domingo, 3 de julio de 2011

La Apostasía y su Antídoto



La Apostasía es la deserción o abandono de la fe o de una religión. Es la renuncia a una creencia a la cual uno se había adherido anteriormente. En Hechos 21:21 el apóstol Pablo fue acusado falsamente de influenciar a los judíos para que “renunciaran” a las enseñanzas de Moisés. El término griego que se traduce como "renunciar" o "abandonar" es apostasia. La apostasía, sin embargo, casi nunca aparece abruptamente. En general se manifiesta como un proceso y algunas personas pueden contribuir con ella sin convertirse en apóstatas completos.

Empezó en el Jardín del Edén. Adán y Eva estaban en un ambiente perfecto y en perfecta comunión con Dios. Ellos se sometían a Dios en todas las cosas hasta que Eva entabló un diálogo con el adversario de Dios, Satanás, el primer apóstata (vea también Isaías 14:12-14). Él manipuló a Eva para que ella reconsiderara la Palabra de Dios cuestionando lo que Él había mandado: "¿Conque Dios os ha dicho...?". El objetivo de la serpiente era que Eva "abandonara" o "ignorara" el mandamiento que Dios había dado a Adán: que no deberían comer del árbol del bien y del mal (Génesis 2:17; 3:1). Eva sucumbió a la seducción y Adán se unió a su esposa en rebelión en contra de Dios y las semillas de la apostasía se arraigaron.

La semilla de la apostasía brotó en Caín, quien desobedeció las instrucciones de Dios para ofrecer un sacrificio aceptable e instituyó su propio tipo de ofrenda. La apostasía creció con la construcción de la ciudad y la torre de Babel. Unificó a la gente hasta el punto que "allí confundió Jehová el lenguaje de toda la tierra, y desde allí los esparció sobre la faz de toda la tierra" (Génesis 11:9). Más tarde, entre los israelitas, Aarón participó en apostasía cuando ayudó a los israelitas en su adoración idólatra del becerro de oro (Éxodo 32).

A lo largo de la historia del reino del norte y del reino del sur de Israel, muchos de los reyes se volvieron apóstatas. El rey Acaz de Judá es un típico ejemplo. Él endorsó la idolatría en Judá e hizo que su hijo pasara por el fuego en un ritual al dios Moloch. Sometiéndose a las instrucciones de Acaz, el sacerdote Urías (quien sin embargo es alabado en Isaías) participó en la apostasía cumpliendo el mandato del rey y haciendo una copia del altar pagano y preparándolo para propósitos de adivinación. Acaz después hizo que el altar se incorporara en el servicio de adoración del templo en Jerusalén.

La apostasía ha sido parte de cada generación desde la caída del hombre. La Escritura nos dice que culminará en los días postreros cuando el Anticristo sea revelado. Su religión será un Cristianismo apóstata, la antítesis total del Cristianismo bíblico. Acomodará a todas las religiones. Aunque la apostasía no se manifestará plenamente hasta después del Arrebatamiento de la Iglesia verdadera, su desarrollo ha estado en progreso desde que el pecado entró en la raza humana. Además, a través de la historia bíblica y de la Iglesia, muchos creyentes verdaderos, ya sea en ignorancia o por la debilidad de su carne, han contribuido al desarrollo de la apostasía. Salomón es un ejemplo de esto. Como un creyente, él fue usado por el Espíritu Santo para edificar el Templo y para escribir la mayor parte del libro de Proverbios, Cantar de los Cantares y Eclesiastés, pero al mismo tiempo él se casó con muchas mujeres paganas, lo cual era contrario a las Escrituras. Estas mujeres llevaron a Salomón a la idolatría y como consecuencia Salomón construyó templos para que sus esposas extranjeras adoraran a sus dioses paganos.

En la historia de la Iglesia, hombres como Agustín y Martín Lutero son considerados como verdaderos creyentes, especialmente por aquellos que sostienen la teología de la Reforma. Sin embargo, Agustín conceptualizó muchos de los dogmas que han formado los cimientos de la falsa teología y del falso evangelio de la institución apóstata más grande en la Cristiandad, la Iglesia Católica Romana. Lutero es digno de ser elogiado por su actitud heroica en contra de la Iglesia de Roma, pero ciertamente no debe ser elogiado por su teología del reemplazo ni tampoco por su odio anti-bíblico en contra de los judíos. La historia posterior de la Iglesia está repleta de cristianos (profesantes y confesos) que (voluntariamente o involuntariamente) fueron partícipes del desarrollo de la apostasía.

Resumiendo lo que hemos expuesto anteriormente, la apostasía empezó con el pecado de la humanidad, aumentará grandemente en los Días Postreros y será completa cuando el Anticristo tenga control de este mundo durante los siete años del período de la Gran Tribulación. Por lo tanto, a medida que el mundo se dirige hacia el cumplimiento total de la apostasía, todos los cristianos serán vulnerables a su destructiva seducción.

¿Cuál es el antídoto? ¿Cómo podemos evitar sucumbir a aquellas cosas que nos podrían conducir a la apostasía? Empecemos con el programa de prevención presentado en el Salmo 1: "Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado".

El salmista nos da instrucciones para una vida espiritual fructífera en el Señor. Estas instrucciones están centradas para que nuestro ser sea fortalecido por la Palabra de Dios y empieza con la advertencia que no debemos seguir el consejo de los impíos. Esto no quiere decir que debemos evitar solamente el consejo de aquellos que son obviamente malignos, sino también rechazar cualquier consejo que no esté de acuerdo con lo que es enseñado en la Palabra de Dios. Dos veces encontramos en el libro de Proverbios (14:12; 16:25) que hay un camino que parece correcto para el hombre pero que no es el camino de Dios. Si no es el camino de Dios, ese camino nos lleva a la muerte, lo que significa la separación de la verdad de Dios que finalmente nos llevará a nuestra destrucción.

Un factor muy importante relacionado con la apostasía y la subversión que ésta ejerce en la Iglesia evangélica es que menos y menos cristianos creen realmente en la suficiencia de la Palabra de Dios para "todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad" (2 Pedro 1:3). En cambio, los evangélicos se están volviendo cada vez más a la sabiduría impía del mundo. La Iglesia evangélica es la principal fuente de referencia de servicios de consejería psicológica. Los pastores están guiando a los rebaños a los psicoterapeutas profesionales, que son, en cierto sentido, el equivalente bíblico de asalariados. Además, los pastores están tratando de aumentar el número de feligreses recurriendo a técnicas de mercadeo, que el Movimiento de Igle-Crecimiento obtuvo del mundo. Éstas han demostrado ser letales para la fe bíblica.

La advertencia de las Escrituras en contra de andar en el consejo de los malos, de estar en el camino de los pecadores, o de sentarse en silla de escarnecedores, revela una progresión, que en realidad es una regresión, de la rebeldía a la maldad. Cuando uno empieza a escuchar y a absorber lo que los perdidos, e incluso los enemigos de la fe, tienen que decir, uno llegar a sentirse cómodo con su perspectiva y eventualmente empieza a practicar lo que están predicando. El resultado trágico es que el corazón se vuelve insensible a la verdad de Dios y la actitud de uno se convierte en desdeño cuando es confrontado con ella.

El salmista cambia entonces de lo que los creyentes necesitan evitar a la medida preventiva principal que necesitan incorporar a sus vidas: "en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche" (Salmo 1:2).

La razón principal por la que la apostasía se está extendiendo tan rápidamente entre los evangélicos hoy en día es porque muchos de los que se identifican como evangélicos son funcionalmente analfabetos bíblicos. Esto quiere decir que aunque casi todos los "cristianos" tienen Biblias y tienen la habilidad de leer, muy pocos de ellos leen la biblia, y aquellos que la leen no practican en sus vidas la verdad de Dios que está en las Escrituras. Ésta es una dura realidad que estamos confrontando en nuestro tiempo actual. En una reciente encuesta de aproximadamente 35,000 adultos en los Estados Unidos se reveló que el 57 por ciento, quienes decían ser evangélicos, creen que "todas las religiones, de una manera u otra, nos llevan finalmente a la salvación eterna."

Obviamente estas personas no están al tanto o no toman en serio lo que Jesús declaró, "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí" (Juan 14:6) y Pedro exclamó, "Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podemos ser salvos" (Hechos 4:12). Las Escrituras nos dicen que cierta condición será prevalente en los postreros días: "Porque llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las fábulas que quieren oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos" (2 Timoteo 4:3-4).

En nuestros días, los absolutos bíblicos y un camino exclusivo de salvación son vistos por el mundo como la epítome de la intolerancia, una acusación que muchos evangélicos no pueden contrarrestar, especialmente aquellos que no conocen la Biblia lo suficiente como para poder dar una respuesta bíblica. El meditar en la Palabra de Dios continuamente es la solución obvia para rectificar esa condición. Además, existe ayuda y apoyo por parte de nuestro Señor. Considere Su oración al Padre para el beneficio de los creyentes: "Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad" (Juan 17:17). Jesús quiere que seamos santificados, o apartados, como aquellos quienes, sin importar lo que el mundo piense y diga, están confiados plenamente que Su Palabra es la verdad. Él dijo, "Si vosotros permanecieres en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres" (Juan 8:31-32). Parte de esa libertad es la confianza para seguir "luchando vigorosamente por la fe encomendada una vez por todas a los santos" (Judas 1:3). Uno no puede "luchar vigorosamente" por algo que ignora casi totalmente. Solamente a través de un estudio disciplinado de las Escrituras uno va a poder lograr estar capacitado para defender la fe.

En el libro de los Proverbios se nos dice, "La sabiduría es lo primero. ¡Adquiere sabiduría! Por sobre todas las cosas, adquiere discernimiento" (Proverbios 4:7). Dios ha puesto Su sabiduría disponible para nosotros en Su Palabra. Además, para todos aquellos que han puesto su fe en Jesús, Él les ha dado el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, para ayudarnos a “adquirir discernimiento”. Conocer las Sagradas Escrituras es el programa preventivo de Dios en contra de la apostasía, y está disponible para todos aquellos que busquen al Señor y Su verdad. Ése es el criterio bíblico para obtener sabiduría y discernimiento. El Apóstol Pablo escribió a Timoteo, "Desde tu niñez conoces las Sagradas Escrituras, que pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús" (2 Timoteo 3:15). Claramente, esto no tiene nada que ver con la habilidad intelectual o la educación, pero sí tiene mucho que ver con el deseo de conocer la verdad de Dios y hacer todo lo posible para lograr obtener esa verdad. El hecho que el Señor haya seleccionado a pescadores que no eran educados como Sus apóstoles para que fueran los mensajeros primarios de Su Palabra, en vez de haber escogido a aquellos que eran altamente educados dentro del sistema religioso, dice mucho a aquellos que piensan que no están capacitados para compartir la Palabra de Dios.

El creyente que medita continuamente en la Palabra de Dios, encontrará que sus esfuerzos serán armas preventivas en contra de la apostasía y al mismo tiempo reforzarán su fe. Además, eso forma la base o el cimiento para ser espiritualmente fructífero: "Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará" (Salmo 1:3). Y también es el medio para equipar al creyente para la guerra espiritual que ahora está llevándose a cabo.

El quid de la batalla espiritual es acerca de la Palabra de Dios. La estrategia del adversario es desacreditar las Escrituras por todos los medios posibles. Como hemos mencionado, todo empezó en el Jardín del Edén, cuestionando inicialmente la Palabra de Dios, seguido inmediatamente por la negación de Su verdad (Génesis 3: 4-5). Aquellos que no reconocen que están es una batalla espiritual puede que ya hayan sido capturados por las mentiras del Adversario. El Apóstol Pablo escribió que no debemos ser ignorantes de las artimañas del enemigo (2 Corintios 2:11) y usó metáforas militares para enfatizar la realidad de la guerra espiritual que está ocurriendo y para preparar la defensa del creyente:


"Por tanto, tomad toda la armadura de Dios, para que podáis resistir en el día malo, y habiendo acabado todo, estar firmes. Estad, pues, firmes, ceñidos vuestros lomos con la verdad, y vestidos con la coraza de justicia, y calzados los pies con el apresto del evangelio de la paz. Sobre todo, tomad el escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno. Y tomad el yelmo de la salvación, y la espada del Espíritu, que es la Palabra de Dios" (Efesios 6: 13-17).

Nuestra batalla es la buena batalla de la fe, recordando que nuestras armas no son carnales sino espirituales (2 Corintios 10:4). Es una "guerra" acerca de la verdad, con la meta de que “podáis resistir en el día malo”. Nuestra victoria está simplemente en mantenernos firmes en la Palabra de Dios.

A medida que la batalla se intensifique, como nos dicen las Escrituras que va a suceder antes que el Señor venga por Sus santos, necesitamos estar "orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos" (Efesios 6:18). Necesitamos cerrar filas con otros creyentes para tener comunión y protección espiritual, y para tener también consejería, ánimo, corrección, consuelo y para poder ministrarnos los unos a los otros. Si tales cosas forman parte de nuestras vidas mientras esperamos al Señor, aunque la apostasía seque el ambiente espiritual a nuestro alrededor, nosotros seremos como un árbol plantado a la orilla de un río que, cuando llega su tiempo, da fruto y sus hojas jamás se marchitan, y todo lo que haremos prosperará en el Señor.

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Reproducido con permiso de:
The Berean Call

Original article:
Apostasy and its antidote

En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Managua, Nicaragua

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