El Destino Final del Creyente
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Preguntas Sobre el Cielo
“Porque nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también ansiosamente esperamos a un Salvador, el Señor Jesucristo…” (Filipenses 3:20).
1) ¿Puedo ir al cielo haciendo buenas obras?
La idea de que las personas pueden ganarse el camino al Cielo mediante buenas obras es la creencia religiosa más aceptada en el mundo hoy en día.
Es característico de todas las religiones del mundo, excepto del cristianismo. Recientemente escuché al Dr. Robert Jeffress, pastor de la Primera Iglesia Bautista en Dallas, abordar este tema de una manera novedosa. Él dijo: “Todas las religiones del mundo, excepto el cristianismo, se pueden escribir como HAZ. ¡Sólo el cristianismo se puede escribir como HECHO!”.
Lo que él quiso decir con esa afirmación perspicaz es que todas las religiones del mundo, excepto el cristianismo, requieren que compiles un registro de buenas obras para ser salvo. En cambio, el cristianismo dice que Jesús hizo todo lo necesario para nuestra salvación en la Cruz cuando murió por nosotros, por lo que sus últimas palabras fueron: “Consumado es” (Juan 19:30).
Recientemente escuché otro buen resumen del punto de Jeffress en un sermón de Skip Heitzig, el pastor de Calvary Chapel en Albuquerque, Nuevo México. Él lo expresó así: “El cielo no es para personas buenas; es para personas salvadas”.
Desde el principio de la Biblia hasta su fin, se nos enseña una y otra vez que no podemos ser salvos por nuestras buenas obras. El profeta Isaías expresó esta verdad de manera dramática cuando escribió que “todas nuestras obras justas son como trapos de inmundicia” (Isaías 64:6). En el Nuevo Testamento, el apóstol Pablo lo expresó así: “Porque por gracia habéis sido salvados por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9). ¿Significa esto que las buenas obras son irrelevantes? ¡De ninguna manera! Sólo significa que no podemos usarlas para justificarnos ante Dios y reclamar la vida eterna.
De hecho, la Biblia deja claro que somos salvados para hacer buenas obras que glorifiquen a Jesús. En el mismo pasaje en Efesios donde Pablo afirma que somos salvados por gracia mediante la fe, y no por obras, procede a decir: “Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
Pablo repitió este punto en su carta a Tito cuando afirmó que Jesús “quien se dio a sí mismo por nosotros para redimirnos de toda iniquidad y purificar para sí mismo un pueblo propio, celoso de buenas obras” (Tito 2:14). Pablo concluyó dicha carta diciendo que aquellos que han sido justificados por gracia (el don gratuito de Dios) deben procurar “ocuparse en buenas obras” (Tito 3:7-8).
Santiago, el hermano de Jesús, hizo el mismo punto en su sermón a la Iglesia cuando enseñó que “la fe sin obras está muerta” (Santiago 2:26).
El mensaje de estas escrituras es que no somos salvos por las obras, sino que somos salvos para hacer buenas obras. En consecuencia, nuestro destino eterno no será determinado por nuestras obras, pero para aquellos que son salvos, sus buenas obras serán reconocidas con recompensas especiales (Mateo 16:27 y Romanos 2:5-7).
Entonces, si las personas no pueden ganarse el cielo mediante sus obras, ¿cómo pueden ser salvos? Pablo respondió a esta pregunta en Romanos 10:9 cuando escribió: “Si confiesas con tu boca que Jesús es el Señor, y crees en tu corazón que Dios lo resucitó de entre los muertos, serás salvo”. La esperanza del cielo depende de que pongas tu fe en Jesús como tu Señor y Salvador (Juan 3:16).
La Biblia dice: “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23). El mismo versículo dice que la vida eterna es el “don gratuito de Dios... en Cristo Jesús nuestro Señor”. Toda persona que haya vivido alguna vez, excepto una, ha sido pecadora y, por lo tanto, merecedora de la muerte. Jesús es la única persona que vivió una vida sin pecado (1 Pedro 2:21-22), y por lo tanto, no merecía morir. Así, cuando Él murió, lo hizo porque tomó sobre sí nuestros pecados, muriendo por nosotros para que pudiéramos ser reconciliados con Dios Padre mediante la fe en Él (1 Pedro 2:24 y 2 Corintios 5:21).
2) Pero soy un hombre muy bueno. Soy fiel a mi esposa. Soy atento con mis hijos. Soy un empleado honesto y diligente, mantengo bien a mi familia y pago mis impuestos. Incluso hago trabajo voluntario en nuestro hospital local y ayudo a los Boy Scouts a recaudar fondos. Seguramente un Dios justo no pasaría por alto estas buenas obras en mi vida.
Tienes razón al decir que Dios es justo (Dt. 32:4). Sin embargo, como Dios justo, Él debe tratar con el pecado en nuestras vidas. La Biblia dice que Dios trata con el pecado de cualquiera de dos maneras: por gracia o por ira (Juan 3:36). Todas las personas en este planeta están bajo la gracia o la ira de Dios. La única manera de convertirse en un candidato de la gracia de Dios es poner tu fe en Su Hijo como tu Señor y Salvador.
En cuanto a tus buenas obras, sugeriría que las compares con las buenas acciones de un hombre llamado Cornelio. Su historia se narra en Hechos capítulo 10. Él era un soldado romano emplazado en Israel y, aunque era representante de un opresor cruel, era tan devoto y generoso que era muy respetado por el pueblo judío. Se le describe como un hombre “que temía a Dios... y oraba a Dios continuamente” (Hechos 10:1-2). Además, se le describe como “un hombre justo y temeroso de Dios, como bien lo testifica toda la nación de los judíos” (Hechos 10:22). Pero a pesar de todo esto, estaba espiritualmente perdido. Necesitaba un Salvador.
Entonces, Dios envió al apóstol Pedro para dar testimonio de Jesús a él y a toda su familia. Cornelio recibió a Pedro, y Pedro procedió a compartir con él las buenas noticias de que Jesús había muerto por sus pecados, había resucitado y había sido “designado por Dios como Juez de vivos y muertos” (Hechos 10:34-43). Cornelio y toda su familia respondieron a este mensaje aceptando a Jesús como Señor y Salvador (Hechos 10:44-48).
Cornelio, a pesar de toda su rectitud y buenas obras, aún necesitaba un Salvador.
3) Pero conozco a varios cristianos que van a la iglesia regularmente, y sé por observación que soy una mejor persona que ellos. ¿Cómo podrían salvarse ellos y yo estar perdido?
Porque Dios no califica según la curva; Él califica en la cruz. Siempre puedes encontrar a alguien peor que tú, pero eso nunca te justificará ante Dios.
Además, debes tener en cuenta que los cristianos no son personas perfectas. Son pecadores que han reconocido su condición pecaminosa y su necesidad de un Salvador. Al poner su fe en Jesús, han sido regenerados espiritualmente y sellados para la salvación, pero aún no han sido perfeccionados. Todavía habitan en un cuerpo carnal con todos sus deseos carnales.
Pero cuando aceptaron a Jesús, recibieron la morada del Espíritu Santo (Hechos 2:38), y el Espíritu está obrando dentro de ellos para formarlos más plenamente cada día a la imagen de Jesús (2 Corintios 3:17-18).
4) ¿Qué hay de “una vez salvo, siempre salvo”? ¿Crees en eso?
Esta probablemente sea una de las preguntas más frecuentes en mis foros de profecía bíblica, aunque no esté directamente relacionada con la profecía bíblica.
Cuando se hace la pregunta en un foro público, siempre evito responderla porque he descubierto que es un tema explosivo que no es productivo tratar públicamente. Por lo tanto, generalmente respondo a la pregunta diciendo: “Lo siento, pero su pregunta no es relevante para la profecía bíblica, por lo que le sugeriría que la discuta con su pastor”.
Para aquellos de ustedes que pueden no estar familiarizados con el tema, se trata de un debate entre quienes tienen un punto de vista arminiano y quienes tienen un punto de vista calvinista. El arminiano sostiene que es posible que un cristiano “caiga de la gracia” y, por lo tanto, se pierda. El calvinista sostiene que, una vez que una persona es salva, no es posible que pierda su salvación.
Creo que los extremos de ambos puntos de vista son antibíblicos. El arminiano extremo argumentará que cada vez que pecas, pierdes tu salvación a menos que te arrepientas de inmediato. Crecí en una iglesia que enseñaba esta teología, así que la conozco bien. Esto crea un agudo sentido de inseguridad espiritual y contribuye a la inestabilidad emocional. Cuando era niño, recuerdo ver a personas acercarse una y otra vez en nuestros servicios de la iglesia para confesar sus pecados y ser re-bautizadas una y otra vez, para asegurarse de que eran salvas.
En mi opinión, la posición ultra-calvinista es igual de mala. Según esta teología, Dios predetermina quién va a ser salvo y quién va a perderse, y no hay nada que nadie pueda hacer para cambiar su destino. Para mí, este concepto hace que Dios parezca un monstruo.
Me encontré con un ejemplo trágico de esta visión hace varios años cuando estaba escuchando una cinta de audio de un sermón que se había dado en una iglesia bautista en Denton, Texas. El orador invitado, que era un teólogo reconocido, comenzó su sermón preguntando: “¿Cuántos de ustedes aquí esta mañana han recibido a Jesús como su Señor y Salvador?”. Después de una breve pausa (durante la cual me imagino que la mayoría de las personas presentes levantaron la mano), el predicador dijo: “Tengo malas noticias para ustedes. Cada uno de ustedes que levantó la mano está perdido porque son demasiado naturalmente depravados para recibir a Jesús por su propia voluntad. Por lo tanto, están confiando en sus propias obras. La verdad del asunto es que Dios o los ha predestinado para ser salvos, o no lo ha hecho, y no hay nada que puedan hacer al respecto”.
Cuando se trata de opiniones más moderadas en ambos lados, podría presentar un argumento aparentemente irrefutable a favor de cualquiera de las posiciones, dependiendo de los versículos de la Escritura que eligiera usar. Y he descubierto que, cuando ese es el caso, la verdad del asunto generalmente se encuentra en algún punto intermedio.
Aquí es donde he llegado respecto al tema. Creo que somos salvos por fe, aparte de las obras, y creo que permanecemos en un estado de salvación por fe, aparte de las obras. Pero no creo que cuando acepté a Jesús por fe entregué mi libre albedrío y me convertí en un robot. Creo que todavía tengo la libertad de rechazar mi fe con palabras o con hechos: con palabras, renunciando a Jesús; con hechos, persistiendo en vivir en pecado abierto.
Mientras camine en fe con el Señor, puedo decir con absoluta confianza que estoy salvo. Pero creo que es posible que pierda esa fe, y baso esa conclusión en la experiencia así como en las Escrituras.
En mi experiencia, he visto a demasiados cristianos que profesan su fe alejarse de ella, abandonando a sus familias y alineándose con el mundo. Recientemente leí el testimonio de un imán musulmán (líder espiritual) que durante muchos años fue pastor bautista del sur. Durante años enseñó que Jesús era Dios hecho carne y que nuestra única esperanza de salvación era poner nuestra fe en Jesús como Señor y Salvador. Hoy, él niega la divinidad de Jesús y sostiene que Él fue sólo un gran profeta preparando el camino para el mayor profeta, Mahoma.
Aquellos que creen en “una vez salvo, siempre salvo” responden a ejemplos como éste citando 1 Juan 2:19, donde el apóstol Juan afirma que algunos apóstatas que habían dejado la Iglesia lo hicieron porque “no eran realmente de nosotros”. En otras palabras, los calvinistas moderados siempre argumentarán que aquellos que renuncian a su fe cristiana o que se vuelven apóstatas en sus creencias, nunca fueron verdaderos cristianos desde el principio.
Estoy seguro de que esto es cierto en muchos casos, pero también estoy igualmente seguro de que no es cierto en todos los casos. Lo digo con confianza porque hay escrituras que, en mi opinión, dejan claro que un verdadero creyente puede perder la gracia. Tomemos, por ejemplo, 1 Corintios 15:1-2. En este pasaje Pablo habla del evangelio que había predicado, “por el cual también sois salvos, si retenéis la palabra que os he proclamado”. ¿Si? El Nuevo Testamento está lleno de tales declaraciones condicionales. Consideremos este pasaje de Hebreos 3:
12) Miren, hermanos, que no haya en ninguno de ustedes un corazón malo de incredulidad que se aparte del Dios vivo.13) Más bien, exhórtense los unos a los otros cada día mientras aún se dice: “Hoy”, para que ninguno de ustedes se endurezca por el engaño del pecado.14) Porque hemos llegado a ser participantes de Cristo, si de veras retenemos el principio de nuestra confianza hasta el fin… (Énfasis agregado).
En este pasaje se advierte a los cristianos que resistan el mal para no endurecerse por el pecado. Además, se les advierte que se mantengan firmes en su fe hasta el final. ¿Por qué la advertencia si no existe peligro de apartarse de la fe?
Este es un tema persistente a lo largo del libro de Hebreos. Por ejemplo, en el capítulo 6 se hace referencia a aquellos que una vez fueron “iluminados y que han probado el don celestial y se han hecho partícipes del Espíritu Santo” y luego han “caído” (Hebreos 6:4-6). ¿Cómo puede alguien ser partícipe del Espíritu Santo sin haber nacido de nuevo? Esto tiene que referirse a un verdadero cristiano.
De manera similar, el apóstol Pedro describe a personas que han “escapado de las contaminaciones del mundo mediante el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo” y luego se han vuelto a enredar en el mundo. Él dice que su estado posterior es peor que el primero, observando: “Sería mejor para ellos no haber conocido el camino de la justicia, que habiéndolo conocido, volverse atrás”. Concluye con una vívida ilustración, diciendo que tales personas son como un perro que “vuelve a su propio vómito” (2 Pedro 2:20-22).
Hay otra razón por la que no me gusta pasar tiempo lidiando con este problema. ¡Eso es porque, al llegar al fondo del asunto, los dos puntos de vista moderados están de acuerdo!
Explicaré lo que quiero decir con una ilustración. Consideremos a un hombre —lo llamaremos Tom— que nunca ha tenido ninguna experiencia religiosa en su vida. Se casa con una mujer creyente, y ella comienza a presionarlo para que vaya a la iglesia con ella. Finalmente acepta, y el mensaje toca su corazón y lo llena de convicción. Pasa varios días leyendo la Biblia y luego llama al pastor para informarle que ha decidido aceptar a Jesús como su Señor y Salvador.
El domingo siguiente, pasa al frente y hace su confesión. Es bautizado, y comienza a asistir a la iglesia con regularidad y se involucra en un estudio bíblico profundo. En dos años, se convierte en diácono de la iglesia y en uno de sus líderes juveniles.
Y luego, una noche mientras navegaba por Internet, accidentalmente llega a un sitio pornográfico y decide echar un vistazo. En poco tiempo, se vuelve adicto. Su esposa descubre la situación cuando reciben una factura de tarjeta de crédito con más de $500 en cargos de sitios pornográficos. Él confiesa y le pide perdón, pero el problema continúa, y pronto sus hijos descubren videos pornográficos que él había escondido en un armario.
El matrimonio se rompe. Tom comienza a beber. Pronto se muda con una mujer que resulta ser traficante de drogas. Un año después es encontrado muerto por una sobredosis de drogas.
El calvinista moderado diría: “Nunca fue salvo en primer lugar” (1 Juan 2:19). El arminiano moderado afirmaría que “cayó de la gracia” (Gálatas 5:4). Ambos estarían de acuerdo en que se perdió. Entonces, ¿por qué toda la discusión?
¿En qué punto me sitúo en este argumento? Creo en la seguridad eterna del creyente.
5) ¿Van al cielo los niños cuando mueren antes de la edad de responsabilidad?
Esta es una pregunta difícil de responder. Comencemos nuestra reflexión analizando el concepto de “la edad de la responsabilidad”.
Este es un término teológico que se refiere a la edad en la que un niño es capaz de discernir entre el bien y el mal. Algunos argumentan que antes de esa edad, los niños no son responsables ante Dios por sus pecados.
La Biblia no asigna una edad específica de responsabilidad. En la tradición judía, esa edad siempre ha sido de 12 ó 13 años, y esa es la razón por la que los niños judíos participan en una ceremonia a estas edades llamada Bar Mitzvá para los niños y Bat Mitzvá para las niñas. Estas ceremonias son celebraciones de la transición de la infancia a la adultez. Y marcan el momento en que un niño comienza a ser responsable de sus pecados.
Los cristianos han reconocido durante mucho tiempo que la verdadera edad de responsabilidad puede variar considerablemente entre los niños. Algunos niños definitivamente desarrollan un fuerte sentido de la rectitud (lo correcto y lo incorrecto) a una edad muy temprana, alrededor de los 6 ó 7 años. Para la mayoría, generalmente parece ser alrededor de los 12 años.
Personalmente, me volví profundamente consciente de mi pecado alrededor de los ocho años, pero no respondí recibiendo públicamente a Jesús en mi vida porque la iglesia en la que crecí desaprobaba firmemente que los niños fueran bautizados antes de los 12 años. Pero cuando llegué a los 11, ya no pude contenerme más. Convencí tanto a mi pastor como a mis padres de que estaba listo para aceptar a Jesús como mi Señor y Salvador, así que pasé al frente en mi iglesia el 19 de marzo de 1950, confesé mi fe en Jesús y fui bautizado.
Ahora bien, en cuanto a la cuestión de la salvación para aquellos que mueren antes de la edad de responsabilidad, la Biblia no proporciona una respuesta precisa. Por lo tanto, el asunto es objeto de debate dentro de la iglesia.
Este debate se hizo público en 1995, cuando Billy Graham (1918-2018) habló en un servicio conmemorativo por los 19 niños que fueron asesinados en el atentado terrorista contra el edificio federal en la ciudad de Oklahoma. Graham expresó su opinión de que todos los niños fueron salvos y estaban en el cielo con el Señor. Específicamente, expresó su creencia en las siguientes palabras.4
Algún día habrá una gloriosa reunión con aquellos que han muerto y han ido al cielo antes que nosotros, y eso incluye a todos esos niños inocentes que se han perdido. No están perdidos para Dios, porque cualquier niño tan pequeño está automáticamente en el cielo y en los brazos de Dios.
El renombrado teólogo calvinista, R. C. Sproul (1939-2017), acusó a Graham de predicar un nuevo evangelio de “justificación sólo por la juventud”. Él explicó:5
Aunque las Escrituras son claras al señalar que somos concebidos en pecado, aunque afirman que fuera de la fe en Cristo solamente no hay salvación, nos consolamos ante imágenes sombrías de niños muertos sacados de los escombros con la seguridad bíblicamente injustificada de que si uno muere lo suficientemente joven, será salvo.
Creo que la verdad se encuentra entre las dos posiciones adoptadas por Graham y Sproul. Este último tenía razón al señalar que los niños son concebidos en pecado porque heredan la naturaleza pecaminosa de Adán. El rey David dejó este punto muy claro en el Salmo 51:5, donde dijo: “He aquí, yo fui formado en iniquidad, y en pecado me concibió mi madre”. Por lo tanto, realmente no hay “niños inocentes”, y es poco probable que exista alguna salvación “automática” por edad.
Pero creo que Graham tenía razón en su afirmación de que algunos niños van al cielo si mueren antes de la edad de responsabilidad. Donde no estoy de acuerdo con Graham es que no creo que todos los niños menores vayan automáticamente al cielo al morir.
El hecho de que algunos son recibidos en el cielo al morir se hace evidente en la historia de la muerte del hijo del rey David, quien nació de su adulterio con Betsabé (2 Samuel 12:15-23). Se nos dice que mientras su hijo enfermo permanecía por 7 días después de su nacimiento, David se postró en el suelo y ayunó y oró sin descanso por la sanación de su hijo.
Cuando le informaron que su hijo había muerto, David se levantó, se lavó y fue al Templo y adoró a Dios. Sus siervos estaban desconcertados por su comportamiento. Se acercaron a él y le preguntaron: “¿Qué es esto que ha hecho? Mientras el niño estaba vivo, usted ayunaba y lloraba; pero cuando el niño murió, se levantó y comió pan”. La respuesta de David fue: “Mientras el niño aún vivía, yo ayunaba y lloraba, pues me decía, ‘¿Quién sabe si el Señor tendrá compasión de mí y el niño viva?’. Pero ahora que ha muerto; ¿por qué he de ayunar? ¿Podré hacer que vuelva? Yo iré a él, pero él no volverá a mí” (Énfasis añadido).
David había declarado en el Salmo 23 que estaba destinado a “habitar en la casa del Señor para siempre”. Así que, cuando dijo que después de su muerte iría a estar con su hijo, quería decir que su hijo estaba en el cielo.
Considera también cómo este principio de salvación de aquellos que están por debajo de la edad de responsabilidad se ve reforzado por algo que ocurrió anteriormente en la historia del pueblo judío.
Cuando fueron liberados de la cautividad egipcia, casi volvieron loco a Moisés mientras los guiaba por el desierto hacia la Tierra Prometida. Se quejaban de todo: la comida, el agua, el clima, las dificultades. Y debido a su falta de gratitud y de fe, Dios finalmente se cansó de ellos.
Y así, hablando a través de Moisés, Dios hizo esta declaración que está registrada en Deuteronomio 1:
35) ‘Ninguno de estos hombres de esta mala generación verá la buena tierra que juré dar a sus padres,39) Pero sus pequeños que hoy no distinguen entre lo bueno y lo malo, ellos entrarán allá. A ellos la daré, y ellos tomarán posesión de ella. (Énfasis agregado).
Dios cumplió esa declaración deteniendo a los hijos de Israel en el desierto durante 40 años hasta que todos los adultos que habían salido de Egipto murieron. Sólo sus hijos menores, que estaban vivos cuando Él pronunció la declaración, llegaron a la Tierra Prometida.
Ambas ilustraciones son utilizadas por aquellos que argumentan que todos los niños van automáticamente al cielo si mueren antes de alcanzar la edad de responsabilidad.
Además, señalan la actitud de Jesús hacia los niños que se revela en Marcos 10:14 cuando dijo: “...Dejad que los niños vengan a mí; no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de Dios”. Jesús también dijo en Mateo 18:3: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos”.
El punto resumido planteado por el grupo inclusivo está relacionado con la edad de responsabilidad. Señalan que, aunque los niños nacen con una naturaleza pecaminosa debido al pecado original de Adán, no son responsables del pecado de Adán, ni son responsables de sus propios pecados hasta que alcanzan la edad de responsabilidad. Por lo tanto, si los niños mueren antes de alcanzar la edad de responsabilidad, serán salvos.
Estos son argumentos poderosos a favor de que todos los niños menores vayan al cielo cuando mueren. Pero ignoran una realidad bíblica. No hay ni un solo ejemplo en la Biblia de niños menores que se hayan librado de la ira de Dios. Considera:
- Cuando Dios derramó Su ira sobre la generación de Noé con un diluvio mundial, toda la humanidad murió excepto Noé y su familia.
- Cuando Dios sometió al pueblo egipcio a Su ira matando a los primogénitos de cada familia, ninguno fue perdonado, sin importar la edad. Y esto también se aplicaba al primogénito de cualquier familia judía que se negara a pintar los postes de sus puertas con la sangre de un sacrificio animal.
- Cuando Dios permitió que Israel fuera conquistado por Asiria y Judá por los babilonios, los niños también fueron incluidos en las masacres.
- Cuando Dios derramó Su ira sobre el pueblo judío en el año 70 d. C. a través de los ejércitos romanos, los niños no fueron perdonados.
- Cuando Dios desate Su ira durante la Tribulación, resultando en la destrucción de la mitad de la población mundial en los primeros tres años y medio, no se menciona que los niños estén protegidos.
Aquellos que incluyen a los niños en el cielo cuando mueren a veces señalan la liberación de Noé y toda su familia del diluvio mundial. También enfatizan que Lot y toda su familia fueron salvados de la destrucción de Sodoma y Gomorra. Pero ninguno de los hijos de Noé y Lot eran menores de edad. Eran creyentes adultos.
Mi posición es que los únicos niños que van automáticamente al cielo al morir son los hijos menores de los creyentes. Mi posición se basa en dos pasajes de las Escrituras:
Porque el esposo no creyente es santificado en la esposa, y la esposa no creyente en el creyente. De otra manera sus hijos serían impuros, pero ahora son santos (1 Corintios 7:14).
En el temor de Yahvé hay confianza segura, y para sus hijos habrá un refugio (Prov. 14:26).
El primero de estos pasajes es bastante nebuloso en su significado. Así es como se expresa en paráfrasis diseñadas para transmitir su intención:
Porque el esposo incrédulo se consagra, en cierto sentido, al unirse a la persona de su esposa; la esposa incrédula se consagra igualmente por el hermano cristiano con el que se ha casado. Si no fuera así, sus hijos llevarían las manchas del paganismo, mientras que en realidad están consagrados a Dios (The Phillips New Testament).6
Pues la esposa creyente da santidad a su matrimonio, y el esposo creyente da santidad al suyo. De otro modo, sus hijos no serían santos, pero ahora son santos (Nueva Traducción Viviente).7.
Independientemente de la traducción o paráfrasis, el sentido del pasaje parece ser que los hijos menores de incluso un solo padre creyente están apartados para Dios como santos, ya que han sido santificados (apartados) por la fe de su padre.
Bueno, creo que ahora puedes ver por qué dije al principio que ésta es una pregunta muy difícil de responder, y cualquier conclusión a la que llegues no debería ser tomada de manera dogmática.
6) ¿Crees que nuestras mascotas estarán con nosotros en el cielo?
Esta es siempre una de las primeras preguntas que surgen al hablar del cielo. Recibo la pregunta constantemente de personas que están de luto por la pérdida de una querida mascota. Conozco su sentimiento, ya que he perdido varias mascotas en mi vida a las que quería mucho.
El destino eterno de los animales es una pregunta que la Biblia no responde directamente. Lo que sí podemos decir con certeza es que Dios ama Su creación, incluidos los animales:
- Apocalipsis 4:11 nos dice que todas las cosas fueron creadas para el placer de Dios.
- Mateo 10:29 dice que incluso cuando un pequeño gorrión cae al suelo, Dios lo nota.
- Lucas 12:6 dice que Dios nunca olvida a los animales.
- Salmos 104:21,23-30 y Mateo 6:26 describen cómo Dios mismo alimenta a los animales.
- Job 12:9-10 nos asegura que en la mano de Dios “está la vida de todo ser viviente”.
Otra cosa que podemos decir con certeza es que Dios está decidido a restaurar toda la creación —tanto el reino vegetal como el animal— a la perfección original que disfrutaban antes de ser corrompidos por el pecado del hombre (Hechos 3:21 y Romanos 8:19-21).
Jesús murió no sólo para redimir a la humanidad, sino para redimir la creación. Esto se enfatizó proféticamente en las Escrituras hebreas de manera simbólica. Cuando el Sumo Sacerdote entraba al Lugar Santísimo una vez al año para rociar sangre sobre el propiciatorio del Arca del Pacto, el libro de Levítico nos dice que él daba un paso atrás y rociaba un poco de la sangre en el suelo frente al Arca (Levítico 16:15).
¿Por qué hacía esto? La sangre sobre el propiciatorio era una profecía de que un día la sangre del Mesías haría posible que la gracia de Dios cubriera la ley de Dios (las tablas de la ley descansaban dentro del Arca bajo la tapa llamada propiciatorio). La sangre en el suelo era una profecía de que el sacrificio del Mesías también haría posible que Dios levantara la maldición que pesa sobre la creación y redimiera todo a su perfección original.
Con respecto a escrituras específicas, Lucas 3:6 dice: “Y toda carne verá la salvación de Dios”. Algunas traducciones dicen “todas las personas,” pero la palabra griega clave aquí es sarx, que incluye toda carne, incluidos los animales.
También hay una declaración interesante en el Salmo 104. Hablando de los animales, el salmo dice:
29) Escondes tu rostro, y se desvanecen; les quitas el aliento, y dejan de ser. Así vuelven a ser polvo.30) Envías tu hálito, y son creados; y renuevas la superficie de la tierra.
En respuesta a este pasaje, Randy Alcorn en su libro, El Cielo, pregunta: “¿Qué significa Dios al enviar Su Espíritu y crearlos?”. Concluye que el pasaje habla de “recrear a los animales después de que han muerto”.8 Como señala, los mismos “ellos” que mueren son los “ellos” que son creados o recreados como parte de la renovación de la tierra. Esto es quizás parte de lo que Jesús quiso decir cuando dijo que Su regreso sería el tiempo de la “regeneración” (Mateo 19:28).
Sabemos que los animales existen en el cielo ahora (Ap. 4:6-8). También sabemos con certeza que los animales existirán en la tierra durante el reinado milenario de Jesús (Isaías 11:6-9). En ese tiempo, se nos dice que todos los animales volverán a ser herbívoros. El lobo yacerá con el cordero. El león comerá paja con el buey. Un niño pequeño jugará en el agujero de la cobra porque ésta ya no será venenosa (Isaías 11:8). Tengo un cuadro del “reino pacífico” colgado detrás de mi escritorio. Muestra a un niño pequeño con una túnica blanca caminando por un camino con un león con correa. El león será una mascota en lugar de una amenaza.
La Biblia nos dice muy poco sobre el Estado Eterno que seguirá al reinado milenario de nuestro Señor. Todo lo que sabemos con certeza es que los redimidos vivirán en cuerpos nuevos en una Nueva Jerusalén en una Tierra Nueva, en la presencia del Dios Todopoderoso, sirviéndole y experimentando una comunión íntima con Él. El libro de Apocalipsis dice que veremos “su rostro” (Ap. 22:4). Los animales no se mencionan en el contexto eterno.
Pero eso no significa que estarán ausentes. Randy Alcorn argumenta que estarán presentes de acuerdo con lo que él llama “el principio de la continuidad redentora”.9 Esto significa que Dios no destruirá Su creación original y comenzará de nuevo. En cambio, tomará a sus hijos caídos y corrompidos y nos restaurará, refrescará y renovará a nuestro diseño original; no sólo a nosotros, sino también a la creación.
Romanos 8:18 dice que los sufrimientos de este siglo no son comparables con la gloria que nos ha de ser revelada. Sospecho que una de las muchas sorpresas maravillosas que Dios dará a los redimidos será la alegre compañía de las mascotas que conocieron y amaron aquí en la tierra. Así lo espero.
7) ¿Estaremos casados en el cielo?
No, no lo estaremos. Jesús dijo que cuando resucitemos y recibamos nuestros cuerpos glorificados, seremos como ángeles en el sentido de que ni nos casaremos ni procrearemos (Mateo 22:30).
Esto no significa que un esposo y una esposa dejarán de conocerse en el cielo. Tampoco significa que un esposo y una esposa no tendrán una relación cercana en el cielo. Lo que sí significa es que ya no estarán casados en el cielo.
Dios estableció el matrimonio para proporcionar al hombre una comunión íntima y para proveer la procreación. No habrá necesidad de procreación en el cielo, y la necesidad del hombre de una comunión íntima será satisfecha por su perfecta comunión con Dios y sus hermanos santos.
8) ¿Seremos ángeles en el Cielo?
No, los ángeles son seres espirituales eternos creados por Dios (Colosenses 1:15-17). Nunca fueron seres humanos y nunca seremos ángeles. La Biblia dice que uno de los propósitos de los ángeles hoy es “prestar servicio” a los que han sido salvados (Hebreos 1:14). La Biblia también dice que los redimidos algún día juzgarán a los ángeles (1 Corintios 6:3).10
Los Anhelos Mal Dirigidos del Hombre
“Nada se diagnostica con más frecuencia de manera incorrecta que nuestra nostalgia por el cielo. Pensamos que lo que queremos es sexo, drogas, alcohol, un nuevo trabajo, un aumento, un doctorado, un cónyuge, un televisor de pantalla grande, un coche nuevo, una cabaña en el bosque, un condominio en Hawái. Lo que realmente queremos es la persona para la que fuimos hechos, Jesús, y el lugar para el que fuimos hechos, el cielo. Nada menos puede satisfacernos”. Randy Alcorn (1954-). El Sr. Alcorn es un autor cristiano prolífico que reside en Oregon. Esta cita es de su libro, El Cielo, publicado por Tyndale en 2004.
Lea la parte 1 »»aquí
Lea la parte 2 »»aquí
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
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