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jueves, 9 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 12 (pdf)

Aferrarse a la Esperanza

Por Dr. David R. Reagan

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««En Romanos 15:13, Pablo escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Nuestro Dios es un Dios de esperanza que desea llenarnos de esperanza. 

Si conoce a Jesús como su Salvador, usted es un heredero de algunas promesas increíbles, y si conoce esas promesas y cree en ellas, usted puede vivir en este mundo maligno con esperanza, gozo y grandes expectativas»».

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Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 12 (parte 2 de 2)

Aferrarse a la Esperanza

Por Dr. David R. Reagan

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Actividades Significativas

Mi primer descubrimiento fue que no existe tal cosa como el “sueño del alma”. Permanecemos conscientes después de la muerte. Mi segundo descubrimiento fue que no estamos destinados a ser espíritus incorpóreos. Seguimos teniendo un cuerpo — primero, un cuerpo espiritual intermedio, y luego un cuerpo glorificado. Mi tercer descubrimiento fue que no vamos a estar aburridos tocando el arpa por la eternidad. Vamos a participar en en algunas actividades significantes.

Si usted es un creyente y muere antes que el Señor regrese, irá al Cielo, donde estará involucrado en la adoración (Ap. 7:9–14) y el servicio (Ap. 7:15). Es cierto que la Biblia no especifica acerca de nuestra adoración y servicio, pero podemos estar seguros que encontraremos que serán edificantes y llenos de satisfacción. También podría ser que éste será un tiempo de descanso, preparándonos para el tiempo de servicio vigoroso que seguirá, cuando el Señor regrese a la tierra.

Juicio y Recompensas

En el momento del Arrebatamiento (muy probablemente antes de la Tribulación), los vivos y los muertos en Cristo recibirán sus cuerpos glorificados. Estaremos en el Cielo con el Señor durante la Tribulación. Éste será el tiempo de nuestro juicio, no para determinar nuestro destino eterno, sino para determinar nuestros grados de recompensa. Cada uno de nosotros estaremos ante el tribunal de Cristo y seremos juzgados en cuanto a cómo usamos nuestros dones espirituales para avanzar Su reino (2 Corintios 5:10). Nuestras obras serán juzgadas en cuanto a cantidad, calidad y motivo (1 Corintios 3:13–15, 4:5). Algunos experimentarán vergüenza, mientras todas sus obras son quemadas como carentes de valor (1 Corintios 3:13–15). Otros recibirán grandes recompensas.

Algunas de las recompensas estarán relacionadas con el grado de autoridad gobernante que nos será otorgada durante el reinado milenial del Señor (Lucas 19:11–27). Otras consistirán de coronas y vestiduras especiales. Habrá una “corona de justicia” para aquellos que han vivido anhelando el regreso de Jesús (2 Timoteo 4:7–8). Una “corona de vida” será dada a aquellos que perseveren en las pruebas (Ap. 2:10; Jacobo 1:12). Los ancianos y pastores fieles recibirán una “corona de gloria” (1 Pedro 5:4). Los ganadores de almas recibirán una “corona de gozo” (Filipenses 4:1; 1 Tes. 2:19). Una “corona incorruptible” será dada a aquellos que ejercen dominio propio (1 Corintios 9:25). Incluso las vestiduras que recibimos indicarán nuestros grados de recompensa. De alguna manera reflejarán “las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).

Al final de este tiempo de juicio, nosotros, la Novia de Cristo, nos sentaremos a una mesa de banquete en el Cielo para celebrar nuestra unión con nuestro Novio, Jesús. La Biblia la llama la “cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Será un tiempo de celebración sin precedentes. ¡Los cielos resonarán con “Aleluyas”! (Ap. 19:1–6).

Testigos de Gloria

Cuando termine la comida, regresaremos a la tierra con Jesús (Ap. 19:11–14). Estaremos ahí en nuestros cuerpos glorificados cuando Sus pies pisen el Monte de los Olivos y ese monte se parta a la mitad (Zacarías 14:1–9). Estaremos ahí para gritar “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Hosanna al Rey de reyes!”, mientras cabalgue hacia el Valle del Cedrón en Su caballo blanco y se acerque a la Puerta Oriental. 

Estaremos ahí para ser testigos de la apertura sobrenatural de esa puerta mientras le da la bienvenida a Jesús a la santa ciudad de Jerusalén (Salmos 24:7–8):

7) Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.

8) ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.

Estaremos ahí para gritar: “¡Aleluya!”, cuando Jesús sea coronado Rey de reyes y Señor de señores y comience Su glorioso reinado milenial.

El Reinado Milenial

Durante el reinado del Señor, los redimidos van a estar haciendo cualquier cosa excepto flotando alrededor en las nubes tocando arpas. Vamos a reinar con Jesús sobre aquellos a quienes se les permita entrar al Milenio en la carne (los cuales serán aquellos creyentes que estén vivos al final de la Tribulación). Jesús reinará sobre toda la tierra desde Jerusalén (Isaías 2:1–4), como Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:16). David, en Su cuerpo glorificado, reinará como rey de Israel (Ezequiel 37:24). Aquellos de nosotros que seamos santos glorificados, seremos esparcidos por toda la tierra para ayudar con el reinado de Jesús (2 Timoteo 2:12).

Piense en ello — toda persona en la tierra que esté en una posición de autoridad gobernante será un santo glorificado. Algunos de nosotros estaremos en posiciones administrativas, compartiendo el reinado de Jesús como presidentes, gobernadores o alcaldes (Lucas 19:11–27). Otros fungirán como jueces (1 Corintios 6:3). La mayoría de nosotros actuaremos como “pastores” o maestros, procurando traer a aquellos que nazcan durante el Milenio a la fe en Jesús (Isaías 66:18–21; Jeremías 3:15).

Ninguno de nosotros actuará como legisladores, porque la ley será dada por Jesucristo mismo y será perfecta (Isaías 2:1–4). No habrá ninguna abominación conocida como la Legislatura de Texas o el Congreso de los Estados Unidos. Tampoco habrá ningún grupo de presión o partidos políticos.

El Señor regirá con “una vara de hierro” (Salmos 2:9; Ap. 2:27). El gobierno del mundo será una teocracia, con Jesús actuando como el líder político y espiritual. “Entonces recibirá el honor real y desde Su trono gobernará como rey; también desde Su trono servirá como sacerdote y habrá armonía perfecta entre sus dos oficios” (Zac. 6:13; NTV).

Se nos dará la bendición de ver este viejo mundo enfermo de pecado inundado con paz, rectitud y justicia, “como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9). No habrá gente desamparada o hambrienta (Isaías 65:21–22; Miqueas 4:4). La paz envolverá a la tierra (Isaías 11:4–5). El reinado del Señor se caracterizará por la justicia, equidad y fidelidad (Isaías 11:4–5). “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti” (Salmos 22:27).5  

El Estado Eterno

Cuando el Milenio termine y entremos en el Estado Eterno, la Biblia no da detalles en cuanto a cuáles serán nuestras actividades. Sólo nos dice tres cosas: veremos la cara de Dios (Ap. 22:4); serviremos al Señor (Ap. 22:3) y reinaremos con Él para siempre (Ap. 22:5).

Ver la cara de Dios es una perspectiva emocionante, ya que la Biblia dice que nadie ha visto nunca Su rostro (Éxodo 33:20; 1 Timoteo 6:16). Creo que la promesa de ver el rostro de Dios significa que vamos a disfrutar intimidad con Él para siempre. Gran parte de eso será, indudablemente, en forma de adoración. Creo que también significa que creceremos en nuestro conocimiento del Señor para siempre. Él es infinito, y sin importar cuánto lleguemos a conocerle, habrá mucho más para que experimentemos. Me siento seguro que un aspecto de esto será el estudio eterno de Su Palabra. Me emociono por todo esto mientras pienso en cantar los salmos con David, o en estudiar el libro de Romanos con Pablo.  

En cuanto al servicio, imagino, por una parte, que nuestros dones y talentos serán aumentados y que los usaremos para glorificar a Dios. De esta forma, un cantante será capaz de cantar con un rango y perfección nunca antes logrado, y un pintor será capaz de pintar con una gloria nunca imaginada.

Reinar con el Señor para siempre implica que estaremos reinando sobre alguien. Quiénes serán, no lo sé. Quizá serán las “naciones” misteriosas referidas en Apocalipsis que parecen habitar la tierra nueva (Ap. 21:24–27, 22:2).

Nuestro Hogar Eterno

Esto me lleva al último descubrimiento que hice cuando el Espíritu Santo me condujo a un estudio profundo de la profecía bíblica. Descubrí que los Redimidos no van a vivir eternamente en un mundo etéreo llamado Cielo. Aprendí, en cambio, que nuestra morada eterna va a ser en una tierra nueva. La mayoría de los cristianos se asombran por esta verdad, lo que demuestra cuán poco se enseña la profecía bíblica en la Iglesia de hoy.

Dado que la Biblia enseña que la tierra actual es eterna (Salmos 78:69, 148:6), he concluido que la “tierra nueva” será la tierra actual renovada por el fuego. Es cierto que Pedro dijo que la tierra actual será “destruida” por el fuego (2 Pedro 3:10–12), pero, en el contexto, es evidente que se está refiriendo a una transformación radical de la tierra actual. 

Anteriormente en el mismo pasaje, se refirió a la tierra original como siendo “destruida” por el agua, hablando del diluvio de Noé. La tierra de la época de Noé no dejó de existir, pero el diluvio la “destruyó”, en el sentido de que éste cambió radicalmente la naturaleza de la tierra — inclinándola sobre su propio eje, dividiendo los continentes, estableciendo el registro fósil, depositando los organismos marinos que se convertirían en los depósitos de petróleo, y creando las profundidades del océano y las alturas de las montañas.

Al final del Milenio, el fuego será utilizado por Dios para quemar la contaminación de la última revuelta de Satanás. En medio de ese infierno ardiente, Dios le dará una nueva forma a la tierra como a una bola de cera caliente. Él la refrescará y la restaurará a su perfección original (Hechos 3:21). Él entonces hará descender a la Nueva Jerusalén a la tierra nueva, con los redimidos dentro (Ap. 21:1–2). Luego, ¡Él mismo vendrá a la tierra para vivir en nuestra presencia eternamente! “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3).

El Cielo es donde Dios reside. Cuando se suministre la tierra nueva, el Cielo descenderá a la tierra, cuando Dios establezca Su residencia en esta tierra nueva. Así pues, es cierto que los redimidos vivirán eternamente en el Cielo, pero el Cielo estará en la tierra.

La Redención de Toda la Creación

Dios ama a Su creación y tiene la intención de redimirla — toda ella — y no destruirla con algún “big bang” místico. Jesús murió en la Cruz no sólo para redimir a la Humanidad, sino también para redimir a la Creación. Ésa es la razón por la que el sumo sacerdote en el Antiguo Testamento rociaba la sangre no sólo sobre el propiciatorio del Arca, sino también en el suelo frente al Arca (Levítico 16:15).

La sangre en el propiciatorio del Arca era una profecía simbólica que apuntaba al hecho de que la sangre del Mesías cubriría la ley de Dios (las tablas dentro del Arca) con la misericordia y la gracia de Dios. La sangre en el suelo era un recordatorio de que el sacrificio del Mesías haría posible que la maldición fuera removida, y que los reinos animal y vegetal volvieran a su perfección original (Isaías 11:6–9; Romanos 8:18–23).

Un Temor Injustificado

Muchas personas tienen miedo de la profecía Bíblica. Dicen que está llena de “pesimismo”. Esto es cierto para aquellos que han rechazado al Señor. Pero, para aquellos que lo conocen y lo aman, sólo hay buenas noticias. El Antiguo Testamento termina con un ejemplo de lo que estoy hablando. Dice, “Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego” (Malaquías 4:1). Ésas son malas noticias. Pero el mismo versículo siguiente contiene buenas noticias increíbles para los creyentes: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías 4:2)

La profecía Bíblica está llena de gloriosas promesas que están diseñadas para dar al pueblo de Dios un fuerte sentido de esperanza, mientras vive como peregrinos y extranjeros en medio de un mundo cada vez más malo que rechaza a Dios. Cuando usted lee estas maravillosas promesas, puede entender por qué Pablo escribió estas palabras (1 Corintios 2:9):6 

“Cosas que ojo no vio, no oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que los aman”.

Un Dios de Esperanza

Tal como este versículo indica, no podemos siquiera empezar a imaginar las bendiciones maravillosas que Dios tiene reservadas para los redimidos. Pero el mismo versículo siguiente dice que el Espíritu Santo nos ha revelado estas bendiciones en la Palabra de Dios (1 Corintios 2:10). 

Lo triste es que la mayoría de los cristianos son ignorantes de esas promesas y, por lo tanto, no tienen idea de lo que Pablo quiso decir cuando escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

En Romanos 15:13, Pablo escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Nuestro Dios es un Dios de esperanza que desea llenarnos de esperanza. 

Si conoce a Jesús como su Salvador, usted es un heredero de algunas promesas increíbles, y si conoce esas promesas y cree en ellas, usted puede vivir en este mundo maligno con esperanza, gozo y grandes expectativas.

Mientras el mundo que hemos construido sobre el dólar colapsa alrededor nuestro, mantengamos una perspectiva eterna con nuestra esperanza firmemente fija en el cercano regreso de Jesús. ¡Maranata!

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

martes, 7 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 12 (parte 1 de 2)

  Aferrarse a la Esperanza

Por Dr. David R. Reagan

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La esperanza es esencial para la vida. Sin ella, las personas descienden a una profunda depresión, o se suicidan, o simplemente se tumban y mueren.

Durante el Holocausto, Viktor Frankl, quien luego se convirtió en un renombrado psiquiatra mundial, era un prisionero en uno de los campos de la muerte de los nazis. El observó que cada año, mientras Navidad se aproximaba, la esperanza de que los prisioneros fueran liberados el día de Navidad se extendía por todo el campamento. Era una esperanza irracional, pero era esperanza. Luego, cuando la Navidad llegaba y se iba sin ninguna liberación, cientos de prisioneros se tumbarían y morirían. Sin esperanza, ellos no podían vivir.1 Frankl concluyó, “Es una peculiaridad del hombre que él sólo puede vivir mirando hacia el futuro”.2

Una Necesidad Desesperada

El mundo necesita desesperadamente esperanza en estos tiempos del fin. Vivimos en un mundo de temores crecientes — temor a un holocausto nuclear, temor a un colapso económico, temor a plagas como el SIDA, temor al terrorismo, temor a la guerra y — por supuesto — temor a la vida y a la muerte. Los cristianos también necesitan esperanza, especialmente cuando enfrentan una persecución cada vez mayor.

Algunos podrían responder diciendo: “¡Los cristianos son los únicos que tienen alguna esperanza!”. Eso es cierto, pero el problema es que la mayoría de los cristianos profesantes no pueden articular su esperanza más allá de una declaración vaga como: “Mi esperanza es el cielo”.  

Una Virtud Ignorada

Me di cuenta de esto un día cuando estaba leyendo el gran poema de amor de Pablo en 1 Corintios 13. Termina con la famosa frase: “Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13).3

Mientras pensaba en estas palabras, de repente se me ocurrió que había escuchado cientos de sermones acerca de la fe y cientos acerca del amor, pero no pude pensar en uno solo acerca de la esperanza. En ese momento el Señor grabó en mi corazón que la esperanza es la más ignorada de las virtudes cristianas. 

Supe instantáneamente por qué eso es cierto. Es porque la esperanza está relacionada directamente con el conocimiento que uno tiene de la profecía bíblica, y no hay un tema en la Iglesia moderna que sea más ignorado que la profecía.

Deténgase y piense en ello por un momento. ¿Cuál es su esperanza? ¿Cómo se la explicaría a un incrédulo? ¿Podría ir más allá de las palabras, “Mi esperanza es el cielo”?

Mi Herencia

Durante los primeros 30 años de mi vida recibí casi ninguna enseñanza acerca de profecía bíblica, y vivía con poca esperanza. Si usted me hubiera pedido que definiera mi esperanza, le habría dado una respuesta patética, basada más en la filosofía griega que en la teología hebrea.

Se me enseñó que, si moría antes que el Señor volviera, experimentaría “el sueño del alma”. En otras palabras, caería en la inconsciencia total y yacería en mi tumba hasta que el Señor volviera. A Su regreso, me enseñaron que ocurriría un “big bang” que vaporizaría el universo. Mi alma sería resucitada, y me marcharía hacia un mundo etéreo llamado Cielo, donde flotaría por ahí en una nube y tocaría un arpa eternamente.

Para mí, era un cuadro sombrío. No me agradaba la idea de yacer comatoso en una tumba por eones de tiempo. El “big bang” me asustaba hasta la muerte. Me repulsaba la idea de convertirme en alguna clase de espíritu incorpóreo sin ninguna individualidad o personalidad. Ciertamente no podía emocionarme tener que tocar un arpa por siempre. De hecho, encontraba esa idea francamente hilarante.

Verá, crecí en una iglesia que creía que es un pecado terrible tocar un instrumento musical en un servicio de adoración. Sin embargo, ¡íbamos a tocar arpas en el Cielo eternamente! No tenía sentido para mí, así que lo descarté como un montón de tonterías sin sentido.

No tenía a quien culpar sino a mí mismo, porque no estudiaba la Palabra de Dios como debía hacerlo. Cuando finalmente empecé a hacer eso, y el Espíritu Santo comenzó a dirigirme hacia el estudio de la profecía bíblica, comencé a hacer descubrimientos acerca del futuro que ministraron gran esperanza a mi espíritu. De hecho, llegué a estar tan emocionado acerca de mis descubrimientos que empecé a saltar las bancas de la iglesia y a colgarme de los candeleros gritando “¡Aleluya!” y “¡Alabado sea el Señor!” ¡La gente pensó que me había convertido en pentecostal de la noche a la mañana! No, sólo había descubierto las maravillosas promesas de Dios para el futuro, que están diseñadas para darnos esperanza en el presente.

La Falacia del Sueño del Alma

El primer descubrimiento que hice se refería al “sueño del alma”. Descubrí que es un concepto no bíblico. Es cierto que cuando morimos, nuestros cuerpos “duermen” metafóricamente, pero los espíritus de los muertos nunca pierden su conciencia.

Jesús enseñó esto claramente en Su historia acerca del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19–31). Cuando murieron, sus espíritus fueron al Hades. El espíritu del hombre rico fue a un compartimento en el Hades llamado “Tormento”. El espíritu de Lázaro fue a un compartimento llamado “el seno de Abraham”. En la Cruz, Jesús se refirió al seno de Abraham como el “Paraíso” (Lucas 23:43). Los dos compartimentos estaban separados por una “gran sima”, que no podía cruzarse.

En la historia de Jesús, ambos hombres son descritos totalmente conscientes. Incluso sostienen una conversación entre ellos. Sus almas no están dormidas.

Evidencia adicional de la conciencia después de la muerte puede encontrarse en Apocalipsis 7. Juan ha sido llevado al Cielo y se le está dando un recorrido del salón del trono de Dios. Él mira “una gran multitud… de cada nación y de todas las tribus y pueblos y lenguas”, de pie ante el trono de Dios, “vestida con ropas blancas” y batiendo palmas en adoración (Ap. 7:9). Ellos están completamente conscientes mientras cantan, “La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (Ap. 7:10).

Juan quiere saber la identidad de estas personas. Se le dice que son mártires de Cristo que han salido de la “gran tribulación” (Ap. 7:14).

Aquí hay dos escenas en las Escrituras de personas que están totalmente conscientes después de la muerte. Pero note que hay una diferencia muy importante en las dos escenas. En la historia de Jesús, los salvos están en el Hades, en un compartimiento llamado “el seno de Abraham”, o “Paraíso”. En la visión de Juan, los salvos están en el cielo. ¿Por qué las dos ubicaciones diferentes?

El Hades y el Cielo

La respuesta es que, antes de la Cruz, las almas de los salvos no iban directamente al Cielo. No podían ir allí porque sus pecados no habían sido perdonados. Sus pecados sólo fueron cubiertos por su fe, no perdonados. No puede haber perdón de pecados sin el derramamiento de sangre (Levítico 17:11; Hebreos 9:22). El perdón de los que murieron en la fe antes de la Cruz tuvo que esperar el derramamiento de la sangre del Mesías.

Esa es la razón por la que Jesús descendió al Hades después de Su muerte en la Cruz (1 Pedro 3:19–20). Fue allí para proclamar el derramamiento de Su sangre por los pecados de la humanidad. Debe haber habido grandes gritos de regocijo por parte de los santos del Antiguo Testamento que habían estado esperando estas buenas nuevas. Ahora sus pecados no sólo estaban cubiertos por su fe, sino que fueron perdonados por la sangre de Jesús. Eso los convirtió en candidatos para ser llevados a la presencia del Padre Celestial. Y eso es exactamente lo que sucedió cuando Jesús ascendió más tarde al cielo. Se llevó consigo “a los cautivos” (Efesios 4:8; NVI), refiriéndose a los salvos que habían sido retenidos en el Hades, esperando la sangre derramada del Mesías.

El Hades y el Infierno

Ha habido muchos malentendidos sobre todo esto a lo largo de la historia del cristianismo, porque los traductores han confundido el Hades con el Infierno.4 Los dos no son lo mismo. Hades (llamado Seol en el Antiguo Testamento) es un lugar temporal donde se mantienen los espíritus de los muertos. El Infierno es el destino final de los inconversos. Nadie está en el Infierno hoy. Los primeros en ir al Infierno serán el Anticristo y su Falso Profeta (Apocalipsis 19:20). Satanás se unirá a ellos al final del Milenio, cuando será arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10).

Los no salvos se encuentran actualmente en el Hades, en el compartimento llamado Tormento. Al final del reinado milenial del Señor, serán resucitados, juzgados, condenados y consignados al “lago de fuego”, que es el Infierno (Apocalipsis 20:11–15). Note que en Apocalipsis 20:14 el texto dice específicamente que tanto “la muerte como el Hades” serán arrojados al lago de fuego. Esto significa que tanto el cuerpo (muerte), como el alma (Hades) serán asignados al Infierno.

Las Afirmaciones de Pablo

Desde la Cruz, los espíritus de los salvos han sido llevados inmediatamente a la presencia del Señor en el Cielo por Sus santos ángeles. Pablo afirma que el paraíso se trasladó del Hades al Cielo. En 2 Corintios 12:2–4 declara que fue llevado al “tercer cielo”, al que identifica como el “Paraíso”. El primer cielo es la atmósfera de este planeta. El segundo cielo es el espacio exterior. El tercer cielo es donde reside Dios.

Pablo también afirma la conciencia después de la muerte. En 2 Corintios 5:8, escribió que preferiría “estar ausente del cuerpo, y presente al Señor”. El repitió este sentimiento en su carta a los Filipenses donde escribió, “el vivir es Cristo, y morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Él explicó el significado de esta declaración, al añadir que su deseo era “partir para estar con Cristo” (Filipenses 1:23). 

El Estado Intermedio

Mi segundo descubrimiento fue que no estamos destinados a una existencia etérea como espíritus incorpóreos. Inmediatamente después de la muerte, tanto los salvos como los perdidos reciben un cuerpo que voy a llamar un “cuerpo espiritual intermedio”. Le he dado ese nombre porque es un cuerpo que es intermedio entre nuestro cuerpo físico actual y el cuerpo glorificado definitivo que los santos recibirán al momento de su resurrección.

La Biblia no nos dice mucho acerca de este cuerpo, excepto que es tangible y reconocible. Un ejemplo de eso se encuentra en 1 Samuel 28 donde se nos dice que el rey Saúl, en su rebelión contra Dios, buscó el consejo de una bruja. Ella, a su vez, procuró invocar a su espíritu demonio familiar. En su lugar, el Señor envió a Samuel, quien había muerto hace tiempo atrás. En el momento que Samuel apareció, tanto la bruja como Saúl lo reconocieron. Samuel procedió a pronunciar sentencia sobre Saúl, diciéndole que su reino sería entregado a David y que, al día siguiente, “tú y tus hijos estaréis conmigo” (1 Samuel 28:8–19). Al día siguiente, Saúl y sus tres hijos, incluido Jonatán, fueron asesinados por los filisteos (1 Samuel 31:1–6).

Otro ejemplo del cuerpo espiritual intermedio puede encontrarse en Mateo 17, donde se cuenta la historia de la Transfiguración de Jesús. Esto fue cuando a Sus discípulos se les dio una visión de Su gloria venidera. Mientras atestiguaban este acontecimiento maravilloso, dos personas aparecieron repentinamente y empezaron a hablar con ellos. Las dos personas eran Moisés y Elías (Mateo17:1–5). 

Es muy posible que estos dos aparecieran nuevamente en la ascensión de Jesús. Lucas nos dice que mientras los discípulos miraban fijamente a Jesús mientras Él ascendía al cielo, dos hombres vestidos de blanco aparecieron de repente y les dijeron: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9–11). Los hombres no son identificados. Podrían haber sido ángeles, pero también podrían haber sido Elías y Moisés.

Un ejemplo adicional de cuerpos espirituales intermedios es uno que ya he mencionado. Es la escena que Juan vio en el cielo que se registra en Apocalipsis 7. Vio una gran multitud, demasiada para ser contada. Estaban de pie ante el trono de Dios vestidos con túnicas blancas y agitando ramas de palmera. A Juan se le dijo que éstos eran mártires que salían de la gran Tribulación (Apocalipsis 7:9–14).

La Glorificación

Cuando Jesús regrese, la Biblia dice que traerá con Él los espíritus de los salvos (1 Tes. 4:13–14). Él resucitará sus cuerpos en un gran milagro de recreación (ya sea que sus cuerpos estén preservados, putrefactos, cremados o disueltos en el océano). En un parpadeo, Él reunirá sus espíritus con sus cuerpos resucitados y luego glorificará sus cuerpos (1 Tes. 4:15–16). Luego, aquellos santos que estén vivos serán arrebatados para recibir al Señor en el cielo y serán transformados mientras ascienden (1 Tes. 4:17).

Toda mi vida he escuchado a las personas decir: “Hay dos cosas en la vida que no puedes evitar: la muerte y los impuestos”. Esa declaración es incorrecta. La única cosa que no podemos evitar son los impuestos y más impuestos. Una generación entera de creyentes evitará la muerte — la generación que esté viva cuando el Señor regrese por Su Iglesia. Con razón Pablo concluyó este gran pasaje en 1 Tesalonicenses diciendo: “Por lo tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tes. 4:18).

¿Qué es un cuerpo glorificado? Pablo escribió un capítulo entero acerca del tópico en 1 Corintios 15. Él dijo que nuestros cuerpos glorificados serán incorruptibles, gloriosamente puros, poderosos y espirituales (1 Corintios 15:42–44). 

Pablo además declara que el cuerpo glorificado será inmortal y, como tal, no estará más sujeto a la muerte (1 Corintios 15:53–55). Éste es un punto importante. Muchos en la cristiandad creen en la inmortalidad del alma. Ése no es un concepto bíblico. Proviene de los escritos de Platón, un filósofo griego. La Biblia dice que sólo Dios posee la inmortalidad (1 Timoteo 6:16). No recibimos la inmortalidad hasta que se nos dan nuestros cuerpos glorificados. La inmortalidad es un regalo de gracia para los redimidos.

La Naturaleza del Cuerpo Glorificado

Pablo hizo una declaración en su carta a los Filipenses que creo que nos provee el marco de referencia para entender cómo serán nuestros cuerpos glorificados. Él escribió que, cuando Jesús regrese, “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:20–21). En otras palabras, nuestros cuerpos glorificados van a ser como el cuerpo resucitado de Jesús.

Ahora, piense en ello por un momento. Después de Su resurrección, Jesús tenía un cuerpo tangible que podía ser tocado y reconocido (Lucas 24:41–43; Juan 20:27–28). Al principio, las personas tenían dificultad en reconocerle, pero eso es entendible. Si usted enterró a su amigo un día y él golpeara su puerta al siguiente, ¿lo reconocería? ¿No asumiría que era alguien que se parecía a su amigo? Una vez que los discípulos se dieron cuenta que Jesús verdaderamente había resucitado, no tuvieron más dificultad en reconocerle, incluso a la distancia (Juan 21:1–7).

Entonces, Jesús tenía un cuerpo similar a los que tenemos ahora. Era tangible y reconocible. También era un cuerpo que comía. Jesús es descrito comiendo con Sus discípulos varias veces, incluyendo una porción de pescado en la playa del Mar de Galilea (Lc.24:30–31, 41–42; Juan 21:10–13).

Debo admitir que me emociono cuando leo estos relatos de Jesús comiendo, y también cuando leo acerca de nuestra comida con Él en el Cielo, en la “cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:7–9). ¡Tengo esta fantasía que seremos capaces de comer todo lo que queramos en nuestros cuerpos glorificados y no tendremos que preocuparnos por aumentar de peso! (Esto debería ser suficiente para hacer que muchos de ustedes griten “¡Maranata!”)

Una Dimensión Diferente

El cuerpo resucitado de Jesús era similar a los nuestros en muchos sentidos, pero también había algunas diferencias. El cuerpo de Jesús parecía tener una dimensión diferente, ya que podía pasar a través de paredes de un cuarto encerrado (Juan 20:26), y podía moverse de un lugar a otro casi instantáneamente (Lucas 24:30–36). En un momento estaba en el camino a Emaús, en el siguiente estaba en Jerusalén, y luego aparecería en el área de Galilea.

Sus discípulos estaban tan sobresaltados y asustados por Su habilidad de desaparecer y reaparecer repentinamente en otro lugar, que pensaron que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús contradijo esa idea inmediatamente al decirles: “Palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39). 

Cuando la Palabra dice que nuestros cuerpos glorificados serán de naturaleza “espiritual” (1 Corintios 15:44), no quiere decir que seremos espíritus etéreos. Dice que nuestro cuerpo natural será resucitado como un cuerpo espiritual, no como un espíritu. Aún tendremos un cuerpo, pero ya no será controlado más por la antigua naturaleza pecaminosa, la carne. En cambio, será un cuerpo rendido completamente al control del Espíritu Santo.

Hay otra cosa que la Biblia revela acerca del cuerpo glorificado que debería ser una fuente de gran consuelo. El cuerpo glorificado será un cuerpo perfeccionado. Eso significa que los ciegos verán, los sordos oirán, los cojos caminarán, y los mudos hablarán. Aquéllos que son enfermos mentales tendrán sus mentes sanadas (Isaías 29:18–19, 32:3–4, 35:5–6). Ya no habrá más dolor o muerte (Ap. 21:4). Dios “enjugará toda lágrima” y “ya no habrá más llanto, ni clamor ni dolor” (Ap. 21:4).

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

martes, 6 de abril de 2021

La Centralidad de la Resurrección (pdf)

 ¿Es la esencia del Evangelio?

Por Dr. David R. Reagan

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Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe


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La Centralidad de la Resurrección

¿Es la esencia del Evangelio?

Por Dr. David R. Reagan

Crecí en una iglesia legalista y sectaria que se consideraba la única iglesia verdadera. La iglesia tenía varias doctrinas distintivas. El uso de la música instrumental en la adoración era condenado como anti bíblico. El Espíritu Santo era visto como un objeto inanimado — es decir, la Biblia misma. El concepto de un futuro reinado del Señor en la tierra era despreciado. Y la regeneración bautismal era el concepto de salvación del grupo. O, para decirlo de otra manera, creían que eras salvo por el rito del bautismo. En consecuencia, uno de nuestros lemas favoritos era: “Te encuentras con la sangre en el agua” (hablando de la sangre de Jesús).

Sólo escuchábamos dos tipos de sermones. La mayoría, estaban relacionados con lo que llamábamos “el plan de salvación”. El resto se dedicaban a demostrar por qué éramos la única iglesia verdadera. 

Nuestro plan de salvación consistía de cinco pasos. Cuando éramos niños, nos enseñaron a memorizarlo mientras contábamos los pasos con los dedos. Los cinco pasos eran: “escuchar, creer, arrepentirse, confesar y bautizarse”.

Predicando un Plan

Nuestros ministros predicaban este plan una y otra vez, dedicando un sermón completo a cada paso. El sermón culminante —el tour de force — siempre era el del bautismo. Nuestros predicadores eran juzgados por el poder de sus sermones sobre el bautismo. Y a menudo eran tan conmovedores en su elocuencia, que los miembros que ya habían sido bautizados marchaban por los pasillos durante el “tiempo de invitación”, para ser bautizados una y otra vez — sólo para asegurarse de que “lo habían hecho bien”.

Cada versículo en la Biblia que mencionaba el agua se aplicaba al bautismo, fuera aplicable o no. Como suelen decir nuestros críticos, éramos un pueblo con “agua en el cerebro”. El único pasaje que nunca oíamos citar era el que se encuentra en 1 Corintios 1:17, donde el apóstol Pablo escribió: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”. Ese versículo era anatema para nosotros porque, en lo que a nosotros respecta, el bautismo era el evangelio. 

"La Resurrección", por el artista francés James Tissot (1836-1902).

Ahora tenga en cuenta que esta retorcida predicación del plan de salvación era presentada domingo tras domingo a una audiencia en la que el 90% de la audiencia ya había respondido al plan — y el resto eran niños pre–adolescentes que lo harían tan pronto como alcanzaran la “edad de responsabilidad” (que para nosotros era alrededor de los 13 años). El trágico resultado era que no había crecimiento espiritual en el Señor. ¿Cómo podría haberlo? Nos alimentaban sólo con bazofia — y nos la daban una y otra vez.  

No aprendíamos nada sobre la guerra espiritual ni sobre las cosas más profundas relacionadas con el Señor y nuestro caminar con Él. No teníamos ningún concepto sobre cómo aplicar la Biblia a nuestra vida diaria. Nos dejaban vivir en el poder de nuestra carne, ya que no sabíamos nada acerca del Espíritu de Dios.

Mientras nuestros ministros hablaban sin cesar sobre el plan de salvación, nos volvimos “tardos para oír” (Hebreos 5:11). Necesitábamos alimento sólido. Todo lo que obteníamos era leche (Hebreos 5:12). Estábamos atascados en los principios elementales, incapaces de avanzar hacia la madurez espiritual (Hebreos 6:1). Pero aún, teníamos los principios elementales erróneos. Instábamos a las personas a poner su fe en un plan en lugar de en un Salvador. No entendíamos que la salvación es una cuestión de relación con una persona: Jesús de Nazaret. En lugar de señalar a la gente a este Hombre, el Hijo de Dios, les pedíamos que pusieran su fe en un plan mecánico.

Un Punto de Inflexión Personal

El avance (y ruptura) para mí comenzó durante mi último año en la universidad en 1959, cuando mi mamá y mi papá me dieron un regalo de navidad muy especial. Era una copia del Nuevo Testamento en Inglés Moderno, de J.B Philips (Macmillan, 1958). 

Phillips fue un clérigo anglicano que intentó enseñar la Biblia a adolescentes británicos, durante la Segunda Guerra Mundial. Se dio cuenta de que el lenguaje shakesperiano de la Biblia King James desalentaba a los niños. Entonces, decidió preparar su propia traducción del pasaje de las Escrituras asignado cada semana. A los niños les encantó su versión fresca y moderna, que en realidad era más una paráfrasis que una traducción. 

Aunque se me había enseñado un gran respeto por la Biblia como la Palabra de Dios, a mí también me había desanimado el lenguaje forzado y arcaico de la versión King James. La versión de Phillips cambió todo eso. Hizo que la Biblia cobrara vida para mí. Por primera vez, la lectura de la Biblia se volvió agradable, tanto que, de hecho, no podía dejarla. Leía y leía y leía, y luego volvía a leer. 

Nunca volví a ser el mismo desde entonces. Es una de las razones por las que me apresuro a comprar una copia de cada nueva versión de la Biblia. Siempre obtengo una nueva perspectiva de cada una. 

Predicando al Hombre

La percepción que me cambió la vida, que recibí de la versión de Phillips vino de mi lectura del libro de los Hechos. Comencé a notar que nunca había escuchado sermones como los registrados allí. Tomemos, por ejemplo, el primer sermón del Evangelio que alguna vez se haya predicado — el que Pedro predicó en Pentecostés, después de la Ascensión de Jesús (Hechos 2:14:42). De principio a fin, el centro del sermón es Jesús.

Pedro comenzó con una afirmación de que “Jesús de Nazaret fue un hombre confirmado a ustedes por Dios a través de las obras de poder, los milagros y las señales que Dios mostró a través de él en medio de ustedes…” (Versión de Phillips, traducción de su servidor). En otras palabras, Jesús era Dios encarnado. Entonces Pedro afirmó audazmente que quienes lo escuchaban eran responsables del asesinato de Jesús. Luego se mueve al corazón de su sermón:

Dios lo volvió a la vida —y de hecho, no había nada por lo que la muerte pudiera detener a un hombre así…Cristo no fue abandonado en la muerte y su cuerpo nunca fue destruido. Cristo es el hombre Jesús, a quien Dios resucitó — ¡un hecho del que todos somos testigos presenciales! (versión de Phillips, traducción del traductor). 

Como dejan en claro estas palabras, el evangelio no es el bautismo. Es, en cambio, la Resurrección — el triunfo de Jesús sobre la muerte — porque este evento es lo que valida a Jesús como quien dijo que era; a saber, el Hijo de Dios. 

El tema del bautismo no surge hasta después de que el sermón termina. En respuesta al sermón, la gente exclama: “¿Qué debemos hacer?”. Pedro responde llamándolos a arrepentirse y bautizarse.

Centrándose en la Resurrección

La certeza y la gloria de la Resurrección, y la esperanza proporcionada por ella, es el enfoque central de todos los sermones registrados en el libro de los Hechos (todas las citas a continuación son de la RVA-2015, con énfasis añadido).

1) El segundo sermón de Pedro (pronunciado en el Monte del Templo): 

…Hombres de Israel…ustedes mataron al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos… (Hechos 3:12, 15).

2) La predicación inicial de los apóstoles en Jerusalén:

Mientras ellos [los apóstoles] estaban hablando al pueblo, llegaron los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y los saduceos, resentidos de que [los apóstoles] enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de entre los muertos (Hechos 4:1–2).

3) Pedro ante el Concilio Sanedrín (los líderes espirituales de los judíos):

…sea conocido a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel, que ha sido en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Por Jesús este hombre está de pie sano en su presencia (Hechos 4:10).

4) Los apóstoles predicando en Jerusalén, a medida que la persecución de la Iglesia aumentaba:

Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos (Hechos 4:33).

5) Pedro ante el Sanedrín otra vez:

El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándole en un madero. 

6) Esteban ante el Sanedrín:

¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios! (Hechos 7:56)

7) Pedro predicándole a Cornelio y su casa en Cesarea Marítima:

Me refiero a Jesús de Nazaret…A él le mataron colgándole sobre un madero, pero Dios le levantó al tercer día… (Hechos 10:38–40). 

Este letrero está en la puerta de la Tumba del Jardín, en Jerusalén. 

8) Pablo en Antioquía de Pisidia (durante su segundo viaje misionero):

Hombres de Israel…Dios trajo para Israel un Salvador, Jesús…Dios le levantó de entre los muertos…esta [promesa] la ha cumplido Dios para nosotros sus hijos, cuando resucitó a Jesús… (Hechos 13:16, 23, 30, 33).

9) Pablo en Atenas (durante su segundo viaje misionero):

…les anunciaba [Pablo] el evangelio de Jesús y la resurrección (Hechos 17.18).

10) El sermón de Pablo en el Areópago, en Atenas:

Por cuanto ha establecido [Dios] un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos (Hechos 17:31).

11) La defensa de Pablo ante el rey Agripa (en Cesarea Marítima):

Me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: que el Cristo había de padecer, y que por ser el primero de la resurrección de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles (Hechos 26:22–23). 

Un letrero en los terrenos de la Tumba del Jardín, en Jerusalén.

La Centralidad de la Resurrección

Como pueden ver, el mensaje central, repetidamente, es que “¡Jesús ha resucitado!”. En 1 Corintios 15, Pablo afirma dogmáticamente que “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes” (versículo 14). Luego vuelve a declarar la misma verdad con palabras similares con gran fuerza: “…si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados” (versículo 17).Luego declara: Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron” (versículo 20). La conclusión, como Pablo lo expresa tan sucintamente en Romanos 1:4 es que Jesús “…fue declarado Hijo de Dios con poder…por su resurrección de entre los muertos…”. En resumen, la Resurrección es el validador de Jesús como Salvador y Señor. 

Pedro se hace eco de este sentimiento en 1 Pedro 1:3— Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos…”.

Jesús mismo enfatizó la importancia de Su resurrección cuando se le apareció a Juan en la isla de Patmos, 65 años después de Su Ascensión al Cielo. Jesús dijo: “No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17–18).

¡Qué palabras tan increíbles! Y cuán tranquilizadoras son para todos los que han puesto su fe en Jesús. Él está diciendo: “Soy el comienzo de la historia. Soy el fin de la historia. Soy el significado de la historia. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo. Y debido a que he vencido a la muerte, tengo autoridad sobre ella”.

Un día pronto, Jesús ejercerá esa autoridad al resucitar a todos los muertos que hayan puesto su fe en Él. Los que estén vivos en ese momento serán trasladados — cambiados de mortales a inmortales — en un abrir y cerrar de ojos (1 Tesalonicenses 4:13–18).

¿Serás uno de ésos? Lo serás si pones tu fe en Jesús. No puedes ser salvo poniendo tu fe en una iglesia, un credo o un “plan de salvación”. 

Jesús le dijo a ella [Martha]: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25 — hablado por Jesús a Marta en la tumba de Lázaro). 

Si desea obtener recursos adicionales sobre este tema, visite nuestra sección:
La Resurrección en la Profecía

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe


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miércoles, 31 de marzo de 2021

La Historia de la Resurrección

Por Dr. Arnold G. Fruchtenbaum

El Amanecer del Día de Resurrección

El amanecer del día de la Resurrección está registrado por dos de los Evangelios: Mateo 28:1 y Marcos 16:1. Mateo 28:1 declara: Al final de los sábados, al amanecer del día uno de la semana, llegó Miriam de Magdala, con la otra Miriam, para ver el sepulcro (BTX).

Cuando la mayoría de los creyentes gentiles leen: Al final de los sábados, al amanecer del día uno de la semana, piensan en términos de las horas muy tempranas de la mañana del domingo. Y, a partir de esta suposición, se originaron los tradicionales cultos de domingo de resurrección. Pero ése no es el punto de este texto.

Al determinar el momento real de la Resurrección, debemos recordar que el primer día de la semana judía es desde el ocaso del sábado hasta el ocaso del domingo. El término “amanecer” se usa para referirse al momento del día cuando la luz comienza a aparecer en el horizonte, antes de que el sol comience a aparecer. Pero, en el significado original, la palabra amanecer simplemente significaba “hacia el comienzo del nuevo día”, sin importar qué momento del día era. Cuando el texto declara: Al final de los sábados, significa yendo hacia el atardecer del sábado por la noche. 

Debe recordarse que los escritores de los evangelios eran todos judíos, y el elemento para medir el tiempo que usaron era el tiempo judío, no el tiempo gentil. 

Los gentiles miden el tiempo de un día de la medianoche a la medianoche, pero el día judío es de ocaso a ocaso. El nuevo día comienza tan pronto como tres estrellas aparecen después del ocaso. Por lo tanto, cuando Mateo dijo: Al final de los sábados, al amanecer del día uno de la semana, quiso decir sábado por la tarde, hacia el anochecer; el sol se había puesto, y la primera de las tres estrellas estaba comenzando a aparecer. Ése fue el amanecer del primer día de la semana. 

La declaración de Marcos: Pasado el sábado (BTX), muestra que él comienza su elemento de tiempo para el momento cuando las tres estrellas ya habían aparecido en la noche del sábado. Por lo tanto, las mujeres fueron a visitar la tumba en la noche del sábado.

La Resurrección, entonces, ocurrió en algún momento entre las horas del sábado por la tarde y las primeras horas de la mañana del domingo. De nuevo, debe tenerse en cuenta que la noche del sábado ya es el primer día de la semana. Si esto se tiene en cuenta, estos pasajes se entenderán mejor.


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

Nota: Éste es un breve fragmento del Estudio Bíblico Mesiánico La Resurrección del Mesías, que se encuentra disponible sólo en inglés.

Si desea obtener más información sobre este tema, visite nuestra sección:

lunes, 13 de agosto de 2018

Video: ¿Qué sucede un minuto después de que mueres? – Parte 8


¿Cómo puedes tener la seguridad de que irás al cielo cuando mueras?

El invitado del programa es el Dr. Erwin Lutzer

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jueves, 9 de agosto de 2018

Video: ¿Qué sucede un minuto después de que mueres? – Parte 7


¿Tenemos algún control sobre cómo y cuándo moriremos? ¿Podemos postergar nuestra muerte? 

El invitado del programa es el Dr. Erwin Lutzer

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martes, 7 de agosto de 2018

Video: ¿Qué sucede un minuto después de que mueres? – Parte 6



Muchas personas no creen en un infierno literal. Parece ser demasiado severo para que un Dios amoroso lo permita. Pero, ¿Qué dice la Biblia acerca del infierno? ¿Cómo será?

El invitado del programa es el Dr. Erwin Lutzer

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martes, 17 de abril de 2018

Video: ¿Qué sucede un minuto después de que mueres? – Parte 5



¿Qué tan larga es la eternidad? ¿Qué haremos en el cielo? ¿Cómo se verá el cielo? 

El invitado del programa es el Dr. Erwin Lutzer

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lunes, 16 de abril de 2018

Video: ¿Qué sucede un minuto después de que mueres? – Parte 4



Si has sufrido la tragedia de haber perdido un hijo, ¿dice algo la Biblia que consuele tu dolor? ¿Tienes la esperanza de volver a ver a tu hijo otra vez?

El invitado del programa es el Dr. Erwin Lutzer

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