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sábado, 19 de abril de 2025

La Pasión de Cristo en la Profecía

 Por Tim Moore


Pasión: Sentimiento o convicción intenso, impulsor o dominante; afecto ardiente; los sufrimientos de Cristo entre la noche de la Última Cena y Su muerte (Merriam-Webster.com, en inglés).

Ciertos sentimientos e imágenes nos vienen a la mente cuando vislumbramos la “pasión”. Esa simple palabra evoca una sensación de deseo abrumador y una emoción intensa. Transmite un impulso que se vuelve único y consumidor, así como una intensidad romántica que se expresa legítimamente entre un esposo y una esposa. Esas son las definiciones que ofrece Merriam-Webster. Pero, para los cristianos, la palabra tiene un significado mucho más elevado y sublime.

Como reconoce el famoso diccionario, “pasión” también se refiere a los intensos sufrimientos de Cristo, específicamente aquellos que soportó desde la noche después de la Última Cena hasta Su muerte en el Gólgota. Los horrores de ese lapso de horas se describen en todos los Evangelios y han sido documentados con detalles impactantes y gráficos en películas como La Pasión de Cristo. Aun así, existe un vínculo indeleble entre todas las definiciones mencionadas.

Ciertamente, Jesucristo exhibió una determinación inquebrantable de “hacer la voluntad de Su Padre”. Vino a la Tierra para dar testimonio de la Verdad y ofrecerse a sí mismo como un Cordero sacrificial perfecto por los pecados del mundo. Verdadero Dios de Dios, Él es el Gran YO SOY quien se convirtió en la manifestación del amor del Padre por el mundo. Lo que hace que Su amor sea tan asombroso es que se demostró “cuando aún éramos pecadores” (Romanos 5:8).

Cuando Isaac Watts contempló la maravillosa Cruz, se sintió abrumado por “un amor tan asombroso, tan divino”. Los cristianos conocemos el poder de ese amor, porque quienes hemos creído en el Señor Jesucristo y estamos envueltos en sus brazos amorosos, hemos experimentado la Buena Nueva que representa el Evangelio. Él es nuestro y nosotros somos suyos, ahora y para siempre. Nada puede separarnos del amor inagotable de Dios.

Pero el amor de Dios era evidente mucho antes de que los escritores de los Evangelios registraran los eventos que rodearon el nacimiento, la vida, el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús. Sorprendentemente, Dios reveló la historia más grande jamás contada a sus profetas—ofreciendo destellos y presagios del amor eterno que se demostraría en el sufrimiento y la muerte de Jesús.

Desde la Fundación de la Tierra

Mucha gente piensa que la caída de Adán y Eva en el Jardín estropeó el plan original de Dios. Creen que si Eva hubiera reprendido a la serpiente o Adán hubiera rechazado la invitación de su esposa y la hubiera llevado al arrepentimiento, la humanidad todavía estaría viviendo en la perfección edénica. Tal pensamiento supone que Dios tuvo que desarrollar un Plan B para lidiar con el pecado humano. Eso no es lo que revela la Biblia.

Juan registra en Apocalipsis 13:8 que hay una gran dicotomía en la humanidad: Separar a aquellos que adorarán al Señor sólo a regañadientes de aquellos cuyos nombres están escritos “en el libro de la vida del Cordero que fue inmolado”. Este mismo versículo también transmite la comprensión de que los nombres de los salvos fueron escritos desde la fundación del mundo, o que Jesucristo, el Cordero de Dios, fue inmolado desde la fundación del mundo. Aunque las diferentes traducciones traducen este pasaje de manera diferente, la semántica no cambia el resultado final: el plan de Dios desde el principio era que Cristo fuera inmolado y que otorgara la vida eterna a todos los que creyeran en Él.

Pedro plantea el mismo punto. Jesús, como un “cordero sin mancha y sin contaminación”, cuya preciosa sangre fue derramada, fue conocido de antemano “antes de la fundación del mundo” (1 Pedro 1:19-20). Refiriéndose a Jesús, el Espíritu Santo le reveló a Juan que “el Verbo estaba con Dios y era Dios; Él estaba en el principio con Dios” (Juan 1:1-2).

El hecho de que Jesús viniera a la Tierra como un Hombre encarnado y diera su vida en una cruz no era el Plan B de Dios; era la intención eterna de Dios demostrar su amor insondable, inextinguible e inagotable.

La Primera Pista

El relato de Adán y Eva en el huerto ofrece varias indicaciones que presagian el plan de Dios para la salvación y la relación eterna con aquellos que son Suyos.

Génesis registra que el Señor Dios caminaba en el Jardín del Edén en el fresco del día (3:8). Dentro del Dios trino, Jesús es la manifestación física del Dios Todopoderoso, por lo que podemos suponer que Éste era el Cristo pre-encarnado. Después de pronunciar la maldición, al escuchar las excusas de Adán y Eva por su pecado, el Señor Dios hizo esta declaración a la serpiente: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú la herirás en el talón” (3:15). Los eruditos de la Biblia han entendido desde hace mucho tiempo que, dado que las mujeres no tienen “descendencia” de la misma manera que los hombres, esta referencia es a una descendencia específica que vendría de una mujer sin la participación de un hombre. La dolorosa herida infligida a esa singular descendencia sería devastadora, pero la herida que Él infligiría a la serpiente antigua sería definitiva. De hecho, Jesucristo cumplió esa profecía cuando nació de una virgen bajo la sombra del Espíritu Santo. Como Hijo Unigénito e inmaculado de Dios el Padre, fue gravemente herido en el Calvario; sin embargo, en la plenitud de los tiempos, aplastará la cabeza de Satanás. 

El horrible castigo por el pecado— y el precio de la vida que suponía cubrir la miserable pecaminosidad del hombre—se demostró cuando Dios creó vestiduras de piel para Adán y Eva. Presagiando el sacrificio supremo, Dios mismo derramó la sangre de animales inocentes para proporcionar una cobertura temporal para la vergüenza del hombre.

Tan sólo en el siguiente capítulo de Génesis, se demuestra claramente la carga del pecado. Actuando de acuerdo con su orgullo, celos e ira, Caín mató a su propio hermano Abel. Confrontado y maldecido por el Señor, Caín entendió correctamente: “¡Mi castigo es demasiado grande para soportarlo!” (Génesis 4:13).

De hecho, la mancha del pecado y la maldición mortal son demasiado grandes para que cualquiera pueda superarlas. Nadie puede liberarse de esta carga de pecado. Incluso nuestras obras ostensiblemente justas son poco más que trapos inmundos y repugnantes a la luz de la santidad de Dios (Isaías 64:6).

En medio de una prueba para demostrar su propia obediencia y fe, Abraham captó una verdad profética que capta el corazón del Evangelio. Le dijo a su hijo Isaac: “Dios proveerá el cordero para el [holocausto]” (Génesis 22:8). A lo largo de los largos siglos que siguieron, cada sacrificio ofrecido al Señor para cubrir temporalmente el pecado señalaba a Aquel que tomaría el pecado del mundo y proporcionaría una justificación completa a todos los que crean en Él.

Incluso José, rechazado por sus hermanos y entregado a la esclavitud y a la muerte, ofrece un poderoso presagio de la venida del Mesías. Al revelarse a sí mismo a sus hermanos ahora arrepentidos en Génesis 45, dijo: “Dios me envió delante de ustedes para preservarles un remanente... y para guardarlos con vida mediante una gran liberación” (Génesis 45:7). Una vez más, ésa es una descripción resumida de la encarnación y misión de Jesús: Dios lo envió para preservar un remanente—ofreciendo vida eterna por medio de una gran liberación.

Anticipos Proféticos de la Pasión

Los pasajes que señalan a la venida del Mesías como alguien “experimentado en quebrantos” (Isaías 53:3) se encuentran dispersos por todo el Antiguo Testamento. Job declaró su determinación de confiar en el Señor Dios, incluso si Él lo mataba, probablemente sin darse cuenta de que el Mesías viviría y moriría esa misma proclamación (Job 13:15). El rey David expresó poéticamente la verdad contenida en Levítico: que sólo uno con manos limpias y un corazón puro puede “subir al monte del Señor [y] estar en su lugar santo” (Salmos 24:3-4). Ciertamente, el rey conforme al corazón de Dios se quedó muy corto de tal descripción, por lo que señaló a Aquel a quien llamó “Mi Señor”, exaltado por el Señor mismo (Salmos 110:1).

Pero el rey que anhelaba morar en la casa del Señor para siempre sabía que tendría que ser lavado de la iniquidad, limpiado del pecado y liberado de la culpa de sangre (Salmos 23:6, 51:1-15). Y aun su corazón quebrantado y contrito, aunque no era despreciado por Dios, no satisfaría esa urgente necesidad. Tal purificación requeriría la propia salvación de Dios; requeriría un Salvador. Y David predijo proféticamente el devastador abandono del Salvador venidero en el Salmo 22, yendo tan lejos como para profetizar la muerte de Jesús por crucifixión y el sorteo de Sus vestiduras. Cumpliendo este salmo profético, Jesús lo recitó mientras colgaba en la cruz, terminando con el Salmo 22:31 mientras proclamaba: “Consumado es”, y exhalaba Su último suspiro.

Zacarías también predijo muchos detalles sobre los acontecimientos que rodearon la Pasión de Jesús. Dijo que el Mesías entraría a Jerusalén montado en un burro (9:9), y Jesús hizo precisamente eso el Domingo de Ramos. Dijo que el Mesías sería traicionado por un amigo y sufriría heridas en sus manos (13:6); que el precio por su traición sería de 30 piezas de plata (11:12); y que el dinero de la traición se usaría para comprar un campo de alfarero (11:13). Jesús de Nazaret cumplió cada una de esas profecías y el resto de las 108 profecías distintas relacionadas con Su nacimiento, vida, ministerio y muerte.

Pero el capítulo más significativo que predice el sufrimiento que el Mesías soportaría es Isaías 53. La profecía de Isaías es tan gráfica y tan inequívocamente cumplida por Jesús, que los rabinos judíos desalientan a sus seguidores incluso a leer el texto. He hablado con numerosos judíos que están familiarizados con la mayor parte del Antiguo Testamento, pero posteriormente confiesan que nunca han leído Isaías 53. ¿Qué hay en este pasaje que los opositores de Cristo quieren negar?

¿Cómo llamar a un Mesías tan sufriente? Inspirado por el Espíritu Santo, Isaías lo llama “el Justo, Mi Siervo" (53:11). A los ojos de Dios, este Varón de dolores despreciado, rechazado, traspasado y abatido sería “engrandecido, y exaltado y puesto muy en alto” (Isaías 52:13).

Isaías también predijo que el Mesías:

  • Crecería como un retoño de tierra reseca 
  • No tendría una figura majestuosa ni una apariencia atractiva 
  • Sería despreciado y abandonado 
  • Sería un hombre experimentado con el dolor y despreciado por los hombres 
  • Soportaría nuestras penas y dolores 
  • Sería considerado herido y herido por Dios 
  • Sería traspasado por nuestras transgresiones y molido por nuestras iniquidades 
  • Ofrecería sanidad y bienestar definitivo gracias a Su castigo y flagelación 
  • Llevaría voluntariamente la iniquidad del mundo según la voluntad del SEÑOR
  • Guardaría silencio frente a las acusaciones y la opresión 
  • Serviría como ofrenda por la culpa para llevar la iniquidad de muchos y justificarlos delante de Dios 
  • Se derramaría hasta la muerte y sería cortado de la tierra de los vivientes 
  • Se le asignaría un sepulcro con hombres malvados (con alusión específica a la tumba de un hombre rico)

Nuestro Siervo Sufriente entró al mundo como un bebé nacido en un establo. Lo envolvieron en pañales y lo acostaron en un pesebre. Creció en una región apartada de Israel y no tenía una apariencia majestuosa ni una figura imponente. Incluso lavó los pies de Sus propios discípulos y fue paciente con su lenta comprensión de todo lo que les reveló. Fue despreciado y rechazado por muchas de las personas a las que vino a salvar. Y como un Buen Pastor, dio Su vida por Sus ovejas (Juan 10:11).

Un Amor tan Asombroso

¿Cómo debemos responder a un amor tan asombroso? 

Para que no consideres esta pregunta como una reflexión académica, permíteme reformularla: ¿Has respondido a Su asombroso amor? Cuando Isaac Watts comprendió las increíbles, maravillosas e infinitas dimensiones del asombroso amor de Jesucristo, sólo le quedó una respuesta: “Un amor tan asombroso, tan divino, exige mi alma, mi vida, mi todo”.


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

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miércoles, 16 de abril de 2025

Video: La Muerte de Jesús en la Profecía


En este programa, Graciela y yo analizamos las 34 profecías que se cumplieron durante la última semana de la muerte del Mesías. La mayoría de ellas se cumplieron en las últimas 24 horas de Su vida. Además, analizamos cómo la ciencia demuestra la deidad de Jesús, al aplicarla al cumplimiento de estas profecías.

Los invito a suscribirse al canal “Profecías, Misterios y Otras Cosas”, y activar las notificaciones, para que puedan recibir las alertas cada que vez que un nuevo video sea publicado por Graciela. También los animo a compartir estos videos con sus contactos.  


Recurso recomendado:

viernes, 11 de abril de 2025

Los Tres Sufrimientos y Victorias de Jesús en la Cruz

Revelaciones de la Oración Íntima de Cristo

Por Dr. Nathan E. Jones y Dr. David R. Reagan


¿Sabía que una de las profecías más notables de la Biblia describe en detalle la crucifixión de Jesucristo? Lo que también hace que esta profecía sea particularmente notable es que fue escrita más de 1,000 años antes de que Jesús naciera, y más de 700 años antes de que los romanos perfeccionaran la crucifixión como método de ejecución. Puedes encontrar esta profecía en el Salmo 22 — un salmo escrito por el rey David y recitado por Jesús mientras colgaba de la cruz.

Sufrimiento #1 – Sufrimiento Espiritual (Salmos 22:1-5)

El Salmo 22 comienza con un grito agonizante de desesperación:

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor? Dios mío, de día clamo y no respondes; y de noche, pero no hay para mí reposo (1-2).

David lamenta el hecho de que, aunque ha estado buscando la ayuda del Señor tanto de día como de noche, todo lo que ha recibido hasta ahora como respuesta es silencio. Este tipo de declaración no es evidencia de una pérdida de fe, sino más bien una expresión de impaciencia y desesperación.

Del mismo modo, mientras Jesús colgaba de la cruz y las tinieblas descendían sobre toda la tierra, el Siervo Sufriente gritó en voz alta: “Elí, Elí, ¿lama sabactani?”, que traducido significa: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” (Mateo 27:45-46). Por primera vez en la existencia eterna de Cristo, cuando se convirtió en una ofrenda viva por los pecados de la humanidad (2 Corintios 5:21), el Hijo se encontró separado de la Trinidad. Debido a que la santidad de Dios no puede tolerar el pecado, Dios el Padre tuvo que, en efecto, darle la espalda a Su Hijo. Al igual que soportar una amputación sin anestesia, Jesús clamó desde lo más profundo de Su alma.

Aunque soportó un inmenso sufrimiento físico, ese sufrimiento espiritual resultó en un dolor mucho mayor. Y, sin embargo, para preservar su cordura, el salmista se recuerda a sí mismo la fidelidad de Dios:

Sin embargo, Tú eres santo, que habitas entre las alabanzas de Israel. En Ti confiaron nuestros padres; confiaron, y Tú los libraste. A Ti clamaron, y fueron librados; en Ti confiaron, y no fueron decepcionados (3-5)

Sufrimiento #2 – Sufrimiento Emocional (Salmos 22:6-13)

Jesús no sólo sufrió terriblemente espiritualmente, sino que también estaba bajo una tremenda angustia emocional. Aunque no se registra en su totalidad en Mateo 27, Marcos 15, Lucas 23 y Juan 19, muchos teólogos creen que Jesús continuó citando el Salmo 22 mientras colgaba de la cruz.

Pero yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Todos los que me ven, de mí se burlan; hacen muecas con los labios, menean la cabeza, diciendo: Que se encomiende al Señor; que Él lo libre; que Él lo rescate, puesto que en Él se deleita” (6-8).

La palabra hebrea traducida como “gusano” en el versículo 6 es tola, también la palabra para carmesí. En este contexto, lo más probable es que se refiera a la condición roja y sangrienta del Mesías después de su flagelación. Jesús habría quedado tan mutilado e hinchado que apenas se parecería a un hombre.

Si bien este pasaje describe el intenso sufrimiento físico del Mesías, también se combina con el sufrimiento emocional que Jesús estaba experimentando mientras los espectadores se burlaban y se burlaban de Él. Los que pasaban por allí lo blasfemaban, meneaban la cabeza y se burlaban de Él diciendo: “A otros salvó, pero no puede salvarse a sí mismo” (Mateo 27:42).

A pesar de que Jesús soportó las burlas de las mismas personas por las que estaba sufriendo, el salmista hace que el Mesías afirme una vez más su fe:

Porque Tú me sacaste del seno materno; me hiciste confiar estando a los pechos de mi madre. A Ti fui entregado desde mi nacimiento; desde el vientre de mi madre Tú eres mi Dios” (9-10)

Esta reafirmación de la fe es un increíble acto de voluntad. A pesar de que Jesús sufría en soledad sin “quien le ayudara” (v. 11), habiendo sido abandonado por todos Sus discípulos la noche anterior, el Mesías permaneció fiel a lo largo de Sus sufrimientos.

A continuación, el salmista recurre al lenguaje simbólico al describir el ataque espiritual que el Mesías experimentaría durante Su pasión:

Muchos toros me han rodeado; toros fuertes de Basán me han cercado. Ávidos abren su boca contra mí, como un león que despedaza y ruge” (12-13).

Lo que los ojos humanos no pudieron ver fueron las hordas demoníacas que rodeaban la cruz, regodeándose por la proximidad de la muerte del Mesías. Como reveló el apóstol Pedro, Satanás es como “un león rugiente que busca a quien devorar” (1 Pedro 5:8). Jesús, con Sus ojos espirituales, indudablemente vio el reino demoníaco danzando alrededor de la cruz y regodeándose por su “victoria”, al orquestar el asesinato del Hijo de Dios.

Por lo tanto, no sólo el reino del hombre se burlaba de Cristo en Sus sufrimientos, sino también el reino espiritual.

Sufrimiento #3 – Sufrimiento Físico (Salmos 22:14-21)

Jesús estaba siendo crucificado — una de las muertes más horribles jamás concebidas por la mente depravada del hombre — por lo que claramente, Jesús también sufrió un intenso dolor físico. El salmista describe el sufrimiento físico del Mesías con todos sus detalles sangrientos:

Soy derramado como agua, y todos mis huesos están descoyuntados; mi corazón es como cera; se derrite en medio de mis entrañas. Como un tiesto se ha secado mi vigor, y la lengua se me pega al paladar; me has puesto en el polvo de la muerte” (14-15)

Antes de ser crucificado, Pilato mandó azotar a Jesús. Luego, los soldados romanos retorcieron una corona de espinas y la aplastaron contra la frente de Jesús mientras golpeaban Su cabeza con una caña y le escupían. El evangelio de Juan agrega cómo Jesús sufrió una sed extrema mientras colgaba de la cruz, incluso gritando: “Tengo sed”, sólo para recibir una esponja empapada en vinagre. Los huesos de Cristo se habían dislocados. Sufría de una sed extrema. Su corazón estaba tan estresado que estaba a de estallar. La muerte se cernía sobre él.

A continuación nos encontramos con una de las profecías más notables de las Escrituras Hebreas:

Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malhechores; me horadaron las manos y los pies” (16)

Tenga en cuenta que, como se dijo, estas palabras fueron escritas 1,000 años antes del nacimiento de Cristo. Los romanos habían refinado la crucifixión como método de ejecución tan sólo 300 años antes. Y, sin embargo, por inspiración del Espíritu Santo, David profetizó que el Mesías moriría con las manos y los pies traspasados. El método judío de ejecución era la lapidación, pero la pena capital bajo el dominio romano era la crucifixión. El Evangelio de Marcos confirma que los soldados llevaron a Jesús al Gólgota— el “Lugar de la Calavera”, donde no lo apedrearon, sino que lo crucificaron.

El salmista concluye sus observaciones sobre el sufrimiento físico del Mesías:

Puedo contar todos mis huesos; ellos me miran, me observan. Se reparten entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echan suertes” (17-18)

La crucifixión hace que sus víctimas jadeen en busca de aire cuando cuelgan pesadamente de la estaca del verdugo. Todas las costillas del Mesías habían quedado al descubierto. Y, a medida que la sangre de Cristo se desvanecía, un acto más de crueldad se llevó a cabo a sus pies: los soldados echaron suertes por Su ropa (Mateo 27:35).

Mientras los demonios danzaban alegres ante Cristo en Sus sufrimientos y los soldados apostaban por lo único que Jesús poseía, el salmista registra una última oración pronunciada por el Mesías—una súplica por la liberación de Satanás:

Pero Tú, oh Señor, no estés lejos; fuerza mía, apresúrate a socorrerme. Libra mi alma de la espada, mi única vida de las garras del perro. Sálvame de la boca del león y de los cuernos de los búfalos; respóndeme” (19-21).

Si bien ninguno de los Evangelios registra que Jesús pronunciara tal oración en la cruz, indudablemente debió haberlo hecho, tal vez en silencio o en un susurro. Termina la oración pidiendo liberación de Satanás (el león) y sus hordas demoníacas (los bueyes salvajes).

Victoria #1 – Salvación (Salmos 22:22-26)

Los últimos seis versículos del Salmo 22 presentan las gloriosas victorias logradas debido a los sufrimientos del Mesías. Porque, entre los versículos 21 y 22, ocurre el milagro más grande de la historia: ¡La resurrección del Mesías! El milagro no se menciona específicamente, pero ciertamente se infiere. Sabemos esto porque el versículo 22 comienza con un cántico de celebración en agradecimiento a Dios por Su liberación:

Hablaré de Tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré. Los que temen al Señor, alábenlo; descendencia toda de Jacob, glorifíquenlo, témanlo, descendencia toda de Israel. Porque Él no ha despreciado ni aborrecido la aflicción del angustiado, ni le ha escondido Su rostro; sino que cuando clamó al Señor, lo escuchó. De Ti viene mi alabanza en la gran congregación; mis votos cumpliré delante de los que le temen” (22-25).

En los días previos a la Pasión, Jesús había dicho repetidamente a Sus discípulos que sería asesinado y luego resucitaría. Dios no sólo profetizó a través de David la crucifixión del Mesías, sino también su resurrección. Jesús cumpliría ambas profecías.

La primera victoria que Cristo logró a través de Su muerte y resurrección sacrificial es la más importante: la salvación para todos los que ponen su fe y confianza en Jesús como Salvador.

Los pobres comerán y se saciarán; los que buscan al Señor, lo alabarán. ¡Viva para siempre el corazón de ustedes!” (26).

Pedro explicó el significado de este versículo: “Él mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia. ¡Por su herida habéis sido sanados!” (1 Pedro 2:24).

Victoria #2 – Exaltación (Salmos 22:27-29)

La segunda victoria que Jesús logró a través de Su muerte y resurrección sacrificial se centra en la obediencia al Mesías. La sumisión de Cristo a la humillación de la cruz se transformaría en Su exaltación ante todas las naciones a Su regreso para reinar sobre la tierra.

Todos los términos de la tierra se acordarán y se volverán a Yahvé, y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti. Porque de Yahvé es el reino, y Él gobierna las naciones (27-28)

Una vez que comience el glorioso reinado del Señor, todos los que se salven adorarán ante su Rey, y así prosperarán. En contraste, aquellos que son condenados debido a su incredulidad, también se inclinarán ante Jesús y lo confesarán como Rey antes de ser consignados al lago de fuego.

Todos los grandes de la tierra comerán y adorarán; se postrarán ante Él todos los que descienden al polvo, aun aquel que no puede conservar viva su alma” (29).

El profeta Isaías predijo, y Romanos 14 y Filipenses 2 afirman, que toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará, que Jesús es el Señor.

Victoria #3 – Proclamación (Salmos 22:30-31)

La tercera victoria debido a la muerte sacrificial y resurrección del Mesías que revela el Salmo 22 implica la proclamación del legado de Cristo. Durante el reinado milenario de Jesús, los redimidos resucitados en sus cuerpos glorificados enseñarán a los que nacerán durante ese tiempo acerca de la justicia y toda suficiencia del sacrificio de Cristo en la cruz.

La posteridad le servirá; esto se dirá del Señor hasta la generación venidera. Vendrán y anunciarán Su justicia; a un pueblo por nacer, anunciarán que Él ha hecho esto” (30-31)

Note en particular la frase final: “Él ha hecho esto”. Literalmente, en hebreo, esto significa: “Consumado es”. El Evangelio de Juan describe cómo justo antes de que Jesús inclinara Su cabeza y entregara Su espíritu, exclamó: “¡Consumado es!”. Jesús había completado Su recitación del Salmo 22; Su sacrificio estaba ahora completo.

Una cosa es cierta, el cumplimiento de las profecías que se encuentran en el Salmo 22 con respecto a los sufrimientos y victorias de Jesucristo en la cruz confirma que Él es realmente el Mesías prometido. Sólo por la sangre derramada del Siervo Sufriente puede la humanidad encontrar la salvación del justo castigo del infierno provocado por nuestra rebelión contra Dios (Efesios 1:7; 1 Juan 1:7). Sólo en el nombre de Jesucristo puede cada uno de nosotros ser salvo y recibir la vida eterna (Juan 14:6; Hechos 4:12).


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

Recurso recomendado:

sábado, 15 de abril de 2023

Libro: Jesús: El Cordero y el León – Capítulo 10 (parte 2 de 2)

La Muerte de Jesús en la Profecía

Por Dr. David R. Reagan

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El Sufrimiento Físico se Intensifica

En el versículo 14, el salmista comienza a describir el sufrimiento físico del Mesías con detalles sangrientos:

14 He sido derramado como aguas, y todos mis huesos se descoyuntaron; mi corazón fue como cera, derritiéndose en medio de mis entrañas.

15 Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, y me has puesto en el polvo de la muerte.

Sus huesos están descoyuntados. Está sufriendo de sed extrema. Su corazón está estresado hasta el punto de estallar. La muerte se cierne sobre Él.

Así es como el Evangelio de Marcos describe el sufrimiento físico de Jesús (Marcos 15:15-17,19):

15 . . . [Pilato] entregó a Jesús, después de azotarle, para que fuese crucificado.

16 Entonces los soldados le llevaron . . .

17 Y le vistieron de púrpura, y poniéndole una corona tejida de espinas . . .

19 Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían . . .

Juan, en su evangelio, agrega que Jesús padeció sed extrema mientras estaba colgado en la cruz, y cuando clamó: “Tengo sed”. Los soldados se burlaron de Él poniendo una esponja en Su boca que estaba llena de vinagre (Juan 19:28-29).

El Método de Ejecución

Cuando llegamos al versículo 16 del Salmo 22, nos encontramos con una de las profecías más notables de las Escrituras hebreas:

16 Porque perros me han rodeado; me ha cercado cuadrilla de malignos; horadaron mis manos y mis pies.

Tenga en cuenta que estas palabras fueron escritas 1,000 años antes del nacimiento de Jesús. Eso significa que también fueron escritas 700 años antes de que los romanos refinaran la crucifixión como método de ejecución. Sin embargo, por inspiración del Espíritu Santo, ¡David profetizó que el Mesías moriría al tener Sus manos y pies traspasados!

El método judío de ejecución en el momento en que David escribió el salmo era la lapidación. Esto todavía era cierto mil años después, cuando Jesús vivió. Pero los judíos habían perdido el poder de implementar la pena capital bajo el dominio romano, por lo que entregaron a Jesús a las autoridades romanas cuando decidieron que debía ser ejecutado.

Las cuatro historias de los evangelios registran la ejecución de Jesús por crucifixión. El Evangelio de Marcos lo describe sucintamente de la siguiente manera (Marcos 15:22,24):

22 Y le llevaron a un lugar llamado Gólgota, que traducido es: Lugar de la Calavera. 

24 Cuando le hubieron crucificado . . .

Un Comentario Final Sobre el Sufrimiento

El profeta concluye sus observaciones sobre el sufrimiento del Mesías en los versículos 17 y 18:

17 Contar puedo todos mis huesos; entre tanto, ellos me miran y me observan.

18 Repartieron entre sí mis vestidos, y sobre mi ropa echaron suertes.

Todas las costillas del Mesías quedan al descubierto, mientras jadea por aire mientras cuelga del madero de ejecución. Y el sufrimiento emocional continúa, ya que nadie muestra compasión. En cambio, mientras Su vida se desvanece, ¡aquellos que llevan a cabo la crueldad pasan el tiempo apostando por Su ropa!

Mateo describe el cumplimiento de esta profecía de esta manera (Mateo 27:35):

35 Cuando le hubieron crucificado, repartieron entre sí sus vestidos, echando suertes … 

Una Oración Final

En los versículos 19-21 del Salmo 22, el salmista registra una oración final pronunciada por el Mesías. Es una súplica para ser librado de Satanás:

19 Mas tú, Jehová, no te alejes; fortaleza mía, apresúrate a socorrerme.

20 Libra de la espada mi alma, del poder del perro mi vida.

21 Sálvame de la boca del león, y líbrame de los cuernos de los búfalos.

Ninguno de los Evangelios registra a Jesús pronunciando tal oración en la Cruz, pero sin duda, debe haberlo hecho, tal vez en silencio o en un susurro.

En la oración, el Mesías afirma que Dios Padre está cerca de Él, aunque parezca distante, porque no puede tolerar el pecado que el Mesías debe llevar. Termina la oración pidiendo ser librado de Satanás (el león) y sus hordas demoníacas (los bueyes salvajes).

El Milagro Más Grande la Historia

Entre los versículos 21 y 22 del Salmo 22 ocurre el milagro más grande de la historia: La resurrección del Mesías. El evento no se menciona específicamente, pero ciertamente se infiere. El versículo 21 termina con una oración pidiendo ser librado del ataque de Satanás. El versículo 22 comienza con un cántico de celebración, agradeciendo a Dios por responder la oración:

22 Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré.

23 Los que teméis a Jehová, alabadle; glorificadle, descendencia toda de Jacob, y temedle vosotros, descendencia toda de Israel.

24 Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, ni de él escondió su rostro; sino que cuando clamó a él, le oyó.

25 De ti será mi alabanza en la gran congregación; mis votos pagaré delante de los que le temen.

La profecía más directa concerniente a la Resurrección en el Antiguo Testamento se encuentra en el Salmo 16:10 donde David escribió: “Porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción”.

En el Nuevo Testamento, Jesús repetidamente les dijo a Sus discípulos que lo matarían y resucitaría. Fue una de Sus profecías más frecuentes. Por ejemplo, en Mateo 17:22-23 se le cita diciendo: “El Hijo del Hombre será entregado en manos de hombres, y le matarán; mas al tercer día resucitará…”.

Lucas registra el cumplimiento de estas profecías de resurrección de la siguiente manera (Lucas 24:1-7):

1 El primer día de la semana, muy de mañana, vinieron al sepulcro, trayendo las especias aromáticas que habían preparado, y algunas otras mujeres con ellas. 

2 Y hallaron removida la piedra del sepulcro; 

3 y entrando, no hallaron el cuerpo del Señor Jesús. 

4 Aconteció que estando ellas perplejas por esto, he aquí se pararon junto a ellas dos varones con vestiduras resplandecientes; 

5 y como tuvieron temor, y bajaron el rostro a tierra, les dijeron: ¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? 

6 No está aquí, sino que ha resucitado. Acordaos de lo que os habló, cuando aún estaba en Galilea, 

7 diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre sea entregado en manos de hombres pecadores, y que sea crucificado, y resucite al tercer día.

Las Bendiciones de la Pasión

Los últimos seis versículos del Salmo 22 nos dan un resumen de las gloriosas consecuencias de la Cruz. La primera es la salvación para todos los que ponen su fe y confianza en Jesús como su Señor y Salvador:

26 Comerán los humildes, y serán saciados; alabarán a Jehová los que le buscan; vivirá vuestro corazón para siempre.

El apóstol Pedro resume el significado de este versículo en 1 Pedro 2:24: “quien llevó él mismo [Jesús] nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la justicia; y por cuya herida fuisteis sanados”.

La segunda consecuencia de la Cruz que se menciona en el Salmo 22 es que la obediencia de Jesús, al someterse a la humillación de la Cruz, resultará en Su glorificación ante todas las naciones de la tierra, cuando regrese para reinar sobre el mundo:

27 Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti.

28 Porque de Jehová es el reino, y él regirá las naciones.

Cuando comience ese glorioso reinado, todos los redimidos serán prosperados, mientras que aquellos que son condenados por su incredulidad se inclinarán ante Él y lo confesarán como Rey de reyes y Señor de señores antes de ser consignados al infierno:

Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán delante de él todos los que descienden al polvo, aun el que no puede conservar la vida a su propia alma.

Isaías declara que “toda rodilla se doblará, y toda lengua confesará” que Jesucristo es el Señor. Esto se afirma en Romanos 14:11 y Filipenses 2:10-11.

Piénselo: Llegará un día en que Hitler y Stalin se inclinarán y confesarán el señorío de Jesús, al igual que Madeline Murray O’Hare, Charles Darwin y cualquier otra persona perversa que haya vivido. Pero no tendrá ningún impacto en su destino eterno. Sólo aquellos que hacen esa confesión en esta vida recibirán la bendición de que sus “corazones vivan para siempre” (Salmo 22:26).

La consecuencia final de la Cruz, que se menciona en el Salmo 22, es que durante el reinado milenario de Jesús, los redimidos (que estarán en cuerpos glorificados) enseñarán a los que nacen durante ese tiempo de la justicia de Jesús y de la suficiencia total de Su sacrificio en la Cruz:

La posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta la postrera generación.

31 Vendrán, y anunciarán su justicia; a pueblo no nacido aún, anunciarán que él hizo esto.

Una Posibilidad Fascinante

Note de nuevo la última frase del Salmo 22: “Él hizo esto”. Literalmente, en hebreo, dice: “Consumado es”.

Este hecho ha llevado a algunos eruditos a teorizar que, mientras Jesús colgaba de la Cruz, muy probablemente citó todo el Salmo 22, comenzando con las palabras: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, y terminando con las palabras: “Consumado es”. Luego, los testigos simplemente escribieron las palabras de apertura y cierre que se registraron en los Evangelios (ver Mateo 27:46 y Juan 19:30).

Una Certeza que Plantea una Pregunta Crucial

Una cosa es cierta: El cumplimiento de todas las profecías del Salmo 22 en la vida de Jesús lo confirma como el Mesías prometido. Este hecho plantea una pregunta crucial, la pregunta más importante de su vida: “"¿Quién es Jesús para usted?”.

Cuando Jesús fue juzgado por las autoridades romanas, el gobernador romano, Poncio Pilato, preguntó a la multitud reunida: “¿Qué, pues, haré de Jesús, llamado el Cristo?” (Mateo 27:22).

Ésta es la pregunta más importante dl universo. Entonces, permítame hacerle la pregunta de Pilato: “¿Qué hará usted con Jesús?”.

¿Lo aceptará como Señor y Salvador, como lo hizo el ladrón en la cruz? (Lucas 23:39-43). Si es así, entonces recibirá la misma promesa que recibió el ladrón: “Estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).

¿O se lavará las manos de Jesús, como lo hizo Pilato? (Mateo 27:24). Si es así, entonces su destino será uno de separación eterna de Dios en el lago de fuego (Juan 3:16 y Mateo 10:28).

Su destino eterno — el Cielo o el Lago de Fuego — depende de su respuesta a una pregunta: “¿Quién dices que es Jesús?”.

Una Ilustración

Me gustaría terminar con una ilustración del significado de lo que Jesús hizo por nosotros en la Cruz. En los días de los pioneros, cuando las caravanas de carretas cruzaban esta nación hacia California, había muchas cosas que los caravaneros temían, cosas como pozos de agua secos, ataques de los indios, plagas y ventiscas. Una de las vistas más temibles era un incendio en la pradera que se acercaba.

En las llanuras de Kansas, la hierba de la pradera a menudo alcanzaba casi los tres pies de altura y, cuando estaba seca, podía arder muy rápidamente. Los incendios de praderas, a menudo iniciados por un rayo, podrían viajar a una velocidad de 50 millas por hora, dependiendo de los vientos.

En consecuencia, cuando se veía humo en el horizonte, el caravanero sabía que sólo tenía unos minutos para prepararse para la protección de su caravana. Sin embargo, a pesar de lo temibles y peligrosos que eran los incendios, no hay ningún caso registrado de una caravana destruida por uno. La razón es que había una forma muy comprobada de proteger los vagones.

Lo que haría el maestro de vagones es iniciar rápidamente un incendio en el lado opuesto del tren desde donde se acercaba el incendio de la pradera. Cuando el fuego se había consumido lo suficiente, los vagones se formaban en un círculo en el área quemada. Cuando el fuego de la pradera los alcanzaba, simplemente ardía a su alrededor y seguía su camino.

¿Cómo se relaciona esta historia con la Cruz? Cuando Jesús estaba colgado en la Cruz, todos los pecados que usted y yo alguna vez hemos cometido, y alguna vez cometeremos, fueron colocados sobre Jesús, y la ira que merecemos fue derramada sobre Él.

Cuando pone su fe en Él, entra en el área donde la ira de Dios ya ha caído, y se vuelve inmune a la ira que está por venir.

La Biblia dice que cada persona en el planeta tierra está bajo la ira de Dios o la gracia de Dios, porque ésas son las dos formas en que Dios trata con el pecado (Juan 3:36). ¿Está bajo ira o gracia? Puede pasar de la ira a la gracia poniendo su fe en Jesús como su Señor y Salvador. Hágalo hoy. No se demore.

¡Qué glorioso Salvador tenemos!

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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viernes, 14 de abril de 2023

Libro: Jesús: El Cordero y el León – Capítulo 10 (parte 1 de 2)

La Muerte de Jesús en la Profecía

Por Dr. David R. Reagan

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Y pusieron sobre su cabeza una corona tejida de espinas, y una caña en su mano derecha; e hincando la rodilla delante de él, le escarnecían, diciendo: ¡Salve, Rey de los judíos! Y escupiéndole, tomaban la caña y le golpeaban en la cabeza. 31 Después de haberle escarnecido . . . le llevaron para crucificarle. — Mateo 27:29-31

La crucifixión de Jesús fue el acto más ruin de toda la historia. Él era Dios hecho carne, quien había venido a la tierra para expresar Su amor íntimo por Su creación. Él amó. Él sanó. Él alimentó. Él consoló. Él reveló la Paternidad de Dios. Sin embargo, aquellos a quienes Él creó lo rechazaron y lo asesinaron. 1

Tampoco fueron sólo los judíos los que estuvieron involucrados en este indescriptible acto de deicidio. A medida que la Iglesia quedó atrapada en una ola de antisemitismo en sus primeros años, hubo un intento de atribuirlo todo a los judíos, lo que resultó en que fueran etiquetados como “asesinos de Cristo”. Pero la Biblia nunca hace tal acusación.

Más bien, la Biblia deja claro que toda la gente en Jerusalén en ese momento tenía la culpa. Así es como los discípulos de Jesús lo explicaron en una oración que hicieron juntos: “Porque verdaderamente, tanto Herodes como Poncio Pilato con los gentiles y el pueblo de Israel se reunieron en esta ciudad contra tu santo Siervo Jesús, al cual ungiste” (Hechos 4:27). Así que Jesús fue asesinado por los gobernantes romanos, los gentiles y los judíos.

Pero incluso este versículo no es suficiente para describir a todos aquellos que tienen la sangre de Jesús en sus manos. Porque ya ve, Jesús murió por los pecados de toda la humanidad. Por lo tanto, todos nosotros somos culpables de Su muerte, porque “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Esa es la razón por la que, cuando los grandes pintores cristianos de la Edad Media pintaban un cuadro de la crucifixión, siempre ponían su propio retrato entre las personas que estaban al pie de la cruz.

Una Profecía Increíble

Una de las profecías más notables en toda la Biblia es una acerca de la muerte del Mesías. Es muy detallada, y profetiza con precisión cada aspecto de la muerte del Mesías. En el proceso, se convierte en una prueba absoluta de que la Biblia es la Palabra de Dios y que Jesús era Dios en la carne.

La profecía constituye la totalidad del Salmo 22. Este salmo fue escrito por David, hijo de Isaí, mil años antes del nacimiento de Jesús. Considerémoslo versículo por versículo.

Un Grito de Desesperación

1 ¡Dios mío, Dios mío! ¿Por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación y de las palabras de mi clamor?

2 Dios mío, clamo de día y no respondes; clamo de noche y no hay sosiego para mí.

Como puede ver, el salmo comienza con un grito agonizante de desesperación. David clama: “¿Dónde estás, Dios?”. Lamenta el hecho de que, aunque ha estado buscando la ayuda del Señor, tanto de día como de noche, todo lo que ha recibido como respuesta es silencio.

¿Alguna vez ha tenido esa experiencia? Si ora regularmente, la ha tenido. Sucede porque Dios contesta las oraciones de tres maneras: Sí, No y Espera. Podemos lidiar con “Sí” y “No”. Es la espera lo que desgasta nuestros nervios. Por lo general, deseamos gratificación instantánea, en lugar de la voluntad de Dios en Su tiempo perfecto.

David había experimentado este sentimiento antes. Un ejemplo se puede encontrar en el Salmo 6:6-7 —

6 Me he agotado de tanto gemir. Toda la noche inundo mi cama y con mis lágrimas empapo mi lecho.

7 Mis ojos están debilitados por el pesar; se han envejecido a causa de todos mis adversarios.

Este tipo de declaración no es evidencia de una pérdida de fe. El salmista ni siquiera se molestaría en clamar a Dios si hubiera perdido su fe. Es más una expresión de impaciencia y una verbalización de un sentimiento de desesperación.

Una Reafirmación de la Fe

De hecho, después de lanzar su grito de desesperación, David inmediatamente reafirma su fe en Dios. Se recuerda a sí mismo de la fidelidad de Dios:

3 Pero tú eres santo. ¡Tú, que habitas entre las alabanzas de Israel!

4 Nuestros padres esperaron en ti: Esperaron, y tú los libraste.

5 Clamaron a ti, y fueron librados; confiaron en ti, y no fueron defraudados.

Como para preservar su cordura en medio de su sufrimiento, el salmista se recuerda a sí mismo la fidelidad de Dios para responder a las necesidades desesperadas de sus antepasados.

Un Misterio

Ahora bien, una cosa es que David clame a Dios desesperado en su frágil humanidad, pero ¿cómo se puede explicar el hecho de que Jesús, el Hijo de Dios, exclamó el mismo grito lastimero mientras estaba colgado en la cruz?

Cerca de la hora novena, Jesús clamó a gran voz, diciendo: Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? — Mateo 27:46

Una vez más, ¿cómo se pueden explicar tales palabras que salen de la boca del Hijo de Dios? Creo que, al igual que con David, esta expresión no estaba relacionada con una pérdida de fe. Más bien, fue un grito desesperado de agonía inexpresable y lamento por la separación de Dios Padre que Jesús experimentó en la Cruz.

Sufrimiento Espiritual

Verás, el mayor sufrimiento que Jesús experimentó en su pasión no fue físico o emocional — fue espiritual.

Piénselo: Él había experimentado eternamente una perfecta comunión de amor con Dios el Padre. Entonces, de repente, esa dulce comunión se rompió porque sus pecados y los míos fueron puestos sobre Jesús, y la ira de Dios, que merecemos, fue derramada sobre el Hijo. Así es como el apóstol Pablo lo expresó en 2 Corintios 5:21:

Al que no conoció pecado [el Hijo], por nosotros [Dios el Padre] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.

Una vez más, por un breve momento, la comunión perfecta entre el Padre y el Hijo se rompió porque nuestros pecados fueron puestos sobre Jesús, y la santidad de Dios no puede tolerar el pecado. Dios el Padre tuvo que darle la espalda a Su Hijo, lo que llevó a Jesús a clamar desde lo más profundo de Su alma: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”.

Sufrimiento Físico y Emocional

En el versículo 6 del Salmo 22, el salmista pasa del sufrimiento espiritual del Mesías a su angustia física y emocional.

6 Mas yo soy gusano, y no hombre; oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo.

7 Todos los que me ven me escarnecen; estiran la boca, menean la cabeza, diciendo:

8 Se encomendó a Jehová; líbrele él; sálvele, puesto que en él se complacía.

La palabra hebrea traducida como “gusano” en el versículo 6 es tola, la palabra para carmesí o escarlata. También es una palabra para un cierto tipo de gusano. En este contexto, lo más probable es que se refiera a la condición roja sangrienta del Mesías después de Su flagelación — cuando habría estado tan mutilado e hinchado que ya ni siquiera se parecería a un hombre y sería objeto de burla.

Por lo tanto, este pasaje describe el intenso sufrimiento físico del Mesías combinado con el sufrimiento emocional que experimentaría cuando los espectadores se burlaban de Él y gritaban burlas cáusticas.

Encontramos el cumplimiento de esta profecía en Mateo 27:39-42 —

39Y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza, 

40 y diciendo: Tú que derribas el templo, y en tres días lo reedificas, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, desciende de la cruz. 

41 De esta manera también los principales sacerdotes, escarneciéndole con los escribas y los fariseos y los ancianos, decían: 

42 A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar; si es el Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, y creeremos en él.

Otra Afirmación de Fe

Una vez más, en los versículos 9 al 10 del Salmo 22, el salmista tiene al Mesías reafirmando Su fe en medio de Sus intensos sufrimientos.

9 Pero tú eres el que me sacó del vientre; el que me hizo estar confiado desde que estaba a los pechos de mi madre.

10 Sobre ti fui echado desde antes de nacer; desde el vientre de mi madre, tú eres mi Dios.

Esta reafirmación de la fe es un increíble acto de voluntad, y es un ejemplo para todos nosotros. Nuestra tendencia es revolcarnos en la autocompasión cuando las cosas se ponen difíciles. David se niega a hacer esto. Aprovecha la oportunidad para reafirmar su fe, e indica proféticamente que el Mesías hará lo mismo en medio de Su pasión.

Fe Firme

Me recuerda la fe tenaz de Pablo. Cuando estaba en prisión en Roma, esperando la ejecución, escribió: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Filipenses 4:4). Procedió a instar a sus compañeros creyentes a: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4: 6). Luego reveló el secreto de su actitud positiva en medio del sufrimiento: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13).

En otras palabras, Pablo estaba diciendo que debemos mantener nuestros ojos enfocados en el Señor en lugar de nuestros problemas, y “Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).

Otro gran ejemplo de fe firme se puede encontrar en la vida del profeta del Antiguo Testamento, Jeremías. Él profetizó que si el pueblo judío no se arrepentía, su nación sería destruida. Vivió para ver sus profecías hacerse realidad.

Cuando el sitio de Jerusalén fue completado por los babilonios, Jeremías caminó por las calles escribiendo un lamento fúnebre en el que describió vívidamente la destrucción física y la carnicería humana que lo rodeaba. Ese lamento constituye el libro de Lamentaciones.

En medio de su lamento, como para preservar su cordura, el profeta de repente deja de llorar y vocaliza una de las más grandes declaraciones de fe firme registradas en cualquier parte de la Biblia (Lamentaciones 3:21-24):

21 Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré.

22 Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.

23 Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.

24 Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.

Sufrimiento Emocional

Con el versículo 11 del Salmo 22, el salmista vuelve al sufrimiento emocional del Mesías:

11 No te alejes de mí, porque la angustia está cerca; porque no hay quien ayude.

Ésta es una profecía concerniente a la soledad que el Mesías experimentaría en Su pasión. Él sufriría emocionalmente por Su abandono por parte de todos Sus discípulos. El cumplimiento de esta profecía se registra en Mateo 26:

47 Mientras todavía hablaba [Jesús], vino Judas, uno de los doce, y con él mucha gente con espadas y palos . . .

49 Y en seguida se acercó a Jesús y dijo: ¡Salve, Maestro! Y le besó. 

50 Y Jesús le dijo: Amigo, ¿a qué vienes? Entonces se acercaron y echaron mano a Jesús, y le prendieron.

56 . . .Entonces todos los discípulos, dejándole, huyeron.

Más Sufrimiento Espiritual

En el versículo 12 del Salmo 22, el enfoque vuelve al sufrimiento espiritual del Mesías:

12 Me han rodeado muchos toros; fuertes toros de Basán me han cercado.

13 Abrieron sobre mí su boca, como león rapaz y rugiente.

Creo que ésta es una profecía de que el Mesías en Su pasión estaría rodeado de hordas demoníacas que se regodearían con su muerte que se acercaba. En el Nuevo Testamento, Pedro describe a Satanás como “león rugiente, [que] anda alrededor buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).

Aunque no hay un cumplimiento registrado de esta profecía en el Nuevo Testamento, no tengo duda alguna de que sucedió. Las personas que fueron testigos de la crucifixión no podían ver a los demonios con sus ojos físicos. Pero Jesús, con Sus ojos espirituales, sin duda podía verlos, mientras bailaban alrededor de la Cruz y se regodeaban en su “victoria”, al orquestar el asesinato del Hijo de Dios.

Lea la parte 2 aquí 

Traducido por Donald Dolmus
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viernes, 16 de abril de 2021

Revista Llamada de Medianoche – Abril 2021

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Temas incluidos en esta edición:

»» El "inframundo" del Monte del Templo
»» Drones de Israel protegen a Etiopía de plaga de langostas
»» Israel: un pueblo muy especial
»» Jesús, el más poderoso 
»» La luz brillante del Resucitado

Entre otros.

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