¿Entiendes lo que lees? Él dijo: —¿Y cómo podré, si alguien no me enseña? (Hechos 8:30-31)
Una crítica constante a la profecía bíblica — o al menos a los defensores de la importancia de la Palabra profética de Dios — es que tiene poca relevancia para los creyentes individuales, o para la obra central de la Iglesia. Muchos pastores expresan renuencia a predicar sobre la profecía porque tienen muchas otras preocupaciones que claman por su atención, desde problemas matrimoniales y familiares, hasta Satanás y el pecado pisándole los talones a su rebaño.
Otros son abiertamente hostiles a la profecía bíblica. Rick Warren, un prominente pastor que dirige una gran iglesia y es un autor de best-sellers, caracteriza la profecía como una “distracción”, y dice que cualquiera que se permita involucrarse en distracciones como estudiar la profecía “no es apto para el reino de Dios”. Otro conocido defensor del cristianismo reimaginado, Tony Campolo, dijo: “Los cristianos rígidos, que creen en la posibilidad del pronto regreso de Jesús son un problema real para todo el mundo”. Está claro que estos hombres expresan una hostilidad hacia la profecía bíblica que es perturbadora.
Los propios discípulos de Jesús expresaron ciertas expectativas basadas en su comprensión de las profecías del Antiguo Testamento. Durante una visita a Jerusalén, después de la profecía de Jesús acerca de la destrucción del impresionante Templo construido por Herodes, se acercaron al Señor en privado y le preguntaron: “Dinos, ¿cuándo sucederán estas cosas, y cuál será la señal de tu venida y del fin del siglo?” (Mateo 24:3). Jesús no desestimó sus expectativas ni se burló de su entendimiento. Y, ciertamente, no reprendió su interés en lo que había sido profetizado. En cambio, expuso las señales de Su venida y del fin del siglo.
¿Por Qué Estudiar Profecía?
La primacía de la profecía fue introducida en los primeros capítulos del Génesis por Dios mismo y está entretejida a lo largo de todo el libro hasta el último capítulo del Apocalipsis. Pronunciada por Dios — ya sea directamente o a través de Sus profetas — beneficia a aquellos que la toman en serio.
Después de Su resurrección, Jesús le preguntó a Pedro tres veces: “¿Me amas?” (Juan 21:15-17). Pero, en Juan 12:44, la pregunta retórica detrás de Su interacción con la multitud era: “¿Confían en mí?”, incluso cuando dijo: “El que cree en mí, no cree en mí, sino en el que me envió”. Y, puesto que el espíritu de la profecía es el testimonio de Jesús, el estudio de la Palabra profética de Dios nos ayuda a identificar, entender y compartir al Hijo.
En un sentido muy real, el mayor valor de entender la profecía bíblica no radica en ahondar en el conocimiento secreto accesible sólo a los súper santos del Altísimo. Proporciona la motivación y la comprensión para compartir el Evangelio con la Palabra inspirada por Dios y en el poder del Espíritu Santo.
Esto nos lleva al pasaje citado al principio de este artículo y explica la misión de Felipe en el camino de Jerusalén a Gaza. Un ángel le dijo: “Levántate y ve al sur”, se levantó y se fue (Hechos 8:26-27). Cuando llegó allí, se encontró con un eunuco etíope que regresaba a casa después de adorar en Jerusalén. Este hombre era obviamente observador y viajó una larga distancia para llegar al Templo. A pesar de su devoción, el eunuco era incapaz de entender los escritos proféticos de Isaías: “Como oveja a la muerte fue llevado; y como cordero mudo delante del que lo trasquila, así no abrió su boca. En su humillación no se le hizo justicia; mas su generación, ¿quién la contará?, porque fue quitada de la tierra su vida” (Hechos 8:32-33, citando a Isaías 53:7-8).
Inspirado por el Espíritu Santo, Felipe “abrió su boca, y comenzando desde esta Escritura le anunció el evangelio de Jesús” (Hch 8:35). Los ojos del etíope también se abrieron e inmediatamente expresó el deseo de profesar su fe en Cristo. La obediencia de Felipe y su disposición a explicar la verdad de la profecía mesiánica hicieron que el nuevo converso siguiera su camino lleno de gozo.
Otro ejemplo famoso de evangelismo a través de la profecía se encuentra en el primer sermón de Pedro en Pentecostés. Se encuentra en Hechos 2:14-36, es una recitación de una profecía tras otra cumplida en la vida y persona de Jesús. Joel dijo: “Derramaré de mi Espíritu sobre toda carne, y vuestros hijos y vuestras hijas profetizarán...”. “No estamos ebrios de vino, sino llenos del Espíritu Santo de Dios”.
Hablando del Mesías, David predijo: “No dejarás mi alma en el Hades, ni permitirás que Tu santo vea corrupción...”. “Jesús nazareno, aprobado por Dios con maravillas, prodigios y señales... fue entregado por el determinado consejo y anticipado conocimiento de Dios para ser crucificado por manos de inicuos... pero Dios lo levantó, porque era imposible que fuera retenido por la muerte”.
También se le prometió a David que uno de sus descendientes se sentaría en su trono, aunque David permanece muerto y enterrado mientras Jesús vive de nuevo. Es por eso que David también previó a Su Hijo exaltado ascendiendo al cielo, y escuchó de antemano: “Dijo el Señor a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies”. “Ésta es una promesa que permanece en Jesús, el Señor y Cristo, a quien ustedes crucificasteis”.
Al oír esta clara lectura de la profecía bíblica y comprender su cumplimiento en la persona de Jesús, 3,000 de las personas reunidas en Jerusalén “se compungieron de corazón” y clamaron por salvación.
Testimonios Abundan
Podría citar muchos ejemplos de hombres y mujeres compungidos de corazón por la profecía bíblica. Cara a cara con la verdad de que Jesús es el Cristo profetizado, el Hijo del Dios viviente; consciente de que Él derramó Su propia sangre inocente de acuerdo con el plan de salvación predicho por Dios; convencido de que Él murió, pero no sufrió corrupción al resucitar y ascender a la diestra del Padre en el Cielo; convictos de su propio pecado y del castigo merecido por su pecado contra Dios, como se dice en Su Palabra; y creyendo en Su promesa de preparar un lugar para aquellos que confían en Él y rescatarnos de la ira venidera... hombres, mujeres, niños y niñas han invocado el Nombre de Jesús y así han sido salvos.
Nuestro amigo y colega evangelista, Jimmy Phillips, ha estado predicando la profecía bíblica durante 76 años. Cuando se le preguntó por qué enfatizaba la Palabra profética de Dios, Jimmy respondió: “La predico en primer lugar porque la Biblia la enseña. La Biblia no tiene errores. Y los santos varones de Dios hablaron inspirados por el Espíritu”. Con respecto a la urgencia de ese mensaje, el Dr. Phillips dijo: “La convergencia de las señales que tenemos hoy apuntan al Rapto de la Iglesia”.
John Neese, el fundador de SAC Orphans, ha descubierto que la profecía bíblica lo conecta con los niños en Rusia. Resuenan con la esperanza y la promesa transmitidas en las profecías que apuntan a nuestro Señor venidero.
George Collich, quien formó parte del personal del Ministerio Cordero y León durante muchos años, se sintió atraído hacia el Señor mientras escuchaba al Dr. David Reagan enseñar acerca de Apocalipsis.
Jack Hollingsworth, cuya vida fue devastada por el alcohol, fue salvado y luego dedicó su vida a convertirse en un evangelista cantante ansioso por proclamar la verdad profética que lo había liberado.
Aún hay Poder en la Palabra
Juan el Bautista preguntó a los fariseos y a los saduceos: “¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera?” (Mateo 3:7). Pablo afirmó que, entre las bendiciones que Dios da a los que reciben la salvación está “esperar de los cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera” (1 Tes. 1:10). Sin la Palabra profética, no tendríamos ninguna advertencia de la ira ni anticipación del rescate. Alabado sea Dios que, sabiendo ambos, estamos motivados a un evangelismo urgente.
Jesús dijo a sus discípulos: “Las palabras que yo os he hablado son espíritu y son vida” (Juan 6:63). Algunos cristianos piensan que las palabras en letras rojas de su Biblia impresa tienen un significado especial, ya que han sido coloreadas por los editores para resaltar las palabras habladas de Cristo. Ese mismo patrón continúa en Apocalipsis en Biblias promocionadas como “Ediciones de Letras Rojas”.
Pero, ¿qué hay de las palabras registradas en Apocalipsis 21:5-8? El que está sentado en el trono dijo: “Yo hago nuevas todas las cosas”. Me dijo: “Escribe, porque estas palabras son fieles y verdaderas”. Y me dijo: “Hecho está. Yo soy el Alfa y la Omega, el principio y el fin. Al que tiene sed, le daré gratuitamente de la fuente del agua de vida”.
Esas palabras no están coloreadas de rojo por los editores de mi Biblia, sin embargo, son claramente dichas por Dios. Lo mismo es cierto en Génesis 1:3, cuando nuestro Dios Creador dijo: “Sea la luz”.
El punto es que, ya sea que las palabras estén en rojo o no, o entre comillas o no, o incluso precedidas por la frase: “Así dice el Señor...”, “toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).
En resumen, toda la Palabra de Dios está centrada en el Evangelio y es evangelística. Y eso ciertamente incluye Su Palabra profética.
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)