viernes, 12 de noviembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 6 (parte 2 de 2)

Practicar una Fe Firme

Por Dr. David R. Reagan

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Respondiendo al Desafío

¿Ve cuán dura es la respuesta del Señor? ¿Cómo respondería usted? ¿Se despojaría de su fe? ¿Se revolcaría en la desesperación? ¿Se retiraría a la autocompasión? Veamos cómo respondió Habacuc.

Lo primero que hizo Habacuc es lo que hace cualquier persona de fe en una crisis. Se arrodilló en oración (Habacuc 3:1–2), y en esa oración, exclamó: “¡Oh Señor, en tu ira acuérdate de la misericordia!”.

Fue una oración muy humana y, por lo tanto, muy lamentable. ¿Pueden imaginar la audacia del profeta al recordarle a Dios que muestre misericordia? Después de todo, le estaba hablando a Aquel que es la fuente de toda gracia y misericordia — el Dios de misericordia (Salmo 86:15). A Dios nunca se le debe recordar que muestre misericordia. Ése es Su corazón y Su carácter. Incluso cuando derrama Su ira, Su propósito fundamental es llevar a las personas al arrepentimiento para que puedan ser salvas (Isaías 26 9; 2 Pedro 3:9).

Una Visión de Esperanza

Incluso cuando Habacuc suplicaba misericordia para su nación, Dios le mostró misericordia personal. Mientras Habacuc luchaba por encontrar palabras, el Señor repentinamente interrumpió su oración con una visión gloriosa diseñada para darle esperanza. Fue una visión de la Segunda Venida del Mesías, cuando vendrá a la tierra para reinar sobre todas las naciones.

La visión es vívida, casi aterradora. Habacuc ve al Mesías viniendo en gloria con “rayos brillantes destellando de Sus manos”, que representan Su gran poder. Viene con ira, con la pestilencia yendo delante de Él y la plaga siguiéndolo. Él marcha por la tierra con indignación, pisoteando a las naciones con ira (Habacuc 3:3–15).

En esta visión, el Señor le está diciendo a Habacuc: “Se acerca el día del juicio final cuando trataré con todas las naciones del mundo en juicio santo” (Hechos 17:31). Cada uno recibirá lo que se merece. Puede que nunca veas justicia y rectitud en tu vida, pero ten la seguridad de que vendrán, porque ‘la tierra será llena del conocimiento de la gloria del Señor, como las aguas cubren el mar’”(Habacuc 2:14).

Al darle una visión del clímax de la historia, Dios está llamando a Habacuc a vivir con una perspectiva eterna. Lo está llamando a creer que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).

Un Cántico de una Fe Firme

Con su perspectiva eterna restaurada, Habacuc medita por un momento en la visión, temblando al darse cuenta de que Dios se toma en serio el derramar Su ira sobre Judá (Habacuc 3:16). Entonces, de repente, Habacuc estalla con una canción que seguramente debe pasar a la historia como una de las mayores expresiones de fe firme que un poete alguna vez haya escrito (Habacuc 3:17–18):

17) Aunque la higuera no florezca,

Ni en las vides haya frutos,

Aunque falte el producto del olivo,

Y los labrados no den mantenimiento,

Y las ovejas sean quitadas de la majada,

Y no haya vacas en los corrales;

18) Con todo, yo me alegraré en Jehová,

Y me gozaré en el Dios de mi salvación.

Haga una pausa por un momento y considere lo que el profeta está diciendo aquí. Él proclama que, incluso si todos los cultivos y animales de Judá son destruidos, dejando a la nación devastada, ¡él seguirá alabando el Santo Nombre de Dios!

Confiando en Dios

¿Por qué? Porque ha decidido someterse a sí mismo y a su nación a la voluntad de Dios, creyendo que Dios hará lo mejor para ellos, aunque eso signifique su destrucción inmediata. En definitiva, ha decidido dejar de lloriquear y empezar a confiar. Ha sido necesario mucho ánimo del Señor y un gran acto de fe por parte del profeta. Habacuc ahora está practicando una fe firme.

Y miren lo que pasó. Vinieron los caldeos. La ciudad de Jerusalén y su templo fueron destruidos. La tierra fue devastada y los judíos sobrevivientes fueron llevados cautivos. Pero, 2,600 años después, ¿dónde están los caldeos? En el basurero de la historia. ¿Dónde están los judíos? Reunidos en su tierra, esperando la aparición de su Mesías.

Sólo Dios tiene la perspectiva a largo plazo. Sólo Él sabe cómo orquestará la historia para el triunfo de todos Sus propósitos. Mientras esperamos el cumplimiento de Su voluntad, Él nos llama a caminar con fe firme, con nuestros ojos en Él, en lugar de en nuestras circunstancias variables.

La Fe Firme de Jeremías

Eso es exactamente lo que hizo el profeta Jeremías después de que los caldeos destruyeron su nación, su ciudad natal de Jerusalén y su templo sagrado. Escribió un lamento fúnebre que aparece en la Biblia como el libro de Lamentaciones. Es el libro más triste de la Biblia.

Los primeros dos capítulos y medio están dedicados a una elegía a Jerusalén. Jeremías describe la ciudad como una esposa infiel que ha experimentado la vara de la ira de su marido (Lm. 1:1–2). Habla de cómo su majestad se ha ido porque no consideró su futuro (Lm. 1:6, 9).

Mientras el profeta observa la horrible destrucción que él mismo había profetizado con tanta precisión, personifica a la ciudad como una mujer que clama a Dios: “Sion extendió sus manos; no tiene quien la consuele” (Lm. 1:17).

Llora al ver la evidencia del canibalismo debido al largo asedio que experimentó la ciudad antes de su destrucción. Grita: “¿Han de comer las mujeres el fruto de sus entrañas, los pequeñitos a su tierno cuidado?” (Lm. 2:20).

Él observa que el Señor “derramó como fuego su enojo” (Lm. 2:4). “El Señor destruyó a Israel. . . Quitó su tienda como enramada de huerto; destruyó el lugar en donde se congregaban [el templo]” (Lm. 2:5–6).

La escena abruma a Jeremías. Su corazón está quebrantado por su pueblo y su nación. Se tambalea al borde de la desesperación mientras clama: “Y mi alma se alejó de la paz, me olvidé del bien, y dije: Perecieron mis fuerzas, y mi esperanza en Jehová” (Lm. 3:17–18).

Recordando la Fidelidad de Dios

Pero en ese preciso momento, mediante un monumental acto de voluntad, Jeremiah decidió que no cedería a sus emociones. En lugar de maldecir a Dios, decide alabar a Dios con una magnífica declaración de fe firme (Lm. 3:21–24):8

21) Esto haré volver a mi corazón, por lo cual tendré esperanza: 

22) El constante amor del Señor nunca se acaba, Sus misericordias nunca se acaban;

23) Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.

24) “El Señor es mi porción”, dice mi alma; “por eso, en Él esperaré”.

Las nubes de desesperación se disipan a medida que Jeremías se recuerda a sí mismo la misericordia de Dios en el pasado. La luz del sol de la gracia de Dios irrumpe en su corazón. Su esperanza está restaurada.

Sabe que su nación ha recibido lo que se merecía. Pero también sabe que está tratando con un Dios que nunca cambia. Así como ha sido misericordioso en el pasado, Jeremías confía en que el Señor mostrará misericordia en el futuro. Por eso, proclama: “El Señor es bueno con los que le esperan, con el que le busca. . . El Señor no desecha para siempre, porque si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias” (Lm. 3:25, 31–32).

El Significado de la Fe Firme

Las vidas de Habacuc, Jeremías y Pablo nos revelan el significado de la verdadera fe. Es el tipo de fe que sigue creyendo y confiando incluso cuando todo parece ir mal. Es una fe que no depende de circunstancias externas. Tampoco depende de los sentimientos.

¿Cuál es la clave para desarrollar este tipo de fe, que se necesita tan desesperadamente en estos tiempos del fin? Pablo nos da la respuesta. En su carta desde la prisión a la iglesia de Filipos, escribió (Filipenses 4:11–12):

11) No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación.

12) Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad.

¿Cuál era el secreto que Pablo había descubierto? Lo revela en su siguiente oración: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Filipenses 4:13). El secreto es confiar en Dios, permanecer enfocado en Jesús y confiar en el poder del Espíritu Santo. Pablo dice que, si hacemos eso, entonces “Dios suplirá todo lo que os falta conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús” (Filipenses 4:19).

Sufriendo en la Esperanza

Tenga en cuenta que la promesa es para satisfacer nuestras necesidades, no para proporcionar todos los placeres materialistas que puedan entrar en nuestra imaginación. En ese sentido, en Estados Unidos pronto aprenderemos la diferencia entre las necesidades y los lujos. Cuando Dios juzgue nuestra economía, aprenderemos que podemos vivir sin muchos de los juguetes electrónicos que consideramos tan esenciales hoy en día.

Los cristianos sufrirán junto con el resto de la sociedad. Pero, para aquellos que saben cómo caminar con fe firme, habrá una diferencia. Sufrirán confiados en la esperanza.

Dios nunca promete que su pueblo será inmune a Sus juicios. Él sólo promete que nunca probarán la ira que Él derramará en la gran Tribulación (1 Tesalonicenses 1:10). Pero con respecto a Sus juicios, Dios hace una promesa significativa. Él dice en Su Palabra que atravesará esos juicios con Sus hijos, animándolos constantemente, dándoles esperanza y satisfaciendo sus necesidades básicas. Escriba estas palabras de Isaías en su corazón (Isaías 43:1b–3):

1) Ahora, así dice el Señor…No temas, porque yo te redimí; te puse nombre, mío eres tú.

2) Cuando pases por las aguas, yo estaré contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti.

3) Porque yo soy el Señor tu Dios, el Santo de Israel, tu Salvador. . .”.

Afirmando la protección del Señor, el rey David escribió: “Yo he sido joven y he envejecido; pero no he visto a un justo desamparado ni a sus descendientes mendigando pan” (Salmo 37:25). El rey Salomón lo expresó de esta manera: “El Señor no deja padecer hambre al justo” (Proverbios 10:3).

Ir Contra el Viento

Hace muchos años, una dama llamada Ella Wheeler Wilcox escribió un poema después de que su esposo observara desde la cubierta de su crucero que un velero podía viajar hacia el oeste y otro hacia el este con el mismo viento. Ella escribió:9

Un barco se dirige hacia el este y otro hacia el oeste

Con los mismos vientos que soplan.

Es el juego de las velas y no los vendavales

Lo que nos indica el camino a seguir.

Como los vientos del mar son los caminos del destino,

Mientras viajamos por la vida:

Es el juego de un alma

Que decide su objetivo,

Y no la calma o la contienda.

La mayoría de las personas parecen haber decidido que la única forma en que pueden seguir en la vida es la forma en que sopla el viento. En nuestra nación hoy, ese viento sopla hacia la inmoralidad y la violencia, hacia la falta de respeto por la santidad de la vida. Está impulsando a la gente a llamar al mal bien y al bien mal. Desafortunadamente, hay muchos cristianos, incluso líderes cristianos, que han decidido poner sus velas para ir con el viento y no en contra.

Al observar este fenómeno, Don Wildmon, el fundador de la Asociación de la Familia Estadounidense, escribió:10

Jesús fue contra el viento, y eso significó que terminó en una cruz. Creo que eso es lo que tememos — una cruz. A nadie le gusta que lo crucifiquen. Así que pusimos nuestras velas de la manera más fácil. . . 

Mucha gente ha decidido que quiere a Cristo, pero no la cruz. Es una contradicción. Nunca puede ser. La cruz está en el corazón mismo del cristianismo. Elimínela y no habrá cristianismo.

La fe firme nos llama a poner nuestras velas contra el viento. Hacemos eso poniendo nuestras almas en Jesús. Y así, tenemos esta instrucción en Hebreos 12 (énfasis agregado):

1) . . .despojémonos de todo peso y del pecado que tan fácilmente nos enreda, y corramos con perseverancia la carrera que tenemos delante de nosotros 

2) puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que tenía delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se ha sentado a la diestra del trono de Dios.

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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