miércoles, 27 de octubre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 3 (parte 2 de 2)

Permanecer en la Palabra de Dios

Por Dr. David R. Reagan

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Usando Textos de Prueba de la Palabra

También tuve que descartar mi enfoque de textos de prueba de la Biblia. Mi herencia espiritual trataba la Biblia como si fuera el Código Anotado de Texas. En nuestro punto de vista, la Ley Antigua había sido reemplazada por la Nueva, y la Nueva Ley era el Nuevo Testamento. Entonces, lo tratamos como un libro de leyes, en lugar de una colección de biografías y cartas de amor.

El resultado fue que nunca leí la Palabra sólo para dejar que me ministrara. Más bien, buscaba textos de prueba que pudiera usar para clavar a un bautista en la pared o para cortarle las piernas a un presbiteriano. Usaba textos de prueba como si fueran granadas de mano.

Tenía veintitantos años antes de sentarme a leer la Biblia por el puro placer de leerla. La ocasión fue un regalo de Navidad de mis padres. Me dieron una copia de la paráfrasis de J. B. Phillips del Nuevo Testamento.4 Hasta ese momento, nunca había disfrutado mucho leyendo la Biblia, porque la única versión disponible era la King James, y me parecía a Shakespeare. El idioma era demasiado forzado y me costaba entenderlo.

La paráfrasis de Phillips tuvo un efecto transformador en mí. Empecé a leerla y no pude dejarla. Me cautivó. Por primera vez en mi vida, leí la Palabra de Dios con el corazón abierto y no sólo mentalmente, buscando textos de prueba.

Recibiendo la Palabra

El Espíritu Santo comenzó a ministrarme mientras leía. Lo primero que noté es que nunca había escuchado sermones como los registrados en el libro de los Hechos. Los sermones que había escuchado toda mi vida eran sobre el “plan de salvación”. No pude encontrar un solo sermón en Hechos sobre tal cosa. Todos los sermones de Hechos eran sobre un hombre, no sobre un plan. Los apóstoles predicaron a Jesús. Predicaron Su muerte, sepultura y resurrección y enfatizaron especialmente Su resurrección como prueba de que Él era Dios encarnado. Descubrí que me había convertido a un plan en lugar de al Hombre, Jesús. Ese descubrimiento crucial provino simplemente de leer la Palabra de Dios con un corazón abierto, permitiendo que el Espíritu Santo fuera mi maestro.

La lección más difícil que tuve que aprender fue la importancia de exaltar la Palabra de Dios sobre las tradiciones de mi herencia. Esto resultó doloroso porque mi herencia, como la mayoría de los grupos conservadores, no permitía mucha libertad de opinión. Teníamos un dicho: “En la fe unidad; en opinión, libertad; en todas las cosas amor”. Sonaba bien, ¡pero el problema para nosotros era que nada entraba en el ámbito de la opinión!

La tradición era sagrada para nosotros. Era exaltado sobre la Palabra. Violarla significaba condenación (lo que llamamos “el pie izquierdo de la comunión”). Pero, a medida que aprendí a seguir la Palabra de Dios dondequiera que me llevara, descubrí que los beneficios superaban con creces el dolor.

Descubrimientos sobre la Palabra

En Juan 8:31–32, Jesús dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Observe el calificador. Es un gran “si”. Para ser liberados, debemos permanecer en Su Palabra, incluso si viola nuestras tradiciones sagradas. En otra ocasión, Jesús les dijo a los escribas y fariseos que eran hipócritas porque, “dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Marcos 7:6–8).

Para que mi vida espiritual diera un giro y tomara poder, tuve que darme cuenta de que las Escrituras no fueron escritas para intelectuales, y que no tenía que tener un doctorado en hermenéutica para entender lo que decían. Fueron escritas para la gente común.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras no fueron escritas para ser analizadas como una obra de Shakespeare. Fueron escritas para convencer a las personas de pecado y llevarlas a la salvación en Jesús.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras no son difíciles de entender si confías en el Espíritu Santo y las aceptas por su significado de sentido llano. Dios sabe comunicarse.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras no fueron dadas como un código legal para poner a la humanidad en una camisa de fuerza legalista. Más bien, fueron dadas como una carta de amor de Dios, para llevarnos a una relación personal y profunda con él.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras son mucho más sagradas que las tradiciones de los hombres — que las Escrituras liberarán, mientras que la tradición esclavizará.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras tienen un poder sobrenatural, el poder de penetrar el alma de las personas y cambiar sus vidas, que la Palabra de Dios es “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

La Validez de la Palabra

Todas estas comprensiones que hicieron que la Biblia cobrara vida para mí, son contrarias al pensamiento del hombre moderno, incluso al pensamiento de muchos cristianos profesantes. ¿Por qué debería alguien creer que este libro llamado Biblia es diferente de todos los demás libros? ¿Qué lo distingue? ¿Cómo sabemos que vino de Dios?

Un buen lugar para comenzar es el hecho de que la Biblia misma afirma estar divinamente inspirada. Más de 3,000 veces los escritores bíblicos afirman estar hablando las palabras de Dios. Una y otra vez, los escritores dicen: “Así dice el Señor”, o “El Señor dijo”. Éstas son las frases más comunes de la Biblia.

Los escritores también se refieren repetidamente a las Escrituras como “la Palabra de Dios” (1 Samuel 9:27; Hechos 6:2), y afirman que es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16).

Más importante aún, Jesús afirmó las Escrituras como la Palabra inspirada de Dios. En una ocasión, mientras Jesús estaba enseñando, fue interrumpido por una mujer que gritó: “¡Bienaventurada el vientre que te trajo!”. A lo que Jesús respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lucas 11:27–28).

En su Sermón del Monte, pronunciado al principio de Su ministerio, Jesús afirmó que había venido a cumplir las Escrituras, y afirmó que el cielo y la tierra pasarían antes de una jota (la letra más pequeña) o una tilde (el trazo más pequeño) de la Palabra de Dios pasara, afirmando así la inspiración verbal de las Escrituras (Mateo 5:18). Al final de Su ministerio, en la última oración que oró con Sus discípulos, Jesús se refirió a las Escrituras como la Palabra de Dios, y luego agregó: “Tu Palabra es verdad” (Juan 17:14–17).

La vida de Jesús es un testimonio de Su creencia en la autoridad divina de las Escrituras. A la edad de 12 años, confundió a los líderes espirituales de Israel con Su conocimiento de la Palabra de Dios (Lucas 2:41–51). Usó las Escrituras para justificar Sus afirmaciones mesiánicas (Lucas 4:16–21). Usó las Escrituras para enseñar los fundamentos de la vida en el reino (Mateo 5–7). Usó las Escrituras para confrontar y confundir a Satanás (Mateo 4:1–11). Usó las Escrituras para enseñar a Sus discípulos después de Su resurrección (Lucas 24:27, 44–45).

Jesús citó a Moisés, los Salmos y los Profetas. Y sí, citó los dos libros del Antiguo Testamento que los liberales de hoy en día más desprecian: Jonás y Daniel.

Los discípulos de Jesús evidenciaron el mismo respeto por las Escrituras. El Evangelio de Mateo cita repetidamente pasajes del Antiguo Testamento de principio a fin, intentando demostrar a los lectores judíos que Jesús cumplió la profecía mesiánica. Pablo se refiere a las Escrituras como “inspiradas por Dios” (2 Timoteo 3:16). Pedro se refiere a los profetas hebreos como hombres que fueron guiados en lo que dijeron por “el Espíritu de Cristo dentro de ellos” (1 Pedro 1:11). El apóstol Juan afirmó que el que ama al Señor es el que “guarda su palabra” (1 Juan 2:5).

La Naturaleza Única de la Palabra

Ahora, habiendo dicho todo esto, quiero hacer una pausa para señalar que soy consciente del hecho de que estoy usando la Biblia para probar la Biblia. Por tanto, se me podría acusar de razonamiento circular: “la Biblia es la Palabra de Dios porque la Biblia lo dice”.

Por lo tanto, debo tomarme un momento para señalar que no se comete el error del razonamiento circular cuando se usa la Biblia para probar la Biblia. La razón es muy sencilla. Verá, ¡la Biblia no es un solo libro! Es una colección de 66 libros escritos por más de 40 autores durante un período de 1,600 años.

Por lo tanto, si cita a Jeremías o Isaías para fundamentar a Daniel, o si cita a Daniel para verificar Apocalipsis, no está involucrado en un razonamiento circular. En cambio, está citando fuentes totalmente independientes, que están unidas entre las portadas del mismo libro. Sin embargo, la paradoja es que cuanto más lee estos libros, más se da cuenta de que las fuentes no son tan independientes.

Éste es mi argumento: los autores de esos 66 libros procedían de todos los ámbitos de la vida, incluidos reyes, campesinos, filósofos, pescadores, poetas, estadistas, eruditos, recaudadores de impuestos, agricultores y médicos. Escribieron en todos los lugares imaginables: palacios, mazmorras, prisiones, en islas, en el desierto, en ciudades y en medio de guerras. Escribieron en diferentes estados de ánimo, desde las alturas del éxtasis hasta las profundidades de la desesperación y el dolor.

Hablaron sobre cientos de temas controvertidos. Escribieron en tres idiomas diferentes. Utilizaron todos los estilos literarios imaginables: historia, derecho, poesía, biografía, memorias, cartas, sermones, drama, parábolas, profecía, ¡lo que sea!

Sin embargo, a pesar de toda esta diversidad, sus escritos se entrelazan con una armonía y continuidad desde el Génesis hasta el Apocalipsis, que sólo puede explicarse señalando la inspiración divina.

Podría presentar muchas otras pruebas de que la Biblia es la Palabra autorizada de Dios, pero el espacio no lo permite. S´plo mencionaré algunos puntos de pasada. Uno es la sabiduría del mensaje de la Biblia y el impacto transformador de ese mensaje en millones de vidas a lo largo de la historia. Otro es el detalle de sus registros históricos y su exactitud, como lo confirma la arqueología. Y luego, por supuesto, está la notable supervivencia de la Biblia, a pesar de los esfuerzos de tantos por destruirla. Isaías atestiguó la permanencia de la Palabra de Dios cuando escribió: “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8).

Verificación Profética de la Palabra

Algunas de las pruebas más convincentes de la inspiración divina de la Biblia se encuentran en sus profecías. Mas de una cuarta parte de la Biblia es de naturaleza profética. Además de

las bien conocidas profecías mesiánicas, hay cientos de profecías seculares sobre personas, ciudades y naciones, muchas de las cuales ya se han cumplido en la historia.

Tomemos, por ejemplo, la profecía de Miqueas de que Jerusalén y su Templo serían destruidos (Miqueas 3:11–12). Esta profecía fue escrita más de 150 años antes de que los babilonios conquistaran Jerusalén y destruyeran el Templo.

El contemporáneo de Miqueas, Isaías, profetizó que los hijos de Israel serían llevados cautivos, pero que finalmente serían liberados por un hombre llamado Ciro (Isaías 44:28). Esta profecía fue escrita 150 años antes del reinado de Ciro, quien emitió la orden para que los judíos regresaran a casa (Esdras 1:1–4).

Jeremías profetizó que el cautiverio babilónico duraría exactamente 70 años (Jeremías 29:10). Años más tarde, cuando Daniel descubrió la profecía de Jeremías (Daniel 9:2), calculó que los judíos estaban en el año 69 del cautiverio. Creyendo que Jeremías era un profeta de Dios y que sus palabras fueron inspiradas por Dios, Daniel se arrodilló y oró por el cumplimiento de la profecía de Jeremías (Daniel 9:4–19). Al año siguiente, la profecía se cumplió cuando el primer grupo de judíos fue enviado de regreso a Jerusalén por Ciro (Esdras 1:1–4).

¿Son estas notables profecías y su cumplimiento una cuestión de coincidencia? Yo creo que no. Tal cumplimiento profético está más allá del ámbito de lo posible. Lleva la huella de la mano de Dios.

El Nuevo Testamento contiene profecías similares que se han cumplido con precisión en la historia. Considere la profecía que hizo Jesús la última vez que salió de Galilea hacia Jerusalén. Él puso una maldición sobre tres pueblos donde había enfocado Su ministerio, porque se habían negado a arrepentirse (Mateo 11:20–24). Esas ciudades fueron Capernaum, Corazín y Betsaida. Aproximadamente 150 años después, un gran terremoto destruyó las tres. De hecho, estaban tan completamente destruidas, que, en 1800, los críticos de la Biblia estaban usando estos tres pueblos como prueba positiva de que la Biblia está llena de errores. ¡Afirmaron que las ciudades nunca existieron! Hoy, puede visitar las tres, porque desde entonces han sido descubiertos por arqueólogos modernos.

De igual manera, Jesús profetizó que la ciudad de Jerusalén y su Templo serían completamente destruidos. Como dijo Él: “No quedará piedra sobre piedra” (Lucas 21:6). Esas palabras fueron dichas alrededor del año 30 d.C. Cuarenta años después, los romanos conquistaron la ciudad y destruyeron totalmente el Templo.

La profecía cumplida es una de las características más singulares de la Biblia. Ningún otro libro que forme la base de una religión contiene profecía cumplida. No hay profecías cumplidas en el Corán, el Libro del Mormón, las Vedas hindúes, o los dichos de Confucio o Buda. No es de extrañar que los libros proféticos de la Biblia pusieran nerviosos a los liberales, porque las profecías cumplidas de la Biblia prueban que es un libro de origen sobrenatural.

Preguntas Cruciales sobre la Palabra

¿Cuál es su relación con la Biblia? ¿No es más que una decoración para su mesa de centro? ¿La lee de vez en cuando, cuando hay una crisis, o necesita un versículo para probar algo? Tal vez sea un lector habitual, pero lo hace por un sentido del deber, más que por pasión.

¿De verdad considera que la Biblia es la Palabra de Dios? ¿En serio? Si es así, ¿por qué no la trata como tal?

Permítame decirlo de esta manera: si recibiera una carta de la Casa Blanca en un hermoso sobre dorado en relieve con su nombre y dirección grabados en él, ¿qué haría con ella? ¿La pondría en su mesa de café y se la mostraría a todos sus amigos? ¿O la abriría y la leería?

La Biblia es una carta personal que le envía su Creador. Está diseñada para alimentar su alma animándole, iluminándole, guiándole, fortaleciéndole y señalándole a Jesús, la única esperanza verdadera para su vida.

Comprométase a leerla todos los días. Nutrirá su alma y le permitirá vivir una vida cristiana victoriosa en medio de un mundo cada vez más pagano.

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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