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jueves, 16 de marzo de 2023

Libro: Jesús: El Cordero y el León – Capítulo 4 (parte 1 de 2)

 La Profecía Fundamental de Daniel

Por Dr. David R. Reagan

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Sabe, pues, y entiende que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas y sesenta y dos semanas . . . Después de las sesenta y dos el Mesías será quitado y no tendrá nada; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario. . . — Daniel 9:25-26

Una de las profecías más excepcionales e importantes de la Biblia se encuentra en Daniel 9:24-27. Es la piedra angular de la profecía del Mesías, porque establece el tiempo de la Primera y Segunda Venidas del Mesías.

La profecía generalmente se conoce como Las 70 Semanas de Años. Este nombre deriva de las palabras iniciales de la mayoría de las traducciones al español: “Setenta semanas han sido decretadas” (Daniel 9:24). En el idioma hebreo, la palabra traducida “semanas” es en realidad la palabra “sietes”. Entonces, el texto en realidad dice: “Setenta sietes han sido decretados...”.

Así como la palabra “docena” puede referirse a una docena de cualquier cosa, la palabra hebrea shavuim, que significa “siete”, puede referirse a siete de cualquier cosa. Su significado exacto depende del contexto. En este pasaje clave de Daniel, el contexto deja claro que está hablando de años — setenta sietes de años, que serían un total de 490 años. Por lo tanto, es apropiado referirse a la profecía como “Las 70 Semanas de Años”, aunque esas palabras exactas no se encuentren en el pasaje mismo.

El Contexto y los Objetivos Judíos

Otra cosa importante a tener en cuenta sobre el contexto del pasaje es que está dirigido al pueblo judío. Las palabras iniciales de la profecía dejan esto claro: “Setenta semanas han sido determinadas para tu pueblo y tu santa ciudad...” (Daniel 9:24, énfasis añadido). El enfoque de la profecía es la nación de Israel y la ciudad de Jerusalén.

La profecía comienza declarando que se lograrán seis cosas con respecto al pueblo judío durante un período de 490 años:

  • “Terminar con la transgresión”
  • “Acabar con el pecado”
  • “Expiar la iniquidad”
  • “Traer la justicia eterna”
  • “Sellar la visión y la profecía”
  • “Ungir el lugar santísimo”

Tomemos un momento para considerar el significado de estas seis profecías. La primera, “terminar con la transgresión”, se refiere al rechazo de Dios por parte de los judíos. La palabra hebrea traducida como “transgresión” connota la idea de rebelión, y la rebelión del pueblo judío es su rechazo de Jesús como su Mesías. Jesús dijo que no regresaría hasta que el pueblo judío estuviera dispuesto a decir: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Mateo 22:37-39). Los judíos abrirán sus corazones a su Mesías antes de que termine el período de 490 años de Daniel.

El período también será testigo de un “fin del pecado” para los judíos. La palabra traducida como “pecado” se refiere a los pecados de la vida diaria — pecados de deshonestidad e inmoralidad. Este fin del pecado ocurrirá en el momento en que los judíos acepten a su Mesías y comience Su reino terrenal de justicia.

Una expiación por los pecados de Israel es la tercera cosa que sucederá durante las 70 semanas de años de Daniel. Esta expiación ocurrió, por supuesto, cuando Jesús derramó Su sangre sobre la Cruz por los pecados del mundo. Pero esa expiación no se aplicará realmente a los judíos hasta que se apropien de ella aceptando a Jesús como su Mesías.

El período de 490 años también “traerá la justicia eterna”. Esto sin duda se refiere al establecimiento del reinado terrenal del Mesías, cuando la tierra será inundada de paz, rectitud y justicia como las aguas cubren el mar.

El quinto logro será el cumplimiento de toda la profecía concerniente al Mesías. El apóstol Pedro se refirió a dos tipos de profecía mesiánica — las relacionadas con “los sufrimientos de Cristo”, y las relacionadas con “las glorias que vendrían tras ellos” (1 Pedro 1:11). Todas las profecías de sufrimiento se cumplieron en la Cruz. Las profecías concernientes a “las glorias que vendrían tras ellos” aún no se han cumplido. Así como Jesús fue humillado en la historia, Él va a ser glorificado en la historia. Esto ocurrirá cuando los judíos lo acepten, y Él regrese para reinar sobre el mundo desde el Monte Sion en Jerusalén.

La meta final a alcanzar al final de las 70 semanas de años es “la unción del santísimo”. La mayoría de las traducciones al inglés dicen “el lugar santísimo”. El hebreo simplemente dice: “el santísimo”. Por lo tanto, los comentaristas difieren en cuanto a si esto es una referencia a la unción del Mesías como Rey de reyes y Señor de señores, o si está hablando de la unción del Templo Milenario descrito en Ezequiel 40–48. De cualquier manera, la unción no tendrá lugar hasta que el Señor regrese en respuesta al arrepentimiento nacional del pueblo judío.

Arrepentimiento Judío

Zacarías describe el arrepentimiento del pueblo judío en los días postreros en Zacarías 12:10:

Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito.

En el primer versículo del capítulo 13, Zacarías añade: “En aquel tiempo habrá un manantial abierto para la casa de David y para los habitantes de Jerusalén, para la purificación del pecado y de la inmundicia”.

Pablo también habla de este día de arrepentimiento judío en sus escritos. Llamándolo un “misterio”, en Romanos 9–11, dice que un gran remanente de los judíos un día será salvo cuando se vuelvan a Jesús (Romanos 9:27 y 11:26).

Los profetas hebreos describieron claramente cómo Dios va a lograr este arrepentimiento. Su plan, que se está implementando ante nuestros propios ojos, es reunir a los judíos desde los cuatro ángulos de la tierra (Isaías 11:10-12), restablecerlos en su tierra (Ezequiel 37:11-12), y luego traer a todas las naciones contra ellos por el tema de Jerusalén (Zacarías 12:2-3). Serán afligidos como ninguna nación lo ha sido (Jeremías 30:7), con dos tercios de ellos muriendo en el proceso (Zacarías 13:8). Cuando finalmente lleguen al final de sí mismos, y no tengan a nadie más a quien recurrir, se volverán a Dios y abrirán sus corazones a su Mesías (Zacarías 12:10).

El Punto de Partida

Daniel dice que todas estas metas espirituales se lograrán dentro de un período especial de 490 años. ¿Ha comenzado ese período? Y, si es así, ¿cuándo? ¿Y cuándo terminará? Es cuando Daniel aborda estas preguntas que comienza a dar pistas sobre el momento de la Primera y Segunda Venidas del Mesías.

La profecía dice que el punto de partida de las 70 semanas de años será “la emisión de un decreto para restaurar y reconstruir Jerusalén” (Daniel 9:25). Tenga en cuenta que esta profecía le fue dada a Daniel por el ángel Gabriel durante el tiempo del exilio de Israel en Babilonia. La fecha aproximada fue 538 a. C., poco antes de que al primer remanente de judíos se le permitiera regresar a Jerusalén en 536 a. C., bajo Zorobabel. Jerusalén estaba en ruinas en este momento, habiendo sido destruida por Nabucodonosor 70 años antes, en 586 a. C. (El cautiverio había comenzado en 605 a. C., antes de la destrucción de Jerusalén, cuando Nabucodonosor llevó a Daniel y a otros “jóvenes” a Babilonia como rehenes — Daniel 1:1-4).

La pregunta crucial se relaciona con cuándo se emitió el decreto “para restaurar y reconstruir Jerusalén”. Hay tres fechas posibles:

  • 538 a. C. — Ciro, rey de Persia, emitió un decreto a Zorobabel para reconstruir el templo de Jerusalén (2 Crónicas 36:22-23; Esdras 1:1-3; y Esdras 6:1-5).
  • 457 a. C. — Artajerjes, rey de Persia, emitió un decreto a Esdras, autorizándolo a restablecer los servicios del Templo, nombrar jueces y magistrados, y enseñar la Ley (Esdras 7:11-26).
  • 445 a. C. — Artajerjes emitió un decreto a Nehemías para reconstruir los muros de Jerusalén (Nehemías 2:1-8).

Superficialmente, el tercer decreto, el emitido a Nehemías, parece ser el candidato más obvio para la fecha de inicio de la profecía, ya que es el único que se relaciona específicamente con la reconstrucción de la ciudad.

Por esa razón, la mayoría de los comentaristas lo han seleccionado como el comienzo de las 70 semanas de años. Sin embargo, como explicaré más adelante, personalmente creo que la fecha del 457 a. C. es la correcta.

Los Eventos de las 70 Semanas de Años

La profecía de Daniel luego establece que los 490 años se dividirán en tres períodos de la siguiente manera: Siete semanas (49 años) más sesenta y dos semanas (434 años) más una semana (7 años). Afirma que, al final de los dos primeros períodos (69 semanas o 483 años), el Mesías será “cortado”, una referencia aparentemente clara a la crucifixión. Luego declara que tanto Jerusalén como el Templo serán destruidos.

La profecía concluye enfocándose en la última semana de años. Dice que, después de la muerte del Mesías y la destrucción de Jerusalén, “el príncipe que ha de venir” hará un pacto con el pueblo judío que les permitirá restablecer su sistema de sacrificios. Este príncipe vendrá del mismo pueblo que destruyó el Templo (los romanos).

Sabemos, por 2 Tesalonicenses 2, que este “príncipe que ha de venir” es el Anticristo, el “hombre de iniquidad” que es “el hijo de destrucción”. El mismo pasaje deja claro que su pacto permitirá a los judíos reconstruir su Templo.

Ambos pasajes — Daniel 9 y 2 Tesalonicenses 2 — establecen el hecho de que, a la mitad de septuagésima semana (tres años y medio) este “príncipe que ha de venir” traicionará al pueblo judío. Él marchará hacia el Templo reconstruido y se declarará Dios. Detendrá los sacrificios y erigirá “una abominación desoladora”, muy probablemente un ídolo de sí mismo. El libro de Apocalipsis especifica que el Mesías regresará a la tierra tres años y medio después de que ocurra esta esta desolación del Templo. 

Ahora tenemos el tiempo de los dos advenimientos del Mesías. Vendrá por primera vez al final de 483 años, y será “cortado” antes de que el Templo sea destruido. Regresará por segunda vez al final de un período de siete años, que comenzará con un tratado que permita a los judíos reconstruir su Templo y reinstituir el sistema mosaico de sacrificios.

Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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miércoles, 15 de marzo de 2023

El Reino Venidero – Parte 31

 Por Dr. Andy Woods

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Comenzamos a escudriñar los textos del Nuevo Testamento que los teólogos del “reino ahora” emplean en un intento de argumentar que el reino es una realidad presente, para mostrar que ninguno de estos pasajes enseña una forma espiritual presente del reino. Hemos examinado los textos típicos tanto de los Evangelios como de Hechos utilizados por los teólogos del “reino ahora”. Ahora dirigimos brevemente nuestra atención a las epístolas paulinas.

El Reino en Tesalonicenses y Corintios

Los teólogos del “reino ahora” a veces se basan en 1 Tesalonicenses 2:12: “que anduvieseis como es digno de Dios, que os llamó a su reino y gloria”. Este versículo, en realidad, enseña una manifestación futura del reino en lugar de una presente. E. R. Craven se centra en la última palabra, “gloria”, al interpretar la palabra anterior, “reino”. Explica: “La preposición en griego es eis. Pero, dado que los creyentes en la tierra aún no están en la gloria, toda la expresión es manifiestamente proléptica, y la English Version da la traducción, a”.[1]

Otro versículo empleado por los teólogos del reino ahora es 1 Corintios 4:20: “Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”. Sin embargo, el contexto (1 Co. 4:5, 8) aboga por una comprensión futurista de la palabra “reino” aquí. Toussaint observa: “No hay verbo en el texto griego, por lo que debe ser proporcionado. Que Pablo está anticipando el futuro se ve en los versículos cinco y ocho del mismo capítulo”.[2] McClain agrega: “Interpretar 1 Corintios 4:20, como un reino presente de los santos, haría que Pablo contradijera lo que ya había escrito en los versículos cinco y ocho”.[3] Además, la palabra “poder” (dynamis) en el versículo 20 puede usarse en un sentido futurista. Se usa de esta manera en Hebreos 6:5, que dice: “y gustaron de la buena palabra de Dios y los poderes del siglo venidero”. McClain observa: “El mismo término griego se usa para describir los grandes milagros públicos que, según Hebreos 6:5, pertenecen a ‘la era venidera’, es decir, la era del Reino”.[4] Además, todas las demás referencias al “reino” son futuristas en esta carta (1 Co. 6:9–10; 15:24, 50). Por lo tanto, la idea aquí es que el conocimiento del futuro influye en el comportamiento de uno en el presente (2 Pedro 3:11). Por lo tanto, “el ministerio de Pablo podría demostrar la autoridad de ese reino futuro”.[5]

Los teólogos del reino ahora también emplean 1 Corintios 15:24, que dice: “luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia”. Sin embargo, debido a que el contexto del pasaje se refiere a la futura resurrección y “el fin”, el establecimiento del reino debe suceder en un futuro lejano. McClain explica:

El tiempo del Reino se puede determinar a partir del tema principal del contexto, que es la resurrección. Todo hombre debe ser levantado de entre los muertos, se nos dice, pero cada uno en su propio orden. . . . Este triple orden de resurrección se ajusta al sistema escatológico del Nuevo Testamento; primero la resurrección de Cristo mismo; segundo, la resurrección de Sus santos en la Segunda Venida (1 Tes. 4:13–18); tercero, la resurrección de los inconversos en el “fin” (véase Ap. 20:11–15). Dado que el Reino debe establecerse en la segunda venida de Cristo, y debe ser entregado al Padre en el “fin”, el período del reino debe ubicarse en el futuro entre las dos resurrecciones, como también se indica claramente. en Apocalipsis 20.[6]

Porque el Reino de Dios no es Comida ni Bebida

Romanos 14:17 dice: “porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo”. Los teólogos del reino ahora usan con frecuencia este versículo para hablar de la realidad presente y espiritual del reino. El premilenialista histórico George Ladd escribe:

La Palabra de Dios dice que el Reino de Dios es una realidad espiritual presente. “Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Ro. 14:17). La justicia, la paz y el gozo son frutos del Espíritu que Dios concede ahora a aquellos que entregan sus vidas al gobierno del Espíritu. Tienen que ver con las fuentes más profundas de la vida espiritual, y esto, dice el apóstol inspirado, es el Reino de Dios . . . El Reino es una realidad presente . . . Es una bendición redentora espiritual interna (Ro. 14:17), que sólo se puede experimentar a través del nuevo nacimiento. . . [7]  

Algunos teólogos del reino ahora van incluso más lejos que Ladd y usan este texto para transmitir la idea de que no deberíamos estar buscando un reino venidero con características físicas como comer y beber. Más bien, el reino es completamente espiritual y una realidad presente. Sin embargo, Romanos 14:17 no niega un reino terrenal. El reino será claramente una época de banquetes y festejos. Jesús dijo en Mateo 8:11 sobre el reino: “Y os digo que vendrán muchos del oriente y del occidente, y se sentarán [a la mesa] con Abraham e Isaac y Jacob en el reino de los cielos”. De hecho, Romanos 14:17 simplemente dice que los creyentes no deben enfatizar el aspecto físico del reino excluyendo sus componentes espirituales.

Promover el énfasis en lugar de la exclusión es una forma común de comunicarse en las Escrituras. Toussaint explica: “Era común que los judíos dijeran ‘no. . . pero’ y simplemente quiere decir que el énfasis no es esto sino aquello”.[8] Por ejemplo, cuando Oseas 6:6 dice: “Porque deseo misericordia y no sacrificio”, el profeta no estaba pidiendo que cesaran los sacrificios para buscar la misericordia. Oseas simplemente está diciendo que los sacrificios no deben enfatizarse a expensas de la misericordia. De manera similar, la exhortación con respecto a no acumular tesoros (Mt. 6:19–20) no significa que los cristianos no deben tener cuentas bancarias. Más bien, es una cuestión de énfasis. En lugar de enfatizar el dinero, los creyentes deben enfatizar las prioridades espirituales. De la misma manera, la exhortación con respecto a las joyas (1 Pedro 3:3–4) no significa que las mujeres nunca deben usar joyas. Más bien, es una cuestión de énfasis. En lugar de enfatizar la belleza exterior, las mujeres deben enfatizar la belleza interior (1 Pedro 3:6; Prov. 31:30). Además, en el versículo discutido anteriormente, 1 Corintios 4:20 (“Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”), no dice que las palabras o el habla estarán ausentes del reino. El habla, obviamente, estará presente en el reino como Zacarías 8:23 predice: “En aquellos días acontecerá que diez hombres de las naciones de toda lengua tomarán del manto a un judío, diciendo: Iremos con vosotros, porque hemos oído que Dios está con vosotros”. El punto de Pablo es una cuestión de énfasis. En otras palabras, en lugar de excluir el habla, el reino también será enfatizado por el poder además del habla. Cuando se entiende bajo esta luz, Romanos 14:17 no niega ni excluye el componente físico en el reino venidero. En cambio, el versículo simplemente resalta o enfatiza el hecho de que el reino venidero enfatizará también un componente espiritual.[9] En otras palabras, “en ese reino venidero el énfasis no estará en la comida sino en las realidades espirituales”.[10]

Además, aunque “es” (estin) está en tiempo presente en Romanos 14:17, este versículo no comunica que el reino es una realidad presente. Es posible interpretar Romanos 14:17 a lo largo de las líneas de una distinción dejure (legal), defacto (fáctica). Si bien los creyentes son legalmente herederos del reino venidero de Dios, el reino aún no es una realidad real sobre la tierra. Encontramos la misma distinción dejure/defacto en las otras cartas de Pablo. Por ejemplo, en Filipenses, los creyentes son llamados ciudadanos del cielo (Fil. 3:20). En Efesios, se dice que los creyentes están sentados con Cristo en los lugares celestiales (Ef. 2:6). Esta posición celestial representa la posición legal del creyente. Sin embargo, los creyentes no están de hecho en el cielo ahora. Esta misma distinción dejure/defacto probablemente esté presente en Romanos 14:17 con respecto al reino. Por lo tanto, todo lo que Romanos 14:17 enseña es que los creyentes son ciudadanos legales del reino terrenal venidero en lugar de residentes reales y presentes en ese reino terrenal davídico que aún está por venir. 

Esta idea del reino futuro parece estar a la vista en este pasaje, ya que el contexto general de Romanos 14:17 trata con el juicio futuro de recompensas para el creyente (Ro. 14:10–12). Esta comprensión futurista del reino en este versículo no significa que el concepto sea inaplicable en el presente, ya que el conocimiento del futuro siempre afecta el comportamiento de uno en el presente. Segunda de Pedro 3:11 dice: “Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir!”. Aquí, Pedro conecta el conocimiento de la futura destrucción divina del mundo con las prioridades piadosas en el presente. Toussaint señala: “En ese reino venidero, el énfasis no estará en la comida, sino en las realidades espirituales. Si eso es cierto en el futuro, la conducta actual del cristiano debería reflejarlo. El futuro influye en el presente (véase 2 Pedro 3:11)”.[11] McClain explica además cómo esta interpretación futurista de Romanos 14:17 todavía permite una aplicación actual a la iglesia:

El pensamiento aquí encaja mejor en un Reino futuro que en el presente. Porque ciertamente en la vida presente nadie puede negar la importancia de la comida y la bebida; pero en lo que respecta a la Iglesia en el reino futuro, estas cosas no tendrán importancia. Por lo tanto, dado que la iglesia debe reinar en el Reino, sus miembros no deben juzgarse ni entristecerse unos a otros en tales asuntos aquí y ahora (cp. vv. 13–21). Todas las disputas de esta naturaleza deben dejarse para el ‘tribunal de Cristo’, que inaugurará Su Reino sobre la tierra (v. 10).[12]

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

Visite el sitio web del Dr. Andy Woods:


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Notas Finales

[1] E.R. Craven, "Excursus on the Basileia," in Revelation of John, ed. J. P. Lange (New York: Scribner, 1874), 97.

[2] Stanley D. Toussaint, "Israel and the Church of a Traditional Dispensationalist," in Three Central Issues in Contemporary Dispensationalism, ed. Herbert W. Bateman (Grand Rapids: Kregel, 1999), 246.

[3] Alva J. McClain, The Greatness of the Kingdom; an Inductive Study of the Kingdom of God as Set Forth in the Scriptures (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 435.

[4] Ibid.

[5] Toussaint,  246.

[6] McClain, 435.

[7] George Ladd, The Gospel of the Kingdom (Grand Rapids: Eerdmans, 1959), 16-18.

[8] Toussaint,  246.

[9] Stanley Toussaint, class notes of Andy Woods in BE2050A Seminar in Pauline Literature, Dallas Theological Seminary, Spring 2004.

[10] Toussaint,  246.

[11] Ibid.

[12] McClain, 434.

martes, 14 de marzo de 2023

El Reino Venidero – Parte 30

 Por Dr. Andy Woods

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Comenzamos a escudriñar los textos del Nuevo Testamento que los teólogos del “reino ahora” emplean en un intento de argumentar que el reino es una realidad presente para mostrar que ninguno de estos pasajes enseña una forma presente y espiritual del reino. Comenzamos a examinar los textos típicos de Hechos utilizados por los teólogos del “reino ahora”.

¿Está Jesús Reinando Actualmente en el Trono de David?

Tal vez la razón principal presentada por los teólogos del “reino ahora”, en su intento de equiparar la obra presente de Dios en la iglesia con una manifestación espiritual presente del reino mesiánico, es que, después de Su Ascensión, Cristo supuestamente tomó Su asiento en el Trono de David en el cielo. Desde esta posición real, Él ahora orquesta el reino espiritual y mesiánico a través de la iglesia. Sin embargo, es mucho mejor rechazar la noción de que el Reino Davídico está presente en cualquier sentido hoy y, en cambio, mantener que este reino no se inaugurará hasta la era milenaria. Al menos seis razones apoyan esta conclusión.

Primero, notamos que el Antiguo Testamento describe consistentemente el Trono Davídico en términos terrestres, en lugar de celestiales.  Segundo, notamos que, debido a esta representación bíblica del Trono Davídico, argumentar que el Trono Davídico se está manifestando ahora en esta era desde el cielo es colocar bajo coacción antinatural las nociones de progreso de la revelación y hermenéutica literal o normal, gramatical e histórica.  Tercero, como comenzamos a explicar en los dos últimos números, ningún versículo o pasaje del Nuevo Testamento, incluyendo aquellos a los que se apela con frecuencia a inicios de Hechos, claramente pone a Cristo en el Trono de David en la era actual. Cuarto, el profeta Daniel dejó en claro que el reino mesiánico y davídico no podría venir hasta que los reinos del hombre hubieran seguido su curso (Dn. 2; 7). Desafortunadamente, los teólogos del reino ahora ignoran esta cronología al argumentar a favor de una forma espiritual presente del reino, a pesar del hecho de que los reinos del hombre aún no han seguido su curso, el Anticristo y su reino aún no han sido derrocados, y la Segunda Venida aún no ha ocurrido. Quinto, debido a que la iglesia es un misterio no revelado para los escritores del Antiguo Testamento (Ef. 3:9), no tiene ninguna relación con el Pacto y el Reino Davídicos. Sexto, la obra presente de Dios a través de la iglesia puede describirse mejor como un paréntesis o interludio entre la obra pasada de Dios con Israel (las primeras 69 semanas de la profecía de Daniel) y la obra futura de Dios con Israel (la semana 70 de la profecía de Daniel). Debido a que el Pacto y el Reino Davídicos se refieren específicamente a Israel en lugar de a la iglesia, el Pacto y el Reino Davídicos no podrían cumplirse ahora en ningún sentido durante la actual Era de la Iglesia.

Es por estas seis razones precedentes que la tradición dispensacional nunca ha confundido la sesión presente de Cristo con el reino davídico. La única excepción a esta regla es el advenimiento moderno del dispensacionalismo progresivo, que sostiene que el Reino Davídico está presente en forma espiritual ya que Jesús ahora reina desde el Trono de David desde el cielo sobre la iglesia. Mientras todavía se aferran a un reinado terrenal futuro o “todavía no” de Cristo después de la Segunda Venida de Cristo, los dispensacionalistas progresistas todavía sostienen que el Reino Davídico “ya” está aquí en forma espiritual. Sin embargo, debido a esta alteración radical en la comprensión de la actividad actual de Cristo, muchos cuestionan si este nuevo enfoque teológico merece legítimamente el título de dispensacionalismo. La pregunta que se plantea típicamente es si el dispensacionalismo progresivo representa un desarrollo genuino dentro de la tradición dispensacional o una desviación significativa de ella por completo.[1] Después de realizar una encuesta en profundidad de los dispensacionalistas clásicos y revisados, así como de los oponentes del dispensacionalismo, Nichols observa:

Aunque los dispensacionalistas progresistas tienen cuidado de expresar su compromiso con un futuro para el Israel étnico y un futuro cumplimiento literal de la promesa del pacto de Israel, estos puntos de vista con respecto al cumplimiento inaugural de la promesa del Antiguo Testamento, especialmente la del pacto davídico, y la redefinición de la forma presente de la iglesia, marca una aberración del dispensacionalismo normativo. La oferta sostenida, el rechazo, el aplazamiento y el cumplimiento completamente futuro del reino davídico están ausentes de sus enseñanzas.[2]

Por lo tanto, Nichols concluye:

Desde la perspectiva de la tradición dispensacionalista, el panorama actual de los dispensacionalistas progresistas parece ser un terreno diferente. El punto de vista de la oferta, el rechazo, la postergación y el pleno cumplimiento futuro del reino davídico y el punto de vista corolario de la iglesia como algo diferente y distinto, es, y ha sido, la visión coherente del dispensacionalismo normativo. Al ver la forma actual de la iglesia como una etapa inaugural del reino davídico con Cristo sentado en el trono davídico en el cielo, la posición dispensacional progresiva se ha distanciado de esta característica distintiva del dispensacionalismo. La característica distintiva del dispensacionalismo, es decir, la distinción consistente entre Israel y la iglesia, está casi ausente. En consecuencia, la legitimidad de llamar al DP parte de la tradición dispensacional es cuestionable.[3]

Lightner comenta de manera similar: “Muchos de los dispensacionalistas clásicos—e incluso los que no son dispensacionalistas en absoluto—se preguntan por qué aquellos que ya no creen en los fundamentos esenciales del dispensacionalismo todavía quieren ser parte de la familia del dispensacionalismo. Esto es realmente algo que aún no se ha revelado”.[4] Lightner en otra parte define el dispensacionalismo progresivo como:

El término usado por aquellos que todavía desean ser llamados dispensacionalistas pero que no creen en algunos de los fundamentos básicos del dispensacionalismo. No creen que Dios tenga un programa para Israel y uno para la iglesia. Creen que Cristo está actualmente en el trono de David en el cielo y que el reino davídico se está cumpliendo ahora en parte.[5]

Los Apóstoles Predicaron el Reino en Hechos

Más allá del argumento del principio de Hechos de que Jesús ahora reina en el trono de David desde el cielo, los teólogos del “reino ahora” también se basan en el puñado de referencias al “reino” esparcidas a lo largo de los Hechos, que indican que los apóstoles “predicaron las cosas concernientes al reino de Dios”. Curiosamente, el término griego basileia (típicamente traducido como “reino de Dios”) aparece ocho veces en Hechos (1:3, 6; 8:12; 14:22; 19:8; 20:25; 28:23, 31). Sin embargo, ninguno de estos pasajes define exactamente lo que se quiere decir con el uso del término “reino”. Por lo tanto, el término debe entenderse a la luz de lo que ha precedido en el progreso de la revelación divina. Debido a que, como se explica a lo largo de este libro, “reino” siempre tiene un significado técnico que connota un elemento terrestre de Cristo el Rey reinando sobre un Israel arrepentido desde Jerusalén, estas escasas referencias al reino en Hechos también deben entenderse en un sentido terrestre y futurista, en lugar de estrictamente en un sentido espiritual presente. El análisis de MaClain de estos versículos es significativo:

El término “reino” (Gr. basileia) aparece ocho veces en Hechos para referirse al gobierno divino . . . En el Libro de los Hechos, este “reino de Dios” aparece como algo futuro, y el término se utiliza, como ha observado James Orr, “en un sentido casi exclusivamente escatológico”. Las profecías del Antiguo Testamento del Reino Mesiánico, citadas ocasionalmente por los apóstoles (cp. Hechos 2:25–36; 3:22–36; 13:22–39) se utilizan para mostrar los derechos reales de Jesús el Mesías. Pero en ninguna parte afirman que se haya establecido el Reino. En pasajes sobre los que no puede haber disputa, este es un asunto que pertenece al futuro cuando el Rey regrese del cielo (cp. 1:6–11; 3:19–21; 15:13–16). El pasaje en 14:22, “Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios”, se usa a veces para probar un Reino Mesiánico presente establecido en la tierra en la iglesia. Pero tal uso resultaría demasiado . . . Pero en el cuadro profético del Antiguo Testamento del Reino Mesiánico venidero, como todo judío inteligente entendía, un período de terrible tribulación siempre precede a su establecimiento en la tierra . . . Por lo tanto, el pasaje en 14:22 está en completa armonía con la situación histórica y el progreso de la revelación . . . El argumento presentado por algunos de que, dado que los apóstoles a lo largo del período de los Hechos predicaron “las cosas concernientes al reino de Dios” (19:8), por lo tanto, el Reino ya debe haber sido establecido, no es muy buena lógica. La mayoría de nosotros predicamos y enseñamos muchas cosas en la fe cristiana que aún no se han realizado en la experiencia. Ninguna persona sensata argumentaría que, debido a que los apóstoles predicaron continuamente la resurrección de los muertos, por lo tanto, ya debe haber tenido lugar.[6]

También vale la pena señalar cuán pocas referencias hay a la palabra “reino” en Hechos, en comparación con la precuela de Lucas a los Hechos (Lucas 1:1–4; Hechos 1:1), conocida como el Evangelio de Lucas. A pesar del hecho de que “reino” sólo se encuentra ocho veces en Hechos, se usa cuarenta y cinco veces en Lucas. ¿Por qué la diferencia? Como se explicó anteriormente, los Evangelios registran la oferta del reino a la nación de Israel (Mt. 3:2; 4:17; 10:5–7; Lucas 10:1, 9). Así, en los Evangelios se describe al reino como en un estado de inminencia o expectativa inmediata. Sin embargo, los Evangelios también registran el rechazo de Israel a su rey (Juan 19:15), lo que llevó al aplazamiento del reino. Por lo tanto, cuando suceden los eventos registrados en el Libro de los Hechos, el reino ya está en un estado de suspensión o aplazamiento. En consecuencia, se la conoce como la última, aunque distante, esperanza del creyente de la Era de la Iglesia. Sólo tal lectura podría explicar el uso voluminoso del término en el Evangelio de Lucas en comparación con su escaso uso en Hechos. Toussaint lo explica bien:

Es difícil explicar por qué Lucas no usa el término si el reino está siendo inaugurado. Lo emplea cuarenta y cinco veces en el evangelio. . . uno esperaría que Lucas usara la palabra si algo tan sorprendente como la inauguración del reino hubiera ocurrido. El hecho de que Lucas use reino sólo ocho veces en Hechos, después de un uso tan intenso en su evangelio, implica que el reino no había comenzado, sino que, de hecho, se pospuso.[7]

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

Visite el sitio web del Dr. Andy Woods:


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Notas Finales

[1] Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody, 1995), 178.

[2] Stephen Nichols, "The Dispensational View of the Davidic Kingdom: A Response to Progressive Dispensationalism," in The Master's Perspective on Biblical Prophecy, ed. Mayue and Thomas, Master's Perspective Series (Grand Rapids: Kregel, 2002), 54.

[3] Stephen Nichols, "The Dispensational View of the Kingdom: A Response to Progressive Dispensationalism," The Master's Seminary Journal 7 (Fall 1996): 238.

[4] Robert Lightner, Last Days Handbook (Nashville: Nelson, 1997), 211.

[5] Ibid., 233.

El Reino Venidero – Parte 29

 Por Dr. Andy Woods

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Comenzamos a escudriñar los textos del Nuevo Testamento que los teólogos del “reino ahora” emplean en un intento de argumentar que el reino es una realidad presente para mostrar que ninguno de estos pasajes enseña una forma presente y espiritual del reino. Comenzamos a examinar los textos típicos de Hechos utilizados por los teólogos del “reino ahora”.

¿Está Jesús Reinando Actualmente en el Trono de David?

Tal vez la razón principal presentada por los teólogos del “reino ahora”, en su intento de equiparar la obra presente de Dios en la iglesia con una manifestación espiritual presente del reino mesiánico, es que, después de Su Ascensión, Cristo supuestamente tomó Su asiento en el Trono de David en el cielo. Desde esta posición real, Él ahora orquesta el reino espiritual y mesiánico a través de la iglesia. Sin embargo, es mucho mejor rechazar la noción de que el Reino Davídico está presente en cualquier sentido hoy y, en cambio, mantener que este reino no se inaugurará hasta la era milenaria. Al menos seis razones apoyan esta conclusión.

Primero, notamos que el Antiguo Testamento describe consistentemente el Trono Davídico en términos terrestres, en lugar de celestiales. Segundo, notamos que, debido a esta representación bíblica del Trono Davídico, argumentar que el Trono Davídico se está manifestando ahora en esta era desde el cielo es colocar bajo coacción antinatural las nociones de progreso de la revelación y hermenéutica literal o normal, gramatical e histórica.  Tercero, como comenzamos a explicar en los dos últimos números, ningún versículo o pasaje del Nuevo Testamento, incluyendo aquellos a los que se apela con frecuencia a inicios de Hechos, claramente pone a Cristo en el Trono de David en la era actual.

Debido a la falta de evidencia sólida en el Nuevo Testamento que apoye un Reino Davídico inaugurado, una clasificación superior de la posición actual de Cristo es Su actual sesión celestial como sacerdote melquisedequiano en lugar de Su reinado davídico.[1] Los eruditos proféticos reconocidos han observado durante mucho tiempo que, de las 59 referencias del Nuevo Testamento a David y de las múltiples referencias del Nuevo Testamento a la sesión actual de Cristo, ninguna referencia del Nuevo Testamento equipara el Trono Davídico con la sesión actual de Cristo. Por lo tanto, los dispensacionalistas han reconocido desde hace mucho tiempo una distinción entre la sesión presente de Cristo y su futuro reinado davídico. Walvoord señala:

El Nuevo Testamento tiene cincuenta y nueve referencias a David. También tiene muchas referencias a la sesión presente de Cristo. Una búsqueda del Nuevo Testamento revela que no hay una sola referencia que conecte la sesión presente de Cristo con el trono davídico. Si bien este argumento, por supuesto, no es concluyente, es casi increíble que, en tantas referencias a David y en tan frecuentes referencias a la presente sesión de Cristo en el trono del Padre, no haya una sola referencia que conecte a los dos de manera autorizada. El Nuevo Testamento carece totalmente de una enseñanza positiva de que el trono del Padre que está en los cielos debe identificarse con el trono davídico. La inferencia es clara de que Cristo está sentado en el trono del Padre, pero que esto no es en absoluto lo mismo que estar sentado en el trono de David.[2]

Cuarto, el profeta Daniel dejó en claro que el reino mesiánico y davídico no podría venir hasta que los reinos del hombre hubieran seguido su curso (Dn. 2; 7). Durante los reinos del hombre, Daniel predijo que Israel sería pisoteado por varios poderes gentiles. Estos poderes incluyen Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma, así como el futuro Imperio Romano revivido del Anticristo. Sólo después de que el reino final del hombre (el revivido Imperio Romano del Anticristo) hubiera sido depuesto por Cristo, el reino davídico se establecería en la tierra (Dn. 2:34–35; 43–45; 7:23–27). Desafortunadamente, los teólogos del reino ahora ignoran esta cronología al argumentar a favor de una forma espiritual presente del reino, a pesar del hecho de que los reinos del hombre aún no han seguido su curso, el Anticristo y su reino aún no han sido derrocados, y la Segunda Venida aún no ha ocurrido. Lejos de que el Reino de Dios se establezca en el presente, en realidad es el reino del Anticristo el que aparentemente está en aumento.

Los teólogos del reino ahora sostienen que la piedra que aplasta los últimos imperios del hombre (Dan. 2:34–35, 44–45) representa un reino espiritual que supuestamente fue establecido por Cristo en Su primera venida. Sin embargo, tal punto de vista es inadecuado porque el punto de vista del reino ahora interpreta la primera parte del sueño de Nabucodonosor de una manera, mientras que la última parte de la estatua se interpreta de otra manera. En otras palabras, este punto de vista exige de manera inconsistente interpretar los imperios anteriores en la visión de Nabucodonosor, representados por las partes del cuerpo de la estatua (Babilonia, Medo-Persia, Grecia y Roma), en términos literales y geopolíticos. Si todas las partes del cuerpo de la estatua representaban imperios gentiles físicos y tierra real, ¿por qué no debería interpretarse la piedra que golpea en términos físicos de manera similar, presentando bienes raíces reales (Gn. 15:18–21)? El punto de vista del reino ahora interpreta simultáneamente la piedra que golpea, o el último imperio en el mismo sueño, en términos estrictamente espirituales. Además, el teólogo J. Dwight Pentecost da seis razones de por qué la piedra que aplasta el reino final de los Tiempos de los gentiles no pudo haber sido satisfecha en la primera venida de Cristo.[3]

Los amilenialistas sostienen que este reino fue establecido por Cristo en Su Primer Adviento y que ahora la iglesia es ese reino. Argumentan que: (a) el cristianismo, como la montaña en crecimiento, comenzó a crecer y extenderse geográficamente y todavía lo está haciendo; (b) Cristo vino en los días del Imperio Romano; (c) el Imperio Romano cayó en manos de 10 reinos (10 dedos); (d) Cristo es la principal piedra angular (Ef. 2:20). Los premilenaristas, sin embargo, sostienen que el reino que Cristo establecerá en la tierra aún es futuro. Al menos seis puntos favorecen ese punto de vista: (1) La piedra se convertirá en una montaña de repente, no gradualmente. El cristianismo no llenó repentinamente “toda la tierra” (Dn. 2:35) en el Primer Adviento de Cristo. (2) Aunque Cristo vino en los días del Imperio Romano, no lo destruyó. (3) Durante el tiempo de Cristo en la tierra, el Imperio Romano no tenía diez reyes a la vez. Sin embargo, la estatua de Nabucodonosor sugiere que, cuando Cristo venga a establecer Su reino, 10 gobernantes existirán y serán destruidos por Él. (4) Aunque Cristo es ahora la principal Piedra Angular de la iglesia (Ef. 2:20) y “una piedra que hace tropezar [a los incrédulos]” (1 Pedro 2:8), todavía no es una Piedra que hiere como lo será cuando Él venga de nuevo. (5) La Piedra (Mesías) aplastará y acabará con todos los reinos del mundo. Pero la iglesia no ha conquistado ni conquistará los reinos del mundo. (6) La iglesia no es un reino con un ámbito político, pero el Milenio futuro lo será. Así, el sueño de Nabucodonosor enseña claramente el premilenialismo, que Cristo regresará a la tierra para establecer Su gobierno en la tierra, subyugando así a todas las naciones. La iglesia no es ese reino.

Quinto, debido a que la iglesia es un misterio no revelado para los escritores del Antiguo Testamento (Ef. 3:9), no tiene ninguna relación con el Pacto y el Reino de David. Ryrie presenta un estudio de palabras del material bíblico y extrabíblico y concluye que “el misterio de la igualdad de judíos y gentiles en el único cuerpo de Cristo era desconocido y no revelado en el Antiguo Testamento”.[4] Por lo tanto, a menos que se indique abiertamente en el Nuevo Testamento, la iglesia no puede estar conectada a un concepto del Antiguo Testamento si la iglesia no fue revelada en el momento en que se dio el concepto.

Sexto, debido a que la iglesia representa un paréntesis o una intercalación en el trato de Dios con el Israel nacional y porque el Pacto Davídico pertenece al Israel nacional, la iglesia no está relacionada con el Pacto Davídico. La teología del reino ahora rechaza ver a la iglesia como un paréntesis, y en cambio opta por entenderla como parte de un tema del reino unificador que se encuentra a lo largo de las Escrituras. Sin embargo, un paréntesis es la mejor herramienta conceptual para comprender los propósitos de Dios para la Era de la Iglesia. Las primeras 69 semanas de la profecía de Daniel de las 70 semanas (Dn. 9:24–27) representan el programa pasado de Dios para el Israel nacional, mientras que la semana 70 representa el programa futuro de Dios para el Israel nacional. La Era de la Iglesia transcurre en el intervalo entre las semanas 69 y 70.[5] Por lo tanto, la iglesia representa un organismo espiritual único donde judíos y gentiles experimentan el mismo estatus (Ef. 2:11–22) entre el programa pasado y futuro de Dios para el Israel nacional. Este interludio se captura mejor a través de la herramienta conceptual de un paréntesis. En resumen, porque la obra actual de Dios a través de la iglesia puede describirse mejor como un paréntesis o interludio entre la obra pasada de Dios con Israel (las primeras 69 semanas de la profecía de Daniel) y la obra futura de Dios con Israel (la semana 70 de la profecía de Daniel), y debido a que el Pacto y el Reino Davídicos se refieren específicamente a Israel en lugar de a la iglesia, el Pacto y el Reino Davídicos no podrían cumplirse ahora en ningún sentido durante la actual Era de la Iglesia.

Es por estas seis razones precedentes que la tradición dispensacional nunca ha confundido la sesión presente de Cristo con el reino davídico. La única excepción a esta regla es el advenimiento moderno del dispensacionalismo progresivo, que sostiene que el Reino Davídico está presente en forma espiritual ya que Jesús ahora reina desde el Trono de David desde el cielo sobre la iglesia. Mientras todavía se aferran a un reinado terrenal futuro o “todavía no” de Cristo después de la Segunda Venida de Cristo, los dispensacionalistas progresistas todavía sostienen que el Reino Davídico “ya” está aquí en forma espiritual. Sin embargo, debido a esta alteración radical en la comprensión de la actividad actual de Cristo, muchos cuestionan si este nuevo enfoque teológico merece legítimamente el título de Dispensacionalismo.

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

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Notas Finales

[1] L.S. Chafer, Systematic Theology (Grand Rapids: Kregel, 1993), 5:273-79.

[2] J.F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Findlay, OH: Dunham, 1959), 203. Vea también J. D. Pentecost, Thy Kingdom Come (Wheaton: Victor, 1990), 144-45. Aunque uno descubre múltiples referencias de Cristo en su sesión actual retratado como el heredero de David (Hebreos 1:6; Ap. 3:7, etc...), ningún versículo lo presenta sentado en el trono de David gobernando de la manera terrestre exacta predicha en 2 Samuel 7:12-16.

[3] J. D. Pentecost, "Daniel," in Bible Knowledge Commentary, ed. Walvoord and Zuck (Colorado Springs: Victor, 1985), 1336.

[4] Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody, 1995), 134.

[5] Randall Price, "Prophetic Postponement in Daniel 9 and Other Prophetic Texts," in Issues in Dispensationalism, ed. Master and Willis (Chicago: Moody, 1994), 141-50.

martes, 7 de marzo de 2023

El Reino Venidero – Parte 28

 Por Dr. Andy Woods

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Comenzamos a escudriñar los textos del Nuevo Testamento que los teólogos del “reino ahora” emplean en su intento de argumentar que el reino es una realidad presente. El propósito de este examen es mostrar que ninguno de estos pasajes, cuando se entiende correctamente, enseña una forma presente y espiritual del reino. En el artículo del mes pasado, comenzamos a examinar los textos típicos del Libro de los Hechos utilizados por los teólogos del “reino ahora”.

¿Está Jesús Reinando Actualmente en el Trono de David?

Tal vez la razón principal presentada por los teólogos del "reino ahora", en su intento de equiparar la obra presente de Dios en la iglesia, con la manifestación espiritual actual del reino mesiánico, es que, después de Su Ascensión, Cristo supuestamente tomó Su asiento en el Trono de David en el cielo. Desde esta posición real, Él ahora orquesta el reino mesiánico espiritual a través de la iglesia. Como veremos, los teólogos del "reino ahora" construyen gran parte de su caso a partir de Hechos 2. Sin embargo, en general, es mucho mejor rechazar la noción de que el Reino Davídico está presente en cualquier sentido hoy, y en su lugar mantener que el Reino Davídico no será inaugurado hasta la era milenaria. Existen al menos seis razones en apoyo de esta conclusión.

En primer lugar, notamos que el Antiguo Testamento describe consistentemente el Trono Davídico en términos terrestres en lugar de celestiales. En segundo lugar, notamos que, debido a esta descripción escritural del Trono Davídico, argumentar que el Trono Davídico se está manifestando ahora en esta era desde el cielo es poner bajo coacción antinatural las nociones de progreso de la revelación y la hermenéutica literal o normal, gramatical, e histórica. Tercero, como comenzamos a explicar en el último número, ningún versículo o pasaje del Nuevo Testamento pone claramente a Cristo en el Trono de David en la era actual.

El uso que hace Pedro de Salmos 110:1 en Hechos 2:34-35, se usa a menudo para justificar la presente entronización davídica de Cristo. Sin embargo, de Salmos 110, Johnson observa que la posición actual del Mesías como se describe en este salmo no incluye imágenes de coronación. Sólo se menciona la actividad sacerdotal de Cristo. Tales imágenes de coronación ciertamente se habrían mencionado si, de hecho, el salmo tuviera la intención de describir la entronización de Cristo como Rey Davídico. Note la palabra “hasta” en Salmos 110:1: “Jehová dijo a mi Señor: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies’” (cursiva agregada). Basándose en el uso que hace el salmista de esta palabra, “hasta”, Johnson observa que, en Salmos 110, el Mesías está esperando una conquista futura mientras reside actualmente a la diestra del Padre.[1]

En un intento de argumentar que Cristo ahora está gobernando desde el Trono de David, los teólogos del “reino ahora” de todas las variedades, también suelen conectar la predicción de que el Mesías un día se sentaría en el Trono de David en Salmos 132:11 (Hechos 2:30), con Cristo ahora sentado en Su sesión presente en Salmos 110:1 (Hechos 2: 33-35). Sin embargo, Craven señala la invalidez de este paralelo:

Muchos asumen que la exaltación del versículo 33 constituye la sesión en el trono de David del versículo 30. Pero la suposición es totalmente gratuita. En ninguna parte de su sermón el apóstol declaró la unidad de los dos eventos; y ciertamente la exaltación de la que allí se habla no implica que la sesión ya existiera—puede ser una exaltación comenzada, para culminar en una ocupación visible del trono de David. (El establecimiento visible por un emperador de la sede de su gobierno en el corazón de una provincia que alguna vez se rebeló, no deroga su dignidad, no implica una abdicación del gobierno en el resto de su imperio). Pero más allá de esto, no sólo la suposición es gratuita; está en contra de las probabilidades que equivalen a certeza. El apóstol, recordemos, estaba discutiendo con los judíos, para probar que el Jesús ausente era el Mesías (v. 36); estaba discutiendo con aquellos, una de cuyas creencias más preciadas era que el Mesías debería ocupar un trono visible. Suponer que, en tales circunstancias, debe promover una doctrina en guerra con esta creencia sin una palabra de explicación o prueba, y eso también en una oración capaz de una interpretación consistente con ella, es inconcebible. La interpretación sugerida por el escritor se confirma no sólo por su coherencia con las enseñanzas anteriores de nuestro Señor, sino por el discurso pronunciado por el apóstol Pedro poco después, Hechos 3:19, 20. La traducción literal del pasaje mencionado es la siguiente...: “Así que, arrepentíos, y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que los tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor, y para que Él envíe al Mesías Jesús, que os fue designado, a quien los cielos deben recibir hasta los tiempos de la restitución de todas las cosas”, etc. También es confirmado por las enseñanzas posteriores del apóstol en sus epístolas; comp. 1 Pedro 1:4–7, 13; 2 Pedro 1:11, 16; la kleronomia y apokalypsis de la I Epístola son manifiestamente sinónimos de la basileia y la parousia de la II.[2]

Craven plantea varios puntos importantes. El sermón de Pedro nunca declara inequívoca o abiertamente que la presente sesión de Cristo (Hechos 2:33-35) es la misma que Su reinado davídico (Hechos 2:30). Hechos 2:30 simplemente describe a Cristo como el heredero davídico o un davidita que un día heredará y ocupará el trono de David en Jerusalén, tal como ahora está sentado en el trono de su Padre en el cielo (Ap. 3:21). Juan 1:29 (“¡He aquí, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo!”) es similar al denotar lo que Cristo logrará como portador del pecado en términos de tiempo presente antes de que Él realmente derramara Su sangre. Cuando Juan el Bautista pronunció las palabras, fue un trato hecho desde el lado divino con respecto a lo que Jesús haría como portador del pecado, antes de convertirse de hecho y con el tiempo en el portador del pecado. Del mismo modo, era un hecho que David reinaría por el pronto depuesto Saúl desde su unción en 1 Samuel 16, aunque David en realidad no reinó desde el Trono de David en Jerusalén hasta mucho más tarde (2 Sam. 2; 5). Por lo tanto, todo lo que Hechos 2:30 realmente transmite es que ya es una conclusión inevitable que Jesús reinará desde el Trono de David algún día, aunque Su gobierno davídico desde la Jerusalén terrenal no ha comenzado. Craven también señala que, si hubiera sido la intención de Pedro en Hechos 2 convertir el Trono Davídico terrestre en una realidad celestial, esto ciertamente habría requerido una explicación mucho más profunda más allá de lo que realmente se proporciona en el sermón de Pedro, dada la audiencia judía de Pedro que todavía entendía el Pacto Davídico en términos terrestres.

Craven también señala que el mensaje de Pedro de una futura entronización davídica de Cristo es consistente con lo que Pedro transmite en sus dos epístolas, así como su mensaje dado en el siguiente capítulo (Hechos 3:19-21).  Sin embargo, los teólogos del reino ahora a veces usan estos versículos (Hechos 3:19-21) en un intento de argumentar que el Reino Davídico es una realidad presente. Por ejemplo, los dispensacionalistas progresistas interpretan los “tiempos de refrigerio” en el versículo 19 para referirse a la etapa “ya” del reino, y la “restauración de todas las cosas” en el versículo 21, para referirse a la etapa “todavía no” del reino.[3] Sin embargo, debido a que las dos cláusulas siguen a hopos, están conectadas por kai, y ambas contienen verbos subjuntivos, nada separa gramaticalmente las dos cláusulas. Por lo tanto, están hablando del mismo evento en lugar de dos eventos no relacionados.[4] Ver ambas cláusulas como referidas al mismo evento se fortalece al reconocer que el plural kairoi (tiempos) en el versículo 19 es paralelo al plural chronon (estaciones o tiempos) en el versículo 21.[5]

Otras razones hacen improbable la interpretación de la entronización davídica de Cristo en Hechos 2. Por ejemplo, Toussaint observa:

...la palabra Reino no aparece en Hechos 2... Es difícil explicar por qué Lucas no usa el término si el reino está siendo inaugurado. Lo emplea cuarenta y cinco veces en el evangelio y lo usa dos veces más en Hechos 1 ...uno esperaría que Lucas usara la palabra si algo tan sorprendente como la inauguración del reino hubiera tenido lugar. El hecho de que Lucas use el reino sólo ocho veces en Hechos, después de un uso tan intenso en su evangelio, implica que el reino no había comenzado, sino que, de hecho, fue pospuesto.[6]

Además, Ryrie pregunta: “Si Cristo inauguró su reinado davídico en Su ascensión, ¿no parece incongruente que su primer acto como rey davídico reinante fuera el envío del Espíritu Santo (Hechos 2:33), algo que no está incluido en las promesas del Pacto Davídico?”.[7]

Lejos de enseñar que la entronización davídica de Cristo ha comenzado, en realidad el Nuevo Testamento enseña que la posición actual de Cristo está en espera de Su futuro reinado davídico. Hebreos 10:12-13 dice: “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, 13 de ahí en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies”. De este pasaje Newell escribe: “Nuestro Señor no está ahora en Su propio trono, el trono de David. Él está a la diestra del Padre, en el trono del Padre, y ahora es el Gran Sumo Sacerdote, dirigiendo la adoración de Sus santos; y también nuestro Abogado contra el enemigo. Pero Él está allí en actitud expectante...”.[8]

Continuará

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El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

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Notas Finales

[1] Elliot Johnson, "Hermeneutical Principles and the Interpretation of Psalm 110," Bibliotheca Sacra 149, (October-December 1992): 433-34.

[2] E.R. Craven, "Excursus on the Basileia," in Revelation of John, ed. J. P. Lange (New York: Scribner, 1874), 97.

[3] Darrell Bock, "The Reign of the Lord Christ," in Dispensationalism, Israel, and the Church, ed. Craig Blaising and Darrell Bock (Grand Rapids: Zondervan, 1992), 55-61; idem , Jesus According to Scripture: Restoring the Portrait from the Gospels (Grand Rapids: Baker, 2002), 580.

[4] Ernst Haenchen, The Acts of the Apostles (Oxford: Basil Blackwell, 1971), 208; Charles Ryrie, Dispensationalism (Chicago: Moody, 1995), 169-70.

[5] Stanley Toussaint, "The Contingency of the Coming Kingdom," in Integrity of Heart, Skillfulness of Hands: Biblical and Leadership Studies in Honor of Donald K. Campbell, ed. Charles Dyer and Roy Zuck (Grand Rapids: Baker, 1994), 230.

[6] Stanley Toussaint, "Israel and the Church of a Traditional Dispensationalist," in Three Central Issues in Contemporary Dispensationalism, ed. Herbert W. Bateman (Grand Rapids: Kregel, 1999), 242.

[7] Ryrie, 169.

[8] William Newell, Revelation: A Complete Commentary (Grand Rapids: Baker, 1987), 82.

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