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sábado, 16 de octubre de 2021

Sujetalibros de la Biblia

Jesús del Jardín a la Puerta

Por Tim Moore


Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré.

Isaías 46:9-11

¡Qué Dios tan asombroso al que servimos!

Ninguna otra supuesta deidad tiene el conocimiento para describir el pasado prehistórico con autoridad, la previsión para predecir el futuro, la audacia para proclamar el futuro y el poder para asegurar que lo que Él declara sucederá.

La Biblia es única porque contiene descripciones detalladas del comienzo y el final de la Creación. Los escépticos y ateos se quedan escupiendo su desprecio ante las declaraciones de mando de Dios. Argumentan que los profetas de Dios registraron sus profecías mucho después de que sucediera lo que predijeron.

Pero el registro histórico es claro. Los profetas de Dios vivieron y profetizaron mucho antes de que se cumplieran sus profecías. Ese cumplimiento validó la autenticidad de los profetas — y valida la omnisciencia y omnipotencia de Dios.

En el Principio

La primera declaración de Dios contiene Su propio relato de testigo ocular de Su actividad al comienzo mismo de la historia registrada: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1: 1). ¿Quién puede disputar Su relato desde una posición de autoridad? ¿Quién más estuvo presente para ofrecer un recuerdo diferente de ese evento? Por lo tanto, los cosmólogos y científicos teóricos con sus hipótesis ni siquiera pueden proporcionar una teoría contradictoria válida porque no hay forma de fundamentar sus ideas sobre cómo llegó a existir el cosmos.

Y el universo que Dios creó no fue simplemente reformulado a partir de cosas existentes. Él no moldeó ni formó la materia que encontró preexistente y sin usar. Hizo todo lo que existe ex nihilo, de la nada. De hecho, todo lo que observamos y conocemos surgió de una idea en la insondable mente de Dios.

Juan nos dice que incluso antes de que Él creara, Dios existía en perfecta armonía consigo mismo. Refiriéndose a Cristo, Juan registra: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).

Cada cosa creada — ya sea una galaxia, un mundo, una bestia poderosa, un copo de nieve perfecto o la creación más alta de Dios, el Hombre — existe porque Dios lo hizo así.

Una Negación de la Realidad

Con el tiempo, la relación del hombre con Dios se volvió distorsionada debido a nuestra naturaleza pecaminosa. Como se ha dicho, no somos pecadores porque pecamos; pecamos porque somos pecadores. Esa propensión a alejarnos de Dios, inicialmente estimulada por la serpiente en el jardín del Edén — ha sido nuestra ruina a lo largo de la historia de la humanidad.

Sin embargo, al igual que Adán, nos esforzamos por desviar la responsabilidad de nuestro pecado a cualquier persona o cosa menos a nosotros mismos. O, siguiendo el razonamiento defectuoso del hombre caído, la humanidad racionaliza que no hay Dios que nos haya creado; por lo tanto, no estamos en deuda ni somos responsables ante nadie fuera de nosotros. David renunció a ese pensamiento falso y al comportamiento que inevitablemente produce: Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables” (Salmo 14: 1).

Siempre ansioso por desacreditar a Dios y llevar a hombres y mujeres al engaño y la destrucción, Satanás todavía susurra: “¿Es verdad que Dios les dijo?” y ¡Ciertamente no morirán!” (Génesis 3:1, 4). Hoy, los dioses falsos de nuestra época nos llaman a rechazar al Dios que nos hizo y convertirnos en nuestro propio dios. Hacerlo conduce a una destrucción segura. Pero Dios tenía un plan mejor.

Antes de la Fundación del Mundo

Juan registró que Dios tiene un Libro de la Vida que contiene los nombres de todos — pasados, presentes y futuros, que confían en el Cordero que fue inmolado antes de la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Pedro también testifica que “Él (Jesucristo), a la verdad, fue destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por causa de ustedes [los que han creído]” (1 Pedro 1:20).

El plan de salvación de Dios no era Su “Plan B”, elaborado para lidiar con una creación que salió mal. No se retorció las manos y exclamó: “Bueno, esto no está funcionando como esperaba. Será mejor que se me ocurra algo para arreglarlo, o al menos salvar algo”.

No, las buenas nuevas de la provisión de Dios para la salvación fueron predeterminadas incluso antes de que Él dijera: “Hágase la luz”. Él sabía que Su Hijo tendría que sufrir y morir por los pecados de muchos antes de decir: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). Él conocía tu nombre, tu corazón y la cantidad de cabellos de tu cabeza antes de que pusiera la primera estrella en el cielo.

Alfa y Omega

En el Ministerio Cordero y León, nuestro enfoque a menudo está en “las cosas postreras”. Nuestra misión es proclamar el pronto regreso de Jesucristo. Para la Novia de Cristo, la Iglesia, nuestro regreso al hogar ocurrirá en el Rapto, cuando nuestro Novio venga a llevarnos de regreso a la casa de Su Padre.

Para aquellos que han rechazado el regalo gratuito de la salvación de Dios, la ira de Dios se derramará en la Tribulación. Después de esos siete años de horror sin igual, Jesucristo descenderá del cielo de la misma manera en que fue arrebatado a los ojos de los apóstoles. Pondrá un pie en el Monte de los Olivos y pronunciará una palabra sobrenatural que destruirá al Anticristo y a los ejércitos reunidos cerca de Meguido. El Valle de Cedrón se dividirá en dos, y Jesús entrará en la ciudad de Jerusalén a través de la puerta Dorada (Oriental), ascenderá al Monte del Templo y tomará Su asiento en el trono de Su padre, David.

Durante 1,000 años, Jesús reinará sobre la tierra, inundándola de paz, justicia y santidad. Luego, sofocará una rebelión final instigada por el diablo y arrojará la muerte y el Hades a un lago de fuego. En ese momento, los redimidos entrarán en el estado eterno, donde el tiempo mismo deja de tener significado.

Ese plan también fue preordenado por Dios, razón por la cual Él pudo revelarlo a Sus siervos, los profetas. Aunque aún no se ha realizado, esa secuencia de eventos es tan cierta como cualquier hecho histórico — porque nuestro Dios ha declarado el principio y el fin. Él es nuestro Alfa y nuestra Omega — nuestro Creador y Sustentador — y Aquel que nos dará la bienvenida a Su presencia eterna — o nos arrojará a la destrucción eterna.

Tarde y Mañana

Los primeros versículos del Génesis describen la tierra como sin forma y vacía, con tinieblas que permanecían sobre la superficie del abismo. El único movimiento era el del Espíritu de Dios mismo (Génesis 1:2).

En medio de esa oscuridad impenetrable, Dios dijo: “Hágase la luz” (Génesis 1:3). Traspasó las tinieblas con el poder de Su Palabra hablada y bañó la tierra con luz que declaró que era buena. A partir de ese momento, la oscuridad se separó de la luz. La humanidad experimentaría un recordatorio diario del contraste entre esos dos extremos. Cada día — comenzando con los primeros siete registrados en las primeras páginas de Génesis — consta de tarde y mañana. Es por eso que los días judíos comienzan con la puesta del sol y terminan cuando el brillo del día retrocede una vez más.

A lo largo del relato de la Creación, la obra de cada día con las etapas que lo componen fue declarada buena. Sólo cuando todo se completó en perfecta armonía, Dios miró todo lo que había creado y declaró que era “bueno en gran manera” (Génesis 1:31).

Inicialmente, la interacción del hombre con Dios también era muy buena. Adán no tenía mancha de pecado ni razón para avergonzarse o temer a Dios. Sin embargo, la Caída llevó al Hombre desde esa gloriosa altura a las profundidades malditas. Incluso fue desterrado del Edén, condenado a penurias y fatigas. La Creación misma se volvió discordante, con espinas y cardos y plantas y animales venenosos emergiendo. Alejándose cada vez más de Dios, hombres y mujeres “se hicieron vanos en sus razonamientos, y su insensato corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21).

La palabra hebrea para tarde es erev. La palabra originalmente transmitía oscuridad y caos, pero con el tiempo ha llegado a significar oscuridad o anochecer. De modo que la noche representa un aumento del desorden y la comprensión. Asimismo, en un sentido muy real, la edad oscura de la humanidad comenzó en el momento en que Adán y Eva pecaron por primera vez contra Dios.

En el entendimiento judío, la caída de la noche simboliza el alejamiento del hombre de la bondad de Dios. Ese tema de oscuridad y luz se trasladó al Antiguo Testamento y al Nuevo. Gracias a Dios, Su plan eterno era traspasar las tinieblas. Citando Isaías 9:2, Mateo relató cómo “El pueblo que moraba en tinieblas vio una gran luz. A los que moraban en región y sombra de muerte, la luz les amaneció” (Mateo 4:16). Esa Luz era Jesucristo.

Juan testificó acerca de Jesús: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:4-5). Más tarde, Juan reiteró que el mensaje que escuchó de Dios y compartió con nosotros es que “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5).

Principio y Fin

Así como cada día tiene un principio y un final (ya sea según el cálculo judío o el occidental), la Creación también tuvo un principio y llegará a su fin. Asimismo, la historia humana también tiene un principio y un final.

Aquellos de nosotros que avanzamos con dificultad a lo largo de la línea de tiempo de la historia estamos confinados a una conciencia bidimensional. Podemos reflexionar sobre el pasado — aunque nuestra propia conciencia se desvanece cuanto más retrocedemos; incluso los registros humanos sólo nos remontan hasta cierto punto. Somos capaces de anticiparnos al futuro, pero, abandonados a nuestra suerte, no podemos mirar hacia adelante en absoluto.

Refiriéndose a la humanidad, el escritor de Eclesiastés observó que Dios “ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11). Por lo tanto, en esta vida, estamos constreñidos a una experiencia lineal del tiempo y confinados a un “presente” interminable.

Pero Dios no está confinado al tiempo tal como lo conocemos. En cambio, como un piloto que vuela por encima de una interestatal que puede ver obstáculos y atascos de tráfico a muchas millas de distancia, la omnisciencia de Dios le permite ver el principio y el final con la misma claridad. Y ha elegido revelar lo que necesitamos saber sobre cada uno — testificando de Sus actos creativos en Génesis y el flujo de los eventos del tiempo del fin en el Apocalipsis de Jesús.

Jesús – el Primero y el Postrero

Dios es la Figura Central tanto al principio como al final. Jesucristo es el Creador que cumplió la voluntad del Padre. También vendrá de nuevo para cumplir todo lo que el Padre ha revelado y prometido.

Durante los próximos meses, el Ministerio Cordero y León volverá al futuro, comenzando con los textos fundamentales del testimonio de Dios. A medida que avancemos en el Antiguo Testamento en (nuestro programa de TV) Cristo en la Profecía, nos centraremos en los maravillosos ejemplos de Cristo en la profecía.

Jesús — el eterno Hijo de Dios — estaba allí al principio. Él está allí en todos los libros de la Biblia, ya sea en una manifestación pre-encarnada, un tipo prefigurado, o como el Autor clemente y silencioso que impulsa la narrativa de la historia. Y la historia misma es Su historia.

Sujetalibros

Los dos libros de la Biblia que se descartan con mayor frecuencia como fantasiosos y no literales son Génesis y Apocalipsis. Pero actúan como sujetalibros de toda la Palabra revelada de Dios — describen Sus actos de la Creación, la Caída del hombre, el presagio de Dios de un Mesías para restaurar la relación, y la culminación final de la historia humana cuando Dios cierra el círculo de la rectitud, la justicia, la misericordia y santidad.

Henry Morris

Entre esos dos sujetalibros, la Biblia transmite toda la revelación que Dios consideró apropiada para compartir con la humanidad. Los escépticos se quejan de que el alcance de la revelación de Dios en las Escrituras es demasiado difícil de entender. Pero, como dijo una vez Henry Morris con respecto a Apocalipsis, “no es difícil de entender; si crees lo que el Señor ha proclamado, lo entenderás”.

Con la metanarrativa de Dios disponible para todos los que simplemente leerían el Libro y creerían, ¿por qué hay tanta escasez de comprensión hoy en día? Las razones son innumerables — y sí, ésa es una referencia lateral intencional a la banda de demonios que poseyó al desventurado hombre que Jesús encontró en la costa oriental de Galilea.

Algunos están tan enamorados de su razón y se apoyan tanto en su propio entendimiento, que rechazan la revelación de Dios. Otros permiten que las insidiosas dudas sembradas por Satanás se conviertan en malas hierbas y espinas que ahogan la verdad. Como en el jardín, la táctica favorita de nuestro enemigo es preguntar: “¿Es verdad que Dios dijo...?”, y luego proceder a descartar y contradecir al Creador directamente.

¿Entonces, qué podemos hacer? Lo primero y lo más importante, debemos dedicarnos a leer, estudiar y prestar atención a toda la Palabra de Dios. Apocalipsis promete dos veces una bendición para “todos los que lean y escuchen” ese último libro de profecía. Ese principio se aplica a toda la Palabra de Dios. El Espíritu Santo aumentará nuestro conocimiento y comprensión a medida que leamos toda la Biblia. Primero, prestar atención implica creer en Dios y, literalmente, tomarle la palabra. Génesis (y Pablo) testificaron que Abram creyó a Dios, y Él se lo acreditó como justicia. Por lo tanto, si deseamos recibir una bendición de Dios, no sólo debemos creer EN Él, sino que también debemos creerle.

La Imagen del Dios Invisible

Jesús — el Verbo que estaba allí al principio, Aquel por quien fueron creadas todas las cosas, el Hijo cuya obra terminada en la cruz nos justifica ante el Padre, ha prometido volver (Juan 1:1-3, Colosenses 1:15-17, Romanos 5:9, Apocalipsis 22:7, 12, 20). Cuando lo haga, lo veremos cara a cara. Veremos Su gloria y Él morará entre nosotros para siempre.

En los meses venideros, quiero desafiarlo a leer el Antiguo Testamento mientras revisamos cada libro en nuestro programa Cristo en la Profecía. Ore para que el Espíritu Santo abra sus ojos para ver a Jesús en cada página. Espere que Él revele las profecías que apuntan a Él mismo — haciendo que su corazón arda dentro de usted, como lo testificaron los discípulos en el camino a Emaús cuando Jesús se reveló en las Escrituras.

La Biblia realmente se trata de Jesús. Experiméntelo de nuevo mientras se sumerge entre los sujetalibros.


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

Original article:
Bookends of the Bible

martes, 21 de agosto de 2018

Los Días de Noé – Conclusión

Génesis 6


"El Diluvio", por Francis Danby.


Llena de Violencia

Así como las condiciones del mundo en los días previos al Diluvio presagiaban una catástrofe venidera, así también las condiciones del mundo en los días postreros de esta era prefiguran una catástrofe aún mayor. Algunas de estas características se resumen a continuación:

1)   Preocupación por los apetitos físicos (Lucas 17:27)
2)   Rápidos avances en la tecnología (Génesis 4:22)
3)   Actitudes e intereses groseramente materialistas (Lucas 17:28)
4)   Filosofías uniformistas (Hebreos 11:7)
5)   Devoción excesiva al placer y la comodidad (Génesis 4:21)
6)   Creencia o conducta sin preocupación por Dios (2 Pedro 2:5; Judas 15)
7)   Desprecio por la sacralidad de la relación matrimonial (Mateo 24:38)
8)   Rechazo de la inspirada Palabra de Dios (1 Pedro 3:19)
9)   Explosión de la población (Génesis 6:1, 11)
10) Violencia generalizada (Génesis 6:11, 13)
11) Corrupción en toda la sociedad (Génesis 6:12)
12) Preocupación por la actividad sexual ilícita (Génesis 4:19; 6:2)
13) Palabras y pensamientos generalizados de blasfemia (Judas 15)
14) Actividad satánica organizada (Génesis 6:1-4)
15) Promulgación de sistemas y movimientos de depravación anormal (Génesis 6:5, 12)

Estas condiciones prevalecían en los días de Noé y todas están creciendo rápidamente de nuevo hoy. Por lo tanto, hay una buena razón para creer que estos tiempos presentes son los que inmediatamente preceden al regreso del Señor Jesucristo.

Génesis 6:5, 6

Las intrigas antediluvianas de Satanás y sus ángeles rápidamente alcanzaron un éxito asombros, no sólo entre los cainitas y los descendientes de los otros hijos de Adán, sino que incluso entre los descendientes de Set. Dios había hecho al hombre a su propia imagen, para responder con un corazón de amor al amor de Dios, pero ahora “todo designio de los pensamientos del corazón de ellos era de continuo solamente el mal”. Al hombre se le había dicho “multiplicaos y llenad la tierra” (Génesis 1:28), pero ahora “estaba la tierra llena de violencia” (6:11). Un estado de anarquía y terror debe haber reinado. No es de extrañar que el escritor bíblico (probablemente el propio Noé), hablando en términos del punto de vista humano, dijo: “Y se arrepintió Jehová de haber hecho hombre en la tierra, y le dolió en su corazón”.

Si bien es cierto que Dios “no es hombre para que se arrepienta” (1 Samuel 15:29), parece, sin embargo, arrepentirse en ocasiones (es decir, “cambiar de parecer”) hacia el hombre, debido a que el hombre ha cambiado de actitud hacia Él. En la misma situación en la que la declaración anterior fue registrada, Dios había dicho: “Me pesa haber puesto por rey a Saúl, porque se ha vuelto de en pos de mí, y no ha cumplido mis palabras” (1 Samuel 15:11). De hecho, es precisamente porque Dios no se arrepiente, que debe parecer arrepentirse cuando el hombre “cambia de parecer”. La actitud de Dios hacia el hombre está condicionada por la actitud del hombre hacia Él.

A pesar de que Dios había creado un mundo perfecto para el hombre y de que había sido paciente hacia Sus criaturas, finalmente llegó un momento cuando, en justicia a Su propia santidad, tuvo que terminar con la iniquidad sin límites del hombre. Cualquier retraso adicional hubiera impedido por completo el cumplimiento del propósito de Dios en y para la humanidad. La maldad externa del hombre se había vuelto “grande en la tierra”, debido a que su imaginación interior se había vuelto completamente malvada y siempre malvada. 

Aunque los ángeles malvados habían agravado esta condición, el hombre mismo era básicamente responsable. Los demonios sólo pueden controlar a aquellos cuyas mentes ya son tan rebeldes hacia Dios o tan obsesionadas con deseos ilícitos como para estar abiertas a tal posesión. Los ángeles no tomaron a todas las mujeres, sino sólo “a las que escogieron”. Sin embargo, todos los antediluvianos se habían vuelto incurablemente malvados, si no nada más a través del consentimiento en las anormalidades de aquellos que estaban tan poseídos.

Debido a que el mal llenaba los pensamientos del corazón del hombre, por lo tanto a Dios “le dolió en su corazón”. Aunque el proceso de razonamiento en realidad no se centra en el corazón como un órgano, ni que ni siquiera Dios tiene un corazón físico, esta figura se usa frecuentemente en toda la Biblia para expresar el asiento más profundo de las emociones y decisiones. 

Aunque es cierto del hombre natural en general que “todos están bajo pecado” (Romanos 3:9), esta descripción del hombre antediluviano en el versículo 5 (también en los versículos 11-13) difícilmente pueden aplicarse a todos los hombres en todas partes. La maldad externa ciertamente no es “grande” en el caso de todo incrédulo farisaico, ni tampoco algunos sino sólo los más depravados imaginan “sólo el mal continuamente”. Hay ciertos grados de pecado y, por lo tanto, grados de castigo, en el caso de los incrédulos en general. Pero una acusación tan terrible como la inscrita en el versículo 5, ciertamente es algo grotesco y anormal, y por lo tanto, refleja una causa grotesca y anormal. Por lo tanto, ésta requería un remedio cataclismo, nada menos que la limpieza singular de un bautismo mundial en las aguas del gran Diluvio. Antes de que la maldad demoníaca pudiera ganar control de todo hombre, mujer y niño en todo el mundo, destruyendo así las promesas redentoras de Dios, Dios debe intervenir en un juicio catastrófico. 

Lea la parte 1 »»aquí
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Este artículo fue tomado de la magistral obra “The  Genesis Record”, escrito por el Dr. Henry Morris. 

El Dr. Henry Madison Morris nació en Dallas, Texas en 1918. Se licenció en Ingeniería Civil por la Rice University de Houston en 1939. Posteriormente obtuvo el grado de Master en Hidráulica en la Universidad de Minnesota (1948), y su Doctorado en Ingeniería Hidráulica en 1950 en la misma universidad.


Al año siguiente se convirtió en catedrático de Ingeniería Civil en la Universidad de Louisiana en Lafayette. Posteriormente fue profesor de Ciencia Aplicada en Southern Illinois y más tarde Jefe del Departamento de Ingeniería Civil de la Virginia Tech University.

El Dr. Morris fundó en 1970 el Institute for Creation Research con el propósito de llevar a cabo investigaciones científicas en el área de los orígenes e historia de la Tierra.


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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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Los Días de Noé – Parte 3

Génesis 6




Génesis 6:3

Éste ha sido otro versículo difícil, sujeto a diversas interpretaciones. Cuando Dios dijo, “No contenderá mi espíritu con el hombre para siempre”, hay una pregunta acerca de si se refería al Espíritu Santo o al espíritu que Él había infundido en el cuerpo del hombre, y también si se refería a la humanidad en general o a Adán en particular (la palabra “hombre” es Adán, y el mismo Adán todavía puede haber estado vivo cuando Dios habló estas palabras, quizás en los días de Enoc). La referencia a “ciento veinte años” se ha entendido por algunos como a la longevidad futura del hombre y por otros como el tiempo que aún quedaba antes de la llegada del Diluvio, además de la interpretación de que éste era simplemente el tiempo restante antes de la muerte de Adán.

Parece que la lectura más natural del pasaje se refiere al Espíritu Santo de Dios en Su ministerio de convencer “al mundo de pecado, de justicia y de juicio” (Juan 16:8). A medida que el carácter moral y espiritual del mundo antediluviano se degeneró, especialmente después de la conquista demoníaca que acabamos de describir, era evidente que la gente se había vuelto tan irremediablemente corrupta como para estar más allá de la recuperación. Se habían resistido total e irrevocablemente al testimonio del Espíritu, por lo que era inútil “contender” más con el hombre. Esta palabra (hebreo doon) se usa sólo aquí y, por lo tanto, tiene un significado algo incierto, posiblemente incluyendo también la idea de “juzgar”.

El Señor también enfatizó que el hombre también era “carne”, el “también” probablemente refiriéndose al hecho de que tenía un cuerpo físico así como una naturaleza espiritual. Dado que el testimonio del Espíritu de Dios al espíritu del hombre había sido rechazado, no había propósito alguno en ser servido más para mantener su vida física y multiplicación continua. También puede haber una sugerencia implícita de que el hombre no había llegado a ser mejor que los animales: estaba dominado exclusivamente por la “carne” — ya no se preocupaba por Dios, sino sólo por sus propios apetitos corporales, al igual que los animales. Dios le dijo a Noé que “He decidido el fin de todo ser” (6:13), y más tarde, de hecho, “Y murió toda carne” (7:21), incluyendo al hombre y los animales. 

Esta lucha del Espíritu de Dios con los apetitos carnales del hombre fue tomada más tarde por el apóstol Pablo como un tipo del conflicto en el creyente del Nuevo Testamento entre su espíritu (iluminado y energizado por el Espíritu de Dios) y su carne, la naturaleza natural y carnal con la que nación (Romanos 8:5; Gálatas 5:16, 17).

Este testimonio antediluviano del Espíritu de Dios al hombre debe haber sido logrado por la predicación de la Palabra de Dios por medio de uno de Sus profetas. Se sabe que tanto Enoc como Noé dieron un fuerte testimonio a la gente de su época, y es posible que Matusalén y Lamec hicieran lo mismo. 

Esta profecía en particular evidentemente fue dad, quizás a través de Matusalén, apenas 120 años antes de la llegada del Diluvio. Puesto que Enoc ya había sido trasladado, Matusalén era el patriarca viviente más antiguo en este momento. Sem, Ham y Jafet aún no habían nacido; y presumiblemente los mandamientos específicos de Dios a Noé (5:32; 6:10; 6:13-21) aún no habían sido dados. 

Dios siempre ha sido paciente, incluso en condiciones tan horribles como las que prevalecían en los días de Noé (1 Pedro 3:20). Aunque todos lo habían rechazado, aún concedió 120 años a la humanidad a la luz de la pequeña posibilidad de que al menos algunos “procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Éste era más que un tiempo suficiente para aquellos que eran niños para crecer hasta la madurez y tener abundante oportunidad para aceptar o rechazar a Dios. Aquellos que nacerían más tarde (por ejemplo, Sem, Ham, Jafet, y sus esposas) presumiblemente requerirían alguna manifestación muy especial de la gracia de Dios para tener salvación (vea 6:8; 7:1).

Génesis 6:4

Uno de los hechos más asombrosos revelados por la paleontología (el estudio de los restos fosilizados de criaturas que habitaron la tierra en una era anterior) es que casi todos los animales modernos alguna vez estuvieron representados por antepasados más grandes. Uno piensa en los mamuts y osos de las cavernas, cucarachas y libélulas gigantes, y enormes reptiles como los dinosaurios. Junto con ellos ocasionalmente se encuentran huellas humanas gigantes, lo que sugiere que “había gigantes en la tierra en aquellos días”. No sólo en la Biblia, sino en muchos otros libros antiguos, se conservan tradiciones de gigantes.

Con un testimonio tan uniforme de la tradición antigua, y también con la evidencia paleontológica, es una sofisticación superficial que ignora la posibilidad de que estos datos puedan contener reflejos primitivos de los eventos y personajes reales descritos históricamente aquí en el registro de Génesis.

Los hijos de las uniones de demoníacamente controlados hombres y mujeres de este período son los que se dice que se convirtieron en los “gigantes”, los poderosos hombres de antaño. La palabra en el hebreo es nephilim y viene del verbo naphal (“caer”). Aunque algunos comentaristas sugieren que la palabra significa “los que caen sobre” — es decir, “atacantes” — el significado más natural y probable es “los que han caído”, probablemente una referencia a la naturaleza de sus pseudo padres, los ángeles caídos. El nombre también llegó a significar “gigantes” y se aplicó más tarde a los gigantes vistos en Canaán por los espías israelitas (Números 13:33). La palabra fue así entendida por los traductores de Génesis al griego, representando la palabra en la Septuaginta como gigantes. 

En cuanto a por qué los hijos nacidos de padres controlados por demonios deben convertirse en gigantes, podemos hacer al menos una suposición razonable, sin embargo, en ausencia de la revelación bíblica sobre el tema, no puede ser más que eso. La genética moderna ha mostrado que hay dos causas básicas de las variaciones en las características físicas entre los hombres, a saber, mutaciones y recombinaciones. En el sistema genético hay un tremendo número de factores para diferentes características, algunos dominantes en una población particular, algunos latentes o recesivos. Éstos pueden ser “recombinados” de varias maneras, para permitir una variación casi ilimitada en las características físicas. La recombinación, sin embargo, puede operar sólo sobre factores que ya están implícitamente presentes en los genes. Las mutaciones, por otro lado, pueden introducir nuevas características que no estaban presentes del todo, respondiendo a influencias externas cuyas energías producen cambios aleatorios en el sistema genético.

Los factores para la gran estatura física aparentemente han residido desde el principio en el conjunto de genes creados de la población humana. Su aparición como características frecuentes o dominantes en una población específica podría resultar por casualidad en una población endogámica pequeña, o bien podría resultar por diseño en el caso de la manipulación controlada de los genes por parte de los criadores que entienden lo suficiente acerca del proceso genético para hacer esto. Los genetistas hoy parecen estar a punto de lograr avances que permitirían exactamente tal “ingeniería genética”, como este tipo de cosas que se pueden lograr de forma práctica.

Se cree que las mutaciones también pueden producir “gigantismo”. El extraño proceso de clonación, mediante el cual los genetistas creen que algún día serán capaces de producir una raza de copias al carbón de Einstein (o de Will Chamberlain, o lo que quieran), mediante la implantación de células corporales en óvulos humanos fertilizados podría ser otro medio de hacerlo. 

El punto es que, si los genetistas modernos pueden discutir con toda seriedad la posibilidad inminente de lograr tales cosas, entonces no es improbable que el conocimiento de estos secretos pudiera haber estado disponible a las huestes angélicas (y demoníacas). Habiendo obtenido esencialmente un control completo sobre las mentes y los cuerpos de estos padres antediluvianos, estos “hijos de Dios” caídos podrían entonces, por alguna manipulación genética, hacer que su progenie se convirtiera en una raza de monstruos. Los últimos también estarían bajo su control y posesión. 

La combinación demoníaca del materialismo y la impiedad de la civilización cainita en general, con esta irrupción de la simiente de la Serpiente directamente en un gran número de la raza humana y luego con el empuje de las hordas de los descendientes monstruosos de estas uniones ilícitas, llevaron a condiciones en el mundo que finalmente fueron intolerables incluso para un Dios de compasión y longanimidad. 

Los hombres poseídos por demonios y su progenie, junto con todos los otros habitantes impíos del mundo antediluviano, pronto perecerían en las aguas del Diluvio. Estas aguas ahora son las aguas del mar y bien pueden ser éstas a las que se hace referencia en conexión con el juicio final cuando dice que “el mar entregó los muertos que había en él” (Apocalipsis 20:13). Los espíritus malignos que moraban en sus cuerpos han sido encarcelados en el Tártaro (2 Pedro 2:4) y probablemente sean “espíritus encarcelados, los que en otro tiempo desobedecieron, cuando una vez esperaba la paciencia de Dios en los días de Noé” (1 Pedro 3:19,20), a quienes Cristo fue en el Espíritu después de Su muerte para proclamar Su victoria definitiva sobre sus propósitos malvados.

Había gigantes “también después”, en los días de los cananeos, y éstos también eran conocidos como, entre otras cosas, los nephilim (Números 13:33). Humanamente hablando, eran descendientes de Anac, y por eso también eran conocidos como los anaceos. Estos pueblos eran, por supuesto, conocidos por Moisés y probablemente fue él quien insertó editorialmente la frase “y también después” en el registro original de Noé aquí en Génesis 6:4. Moisés probablemente también insertó la información de que éstos eran los “valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre”, hombres cuyas hazañas de fuerza y violencia los habían hecho famosos en canciones y fábulas en todas las naciones en las épocas posteriores al Diluvio. Para los hombres rebeldes de épocas posteriores, eran reverenciados como grandes héroes; pero a los ojos de Dios eran simplemente hombres impíos de violencia y maldad. 

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Este artículo fue tomado de la magistral obra “The  Genesis Record”, escrito por el Dr. Henry Morris. 

El Dr. Henry Madison Morris nació en Dallas, Texas en 1918. Se licenció en Ingeniería Civil por la Rice University de Houston en 1939. Posteriormente obtuvo el grado de Master en Hidráulica en la Universidad de Minnesota (1948), y su Doctorado en Ingeniería Hidráulica en 1950 en la misma universidad.


Al año siguiente se convirtió en catedrático de Ingeniería Civil en la Universidad de Louisiana en Lafayette. Posteriormente fue profesor de Ciencia Aplicada en Southern Illinois y más tarde Jefe del Departamento de Ingeniería Civil de la Virginia Tech University.

El Dr. Morris fundó en 1970 el Institute for Creation Research con el propósito de llevar a cabo investigaciones científicas en el área de los orígenes e historia de la Tierra.


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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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domingo, 19 de agosto de 2018

Los Días de Noé – Parte 2

Génesis 6




Satanás no había olvidado la profecía de Dios de que una Simiente prometida de la mujer un día lo destruiría. Él había implantado su propia simiente espiritual en Caín y sus descendientes, pero Dios había preservado la línea de la verdadera Simiente por medio de Set. Cuando Noé nació y Lamec fue llevado a profetizar que “alivio” concerniente a la Maldición vendría a través de él (Génesis 5:29), Satanás y sus ángeles debieron temer que sus oportunidades de victoria en este conflicto cósmico estaban en peligro inminente. Deseando refuerzos para una batalla venidera contras las huestes del cielo, y también deseando, de ser posible, corromper por completo a la humanidad antes de que la Simiente prometida pudiera lograr la derrota de Satanás, parecen haber decidido utilizar el maravilloso poder de la procreación que Dios le había dado a la familia humana y corromperla para sus propios fines. Los hombres ahora se estaban multiplicando rápidamente sobre la tierra y, al implantar su propia “simiente” en la humanidad, ellos podrían reclutar en sólo una generación a una vasta multitud de aliados contra Dios. Así que estos “hijos de Dios” vieron a las hijas de los hombres y “tomaron esposas [o, literalmente, “mujeres”] escogiendo entre todas”.

Algunos comentaristas han dicho que, dado que la frase “tomaron esposas” es la misma frase que se usa normalmente en todo el Antiguo Testamento para “tomar esposa”, aquí no puede haber algo más que el matrimonio humano normal. Por lo tanto, argumentan, estos “hijos de Dios” deben ser simplemente creyentes masculinos en la línea de Set que se casaron con mujeres atractivas de la línea cainita (u otra), sin importar si eran o no verdaderos creyentes en Dios. Este argumento, sin embargo, es débil y, por lo demás, es apenas suficiente para derrocar el peso de la evidencia. La palabra usada para “esposa” (hebreo ishah) también se usa comúnmente para “mujer”, independientemente si era o no una mujer casada. La palabra para “tomar” (hebreo laqach) es un verbo muy común, y puede tener cualquier sustantivo como su objeto. Siquem, por ejemplo, “tomó” a Dina y se acostó con ella, aunque no estaba casado con ella (Génesis 34:2).

El hecho de que estas criaturas pudieran tomar cualquier mujer que eligieran sugiera además un estado de libertinaje que hizo que las uniones sexuales indiscriminadas fueran comunes. Esto también es sugerido por la frase descriptiva de Cristo “casándose y dándose en casamiento” (Mateo 24:38), como característica de las actitudes negligentes de los días de Noé.  

Si, por el bien del argumento, al menos, asumimos que los bene elohim, eran, de hecho, ángeles, y que los ángeles pueden asumir una forma humana tan total que realmente tienen sistemas reproductivos masculinos, entonces una pregunta grave tendría que plantearse relativa a la naturaleza de la progenie que resultaría de su relaciones sexuales con mujeres humanas. La identidad de los “gigantes” se discute más abajo, pero la seriedad de este problema influye en cómo deberíamos interpretar estas uniones. Los ángeles caídos no tienen la posibilidad de salvación, pero los hombres y las mujeres caídos tienen al menos esta posibilidad. ¿Cuál sería, entonces, el caso de “personas” que eran mitad ángel, mitad hombres? 

Ésta parece ser una situación tan grotesca que parece extremadamente dudoso que Dios la habría permitido en absoluto, incluso si realmente fuera fisiológicamente una posibilidad realista. Y, sin embargo, como ya se indicó, violenta el texto real del pasaje si hacemos que signifique simplemente que los hijos de Set comenzaron a casarse con las hijas de Caín. (Si esto lo que significaba, ¿por qué el escritor simplemente no lo dijo, y evitar así toda esta confusión?). ¿Y por qué los gigantes, y por qué la violencia universal?

Seguramente no todos los hijos de Set eran hombres piadosos; entonces, ¿por qué deberían ser llamados hijos de Dios? (recuerde que todos ellos perecieron en el Diluvio). Además, Adán tuvo muchos hijos además de Caín y Set; ¿eran ellos “hijos de Dios” espirituales también? No es muy probable, en este período de la historia. Además, ¿por qué destacar sólo la unión de hombres piadosos con mujeres impías? ¿Qué pasa con las “hijas de Dios”? ¿Se estaban casando con los “hijos de los hombres”?

Esta interpretación naturalista es tan forzada e incómoda que parece perjudicar a la doctrina de la inspiración divina suponer que esto es realmente lo que el escritor quiso decir. Seguramente quería transmitirles a sus lectores la idea de que, en estos días de Noé, una irrupción tan terrible de anormalidades y maldades estalló en la tierra que sólo podía ser explicada por una causa demoníacamente sobrenatural.

Los exégetas racionalistas, por supuesto, aceptan el significado llano del texto aquí y están de acuerdo de que éste habla de ángeles cohabitando con mujeres humanas. Entonces, siendo racionalistas, mantienen que dado que este tipo de cosas es imposible, el escritor del Génesis simplemente recurriendo a los mitos y leyendas de los semidioses en diversas tradiciones religiosas.

Por otro lado, ¿no es posible que la Biblia tenga el verdadero registro y que estas diversas leyendas de gigantes y semidioses representen las distorsiones que se habían acumulado a través de largos siglos de transmisión verbal de los cuentos en culturas removidas de la verdadera línea de transmisión patriarcal?

Es significativo que la Septuaginta traduzca la frase “hijos de Dio” como “ángeles de Dios”. Ésta era la versión del Antiguo Testamento en uso dominante en el período apostólico y, por lo tanto, ésta sería la forma en que la frase habría sido leída por Cristo y Sus apóstoles. El libro apócrifo de Enoc también existía entonces, y aparentemente era conocido por los escritores del Nuevo Testamento (Judas 14); y éste desarrollaba intensamente esta interpretación angelical. Como resultado aparente de estos hechos, esta interpretación está fuertemente implícita, y probablemente requerida (como se señala a continuación) por tres pasajes del Nuevo Testamento: Judas 6; 2 Pedro 2:4-6; 1 Pedro 3:19,20.

Es cierto, sin embargo, que existe una grave dificultad en la idea de las uniones sexuales entre ángeles y humanos, no sólo la cuestión de si tal cosa es posible, sino aún más en la teológicamente paradójica y grotesca naturaleza de la progenie de tales uniones. ¿Hay alguna forma de resolver este dilema?

Una solución parece consistir en reconocer que los hijos eran verdaderos hijos humanos de verdaderos padres y madres humanos, pero que todos estaban poseídos por espíritus malignos. Es decir, estos angélicos “hijos de Dios” caídos cumplieron sus propósitos por algo equivalente a la posesión demoníaca, morando en los cuerpos de hombre humanos, y luego también tomando (o “poseyendo”) los cuerpos de las mujeres también. Los hombres cuyos cuerpos poseían evidentemente se hicieron tan atractivos para las mujeres negligentes y rebeldes de la época, que podían apoderarse y usar a cualquiera de las mujeres que eligieran. La belleza seductora de las mujeres, probablemente reforzada por diversos cosméticos artificiales y seducciones desarrolladas en ese tiempo, era suficiente para inducir a los hombres a la constante obsesión con el sexo, lo que aseguraba una máxima rapidez de multiplicación de la población. Así pues, los “hijos de Dios” controlaban no sólo a los hombres cuyos cuerpos habían adquirido para su propia explotación, sino también a las mujeres que tomaron para sí mismos de esta manera, y luego a todos los hijos que tuvieron. 

Estos ángeles satánicos particular, por lo tanto, agravaron su pecado original al seguir a Satanás en su rebelión contra Dios al dejar ahora “su propia habitación” y no guardar su “primer estado” (literalmente, “principado”), “yendo tras carne extraña” como más tarde hicieron los sodomitas “de la misma manera” (Judas 6,7). Por lo tanto, Dios ya no les permite vagar por la tierra como a otros demonios, sino que los ha confinado en “prisiones de oscuridad”, arrojándolos a un “infierno” especial (literalmente, “Tártaro”, no el lugar ordinario de los espíritus difuntos) donde están “reservados para el juicio” (2 Pedro 2:4).

Este horrible fenómeno de la “toma” y “habitación” demoníaca de cuerpos humanos a menudo se ha repetido desde entonces, aunque aparentemente nunca en una escala mundial que Satanás intentó en los días de Noé. Muchos de esos casos de posesión demoníaca se mencionan en el Nuevo Testamento, y los misioneros aún dan testimonio de su ocurrencia común en tierras de paganas hoy en día. Incluso en las modernas “tierras cristianas”, donde la influencia del Evangelio hasta ahora la ha mantenido al mínimo, esta forma de actividad satánica está evidentemente aumentando rápidamente. El espiritismo, la brujería, y otras formas de creencias y prácticas ocultas — incluso el propio satanismo — están cautivando las mentes y cuerpos de multitudes hoy, especialmente entre los jóvenes.

Un fenómeno estrechamente relacionado es el tremendo aumento reciente de interés en las “huestes del cielo” — en términos de astrología, las así llamadas carrozas de los dioses, las diversos objetos voladores no identificados, y sus extraños ocupantes —. Aunque los científicos muy acertadamente han señalado las falaces suposiciones e interpretaciones involucradas en éstos, queda un residuo obstinado de fenómenos científicamente inexplicables, pero aparentemente bien comprobados, unidos a estos tipos de datos altamente inusuales. 

No debe olvidarse que existen “principados, potestades, gobernadores de las tinieblas de este siglo, huestes espirituales de maldad en las regiones celestes” (Efesios 6:12) y que Satanás es el “príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). Los ángeles malvados, así como los santos ángeles de Dios, aparentemente en ciertas ocasiones tienen la habilidad de aparecer en formas materiales de varios tipos (incluso como “ministros de justicia — 2 Corintios 11:15) y también de habitar y controlar los cuerpos de seres humanos. Además, Jesús advirtió que, en los días postreros, “habrá terror y grandes señales del cielo” (Lucas 21:11). Es posible que esta característica particular de los días de Noé esté comenzando a repetirse en la proliferación moderna de este gran complejo de fenómenos ocultos inexplicables y espiritualmente intimidantes, cuyo propósito para ser ganar control satánico directo sobre las mentes y cuerpos de huestes de seres humanos antes de que Cristo regrese. 

Lea la parte 1 »»aquí
Lea la parte 2 »»aquí
Lea la parte 3 »»aquí

Lea la conclusión »»aquí




Este artículo fue tomado de la magistral obra “The  Genesis Record”, escrito por el Dr. Henry Morris. 

El Dr. Henry Madison Morris nació en Dallas, Texas en 1918. Se licenció en Ingeniería Civil por la Rice University de Houston en 1939. Posteriormente obtuvo el grado de Master en Hidráulica en la Universidad de Minnesota (1948), y su Doctorado en Ingeniería Hidráulica en 1950 en la misma universidad.


Al año siguiente se convirtió en catedrático de Ingeniería Civil en la Universidad de Louisiana en Lafayette. Posteriormente fue profesor de Ciencia Aplicada en Southern Illinois y más tarde Jefe del Departamento de Ingeniería Civil de la Virginia Tech University.

El Dr. Morris fundó en 1970 el Institute for Creation Research con el propósito de llevar a cabo investigaciones científicas en el área de los orígenes e historia de la Tierra.


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Traducido por Donald Dolmus
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