Por Dr. Ciro I. Scofield
La sexta dispensación: la Iglesia. En Mt. 12:47–13:52 nuestro Señor Jesucristo anunció una nueva era. Él claramente profetizó la Iglesia en Mt. 16:18 (comp. Mt. 18:15-19). La Iglesia fue comprada con Su sangre derramada en el Calvario (Ro. 3:24-25; 1 Co. 6:20; 1 P. 1:18-19), y constituida en tal durante Pentecostés, después de Su resurrección y ascensión. En ese momento, de acuerdo a Su promesa (Hch. 1:5), los creyentes en forma individual fueron bautizados por primera vez con el Espíritu Santo en un organismo espiritual unificado que se compara a un cuerpo del cual Cristo es la Cabeza (1 Co. 12-13; Col. 2:19). En vista del énfasis sobre el Espíritu Santo, esta era también ha recibido el nombre de “dispensación del Espíritu”.
El criterio por el cual las personas son puestas a prueba en esta dispensación es el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, el mensaje de buenas nuevas sobre Su muerte y resurrección (Jn. 19:30; Hch. 4:12; 1 Co. 15:3-5; 2 Co. 5:21; etc.). La revelación continuada y acumulativa de dispensaciones pasadas se combina con esta revelación más plena para subrayar la total pecaminosidad y el estado de perdición del hombre y la suficiencia de la obra de Cristo, completada en la historia a fin de salvar por gracia por medio de la fe a todos los que se acercan a Dios por Él (Jn. 14:6; Hch. 10:43; 13:38-39; Ro. 3:21-26; Ef. 2:8-9; 1 Ti. 4:10; He. 10:12-14; 11:6). Mientras los individuos salvados que componen la verdadera Iglesia de Cristo cumplen el mandato de Su Señor de predicar el Evangelio hasta lo último de la tierra (Mr. 16:15; Lc. 24:46-48; Hch. 1:8), durante esta era Dios está tomando de entre judíos y gentiles “pueblo para su nombre” (Hch. 15:14). Este pueblo es llamado “la Iglesia”, una entidad separada que de aquí en adelante se distingue tanto de judíos como de gentiles (1 Co. 10:32; Gá. 3:27-28; Ef. 2:11-18; 3:5-6).
El Señor Jesús advirtió que, durante todo el período en que la Iglesia estuviera siendo formada por el Espíritu Santo, muchos rechazarían Su Evangelio y muchos otros simularían creer en Él y se convertirían en una fuente de corrupción y estorbo espiritual para el propósito divino en esta era; todo esto en la iglesia militante (o profesante), la verdadera Iglesia. El resultado será apostasía, especialmente en los últimos días (Mt. 13:24-30, 36-40, 47-49; 2 Ts. 2:5-8; 1 Ti. 4:1-2; 2 Ti. 3:1; 4:3-4; 2 P. 1:1-2; 1 Jn. 2:18-20).
La era de la Iglesia terminará con una serie de eventos ya profetizados, de los cuales los principales son: (1) El traslado de la Iglesia desde la tierra para encontrarse con Su Señor en el aire en un momento conocido por Dios pero no revelado a los hombres, y siempre considerado como una esperanza inminente y feliz que anima a los creyentes al servicio en amor y a la santidad de vida. Este evento a menudo recibe el nombre de “arrebatamiento”. (2) Los juicios de la semana setenta de Daniel, llamados “la tribulación”, que caerán sobre la humanidad en general, pero incluirán a la porción no salvada de la iglesia militante, que estará en apostasía y será dejada en la tierra cuando la verdadera Iglesia sea llevada al cielo. Esta forma final de la iglesia apóstata se halla descrita en Ap. 17, con el nombre de “la ramera”, que primero habrá de ir montada (Ap. 17:7) sobre el poder político (“la bestia”), pero sólo para ser vencida y absorbida por ese poder. (3) El regreso desde el cielo a la tierra por parte de nuestro Señor Jesucristo en poder y gloria trayendo con Él a Su Iglesia, para establecer el reino milenial de justicia y paz.