miércoles, 7 de octubre de 2020

Libro: El Plan de Dios para las Edades (2da. Ed.) – Capítulo 7

La Profecía y la Salvación

¿Es esencial la creencia en el milenio?


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¿Cuál es la relación de la doctrina profética con la salvación? ¿Es posible ser salvo y, sin embargo, rechazar la enseñanza bíblica de que el Señor va a regresar para reinar sobre todo el mundo durante mil años?

Planteo este tema porque las diferencias en la doctrina profética han sido usadas por muchos grupos denominacionales para trazar líneas de comunión entre los cristianos. ¡Algunos incluso han llegado a hacer de la doctrina profética una condición de la salvación!

Una Experiencia Personal

Hablo desde una dolorosa experiencia personal con respecto a este punto. Crecí en una denominación que era amilenial en su punto de vista profético. Eso significa que rechazábamos por completo la idea de que Jesús alguna vez volverá a esta Tierra para reinar. 

Los líderes de nuestra iglesia sentían tan fuertemente acerca de este asunto, que lo convirtieron en una prueba de comunión y una condición de la salvación.  Cualquier persona entre nosotros, que desarrollara una visión premilenial (que Jesús volverá para reinar durante mil años), era etiquetada como “hereje” y, tarde o temprano (generalmente temprano), era expulsado de la comunión. Luego descartarían a esa persona como alguien que había “caído de la gracia”. 

No hace falta decir que, finalmente, me convertí en uno de esos hermanos que eran condenados y rechazados, debido a que mi estudio de la Palabra me llevó a adoptar una interpretación premilenialista de la profecía. 

El Problema

El problema fundamental aquí no tiene nada que ver con la profecía. El problema es el concepto erróneo de la salvación.

Aquellos que trazan líneas de comunión sobre asuntos como la interpretación profética, son personas que creen en la salvación por conocimiento perfeccionado; es decir, creen que la salvación depende de tener razón en cada doctrina.

Aún puedo recordar vívidamente una expresión clásica de esta actitud hace varios años, en una conferencia de profecía que ayudé a organizar. Tratamos de hacer arreglos para tener un orador que representara cada uno de los principales puntos de vista proféticos. 

A la persona que presentó el punto de vista amilenialista, un predicador de mi denominación de la infancia, se le preguntó después de su presentación si un premilenialista podía ser salvo o no. Su respuesta fue: “Yo no podría ser salvo si fuera un premilenialista, porque sé que está mal”. Quería levantarme y detener la discusión sobre la profecía y pasar el resto del día discutiendo el verdadero tema de la salvación. 

¿Somos salvamos por tener razón sobre la profecía? ¿Puedo realmente perder mi salvación si estoy equivocado acerca de mi creencia de que Jesús regresará para reinar sobre la tierra?

Si usted y yo podemos perdernos por equivocarnos sobre la profecía, entonces podemos perdernos por equivocarnos en cualquier cosa — como la frecuencia de la comunión o el papel de las mujeres en la Iglesia. Eso significa que realmente no tenemos esperanza de salvación, porque ninguno de nosotros tiene razón en todo. 

La Certeza de la Salvación

Y, sin embargo, la Biblia dice que podemos estar seguros de nuestra salvación. Considere estas palabras del apóstol Juan: 

“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida” (1 Juan 3:14).

“Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios” (1 Juan 5:13).

“Sabemos que somos de Dios” (1 Juan 5:19).

Una y otra vez Juan dice que podemos saber que somos salvos. Pero, ¿cómo podemos tener tal seguridad si nuestra salvación depende de que tengamos razón en todo? La respuesta es que no podemos. Y es precisamente por eso que algunas iglesias conservadoras están llenas de almas que parecen seguras de todo, excepto de lo más importante de todo: ¡su salvación!

Puede saber con absoluta certeza que es salvo, porque Pablo dijo que es salvo por la gracia de Dios “como un regalo” (Romanos 3:24). También puede estar seguro de su salvación, porque si es salvo, entonces conoce a su Salvador, y sabe que es digno de confianza, y que lo decía en serio cuando dijo: “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25).

Nuestra confianza también está asegurada por la gloriosa proclamación: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1).

La Esencia de la Salvación

Esto significa que usted y yo podemos estar equivocados en muchas cosas, pero si tenemos razón en una cosa — Jesucristo — entonces podemos reclamar la promesa de la salvación eterna. También significa que, aunque toda verdad es importante, no toda es igualmente importante. 

En consecuencia, cualquiera que sea la verdad sobre cosas como la música instrumental, o la comunión o la profecía, estas verdades no son nada comparadas con la verdad de que Jesús es el Señor (1 Corintios 12:3). Por eso Pablo escribió: “que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo” (Romanos 10:9). 

La esencia de la salvación no es la perfección doctrinal. Más bien, es una relación con una persona. Jesús lo expresó de esta manera: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

¿Significa esto que lo que cree acerca de la profecía es irrelevante? ¡De ningún modo! Sólo significa que no tiene nada que ver con su justificación  — es decir, con su posición judicial ante Dios. Somos justificados por nuestra fe en Jesús como nuestro Señor y Salvador (Romanos 3:21-26). 

El Proceso de la Salvación

Gran parte del problema aquí se debe al hecho de que muchas iglesias nunca han distinguido entre justificación, santificación y glorificación. El resultado es que muchos cristianos ignoran el hecho de que la salvación es un proceso.

La justificación es el punto de partida. Ocurre cuando pone su fe en Jesús. 

El proceso de la salvación continúa con su santificación. Éste es un proceso de toda la vida de morir a sí mismo y vivir más y más para Cristo. 

El proceso se consuma en su glorificación, cuando es resucitado y recibe un cuerpo inmortal. Es entonces cuando estará cara a cara con el Señor y será plenamente conformado a Su imagen (Romanos 8:29-30).

La justificación da como resultado que nazca de nuevo espiritualmente. Cuando es justificado, se viste de la justicia de Cristo, y está sin culpa ante el tribunal de Dios, lavado en la sangre del Cordero (1 Corintios 1:30). Recibe el don del Espíritu Santo, que mora en usted, como garantía de su herencia eterna (Efesios 1:13-14), y comienza su caminar con el Señor. 

El Significado de la Santificación

Es cierto que es santificado cuando es justificado, porque es lavado de sus pecados y es apartado del mundo como posesión sagrada de Dios (1 Corintios 6:11; Hebreos 10:10). Pero el proceso de santificación continúa, mientras comienza a caminar con el Señor.

A través del proceso de santificación, Dios da forma a su alma (su voluntad, emociones y personalidad) a la imagen de Cristo. Esto ocurre a medida que aprende más y más acerca del Señor y Su Palabra, a través del estudio bíblico, la oración, la adoración y la comunión. Esto no significa que la santificación sea algo que se gane. Al igual que la justificación, la santificación es un regalo de la gracia de Dios, a través del poder de Su Santo Espíritu obrando dentro de usted. 

Pero, mientras que es justificado al responder a la verdad del Evangelio (la muerte, sepultura y resurrección de Jesús — 1 Corintios 15:1-4), es santificado al responder a las verdades de la doctrina cristiana. Esto significa que la calidad de su caminar con el Señor se verá sustancialmente afectada por lo que crea acerca de cosas tales como el Espíritu Santo, la Iglesia, el discipulado, la mayordomía, los milagros, la oración y la profecía. 

El Impacto de la Profecía

Para usar otro ejemplo personal: Antes de llegar a una comprensión premilenial de la profecía, tenía poco entusiasmo por el regreso de Jesús. Ciertamente no estaba atento a Su regreso, y sentía que el único impacto de Su regreso en la historia mundial sería ponerle fin.

Ahora tengo una perspectiva completamente nueva, que me ha acercado al Señor y ha fortalecido mi fe, ha profundizado mi amor y ha aumentado mi esperanza.

Ahora espero el regreso de Cristo con ferviente expectación como mi “bienaventurada esperanza” (Tito 2:13). Mi vigilancia se ha convertido en un poderoso motivador para una vida santa (Romanos 13:11-14). Me emociona pensar en el triunfo de Jesús sobre Satanás (Apocalipsis 20:1-2, 10). Espero con gozo el establecimiento del reinado del Señor de perfectas paz y justicia aquí en la tierra (Miqueas 4:1-7). Me regocijo de que Jesús pronto será plenamente vindicado en la historia, así como fue humillado en la historia (Isaías 24:21-23).

He sido llevado a la asombrosa comprensión de que uno de los mayores milagros de la historia está ocurriendo antes mis propio ojos: la reunión de los judíos en su patria (Jeremías 16:14-15). Los pasajes de las Escrituras concernientes a los judíos que nunca tuvieron ningún significado para mí, han cobrado vida repentinamente (Jeremías 23:5-8; Ezequiel 36 y 37; Amós 9:14-15).

Por primera vez, comprendo el significado de los escritos de Pablo en Romanos 9-11, donde habla de la gracia de Dios para el pueblo judío. Me regocijo de que un remanente de los judíos llegará a conocer a su Mesías (Zacarías 12:10; Romanos 9:27; 11:25-27), y que serán establecidos como la nación principal del mundo, a través de la cual todas las naciones serán bendecidas (Isaías 60-62).

Alabo a Dios por la redención que Jesús traerá a toda la creación (Romanos 8:18-32). Y aguardo con gran anticipación una eternidad en la presencia de Dios sobre esta tierra, después de que haya sido purgada de su corrupción, y renovada a su gloria anterior (2 Pedro 3:1-13; Apocalipsis 21:1-4). 

Tengo una comprensión del plan maestro de la historia de Dios que nunca antes había tenido, y eso me ha dado un sentido de consuelo y paz, que sirve como un ancla sólida en tiempos tan peligrosos como éstos. Ahora sé con certeza que la Palabra de Dios es segura; que Sus promesas son ciertas; que está vivo; que todavía se preocupa intensamente por Su creación; y que todavía interviene de maneras maravillosas y milagrosas, para dirigir y consolar a Su pueblo, mientras orquesta las malas obras del hombre a un clímax que traerá honor y gloria eternos a Su santo nombre (Salmos 2).

Un Llamado a Amar

Como puede ver, lo que creemos acerca de la profecía hace una diferencia en la calidad de nuestras vidas cristianas. Es por eso que siempre me enojo un poco cuando escucho a un cristiano decir: “No sé nada sobre la profecía bíblica, y no me importa, porque lo que usted crea sobre la profecía no hace ninguna diferencia”. No es así. Hace una gran diferencia. 

Pero no debería hacer ninguna diferencia en cuanto a nuestra actitud hacia los demás, como hermanos y hermanas en Cristo. Tengo hermanos y hermanas cristianos que son premilenialistas, amilenialistas y postmilenialistas, ¡y tengo algunos parientes en Cristo que no saben la diferencia entre un milenio y un milpiés!  Pasaré la eternidad con algunos que ni siquiera han leído el libro de Apocalipsis.

Tenemos que dejar de jugar a ser Dios, trazando líneas de comunión que no tenemos derecho a trazar  por asuntos de opinión, y tenemos que comenzar a amarnos unos a otros, porque compartimos una creencia en el hecho fundamental de la historia — a saber, que Jesús es el Señor. 


Recurso recomendado:


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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