Por George N. H. Peters
Las Escrituras no pueden ser comprendidas correctamente sin un conocimiento debido de este reino. Es un hecho, atestiguado por una multitud de obras, y constantemente presentado en todas las fases de la literatura bíblica, que la doctrina sobre el reino ha afectado materialmente los juicios de los hombres sobre la autoridad canónica, la credibilidad, la inspiración y el significado de los escritos contenidos en la Biblia. Si se produce un error aquí, inevitablemente éste se manifestará, por ejemplo, en la exégesis y la crítica. Esta característica ha sido notada por varios escritores, y, sin importar como sea explicada, se admiten los puntos de vista sobre este tema para modificar en gran medida la recepción, la interpretación y la enseñanza doctrinal de la Palabra.
Observación 1. Su importancia puede ser estimada al considerar los siguientes detalles:
1. El reino es el objeto diseñado por el pacto obligado por juramento (Prop. 49).
2. Es el gran tema, el tema principal de la profecía (Props. 33-35, etc.).
3. Es un tema que abarca una mayor proporción de revelación que todos los demás temas combinados; indicando así la estimación que Dios le tiene. El Dr. Pye Smith, Bickersteth y otros han observado y comentado esta peculiaridad, es decir, que los escritores inspirados dicen más respecto al reino de Cristo que lo que hacen con respecto a todas las demás cosas tratadas o discutidas en la Palabra.
4. Fue el tema principal de la predicación de Juan el Bautista, de Cristo, de los discípulos y de los apóstoles (Props. 38-74).
5. Fue un tema apreciado de predicación en la Iglesia primitiva (Props. 75-77).
6. Es el fundamento de una predicación bíblica correcta, porque el Evangelio mismo es “el evangelio del reino”.
7. Con el fin promover su establecimiento, Jesús aparece, sufre y muere (Props. 50, 181) y para manifestarlo, Él vendrá de nuevo (Props. 66, 68, 130, etc.).
8. Jesucristo mismo debe estar profundamente interesado en él, ya que es una bendición y un honor distintivos que le ha dado el Padre (Prop. 84), y le pertenece a Él como Su herencia (Props. 82, 116, etc.).
9. Hemos sido invitados, como el privilegio más precioso, a heredar este reino (Prop. 96).
10. Es el constantemente presentado objeto de fe y esperanza, que debería influir en nosotros para la oración, el deber y la vigilancia.
11. Es el resultado de las dispensaciones preparatorias, que nos permiten apreciar los medios empleados para lograr este fin.
12. Abraza en sí la perfecta redención completada; porque en él todas las promesas de Dios serán verificadas y realizadas.
13. Manifiesta en una forma externa el placer de la voluntad Divina en la salvación de la raza y la liberación de la creación (Props. 149, 145, etc.).
14. Mantiene las expresiones Divinas en unidad de diseño (Props. 174, 175), exhibe la unidad manifestada (Prop. 173) y reivindica la inspiración de la Sagrada Escritura (Prop. 182), incluyendo el Apocalipsis (Prop. 176).
15. Refuerza no sólo la humanidad (Props. 82, 89) de Cristo, sino también Su Divinidad (Props. 85 y 183), con el razonamiento más fuerte.
16. Nos muestra la majestad y gloria de Jesús, “El Cristo”, como el Rey Teocrático (Props. 88, 89, 132, 184, etc.), y la posición preeminente de “los primogénitos” quienes son coherederos con Él (Props. 118, 119, 127, etc.).
Todos estos, así como otros puntos relacionados, serán ampliamente discutidos en las siguientes páginas. Se menciona brevemente una suficiencia, para que el lector no deje de ver cuán importante debe ser una comprensión adecuada de este tema.
Estamos preparados, a partir de tales consideraciones, para apreciar la observación atribuida por Lange (Com., volumen 1, pág. 254) a Starke: “El reino de los cielos debe formar el punto central de todo aprendizaje teológico”. Van Oosterzee (Theol. del NT, p. 69) lo llama el pensamiento fundamental, y, después de dar a la doctrina del reino su posición correcta en la enseñanza de Jesús (diciendo: “que la idea del reino de Dios es fundamental en la teología de Cristo”) comenta: “Ya Hess ha proporcionado un tratado sobre la doctrina del reino de Dios, en el que muestra cuán prominente es el lugar que ocupa esta idea en la Sagrada Escritura, especialmente en la enseñanza del Señor. Por lo tanto, es sorprendente que Schmid, en la obra citada, le asigna el tercer lugar en su tratamiento de la doctrina de Jesús. Mucho mejor Neander, quien, en su vida de Jesús, deriva un ‘sistema completos de verdades’ de las parábolas del reino de Dios”. Sin embargo, agreguemos que incluso Schmid hace mucha justicia al reconocer su importancia, cuando (p. ej., Bib. Theol. NT, pág. 243) lo llama, la base de su enseñanza (de Cristo)”.
Obs. 2. Es significativo para el estudiante reflexivo — un cumplimiento de la profecía — que la idea de un reino Divino distintivo relacionado con Cristo y esta tierra, un reino que ocupa decididamente el lugar principal en la enseñanza de Jesús, se haga, tanto (con pocas excepciones) en teología y las confesiones de la Iglesia, para descender de su primer puesto en la Biblia y ocupar, cuando se alude, a uno muy subordinado. En centenares de libros, donde razonablemente debería ser evidente, algunas referencias de naturaleza un tanto mística e insatisfactoria, o un breve respaldo de la antigua visión monástica de que éste aplica a la Iglesia, descarta todo el tema; mientras que los temas inferiores tienen amplios capítulos e incluso volúmenes en su interés. Hay, a la mente reflexiva, algo radicalmente erróneo en un cambio de posición, y cuanto mayor sea la salida de la base bíblica más defectuosa se vuelve. Cualquier esfuerzo, como aquí se hizo, por restaurar la doctrina del reino a su verdadero y supremo lugar bíblico debería al menos solicitar atención.
Obs. 3. El reino merece el primer lugar en la teología bíblica y el primer rango en la Teología Sistemática. Las razones para esto, como ya se indicó, son abundantes. Esto ha sido pasado por alto demasiado, y el reino ha sido colocado en una posición subordinada, hasta que durante algunos años ha tenido lugar una reacción — inducida por ataques incrédulos — y el reino (como sea explicado) se destacó más prominentemente, especialmente por Lange (ver Pref. hasta Cam.), Van Oosterzee (Ch. Dogmatics), Thompson (Theol. of Christ), Auberlen (Div. Rev.), y otros. Abogando así por sus afirmaciones a una postura doctrinal, nosotros, como a veces somos acusados injustamente, no despreciamos la importancia, el valor y la excesiva preciosidad de la persona y la muerte de Jesús. Esto último es doctrinalmente la consecuencia de lo primero, y como provisional (porque sin esto último el reino, como pactual y prometido, no podría ser obtenido), para el reino, es de consecuencia incalculable.
Obs. 4. A medida que la investigación avance en esta dirección, podemos esperar aportaciones valiosas. Reuss (Hist, of Ch. Theol. of Ap. Age, p. 137) aunque equivocado en su interpretación del reino, dice con sinceridad: “No puede haber duda, entonces, de que esta idea completa y sugestiva del reino de Dios debe ser de alguna manera la mina a ser explorada por nosotros, para sacar a la luz los tesoros que la ciencia cristiana tiene que moldear y formar, para satisfacer las necesidades de cada esfera sucesiva, y la medida y las capacidades de cada mente”.
Obs. 5. Que el tema del reino es ampliamente reconocido como principal, se puede ver incluso en los puntos de vista más extremos, como por ejemplo el swedenborgianismo, el mormonismo, el shakerismo, etc. Sólo necesitamos referirnos al simple hecho de que los escritores de tendencias panteístas y místicas han tomado la frase “reino de los cielos” como el verdadero punto de partida del cristianismo, que denominan “La Nueva Jerusalén que desciende de Dios desde el cielo”; y de la cual argumentan que todos los hombres deben trabajar moralmente por el infinito, haciendo todos los esfuerzos posibles, ya sea en religión, ciencia, poesía, arte, etc., para ser aclamado como una sumisión subjetiva a, o reconocimiento de, este reino. Considerando la noción espiritualizada entretenida por muchos en la Iglesia, la amplían dándole una apariencia panteísta o un adorno místico, para adaptarlo a sus ideas de evolución, ley, unidad, filosofía, naturaleza humana, espiritualismo, etc. Hoy la atención sólo es dirigida a la circunstancia de que, en los sistemas y teorías de la religión, la menos bíblica, aún se le da un gran grado de prominencia a la idea del reino.
Obs. 6. Este tema es atractivo para el creyente reverente, no sólo por ser el tema absorbente de la profecía del Antiguo Testamento y la predicción del Nuevo Testamento, sino debido a la relación personal que él sostiene, como heredero, de ello. Es apropiado reconocer, comprender y apreciar nuestra herencia. Pero incluso el aspecto literario, la excelencia intelectual del mismo, invita a una investigación seria. Además de ser una idea predominante del libro, que ha tenido una influencia tan moldeadora en todas las áreas de la vida, es el tema que, por encima de todos los demás, suscita la más elocuente y sublime de todas las descripciones y promesas de la Biblia, que culmina en las últimas palabras conmovedoras de Jesús confiadas a Juan.
Obs. 7. Al examinar la gran variedad de hechos y eventos, algunos de los más grandes que el mundo haya alguna vez presenciado, todos señalan a este reino como un final contemplado; al mirar a lo mismo que ocurre y existe hoy, preparatorios para el reino; y al contemplar la hueste de acontecimientos notables y asombrosos que se prevé sucedan con relación al reino aún futuro, seguramente esto forma un tema digno, más allá de todos los demás, del estudio sincero, devoto y paciente de cada estudiante de los eventos del mundo acontecimientos y , sin esta clave, una historia desconcertante. El reino abarca mucho, tanto en la preparación como en el cumplimiento actual, que, en vista de su extensión, la doctrina excede a todas las demás en magnitud, envolviendo en sí misma casi toda doctrina.
Obs. 8. Una investigación más profunda de esta doctrina y un retorno correspondiente a la antigua fe, sostenida por hombres que, por posición y asociación (como por ejemplo, la Iglesia Apostólica), estaban preeminentemente calificados para comprenderla, eliminarán esas dolorosas concesiones ahora hechas a la incredulidad, que estigmatizan a los apóstoles y a la Iglesia primitiva como todavía bajo la influencia de “formas judías erróneas.” Tal estudio y retorno aliviarán a los teólogos de ser conducidos al expediente humillante de reconocer virtualmente que los apóstoles estaban equivocados en sus nociones respecto del Reino; que abrazaban “la cáscara judía,” que, no obstante, contenía el germen de verdad (el cual ellos, situados como estaban, no podían apreciar adecuadamente) que “la conciencia de la Iglesia” en su desarrollo (así también Neander, etc.) debía despojar de sus alrededores y fructificar en la verdad plena. Sólo en la dirección indicada por nosotros, podemos esperar — defendiendo como lo hace cada enunciado y posición doctrinal de los primeros predicadores del reino — por una súplica constante, justificación y protección contra la escuela de Strauss y Bauer (y otras), que ha llevado a notables teólogos — liderados por una doctrina preconcebida del reino — a colocar “la conciencia de la Iglesia” (que finalmente obtuvo la verdad que había escapado a la comprensión de los apóstoles), como es exhibida en la autoridad de la Iglesia o la teología, o las creaciones de hombres falibles, por encima de la de las Escrituras que contienen “la cáscara judía.” La importancia de nuestra doctrina se evidencia, en que se invierte todo esto, exaltando y reivindicando tanto las Escrituras como el conocimiento correcto de sus autores inspirados.
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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)