Hace años, en el programa navideño del coro de mi escuela secundaria, a un compañero se le dio un solo que había sido escrito por nuestro director, que hacía eco de las palabras de Simeón, quien es descrito en Lucas 2 como un hombre justo y piadoso, que “esperaba la consolación de Israel”. Cuando vio a Jesús, Simeón dijo: “Ahora, Señor, permite que Tu siervo se vaya en paz, conforme a Tu palabra; porque mis ojos han visto Tu salvación, la cual has preparado en presencia de todos los pueblos, Luz de Revelación a los gentiles, y gloria de Tu pueblo Israel”, Todavía canto esas poderosas palabras cada temporada navideña.
Después de que Simeón bendijo al Señor, bendijo a José y a María, quienes habían llevado a Jesús al Templo para presentarlo al Señor (y eso es algo para reflexionar: Dios Hijo, recién envuelto en carne humana, siendo llevado al Templo para ser presentado a Dios, Su Padre). Leemos en Lucas 2:34-35: “Simeón los bendijo, y dijo a Su madre María: “Este Niño ha sido puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción, y una espada traspasará aun tu propia alma, a fin de que sean revelados los pensamientos de muchos corazones”.
Como mujer que vive en 2025, me llama la atención el hecho de que Simeón hablara directamente “a María, su madre”, en una época en que las mujeres no tenían un papel central en la cultura. Pero, ¿cómo podría la madre del Mesías no estar al menos “en el centro del escenario” en esta ocasión de presentar a Jesús en el Templo?
Yo también fui una vez una madre joven, y me encantó leer que María—tan joven para llevar una carga y una bendición tan increíble—“atesoraba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón” (Lucas 2:19). Me pregunto cuántas veces, durante los años de vida de su Hijo en la Tierra y a lo largo de toda su vida, las cosas que atesoró en su corazón atravesaron, o consolaron, su alma.
El cántico de alabanza de María durante su estancia con Elisabet y Zacarías, registrado en Lucas 1:46-55, muestra una madurez más allá de su edad. Sus palabras en el versículo 54, “Ha ayudado a Israel, Su siervo, acordándose de su misericordia”, aluden al cumplimiento profético del Salmo 98:3: “Se ha acordado de Su misericordia y de Su fidelidad para con la casa de Israel; todos los términos de la tierra han visto la salvación de nuestro Dios”. El mundo estaba siendo presentado a la salvación de nuestro Dios, el propio Hijo de María.
Pero volvamos por un momento a Simeón y a cómo la Escritura lo describe como que “esperaba la Consolación de Israel”. La raíz hebrea de “consolación”—“Naham”, como en el profeta Nehemías, también puede significar consuelo y redención. En español, pensamos en consolar como confortar a alguien después de sufrir.
Alivio para el Sufrimiento
En los años previos al nacimiento de Jesús, el pueblo de Israel sufría bajo el dominio romano. Simeón no era el único que esperaba la Consolación de Israel que iba a venir a través del tan esperado Mesías. Vemos ese anhelo dentro de las filas de los propios discípulos de Jesús.
Ya sea que hablemos de la historia antigua o más reciente, el pueblo judío ha sufrido y continúa sufriendo. Parte de su sufrimiento ciertamente ha sido autoinfligido (¿o autoimpuesto?) debido a su desobediencia y a los juicios correctivos de Dios. Muchos judíos buscan consuelo, pero. como cantaba Johnny Lee, lo buscan “en todos los lugares equivocados”. Es decir, en cualquier parte y en todas partes EXCEPTO en el Hijo unigénito de Dios. Emanuel, Dios CON nosotros, Dios el Hijo, quien tomó carne humana para pagar nuestra deuda (otra idea que incomoda a los judíos—expiación sustitutiva—pero ése es un tema para otra ocasión).
Todo Israel estaba, en efecto, atento a la Consolación prometida por Dios. Esperaban la liberación del Mesías, que el pueblo interpretaba como una liberación de su sufrimiento bajo el dominio romano, en forma de un libertador militar. Muchos se sintieron decepcionados cuando Jesús no cumplió ese papel según sus expectativas.
Todos estos años después de la Primera Venida del Mesías, no se encuentra mucha verdadera consolación entre los israelíes seculares hoy en día. Es una de las razones por las que a Dan y a mí nos resulta deprimente estar en la Tierra de Israel durante la Navidad. Como he escrito aquí anteriormente, no es muy alentador estar en la Tierra del nacimiento del Salvador sólo para ver que el día se trate como un día normal. Un día en el que Dan y yo, en años pasados, hemos ido a clase y al trabajo. Incluso los creyentes mesiánicos minimizan la celebración del nacimiento del Salvador. Si bien entiendo su frustración por nuestra elección de celebrar el 25 de diciembre—una fecha que probablemente no coincide con la fecha real del nacimiento de Jesús—creo que al menos deberíamos reconocer Su nacimiento en un día, porque sin Su nacimiento, no habría habido muerte, sepultura y resurrección.
A lo largo de los años, los siglos y los milenios, los judíos han sufrido. Sin embargo, su sufrimiento no parece motivarlos a seguir esperando al Mesías. En cambio, sus años de sufrimiento parecen haberlos llevado a dejar de observar y esperar por completo. Por eso me sorprendió cuando, durante una lección reciente con mi tutora de hebreo, hizo una afirmación que no esperaba.
La mañana de mi lección, recibí la noticia de que un querido amigo estadounidense había fallecido. Utilicé mi lección como otra oportunidad para compartir con ella la esperanza que tengo como creyente, incluso mientras lamentaba la noticia que había recibido. Expliqué que, aunque lloraba por su esposa e hijos por su pérdida, me alegraba que nuestro amigo estuviera con el Señor, completo y ya no sufriendo por el cáncer que había devastado su cuerpo físico.
Mi tutora es una judía israelí muy secular, así que me sorprendió cuando dijo que “todo Israel está esperando al Mesías”. No estaba segura de haberla entendido bien; recuerden, estábamos hablando en hebreo. Cuando le pedí aclaración acerca de si ella, una judía autodenominada secular, estaba esperando la venida del Mesías, me dijo que no. Aclaró que se refería a los judíos religiosos como aquellos que aún esperan la aparición del Mesías.
¿Qué Estás Aguardando?
Desde el 7 de octubre de 2023, muchos israelíes han estado buscando respuestas e incluso exigiéndolas. Muchos, especialmente aquellos que perdieron seres queridos y aquellos cuyos familiares fueron tomados como rehenes, han exigido respuestas a sus líderes gubernamentales y militares. En los dos milenios desde la primera aparición del Mesías, muy poco ha cambiado en este sentido. Volviendo a las palabras del cántico de María, la misericordia de Dios ha ayudado a Su siervo Israel a sobrevivir lo peor que el mundo les ha lanzado a lo largo de los años, pero la mayoría de los judíos fracasaron entonces y todavía hoy fracasan en reconocer la misericordia de Dios al enviar a Su Hijo unigénito. La gran mayoría se niega a ver Su “amor constante y fidelidad para con la casa de Israel”.
Como creyentes, “hemos visto la salvación de nuestro Dios”, la “luz de revelación a los gentiles”, y se nos ha dado el gran privilegio y responsabilidad de compartir con el pueblo de Israel a su Mesías, la Esperanza de las naciones, la “Consolación de Israel”, para la gloria del pueblo de Dios, Israel.
Dan y yo amamos vivir en Israel (todos los días excepto el Día de Navidad), y sabemos qué bendición tan increíble nos ha dado el Señor al llamarnos aquí. Amamos al pueblo de Israel, y nuestro deseo es su consolación—recordando que uno de los significados de consolación es “redención”. Nos esforzamos por compartir con nuestros amigos y vecinos aquí—el “mundo cansado” a nuestro alrededor—la emoción de la esperanza que celebramos durante esta temporada navideña, la esperanza que tanto deseamos que ellos conozcan, la esperanza que vino con el nacimiento del Salvador. La esperanza que nos mantiene atentos y orando por el pronto regreso de Emanuel, Dios con nosotros.
Dan y Meg Price son el equipo de marido y mujer detrás de Front Row Seat Ministries, sirviendo al Señor en el norte de Israel.
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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