Por Marko Kiroglu
El apóstol Juan desempeñó un papel destacado durante el ministerio de Jesús y a lo largo del primer siglo. Él y su hermano Jacobo (los hijos de Zebedeo) eran primos de Jesús, ya que su madre Salomé era la hermana de la madre de Jesús, María (Mateo 27:56; Marcos 15:40; Juan 19:25). Por lo tanto, es posible que Juan pudiera haber conocido a Jesús desde su niñez, como su primo nacido de manera sobrenatural.
Juan y Andrés fueron los primeros dos discípulos de Jesús (Juan 1:35-42). Más tarde, trajeron a sus hermanos, Santiago y Pedro. Juan, Santiago y Pedro fueron los discípulos más destacados de Jesús, quienes presenciaron la transfiguración (Marcos 9:2-3). Estos tres también se conocen como el círculo íntimo de Jesús.
El Discípulo Amado
Además, Juan es señalado como el discípulo amado de Jesús (Juan 13:23; 20:2; 21:7; 21:20).
Cuando Jesús fue crucificado, Juan estaba allí. Él fue el hombre a quien Jesús confió el cuidado de Su propia madre antes de morir en la Cruz (Juan 19:26). Según las primeras tradiciones cristianas, en obediencia a la última instrucción de Jesús en la Cruz, Juan tomó a María, la madre de Jesús, bajo su cuidado y se ocupó de ella hasta su muerte en Éfeso.
El profundo amor y devoción de Juan por Jesús parece haber superado a todos los demás. Su largo e inquebrantable compromiso con Jesús es evidente en sus propios escritos, así como en los demás escritos y tradiciones cristianas primitivas.
Cuando llegó el momento, Jesús compartió la revelación profética más asombrosa de todos los tiempos con este mismo amigo fiel y confiable. Le encomendó que escribiera el libro de Apocalipsis para las generaciones futuras.
Policarpo de Esmirna
Aunque existen pocos registros confiables de los últimos años de la vida de Juan, según las tradiciones antiguas, Juan se estableció y pastoreó la iglesia en Éfeso. Probablemente esto fue antes de su encarcelamiento en la isla de Patmos, donde recibió la Revelación de Jesús. Vivió como un siervo fiel de Cristo hasta el final.
La tradición también sugiere que uno de los hombres a los que Juan instruyó mientras pastoreaba la iglesia en Éfeso, se llamaba Policarpo, quien más tarde se convirtió en el obispo de Esmirna (60-155 d.C.). Estos también fueron los años en los que Juan cuidó de la madre de Jesús, María, en Éfeso. Al igual que Juan, Policarpo también sirvió fielmente a Cristo toda su vida. A la edad de 86 años, fue asesinado por su fe en Cristo. Cuando le pidieron que renunciara a Cristo, la respuesta de Policarpo fue:
“Ochenta y seis años le he servido. No me ha hecho ningún mal. ¿Cómo, entonces, puedo blasfemar contra mi Rey y mi Salvador?”.
Mataron el cuerpo físico de Policarpo, pero no pudieron matar su devoción a Cristo. Tanto Juan como su discípulo Policarpo mostraron una fe inquebrantable y compromiso con Cristo hasta el final.
La Carta a Esmirna
En aquellos días, Éfeso era la ciudad capital de la región, y Esmirna era una ciudad más pequeña, a 35 millas al norte de Éfeso. La carta de Jesús a la iglesia en Esmirna es la más corta de las Siete Cartas y tiene un gran mensaje del Señor:
“Sé fiel hasta la muerte, y Yo te daré la corona de la vida” (Ap. 2:10).
Es muy interesante observar que esta fidelidad hasta la muerte fue practicada primero por el propio Juan y luego por Policarpo, el obispo de Esmirna, quien fue discípulo de Juan.
La iglesia original de Esmirna (junto con las otras iglesias del Apocalipsis) dejó de existir cuando esta región fue invadida por pueblos islámicos y el cristianismo en la región se extinguió durante los siglos IX y X. La ciudad de Esmirna continuó existiendo con una nueva población islámica y creció en tamaño. Hoy se le llama Izmir—la tercera ciudad más grande de Turquía, con una población de más de tres millones de musulmanes.
Más recientemente, un pastor misionero estadounidense llamado Andrew Brunson también sufrió persecución y encarcelamiento en la ciudad de Esmirna (Izmir), demostrando su fidelidad, al igual que Policarpo, en obediencia a la instrucción de Jesús a la iglesia de Esmirna.
Mi Experiencia Personal
El domingo 6 de enero de 2006, después de que terminé de predicar en nuestra iglesia local en Adana, Turquía (que está a unas 560 millas al sureste de Esmirna), fui atacado y golpeado brutalmente por un grupo de hombres musulmanes que exigían que denunciara a Jesús o muriera a manos de ellos. En ese momento, el Espíritu Santo me recordó estas palabras de Jesús:
“Cualquiera que me niegue delante de los hombres, Yo también lo negaré delante de Mi Padre que está en los cielos” (Mateo 10:33).
También recordé la inquebrantable fidelidad de Policarpo al borde de la muerte a manos de los soldados romanos. Fui sobrenaturalmente animado y fortalecido por Dios para responder a mis torturadores con estas palabras: “Jesús es Dios”. Luego me golpearon hasta que estuvieron convencidos de que estaba muerto y dejaron mi cuerpo, aparentemente sin vida, al lado del camino. Fue Dios quien revivió y restauró la vida en mi cuerpo de una manera milagrosa.
El 17 de abril de 2007, aproximadamente un año después de haber sido atacado y golpeado hasta el punto de la muerte, Tilman Geske, un misionero alemán y buen amigo que me había bautizado cinco años antes, fue atacado en la ciudad de Malatya (que está más al sureste de Turquía). Un grupo de hombres musulmanes lo torturó brutalmente y lo asesinó por no denunciar a Cristo.
Tuve que enterrar el cuerpo sin vida de Tilman, mientras su esposa Susanne y sus tres hijos pequeños estaban de pie llorando, dando el último adiós a su amado padre. Después del funeral, Susanne se paró frente a periodistas y cámaras de televisión y dijo que, aunque hombres llenos de odio habían matado a su esposo y al padre de sus hijos, ella no huiría de regreso a Alemania. Aunque el hombre que amaba había sido asesinado, ella seguiría viviendo en Turquía para decirle al pueblo turco que Jesús los ama.
Hoy, 18 años después, Susanne y sus hijos todavía viven en Turquía, predicando a Jesús a las personas que torturaron y mataron a su amado esposo y padre.
Conclusión
La carta a Esmirna llama a una fidelidad inquebrantable hasta el final. Cuando leas esta carta, recuerda los ejemplos de fidelidad hasta el final del Apóstol Juan, Policarpo y misioneros como Tilman Geske. Sin importar en qué parte del mundo estés y qué desafíos enfrentes, Jesús espera que seas fiel hasta la muerte.
El aliento más maravilloso es éste: Dios le da a Su pueblo la fuerza y la fe para perseverar hasta el fin. No lo tenemos por nuestra cuenta. Nuestra confianza no está en nuestra propia fuerza. Nuestra fe está en Dios y en Su fidelidad para mantenernos fieles hasta la muerte.
Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Las Cosas que Son
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