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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
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The Divine Rebuke of Corrupt Religious Authority
La Resurrección de Jesús es uno de los pilares fundamentales del Cristianismo, ya que su veracidad demuestra que Jesús es quien dijo ser: El Hijo de Dios.
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Dos corrientes del Cristianismo han estado operando lado a lado durante 2,000 años. Una es el Cuerpo de Cristo, la Iglesia Apostólica, que incluye a todos aquellos que han nacido de nuevo con el Espíritu de Dios. Esta iglesia verdadera se aferra a la fe de los apóstoles y se somete a la autoridad de la Escritura. La otra corriente es el cristianismo apóstata; aquellos que profesan a Cristo pero que se aferran a un evangelio diferente y que, por lo tanto, nunca han experimentado el segundo nacimiento (1 Juan 2:19-20).
Dado que la apostasía también ocurrió en el judaísmo, existe una pregunta crítica a considerar. ¿Fue la acción que causó que los judíos se desviaran de la única religión que Dios había ordenado, la misma acción que causó que los apóstatas se desviaran de la única Iglesia que Cristo estableció? ¡Sí! El error fatal común a ambos ocurrió cuando los líderes religiosos reemplazaron la autoridad de Dios con su propia autoridad. Los fariseos usaron la Cátedra de Moisés para distorsionar la Palabra de Dios con sus propias tradiciones y la Iglesia Católica Romana ha usado la Cátedra de Pedro para hacer lo mismo. Es en efecto asombroso ver cómo el clero católico se asemeja a los fariseos del judaísmo del I Siglo. Ambos se corrompieron cuando rechazaron la absoluta autoridad suprema de la Escritura. Mientras que conocemos cómo condenó Jesús a los fariseos hipócritas por su carácter y conducta, sólo podemos adivinar si las mismas reprensiones aplican hoy al clero católico. El terco rechazo de los fariseos a someterse a la autoridad de Dios los condujo en última instancia a rechazar a Jesús como el Mesías, mientras que el mismo rechazo terco ha conducido al clero católico a rechazarlo como su Salvador todo suficiente.
En Mateo 23 Jesús da Su último sermón público y éste está lleno de fuertes reproches contra el corrupto liderazgo religioso de los fariseos. El sermón también es una advertencia para aquellos que siguen a falsos pastores en lugar de al Pastor Verdadero. Es, por lo tanto, mi oración que los católicos darán una mirada objetiva a sus líderes religiosos. ¿Se han vuelto tan corruptos como los pastores del pueblo escogido de Dios? Veamos las similitudes entre los fariseos y el clero católico romano.
Se Oponen a la Autoridad Divina
En Mateo 23:2, Jesús dice: “En la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos”, la posición de autoridad. Observe que fueron ellos los que se sentaron, Dios no los puso ahí. Al hacer eso, se opusieron a la autoridad divina al establecer la suya. Esto es análogo a los sacerdotes católicos. Obstinadamente continúan un sacerdocio sacrificial que fue terminado divinamente hace 2000 años. Cuando Jesús, el Sumo Sacerdote se ofreció a Sí Mismo una vez, como sacrificio por el pecado, para siempre, no había más necesidad de sacrificios sacerdotales. Nuestro Dios misericordioso puso en claro esto cuando rasgó el velo que una vez impedía el acceso a Su presencia de alguien distinto a los sacerdotes santificados (Mr. 15:38). Ahora “teniendo libertad para entrar al Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través del velo, esto es, de Su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe…” (Heb. 10:19-22).
Los sacerdotes católicos no son llamados por Dios, ni están en la voluntad de Dios. Sus ofrendas falsas nunca pueden quitar el pecado ni tampoco pueden hacer lo que Jesús ya ha hecho: “Con un sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Heb. 10:14).
Impiden la Entrada al Cielo
En Mateo 23:13, Jesús condena a los fariseos por hacer la misma cosa que los sacerdotes católicos están haciendo. Jesús declara: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! Porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres; pues ni entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que están entrando”. Los fariseos y el clero católico han mantenido a las personas fuera del Reino con sus enseñanzas legalistas que nulifican la gracia soberana de Dios. Ellos trancan las puertas del Cielo con un sistema de obras-justicia que deja a sus seguidores desesperadamente culpables y sin seguridad o paz. Muchos católicos, que son celosos de Dios, están trabajando para establecer su propia justicia debido a que se les ha enseñado una perversión del Evangelio. Sus sacerdotes “difaman el camino de la verdad” y les señalan el camino ancho que conduce a la destrucción (Mt. 7:13; 2 P. 2:1-2).
Sus Conversos se Vuelven Hijos del Infierno
En el versículo 15, Jesús maldice de nuevo a los fariseos: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas! porque recorréis mar y tierra para hacer un prosélito, y una vez hecho, le hacéis dos veces más hijo del infierno que vosotros”. El clero católico también vuelve a sus conversos “hijos del infierno”. Su ministerio no es uno de conversión, sino de perversión. En lugar de proclamar las buenas noticias de la finalizada obra de redención de Cristo, pervierten el mensaje con ofrendas continuas que mantienen a los conversos en esclavitud legalista (Catecismo [CIC], 1367). Los sacerdotes niegan la suficiencia del sacrificio de Cristo al insistir que los católicos deben hacer su propia satisfacción por los pecados (CIC, 1459). Después de hacer penitencia, los sacerdotes dan a los católicos la falsa esperanza de que sus pecados han sido perdonados.
A los católicos se les instruye que Jesús simplemente abrió las puertas del Cielo con Su muerte y resurrección. Dado que sólo Él hizo posible la salvación, es necesaria una perversión del verdadero evangelio para instruir a los católicos lo que deben hacer para entrar por las puertas del Cielo (CIC, 2027). Los conversos a este evangelio condenatorio de obras y sacramentos permanecen bajo la ira de Dios. Su destino permanece sin cambio – una eternidad de tormento sin Cristo.
Son Auto-Indulgentes y Ladrones
En el versículo 25, Jesús maldijo a los líderes judíos por su piedad externa que escondía su corrupción interna. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque limpiáis lo de fuera del vaso y del plato, pero por dentro estáis llenos de robo y de injusticia”. El clero católico también es culpable de robo y auto-indulgencia. Aunque sus súbditos los miran como dignos de confianza con un toque sobrenatural de santidad, tienen una larga historia de inmoralidad sexual que incluye violar niños y robarles su inocencia. Algunos de los sacerdotes pedófilos han sido capturados y expuestos, pero sus obispos los reubicaron en otras parroquias donde continuaron satisfaciendo sus perversiones sexuales. En lugar de ser pastores piadosos que protegen su rebaño, son lobos perversos que destruyen el rebaño.
No existe forma amable de exponer al clero católico que roba y extorsiona millones de dólares cada año de sus congregaciones con la práctica impía de las indulgencias. Los sacerdotes perpetúan la estafa fraudulenta de las indulgencias y el purgatorio con el fin de recolectar estipendios de individuos dolientes que quieren reducir el tiempo de sufrimiento para sus seres amados. Éste podría ser el fraude más cruel de todos los tiempos. Es una práctica engañosa que mantiene a las personas en esclavitud a su iglesia, no sólo en esta vida sino que aun después de la muerte.
Son Hipócritas
En el versículo 27, Jesús los maldice por su hipocresía. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque sois semejantes a sepulcros blanqueados, que por fuera, a la verdad, se muestran hermosos mas por dentro están llenos de huesos de muertos y de toda inmundicia”. Esta hipocresía también es común entre el clero católico. Parecen piadosos en sus vestidos litúrgicos, pero debajo de sus vestimentas son hombres espiritualmente muertos. Sus corazones no regenerados provocan que otros caigan en hipocresía. Dado que no tienen corazones controlados por el Espíritu, deben esconder sus corazones perversos con pompa exterior. Dicen que representan a Jesucristo pero, por medio de la hipocresía, siguen las doctrinas de demonios (1 Tim. 4:1-3). Dado que rechazan “la doctrina conforme a la piedad”, sus vidas están marcadas por el pecado en lugar de por la piedad (1 Tim. 6:3; Judas 4, 8-16).
Son Orgullosos y Presumidos
En el versículo 29, Jesús condena a los líderes religiosos por jactarse de que ellos eran mejores que sus ancestros. “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque edificáis los sepulcros de los profetas, y adornáis los monumentos de los justos, y decís: ‘Si hubiésemos vivido en los días de nuestros padres, no hubiéramos sido sus cómplices en la sangre de los profetas”. Recientemente hemos escuchado disculpas del Vaticano por la persecución de los judíos y los cristianos a lo largo de la historia. El clero católico de hoy está diciendo, no somos como nuestros ancestros, no matamos más a los siervos de Dios, pueden confiar en nosotros. Estamos de acuerdo en que son mejores ahora que en el pasado, pero eso no es algo para presumir. La historia revela que los papas anteriores fueron culpables de cometer casi cada pecado y crimen posibles, incluyendo asesinatos, muerte, violación, adulterio, fornicación, incesto, robo, conspiración, soborno, fraude y perjuro. La corrupción de 29 papas es tan despreciable, que el Vaticano los ha enumerado como los “anti-papas”. Sin embargo, su intento de revisar la historia no puede borrar los escándalos y crímenes impíos del papado.
Jesús acentúa sus reprensiones con una pregunta aleccionadora, “¡Serpientes, generación de víboras! ¿Cómo escaparéis de la condenación del infierno?" ¡Qué todos podamos aprender de la historia bíblica y que urgente y convincentemente advirtamos a nuestros seres amados, que estén siguiendo a falsos pastores, a volverse al único Pastor Verdadero!
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Los católicos que creen que un fuego purificador purgará sus pecados son víctimas engañadas de una mentira mortal. La invención de un lugar para la purificación de los pecados llamado el Purgatorio es una de las atracciones más seductoras de la religión católica romana. El Pastor John MacArthur, de Grace Community Church, describió de forma brillante este fraude engañoso. Él dijo:
“El Purgatorio es lo que hace que todo el sistema funcione. Quite el Purgatorio y sería difícil ser un católico. El Purgatorio es la red de seguridad, de que cuando muera, no irá al infierno. Usted va (al Purgatorio) y arregla las cosas y finalmente llega al Cielo si ha sido un buen católico. En el sistema católico nunca sabes si vas a ir al Cielo. Sólo sigues intentando e intentando… en un largo viaje hacia la perfección. Bien, es muy desalentador. Las personas en ese sistema están llenos de culpa, llenos de temor y no tienen conocimiento acerca de si entrarán o no al Reino. Si no hay ningún Purgatorio, no hay ninguna red de seguridad que me agarre y que me dé alguna oportunidad para llegar al Cielo. Es una segunda oportunidad, es otra oportunidad después de la muerte” (De “El Papa y el Papado” – enlace en inglés).
El Origen del Purgatorio
No hubo ninguna mención del Purgatorio durante los dos primeros siglos de la Iglesia. Sin embargo, cuando el Emperador romano Teodosio (379-395) decretó que el Cristianismo sería la religión oficial del imperio, miles de paganos inundaron la Iglesia y trajeron con ellos sus creencias y tradiciones paganas. Una de esas creencias paganas era un lugar de purificación adonde las almas iban para hacer satisfacción por sus pecados.
El concepto se extendió mucho más cerca del 600 A.D., debido al fanatismo del Papa Gregorio el Grande. Él desarrolló la doctrina a través de visiones y revelaciones de un fuego Purgatorio. Según la Enciclopedia Católica (EC), el Papa Gregorio dijo que los católicos “expiarán sus culpas por llamas purgatorias”, y “el dolor (es) más intolerable que lo que cualquiera pueda sufrir en esta vida”. Siglos después, en el Concilio de Florencia (1431), fue declarado un dogma infalible. Luego fue reafirmado por el Concilio de Trento (1564). El dogma se basa en gran parte en la tradición católica de escritos extra-bíblicos e historia oral.
Otro motivo de Roma para fabricar la doctrina herética del Purgatorio es su poderoso efecto para controlar a las personas. En última instancia, la esclavitud y la subyugación de las personas es la meta de toda religión falsa, y el Purgatorio hace exactamente eso. El concepto de una prisión aterradora con un fuego purgador, gobernado por líderes religiosos, es un invento muy brillante. Mantiene a la gente cautiva, no sólo en esta vida sino también en la próxima vida. El clero católico no dirá cuántos años tienen que sufrir las personas por sus pecados o cuántas misas deben ser compradas antes de que puedan ser liberados de las llamas. ¡Este temor y esta inseguridad espantosos es la forma más despiadada de esclavitud religiosa y engaño!
El Apoyo Bíblico para el Purgatorio
¡No existe absolutamente ninguno! De hecho, ni la palabra ni el concepto de un fuego purificador del pecado se encuentran en la Escritura. El Vaticano fue confrontado con esto en el siglo XVI cuando los Reformadores protestaron su práctica de comprar y vender la gracia de Dios a través de las indulgencias. Acorralado en una esquina, el Concilio de Trento añadió los libros apócrifos a su canon de la Escritura. Roma declara ahora que existe apoyo escritural para el Purgatorio en el libro apócrifo de 2 Macabeos. El Concilio ignoró el hecho de que los escribas judíos nunca reconocieron a los libros apócrifos como inspirados o como parte de las escrituras hebreas. Nunca fueron incluidos debido a sus muchos errores históricos, teológicos y geográficos. Dado que Dios no es el autor del error, Él obviamente no inspiró a los escritores de la Apócrifa. Éste es el porqué la Apócrifa nunca fue incluida en el canon original de 66 libros.
Los versos apócrifos que Roma usa para defender su doctrina del Purgatorio se refieren a los soldados judíos que murieron usando amuletos paganos alrededor de sus cuellos. Judas Macabeo, “Efectuó entre sus soldados una colecta y entonces envió hasta dos mil monedas de plata a Jerusalén a fin de que allí se ofreciera un sacrificio por el pecado. Todo esto lo hicieron muy bien inspirados por la creencia de la resurrección, pues si no hubieran creído que los compañeros caídos iban a resucitar, habría sido cosa inútil y estúpida orar por ellos. Pero creían firmemente en una valiosa recompensa para los que mueren como creyentes; de ahí que su inquietud era santa y de acuerdo con la fe. Esta fue la razón por la cual Judas ofreció este sacrificio por los muertos; para que fueran perdonados de su pecado” (2 Macabeos 12:43-46).
Roma argumenta que dado que Judas Macabeo oró por los muertos, debe haber esperanza por aquellos que mueren en pecado. Esto, por supuesto, va en contra de lo que la Palabra de Dios declara,
“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Heb. 9:27).
El intento de Roma de dar crédito al Purgatorio al usar esta práctica impía de los judíos, que tuvieron una historia de desobediencia a Dios, es patético.
En otro intento por encontrar apoyo para el Purgatorio, muchos católicos apuntan a este versículo:
“Si la obra de alguno se quemare, él sufrirá pérdida, si bien él mismo será salvo, aunque así como por fuego” (1 Cor. 3:15).
Claramente, el contexto de este versículo es la prueba de las obras de un hombre por el fuego. Las obras que sobreviven son las obras hechas para la gloria de Cristo y son llamadas oro, plata y piedras preciosas (Ef. 2:10). Todas las otras obras superfluas son quemadas en el fuego y son llamadas madera, heno y hojarasca. No son los pecados del hombre que están siendo purgados, son las obras espurias del hombre las que están siendo quemadas y destruidas.
La Reprensión Bíblica del Purgatorio
La Palabra de Dios no deja absolutamente ninguna posibilidad para que el pecado sea purgado por algo más que la sangre de Jesucristo. El querido apóstol Juan escribió estas palabras con claridad irrefutable. Él escribió,
“La sangre de Jesucristo Su Hijo nos limpia de todo pecado” y “de toda maldad” (1 Jn. 1:7,9).
¡Juan no dijo “algunos” o la “mayoría” de pecados, sino que todos! Esto reprende rotundamente la necesidad de un fuego purgador de pecados. La Palabra de Dios también declara, “Casi todo es purificado con sangre, y sin derramamiento de sangre no se hace remisión” (Heb. 9:22). Cuando Jesús “habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Heb. 1:3). Los que desean tener sus pecados purgados necesitan confiar en una persona, no en un lugar. ¡La sangre de Cristo es el único agente limpiador del pecado! Aquellos que vienen a la cruz de Cristo deben venir con manos vacías de fe, no trayendo nada más que sus pecados.
Cada creyente comprado con sangre está instantáneamente presente con su Redentor al momento de su muerte. Estar “ausente del cuerpo” es estar “presentees al Señor” (2 Cor. 5:6-8). Esta buena noticia fue afirmada por el Señor con la promesa que Le dio al ladrón arrepentido en el Calvario. Él le dijo, “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el Paraíso” (Lc. 23:43). Este pecador habitual no necesitó un fuego para purgar sus pecados.
A los católicos que creen en el Purgatorio debe preguntárseles: “¿Quién está a cargo de liberar las almas del fuego purgador?” No puede ser Dios debido a Su promesa a los creyentes. “No me acordaré más de sus pecados e iniquidades” (Heb. 10:17).
Después de la conversión, Dios no cuenta más los pecados contra Sus hijos (2 Cor. 5:19).