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lunes, 28 de abril de 2025

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Capítulo 4 (Parte 2 de 2)

 Enfrentando el Juicio 

Por Dr. David R. Reagan

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Y muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el desprecio eterno” — Daniel 12:2

1) Cuando habla de resurrección, ¿está hablando de la resurrección de nuestros cuerpos o de nuestros espíritus?

Cuando la Biblia habla de resurrección, siempre está hablando de la resurrección del cuerpo. El espíritu no necesita resurrección ya que continúa existiendo conscientemente después de la muerte. Es el cuerpo el que deja de tener animación, y es el cuerpo el que necesita ser reanimado.

La idea de que nuestra existencia física actual será reemplazada en la eternidad por una forma de vida puramente espiritual es ajena a las Escrituras. Es un concepto tanto de la filosofía griega como de las religiones orientales, pero no de la Biblia.

Dios está decidido a redimir toda Su creación — y eso incluye nuestros cuerpos; los reinos vegetal y animal; los cielos y la tierra, todos los cuales han sido contaminados por el pecado del hombre. Todos serán restaurados a su perfección original para honra y gloria de Dios.

El libro de Apocalipsis revela que, cuando comience el Estado Eterno, Dios “hará nuevas todas las cosas” (Ap. 21:5). Nótese que no dice que Él hará cosas nuevas. Más bien, Él va a refrescar, redimir y perfeccionar Su creación original.

Me encanta la forma en que el salmista describe poéticamente el proceso en el Salmo 102. Afirma que, aunque los cielos y la tierra “se desgasten como una vestidura”, el Señor los cambiará “como vestido” (Salmos 102:26).

2) ¿Qué hay de otras resurrecciones? Usted menciona la resurrección de Jesús y las resurrecciones que ocurrirán en el Rapto, la Segunda Venida de Jesús y el final del Milenio, pero ¿qué pasa con las otras resurrecciones mencionadas en la Biblia? Consideremos, por ejemplo, las resurrecciones de Lázaro, Eutico y Dorcas. ¿Dónde encajan éstas en la secuencia de resurrecciones que describe?

Con la excepción de la resurrección de Jesús, me centré en las resurrecciones que aún están por ocurrir en los tiempos del fin. Es cierto que hay historias en la Biblia sobre otras personas que regresaron de entre los muertos, pero éstas no están relacionadas con las resurrecciones de los tiempos del fin.

Pero vale la pena que consideremos estas historias, porque nos ayudarán a entender mejor el verdadero significado de la resurrección. Aquí hay una lista de personas traídas de entre los muertos, registradas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento:

1) El hijo de la viuda por Elías (1 Reyes 17:17-24).  

2) El hijo de la sunamita por Eliseo (2 Reyes 4:18-37).  

3) Un hombre cuyo cuerpo fue colocado en la tumba de Eliseo (2 Reyes 13:20-21).  

4) La hija de Jairo por Jesús (Marcos 5:21-24, 35-43).

5) El hijo de la viuda en Naín por Jesús (Lucas 7:11-15).  

6) Lázaro por Jesús (Juan 11:30-44).  

7) Un número de santos en Jerusalén en el momento de la muerte y resurrección de Jesús (Mateo 27:50-53). 

8) Tabita (Dorcas) por Pedro (Hechos 9:36-43).  

9) Eutico por Pablo (Hechos 20:7-12).

Es interesante que la Biblia nunca se refiere a ninguna de estas personas como si hubieran resucitado. En su lugar, utiliza otra terminología para describir lo que les sucedió:

1) El hijo de la viuda: “El alma del niño volvió a él y revivió” (1 Reyes 17:22).  

2) El hijo de la sunamita: “La carne del niño entró en calor... y el niño abrió los ojos” (2 Reyes 4:34-35).  

3) El hombre arrojado a la tumba de Eliseo: “Revivió y se puso de pie” (2 Reyes 13:21).  

4) La hija de Jairo: “La niña se levantó y comenzó a caminar” (Marcos 5:42).

5) El hijo de la viuda en Naín: “El que había muerto se incorporó y comenzó a hablar” (Lucas 7:15).  

6) Lázaro: “El que había muerto salió” (Juan 11:44).  

7) Santos muertos en Jerusalén: “y los cuerpos de muchos santos que habían dormido volvieron a la vida” (Mateo 27:52).  

8) Tabitha (Dorcas): “Ella abrió los ojos y… se incorporó” (Hechos 9:40).  

9) Eutico: “Al muchacho se lo llevaron vivo” (Hechos 20:12).

La razón por la que no se menciona la resurrección en ninguno de estos casos es porque estas personas no fueron resucitadas. En cambio, fueron reanimadas. En otras palabras, fueron reanimados para morir de nuevo en un momento posterior. La verdadera resurrección en el sentido bíblico es la resurrección a la vida eterna.

Ésa es la razón por la que Pablo se refiere a Jesús como las “primicias” de la resurrección (1 Co. 15:23). Jesús fue la primera persona en experimentar la resurrección de entre los muertos a la vida eterna.

En Hebreos 11:35 hay una referencia a las dos historias del Antiguo Testamento de hijos de viudas que fueron resucitados. En la New American Standard Bible el pasaje dice: “Las mujeres recibieron de vuelta a sus muertos mediante la resurrección...”. Ésta es una traducción desafortunada. Se traduce más correctamente en la KJV, la NKJV y la NVI como: “Las mujeres recibieron a sus muertos vueltos a la vida...”. La palabra griega clave usada en este pasaje es anastasis, que significa “levantar o levantarse”, como de un asiento o de entre los muertos.

Hay otra resurrección de los muertos que se menciona en las Escrituras que muy probablemente es una verdadera resurrección. Es un evento que la Biblia profetiza que ocurrirá en medio de la Gran Tribulación cuando Dios quite Su protección sobrenatural de Sus dos testigos especiales en Jerusalén y permita que el Anticristo los mate (Ap. 11:3-7).

Se nos dice que sus cuerpos permanecerán en las calles de Jerusalén durante tres días y medio, momento en el cual, con todo el mundo observando, “el aliento de Dios” entrará en ellos, se pondrán de pie y serán llevados al cielo en una nube (Ap. 11:11-12). Esto parece ser una verdadera resurrección y, por lo tanto, tendría que considerarse otra de las etapas en la “primera resurrección” de los justos.

3) ¿Era conocido el concepto de la resurrección a la vida eterna por los santos del Antiguo Testamento? ¿O es una revelación del Nuevo Testamento?

El concepto no es prominente en el Antiguo Testamento, pero ciertamente hay pasajes que enseñan la resurrección corporal a la vida eterna.

Muchos eruditos creen que Job es el libro más antiguo de la Biblia, escrito antes del Pentateuco (los primeros cinco libros de Moisés). En este antiguo libro, hay dos lugares donde se afirma el concepto de resurrección.

El primero es cuando Job responde a una pregunta que se hace a sí mismo: “Si el hombre muere, ¿volverá a vivir?” (Job 14:14). Evidentemente, ésta era una pregunta retórica hecha para provocar la reflexión más que para obtener una respuesta, porque Job la respondió inmediatamente observando: “Todos los días de mi trabajo esperaré hasta que llegue mi relevo. Tú llamarás, y yo te responderé...” (Job 14:14-15).

Más tarde, Job una vez más afirmó su creencia en la resurrección, inspirada por el Espíritu Santo, cuando hizo una proclamación audaz en Job 19:

25) Yo sé que mi Redentor vive, y al final se levantará sobre el polvo.

26) Y después de deshecha mi piel, aun en mi carne veré a Dios;

27) Al cual yo mismo contemplaré, y a quien mis ojos verán y no los de otro. ¡Desfallece mi corazón dentro de mí!

¡Qué declaración tan increíble en los albores mismos de la historia, antes de que se escribiera cualquier Escritura! Léala de nuevo, lentamente, y medite en ella.

Job está diciendo que está seguro de que, en los tiempos del fin, su Redentor vendrá a esta tierra y revivirá la carne de Job para que vea a Dios con sus propios ojos. Es una revelación tan gloriosa, que Job concluye diciendo que el solo hecho de pensarla es suficiente para desmayarse.

Al igual que Job, el rey David de Judá también afirmó la confianza en su propia resurrección en el Salmo 16:10 donde escribió: “No abandonarás mi alma en el Seol”. Seol es la palabra hebrea para lo que el Nuevo Testamento llama Hades en el idioma griego. En el tiempo de David era el lugar de detención temporal para los espíritus de los muertos. Continuando en ese mismo versículo, David profetizó que el Mesías sería resucitado: “... Ni permitirás que Tu Santo sufra corrupción”.

En el siguiente salmo, David volvió a afirmar su fe en su resurrección personal cuando escribió: “En cuanto a mí, en justicia contemplaré Tu rostro;

Al despertar, me saciaré cuando contemple Tu semblante” (Salmos 17:15). Y David continuó este tema en su salmo más famoso: “Ciertamente el bien y la misericordia me seguirán todos los días de mi vida, y en la casa del Señor moraré por largos días” (Salmos 23:6).

Hay otras referencias a la resurrección en los Salmos (Salmos 49:15 y 73:24), y hay referencias en Isaías. Por ejemplo, en Isaías 25:8 el profeta dijo que vendrá un tiempo en que Dios " Él destruirá[h] la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros”. Y en el siguiente capítulo, Isaías escribió (Isaías 26:19):

Tus muertos vivirán,
Sus cadáveres se levantarán.
¡Moradores del polvo, despierten y den gritos de júbilo!,
Porque tu rocío es como el rocío del alba,
Y la tierra dará a luz a los espíritus.

Quizás las dos referencias más conocidas en las Escrituras hebreas a la resurrección se encuentran en Oseas y Daniel. Oseas presentó preguntas retóricas hechas por Dios: “¿Los libraré del poder del Seol? ¿Los redimiré de la muerte?” (Oseas 13:14). Oseas luego registró la respuesta de Dios a estas preguntas: “¿Dónde están, oh muerte, tus espinas?

¿Dónde está, oh Seol, tu aguijón?”. Pablo citó este versículo en 1 Corintios 15:55, donde lo usó para afirmar la resurrección de los santos.

El pasaje de Daniel es uno de los más explícitos del Antiguo Testamento sobre la resurrección. Profetizó que, en los tiempos del fin, “habrá un tiempo de angustia” que no tendrá paralelo en la historia judía. Ésta es una referencia a la Gran Tribulación, el tiempo de “la angustia de Jacob” (Jeremías 30:7). Daniel luego dijo que, al final de ese terrible período, “muchos de los que duermen en el polvo de la tierra despertarán”, unos “para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el desprecio eterno” (Daniel 12:2).

A pesar de estas referencias a una resurrección futura, los líderes religiosos judíos del primer siglo, llamados saduceos y fariseos, estaban muy divididos sobre el tema de la resurrección. Los fariseos creían en la resurrección; los saduceos, no. Esta diferencia en la teología tenía sus raíces en el hecho de que los saduceos daban prioridad a los escritos de Moisés (el Pentateuco). Por lo tanto, argumentaban que, dado que Moisés no hizo referencia a una resurrección futura, no había base para creer en una.

El apóstol Pablo manipuló esta diferencia a su favor cuando fue llevado ante el Concilio del Sanedrín para ser juzgado por herejía. Sabiendo que el Concilio estaba compuesto tanto por saduceos como por fariseos, proclamó: “Soy fariseo, hijo de fariseos; ¡Estoy siendo juzgado a causa de la esperanza de la resurrección de los muertos!” (Hechos 23:6). Los miembros del Concilio se volvieron unos contra otros y se desató un gran alboroto (Hechos 23:7-10).

Con respecto a la negación de los saduceos de que Moisés alguna vez mencionó la resurrección, creo que es interesante que, cuando Jesús los confrontó acerca de su creencia errónea, afirmó la resurrección citando un pasaje de los escritos de Moisés (Marcos 12):

26) Y en cuanto a que los muertos resucitan, ¿no han leído en el libro de Moisés, en el pasaje sobre la zarza ardiendo, cómo Dios le dijo: “Yo soy el Dios de Abraham, y el Dios de Isaac, y el Dios de Jacob”? 

27) Él no es Dios de muertos, sino de vivos; ustedes están muy equivocados».

4) Sigue citando el versículo de Hebreos 9:27 que dice: “. . .Está establecido que los hombres mueran una sola vez, y después de esto viene el juicio”. ¿Qué hay de Enoc y Elías el Profeta? Ninguno de los dos murió. ¿Cómo se explica esta contradicción?

La declaración en Hebreos es un principio general. Enoc y Elías son excepciones a ese principio. Dios es soberano y puede hacer excepciones como mejor le parezca. Otras excepciones serían aquellos en la Biblia que fueron reanimados de la muerte, sólo para morir por segunda vez.

A propósito, es posible que Enoc y Elías no sean excepciones a la regla general. Digo eso porque creo que van a ser los dos grandes testigos de Dios durante la primera mitad de la Tribulación, y esos dos testigos van a ser asesinados por el Anticristo (Ap. 11:7). Si ese es el caso, entonces sus muertes simplemente se han retrasado.

Muchas personas creen que los dos testigos van a ser Elías y Moisés porque realizan milagros que están asociados con estos dos hombres. Pero todos los primeros Padres de la Iglesia creían que los dos testigos serían Enoc y Elías, y eso tiene sentido para mí, ya que ninguno de los dos murió y ya que uno es gentil (Enoc) y el otro es judío. Así, como los dos testigos de Dios durante la tribulación, uno sería un portavoz para el mundo gentil y el otro para los judíos.

Hay otra excepción al principio general de que todos deben morir y luego enfrentar el juicio. Tengo en mente a esos santos que están vivos en el momento del Rapto de la Iglesia (1 Tes. 4:13-18). Se nos dice que serán llevados al encuentro del Señor en el cielo y que, en el camino, serán trasladados de mortales a inmortales. Eso significa que hay toda una generación de cristianos que no probarán la muerte.

5) Dice que, como creyente, seré juzgado en cuanto a cómo uso mis dones espirituales para servir al Señor. ¿Cómo puedo determinar mis dones espirituales?

Ésta es una pregunta muy importante. Crecí en una iglesia que enseñaba que los dones espirituales terminaron en el primer siglo, cuando murió el último apóstol. Ésa es una teología no bíblica llamada cesacionismo.

Por el contrario, Pablo enseñó en 1 Corintios 1:7 que a la Iglesia no le faltará ningún don espiritual mientras espera el regreso de Jesús. Todavía estamos esperando ese regreso, por lo que los dones espirituales revelados en el Nuevo Testamento siguen activos.

Al intentar determinar tu don o dones, ten en cuenta que un don espiritual es diferente de un talento natural. Cuando naces de nuevo y recibes la presencia del Espíritu Santo que mora en ti (Hechos 2:38), puedes ser dotado por el Espíritu donde tienes talento, o puede que no. Eso explica por qué algunos maestros muy talentosos no están dotados para enseñar las Escrituras, o por qué algunos cantantes muy talentosos no están dotados para dirigir en la adoración.

Cuando cedí por primera vez al llamado del Señor en mi vida de servirle a Él a tiempo completo en el ministerio, no sabía casi nada acerca de los dones espirituales. Simplemente asumí que Dios quería que yo fuera pastor.

Descubrí muy rápidamente que no tenía los dones espirituales para ser pastor. Los pastores eficaces deben tener amor sobrenatural, paciencia y compasión. Deben estar dispuestos a predicar domingo tras domingo, presenciar poco o ningún cambio observable en aquellos a quienes están predicando, y aun así amarlos de todos modos.

Por el contrario, mi don es de naturaleza profética, lo que significa que estoy motivado a agarrar a una persona por sus solapas, sacudirla hasta que le tiemblen los dientes y exigirle que coopere.

Nunca podrás servir al Señor de manera efectiva hasta que determines tus dones espirituales y luego comiences a utilizarlos. Éstas son algunas pautas para determinar tus dones espirituales:

1) Ora para que el Señor te revele tus dones.  

2) Familiarízate con los dones del Espíritu. Para ello, debes dedicar tiempo a leer y reflexionar en los pasajes que los identifican. Véase: Romanos 12:3-8; 1 Corintios 12:27-31, 14:1-19; Efesios 4:11-13 y 1 Pedro 4:7-11.

3) Realiza un examen de inventario de dones espirituales. Puedes encontrarlos en Internet. Simplemente usa un motor de búsqueda y escribe la frase “pruebas de inventario de dones espirituales”. Algunos de éstas las puedes tomar en línea y obtener resultados instantáneos. Para otras, debe imprimir la prueba, realizarla y luego calcular los resultados. Ninguna de las pruebas es perfecta, pero te ayudarán a orientarte en la dirección correcta.

4) Pídele a tus amigos cristianos y a tu pastor que te ayuden a identificar tus dones. A menudo pueden ayudarte a ver lo obvio que quizás no ves.

5) Lee un libro equilibrado sobre los dones espirituales. El mejor que puedo recomendar es 19 Gifts of the Spirit (19 Dones del Espíritu) de Leslie B. Flynn.1

Con respecto al cuarto punto anterior, recuerdo un incidente humorístico que ocurrió hace muchos años cuando estaba enseñando una clase sobre los dones del Espíritu. Anuncié que en la última sesión le daríamos a cada persona la oportunidad de identificar sus dones. Cada uno lo hizo hasta que llegamos a un tipo llamado Jim.

Jim dijo: “Lo siento, pero creo que el Señor me pasó por alto cuando estaba repartiendo dones”.

Nos reímos mucho con ese comentario, pero todos los que estábamos en el grupo sabíamos que Jim no había sido pasado por alto. Todos sabíamos qué don espiritual se le había dado.

Una de las señoras del grupo preguntó: “Jim, cuando tenemos un día de trabajo en la iglesia los sábados, ¿quién es siempre el primero en llegar?”.

“Bueno”, dijo Jim, supongo que siempre soy yo.

“Así es. ¿Y quién es el que siempre se ofrece como voluntario para hacer todos los trabajos sucios que nadie más quiere hacer?”.

“Bueno, de nuevo, supongo que ese soy yo”.

—Sí, ¿y quién es el último que se va siempre a casa, normalmente una o dos horas después de que todos los demás se han ido?”.

“Ese soy yo también.”

“Sí, Jim, y la razón es que se te ha dado el don sobrenatural de ayudas” (1 Co. 12:28).

Jim estaba encantado de descubrir que realmente tenía un don espiritual y que lo estaba usando poderosamente para ayudar a avanzar el reino del Señor. De hecho, ninguna iglesia o ministerio podría existir por mucho tiempo sin personas con este don aparentemente insignificante pero muy significativo.

Una última observación. Recuerde que los dones del Espíritu son sólo eso: son dones. No son algo que te hayas ganado. Nunca debes enorgullecerte de ellos. Recuerda también que lo más importante es el fruto del Espíritu: “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre y dominio propio” (Gálatas 5:22-23).

6) ¿Cuáles son algunas de las recompensas que se darán a los creyentes en el momento de su juicio?

Uno será el grado de participación en el reinado milenario de Jesús (Lucas 19:11-27). Esta recompensa se analizará en el capítulo 5, en las páginas…

Muchas otras recompensas se mencionan en las Escrituras. El Rapto mismo se menciona como un “premio” para los santos de la Era de la Iglesia, porque nos librará de los horrores de la Gran Tribulación

Después de la resurrección de los salvos (ya sea con los santos de la Era de la Iglesia en el Rapto o con los santos del Antiguo Testamento y los mártires de la Tribulación en la Segunda Venida), recibiremos recompensas especiales en el Cielo cuando Jesús nos presente a Su Padre.

Cada uno de nosotros será confesado por Jesús ante el Padre y sus ángeles (Mt.  10:32 y Ap. 3:5). Seremos honrados por el Padre (Juan 12:26), y seremos adoptados como Sus hijos (Ro. 8:23). Recibiremos cuerpos glorificados (1 Co. 15:35-53), y nuestras almas serán conformadas a la imagen de Jesús (Ro. 8:29-30). Se nos dará poder sobre la “muerte segunda” (Ap. 2:11) al concedernos el don de la vida eterna (Juan 3:14-17).

Muchos tipos diferentes de recompensas serán entregadas cuando seamos juzgados por Jesús. Algunas serán concedidas a todos. Otras serán recompensas especializadas que se darán por el servicio en el reino. Las que se darán a todos incluirán cosas tales como un nuevo nombre (Ap. 2:17) y la comprensión de los misterios de Dios (1 Co. 13:12).2

Algunos de los premios especializados que se mencionan son los siguientes:

1) Consuelo para los que lloraban (Mateo 5:4). 

2) Satisfacción para aquellos que tenían hambre y sed de justicia (Mateo 5:6).  

3) Misericordia para aquellos que fueron misericordiosos (Mateo 5:7).  

4) Alabanza, honor y gloria para aquellos que fueron perseguidos por causa de la justicia (Mateo 5:10-12 y 1 Pedro 1:6-7).

5) Para aquellos que fueron sacrificados al dar, recibirán de vuelta cien veces más de lo que entregaron por Cristo (Mateo 19:29).  

6) Exaltación para los humildes (Mateo 18:4).  

7) Bendiciones especiales para aquellos que prestaron un servicio especial a la Iglesia (2 Timoteo 1:16-18).

8) Una corona imperecedera para aquellos que ejercieron dominio propio (1 Corintios 9:24-27).  

9) Una corona de exaltación para aquellos que eran ganadores de almas (1 Tes. 2:19-20).  

10) Una corona de justicia para aquellos que amaron la venida del Señor (2 Timoteo 4:8).  

11) Una corona de vida para aquellos que soportaron las pruebas (Stg. 1:12).  

12) Una corona de gloria inmarcesible para aquellos que sirvieron como ancianos y pastores (1 Pedro 5:1-4).  

13) Túnicas de lino fino que reflejan las obras justas (Ap. 19:8).

Creo que ahora puedes ver por qué Pablo escribió que “las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria que nos ha de ser revelada” (Ro. 8:18).

Desafortunadamente, algunos no recibirán recompensas especiales más allá de la recompensa de la vida eterna (1 Co. 3:10-15). De hecho, sufrirán vergüenza en el tribunal de Jesús cuando se revele su falta de uso de sus dones espirituales y terminen sin tener nada que poner a los pies de Jesús para glorificarlo (Ap. 4:10).

7) Usted menciona los juicios de los santos de la Era de la Iglesia, los santos del Antiguo Testamento, los santos de la Tribulación y los mártires de la Tribulación. ¿Qué hay de los nacidos durante el Milenio? ¿Cuándo serán juzgados?

Aquellos nacidos durante el Milenio que nunca respondan a Jesús con fe serán juzgados en el Juicio del Gran Trono Blanco descrito en Apocalipsis 20:11-15. Este juicio se llevará a cabo al final del Milenio, después de que la última rebelión de Satanás haya terminado. Es el juicio de cada persona que alguna vez ha vivido y muerto fuera de una relación de fe con Dios.

La Biblia no revela el juicio de aquellos que nacen y se salvan durante el Milenio. Todo lo que sabemos con certeza es que la Biblia dice que cada persona enfrentará juicio, por lo tanto, lo más probable es que los santos del mileniales sean juzgados al final del Milenio, ya sea antes o después del Juicio del Gran Trono Blanco.

8) Además del juicio de los individuos, ¿no enseña la Biblia que Dios también juzgará a las naciones?

Sí. Hay muchos pasajes de las Escrituras que enseñan que Dios derramará Su ira en juicio sobre las naciones durante la Tribulación.

Isaías 2:14 habla de Yahvé castigando a los orgullosos “montes” y “collados”, que son símbolos en la literatura profética de las naciones. Isaías 34:2 dice que “la indignación de Yahvé es contra todas las naciones”. Jeremías dice que Yahvé “rugirá desde lo alto” porque “tiene un pleito contra las naciones” (Jer. 25:30-31).

Habacuc dice que Yahvé pisoteará a las naciones (Habacuc 3:12). Todo el libro de Sofonías está dedicado a una descripción de la ira que Dios derramará sobre las naciones. Dios proclama a través del profeta: “Toda la tierra será consumida por el fuego de Mi celo” (Sofonías 3:8b). Hageo dice que Yahvé “hará temblar a todas las naciones” (Hageo 2:7).

La segunda mitad de la Tribulación, a la que Jesús se refirió como la “Gran Tribulación”, será un tiempo especial de juicio para Israel. La ira de Dios, Satanás y el hombre se enfocará sobre los judíos. Dos tercios del pueblo judío perecerán en un holocausto mayor que el infligido por los nazis (Zacarías 13:8).

Jeremías lo llama “el tiempo de angustia de Jacob” (Jeremías 30:7). Daniel se refiere a ello como “un tiempo de angustia” sin paralelo en la historia (Daniel 12:1). Sofonías dice que la ira de Yahvé se centrará en particular en aquellos judíos que están involucrados en cualquier tipo de idolatría (Sofonías 1:4-6).

Ezequiel, Zacarías y Malaquías comparan la ira de Yahvé contra Israel con la fundición de plata y oro (Ez. 22:17-22; Zac. 13:9 y Mal. 3:2-4), con el propósito de purificar a la nación martillándola hasta el punto de que se arrepientan, vuelvan sus corazones a Dios y reciban a Jesús como su Mesías (Zacarías 12:10). Así es como Zacarías lo expresa en Zacarías 13:9:

Y meteré la tercera parte en el fuego,
Los refinaré como se refina la plata,
Y los probaré como se prueba el oro.
Invocarán Mi nombre,
Y Yo les responderé;
Diré: “Ellos son Mi pueblo”,
Y ellos dirán: “Yahvé es mi Dios”.

La imagen de una olla de fundición como purificador es buena porque la Biblia deja claro que el propósito fundamental del derramamiento del juicio de Dios es llevar a un remanente de los judíos al arrepentimiento para que puedan ser salvos. A esto es a lo que Pablo se refiere en Romanos 11:26 cuando habla de que “todo Israel” se salvará en los tiempos del fin. Él está hablando de aquellos judíos que todavía están vivos al final de la Tribulación, como lo deja claro en Romanos 9:27 cuando señala que es un “remanente” el que será salvo.

De hecho, incluso el juicio de Dios sobre las naciones gentiles será con el mismo propósito: motivar el arrepentimiento para que más personas puedan salvarse. ¿No es asombroso? Piense en ello incluso cuando Dios derrama Su ira en juicio, Su propósito fundamental no es castigar, sino humillar a las personas al arrepentimiento para que puedan ser salvadas. Es lo que podría llamarse el amor duro de Dios. Así es como Isaías lo expresó en Isaías 26:9b:

“Porque cuando la tierra tiene conocimiento de Tus juicios, aprenden justicia los habitantes del mundo”

Reflexiones Sobre el Juicio

“El desafío siempre es éste: ¿Van los hombres y mujeres a permitir que la Palabra de Dios juzgue sus mentes insignificantes, o van a hacer que sus mentes insignificantes sean los jueces de la Palabra de Dios?” — Alistair Begg (1952-), pastor de la Iglesia Parkside de Cleveland.

“En el día en que estemos delante de nuestro Maestro y Hacedor, no importará cuántas personas en la tierra conocieron nuestro nombre, cuántas nos llamaron grandes y cuántas nos consideraron necios. No importará si las escuelas y los hospitales llevan nuestro nombre, si nuestra propiedad era grande o pequeña, si nuestro funeral atrajo a diez mil o a nadie. No importará lo que digan o dejen de decir los periódicos o los libros de historia. Lo que importará es una cosa y sólo una cosa: lo que el Maestro piense de nosotros” — Randy Alcorn (1954-), fundador y director de Eternal Perspective Ministries.

“Cuando llegue el día de la recompensa, lo único que lamentaremos será haber hecho tan poco por Él, no que hayamos hecho demasiado” — George Muller (1805-1898), evangelista cristiano y director del orfanato Ashley Down en Bristol, Inglaterra.


Lea la parte 1 »»aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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sábado, 26 de abril de 2025

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Capítulo 4 (Parte 1 de 2)

 Enfrentando el Juicio 

Por Dr. David R. Reagan

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13) Teme a Dios y guarda Sus mandamientos, porque esto concierne a toda persona.

14) Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo — Eclesiastés 12:13-14

La iglesia de mi niñez siempre enseñó que habría una resurrección y un juicio. Todos los que hayan vivido alguna vez resucitarán en algún momento, y todos nosotros — los justos y los injustos — seremos juzgados al mismo tiempo. Las ovejas serían separadas de las cabras en el Juicio del Gran Trono Blanco representado en Apocalipsis 20:11-15.

Otra cosa que nos enseñaron acerca de este juicio era algo muy aterrador. Se nos dijo que ninguno de nosotros tendría idea de si éramos salvos o perdidos hasta que este juicio se llevara a cabo. Los predicadores pintaban vívidos cuadros verbales de lo nerviosos que estaríamos cada uno de nosotros mientras esperábamos nuestro turno para el juicio. Nuestros corazones latían con anticipación mientras esperábamos el pronunciamiento final de “¡Salvo!” o “¡Perdido!”.

Pero todos estos conceptos son erróneos. La Biblia revela que habrá más de una resurrección y más de un juicio. La Biblia también deja claro que puedes saber en esta vida si es salvo o no. No tendrás que esperar tu juicio delante de Dios para conocer tu destino eterno.

Múltiples Resurrecciones

En cuanto a la resurrección, Jesús enseñó claramente que habría más de una resurrección. En Juan 5:29 se refiere a una “resurrección de vida” y una “resurrección de juicio”. El apóstol Pablo confirmó este concepto en su defensa ante Félix, cuando declaró que creía en la enseñanza de los profetas “ciertamente habrá una resurrección tanto de los justos como de los impíos” (Hechos 24:15).

Por supuesto, se podría argumentar que las dos resurrecciones a las que se hace referencia en estas escrituras ocurrirán al mismo tiempo. Por lo tanto, si ocurrieran simultáneamente, habría, en efecto, una sola resurrección. Sin embargo, las Escrituras establecen el hecho de que las resurrecciones serán separadas y que la resurrección de los justos ocurrirá en etapas.

En otras palabras, la Biblia no enseña una resurrección o incluso dos resurrecciones en número. Más bien, enseña que habrá dos resurrecciones en tipo que se llevarán a cabo en etapas, lo que resultará en varias resurrecciones — al menos cuatro, para ser específicos.

La Resurrección de los Justos

Que la resurrección de los justos ocurrirá en etapas se enseña claramente en 1 Corintios 15:

20) Pero ahora Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron. 21) Porque ya que la muerte entró por un hombre, también por un hombre vino la resurrección de los muertos. 

22) Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.

23) Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo en Su venida.

Como se puede ver en este pasaje, la primera etapa de la resurrección de los justos ya ha sucedido, porque el versículo 20 dice que “Cristo ha resucitado de entre los muertos, primicias de los que durmieron”.

Los versículos 22 y 23 continúan explicando que todos los que han muerto en Cristo serán vivificados, “pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias, después los que son de Cristo en su venida”.

Las imágenes de la cosecha que se utilizan en estos versículos son clave para entender la primera resurrección — la resurrección de los justos.

Las Imágenes de la Cosecha

En los tiempos bíblicos, la cosecha se llevaba a cabo en tres etapas. Comenzaba con la recolección de las primicias que se ofrecían como sacrificio de acción de gracias a Dios (Ex. 34:26).

Continuaba con la cosecha general. Pero no se recogía todo en esta cosecha. Parte de la cosecha se dejaba en el campo para que la recogieran los pobres y los necesitados. A esto se le llamaba las espigas (Levítico 19:9-10).

Usando estas imágenes, la Biblia presenta la resurrección de Jesús como las “primicias” de la resurrección de los justos. La reunión de los santos de la Era de la Iglesia, vivos y muertos, que ocurrirá antes de la Tribulación en el momento del Rapto es, por lo tanto, la etapa general de la cosecha de la resurrección de los justos (Juan 14:1-3 y 1 Tes. 4:13-18).

Sin embargo, hay una tercera y última etapa en esta resurrección de los justos. Se trata de las espigas, que ocurre al final de la Tribulación, cuando tiene lugar la Segunda Venida del Señor. En ese momento dos grupos finales de justos serán resucitados: los mártires de la Tribulación (Ap. 20:4) y los santos del Antiguo Testamento (Dn. 12:2).

La Resurrección de los Santos del Antiguo Testamento

Algunas personas se sorprenden al pensar que los santos del Antiguo Testamento no resucitarán hasta el final de la Tribulación. Muchos asumen que serán incluidos en el Rapto.

Pero tenga en cuenta que el Rapto es una promesa a la Iglesia, y sólo para ella. Se representa en las Escrituras como el Novio que viene por Su Novia, la Iglesia (Mt. 25:1-13).

Además, el libro de Daniel deja claro que los santos del Antiguo Testamento resucitarán al final del “tiempo de angustia”", es decir, la Tribulación (Dn. 12:1-2).

Un Resumen de la Resurrección de los Justos

La primera resurrección, la resurrección de los justos, ocurre en tres etapas. Comenzó con la resurrección de Jesús. Continuará en el Rapto, con la resurrección de los santos de la Era de la Iglesia. Culminará en la Segunda Venida de Jesús, con la resurrección de los mártires de la Tribulación y de los santos del Antiguo Testamento.

Vea el cuadro en la página siguiente para una ilustración del momento de estas resurrecciones.

La Resurrección de los Injustos

El segundo tipo de resurrección, “la resurrección de los injustos” (Hechos 24:15), tendrá lugar de una sola vez al final del reinado milenario de Jesús. Esto es en el momento del Juicio del Gran Trono Blanco, el juicio de los condenados (Ap. 20:11-15).

Cada persona que alguna vez falló en relacionarse con Dios en fe será resucitada en este momento, sin importar cuándo haya vivido y muerto, ya sea antes o después de la Cruz. Esta resurrección también incluirá a los injustos que murieron durante la Tribulación y el Milenio.

No habrá necesidad de una resurrección adicional de los justos al final del Milenio, porque todos los nacidos durante ese tiempo que acepten a Jesús como su Salvador vivirán hasta el final del reinado del Señor (Isaías 65:19-20). “Como los días de un árbol, así serán los días de mi pueblo. . .” (Is. 65:22). En otras palabras, la esperanza de vida durante el Milenio volverá a ser la misma que al principio de los tiempos, antes del diluvio.

La Certeza del Juicio

A la resurrección le seguirá el juicio. Salomón escribió: “Teme a Dios y guarda sus mandamientos . . . Porque Dios traerá toda obra a juicio, junto con todo lo oculto, sea bueno o sea malo” (Ecl. 12:13-14).

El apóstol Pablo enfatizó la certeza del juicio. En Romanos 2:16 escribió: “Dios juzgará los secretos de los hombres mediante Cristo Jesús”. Y en Romanos 14:10 y 12 declaró: “Todos compareceremos ante el tribunal de Dios . . . De modo que cada uno de nosotros dará a Dios cuenta de sí mismo”. El escritor de Hebreos lo resumió sucintamente: “Está decretado que los hombres mueran una sola vez, y después de esto vendrá el juicio” (He. 9:27).

El Juicio Consumado

Pero no todas las personas van a ser juzgadas al mismo tiempo. Así como va a haber varias resurrecciones, también va a haber varios juicios.

Ya se ha llevado a cabo un juicio. Es el juicio de los creyentes por sus pecados.

Esto es una sorpresa para la mayoría de los cristianos. A algunos les cuesta creerlo. Nunca olvidaré cuando lo comprendí al estudiar las Escrituras. ¡Me llené de tanta alegría, que sentí ganas de saltar de una banca a otra todo el día!

Permítanme explicarlo de otra manera. Si realmente has nacido de nuevo, entonces nunca comparecerás delante del Señor para ser juzgado por tus pecados. Eso es porque el juicio por tus pecados tuvo lugar en la Cruz.

Verás, todos tus pecados, y los míos, (pasados, presentes y futuros) fueron colocados sobre Jesús mientras colgaba de la cruz, y la ira que merecemos fue derramada sobre Él (2 Co. 5:21). Él se convirtió en nuestro sustituto. Él cargo con nuestro juicio por el pecado (Ro. 8:3 y Gá. 3:13).

Si te has apropiado de la sangre de Jesús para tu vida al aceptarlo como tu Señor y Salvador, entonces tus pecados han sido perdonados. También han sido olvidados, en el sentido de que Dios nunca volverá a recordarlos contra ti (Is. 43:25 y He. 8:12).

Piénsalo: ¡Perdonado y olvidado! ¡Eso es gracia!

El Juicio de los Justos

Si los redimidos nunca serán juzgados por sus pecados, entonces ¿de qué serán juzgados, y cuándo tendrá lugar el juicio?

La Biblia enseña que los redimidos serán juzgados por sus obras, no para determinar su destino eterno, sino para determinar sus grados de recompensa.

Los cristianos no obran para ser salvos, obran porque son salvos. De hecho, la Biblia dice que son salvos para hacer buenas obras (Ef. 2:10 y Tito 2:14). Tales buenas obras, si se hacen correctamente, se harán en el poder del Espíritu Santo (1 P. 4:10-11) y para la gloria de Dios (1 Co. 10:31).

La Importancia de los Dones Espirituales

Pablo dice, en 1 Corintios 12, que cada persona que nace de nuevo recibe al menos un don espiritual sobrenatural del parte del Espíritu Santo. Una persona puede recibir más de un don. Y, si eres un buen administrador de los dones que recibes, entonces puedes recibir dones adicionales a medida que te desarrollas espiritualmente (Lc. 19:26).

Dios espera que usemos nuestros dones espirituales para hacer avanzar Su reino. De esto se tratará el juicio de las obras. Cada uno de nosotros, los redimidos, nos presentaremos ante el Señor Jesús y daremos cuenta de cómo usamos nuestros dones para hacer avanzar el reino de Dios en la tierra.

Seremos juzgados en cuanto a la cantidad de nuestras obras (Lc. 19:11-27 y Ro. 2:6-7). Seremos juzgados por la calidad de nuestras obras (1 Co. 3:10-14). Finalmente, seremos juzgados en cuanto a la motivación de nuestras obras (1 Co. 4:5).

Puedo imaginar a algún evangelista famoso siendo llevado ante el Señor para ser juzgado.

“¿Cómo usaste tus dones espirituales para hacer avanzar mi reino?”, pregunta el Señor.

“Usé mis dones de maestro y evangelista para predicar el evangelio a millones”, responde el predicador.

“Sí”, dice el Señor, “ciertamente lo hiciste. Pero conozco tu corazón y, por lo tanto, conozco tu motivación. Predicaste no porque me amaras, sino porque querías ser famoso. Querías que tu foto saliera en la portada de la revista Time. Lo lograste en 1953. Aquí está tu foto. ¡Esa es toda la recompensa que tengo para ti!”.

Y entonces, puedo imaginar al Señor llamando a una ancianita de la que nadie ha oído hablar jamás.

“Querida, el día que me aceptaste como tu Señor y Salvador, te di un don: el don de la misericordia. Y cada vez que alguien enfermaba, eras la primera en ofrecerle consuelo y ánimo. Eras quien organizaba la cadena de oración. Cada vez que alguien estaba en el hospital, eras la primera en visitarlo. Cada vez que alguien moría, eras quien organizaba las comidas. Y hacías todo esto simplemente porque me amabas”.

¡El Señor le dará una corona llena de tantas joyas que le dolerá el cuello por la eternidad!

En serio, habrá grados de recompensas. Se manifestarán en las coronas que recibamos (2 Ti. 4:7-8), en las vestiduras que usemos (Ap. 19:8) y en los grados de autoridad gobernante que ejerzamos con el Señor (Lc. 19:11-27).

El Momento de los Juicios

¿Cuándo y dónde tendrá lugar el juicio de los redimidos? La Biblia indica que el juicio de los creyentes que han vivido y muerto durante la Era de la Iglesia ocurrirá en el Cielo ante el tribunal de Jesús, inmediatamente después del Rapto de la Iglesia (2 Co. 5:10 y Ap. 19:7-8).

Aquellos que sean salvos y martirizados durante la Tribulación serán juzgados al final de ese período cuando sean resucitados en la Segunda Venida de Cristo (Ap. 20:4). Los santos de la tribulación que vivan hasta el final de ese terrible período son otro grupo que será juzgado en la segunda venida de Jesús en “el juicio de las ovejas y las cabras”, descrito en Mateo 25:31-46. Los santos del Antiguo Testamento también serán juzgados en el momento de la Segunda Venida (Ez. 20:34-38).

La Confianza de los Justos

Aquellos que aceptan a Jesús como Señor y Salvador en esta vida y que permanecen fieles a Él pueden enfrentar su juicio eterno con confianza.

El apóstol Juan afirmó este glorioso hecho cuando declaró que los que permanecen en el amor de Cristo “tendrán confianza en el día del juicio” (1 Jn. 4:17). Enfatizó aún más este punto con estas palabras: “Estas cosas les he escrito a ustedes, que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida etern” (1 Jn. 5:13).

El rey David había afirmado esta confianza mucho antes, en el Salmo 32, y Pablo la citó en el capítulo 4 de su carta a los Romanos:

7) Bienaventurados aquellos cuyas iniquidades han sido perdonadas, y cuyos pecados han sido cubiertos.

8) Bienaventurado el hombre cuyo pecado el Señor no tomará en cuenta.

Lidiando con la Duda

Si has aceptado a Jesús como tu Señor y Salvador, y todavía albergas alguna duda en cuanto a tu destino eterno, es porque estás confiando en tus propias obras en lugar de confiar en la gracia de Dios.

Viví con esas dudas durante años, porque crecí en una iglesia de salvación por obras. Vivía una vida espiritualmente esquizofrénica, sin saber con certeza si era salvo o estaba perdido. Un momento tenía confianza y al siguiente me ahogaba en la duda..

Nunca escuché alguna predicación acerca de la gracia. Después de 30 años de asistencia fiel a la iglesia, si me hubieras preguntado acerca de la gracia, ¡habría pensado que estabas hablando de alguna mujer con ese nombre!

Nunca olvidaré el día en que descubrí el versículo que me guió hacia la gracia de Dios. Fue Romanos 8:1 el que dice: “Por tanto, ahora no hay condenación para los que están en Cristo Jesús”..

Mi siguiente descubrimiento fue igualmente emocionante. Fue la declaración del apóstol Juan en 1 Juan 1:7: “Pero si andamos en la Luz, como Él está en la Luz, tenemos comunión los unos con los otros, y la sangre de Jesús Su Hijo nos limpia de todo pecado”. Yo llamo a eso un “versículo ¡Aleluya!”.

Una Ilustración de la Gracia de Dios

Cada mañana, mi primera esposa, Ann, y yo comenzábamos nuestro día con un tiempo devocional juntos. Leíamos la Biblia y un libro devocional, y luego orábamos juntos. Mi segunda esposa, Linda, y yo hemos continuado con esta práctica.

Hace varios años, Ann y yo nos encontramos con un devocional que era tan poderoso que prometí en ese momento que lo compartiría con tantas personas como fuera posible hasta mi muerte o el regreso del Señor, lo que ocurriera primero. Contenía una vívida ilustración de la gracia de Dios expresada en el sacrificio de Su Hijo. Desde entonces he extraviado el libro devocional del que salió, por lo que no puedo dar crédito a quien escribió la ilustración. Su crédito tendrá que venir del Señor. Permítanme compartirlo con ustedes.

En los días de la fiebre del oro de las décadas de 1840 y 1850, miles de personas hicieron el largo viaje a través de nuestra nación desde la costa este hasta el oeste en trenes de carretas, siguiendo una variedad de rutas.

Había muchas cosas que los caravaneros temían, como llegar a abrevaderos que se hubieran secado o contaminado. Otros peligros incluían tormentas de granizo, plagas, ventiscas y ataques indios.

Una de las cosas más temibles era el incendio de la pradera, particularmente porque tales incendios viajaban a una velocidad de entre 64 y 80 kilómetros por hora, dependiendo de la fuerza de los vientos y la sequedad de la hierba. Sin embargo, a pesar del peligro que representaban estos incendios, no hay registro de que alguna vez se haya perdido una caravana de vagones por uno de ellos.

La razón es que había una forma ingeniosa de proteger una caravana de tal amenaza. Cuando el líder de la caravana veía humo en el horizonte, detenía inmediatamente la caravana y prendía fuego a la hierba en el costado del tren, lejos del fuego de la pradera que se aproximaba. Una vez que la hierba se había quemado lo suficiente, rodeaba los vagones en la zona quemada, les quitaba las lonas de tela y esperaba el fuego.

Cuando llegaba el fuego, simplemente ardía alrededor de los vagones y avanzaba sin causar ningún daño.

Ahora bien, ésta es una ilustración de lo que le sucedió a Jesús mientras colgaba de la cruz. Todos los pecados que tú y yo hemos cometido, y que alguna vez cometeremos, fueron puestos sobre Él, y la ira de Dios se derramó sobre Él. Él cargo con la ira que merecemos.

Cuando aceptas a Jesús como tu Señor y Salvador, entras en el área donde la ira de Dios ya ha sido derramada — donde el fuego ya ha caído — y te vuelves inmune a la ira de Dios.

Ésa es la razón por la que el apóstol Pablo escribió estas palabras sobre aquellos que han puesto su fe en Jesús: “Porque no nos ha destinado[g] Dios para ira, sino para obtener salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Tes. 5:9).

Los Juicios de los Injustos

Volvamos nuestra atención ahora a los injustos, a aquellos que mueren fuera de una relación de fe con Dios. Todos los injustos que hayan vivido serán resucitados y juzgados al final del reinado milenario de Jesús.

El terrible juicio de los injustos se describe en Apocalipsis 20:11-15. Se llama el “Juicio del Gran Trono Blanco”.

Se nos dice que también los impíos serán juzgados por sus obras. Pero su juicio será radicalmente diferente del juicio de los redimidos. Mientras que a los redimidos se les juzga por sus obras para determinar sus grados de recompensa, a los perdidos se les juzga por sus obras para determinar su destino eterno.

Y como nadie puede ser justificado ante Dios por sus obras (Is. 64:6 y Ef. 2:8-10), todos serán condenados al infierno. Es por eso que llamo a este juicio “el juicio de los condenados”.

Los injustos también son juzgados por otra razón. Habrá grados de castigo (Lc. 12:35-48 y 20:45-47).

Hay un mito popular en la cristiandad que dice: “Todos los pecados son iguales a los ojos de Dios”. Eso no es cierto. La única manera en que todos los pecados son iguales es que cualquier pecado, ya sea una mentira piadosa o un asesinato, nos condena ante Dios y requiere un Salvador.

Pero no todos los pecados son iguales a los ojos de Dios. Por ejemplo, Proverbios 6:16-19 enumera siete pecados que el Señor odia particularmente, incluyendo las “manos que derramaron sangre inocente”. Y la Biblia deja muy claro que la idolatría es un pecado que es especialmente atroz a los ojos de Dios (Ex. 20:3-5).

Debido a que Dios considera que algunos pecados son peores que otros, habrá grados de castigo (Ap.  22:12), y estos grados se especificarán en el juicio del Gran Trono Blanco.

Un Llamado al Arrepentimiento

¿Cuál es su posición con respecto al juicio inevitable que enfrentará ante el Señor?

Si eres cristiano, ¿sabes qué dones espirituales se le han dado? ¿Los estás utilizando para hacer avanzar el reino del Señor? ¿Es tu motivación el amor al Señor?

Si nunca has confesado a Jesús como tu Señor y Salvador, ¿realmente quieres participar en el juicio de los condenados? ¿Te das cuenta de que la Biblia dice: “Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor?” (Fil.  2:9-11). Eso significa que Mao Tse-tung, y toda persona vil como él que haya vivido, un día hará la confesión del señorío de Jesús. Tú también lo harás.

Te insto a que hagas esa confesión ahora para que puedas participar en la resurrección y el juicio de los justos. Al considerar su decisión, evalúe cuidadosamente las siguientes palabras que se encuentran en Hebreos 9:28:

Así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvación de los que ansiosamente lo esperan.

Observe con atención que este versículo promete que, para quienes estén para Él, Jesús vendrá “sin referencia al pecado". Esa una promesa maravillosa.

Las Últimas Palabras de Jesús

Las últimas palabras más famosas e importantes pronunciadas por cualquier persona en la historia fueron pronunciadas por Jesús en la Cruz, lo que significa que nuestra redención se había completado. Él dijo: “Consumado es” (Juan 19:30).

Pero esas no fueron las últimas palabras de Jesús en esta tierra, porque resucitó de entre los muertos y pasó 40 días con Sus discípulos antes de Su ascensión al cielo. En Su ascensión, Sus últimas palabras fueron:

. . .serán Mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra (Hechos 1:8).

Pero, en realidad, esas no fueron las últimas palabras de Jesús en esta tierra, porque Él regresó 65 años después y se le apareció a Juan en la isla de Patmos. Dictó siete cartas para ser entregadas a siete iglesias. Y sus últimas palabras fueron una promesa: “Vengo pronto” (Ap. 22:20).

Y, según Dios ve el tiempo, eso fue hace sólo dos días  (2 Pedro 3:8).


Lea la parte 2 »»aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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jueves, 30 de enero de 2025

Libro: Cómo Morir con una Sonrisa en el Rostro – Capítulo 3 (Parte 1 de 2)

 Las Secuelas de la Muerte  

Por Dr. David R. Reagan

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Si hace 50 años me hubieras preguntado qué pasa cuando mueres, te habría dado una respuesta patética.

Te hubiera dicho que, cuando mueres, tu alma se duerme hasta que el Señor regrese. Al regreso del Señor, tu alma es resucitada y juzgada, y eres enviado al infierno o se te permite entrar al cielo.

Mi concepto del cielo era la de un mundo espiritual donde los salvos pasan la eternidad como espíritus incorpóreos, flotando en las nubes, tocando arpas.

Una Visión Equivocada

No hace falta decir que no podía entusiasmarme mucho con todo eso. Ciertamente no me gustaba la idea de estar inconsciente en la tumba durante eones de tiempo. Tampoco podía desarrollar ningún entusiasmo por la perspectiva de ser un espíritu incorpóreo sin una identidad o personalidad particular.

Y la idea de tocar el arpa por toda la eternidad era absolutamente escandalosa, ¡porque me habían enseñado que la música de instrumentos en la adoración era una abominación!

Pueden imaginar, por lo tanto, la sensación de conmoción que sentí cuando comencé a estudiar la profecía bíblica y descubrí que todas estas ideas mías acerca de la vida después de la muerte eran ajenas a la Palabra de Dios. Pero mi conmoción rápidamente dio paso a la euforia cuando descubrí lo que el Señor realmente tiene reservado para los creyentes.

La Perspectiva Bíblica

Aprendí de la Palabra de Dios que, cuando aquellos de nosotros que somos cristianos morimos, nuestros espíritus nunca pierden su conciencia (Filipenses 1:23). En cambio, nuestros espíritus plenamente conscientes son inmediatamente conducidos a la presencia de Jesús por Sus santos ángeles (2 Corintios 5:8).

Nuestros espíritus permanecen en la presencia del Señor hasta que Él aparezca por Su Iglesia. En ese momento, Él trae nuestros espíritus con Él, resucita nuestros cuerpos, reúne nuestros espíritus con nuestros cuerpos, y luego glorifica nuestros cuerpos, perfeccionándolos y haciéndolos eternos (1 Tes. 4:13-18).

Regresamos con Él al cielo en nuestros cuerpos glorificados donde se nos juzga por nuestras obras para determinar nuestros grados de recompensas (2 Corintios 5:10). Cuando se complete este juicio, participamos en una gloriosa fiesta de boda para celebrar la unión de Jesús y Su Novia, la Iglesia (Ap. 19:7-9).

Testigos de Gloria

Al concluir la fiesta, irrumpimos de los cielos con Jesús y regresamos con Él a la tierra en gloria (Ap. 19:14). Somos testigos de Su victoria en Armagedón; gritamos “¡Aleluya!”, mientras es coronado Rey de reyes y Señor de señores; y nos deleitamos en Su gloria cuando comienza a reinar sobre toda la tierra desde el Monte Sion en Jerusalén (Zac. 14:1-9; Ap. 19:17-21).

Durante mil años participamos en ese reinado, ayudándole con la instrucción, administración, y la aplicación de Sus leyes perfectas (Ap. 20:1-16). Vemos la tierra generada y la naturaleza reconciliada (Is. 11:6-9). Vemos abundar la santidad y la tierra inundada de paz, rectitud y justicia (Miqueas 4:1-7).

Al final del reinado milenial del Señor, somos testigos de la liberación de Satanás para engañar a las naciones. Vemos la naturaleza verdaderamente despreciable del corazón del hombre, cuando millones se unen a Satanás en su intento de derrocar el trono de Jesús. Pero volveremos a gritar “¡Aleluya!”, cuando seamos testigos de la destrucción sobrenatural de los ejércitos de Satanás y veamos a Satanás mismo arrojado al infierno, donde será atormentado para siempre (Ap. 20:7-10).

Luego seremos testigos del Juicio del Gran Trono Blanco, cuando los injustos sean resucitados para presentarse delante de Dios. Veremos santidad y justicia perfectas en acción, cuando Dios pronuncie Su terrible juicio sobre esta congregación de los condenados, que han rechazado Su don de amor y misericordia en Jesucristo (Ap. 20:11-13).

Jesús será plenamente reivindicado, ya que toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que Jesús es el Señor. Entonces los injustos recibirán su justa recompensa, cuando sean arrojados al lago de fuego (Ap. 20:14-15).

Testidos de una Nueva Creación

Luego presenciaremos la exhibición de fuegos artificiales más espectacular de toda la historia.

Seremos llevados a la Nueva Jerusalén, la mansión eterna preparada por Jesús para Su Novia, y desde allí veremos cómo Dios renueva esta tierra con fuego, quemando toda la inmundicia y contaminación dejada por la última batalla de Satanás (2 Pedro 3:12-13).

Así como los ángeles se regocijaron cuando Dios creó el universo, nos regocijaremos al ver a Dios sobrecalentar esta tierra y remodelarla como una bola de cera caliente en la Tierra Nueva, la tierra eterna, el paraíso donde viviremos para siempre en la presencia de Dios (Ap. 21:1).

¡Qué momento tan glorioso será cuando nos bajen bajados a la Tierra Nueva dentro de la fabulosa Nueva Jerusalén! (Ap. 21:2). Dios descenderá del cielo y morará con nosotros (Ap. 21:3). Él proclamará: “He aquí yo hago todas las cosas nuevas” (Ap. 21:5).

Veremos a Dios cara a cara (Ap. 22:4). Enjugará todas nuestras lágrimas (Ap. 21:4). La muerte ya no existirá (Ap. 21:4). Se nos darán nuevos nombres (Ap. 2:17), y existiremos como personalidades individuales revestidas por cuerpos perfectos (Fil. 3:21). Y creceremos eternamente en el conocimiento de, y el amor por, de nuestro Creador infinito, honrándolo con nuestros talentos y dones.

¡Ahora sí que puedo emocionarme por eso! 

La Palabra Versus la Tradición

¿No es sorprendente lo lejos que podemos alejarnos de la Palabra de Dios cuando dejamos de leer Su Palabra y comenzamos a hablar de las tradiciones de los hombres?

A medida que seguía haciendo un descubrimiento tras otro en la Palabra Profética de Dios que iba en contra de lo que me habían enseñado, comencé a preguntarme sobre el origen de las doctrinas que había aprendido. No tardé mucho en descubrir que la fuente era la filosofía griega. 

El primer intento de mezclar los conceptos de la filosofía griega con las enseñanzas de la Palabra de Dios llegó muy temprano en la historia de la Iglesia. El intento se llamó gnosticismo. La herejía gnóstica surgió entre los primeros conversos gentiles porque trataron de helenizar las Escrituras, es decir, trataron de hacer que las Escrituras se ajustaran a los principios básicos de la filosofía griega.

Los griegos creían que el universo material, incluido el cuerpo humano, era malo. Esta visión negativa de la creación era diametralmente opuesta al pensamiento hebreo, como se revela en la Biblia. Para la mente hebrea, el mundo fue creado bueno (Génesis 1:31). Y, a pesar de que la bondad de la creación fue corrompía por el pecado del hombre (Isaías 24:5-6), la creación aún refleja en cierto grado la gloria de Dios (Salmos 19:1). Lo más importante es que la creación algún día será redimida por Dios (Romanos 8:18-23).

La Herejía Gnóstica

Cuando los primeros gentiles se convirtieron al Evangelio, su mentalidad griega colisionó inmediatamente con algunas de las enseñanzas fundamentales del cristianismo. Por ejemplo, se preguntaban: “¿Cómo pudo Jesús haber venido en la carne si Él era Dios? Dios es santo. ¿Cómo puede El que es santo encerrarse en un cuerpo que es malo?”.

En resumen, porque veían el universo material como malo, no podían aceptar la enseñanza de la Biblia de que Dios se encarnó. Su respuesta fue desarrollar la herejía gnóstica de que Jesús era un ser espiritual o fantasma que nunca se encarnó y, por lo tanto, nunca experimentó la muerte física. 

Esta herejía es denunciada fuertemente en la Escritura. En 1 Juan 4:1-2, se nos dice que probemos a quienes buscan nuestra comunión espiritual, pidiéndoles que confiese “que Jesucristo ha venido en carne...”.

La Corrupción Agustiniana

Alrededor del año 400 d. C., un notable teólogo llamado San Agustín, intentó helenizar lo que las Escrituras enseñaban sobre los eventos del tiempo del fin y la vida después de la muerte. Agustín tuvo mucho éxito en su intento. Sus puntos de vista fueron adoptados por el Concilio de Éfeso en el año 431 d. C., y han permanecido como dogma católico hasta este día. 

La influencia de la filosofía griega no permitió que Agustín aceptara lo que la Biblia enseñaba sobre la vida después de la muerte. Por ejemplo, negó que los santos resucitados gobernarían en la tierra durante mil años en un reino encabezado por Jesús — un concepto que se enseña claramente en toda la Biblia y cuyo período de tiempo se menciona específicamente seis veces en Apocalipsis 20.

En cambio, Agustín argumentó que ahora estamos en el Milenio, con Jesús reinando desde el Cielo. Descartó los mil años como una expresión figurativa que sólo simbolizaba un largo período de tiempo. Para él, era el lapso de tiempo entre la Primera y la Segunda Venida de Jesús.2

Con respecto al estado eterno, Agustín aceptó el concepto de que los creyentes vivieran en cuerpos glorificados eternamente en una nueva tierra, pero lo hizo porque creía que los nuevos cuerpos y la nueva tierra estarían libres de pecado.3

Pero muchos, si no la mayoría, de sus seguidores llevaron sus espiritualizaciones a los extremos, argumentando que la Nueva Tierra era sólo un nombre en clave para el Cielo, y que nuestra existencia eterna consistiría en que viviríamos para siempre en un mundo etéreo como espíritus incorpóreos flotando en las nubes.4

Las opiniones de Agustín son sostenidas por la mayoría de los cristianos profesantes hoy, tanto católicos como protestantes. Eso significa que la mayoría del cristianismo hoy enseña filosofía griega en lugar de la Palabra de Dios cuando se trata del ámbito de la profecía del tiempo del fin y la vida después de la muerte. 

El Estado Intermedio

Algunas de las mayores confusiones sobre la vida después de la muerte se relacionan con el estado intermedio entre la muerte y la eternidad. Algunas personas abogan por un concepto llamado “sueño del alma”. Argumentan que tanto los salvos como los no salvos están inconscientes después de la muerte hasta el regreso de Jesús. 

Pero la Biblia deja muy claro que nuestro espíritu no pierde la conciencia con la muerte. Lo único que se duerme es nuestro cuerpo, en un sentido simbólico (porque un día nuestros cuerpos despertarán cuando resucitemos).

Pablo dice en 2 Corintios 5:8 que preferiría estar “ausentes del cuerpo, y presentes al Señor”. En Filipenses 1:21, observa: Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia”. Luego añade en el versículo 23 que su deseo es “partir y estar con Cristo”. ¡Pablo ciertamente no esperaba estar en coma después de su muerte!

Si entonces nuestros espíritus retienen su conciencia después de la muerte, ¿a dónde van? La Biblia enseña que antes de la resurrección de Jesús, los espíritus muertos iban a un lugar llamado Hades (“Seol” en el Antiguo Testamento). Los espíritus existían allí conscientemente en uno de dos compartimentos, ya fuera el Paraíso o el Tormento. Este concepto se muestra gráficamente en la historia de Jesús del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31).

La Biblia indica que después de la muerte de Jesús en la Cruz, descendió al Hades y declaró a todos los espíritus allí Su triunfo sobre Satanás (1 Pedro 3:18-19; 4:6). La Biblia también indica que después de Su resurrección, cuando ascendió al Cielo, Jesús tomó el Paraíso con Él, transfiriendo los espíritus de los santos del Hades al Cielo (Efesios 4:8-9; 2 Corintios 12:1-4). Los espíritus de los santos muertos se describen posteriormente en el Cielo, ante el trono de Dios (vea Ap. 6:9; 7:9).

Pablo confirma que el Paraíso fue trasladado al Cielo en 2 Corintios 12:1-4, donde dice que fue arrebatado hasta el tercer cielo, donde reside Dios. Luego se refiere a este lugar como el Paraíso.

Los espíritus de los justos muertos no podían directamente ir al Cielo antes de la Cruz, porque sus pecados no estaban perdonados. En cambio, sus pecados fueron simplemente cubiertos por su fe. El perdón de sus pecados tuvo que esperar el derramamiento de la sangre de Cristo (Levítico 17:11; Romanos 5:8-9; Hebreos 9:22).

Pero, desde el tiempo de la Cruz, los que mueren en el Señor son llevados directamente al Cielo porque hoy, cuando una persona recibe a Jesús como Señor y Salvador, los pecados de esa persona son perdonados y olvidados. El estado de los incrédulos, sin embargo, sigue siendo el mismo de siempre. Sus espíritus van al Hades, al compartimento llamado Tormentos, donde esperan su juicio final y su confinamiento en el Infierno.

El Cuerpo Intermedio

Durante el estado intermedio, entre la muerte y la resurrección, ¿cuál es la naturaleza de la existencia de los salvados y los perdidos? ¿Se convierten en espíritu puro en la naturaleza? La respuesta es no, en absoluto.

Sólo Dios es espíritu (Juan 4:24). Los seres humanos, al igual que los ángeles, fueron creados para tener cuerpos. Como dice Pablo en 2 Corintios 5:3, no seremos hallados desnudos.

Cuando nos despojamos de nuestros cuerpos mortales en la muerte, con la separación del espíritu del cuerpo, la Biblia enseña claramente que recibimos un cuerpo espiritual intermedio — intermedio entre nuestro cuerpo mortal actual y el cuerpo inmortal que recibiremos en el momento en que resucitemos. La evidencia de este hecho se puede encontrar en varios lugares de la Biblia.

  • Cuando el rey Saúl quiso saber cómo le iría en una próxima batalla, fue a ver a una bruja en Endor y le pidió que llamara a Samuel de entre los muertos, para que pudiera consultar con él. Evidentemente, pensando que su espíritu demoníaco familiar aparecería, la bruja se asombró cuando Samuel apareció en su lugar y procedió a condenar a Saúl por traficar con el ocultismo (1 Samuel 28:7-19). Tanto ella como Saúl reconocieron a Samuel cuando apareció.

  • Cuando Jesús contó la historia de Lázaro y el rico, dejó en claro que se reconocieron completamente después de que murieron y sus espíritus fueron al Hades — Lázaro al compartimento llamado el Paraíso, y el rico al compartimento llamado Tormentos. Sus espíritus fueron incorporados a cuerpos identificables (Lucas 16:19-31).
  • En Su transfiguración, Moisés y Elías se unieron a Jesús, y los apóstoles que estaban presentes pudieron reconocer a ambos hombres mientras hablaban con Jesús (Mateo 17:1-7).
  • Cuando el apóstol Juan fue llevado al Cielo, vio una inmensa multitud de personas vestidas de blanco frente al trono de Dios, con ramas de palma en sus manos. Cuando preguntó quiénes eran, se le dijo que eran mártires que estaban saliendo de la Gran Tribulación (Ap. 7:9-15).

En cada uno de estos casos, vemos personas muertas cuyos espíritus se han incorporado a cuerpos reconocibles que están vestidos.

Un Resumen

Entonces, ¿qué pasa cuando mueres? Si eres un hijo de Dios, tu espíritu es inmediatamente conducido a la presencia de Jesús por Sus santos ángeles. Te dan un cuerpo espiritual intermedio, y permaneces en el Cielo, en la presencia de Dios, hasta el momento del Rapto.

Cuando Jesús viene por Su Iglesia, Él trae tu espíritu con Él, resucita tu cuerpo y vuelve a poner tu espíritu en ese cuerpo. Luego glorifica tu cuerpo, haciéndolo eterno en naturaleza (1 Corintios 15 y 1 Tes. 4). Reinas con Jesús por mil años y luego vives eternamente con Él en la nueva tierra (Ap. 20-22).

Si no eres un hijo de Dios, entonces tu espíritu va al Hades en tu muerte, donde vives en un cuerpo espiritual intermedio. Este es un lugar de tormentos, donde estás cautivo hasta la resurrección de los injustos, que tiene lugar al final del reinado milenario de Jesús. En esa resurrección, usted es llevado ante el Gran Trono Blanco de Dios, donde es juzgado por sus obras y luego condenado a la muerte segunda, que es el lago de fuego o el infierno (Ap. 20:11-15).

Preparándose para la Eternidad

Una cosa es cierta: Toda rodilla se doblará y toda lengua confesará que ‘¡Jesús es el Señor!’ (Isaías 45:23 y Romanos 14:11). Tu destino eterno será determinado por el momento en que hagas esta confesión.

Si se hace antes de que mueras, entonces pasarás la eternidad con Dios. Si no, entonces harás la confesión en el juicio del Gran Trono Blanco antes de que seas arrojado al Lago de Fuego. Para pasar la eternidad con Dios, tu confesión de Jesús como Señor debe hacerse ahora. Te insto a que hagas esta sencilla oración:

Amado Padre Celestial, vengo a ti confesando que soy un pecador y que deseo arrepentirme de mis pecados y recibir a tu Hijo, Jesús, como mi Señor y Salvador. Dame el don de tu Espíritu Santo para que pueda nacer de nuevo, para que pueda ser sellado para la redención y para que pueda ser reconciliado contigo. En el nombre de Jesús, te lo ruego, Amén.

Lo siguiente que debes hacer es buscar una iglesia que crea en la Biblia y exalte a Jesús. donde puedas hacer una profesión pública de tu fe en Jesús y ser bautizado. Luego, busca un grupo de estudio bíblico, donde puedas participar en un estudio sistemático de la Palabra de Dios.


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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