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jueves, 13 de abril de 2023

Libro: Jesús: El Cordero y el León – Capítulo 9 (parte 2 de 2)

Los Milagros de Jesús

Por Dr. David R. Reagan

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Cuatro Milagros en un Día

El evangelio de Mateo registra cuatro milagros que Jesús realizó en Capernaum, todos en un solo día. El primero se refería a la hija del jefe de la sinagoga, un hombre llamado Jairo. Se acercó a Jesús, se inclinó y anunció que su hija acababa de morir. Con gran fe, afirmó, “. . . ven y pon tus manos sobre ella, y vivirá” (Mateo 9:18-19).

Jesús comenzó a seguir a Jairo a su casa, pero no era fácil, porque había una multitud de personas que lo seguían a dondequiera que iba. En medio de esa multitud había una mujer que había estado sufriendo de una hemorragia durante 12 años. Ella se acercó por detrás a Jesús, y tocó el borde de su manto, pensando: “Si tocare solamente su manto, seré salva” (Mateo 9:20-22).

Cuando ella tocó Su manto, Jesús sintió que poder fluyó de Él. Se volvió y le dijo: “Ten ánimo, hija, tu fe te ha salvado” (Mateo 9:22).

Jesús se dirigió a la casa de Jairo, y cuando llegó, encontró a muchas personas allí llorando y lamentándose en voz alta (Mateo 9:23-26). Él les dijo: “Apartaos, porque la niña no está muerta, sino duerme” (Mateo 9:24). Esta declaración llevó a la gente a ridiculizarlo y reírse de Él. Pero su risa no duró mucho porque, para su asombro, inmediatamente resucitó a la niña de entre los muertos.

Cuando Jesús salió de la casa de Jairo, dos ciegos comenzaron a seguirlo gritando: “¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David!” (Mateo 9:27-31). Ese clamor mismo, “¡Hijo de David!”, fue un reconocimiento de Jesús como el Mesías prometido.

Jesús les preguntó: “¿Creéis que puedo hacer esto?”. Ellos dijeron: “Sí, Señor”. Jesús respondió: “Conforme a vuestra fe os sea hecho”. Y su vista fue restaurada al instante (Mateo 9:27-30).

El cuarto milagro en ese día extraordinario ocurrió inmediatamente después de la curación de los dos ciegos. Un hombre mudo, poseído por demonios, fue llevado a Jesús para que lo sanara. Jesús inmediatamente echó fuera al demonio, y el hombre comenzó a hablar. La Biblia dice que la multitud comenzó a maravillarse, diciendo: “Nunca se ha visto cosa semejante en Israel” (Mateo 9:32-33).

Jesús realizó muchos otros milagros en Capernaum, tal como lo hizo en los otros dos pueblos donde enfocó Su ministerio.

Corazín

Uno de ellos era un pueblo llamado Corazín. Está ubicado en las colinas de Galilea, a unas 3 millas al norte del Mar de Galilea y a 900 pies sobre él. A diferencia de los otros dos pueblos donde Jesús enfocó Su ministerio, Capernaum y Betsaida, Corazín no era un pueblo de pescadores. Las personas que vivían allí se ganaban la vida cultivando trigo.

La Biblia no registra ningún milagro específico que Jesús haya realizado en Corazín, pero sabemos que realizó muchos porque Corazín se menciona en Mateo 11:20 como uno de los pueblos donde “había hecho mucho de sus milagros”.

Me encanta visitar la ciudad de Corazín, porque está fuera de los caminos trillados, y sus restos son esencialmente lo que existía en la época de Jesús. La pieza central de la ciudad es una sinagoga restaurada donde Jesús habría enseñado. Cerca de la entrada de la sinagoga hay un asiento de honor reservado para invitados especiales y líderes religiosos. Era llamada “la silla de Moisés”. Jesús se refirió a ella en Mateo 23:1-2, cuando dijo: “Los escribas y los fariseos se han sentado en la silla de Moisés. De modo que hagan y observen todo lo que les digan; pero no hagan conforme a sus obras...”.

Cuando llevo grupos de peregrinación a Corazín, siempre me tomo el tiempo para sentarlos bajo una hermosa arboleda cerca de la sinagoga, y luego uso ese entorno único para enseñar sobre el poder sanador de Jesús.

Comienzo ese servicio señalando que “Jesús es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hebreos 13:8). Así como sanó en el primer siglo, Él sana hoy.

Luego llamo a la gente a pasar al frente para orar. A lo largo de los años, Dios nos ha bendecido con varias sanidades. Una que recuerdo en particular fue experimentada por el director de medios de nuestro ministerio en ese momento, un hombre llamado Don Gordoni.

Una Sanidad Moderna

Don había sufrido durante muchos años una alergia al gluten, lo que significaba que no podía comer nada que contuviera trigo. En una ocasión, mientras dirigía el servicio de sanidad en Corazín, Don estaba ocupado filmándolo para un video que estábamos preparando sobre Israel. Cuando regresamos al autobús, Don me preguntó si podíamos esperar unos minutos porque había algo que tenía que hacer. Le dije que esperaríamos, y regresó en unos 10 minutos.

Más tarde esa tarde le pregunté a Don qué necesitaba hacer en Corazín. Dijo que había decidido regresar a la arboleda donde habíamos llevado a cabo el servicio de sanidad, porque quería orar por su propia sanidad. Dijo que mientras oraba, recibió una fuerte convicción de que había sido sanado. En consecuencia, me informó que iba a comer algunos productos de trigo esa noche.

¡Ese anuncio puso a prueba mi fe! Me apresuré a recordarle a Don que él era la única persona que sabía cómo operar la cámara de video, y que necesitábamos desesperadamente que estuviera sano. Pero Don estaba convencido, así que esa noche comió productos de trigo, ¡y los ha estado comiendo desde entonces!

Betsaida

El tercer pueblo en el triángulo de ministerio de Jesús, fue el pueblo de Betsaida. El nombre significa “pueblo del pescador”. Esta era la ciudad natal de Pedro, Andrés y Felipe. Pedro se mudó a Capernaum después de casarse. Al ser un pueblo de pescadores, como Capernaum, estaba situado muy cerca de la orilla del Mar de Galilea.

En una llanura al sur de la ciudad se encuentra el sitio tradicional del único milagro de Jesús que se registra en los cuatro Evangelios: La alimentación de los 5,000.

Jesús fue confrontado allí con una gran multitud de personas que habían venido a escuchar Sus enseñanzas y experimentar Su poder sanador (Lucas 9:10-17). Tenían hambre, y Él sintió compasión por ellos. Sus discípulos comenzaron a buscar comida, pero todo lo que pudieron encontrar fue un niño que tenía cinco panes y dos peces.

Jesús ordenó a la multitud que se sentara en la hierba. Luego tomó los cinco panes y los dos peces, y mirando hacia el cielo, bendijo la comida. Luego se distribuyó la comida, y cuando todos terminaron de comer, ¡sobraron doce canastas de comida!

La Biblia dice que 5,000 hombres fueron alimentados ese día, “sin contar las mujeres y los niños” (Mateo 14:21). Entonces, ¡lo que comúnmente se conoce como la alimentación de los 5,000 realmente equivalía a la alimentación de al menos 15,000 personas!

Ese fue un milagro bastante espectacular, pero hubo otros dos que Jesús realizó que fueron igualmente espectaculares — los cuales ocurrieron en el Mar de Galilea.

El Mar de Galilea

Al principio de Su ministerio, Jesús y sus discípulos decidieron cruzar el Mar de Galilea en un bote. Jesús estaba cansado, así que bajó a la barca y se durmió. Mientras dormía, una de las tormentas repentinas y violentas por las que el lago es famoso, de repente descendió de las montañas circundantes y el bote comenzó a inundarse de agua (Mateo 8:23-27).

Los discípulos del Señor lo despertaron y clamaron: “¡Señor, sálvanos, que perecemos!”. Jesús respondió regañándolos y preguntándoles: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?”. Entonces Jesús reprendió a los vientos, y el mar se calmó perfectamente. Los hombres se maravillaron de esto y preguntaron: “¿Qué hombre es este, que aun los vientos y el mar le obedecen?”.

Al final de Su ministerio, Jesús nuevamente dejó a sus discípulos asombrados, cuando vino caminando hacia ellos en el lago. Una vez más se vieron atrapados en una tormenta, cuando de repente vieron al Señor caminando hacia ellos en la superficie del mar. Al principio pensaron que era un fantasma. Pero luego les habló y reconocieron Su voz (Mateo 14:22-27).

Fue entonces cuando Pedro se emocionó y saltó del bote. Comenzó a caminar hacia Jesús, cuando de repente se asustó. En ese momento, comenzó a hundirse. Él gritó: “¡Señor, sálvame!”. Jesús lo sacó del agua y le preguntó: “¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?” (Mateo 14:28-31).

Cuando Jesús subió a la barca, el viento se detuvo y los discípulos comenzaron a adorarlo, diciendo: “¡Verdaderamente eres Hijo de Dios!” (Mateo 14:32-33).

La Dureza de los Corazones

Los milagros de Jesús fueron muy convincentes para Sus discípulos y para algunas personas de Galilea. Pero las Escrituras indican que la gran mayoría no estaba convencida. Demostraron ser buscadores de emociones, muy parecidos a muchas personas hoy en día, que buscan celosamente milagros en lugar del hacedor de milagros, Jesús.

Para darles un ejemplo de lo que estoy hablando, el día después de que Jesús alimentó a los 5,000, ¡las multitudes le pidieron que hiciera un milagro para que pudieran creer en Él! (Juan 6:30).

Es un triste comentario sobre la condición caída de la humanidad. Lo mismo sucedió durante el tiempo de Moisés. Dios realizó milagro tras milagro a través de él, sin embargo, se nos dice en Salmos 78 que los hijos de Israel continuamente pusieron a Dios a prueba, hablaron en contra de Dios y “no dieron crédito a sus maravillas” (Salmo 78:32).

Jesús predijo esta actitud incrédula en Su historia sobre el hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19-31). Ambos hombres murieron y fueron al Hades, pero a compartimentos separados. Lázaro fue al Paraíso, el hombre rico a Tormentos. Había un abismo entre ellos que no podían cruzar. Podían verse y comunicarse. El hombre rico gritó y suplicó que se le permitiera regresar y advertir a sus cinco hermanos del lugar de tormento donde había sido enviado a causa de sus pecados. Pero se le negó con estas palabras: “Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31).

En cumplimiento de estas palabras, Jesús más tarde levantó de entre los muertos a un hombre llamado Lázaro, después de haber estado en la tumba durante cuatro días, y los líderes religiosos judíos reaccionaron haciendo que Jesús fuera clavado en una cruz (Juan 11:1-44).

Es por eso que la historia de Jesús en Galilea termina tan tristemente. Cuando salió del área por última vez, pronunció una maldición sobre las tres ciudades donde había derramado Su corazón y Su compasión milagro tras milagro. Esto es lo que dijo (Mateo 11:21-24):

21) ¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en vosotras, tiempo ha que se hubieran arrepentido en cilicio y en ceniza . . . 

23) Y tú, Capernaum, que eres levantada hasta el cielo, hasta el Hades[a] serás abatida; porque si en Sodoma se hubieran hecho los milagros que han sido hechos en ti, habría permanecido hasta el día de hoy. 

24) Por tanto os digo que en el día del juicio, será más tolerable el castigo para la tierra de Sodoma, que para ti.

Usted puede creer o no creer, pero creo que los milagros de Jesús afirman que Él era Dios hecho carne. Y quiero asegurarles que Jesús todavía está haciendo milagros hoy, el mayor de los cuales son las transformaciones de vidas.

Un Milagro de Transformación

Como ejemplo del poder milagroso de Dios en acción hoy, permítanme señalarles la vida de mi querido amigo y compañero ministro, Jack Hollingsworth. Él es la persona que sirve como el cantante destacado en nuestro programa de televisión, “Cristo en la Profecía”.

Jack vivió en las calles como un borracho sin hogar durante 20 años. En 1988 entró en un centro de desintoxicación en Lexington, Kentucky, donde conoció a una pequeña dama llamada Sally. Ella tenía sólo 4’10” de altura, pero era dura y había tratado con estafadores alcohólicos durante años. Ella conocía todos sus trucos. Y, como dije, ella era una cliente difícil. Debido a eso, y debido a su altura (410), le habían dado el nombre de “Escopeta”.

Sally confrontó a Jack con Jesús, y cuando él respondió diciendo que no quería escuchar nada de esas “cosas de Jesús”, ella lo miró a los ojos y dijo: “¡En el nombre de Jesús nunca podrás emborracharte de nuevo!”. Jack se echó a reír. “Soy un borracho profesional”, le dijo, “y te mostraré si puedo emborracharme o no”. Se fue y comenzó a beber.

Dos semanas después, Jack regresó y dijo: “Cuéntame más acerca de este Jesús. He estado bebiendo desde que me fui de aquí, y no he podido emborracharme”. Sally rápidamente lo llevó al Señor. El 8 de diciembre de 1988 Jack nació de nuevo. Como él dice a menudo, “¡Cambié al viejo Jack Daniels por Juan 3:16!”.

Un año después, él y Sally se casaron. En 1993 formaron un ministerio llamado Hechos 29, y han estado en el camino desde entonces, cantando y predicando y enseñando las buenas nuevas de cómo Jesús puede transformar cualquier vida a través del poder del Espíritu Santo.2

¿Y Usted?

¿Necesita un milagro transformador? Si es así, acérquese con fe y clame a Jesús por ayuda. Verá, cuando pone su fe en Jesús como su Señor y Salvador, el Espíritu Santo comienza a morar en usted y comienza a moldearlo a la imagen de Jesús. Los borrachos se vuelven sobrios, los drogadictos son liberados, los adúlteros se vuelven fieles, los criminales se vuelven rectos, y los homosexuales se transforman.

Es lo que la Biblia llama santificación, y es un milagro. Lo insto a creer en Jesús y abrir su vida al poder milagroso de Dios.

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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martes, 11 de abril de 2023

Libro: Jesús: El Cordero y el León – Capítulo 9 (parte 1 de 2)

Los Milagros de Jesús

Por Dr. David R. Reagan

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Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron [a Jesús] todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados . . .  Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios . . . — Marcos 1:32 y 34.

Jesús realizó muchos milagros durante su ministerio terrenal. ¿Cuál fue la naturaleza de esos milagros? ¿Cuál era su propósito? ¿Y cómo se relacionan contigo y conmigo hoy?

Los cuatro evangelios registran 35 milagros separados de Jesús, pero éstos no fueron los únicos que realizó. 1

En el evangelio de Mateo, dice que Jesús recorrió toda Galilea enseñando en las sinagogas y “sanando toda enfermedad”. Mateo luego se pone específico, afirmando que Jesús sanó “diversas enfermedades y tormentos, endemoniados, epilépticos y paralíticos...” (Mateo 4:23-24).

El evangelio de Juan concluye con la intrigante declaración de que Jesús hizo tantas cosas, que si se registraran en detalle, “ni aun en el mundo cabrían los libros que se habrían de escribir” (Juan 21:25).

El Propósito de los Milagros

El propósito fundamental de los milagros de Jesús era demostrar que Él era Dios hecho carne, el Mesías prometido. En Juan 10:25 Jesús dijo: “Las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí”. Más tarde, en el mismo discurso, dijo: “... creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10:38).

El Testimonio de los Apóstoles

Los apóstoles señalaron los milagros de Jesús en sus sermones, para afirmar Su divinidad. Por ejemplo, en el primer sermón del evangelio, el que Pedro predicó en Pentecostés en Jerusalén, Pedro proclamó a Jesús como el Mesías, afirmando que fue “aprobado por Dios con las maravillas, prodigios y señales que Dios hizo por medio de él...” (Hechos 2:22).

Y más tarde, en su sermón a Cornelio y su casa en Cesarea, Pedro dijo: “Vosotros sabéis cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo este anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él” (Hechos 10:38).

Tipos de Milagros

Hubo varios tipos de milagros que Jesús realizó, todos los cuales fueron diseñados para ilustrar diferentes facetas de Su divinidad.

Por ejemplo, demostró que era el “Señor del Tiempo”, al convertir instantáneamente el agua en vino; e ilustró que era el “Señor de la Creación”, al multiplicar los panes y los peces. Él demostró que era el “Señor de la Naturaleza”, al calmar una tormenta y caminar sobre el agua.

Él demostró que era el “Señor de la Salud”, cuando sanó a los leprosos, restauró la vista y el oído, y liberó a las personas de la epilepsia y la parálisis. Algunas de estas curaciones se realizaron sin que Él estuviera presente, lo que demostró que era el “Señor del Espacio”.

Repetidamente expulsó demonios de las personas, proporcionando evidencia de que Él era “Señor de lo Sobrenatural”.

De la misma manera, demostró que era el “Señor de la Vida y de la Muerte”, cuando resucitó a la gente de entre los muertos, como su querido amigo Lázaro, que había estado en su tumba durante cuatro días.

El Milagro en Caná

Con estos antecedentes, visitemos algunos de los sitios donde Jesús realizó Sus milagros, y comencemos en el pueblo de Caná.

Jesús transformó este oscuro pueblo en un lugar de fama mundial. Eso es porque Él realizó Su primer milagro allí en una fiesta de bodas, y durante 2,000 años en el mundo cristiano, apenas se ha realizado una boda donde este pueblo no haya sido mencionado.

El milagro fue provocado por el hecho de que el anfitrión se quedó sin vino. Cuando esto sucedió, Jesús procedió a convertir seis vasijas de agua en vino de la más alta calidad, demostrando que Él era el Señor del tiempo (Juan 2:1-11).

El evangelio de Juan termina la historia con esta observación: “Este principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y sus discípulos creyeron en él” (Juan 2:11).

Otro Milagro en Caná

Por cierto, Jesús realizó otro milagro en Caná del que rara vez se oye hablar. Ocurrió más tarde en Su ministerio. Un día, mientras pasaba por el pueblo, fue confrontado por un funcionario real, miembro de la corte del rey Herodes Antipas. El hombre era de Capernaum, a unas 20 millas de distancia. Había oído hablar de los poderes sanadores de Jesús, y vino a buscarlo para pedirle que sanara a su hijo (Juan 4:46-54).

El hombre le rogó a Jesús que fuera con él a Capernaum, para sanar a su hijo antes de que muriera. Jesús respondió diciendo: “Ve; tu hijo vive”. El hombre le creyó a Jesús, e inmediatamente se dirigió a casa. Antes de que pudiera llegar a Capernaum, fue recibido por los sirvientes de la casa, quienes le informaron que su hijo había sido sanado.

El Testimonio de los Milagros de Caná

Cuando Jesús transformó el agua en vino, demostró que era Señor tanto del tiempo como de la materia. Él no necesitaba jugo de uva, ni necesitaba esperar el proceso de fermentación.

Cuando sanó al hijo del sirviente real, Jesús demostró que era el Señor de la salud y el espacio. Él no necesitaba estar físicamente presente, ni necesitaba tocar al niño.

Un Milagro Relacionado con un Hombre de Caná

Una de las iglesias en Caná se llama la Capilla de San Bartolomé. Honra a un apóstol de Jesús que vino del pueblo. Su nombre era Natanael, pero a menudo se le conoce en las Escrituras como Bartolomé (Mateo 10:3).

Natanael es el hombre que, cuando escuchó por primera vez acerca de Jesús de boca de su amigo Felipe, dijo: “¿De Nazaret puede salir algo?” (Juan 1:46). Pero, cuando conoció a Jesús, quedó tan profundamente impresionado, que exclamó: “Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel” (Juan 1:49).

La razón por la que Jesús tuvo un impacto tan grande en Natanael es porque Jesús lo saludó con un milagro de conocimiento. Le dijo a Natanael: “He aquí un verdadero israelita, en quien no hay engaño!” (Juan 1:47). Cuando Natanael respondió preguntando cómo lo conocía Jesús, Jesús dijo: “Antes que Felipe te llamara, cuando estabas debajo de la higuera, te vi” (Juan 1:48).

La confesión de Natanael de Jesús como Dios en la carne es la segunda registrada en las Escrituras. La primera vino de la boca de Juan el Bautista cuando Jesús apareció en el

Río Jordán para ser bautizado. Juan proclamó: "¡He aquí el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!" (Juan 1:29).

El Problema con Nazaret

El comentario burlón de Natanael sobre Nazaret se basó en el hecho de que era un pequeño pueblo rústico de sólo unas 200 personas, y era el pueblo donde Jesús había crecido con sus padres. Por lo tanto, era difícil para Natanael creer que alguien significativo pudiera provenir de un lugar así.

Las Escrituras revelan un punto interesante acerca de Nazaret que se relaciona con el poder milagroso de Jesús. La Biblia dice que Jesús no pudo realizar ningún milagro poderoso en su ciudad natal de Nazaret “a causa de su incredulidad” (Mateo 13:58).

Su incredulidad probablemente estaba arraigada en el hecho de que Jesús era un muchacho de la ciudad natal, a quien la mayoría de ellos había conocido toda su vida. Al igual que Natanael, a ellos también les resultaba difícil creer que alguien de su aldea pudiera ser un poderoso hacedor de milagros.

Independientemente de su motivación, esta fascinante declaración acerca de su incredulidad, que restringió el poder de Jesús, es algo que debemos tener en cuenta cuidadosamente, porque señala que tú y yo, por más débiles que seamos, podemos limitar el poder de Dios en nuestras vidas por nuestra incredulidad.

Un Ejemplo Personal

En ese sentido, nunca olvidaré una experiencia personal que me ilustró vívidamente este punto. Estaba celebrando una reunión en una iglesia muy tradicional en Nashville, Indiana, un pintoresco pueblo a unas 45 millas al sur de Indianápolis. Al final del servicio de adoración el domingo por la mañana, ofrecí una invitación para cualquiera que necesitara sanidad. Una persona vino al frente y me pidió que orara para que fuera curado de cáncer.

Debido a que había discernido espiritualmente un nivel muy alto de incredulidad entre los asistentes, decidí hacer algo que nunca antes había hecho. Anuncié la necesidad de oración de la persona, y luego pedí a todos aquellos que creían que el Señor podía sanarlo que levantaran la mano. Hubo una larga pausa incómoda, y luego un hombre cerca de la parte de atrás levantó la mano. Le pedí que se presentara. Una vez más, les pedí a aquellos que creían que Dios podía sanar (no que lo haría, sino que podía) que levantaran la mano. Otra larga pausa. Se levantaron más manos.

Terminamos con seis personas que expresaron su creencia en el poder sanador de Dios. Luego les pedí que formaran un círculo alrededor de la persona que pedía oración y que se tomaran de las manos. Le expliqué que estábamos creando un escudo de fe para protegernos de la incredulidad. Luego procedimos a orar por la persona.

Nunca olvidaré el resultado. El Espíritu Santo cayó con gran poder, y la gente comenzó a pasar al frente por docenas para orar. Nunca había visto algo así en una de mis reuniones.

Francamente, casi entré en shock. ¡También lo hicieron algunos de los miembros más serios de la congregación!

¡Los teléfonos debieron haber sonado de las paredes esa tarde, porque esa noche tuvimos una multitud más grande que el domingo por la mañana! Era obvio que muchos habían venido por pura curiosidad. Una vez más, el Espíritu se movió con gran poder y, de nuevo, muchos vinieron al frente para ser ministrados.

Se corrió la voz de que íbamos a tener un “Fiestón del Espíritu Santo”, y la asistencia continuó creciendo. Para la última noche, miércoles, teníamos casi 400 personas presentes. ¡La ciudad tenía sólo 740 residentes!

El Enfoque Geográfico de los Milagros de Jesús

Cuando la ciudad natal de Jesús, Nazaret, lo rechazó al principio de Su ministerio, trasladó su base de operaciones a Capernaum, ubicada en la costa norte del Mar de Galilea.

A partir de entonces, Jesús enfocó Su ministerio en un triángulo de ciudades: Capernaum, Corazín y Betsaida. La mayoría de Sus milagros galileos se realizaron en estas tres ciudades.

Milagros en Capernaum 

El primer milagro que Jesús realizó en Capernaum fue la curación del siervo de un centurión romano. Este soldado de un ejército de ocupación se acercó a Jesús con humildad y le pidió que sanara a un siervo que estaba al borde de la muerte. Jesús accedió a hacerlo y le pidió al soldado que lo llevara a su casa. Pero el centurión respondió: “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará” (Mateo 8:8).

Cuando Jesús escuchó estas palabras, la Biblia dice: “Se maravilló y dijo a los que le seguían: De cierto os digo, que ni aun en Israel he hallado tanta fe . . . Ve, y como creíste, te sea hecho” (Mateo 8:10-13).

Este centurión era lo que los judíos llamaban “un gentil justo”. Era un hombre de fe. También era un hombre muy generoso, porque la Biblia dice que fue él quien suministró los fondos para construir la sinagoga que existía en Capernaum en la época de Jesús (Lucas 7:1-5).

El segundo milagro que Jesús realizó en Capernaum ocurrió en la casa del apóstol Pedro. Por cierto, la casa de Pedro es probablemente el lugar donde Jesús mismo vivió. La historia de ese milagro está registrada en tres de los Evangelios. Así es como se describe en el Evangelio de Marcos (Marcos 1:29-31):

Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés, con Jacobo y Juan. Y la suegra de Simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella. Entonces él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre . . .

Ella no sólo fue sanada instantáneamente, sino que se levantó y, en su alegría, ¡comenzó a servir comida a los hombres!

Esta sanidad debe haber causado un gran revuelo, porque Marcos agrega esta observación: “Cuando llegó la noche . . . le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados . . . Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios . . .” (Marcos 1:32-34).

El tercer milagro específico, que la Biblia menciona que Jesús realizó en Capernaum, también ocurrió en una casa privada. La Biblia dice que Jesús estaba enseñando en una casa que estaba llena de oyentes entusiastas. Mientras hablaba, algunos hombres trajeron a un paralítico para que lo sanara. Como no podían entrar por la puerta, debido al tamaño de la multitud, subieron al techo y bajaron al hombre en una camilla (Marcos 2:1-12).

Cuando Jesús fue testigo de su gran fe y persistencia, le dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados” (Marcos 2:5). Ahora bien, ésa fue una declaración revolucionaria, ya que Dios es el único que puede perdonar pecados. El punto, por supuesto, es que, al hacer tal declaración, Jesús estaba afirmando Su divinidad.

Los fariseos que estaban presentes, reconocieron este hecho inmediatamente y dijeron: “¿Por qué habla éste así? Blasfemias dice. ¿Quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?” (Marcos 2:7). Jesús, sabiendo lo que pensaban los fariseos, dijo a la multitud: “... Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados . . . A ti te digo: Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa” (Marcos 2:10-11). Y el paralítico fue sanado al instante.

En respuesta a este milagro, la Biblia dice que toda la gente se asombró y comenzó a glorificar a Dios, diciendo: “¡Nunca hemos visto cosa semejante!” (Marcos 2:12).

Lea la parte 2 aquí 

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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jueves, 28 de octubre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 4 (pdf)

Creer en el Poder de Dios

Por Dr. David R. Reagan

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««En estos peligrosos tiempos del fin, necesitamos desesperadamente el poder de Dios. Sin embargo, muchos cristianos, si no la mayoría, continúan aferrándose tenazmente al Dios del deísmo, un Dios distante e impotente.

¿Dónde está en su concepto de Dios? ¿Tiene a Dios en una caja? ¿Lo ve como el Gran Anciano en el Cielo que alguna vez tuvo un gran poder, pero que ahora se ha quedado sin gasolina?»».


Haga clic en el siguiente ícono para ir a la página de descarga:


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Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 4 (parte 2 de 2)

Creer en el Poder de Dios

Por Dr. David R. Reagan

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Un Escape Milagroso de la Cárcel

Pablo y Silas están en una cárcel de Filipos. Están orando y cantando himnos a Dios cuando, de repente, ocurre un terremoto. Para su asombro, la puerta de su celda se abre y salen (Hechos 16:19–34) Son liberados por un milagro de Dios. Pero, ¿qué ley de la naturaleza fue violada? La respuesta es ninguna.

No hay nada de milagroso en los terremotos en Israel. Ocurren todo el tiempo. Lo milagroso de éste fue su momento oportuno. Simplemente “sucedió” que ocurrió en el momento en que Pablo y Silas estaban orando por liberación. Y simplemente “resultó” estar enfocado en su área de modo que “los cimientos de la prisión se sacudían” (Hechos 16:26).

Un Embarazo Milagroso

Ana, una mujer judía afligida por un vientre estéril, va al templo y ora fervientemente para que el Señor bendiga su vientre y le permita tener un hijo. El Señor escucha su oración y la responde, permitiéndole concebir (1 Samuel 1:9–20). Cuando nace el niño, Ana regresa al templo y le da a Dios toda la gloria. También dedica su hijo a Dios. El niño crece hasta convertirse en el gran profeta Samuel (1 Samuel 2:1–10).

Ahora bien, ¿qué aspecto de esta historia viola una ley de la naturaleza? Ana tenía un esposo y tuvo relaciones sexuales con él después de su oración (1 Samuel 1:19). Cada aspecto de esta historia parece ser perfectamente natural. Sin embargo, la Biblia lo trata como un milagro de Dios, y Ana también lo vio como tal. ¿Por qué?

Una vez más, fue un milagro del momento oportuno. Tenía un útero estéril. Parecía no haber esperanza. Pero ella oró, y Dios escuchó y respondió. Tocó su útero y le permitió concebir de forma natural.

Supongamos que tuvimos un incidente con Ana en una típica iglesia moderna. Digamos que hay una mujer que ha ido a un médico tras otro en busca de una cura para su útero estéril. Finalmente, en un último acto de desesperación, se demora una noche después de la iglesia, y cuando el santuario está casi vacío, va al frente, se arrodilla y derrama su corazón ante Dios, suplicándole que tenga misericordia de ella. Un mes después está embarazada. Ella se apresura a ir a la iglesia llena de alegría y acción de gracias y comienza a compartir su milagro con todos. ¿Qué cree que pasaría?

En muchas iglesias, habría una reunión de emergencia de la junta gobernante. La mujer sería llamada y castigada por perturbar la paz de la congregación. Ella protestaría, tratando de explicar que había orado por un milagro y que Dios le habría dado uno. Los miembros de la junta directiva le explicarían entonces que cuando oraba tenía una “experiencia psicológica”, que posteriormente le permitía relajarse durante las relaciones sexuales y así concebir. En otras palabras, los líderes de la iglesia tratarían de desestimar un milagro de Dios.

Ceguera a los Milagros

El hecho es que la mayoría de la gente está ciega a los milagros de Dios. Constantemente descartan como “coincidencia” o “suerte” las bendiciones especiales que Dios trae a sus vidas. ¡Estoy convencido de que la mayoría de los que profesan ser cristianos son tan insensibles espiritualmente que no reconocerían un milagro si Dios les abofeteara con uno!

Recuerdo la historia del niño que jugaba en el techo de su casa. De repente pierde el equilibrio, se cae y comienza a deslizarse por el techo. Presa del terror, comienza a gritar: “¡Sálvame, Señor, por favor sálvame!”. Justo cuando llega al borde, sus pantalones se enganchan en un clavo y se salva de caer. Él mira hacia arriba, se encoge de hombros y dice: “No importa, Señor”.

Una historia similar se refiere a un hombre en una inundación. Las aguas han subido rápido, y él está colgando de la ventana de su segundo piso, clamando a Dios que lo salve. A lo largo llega una lancha a motor a su rescate. Se niega a entrar. “Creo en los milagros”, explica. “Estoy esperando que Dios me salve”.

El agua sigue subiendo. Lo obligan a subir al techo. Continúa clamando a Dios. Llega un helicóptero y deja caer una escalera de cuerda. Él lo aleja. "Estoy esperando que Dios me salve", grita.

El agua sigue subiendo. Lo obligan a subir al techo. Continúa clamando a Dios. Llega un helicóptero y deja caer una escalera de cuerda. Él lo aleja. “Estoy esperando que Dios me salve”, grita.

El hombre se despierta en un lugar extraño. “¿Dónde estoy?”, pregunta.

“Estás en el cielo”.

“¿El cielo? ¿Qué pasó?”.

“Te ahogaste”.

“¡Ahogado! Pero me acerqué a Dios con fe y creí que Él me libraría. ¿Por qué no respondió?”. 

“Bueno, te envió un bote a motor y un helicóptero. ¿Qué más querías?”.

La cuestión es que a menudo estamos tan ocupados buscando lo espectacular que pasamos por alto lo sobrenatural. Lo sobrenatural no siempre es espectacular.

Supongamos que se encuentra en un aprieto financiero. El alquiler está vencido y le faltan $200. No sabe qué hacer, excepto orar. Entonces, clama al Señor. Más tarde en el día, está limpiando su escritorio cuando descubre una pieza de correo que había sido tapada varias semanas antes y olvidada. Lo abre y, para su asombro, resulta ser una tarjeta de cumpleaños de sus padres con un cheque de $200 adjunto.

¿Suena familiar? Todos tenemos historias como ésa. Si le sucediera, ¿comenzaría a elogiar su suerte o comenzaría a balbucear sobre coincidencias? ¿O inclinaría la cabeza y le daría a Dios toda la alabanza y la gloria? Una “coincidencia” es cuando Dios realiza un milagro y no recibe el crédito por ello.

Una Paradoja sobre el Poder de Dios

Esto me lleva a mi punto central. Tiene que ver con una paradoja sobre el poder de Dios.

Aquí está la paradoja: el poder de Dios es ilimitado, pero usted y yo, tan débiles y tontos como somos, podemos limitar el poder de Dios en nuestras vidas con nuestra incredulidad.

Recuerdo bien la primera vez que me enfrenté a esta verdad fundamental. Estaba almorzando con un hombre piadoso que tenía una profunda relación personal con el Señor. Comenzó a hablarme sobre la sanidad. Me contó cómo había sido curado milagrosamente de un tumor. También me habló de una sanidad milagrosa que había experimentado su esposa. Cuando me habló de la obra de Dios en su vida, no dije nada; pero debo haber tenido incredulidad escrita en mi rostro, porque de repente dijo: “No me crees, ¿verdad?”.

No supe qué responder. No quería llamarlo mentiroso o insinuar que era un tonto. Así que me quedé sentado mirando mi plato.

Pero fue insistente. Nuevamente preguntó: “¿No me crees?”.

Cuando todavía dudaba en responder, me hizo una pregunta diferente: “¿Alguna vez has experimentado una curación milagrosa en tu vida?”.

“No lo creo”, respondí.

“¿Y tu esposa o tus hijos?”.

“No que yo sepa”.

“¿Qué hay de alguien en tu iglesia?”.

“No lo creo”.

“Bueno, déjame preguntarte esto. ¿Crees que Dios podría curarte si quisiera?”.

Pensé por un momento y luego respondí honestamente: “No, no lo creo”.

“Entonces”, respondió mi amigo, “nunca esperes que Él lo haga. Verás, David, Dios es un caballero. No te forzará a recibir una bendición”.

Su respuesta atravesó mi corazón. Me hizo pensar profundamente en la naturaleza de Dios y Su poder. Fui conducido a las Escrituras en busca de respuestas, y el primer versículo que el Espíritu Santo trajo a mi atención resultó ser uno que me cambió la vida. Era Hebreos 13:8: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.

Ese verso estalló como una bomba en mi espíritu. De repente me di cuenta de que Dios no se había retirado en el primer siglo. Me di cuenta de que el Dios obrador de milagros de la Biblia sigue siendo el Dios de la historia. Él todavía está en el trono, todavía escucha las oraciones y todavía hace milagros. Él es el Dios que no cambia (Malaquías 3:6).

Creo que grité “¡Aleluya!” durante una semana. Saltaba las bancas y me colgaba de los candelabros. ¡Mis amigos pensaron que me había vuelto pentecostal de la noche a la mañana! Pero no, acababa de descubrir que mi Dios estaba vivo y sano, y todavía en control.

Había dejado que Dios saliera de mi caja. Había decidido dejar de decir: “Dios no puede hacer eso”. Caminaba con una fe renovada que afirmaba: “Nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). Mientras continuaba escudriñando las Escrituras, encontré ejemplo tras ejemplo de la paradoja de que nosotros, que somos tan débiles, podemos limitar al Creador todopoderoso con nuestra incredulidad.

Ejemplos de la Paradoja en las Escrituras

Un ejemplo clásico se encuentra en el primer capítulo de Deuteronomio. Mientras los hijos de Israel se preparaban para entrar en la Tierra Prometida, Moisés pronunció un discurso para animarlos y exhortarlos a ser siempre obedientes a Dios. La introducción que conduce a la oración de Moisés dice lo siguiente (Deuteronomio 1:2–3):

2) Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea.

3) Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos,

¿Leyeron esa cita minuciosamente? ¡Afirma que a los hijos de Israel les tomó 40 años hacer un viaje de 11 días! ¿Alguna vez ha tenido una experiencia así? Ciertamente yo sí.

¿Por qué les tomó tanto tiempo? No tenemos que adivinar. Se nos da la razón en el Salmo 78. El salmo presenta un resumen histórico de la liberación de los hijos de Israel de Egipto, y sus andanzas durante 40 años en el desierto del Sinaí. El tema del salmo es que los judíos constantemente “tentaron a Dios” en sus corazones debido a su incredulidad (Salmos 78:18).

El salmista Asaf reitera los increíbles milagros que Dios realizó: la división del mar; su guía por una nube en el día y un fuego por la noche; la provisión de agua de las rocas; y su alimentación diaria con maná. Luego afirma que “Con todo esto, pecaron aún, y no dieron crédito a sus maravillas” (Salmo 78:32). Luego resume su actitud afirmando: “Y volvían, y tentaban a Dios. . . No se acordaron de su poder ”(Salmos 78:41–42).

El Nuevo Testamento contiene un ejemplo igualmente dramático de personas que limitan el poder de Dios con su incredulidad. Se puede encontrar en Marcos 6:1–6. Este pasaje nos dice que Jesús pudo realizar muy pocos milagros en su ciudad natal de Nazaret. Marcos dice: “Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Marcos 6:6). Mateo declara: “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (Mateo 13:58). Piense en ello, ¡su incredulidad limitó el poder de Jesús! También lo motivó a dejar la ciudad y trasladar la sede de su ministerio a Capernaum.

Una Experiencia Personal de la Paradoja

Con frecuencia he experimentado esta barrera espiritual de incredulidad en mi propio ministerio. Recuerdo un incidente en una iglesia en Indiana donde estaba celebrando una reunión. Era una iglesia muy tradicional. Una noche, en respuesta a la invitación que le ofrecí al final de mi sermón, una señora se acercó y pidió que oráramos para que ella se curara del cáncer. Cuando hice ese anuncio, inmediatamente sentí un fuerte sentimiento de incredulidad en la congregación.

Compartí mi discernimiento y luego dije que me preocupaba que el espíritu de incredulidad pudiera limitar mi oración por la curación de la dama. Entonces, les pedí a todos aquellos que creían en la curación que se acercaran. Hubo una larga pausa. Finalmente, una persona pasó al frente y luego otra. ¡Terminamos con unas 8 personas de 300! Luego les pedí a esos 8 que unieran sus manos en un círculo alrededor de la dama, para formar un escudo espiritual de su fe para protegerla de la incredulidad de la congregación. Fue sólo cuando el escudo estuvo en su lugar que procedí a orar por su curación.

El Señuelo del Dios del Deísmo

En estos peligrosos tiempos del fin, necesitamos desesperadamente el poder de Dios. Sin embargo, muchos cristianos, si no la mayoría, continúan aferrándose tenazmente al Dios del deísmo, un Dios distante e impotente.

¿Por qué? Creo que hay al menos dos razones principales. Primero, muchos temen a un Dios poderoso porque quieren un Dios que puedan controlar. Quieren un Dios en una caja, porque quieren ser el Dios de sus vidas.

En segundo lugar, muchos temen a un Dios trascendente, personal y bondadoso, porque no quieren intimidad. No quieren un Dios que constantemente está metiendo Su nariz en sus asuntos.

Desafíos con Respecto al Poder de Dios

¿Dónde está en su concepto de Dios? ¿Tiene a Dios en una caja? ¿Lo ve como el Gran Anciano en el Cielo que alguna vez tuvo un gran poder, pero que ahora se ha quedado sin gasolina?

Lo desafío a abrir esa caja y permitir que Dios opere en su vida en la plenitud de Su poder. Lo desafío a creer en un Dios que todavía está en el trono, que todavía escucha las oraciones y que todavía las responde milagrosamente. Lo desafío a creer en el Dios de la Biblia, que nunca cambia, y con quien nada es imposible. Lo desafío a creer las palabras de 1 Pedro 5:6–7:

6) Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;

7) echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

Observe cuidadosamente las palabras importantes con las que termina este pasaje: Él tiene cuidado de vosotros”. El verdadero Dios de este universo es un Dios personal y bondadoso, de poder ilimitado. Su “poderosa mano” está lista para ayudarlo, esperando que se acerque fe.

Nuestro Dios es un Dios maravilloso
Él reina desde el cielo arriba
Con sabiduría, poder y amor
Nuestro Dios es un Dios maravilloso.5

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 4 (parte 1 de 2)

Creer en el Poder de Dios

Por Dr. David R. Reagan

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“¡DIOS NO CURA!”. Este titular resonaba en la parte superior de un anuncio de página completa en el Ft. Worth Star Telegram, a mediados de la década de 1980. Fue firmado por una veintena de ministros de las Iglesias de Cristo no instrumentales.

El anuncio proclamaba que Dios no había sanado a nadie en los últimos 2,000 años y, si Jesús retrasara su regreso otros 2,000 años, Dios tampoco sanaría a nadie durante ese período de tiempo. Luego, el anuncio desafiaba a cualquiera a demostrar que había sido curado milagrosamente, y ofrecía una recompensa de $ 10,000 a cualquiera que pudiera hacerlo.

El anuncio era tan extravagante, que apareció en las noticias de la noche en varias de las estaciones de televisión de Dallas-Ft. Worth. Una estación en particular le dio una cobertura detallada. Se mostró a un reportero entrevistando a uno de los ministros que habían firmado el anuncio. Increíblemente, ¡era capellán de un hospital! El ministro afirmó que no creía en la curación sobrenatural.

“Entonces, ¿por qué está aquí en este hospital?”, preguntó el reportero.

“Estoy aquí para consolar a los que sufren”, respondió el ministro.

Pensé para mis adentros: “¿Va a consolarlos asegurándoles que Dios ya no sana? ¿Qué tipo de consuelo es ése?”.

En el siguiente segmento del informe de noticias, se mostró al reportero entrevistando a un predicador de las Asambleas de Dios, que pastoreaba una iglesia en Ft. Worth. El rostro del pastor estaba terriblemente deformado, incluido el hecho de que no tenía oídos.

El reportero le preguntó si alguna vez había experimentado una curación milagrosa. El pastor respondió que sí.

“Nací con todo tipo de defectos congénitos”, explicó el pastor. “No podía ver ni oír. Mis padres me llevaron a muchos médicos y dijeron que no se podía hacer nada por mí. Entonces, un día mi mamá me llevó a una reunión de carpa dirigida por un evangelista con el don de sanidad. Me impuso las manos y oró para que fuera sano y, mientras oraba, de repente comencé a oír y ver. Fue un momento glorioso”.

“¿Puede probar que fue curado?”, preguntó el reportero.

“Sí”, respondió el pastor con confianza. “Tengo extensos registros médicos que prueban mi curación”.

“¿Va a reclamar la recompensa?”.

El pastor sonrió y negó con la cabeza. “Sería una pérdida de tiempo”, observó. “Aquellos tipos que firmaron ese anuncio nunca creerían mi evidencia. Son como los líderes religiosos de la época de Jesús, que decían que creerían que Jesús era el Mesías sólo si resucitaba a alguien de entre los muertos. Bueno, resucitó a Lázaro de entre los muertos, y los líderes religiosos respondieron matándolo”.

Una Herencia de Incredulidad

El anuncio y el programa de televisión me trajeron muchos recuerdos, porque los ministros que firmaron ese anuncio representaban la secta en la que había crecido. Yo conocía y entendía muy bien su punto de vista sobre la sanidad. Era el punto de vista que había dominado mi pensamiento sobre el poder de Dios durante casi 30 años.

Una de nuestras creencias fundamentales podría resumirse en la declaración: “La era de los milagros ha terminado”. Creíamos que todos los aspectos de lo sobrenatural — milagros, demonios, ángeles, etc. — habían cesado con la muerte del último apóstol. Nuestro Dios era el Gran Anciano en el Cielo, que se había jubilado a fines del primer siglo. Para nosotros, Él era el gran “Yo Era”, no el gran “Yo Soy”. Nos reíamos y nos burlábamos de la gente que todavía creía en un Dios que obraba milagros. Los tachábamos de “ignorantes” y “supersticiosos”.

Recuerdo cuando salió la película Los Diez Mandamientos. La miré fascinado, maravillándome de los poderosos milagros que Dios realizó por los hijos de Israel cuando escaparon de Egipto y luego vagaron por el desierto durante 40 años. La película me hizo anhelar un Dios así hoy — un Dios poderoso, activo y bondadoso. Pero no podía convencerme de que ese Dios ya existía.

Habíamos puesto a Dios en una caja, y pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo diciéndole a la gente lo que Dios no podía hacer. No nos dábamos cuenta de que, en el proceso, nos habíamos hecho Dios — un Dios falso.

El Dios del Deísmo

En términos teológicos, éramos deístas. Un deísta es una persona que cree en Dios, pero cree en un Dios impersonal. El Dios de los deístas es remoto y distante. Una vez que terminó de crear el universo, le dio la espalda a Su creación y la dejó operar de acuerdo con ciertas leyes inmutables de la naturaleza. Nos dejó para hacer frente a la vida con nuestro cerebro y Su libro, la Biblia.

Un deísta se reiría de la idea de un Dios personal y bondadoso que está dispuesto y ansioso por responder a las necesidades de Sus criaturas. El deísta diría que tal Dios es una muleta imaginaria conjurada por aquellos que no tienen la fuerza para perseverar con sus propias habilidades dadas por Dios.

Encontré un buen ejemplo de este tipo de pensamiento en 1986, cuando usé mi programa de radio para pedirle a la gente que orara por la seguridad y la buena salud de un grupo que estaba a punto de llevar a Israel. Un abogado en Louisville, Kentucky, escribió: “Habiendo sido criado en la Iglesia de Cristo, comprenderá que, aunque le deseo lo mejor en su viaje y un regreso seguro a su hogar, no puedo ofrecer oraciones a Dios con ese propósito, ya que no creemos que Dios intervenga ahora en los asuntos humanos”. Concluyó la carta con estas palabras: “El hombre es hombre, y Dios es Dios, y los dos casi nunca se encuentran”.1

Desde que dejé la Iglesia de Cristo, he pasado 30 años moviéndome entre una gran variedad de denominaciones, y he descubierto que las Iglesias de Cristo no tienen ningún concesionario de franquicia exclusivo sobre el deísmo. De hecho, me atrevería a decir que he observado que la gran mayoría de los cristianos profesantes son deístas.

Ejemplos de Deísmo en Acción

¿Recuerda en la década de 1970 cuando James Robinson era el favorito de los bautistas del sur? Fue catalogado como “el próximo Billy Graham”. Hablaba con regularidad en la Primera Iglesia Bautista, en Dallas, la más grande de las iglesias bautistas del sur en ese momento.

Entonces, un día en su programa de televisión, James anunció que había recibido una curación milagrosa, y también su esposa. Contó cómo un humilde instalador de alfombras había llegado a su habitación de hotel durante una de sus cruzadas. El hombre anunció que Dios lo había enviado a orar por James y su esposa, y compartió información sobre sus aflicciones que sólo podría haber venido de Dios. El hombre les impuso las manos, oró y fueron sanados.

Esta buena noticia de una curación milagrosa no fue recibida como tal por muchos bautistas del sur. El programa de reuniones de James para los próximos 10 años se canceló casi de la noche a la mañana. De repente se convirtió en un paria.

Lo mismo le sucedió a Jack Deere, profesor del Seminario Teológico de Dallas. Su hijo fue sanado milagrosamente en una conferencia de la Viña, cuando John Wimber oró por él. Deere compartió las buenas noticias con sus colegas del seminario. El seminario respondió dejando en claro que debía voltear la página.3

A principios de la década de 1980, dirigí una serie de conferencias proféticas en Sudáfrica. En una de las ciudades que visité, conocí a un notable misionero patrocinado por las Iglesias Cristianas Independientes en los Estados Unidos. Una noche, mientras hablábamos, me preguntó si creía en los demonios. Le dije que sí. Luego reveló que el exorcismo de demonios se había convertido en uno de sus principales ministerios.

“La gente aquí en África adora todo, desde rocas hasta serpientes”, explicó, “y esto los abre a una invasión demoníaca. Por lo tanto, la posesión demoníaca es muy común aquí”.

Me preguntó si me gustaría participar en un exorcismo. Estaba renuente, ya que ésa no es mi vocación. Pero estuve de acuerdo cuando me explicó que mi función sería orar por él y su socio mientras se enfrentaban al demonio. La sesión resultó ser agotadora, pero fue emocionante ver a este hombre confrontar con valentía y confianza los poderes de las tinieblas en el poder del Espíritu Santo y en el nombre de Jesús.

Cuando terminó esa noche, el misionero me llamó aparte y me dijo: “Por favor, no le diga a nadie en los Estados que estoy involucrado en el ministerio de exorcismo, porque ninguna de las iglesias que me apoyan cree siquiera en la realidad de los demonios. Me cortarían el apoyo si supieran lo que estoy haciendo”.

El Impacto del Deísmo en la Lectura de la Biblia y la Oración

Estoy convencido de que el pensamiento deísta es la razón por la que tan pocos cristianos leen la Biblia con regularidad. Después de todo, la Biblia está llena de historias sobre personas que se encuentran en condiciones desesperadas y luego claman a Dios para que las libere. Si usted cree que Dios ya no responde a tales súplicas como lo hizo una vez, entonces la Biblia es realmente irrelevante.

Lo mismo ocurre con la oración. ¿Por qué molestarse en orar a un Dios que es distante e indiferente — y que ya no tiene el poder de hacer nada — incluso si quisiera?

En este sentido, recuerdo que, en la iglesia de mi niñez, nunca oraríamos por sanidad porque no creíamos en ella. En cambio, oraríamos para que Dios ayudara a los médicos a recordar lo que habían aprendido en la escuela de medicina. De hecho, si alguien en nuestra iglesia simplemente hubiera orado, “Señor, estamos preocupados por nuestra hermana que está enferma. Por favor, sánala”, probablemente hubiéramos experimentado dos o tres infartos en nuestra congregación — simplemente porque se había pronunciado la palabra “sana”.

Si alguna vez los cristianos necesitaron el poder de Dios en su vida diaria, es en estos tiempos del fin en los que estamos viviendo ahora. Los cristianos profesantes deben tomarse en serio lo que enseña la Biblia con respecto a lo sobrenatural y lo milagroso.

Tomando en Serio lo Sobrenatural

Con respecto a lo sobrenatural, los cristianos deben despertar al hecho de que el racionalismo científico occidental les ha lavado el cerebro. Éste es el punto de vista que niega la realidad de cualquier cosa que no pueda cuantificarse de alguna manera. Así, de acuerdo con esta actitud, si algo no se puede ver, tocar, pesar, medir o cuantificar de alguna otra manera, entonces no existe.

Pero la Biblia enseña que hay todo un ámbito de realidad que normalmente no puede ser percibido por los sentidos. Se llama lo sobrenatural. Debido a que tantos cristianos han rechazado lo sobrenatural, gran parte de la Biblia les resulta incomprensible o irrelevante.

La Realidad de los Demonios

Se puede encontrar un ejemplo en Marcos 1:32–34. En estos versículos se nos dice que la gente de Galilea llevó a Jesús a los “enfermos y endemoniados” para que los sanara. El pasaje dice: “Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios”. También dice que no permitía que los demonios hablaran.

Ahora, ¿qué le parece? ¿Algunas de las personas estaban poseídas por demonios o no? Los predicadores de mi herencia se dividían sobre el tema. Algunos tomaban la posición de que aquellos que estaban “poseídos por demonios” estaban simplemente enfermos emocionalmente, y como la gente del primer siglo no entendía la enfermedad emocional, la atribuían supersticiosamente a los demonios. Otros de nuestros predicadores argumentaban que los demonios eran reales, ¡pero que todos se retiraron al final del primer siglo!

De hecho, asistí una vez a una reunión de ministros en la que se debatió este tema. No pudieron ponerse de acuerdo sobre la naturaleza de los demonios en el primer siglo, pero al final de la reunión, votaron sobre si los demonios existen o no en la actualidad. ¡La votación fue 25 a 0 de que los demonios no existen actualmente! Me estremecí en ese momento al pensar en cómo las hordas de Satanás debían haberse estado riendo de ese voto tonto, y cómo debían de estar relamiéndose ante la perspectiva de atacar las iglesias de esos ministros.

La Realidad de los Ángeles

Otro ejemplo de un pasaje de las Escrituras con el que la mayoría de los cristianos no pueden lidiar se encuentra en Hebreos 1:14: “¿No son [los ángeles] todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”. Este versículo afirma que hay un ministerio activo de los ángeles en el mundo hoy al servicio de los cristianos.

Nunca olvidaré lo emocionado que me sentí cuando descubrí este versículo. Fue una de las primeras ideas que me dio el Espíritu Santo, después de que decidí dejar de jugar con las Escrituras espiritualizándolas hasta la muerte. Cuando acepté el significado de sentido llano de este versículo, comencé a comprender otros versículos aparentemente crípticos. como el de Hebreos 13:2, que nos advierte que debemos ser hospitalarios con los extraños porque “algunos han hospedado a ángeles sin saberlo”.

También comencé a experimentar un nuevo poder y confianza en mi caminar cristiano cuando comencé a confiar en el ministerio de los ángeles. Por ejemplo, nunca vuelo a ningún lado sin pedirle a Dios que rodee el avión con sus santos ángeles. De la misma manera, siempre le pido al Señor que coloque un ángel en mi casa para protegerla y a mis seres queridos.

Corrie ten Boom relata un gran ejemplo del ministerio de los ángeles en su libro, The Hiding Place.4 Ella cuenta que los nazis la llevaron a ella y a otros a un campo de concentración. A su llegada, se les dijo a las mujeres que se desnudaran y caminaran por un edificio donde las despiojarían. Tenía una pequeña Biblia escondida debajo de la axila y un frasco de vitaminas líquidas debajo de la otra. Sabía que, si se quitaba la ropa, encontrarían ambos artículos. Entonces, con una fe como la de un niño, oró: “Señor, rodéame con tus santos ángeles y hazme invisible”. Pasó junto a dos guardias en la puerta y atravesó todo el edificio, ¡y nadie le dijo una palabra!

La Realidad de la Guerra Espiritual

Efesios 6:10–18 es otro pasaje que significa poco para la mayoría de los cristianos profesantes, porque trata sobre la guerra espiritual. Este pasaje establece claramente que las luchas que tenemos en esta vida no son “contra sangre y carne”. Más bien, están en contra de “principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Estas palabras no tienen sentido para una persona que no cree en lo sobrenatural.

No es de extrañar que tantos cristianos vivan vidas derrotadas. Tomemos, por ejemplo, al cristiano que está tratando de lidiar con un jefe abusivo en el trabajo. En lugar de reconocer su lucha como espiritual y responder a ella orando por el jefe, se pasa el tiempo enfurecido por los malos tratos y soñando con la venganza.

Lo Sobrenatural y el Cristianismo

A medida que aumenta la presión sobre los cristianos en estos tiempos del fin, será cada vez más importante que todos aquellos que profesan a Cristo se tomen en serio lo sobrenatural.

La conclusión es que lo sobrenatural está indisolublemente entrelazado con el cristianismo. Piénselo —

Dios creó el universo sobrenaturalmente.

Dios sostiene Su creación sobrenaturalmente.

Dios destruyó la tierra sobrenaturalmente.

Dios ha intervenido en la historia repetidamente de maneras sobrenaturales.

Lo más significativo es que Dios se hizo carne sobrenaturalmente.

Jesús realizó repetidamente actos sobrenaturales. Resucitó sobrenaturalmente. Ascendió al cielo sobrenaturalmente. Se le apareció sobrenaturalmente a John en la isla de Patmos.

Los cristianos hemos nacido de nuevo sobrenaturalmente. El Espíritu Santo reside en nosotros sobrenaturalmente. Nos comunicamos con Dios sobrenaturalmente. Algún día, pronto, Jesús regresará a esta tierra sobrenaturalmente.

Lo sobrenatural es real y debemos tomarlo en serio. Sin una creencia en lo sobrenatural, es imposible ponerse “toda la armadura de Dios”,  para que podamos “estar firmes contra los asechanzas” (Efesios 6:11).

Creer en Milagros

Cuando se trata de milagros, nuestro problema básico es que hemos definido los milagros fuera de la existencia. La mayoría de la gente definiría un milagro como una acción que viola una ley de la naturaleza. Esa definición es demasiado estrecha.

Es cierto que algunos milagros bíblicos violaron las leyes de la naturaleza, como cuando Jesús caminó sobre el agua. Pero este tipo de milagro ocurre raramente en las Escrituras. Hay cuatro grupos de estos milagros, separados ampliamente en el tiempo. El primer grupo se relaciona con los milagros de la creación. El segundo grupo ocurrió junto con la liberación de los judíos del cautiverio egipcio. El tercer grupo se produjo durante los ministerios de Elías y Eliseo, cuando Dios habló a través de ellos para llamar a los judíos a salir de la idolatría. El cuarto grupo consistió en los milagros manifestados en el ministerio de Jesús.

El punto que a menudo se pasa por alto es que la mayoría de los milagros bíblicos nunca violaron ninguna ley de la naturaleza. Fueron considerados milagros no por su esencia sobrenatural, sino por su momento oportuno.

Un Pronosticador del Tiempo Milagroso

Considere al profeta Elías. Fue enviado a enfrentarse al malvado rey Acab. Para probar que estaba hablando por el único Dios verdadero, Elías le dijo a Acab que los cielos se cerrarían y que no volvería a llover hasta que él lo dijera (1 Reyes 17:1). Siguió una intensa sequía que duró tres años y medio. Finalmente, cuando Elías sintió que había dejado claro su punto, oró pidiendo lluvia, ¡y Dios envió un chaparrón! (1 Reyes 18:41–46)

Ahora bien, ¿de qué manera este milagro violó una ley de la naturaleza? No hay ninguna ley de la naturaleza que diga que debe llover en Israel todos los años. Éste fue un milagro de tiempo. Dejó de llover cuando Elías ordenó que lo hiciera, y comenzó a llover de nuevo cuando oró para que lo hiciera.

El hombre moderno lo llamaría una “coincidencia”. Y estoy seguro de que mucha gente en la época de Elías consideraba que era sólo eso. Pero ya ven, con un Dios soberano, no hay coincidencias; sólo hay incidencias de Dios.

Piense por un momento en cómo reaccionaría la gente hoy ante tal evento. Digamos que Dios envía a un profeta para confrontar al líder ruso, y supongamos que el profeta anuncia que no volverá a llover en Moscú hasta que él lo diga. Pasan tres años y no llueve. Luego, el profeta ora públicamente en la Plaza Roja, pidiendo lluvia, y comienza a llover. ¿Crees que la mayoría de la gente lo consideraría un milagro? Lo dudo. Creo que la mayoría de la gente diría: “¡Vaya! Ese tipo es un gran pronosticador del tiempo. Ojalá pudiéramos ponerlo en nuestra estación de televisión”.

Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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