Por George Zeller
Como creyentes comprados con la sangre de Cristo podemos dar gracias a Dios por la Reforma y por las grandes verdades que fueron recuperadas por los Reformadores: la suficiencia de la Escrituras, la justificación por fe y el sacerdocio universal de cada creyente, por nombrar sólo unas pocas. En muchos sentidos, la Reforma fue un movimiento de regreso a la Biblia. Hoy día nuestra meta también debería ser siempre regresar a la Biblia, no un regreso a la Reforma. Siempre es mejor volver a las fuentes prístinas de las Escrituras (Salmo 12:6) en vez de volver a las corrientes contaminadas río abajo. El propósito de este breve artículo es destacar ciertos problemas de la Teología Reformada que tienen importantes implicaciones prácticas para la vida y el ministerio del creyente.
¿Tenemos Realmente un Evangelio Para Todos los Hombres?
Pablo enseñó que las buenas nuevas del evangelio incluyen el hecho de que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:1-4). ¿Podemos honestamente compartir estas buenas nuevas con todos los hombres en todas partes? La mayoría de los hombres reformados creen que Cristo murió como Sustituto y pagó el castigo por el pecado solamente por los elegidos, es decir, solamente por los que finalmente serán salvos. La Biblia usa toda clase de términos universales para dejar en claro que el Salvador murió por los pecados de toda la raza de Adán (Isaías 53:6; Juan 3:16; 6:51; 1 Timoteo 2:6; Hebreos 2:9; 1 Juan 2:2; 2 Pedro 2:1; etc.).
El Dr. Jay Adams explica que él no tiene un evangelio para todos los hombres: “Como cristiano reformado, el escritor cree que los consejeros no deben decir a un consultante inconverso que Cristo murió por él, porque no puede decir eso. Nadie sabe, excepto Cristo, mismo quiénes son sus elegidos por quienes Él murió” (Capacitado para Orientar, énfasis mío). En agudo contraste con el limitado mensaje de Adams está lo siguiente, de alguien que conoció el corazón desbordante de Roberto Moffat: “Uno de los misioneros más grandes de los tiempos modernos (Sr. Moffat), uno de los más dotados, uno de los más devotos, uno de los más honrados y exitosos, cuando le pregunté por allá por el año 1841, qué evangelio predicaba a sus pobres africanos, contestó que era una máxima para él y sus compañeros decir a todos por igual que Cristo murió por ellos” (James Morison, The Extent of the Atonement, p.112).
¿Cómo podemos ofrecer con sinceridad a los hombres lo que no ha sido provisto para ellos? ¿Cómo podemos ofrecerles un don gratuito si el don no ha sido adquirido para ellos? ¿Cómo podemos apremiarles a beber de la fuente de vida si no hay una provisión de agua para ellos? ¿Cómo podemos decirles que sean salvos si Cristo no proveyó para su salvación? ¿Cómo podemos decirle a una persona, “Toma este remedio y serás sano” si no hay medicina para tomar y no se ha provisto curación?
Los hombres reformados, si son honestos, tienen un evangelio muy incierto: “Quizás Cristo murió por ti”. “Tal vez Dios te amó tanto”. “Quién sabe si Cristo derramó Su sangre por ti”. “Salvación ha sido provista para ti, puede ser”. “Posiblemente Dios muestra Su amor para contigo”. “Esperamos que Él sea la propiciación por tus pecados”. “Es posible que Cristo muriera como tu Sustituto”. “Puede ser que te traiga buenas nuevas”. Esto sería como decir, “Sé que tienes un problema, pero no estoy seguro si hay un remedio para tu problema. Sé que tienes una terrible enfermedad, pero no estoy seguro que haya un remedio para ti. Puede ser que tu caso no tenga esperanza. Sencillamente no sabemos si hay un Salvador para ti”. Cuán agradecidos debemos estar de que realmente hay un “Salvador para todos los hombres” (1 Timoteo 4:10).
¿Tenemos que ser Salvos Antes de Poder Creer?
Todos reconocemos que la salvación es una obra sobrenatural de Dios, y que nadie puede ser salvo sin la iluminación divina (Mateo 16:17; Hechos 16:14), y sin la convicción interior del Espíritu (Juan 16:7-11). Dios, el Espíritu Santo persuade y convence al mundo del pecado de incredulidad (Juan 16:9). A los que están en tinieblas se les ordena y son responsables de recibir al Señor Jesucristo, la Luz del mundo. En el momento de la regeneración un hijo de ira llega a ser un hijo de Dios y posee la vida misma y la luz de Dios. En el instante mismo en que cree en el Señor Jesucristo, él es regenerado y salvado eternamente (Juan 1:12; Gálatas 3:26; Hechos 16:30-31). Los hombres reformados dicen que la regeneración precede a la fe. La Biblia enseña que un hombre tiene que creer para vivir (Juan 20:31; Juan 6:47); ellos enseñan que un hombre tiene que vivir para creer.
Charles Spurgeon se dio cuenta de la tontería de decir que un pecador tiene que ser regenerado antes de que pueda creer: “Si he de predicar fe en Cristo a un hombre regenerado, entonces el hombre, siendo regenerado, ya es salvo y es una cosa ridícula e innecesaria que yo le predique a Cristo y le inste a creer para ser salvo, si él ya es salvo, puesto que ha sido regenerado. ¿Tengo que predicarles la fe solamente a los que ya la tienen? Eso es realmente absurdo. ¿No es esto como esperar que el hombre sea sano para luego traerle la medicina? Esto es predicar a Cristo a los justos y no a los pecadores” (Spurgeon, sermón titulado “Garantía de la Fe”).
Algunos hombres reformados llevan aun más lejos esta enseñanza aberrante. Ellos dicen que un bebé puede ser regenerado a una temprana edad, aunque no llegue a tener fe en Cristo hasta años más tarde. Pregunté a R.C. Sproul acerca de esta enseñanza y su asistente, V.A. Voorhis contestó en su lugar: “La regeneración siempre precede a la fe…el infante puede llegar a tener fe muchos años después que Dios ha obrado por medio de Su Santo Espíritu en él para regenerarlo” (De una carta de V.A. Voorhis con fecha 1/6/2000). Esta extraña enseñanza, que no es bíblica, sugiere que un infante puede haber nacido de nuevo y, sin embargo, no llegar a ser un creyente hasta después de varios años.
Nuestro Entendimiento de la Soberanía de Dios, ¿es un Obstáculo o un Aliciente para el Evangelismo Personal?
La Escrituras enseñan la doctrina de la elección (Efesios 1:4; 2 Tesalonicenses 2:13), aunque buenos hombres de Dios tienen una variedad de ideas sobre de sus particularidades. George Whitefield y John Wesley tenían diferentes puntos de vista en cuanto a la elección, sin embargo, se estimaban mutuamente y ambos hombres sabían emplearse y ser empleados en la salvación de los perdidos. La visión que uno tenga de la soberanía de Dios es muy defectuosa si desanima o apaga el celo evangelístico. Para ilustrar la presunción y el feo exclusivismo de algunos calvinistas extremos, considera el siguiente verso de un antiguo himno particular bautista: “Nosotros somos los pocos elegidos de Dios, dejen que los demás se condenen; hay suficiente lugar en el infierno para ustedes, no queremos un cielo atestado”. Obviamente, éste es un ejemplo extremo, pero cualquier intento de usar la doctrina de la elección como excusa para ser negligente en alcanzar a los hombres perdidos es aborrecible para Dios, quien quiere que “todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).
Un sano entendimiento de la soberanía de Dios sólo puede animar a un fiel ganador de almas. Entiende que es solamente Dios Quien salva, de modo que tiene que depender totalmente de Él. Sus propios argumentos intelectuales o sus ingeniosos métodos nunca llevarán a un hombre a la fe en Cristo. Sólo Dios puede abrir los ojos de los ciegos. Sólo Dios puede hacer la obra de convicción que convencerá a hombres perdidos de su desesperada necesidad del Salvador. Esto debería dar como resultado un evangelismo que está bañado en oración, en total dependencia del Señor de la mies.
¿La Clave Para la Vida Cristiana se Encuentra en el Monte Sinaí o en el Monte Calvario?
Los hombres reformados ponen a los creyentes bajo la ley, no para la justificación, sino para la santificación. Ellos enseñan que el creyente está bajo la ley como regla de vida. En contraste con la teología reformada, el dispensacionalismo nos enseña que para encontrar la regla de vida para el creyente no hay que ir al monte Sinaí, sino al Monte Calvario. El Monte Sinaí es incapaz de justificar a una persona y el Monte Sinaí también es incapaz de santificar a una persona. La regla de vida para un creyente no es la ley. Jesucristo lo es: “Para mí el vivir es Cristo” (Filipenses 1:21). ¿Cómo vivía Pablo? ¿Cuál era su regla de vida? ¿Vivía por las obras de la ley? ¿Encontró su regla de vida en el Monte Sinaí? Nótese lo que dice un gran apóstol, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Pablo vivía por la regla de la “nueva criatura” que fluye del Monte Calvario (Gálatas 6:14-16).
Al gloriarnos en la cruz, nos damos cuenta de nuestra maravillosa identificación con Cristo en Su muerte y resurrección y afirmamos estos hechos por fe (Romanos 6; Colosenses 3:1-4; Gálatas 2:20). El Monte Sinaí nunca ha producido una nueva criatura, un nuevo hombre. Sólo puede condenar al viejo hombre. La clave para vivir la vida cristiana se encuentra en el Monte Calvario y se basa en la perfecta obra realizada por nuestro Salvador.
¿Es la Rendición al Señorío de Cristo un Requisito para la Salvación?
Muchos en el campo reformado se adhieren a lo que ha sido llamado “Salvación por Señorío”. El Dr. Renald Showers ha ayudado a clarificar esto: “Por una parte hay una “creencia fácil” que sostiene que un mero asentimiento mental a ciertas verdades salva a una persona. Por otra parte, para corregir este error, algunos han agregado cosas al evangelio y a los requisitos bíblicos para la salvación (salvación por Señorío)… Hay una clara distinción entre un requisito para la salvación y el resultado de la salvación. Estas dos cosas no deben ser confundidas. La disposición y el deseo de que Cristo gobierne la vida de uno, son impulsados por la nueva vida espiritual impartida por el Espíritu Santo cuando Él regenera al creyente en la salvación. El inconverso no puede ni quiere someterse al gobierno divino (Romanos 8:7). Tal como el árbol no puede dar manzanas a menos que tenga la naturaleza de un manzano, así una persona no puede tener la voluntad y el deseo de someterse al gobierno de Cristo a menos que posea la nueva naturaleza que se recibe por la regeneración en la salvación (2 Pedro 1:3-4). De modo que incluso la voluntad y el deseo de someterse al gobierno de Cristo es el resultado y no un requisito para la salvación” (“The Trouble with Lordship Salvation” –El Problema de la Salvación por Señorío—publicado en Word of Life 1990 Annual, pps.18-19).
El sencillo mandamiento que Dios ha dado a los inconversos es “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16:31). La salvación no se basa en las realizaciones del hombre o en los compromisos del hombre; se basa solamente en la perfecta obra acabada de Cristo. La fe es descansar sobre lo que Cristo ya ha realizado. Redefinir la fe salvadora agregando otros requisitos es pervertir el evangelio. Rendirse al Señorío de Cristo…Estar dispuesto a obedecer al Señor en todo…Amar a Cristo por sobre todo…Cumplir las demandas del discipulado…éstos no son requisitos para la salvación. La salvación es por la gracia de Dios basada sobre la Persona y la obra de Cristo. Significa confiar en Él y solamente en Él. No se basa en los frágiles compromisos del pecador. Si así fuera, ninguno de nosotros podría calificar para el cielo. De modo que rechazamos la Salvación por Señorío, pero de todo corazón abrazamos la Santificación por Señorío. Una vez que somos salvos, la sumisión al Señorío de Cristo y la obediencia a todos Sus mandamientos es esencial, por cuanto el Señor es el que produce en nosotros el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:12-13).
¿Podemos Realmente Entender Literalmente las Profecías de Dios?
Cuando se trata de las claras declaraciones proféticas de Dios, los hombres reformados han abandonado el sentido llano y normal del texto bíblico. Ellos niegan que el Mesías establecerá Su glorioso reino en esta tierra, negando así cientos de pasajes que se encuentran en los escritos de los profetas (tales como Isaías 2:1-5; 11:1-12; Jeremías 23:5-8; etc.). Muchos niegan que Israel tenga algún futuro en el programa de Dios (a pesar de Jeremías 31:35-37). Creen, en cambio, que la Iglesia ha reemplazado a Israel, robándole así sus bendiciones. En la mayoría de los círculos reformados, la palabra “rapto” es ridiculizada y menospreciada, despojando así a los creyentes de la bienaventurada esperanza de la inminente venida de nuestro Señor por los Suyos. Muchos hombres reformados han adoptado el preterismo, un sistema de interpretación que dice que todas o casi todas las profecías ya se han cumplido en el pasado. Ellos enseñan que la gran tribulación y la venida del Señor ya sucedieron en o alrededor del año 70 d.C. En vista de estas cosas, los hombres reformados están transmitiendo este mensaje: “No hay rapto; no hay segunda venida; no hay un reino; y no hay futuro para Israel. Y cuando Dios dice algo sobre el futuro, no tomen Sus palabras en serio. Él no quiere realmente decir lo que dice”.
Fuente: Middle Town Bible Church