron su nación en el año 70 d. C.

Fueron esparcidos por todo el mundo, y fueron perseguidos dondequiera que iban, en cumplimiento de las profecías de Deuteronomio 28, que culminaron en el Holocausto.

Advertencias Contemporáneas

Las advertencias contenidas en las Escrituras no son las únicas que Dios le dio al pueblo judío. A medida que se acercaba el momento del Holocausto, Dios alzó voces proféticas contemporáneas para advertir a los judíos del peligro que enfrentaban.

Esta acción estaba de acuerdo con otro principio sobre el carácter de Dios — a saber, Él nunca derrama Su ira sin previo aviso. En tiempos bíblicos, Él advirtió tanto a Israel como a Judá repetidamente a través de profetas y juicios correctivos antes de permitir que las naciones fueran conquistadas. De la misma manera, envió dos profetas (Jonás y Nahúm) al imperio asirio pagano para advertirle de su inminente juicio. Y Jesús mismo advirtió sobre la destrucción de Jerusalén por los romanos unos 40 años antes de que ocurriera (Mateo 24).

Por lo tanto, cuando el antisemitismo comenzó a cobrar fuerza en toda Europa a finales del siglo XIX, Dios comenzó a levantar voces proféticas que comenzaron a llamar al pueblo judío a regresar a su tierra natal. Uno de ellos fue Eliezer Ben-Yehuda (1858-1922), quien publicó su primer ensayo en 1879. En él, suplicó apasionadamente al pueblo judío que regresara a casa:3

¿Por qué no vemos, todos los que tenemos los ojos tan agudos, que si no nos apresuramos a unirnos, el fin está cerca, el horrible fin de la esperanza de nuestro pueblo de una eventual redención? . . . ¿Cuál es este punto en el que todos podemos unirnos? Es el reasentamiento de la tierra.

Theodor Herzl (1860-1904) creía que la ola de antisemitismo conduciría a la destrucción de los judíos si no se retiraban a un “refugio seguro”. Temía que, si los judíos permanecían en Europa “se produciría un apocalipsis desastroso”.4 Aunque a muchos les cautivó su visión de un Estado judío, muy pocos estaban dispuestos a irse, dejar sus hogares y comprometerse con una vida de precursor en Palestina. Herzl se sintió tan angustiado por su falta de voluntad para prestar atención a sus advertencias que escribió en su diario: “¡Tengo derecho a convertirme en el mayor antisemita del mundo!”.5

El colega de Herzl, Max Nordau (1849-1923) heredó el manto de Herzl cuando murió en 1904, y Nordau continuó proclamando el peligro inminente que enfrentaban los judíos europeos y la necesidad de que escaparan regresando a su tierra natal. Proféticamente, declaró: “Un tercio de ustedes perecerá, un tercio será asimilado y un tercio se salvará al regresar a Sion”.6

La más apasionada de las voces proféticas fue la de Zeev Jabotinsky (1880-1940). Gritó advertencias por toda Europa en las décadas de 1920 y 1930. Su mensaje se resumía en una frase que repetía a menudo: “Liquida a la diáspora, o la diáspora te liquidará a ti”.7

No tengo ninguna duda de que Jabotinsky fue una verdadera voz profética, levantada por Dios para advertir al pueblo judío del inminente holocausto. Considere, por ejemplo, las siguientes palabras que pronunció en un discurso a los judíos de Polonia en 1938:8

Continúo advirtiéndoles incesantemente que una catástrofe se acerca... Mi corazón sangra porque vosotros, queridos hermanos y hermanas, no veis el volcán que pronto comenzará a escupir su lava que todo lo consume. . . ¡En el nombre de Dios! Que cualquiera de vosotros se salve a sí mismo mientras haya tiempo. Y el tiempo es muy poco... Quienquiera que de ustedes escape de la catástrofe, él o ella vivirá para ver el momento exaltado de una gran boda judía: el renacimiento y el surgimiento de un estado judío. No sé si tendré el privilegio de verlo; ¡mi hijo lo hará! Creo en esto porque estoy seguro de que mañana por la mañana saldrá el sol.

Si los judíos hubieran prestado atención a estas advertencias, el Holocausto podría haberse evitado. Tenga en cuenta que, además de enviarles voces proféticas, Dios motivó a los británicos a abrir Palestina a la inmigración a través de la Declaración Balfour en 1917. Y hay que tener en cuenta también que los nazis nunca llegaron a Oriente Medio. Llegaron hasta Grecia en el norte y Egipto en el sur, pero nunca se les permitió llegar a Palestina.

Lea la parte 1 aquí

Lea la parte 3 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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jueves, 2 de mayo de 2024

Libro: El Pueblo Judío – Capítulo 4 (parte 1 de 3)

Los Horrores del Holocausto

Por Dr. David R. Reagan


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En este punto surge una pregunta muy importante: Si Dios no ha rechazado a los judíos, y si realmente los ama, entonces ¿por qué permitió que sufrieran una de las atrocidades más horribles en la historia de la humanidad — a saber, el Holocausto?

No es una pregunta agradable, pero es legítima y debe ser tratada. Y para lidiar con esto adecuadamente, debemos comenzar con una consideración de lo que la Biblia tiene que decir acerca de la naturaleza de Dios y Su relación con el sufrimiento.

El Ejemplo de Job

La mayoría de los eruditos de la Biblia consideran que el libro de Job es el libro más antiguo de la Biblia. Es interesante que este antiguo libro se centre en el problema del sufrimiento. Ezequiel dice que Job fue uno de los tres hombres más justos que jamás haya vivido, junto con Noé y Daniel (Ez. 14:14). Sin embargo, pocos han sufrido como Job.

El increíble sufrimiento de Job fue agravado por sus supuestos amigos que acudieron a él y culparon de todo su dolor y pérdida a sus pecados. Sus acusaciones eran injustificadas, porque el primer versículo del libro de Job dice que era un hombre “íntegro y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”.

Después de una larga y dolorosa discusión con sus amigos, uno de ellos cambió el argumento de los supuestos pecados de Job a una respuesta parcialmente correcta en cuanto a por qué estaba sufriendo. Dijo que el sufrimiento era con el propósito de refinar a Job en justicia (capítulos 32-37).

Llamo a esto una “respuesta parcialmente correcta”, porque la Biblia enseña claramente que el sufrimiento puede refinarnos espiritualmente si nuestros corazones están verdaderamente rendidos a Dios. Considere estas palabras del apóstol Pablo, otro hombre justo que sufrió mucho (Ro. 5):

1) Justificados, pues, por la fe tenemos[a] paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, 

2) por medio de quien también hemos obtenido acceso por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. 

3) Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce perseverancia, 

4) y la perseverancia produce carácter probado, y el carácter probado produce esperanza.

Job sufrió para ser refinado en justicia. Pero había otra razón, más importante y definitiva, para su sufrimiento.

Mientras Job continuaba clamando: “¿Por qué a mí, Señor?”, Dios finalmente respondió a su pregunta con una larga serie de contrapreguntas, constituyendo el discurso más largo de Dios que se registra en la Biblia (Job 38-41). Dios preguntó:

“¿Dónde estabas tú cuando creé los cielos y la tierra?”

“¿Dónde estabas cuando hablé para que existiera el león?  

“¿Dónde estabas cuando colgué las estrellas en el espacio y les di nombres?

En resumen, Dios estaba diciendo: “¿Quién eres tú para cuestionarme?”.

Dios nunca responde a la pregunta: “¿Por qué a mí, Señor?”. En lugar de eso, Él llama a la persona que pregunta a apoyarse en su fe y confiar en que Dios sabe lo que es mejor y que todas las cosas cooperan para el bien de aquellos que conocen al Señor. Por lo tanto, la respuesta final a la razón del sufrimiento de Job fue cumplir los propósitos perfectos de Dios, que no siempre se nos revelan.

El Ejemplo de Habacuc

Un ejemplo clásico de este principio se puede encontrar en el libro de Habacuc. Este hombre fue llamado por Dios para ser profeta de la nación de Judá. En respuesta, Habacuc llamó a la nación al arrepentimiento, advirtiéndoles que, si no se arrepentían, sufrirían el mismo destino que sus hermanos del norte en la nación de Israel, que habían sido llevados cautivos por los asirios.

Pero el pueblo se negó rotundamente a arrepentirse a pesar de las repetidas advertencias del profeta. Finalmente, Habacuc se volvió a Dios con desesperación y clamó: “¿Hasta cuándo, oh Señor, vas a tolerar la maldad de esta gente que se ríe de mis advertencias? ¿Cuándo me vas a validar como profeta disciplinándolos con tu ira?”.

Cuando Dios finalmente respondió a los lamentos de Habacuc, el profeta se sorprendió. Dios le dijo que iba a enviar a los babilonios, “un pueblo furioso e impetuoso”, para conquistar a Judá (1:5-6). Esta revelación llevó a Habacuc a hacer una pregunta teológica perspicaz: “¿Cómo puedes castigar a los que son malos con los que son más malos?” (1:12-13). La respuesta de Dios fue profunda y resuena a través de los siglos. Se cita en el Nuevo Testamento en Romanos 1:17, Gálatas 3:11 y Hebreos 10:38. La respuesta que Dios dio fue: “El justo por su fe vivirá” (2:4).

Fue una respuesta difícil. Pero Dios suavizó el golpe al dejar en claro que Él, a su vez, trataría con los babilonios (2:6-12), lo cual, por supuesto, es exactamente lo que hizo cuando el Imperio Medo-Persa conquistó Babilonia en un día.

El hecho es que Dios a menudo obra a través de las fuerzas del mal en la historia para lograr Sus propósitos. Cuando le reveló a Jeremías que Judá sería conquistada por Babilonia, llamó a los ejércitos babilonios mi “martillo, y armas de guerra” (Jer. 51:20). Y, cuando le dijo a Isaías que Babilonia sería conquistada por los medos y los persas, se refirió a ellos como “mis consagrados” (Is. 13:3).

Sólo Dios tiene el panorama general. Sólo Él conoce el esquema general de la historia. Se nos asegura una y otra vez en Su Palabra que Él es un Dios de justicia (Is. 61:8). Lo que puede parecernos una injusticia a corto plazo, en última instancia obrará para la justicia a largo plazo. Debemos andar por fe, porque “sin fe es imposible agradar a Dios...” (He. 11:6).

La Naturaleza de Dios

Otro de los problemas clave que tenemos al lidiar con el sufrimiento es nuestra visión limitada de la naturaleza de Dios. El cristianismo mismo es parcialmente responsable de esto.

En la predicación cristiana a lo largo de los siglos, el énfasis se ha puesto principalmente en el amor de Dios, lo que ha provocado la pregunta: “¿Cómo puede un Dios de amor permitir el sufrimiento?”.

No hay duda de que el verdadero Creador de este universo es un Dios de amor — algo que nunca se dice en el Corán del falso dios del islam. Dios emerge claramente, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, como un Dios de amor, gracia y misericordia.

Pero ése es sólo un lado de la naturaleza del carácter de Dios. Lo que se ha ignorado es el hecho de que las Escrituras también revelan que Él es un Dios de santidad, rectitud y justicia. Y como tal, Él no puede tolerar el pecado. Él se ve obligado a lidiar con ello, y lo hace de una de dos maneras: con gracia o con ira.

Juan el Bautista destacó este importante punto en uno de sus sermones registrados en Juan capítulo 3. Todos los cristianos están familiarizados con Juan 3:16, que es probablemente el versículo más conocido de la Biblia, pero pocos están familiarizados con Juan 3:36, donde Juan el Bautista proclamó: El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.

Cada persona sobre la faz de la tierra vive bajo la gracia de Dios o bajo Su ira. Es algo glorioso estar bajo la gracia de Dios; es algo temible vivir como sujeto de Su ira.

Un Ejemplo de Ignorancia Cristiana

La mayoría de los cristianos han escuchado poco, si es que han escuchado algo, acerca de la ira de Dios. Esto me recuerda una ocasión en la década de 1980 cuando me invitaron a ser entrevistado en una estación de radio secular en Oklahoma City. El presentador del programa, que decía ser cristiano, había escuchado una de mis enseñanzas en cinta de casete y había quedado impresionado. Así que me invitaron a ser entrevistado.

Comenzó la entrevista pidiéndome que definiera el propósito de mi ministerio. Le expliqué que es un ministerio que se enfoca en la profecía bíblica, para proclamar el pronto regreso de Jesús. Continué diciendo: “Ese mensaje es como una espada de dos filos. Para el creyente es un llamado a la santidad y a la evangelización; para el incrédulo es un llamado a huir de la ira que está por venir, al huir a los brazos amorosos de Jesús ahora mismo”.

“¿Qué quieres decir con ira?”, preguntó. Le expliqué que en la Segunda Venida de Jesús, Él derramará la ira de Dios sobre aquellos que han rechazado la gracia, la misericordia y el amor de Dios.

“¡Nunca antes había escuchado tales tonterías en toda mi vida!”, exclamó. “¡Jesús es mi Dios, y Él es un Dios de amor que nunca lastimaría a una mosca!”. Entonces proclamó: “¡Tu Dios es un monstruo!”. En ese momento me colgó.

Lo primero que me vino a la mente fueron las palabras de Jesús que dirigió a la iglesia de Tiatira, cuando los llamó a arrepentirse de los pecados que estaban cometiendo al tolerar a una falsa profetisa en medio de ellos. Esas palabras están registradas en Apocalipsis 2:

22) He aquí, yo la arrojo en cama [a la falsa profetisa], y en gran tribulación a los que con ella adulteran, si no se arrepienten de las obras de ella. 

23) Y a sus hijos heriré de muerte, y todas las iglesias sabrán que yo soy el que escudriña la mente y el corazón; y os daré a cada uno según vuestras obras.

Hasta aquí el Jesús manso y gentil “que no le haría daño a una mosca”.

La Cuestión del Pecado

Simplemente no podemos estar convencidos de que Dios toma en serio el pecado y que tiene la intención de tratarlo de una manera muy seria. Pensamos en Él como el osito de peluche cósmico que hace un guiño a nuestros pecados y que es fácil de convencerr.

No existe tal Dios. El punto de vista bíblicamente equilibrado de Dios se puede encontrar en el libro de Nahúm. Proclama la verdad que se ha enseñado a todos los cristianos: “¡Bueno es el SEÑOR! Es una fortaleza en el día de la angustia y conoce a los que en él se refugian” (1:7). Ésa es una verdad que celebramos y proclamamos al mundo.

Pero Nahúm no se detiene ahí. En el capítulo 1 procede a revelar la naturaleza completa de Dios:

2) ¡Dios celoso y vengador es el SEÑOR! Vengador es el SEÑOR y está indignado. El SEÑOR se venga de sus adversarios y guarda su enojo contra sus enemigos. 

3) El SEÑOR es lento para la ira y grande en poder. De ninguna manera dará por inocente al culpable . . .

Esas son palabras aleccionadoras. Son palabras que rara vez escuchamos desde un púlpito.

“¿Cómo puede un Dios de amor ser también un Dios de ira?”, nos preguntamos. La respuesta, de nuevo, es porque Él es un Dios de santidad, rectitud y justicia, y por lo tanto debe lidiar con el pecado. En realidad, Su amor requiere ira, porque ¿cómo podría un Dios de amor ignorar a un asesino en serie o a un abusador de niños? Él no sería un Dios de amor si dejara el pecado sin castigo.

Una vez más, Dios toma el pecado muy en serio. Él es un Dios santo, y no puede tener comunión con aquellos que son impíos. Debido a la naturaleza caída de la humanidad, somos capaces de racionalizar todos los pecados. Esa es la razón por la que Dios nos dio los Diez Mandamientos — para confrontarnos con nuestro pecado y nuestra necesidad de un Salvador. Y ésa es la razón por la que Él hizo lo impensable al encarnarse, vivir una vida perfecta, y ofrecerse a Sí mismo como sacrificio por nuestros pecados. Él lo hizo para que pudiéramos ser reconciliados con Él a través de la fe en Jesús como nuestra ofrenda por el pecado.

Todos somos pecadores. Ninguno de nosotros es inocente. “No hay justo, ni aun uno” (Ro. 3:10). Y “la paga del pecado es muerte” (Ro. 6:23). Cuando respondemos al sufrimiento diciendo: “¡No me lo merezco!”, olvidamos que lo único que cualquiera de nosotros “merece” es la muerte. Cada respiro que damos es un regalo de la gracia de Dios.

El tema del pecado es tan importante que ha llevado a un observador reflexivo del Holocausto a concluir que es la cuestión crucial para entender lo que sucedió:1

La culpa del Holocausto recae directamente sobre los hombros de la humanidad pecadora. El Holocausto fue el producto de las decisiones pecaminosas tomadas por hombres pecadores en rebelión contra un Dios santo. Si el Holocausto prueba algo, es la depravación total del hombre.


Lea la parte 2 aquí

Lea la parte 3 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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martes, 23 de abril de 2024

Libro: El Pueblo Judío – Capítulo 3 (parte 2 de 2)

El Acontecimiento Histórico Más Importante del Siglo XX

Por Dr. David R. Reagan


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Grandes Oleadas de Inmigración

Las siguientes grandes oleadas de inmigración fueron el resultado de la Guerra de Suez de 1956 y la Guerra de los Seis Días de 1967. Después de la Guerra de Suez, Egipto expulsó a casi toda su población judía. Después de la Guerra de los Seis Días, el resto del mundo árabe siguió su ejemplo. Como resultado de estas expulsiones, casi 800,000 judíos fueron expulsados por la fuerza de las naciones árabes de Medio Oriente. En 1948, había 851,000 judíos en las naciones árabes de Medio Oriente. Treinta años después, en 1978, sólo quedaban 31,000.10

Pero la población judía más grande del mundo no pudo regresar a su tierra natal porque estaban cautivos en la Unión Soviética. Los rusos odiaban a los judíos, pero los usaban como chivos expiatorios, culpándolos de todos los problemas de su nación.

Sin embargo, había una profecía bíblica de que un día se permitiría a los judíos de Rusia regresar a su tierra natal. Se encuentra en Isaías 43. El profeta cita a Dios diciendo:

4) Puesto que ante mis ojos tú eres de gran estima, y eres honorable, y yo te amo . . .

5) “No temas, porque yo estoy contigo. Del oriente traeré a tus descendientes, y del occidente te recogeré. 

6) Diré al norte: ‘¡Entrégamelos!’. Y al sur: ‘¡No los retengas!’ Trae de lejos a mis hijos, y a mis hijas de los confines de la tierra.

Nótese que esta profecía dice que los judíos vendrán libremente del este y del oeste, pero el mundo tendrá que exigir que los del norte sean liberados. Todas las direcciones en la Biblia se dan desde Jerusalén. La parte más lejana del norte sería la nación de Rusia en la actualidad. Nótese también que la profecía dice que el mundo tendrá que decir al sur: “No los retengas”. Veremos en un momento a qué se refiere.

Pero primero, echemos un vistazo al norte. En cumplimiento de esta profecía, cuando el imperio soviético comenzó a desmoronarse a principios de la década de 1990, el mundo comenzó a exigir que se permitiera a los judíos rusos regresar a Israel. Y, en 1990, el primer ministro ruso, Mijaíl Gorbachov, abrió repentinamente las puertas de la Unión Soviética.

El resultado fue una avalancha de refugiados en Israel. Durante los dos años siguientes, casi 400,000 judíos rusos llegaron a Israel, con un promedio de más de 16,600 al mes.11 Era equivalente a que Estados Unidos absorbiera hoy a la totalidad de los 27 millones de habitantes de Arabia Saudita durante el mismo período de tiempo.

Sorprendentemente, los refugiados llegaron sabiendo:

  • Tendrían que abandonar todos los objetos de valor. 
  • Se enfrentarían a la necesidad de aprender hebreo. 
  • Tendrían que vivir en viviendas mínimas. 
  • Se enfrentarían al servicio militar. 
  • Encontrarían un mercado laboral inexistente. 
  • Tendrían que pagar algunos de los impuestos más altos del mundo. 
  • Se enfrentarían a la amenaza constante del terrorismo y la guerra.

Eran plenamente conscientes de estas crudas realidades porque casi todos ellos tenían parientes que vivían en Israel.

Sin embargo, a pesar de todas estas dificultades, llegaron. ¿Por qué? Yo creo que llegaron, y siguen llegando, porque Dios ha puesto en los corazones del pueblo judío el camino a Sion, y ha desencadenado el impulso para que regresen a casa. Considere el Salmo 84:5 (NBLA):

¡Cuán bienaventurado es el hombre cuyo poder está en Ti, en cuyo corazón están los caminos a Sion!

Operación Salomón

La población judía más grande al sur de Jerusalén, a mediados del siglo XX, estaba formada por los judíos negros de Etiopía. Nadie sabe con certeza el origen de estos judíos. La especulación más común es que fueron el resultado de una unión entre el rey Salomón y la reina de Saba (2 Cr. 9), pero no hay evidencia bíblica de esto. Todo lo que sabemos con certeza es que existían en los tiempos del Nuevo Testamento, porque el capítulo 8 de Hechos contiene la historia de un judío etíope que vino a Jerusalén para observar las fiestas y que fue convertido al cristianismo en su camino de regreso a casa en África por un evangelista llamado Felipe.

A finales de la década de 1980, los judíos de Etiopía comenzaron a sentir un tirón en sus corazones para regresar a la patria judía. En respuesta, comenzaron a emigrar a Addis Abeba por miles, donde acamparon alrededor del aeropuerto internacional, exigiendo transporte a Israel. El gobierno se negó rotundamente a dejarlos irse, en cumplimiento de la profecía de Isaías 43:6 que dice que los judíos del sur serán retenidos.

Pero en 1991, cuando el gobierno etíope comenzó a desmoronarse en medio de una guerra civil, Estados Unidos e Israel intervinieron, proporcionando sobornos a los líderes militares. El gobierno cedió y dio un plazo de 48 horas para que los refugiados se marcharan.

El puente aéreo resultante en mayo fue increíble. En poco menos de 36 horas, 14,500 judíos etíopes, casi toda la población judía, fueron trasladados a Tel Aviv en 40 vuelos con 35 aviones. En un momento dado, había 28 aviones en el aire a la vez. Y se estableció un récord mundial cuando un Boeing 747 de El Al, diseñado para transportar a unas 350 personas, fue cargado con 1,086 pasajeros. Esto fue posible porque todos los asientos habían sido retirados del avión, los etíopes pesaban muy poco y no tenían equipaje. Cuando ese avión en particular llegó a Tel Aviv, había un total de 1,088 personas a bordo, ¡porque dos bebés habían nacido en el camino!12

Cuando leí acerca de ese acontecimiento en los periódicos de ese tiempo, inmediatamente pensé en una profecía en Jeremías 31:8 que dice lo siguiente: “He aquí, yo los traigo de la tierra del norte, y los reuniré de los confines de la tierra. Entre ellos vendrán los ciegos y los cojos, la mujer encinta y la que da a luz. Como una gran multitud volverán acá”.

Hoy en día, más de 6 millones de judíos — tantos como los que fueron asesinados en el Holocausto — han sido reunidos de regreso a su patria, y todavía continúan llegando.

El Propósito

¿Por qué Dios está reuniendo al pueblo judío después de una dispersión que duró casi 2,000 años?

Es porque Él ha prometido que traerá un remanente de los judíos a la salvación antes de la consumación de la historia (Zac. 12:10; Is. 10:20-23; y Ro. 9:27).

Las Escrituras proféticas revelan que Dios tiene un plan específico para lograr esa meta. Él los reunirá, y luego traerá a todas las naciones del mundo contra ellos, permitiendo que sean golpeados hasta que lleguen al final de sí mismos y se vuelvan a Él en arrepentimiento, aceptando a Su Hijo como su Mesías. ¡Qué glorioso será ese día!

Así es como el profeta Zacarías describe ese día (Zac. 12:10 y 13:1; RVR-1995):

10) Pero sobre la casa de David y los habitantes de Jerusalén derramaré un espíritu de gracia y de oración. Mirarán hacia mí [el Mesías], a quien traspasaron, y llorarán como se llora por el hijo unigénito, y se afligirán por él como quien se aflige por el primogénito.

1) En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia.

Conclusión

La reunificación mundial del pueblo judío fue el acontecimiento profético más importante del siglo XX, ya que sin ella, el Estado de Israel nunca se habría establecido. Además, resultó en que el pueblo judío fuera puesto en su lugar para que todo el mundo converja en su contra, lo que resultará en que sus corazones se volverán a Dios.

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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Libro: El Pueblo Judío – Capítulo 3 (parte 1 de 2)

El Acontecimiento Histórico Más Importante del Siglo XX

Por Dr. David R. Reagan


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Uno de los más grandes ejemplos del amor continuo de Dios por el pueblo judío se puede encontrar en el acontecimiento profético más importante del siglo XX.

Cuando pienso en el siglo XX, y en todos sus asombrosos sucesos, recuerdo algunas palabras que se encuentran en Habacuc 1:5. Constituyen una declaración hecha por Dios al profeta:

Observen entre las naciones y miren. Quédense asombrados y atónitos, porque yo haré en sus días algo que aun si se los contara, no lo creerían.

El siglo XX estuvo lleno de acontecimientos trascendentales que nadie podría haber previsto en 1900. Mirando hacia atrás a ese siglo, ¿cuál consideraría que es el evento más importante desde una perspectiva bíblica — particularmente desde el punto de vista de la profecía bíblica?

  • ¿Primera y Segunda Guerra Mundial?
  • ¿La Gran Depresión?
  • ¿La explosión de la primera bomba atómica?
  • ¿El desarrollo de la tecnología informática?
  • ¿El advenimiento de Internet?
  • ¿El inicio de los viajes espaciales?
  • ¿El colapso del comunismo?
  • ¿La reunificación de Europa?
  • ¿El resurgimiento del islam?

La respuesta desde la perspectiva de la profecía bíblica es: Ninguno de estos eventos. El acontecimiento más importante del siglo XX — más importante que todos estos acontecimientos juntos — fue la reunión mundial del pueblo judío en su tierra natal.

Y para que no piensen que estoy exagerando, permítanme demostrárselos. 

Las Profecías Relevantes

Hay muchas profecías bíblicas concernientes a la reunión del pueblo judío en incredulidad. De hecho, su reunión en incredulidad es la profecía más prolífica de las Escrituras del Antiguo Testamento.

Echemos un vistazo a tres de las profecías más importantes. La primera se encuentra en Jeremías 16. Es alucinante. Léala detenidamente:

14) Por tanto, dice el SEÑOR, he aquí vienen días en que no se dirá más: ‘¡Vive el SEÑOR, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra de Egipto!’, 

15) sino: ‘¡Vive el SEÑOR, que hizo subir a los hijos de Israel de la tierra del norte y de todas las tierras a donde los había desterrado!’. Pues los haré volver a su suelo, el cual di a sus padres.

Esta misma profecía se repite textualmente en Jeremías 23:7-8.

No puedes apreciar completamente lo que se dice en estos versículos a menos que sepas algo sobre el judaísmo. El único evento que todos los judíos consideran el milagro más grande de su historia es la liberación de sus antepasados del cautiverio egipcio bajo el liderazgo de Moisés.

Pero este pasaje de las Escrituras afirma que llegará un momento en que los judíos mirarán hacia atrás en su historia y proclamarán que su reunión de los cuatro rincones de la tierra — el evento que comenzó en la década de 1890 y continúa hasta el día de hoy — fue un milagro mayor que su liberación de la esclavitud egipcia. En otras palabras, ¡La Reunión en el Siglo 20 eclipsará el Éxodo!

Esto significa que usted y yo tenemos el privilegio de presenciar uno de los mayores milagros de la historia. Y, sin embargo, la mayoría de los cristianos no aprecian lo que está sucediendo porque ignoran la profecía bíblica y se les ha enseñado que Dios ha terminado con los judíos. Por lo tanto, la reunión actual es vista simplemente como un accidente de la historia.

La segunda profecía que quiero llamar su atención es una que ya hemos considerado en el capítulo 1. Se encuentra en Isaías 11:

10) Acontecerá en aquel día que las naciones buscarán a aquel que es la raíz de Isaí y que estará en pie como una bandera para los pueblos . . . 

11) Asimismo, acontecerá en aquel día que el SEÑOR volverá a poner su mano para recobrar el remanente que habrá quedado de su pueblo, desde Asiria, Egipto, Patros, Etiopía, Elam, Sinar, Hamat y las costas del mar. 

12) Él levantará bandera para las naciones, y juntará a los desterrados de Israel. Reunirá a los dispersos de Judá desde los cuatro extremos de la tierra.

Como mencioné antes, algunos han tratado de desacreditar cualquier aplicación moderna de esta profecía afirmando que se cumplió unos 500 años antes de la época de Jesús con el regreso de los judíos del cautiverio babilónico. Pero eso no puede ser. El pasaje se refiere a una “segunda” reunión (el regreso de Babilonia es la primera). Además, afirma que ésta será una reunión “desde las costas del mar”, que es un coloquialismo hebreo para todo el mundo, como se aclara en el versículo 12 donde se afirma que la reunión será “de los cuatro extremos de la tierra”. Además, el versículo 12 dice que “los desterrados”, tanto de Israel como de Judá, serán reunidos. El regreso de Babilonia fue una reunión de judíos de Judá. Los judíos del reino del norte de Israel, que fueron llevados cautivos por los asirios, no fueron incluidos.

La tercera profecía se encuentra en Ezequiel 37. Ésta es la famosa profecía del Valle de los Huesos Secos. El profeta fue colocado en un valle lleno de huesos y se le dijo que les predicara. Al hacerlo, los huesos comenzaron a juntarse, la carne volvió a crecer sobre ellos, y volvieron a la vida, convirtiéndose en “un ejército grande en extremo” (Ez. 37:1-10). En ese momento, el Señor le explicó a Ezequiel lo que estaba presenciando:

11) Luego me dijo: Oh hijo de hombre, estos huesos son toda la casa de Israel. He aquí que ellos dicen: “Nuestros huesos se han secado. Se ha perdido nuestra esperanza. Somos del todo destruidos”. 

12) Por tanto, profetiza y diles que así ha dicho el SEÑOR Dios: “He aquí, oh pueblo mío, yo abriré sus sepulcros. Los haré subir de sus sepulcros y los traeré a la tierra de Israel”.

Ésta es una profecía simbólica. Los huesos secos representan al pueblo judío en su dispersión del tiempo del fin, sin esperanza de volver a existir como nación. La resurrección de sus tumbas representa su reunión de las naciones donde habían sido dispersados.

Podemos estar seguros de esta interpretación porque es la que Dios mismo proporciona más adelante en el capítulo:

21) Y les dirás que así ha dicho el SEÑOR Dios: ‘He aquí, yo tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones a las cuales fueron; los reuniré de todas partes y los traeré a su propia tierra. 

22) Haré de ellos una sola nación en la tierra, en los montes de Israel, y todos ellos tendrán un solo rey. Nunca más serán dos naciones ni nunca más estarán divididos en dos reinos.

Una vez más, aquellos que están decididos a argumentar que Dios no tiene ningún propósito para el pueblo judío, intentan invalidar estos versículos como una profecía del tiempo del fin, argumentando que se cumplieron cuando los judíos regresaron del cautiverio en Babilonia. Pero eso simplemente no puede ser.

Todo el capítulo tiene un contexto del tiempo del fin. Habla de una reunión de “las naciones”, y no sólo de Babilonia (versículo 21). Dice que esta reunión resultará en una unión de judíos de Israel y Judá (v. 19). Y dice que, después de esta reunión, el pueblo judío volverá sus corazones a Dios y se convertirá en “mi pueblo” (versículo 23).

En el versículo 24, el capítulo se traslada al reinado milenial de Jesús, cuando habla de David (en su cuerpo glorificado) una vez más convirtiéndose en el rey del pueblo judío. Además, afirma que en ese tiempo, “las naciones sabrán que yo soy el SEÑOR que santifico a Israel...” (versículo 28).

La Visión de Herzl

Como señalé en el capítulo anterior, el cumplimiento de estas profecías comenzó a finales del siglo XIX, a través de los esfuerzos de un judío húngaro llamado Theodor Herzl (1860-1904). Era un intelectual que se desempeñaba como periodista vienés cuando ocurrió el infame caso Dreyfus en Francia.

Alfred Dreyfus (1859-1935) fue un joven oficial de artillería francés que era judío. Fue acusado falsamente de traición en 1894.1 Esta acusación se produjo en medio de una ola de antisemitismo que se había generado por la publicación de un libro en 1886 titulado La Francia Judía.2 El autor, Edouard Drumont (1844-1917), era un antisemita virulento que atacó el papel de los judíos en Francia y argumentó a favor de su exclusión de la sociedad.3 El libro se hizo muy popular y pasó por más de 150 impresiones antes de finales del siglo.

Cuando se presentó la acusación de traición contra Dreyfus, la prensa popular siguió a las masas y decidió destacar el caso como prueba del caso de Drumont contra los judíos. Procedieron a azuzar al público en general en un frenesí.

Herzl fue enviado a París para cubrir el juicio para su periódico. Cuando llegó, fue sorprendido por los parisinos que gritaban: “¡Muerte a los judíos!”.4 De repente experimentó una epifanía en la que se dio cuenta de que los judíos no habían sido asimilados a la sociedad europea, como él había supuesto. Además, se dio cuenta de que nunca lo serían. Sintió que se avecinaba una persecución aún mayor.

Esta constatación llevó a Herzl a escribir un breve folleto político titulado El Estado Judío, que se publicó en 1896.5 En él, pedía el regreso de los judíos a su patria y la creación de su propio Estado. Argumentó que ésta sería la mejor cura para el antisemitismo. Su frase más famosa en el libro fue: “Si lo deseas, no es un sueño”.

El folleto capturó la imaginación de los judíos de todo el mundo, y produjo el Primer Congreso Sionista, que se celebró en Basilea, Suiza, en 1897. Durante esa conferencia, Herzl escribió en su diario que esperaba que el Estado judío llegara a existir dentro de 50 años.6 Esa declaración resultó ser profética, cuando las Naciones Unidas votaron 50 años después, en 1947, para crear un Estado para el pueblo judío.

Otro resultado del llamado de Herzl a una patria judía fue una serie de lo que los judíos llamaron aliás.7 Éstas fueron grupos de judíos que decidieron levantar las apuestas en Europa y regresar a la tierra de Palestina, como se llamaba entonces, con el fin de ser pioneros en la tierra y restablecer una fuerte presencia judía.

Otra respuesta, muy significativa, se produjo al final de la Primera Guerra Mundial, cuando el gobierno británico emitió la Declaración Balfour, en la que prometía hacer de Palestina una patria para los judíos.8

La Motivación para Regresar

Sin embargo, no hubo una gran oleada de judíos que regresaron a su tierra natal. La perspectiva de ser un pionero en medio de un desierto no era lo suficientemente atractiva como para atraer a los judíos de vuelta a casa, a pesar del creciente antisemitismo que estaban experimentando.

La Primera Guerra Mundial proporcionó la tierra para la nación judía, pero se necesitaría la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto para proporcionar la motivación para regresar a la tierra.

El pueblo judío salió del Holocausto proclamando: “¡Nunca más! ¡Nunca más! ¡Vamos a tener nuestra propia tierra y nuestro propio Estado, y nos vamos a gobernar a nosotros mismos!”.

En 1900, sólo había 40,000 judíos en toda Palestina. Al final de la Segunda Guerra Mundial, ese número se había disparado a más de 600,000.9

Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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