Jesús del Jardín a la Puerta
Acordaos de las cosas pasadas desde los tiempos antiguos; porque yo soy Dios, y no hay otro Dios, y nada hay semejante a mí, que anuncio lo por venir desde el principio, y desde la antigüedad lo que aún no era hecho; que digo: Mi consejo permanecerá, y haré todo lo que quiero; que llamo desde el oriente al ave, y de tierra lejana al varón de mi consejo. Yo hablé, y lo haré venir; lo he pensado, y también lo haré.
Isaías 46:9-11
¡Qué Dios tan asombroso al que servimos!
Ninguna otra supuesta deidad tiene el conocimiento para describir el pasado prehistórico con autoridad, la previsión para predecir el futuro, la audacia para proclamar el futuro y el poder para asegurar que lo que Él declara sucederá.
La Biblia es única porque contiene descripciones detalladas del comienzo y el final de la Creación. Los escépticos y ateos se quedan escupiendo su desprecio ante las declaraciones de mando de Dios. Argumentan que los profetas de Dios registraron sus profecías mucho después de que sucediera lo que predijeron.
Pero el registro histórico es claro. Los profetas de Dios vivieron y profetizaron mucho antes de que se cumplieran sus profecías. Ese cumplimiento validó la autenticidad de los profetas — y valida la omnisciencia y omnipotencia de Dios.
En el Principio
La primera declaración de Dios contiene Su propio relato de testigo ocular de Su actividad al comienzo mismo de la historia registrada: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra” (Génesis 1: 1). ¿Quién puede disputar Su relato desde una posición de autoridad? ¿Quién más estuvo presente para ofrecer un recuerdo diferente de ese evento? Por lo tanto, los cosmólogos y científicos teóricos con sus hipótesis ni siquiera pueden proporcionar una teoría contradictoria válida porque no hay forma de fundamentar sus ideas sobre cómo llegó a existir el cosmos.
Y el universo que Dios creó no fue simplemente reformulado a partir de cosas existentes. Él no moldeó ni formó la materia que encontró preexistente y sin usar. Hizo todo lo que existe ex nihilo, de la nada. De hecho, todo lo que observamos y conocemos surgió de una idea en la insondable mente de Dios.
Juan nos dice que incluso antes de que Él creara, Dios existía en perfecta armonía consigo mismo. Refiriéndose a Cristo, Juan registra: “En el principio era el Verbo, y el Verbo era con Dios, y el Verbo era Dios. Este era en el principio con Dios. Todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:1-3).
Cada cosa creada — ya sea una galaxia, un mundo, una bestia poderosa, un copo de nieve perfecto o la creación más alta de Dios, el Hombre — existe porque Dios lo hizo así.
Una Negación de la Realidad
Con el tiempo, la relación del hombre con Dios se volvió distorsionada debido a nuestra naturaleza pecaminosa. Como se ha dicho, no somos pecadores porque pecamos; pecamos porque somos pecadores. Esa propensión a alejarnos de Dios, inicialmente estimulada por la serpiente en el jardín del Edén — ha sido nuestra ruina a lo largo de la historia de la humanidad.
Sin embargo, al igual que Adán, nos esforzamos por desviar la responsabilidad de nuestro pecado a cualquier persona o cosa menos a nosotros mismos. O, siguiendo el razonamiento defectuoso del hombre caído, la humanidad racionaliza que no hay Dios que nos haya creado; por lo tanto, no estamos en deuda ni somos responsables ante nadie fuera de nosotros. David renunció a ese pensamiento falso y al comportamiento que inevitablemente produce: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios. Se han corrompido, hacen obras abominables” (Salmo 14: 1).
Siempre ansioso por desacreditar a Dios y llevar a hombres y mujeres al engaño y la destrucción, Satanás todavía susurra: “¿Es verdad que Dios les dijo?” y “¡Ciertamente no morirán!” (Génesis 3:1, 4). Hoy, los dioses falsos de nuestra época nos llaman a rechazar al Dios que nos hizo y convertirnos en nuestro propio dios. Hacerlo conduce a una destrucción segura. Pero Dios tenía un plan mejor.
Antes de la Fundación del Mundo
Juan registró que Dios tiene un Libro de la Vida que contiene los nombres de todos — pasados, presentes y futuros, que confían en el Cordero que fue inmolado antes de la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Pedro también testifica que “Él (Jesucristo), a la verdad, fue destinado desde antes de la fundación del mundo, pero ha sido manifestado en los últimos tiempos por causa de ustedes [los que han creído]” (1 Pedro 1:20).
El plan de salvación de Dios no era Su “Plan B”, elaborado para lidiar con una creación que salió mal. No se retorció las manos y exclamó: “Bueno, esto no está funcionando como esperaba. Será mejor que se me ocurra algo para arreglarlo, o al menos salvar algo”.
No, las buenas nuevas de la provisión de Dios para la salvación fueron predeterminadas incluso antes de que Él dijera: “Hágase la luz”. Él sabía que Su Hijo tendría que sufrir y morir por los pecados de muchos antes de decir: “Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza” (Génesis 1:26). Él conocía tu nombre, tu corazón y la cantidad de cabellos de tu cabeza antes de que pusiera la primera estrella en el cielo.
Alfa y Omega
En el Ministerio Cordero y León, nuestro enfoque a menudo está en “las cosas postreras”. Nuestra misión es proclamar el pronto regreso de Jesucristo. Para la Novia de Cristo, la Iglesia, nuestro regreso al hogar ocurrirá en el Rapto, cuando nuestro Novio venga a llevarnos de regreso a la casa de Su Padre.
Para aquellos que han rechazado el regalo gratuito de la salvación de Dios, la ira de Dios se derramará en la Tribulación. Después de esos siete años de horror sin igual, Jesucristo descenderá del cielo de la misma manera en que fue arrebatado a los ojos de los apóstoles. Pondrá un pie en el Monte de los Olivos y pronunciará una palabra sobrenatural que destruirá al Anticristo y a los ejércitos reunidos cerca de Meguido. El Valle de Cedrón se dividirá en dos, y Jesús entrará en la ciudad de Jerusalén a través de la puerta Dorada (Oriental), ascenderá al Monte del Templo y tomará Su asiento en el trono de Su padre, David.
Durante 1,000 años, Jesús reinará sobre la tierra, inundándola de paz, justicia y santidad. Luego, sofocará una rebelión final instigada por el diablo y arrojará la muerte y el Hades a un lago de fuego. En ese momento, los redimidos entrarán en el estado eterno, donde el tiempo mismo deja de tener significado.
Ese plan también fue preordenado por Dios, razón por la cual Él pudo revelarlo a Sus siervos, los profetas. Aunque aún no se ha realizado, esa secuencia de eventos es tan cierta como cualquier hecho histórico — porque nuestro Dios ha declarado el principio y el fin. Él es nuestro Alfa y nuestra Omega — nuestro Creador y Sustentador — y Aquel que nos dará la bienvenida a Su presencia eterna — o nos arrojará a la destrucción eterna.
Tarde y Mañana
Los primeros versículos del Génesis describen la tierra como sin forma y vacía, con tinieblas que permanecían sobre la superficie del abismo. El único movimiento era el del Espíritu de Dios mismo (Génesis 1:2).
En medio de esa oscuridad impenetrable, Dios dijo: “Hágase la luz” (Génesis 1:3). Traspasó las tinieblas con el poder de Su Palabra hablada y bañó la tierra con luz que declaró que era buena. A partir de ese momento, la oscuridad se separó de la luz. La humanidad experimentaría un recordatorio diario del contraste entre esos dos extremos. Cada día — comenzando con los primeros siete registrados en las primeras páginas de Génesis — consta de tarde y mañana. Es por eso que los días judíos comienzan con la puesta del sol y terminan cuando el brillo del día retrocede una vez más.
A lo largo del relato de la Creación, la obra de cada día con las etapas que lo componen fue declarada buena. Sólo cuando todo se completó en perfecta armonía, Dios miró todo lo que había creado y declaró que era “bueno en gran manera” (Génesis 1:31).
Inicialmente, la interacción del hombre con Dios también era muy buena. Adán no tenía mancha de pecado ni razón para avergonzarse o temer a Dios. Sin embargo, la Caída llevó al Hombre desde esa gloriosa altura a las profundidades malditas. Incluso fue desterrado del Edén, condenado a penurias y fatigas. La Creación misma se volvió discordante, con espinas y cardos y plantas y animales venenosos emergiendo. Alejándose cada vez más de Dios, hombres y mujeres “se hicieron vanos en sus razonamientos, y su insensato corazón fue entenebrecido” (Romanos 1:21).
La palabra hebrea para tarde es erev. La palabra originalmente transmitía oscuridad y caos, pero con el tiempo ha llegado a significar oscuridad o anochecer. De modo que la noche representa un aumento del desorden y la comprensión. Asimismo, en un sentido muy real, la edad oscura de la humanidad comenzó en el momento en que Adán y Eva pecaron por primera vez contra Dios.
En el entendimiento judío, la caída de la noche simboliza el alejamiento del hombre de la bondad de Dios. Ese tema de oscuridad y luz se trasladó al Antiguo Testamento y al Nuevo. Gracias a Dios, Su plan eterno era traspasar las tinieblas. Citando Isaías 9:2, Mateo relató cómo “El pueblo que moraba en tinieblas vio una gran luz. A los que moraban en región y sombra de muerte, la luz les amaneció” (Mateo 4:16). Esa Luz era Jesucristo.
Juan testificó acerca de Jesús: “En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:4-5). Más tarde, Juan reiteró que el mensaje que escuchó de Dios y compartió con nosotros es que “Dios es luz, y no hay ningunas tinieblas en él” (1 Juan 1:5).
Principio y Fin
Así como cada día tiene un principio y un final (ya sea según el cálculo judío o el occidental), la Creación también tuvo un principio y llegará a su fin. Asimismo, la historia humana también tiene un principio y un final.
Aquellos de nosotros que avanzamos con dificultad a lo largo de la línea de tiempo de la historia estamos confinados a una conciencia bidimensional. Podemos reflexionar sobre el pasado — aunque nuestra propia conciencia se desvanece cuanto más retrocedemos; incluso los registros humanos sólo nos remontan hasta cierto punto. Somos capaces de anticiparnos al futuro, pero, abandonados a nuestra suerte, no podemos mirar hacia adelante en absoluto.
Refiriéndose a la humanidad, el escritor de Eclesiastés observó que Dios “ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin” (Eclesiastés 3:11). Por lo tanto, en esta vida, estamos constreñidos a una experiencia lineal del tiempo y confinados a un “presente” interminable.
Pero Dios no está confinado al tiempo tal como lo conocemos. En cambio, como un piloto que vuela por encima de una interestatal que puede ver obstáculos y atascos de tráfico a muchas millas de distancia, la omnisciencia de Dios le permite ver el principio y el final con la misma claridad. Y ha elegido revelar lo que necesitamos saber sobre cada uno — testificando de Sus actos creativos en Génesis y el flujo de los eventos del tiempo del fin en el Apocalipsis de Jesús.
Jesús – el Primero y el Postrero
Dios es la Figura Central tanto al principio como al final. Jesucristo es el Creador que cumplió la voluntad del Padre. También vendrá de nuevo para cumplir todo lo que el Padre ha revelado y prometido.
Durante los próximos meses, el Ministerio Cordero y León volverá al futuro, comenzando con los textos fundamentales del testimonio de Dios. A medida que avancemos en el Antiguo Testamento en (nuestro programa de TV) Cristo en la Profecía, nos centraremos en los maravillosos ejemplos de Cristo en la profecía.
Jesús — el eterno Hijo de Dios — estaba allí al principio. Él está allí en todos los libros de la Biblia, ya sea en una manifestación pre-encarnada, un tipo prefigurado, o como el Autor clemente y silencioso que impulsa la narrativa de la historia. Y la historia misma es Su historia.
Sujetalibros
Los dos libros de la Biblia que se descartan con mayor frecuencia como fantasiosos y no literales son Génesis y Apocalipsis. Pero actúan como sujetalibros de toda la Palabra revelada de Dios — describen Sus actos de la Creación, la Caída del hombre, el presagio de Dios de un Mesías para restaurar la relación, y la culminación final de la historia humana cuando Dios cierra el círculo de la rectitud, la justicia, la misericordia y santidad.
Entre esos dos sujetalibros, la Biblia transmite toda la revelación que Dios consideró apropiada para compartir con la humanidad. Los escépticos se quejan de que el alcance de la revelación de Dios en las Escrituras es demasiado difícil de entender. Pero, como dijo una vez Henry Morris con respecto a Apocalipsis, “no es difícil de entender; si crees lo que el Señor ha proclamado, lo entenderás”.
Con la metanarrativa de Dios disponible para todos los que simplemente leerían el Libro y creerían, ¿por qué hay tanta escasez de comprensión hoy en día? Las razones son innumerables — y sí, ésa es una referencia lateral intencional a la banda de demonios que poseyó al desventurado hombre que Jesús encontró en la costa oriental de Galilea.
Algunos están tan enamorados de su razón y se apoyan tanto en su propio entendimiento, que rechazan la revelación de Dios. Otros permiten que las insidiosas dudas sembradas por Satanás se conviertan en malas hierbas y espinas que ahogan la verdad. Como en el jardín, la táctica favorita de nuestro enemigo es preguntar: “¿Es verdad que Dios dijo...?”, y luego proceder a descartar y contradecir al Creador directamente.
¿Entonces, qué podemos hacer? Lo primero y lo más importante, debemos dedicarnos a leer, estudiar y prestar atención a toda la Palabra de Dios. Apocalipsis promete dos veces una bendición para “todos los que lean y escuchen” ese último libro de profecía. Ese principio se aplica a toda la Palabra de Dios. El Espíritu Santo aumentará nuestro conocimiento y comprensión a medida que leamos toda la Biblia. Primero, prestar atención implica creer en Dios y, literalmente, tomarle la palabra. Génesis (y Pablo) testificaron que Abram creyó a Dios, y Él se lo acreditó como justicia. Por lo tanto, si deseamos recibir una bendición de Dios, no sólo debemos creer EN Él, sino que también debemos creerle.
La Imagen del Dios Invisible
Jesús — el Verbo que estaba allí al principio, Aquel por quien fueron creadas todas las cosas, el Hijo cuya obra terminada en la cruz nos justifica ante el Padre, ha prometido volver (Juan 1:1-3, Colosenses 1:15-17, Romanos 5:9, Apocalipsis 22:7, 12, 20). Cuando lo haga, lo veremos cara a cara. Veremos Su gloria y Él morará entre nosotros para siempre.
En los meses venideros, quiero desafiarlo a leer el Antiguo Testamento mientras revisamos cada libro en nuestro programa Cristo en la Profecía. Ore para que el Espíritu Santo abra sus ojos para ver a Jesús en cada página. Espere que Él revele las profecías que apuntan a Él mismo — haciendo que su corazón arda dentro de usted, como lo testificaron los discípulos en el camino a Emaús cuando Jesús se reveló en las Escrituras.
La Biblia realmente se trata de Jesús. Experiméntelo de nuevo mientras se sumerge entre los sujetalibros.
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe
Bookends of the Bible