lunes, 31 de enero de 2022

Libro: El Suicidio de los EE.UU. – Capítulo 1 (Parte 1 de 3)

La Bendición de los Estados Unidos

Por Dr. David R. Reagan

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La historia de nuestra nación está bajo un severo ataque por parte de los revisionistas históricos que están decididos a negar nuestra herencia cristiana.1 En el proceso, están retratando a nuestros Padres Fundadores como hipócritas que hablaban sobre la libertad y la igualdad mientras poseían esclavos.

Estos historiadores dominan nuestras universidades públicas y están produciendo toda una generación de estudiantes que creen que nuestra nación es la fuente de todos los males del mundo. Es la razón por la que los estudiantes de todo el país han estado derribando las estatuas de nuestras famosas figuras históricas — hombres como Cristóbal Colón, Thomas Jefferson, George Washington, Abraham Lincoln y Robert E. Lee.

El fariseísmo de estos estudiantes es alucinante. Considere, por ejemplo, el hecho de que la gran mayoría de los que condenan a nuestros Padres Fundadores por poseer esclavos están a favor de matar bebés.

Una Filosofía Tóxica

Los profesores y estudiantes rebeldes de hoy son defensores de la filosofía del humanismo — algo que suena muy bien pero que, en realidad, es la idea no bíblica de que la única esperanza de la humanidad es confiar en sí misma, y no en algún mito ilusorio llamado “Dios”.

Precisamente por eso es que los defensores del humanismo odian tanto al cristianismo. También es por eso que están decididos a negar el hecho histórico de que nuestra nación fue fundada sobre principios judeocristianos, y que esos principios gobernaron nuestros asuntos hasta mediados del siglo XX. Por lo tanto, han negado sumariamente la herencia cristiana de nuestra nación como un “mito”.

Pero la verdad es que su negación de nuestra herencia cristiana es el verdadero mito.

Nuestros Fundamentos Cristianos

Esta nación fue fundada por cristianos protestantes llamados peregrinos y puritanos, que llegaron a este continente en busca de libertad religiosa. Treinta y siete de los 56 firmantes de la Declaración de Independencia tenían el equivalente del siglo XVIII a títulos de seminario.2

Cuando los redactores de nuestra Constitución llegaron a un callejón sin salida, Benjamín Franklin propuso que hicieran una pausa para orar. Él dijo: “Se nos ha asegurado, señor, en las Sagradas Escrituras, que ‘si el Señor no edifica la Casa, en vano trabajan los que la edifican’”3 (Salmo 127:1).

El General George Washington envió una carta a sus regimientos que decía: “El General espera y confía en que cada oficial y cada hombre se esfuerce por vivir y actuar como corresponde a un soldado cristiano, defendiendo los más queridos derechos y libertades de este país”.4

The New England Primer, publicado por primera vez en 1690, siguió siendo el libro de texto escolar más popular del país durante más de 100 años, vendiendo aproximadamente 5 millones de copias en una nación con sólo 6 millones de habitantes. Las 106 lecciones que contenía estaban saturadas de pasajes bíblicos, y las lecciones fomentaban la devoción a Jesucristo.5

Una página del The New England Primer

McGuffey's Reader, que reemplazó a The New England Primer, se publicó por primera vez en 1836. Estaba lleno de principios bíblicos e instrucción religiosa. Finalmente vendió más de 120 millones de copias y fue reconocido oficialmente como un libro de texto para escuelas públicas en 37 estados.6

Universidades Estadounidenses

Casi todos los primeros 123 facultades y universidades establecidos en los Estados Unidos tenían orígenes y propósitos cristianos. Por ejemplo, la Universidad de Harvard, fundada en 1636, tenía como lema: “La verdad para Cristo y la Iglesia”.7 Además, sus reglas para los estudiantes decían: “Que todo estudiante sea claramente instruido y diligentemente exhortado a considerar bien que el fin principal de la vida y de los estudios es conocer a Dios y a Jesucristo, que es la vida eterna (Juan 17:3), y por lo tanto, poner a Cristo en el fondo, como el único fundamento de todo conocimiento y aprendizaje sólidos”.8 En algún momento, a medida que la escuela se secularizó, el lema se cambió a “Verdad”.

El Sello Original
("Verdad por Cristo y la Iglesia")

El Sello Actual
("Verdad")

La Universidad de Yale, fundada en 1701, emitió este encargo a sus estudiantes: “Sobre todo, estén atentos al gran fin de todos sus estudios, que es obtener los conceptos más claros de las cosas divinas y conducirlos a un conocimiento salvador de Dios en su Hijo Jesucristo”.9

La Universidad de Princeton, fundada en 1746, aún declara en su escudo, “Dei sub numine viget”, que en latín significa “Bajo Dios ella florece”.10 Jonathan Dickinson, el primer presidente de Princeton, una vez declaró: “Maldito sea todo aquel aprendizaje que sea contrario a la Cruz de Cristo”.11

Capellanes y Biblias para las Tropas

Cinco días después de la adopción de la Declaración de Independencia, el Congreso Continental aprobó el uso de fondos públicos para contratar capellanes militares.12 El Congreso también ordenó la importación de 20,000 Biblias para las tropas estadounidenses.13

En 1917, cuando las tropas estadounidenses partieron hacia Europa para luchar en la Primera Guerra Mundial, cada uno de ellos llevaba una Biblia de bolsillo entregada por el gobierno. Contenía un prefacio escrito por el presidente Woodrow Wilson, que decía, en parte: “La Biblia es la Palabra de Vida. Les ruego que la lean y la descubran por ustedes mismos. Lean no pequeños fragmentos aquí y allá, sino largos pasajes que realmente serán el camino hacia el corazón de la misma. Cuando lean la Biblia, sabrán que es la Palabra de Dios, porque en ella habrán encontrado la llave de su propio corazón, de su propia felicidad y de su propio deber”.14

El gobierno de los Estados Unidos entregó Biblias a todas sus tropas durante la Segunda Guerra Mundial que contenían la siguiente declaración del presidente Franklin Roosevelt:15

Como Comandante en Jefe, tengo el placer de recomendar la lectura de la Biblia a todos los que sirven en las fuerzas armadas de los Estados Unidos. A lo largo de los siglos, hombres de muchas religiones y orígenes diversos han encontrado en el Libro Sagrado palabras de sabiduría, consejo e inspiración. Es una fuente de fortaleza y ahora, como siempre, una ayuda para alcanzar las más altas aspiraciones del alma humana.

En la tarde del Día D, el 6 de junio de 1944, mientras las tropas aliadas desembarcaban en la costa de Normandía, Francia, el presidente Roosevelt leyó una oración de seis minutos y medio en la radio nacional, pidiendo a Dios que les concediera la victoria a las tropas.16 (Usted puede escuchar la oración en www.historyplace.com.)

La herencia cristiana de Estados Unidos alcanzó su cúspide en la década de 1950. En 1954, el Congreso agregó las palabras “bajo Dios” al juramento de lealtad.17 En 1956, el Congreso adoptó “En Dios Confiamos”, como el lema nacional de nuestra nación. Apareció por primera vez en una moneda de dos centavos en 1864. Desde 1938, todas las monedas estadounidenses habían presentado la inscripción. El lema no comenzó a aparecer en el papel moneda hasta 1957.18

Ambas cámaras de la Cámara y el Senado en nuestro edificio del capitolio nacional tienen la inscripción “En Dios Confiamos” en sus paredes.

En febrero de 1983, en el Desayuno Nacional de Oración anual, el presidente Ronald Reagan proclamó que el año sería designado como “El Año de la Biblia”. En sus declaraciones, afirmó que estaba tomando la acción “en reconocimiento a las contribuciones e influencia de la Biblia en nuestra República y nuestro pueblo”.19

El Testimonio de las Constituciones

Cuarenta y cinco de nuestras 50 constituciones estatales comienzan con un preámbulo que afirma a Dios y pide Su bendición.20 Por ejemplo, el preámbulo de la Constitución de Nueva Jersey dice lo siguiente:21

Nosotros, el pueblo del Estado de Nueva Jersey, agradecidos a Dios Todopoderoso por la libertad civil y religiosa que nos ha permitido disfrutar durante tanto tiempo, y esperando en Él una bendición sobre nuestros esfuerzos para asegurar y transmitir la misma sin impedimentos a las generaciones venideras, ordenamos y establecemos esta esta Constitución.

Nuestra Constitución Federal se basa en el supuesto de una sociedad imbuida de principios judeocristianos. Tomemos, por ejemplo, el hecho de que la piedra angular de la Constitución es la creencia en la naturaleza maligna inherente del hombre. Fue esta creencia la que produjo la convicción de que a ninguna persona se le puede confiar el poder.

Esta creencia de que la naturaleza del hombre está corrompida y es irreparable (aparte del poder del Espíritu Santo) representó un alejamiento radical de la historia. Hasta ese momento, la mayoría de las personas siempre habían sido gobernadas por reyes que se consideraba que tenían el derecho divino de gobernar, y que generalmente terminaban gobernando como si pensaran que eran dioses.

Lea la parte 2 aquí
Lea la parte 3 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

sábado, 22 de enero de 2022

Todas las Cosas Nuevas (pdf)

Nuevas y Mejoradas

Por Tim Moore

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Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

Original Article:
All Things New

lunes, 17 de enero de 2022

Cristo y los Creyentes del Antiguo Testamento

Por Dr. Ron Rhodes



Nota del editor: Ron Rhodes escribió un artículo maravilloso que apareció en nuestra edición de septiembre-octubre de 2021, que se enfocó en Jesús en el Antiguo Testamento. Este artículo se basa en ése, y destaca el reconocimiento de Cristo que es evidente en el Antiguo Testamento (y testificado en el Nuevo).


En cinco ocasiones diferentes, Jesús afirmó ser el tema de todo el Antiguo Testamento: (1) Mateo 5:17; (2) Lucas 24:27; (3) Lucas 24:44; (4) Juan 5:39; y (5) Hebreos 10:7. Debido a que Cristo es el tema del Antiguo Testamento, no debería sorprendernos que las personalidades clave del Antiguo Testamento fueran conscientes de Cristo y, en algunos casos, incluso se encontraran con el Cristo preencarnado, mucho antes de que naciera como ser humano en Belén.

Cristo la Roca Acompañó a los Israelitas en la Estadía en el Desierto

La primera carta de Pablo a los Corintios revela que Cristo sustentó a los israelitas durante su estadía en el desierto después de salir de Egipto: Los israelitas en el desierto “todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:4).

Note que los israelitas “bebían de la roca espiritual”. El tiempo imperfecto usado en el griego original de esta frase indica acción continua — como si esta “Roca” sustentara al pueblo de Dios a lo largo de todo el viaje.

¿Rescató Cristo a los Amigos de Daniel en el Horno Ardiente?

Cuando los compañeros de Daniel se negaron a adorar la imagen de oro erigida por el rey Nabucodonosor, fueron amenazados con ser arrojados a las llamas del fuego (Daniel 3:15). Los tres valientes muchachos respondieron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo” (versículo 17). Esto enfureció tanto al rey que calentó el horno siete veces más de lo normal y los arrojó a las llamas (versículos 19-20).

Mientras el rey observaba lo que debería haber sido una incineración instantánea, de repente se sobresaltó por lo que vio y exclamó: “He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3:25).

Aunque no se nos dice explícitamente que fue Cristo quien sostuvo a los amigos de Daniel durante la prueba de fuego, muchos eruditos creen que lo fue. Esto se infiere de dos hechos: (1) Los amigos de Daniel afirmaron que Dios mismo “puede librarnos del horno de fuego ardiendo”. (2) Una persona como un hijo de los dioses liberó a los amigos de Daniel. Si esto es correcto, podemos afirmar que, así como el Cristo preencarnado evitó que los israelitas perecieran en el desierto, así también Cristo rescató a los amigos de Daniel de perecer del fuego.

Lo que Moisés Supo de Cristo Cambió su Vida

Hebreos 11:24-27 nos dice: 

Por la fe Moisés, cuando llegó a ser grande, rehusó ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió, más bien, recibir maltrato junto con el pueblo de Dios que gozar por un tiempo de los placeres del pecado. Él consideró el oprobio por Cristo como riquezas superiores a los tesoros de los egipcios, porque fijaba la mirada en el galardón. Por la fe abandonó Egipto sin temer la ira del rey porque se mantuvo como quien ve al Invisible (RVA-2015).

Moisés vivió 1,500 años antes de Cristo. Y, sin embargo, Moisés habló de su compromiso de honrar a Cristo en sus acciones. El erudito E. Schuyler English explica que “Dios le habló, mostrándole cosas invisibles al ojo natural, revelándole otro Rey, otro reino y una mejor recompensa”.1

Nuestro texto nos dice que Moisés “consideró el oprobio por Cristo como riquezas superiores a los tesoros de los egipcios”. La palabra griega para “consideró” indica pensamiento cuidadoso. Moisés pensó en su decisión, sopesando los pros y los contras. Si tratáramos de reconstruir el razonamiento de Moisés, podríamos llegar a algo como esto:

Dios me ha revelado cosas futuras, cosas invisibles, pero cosas gloriosas, celestiales. Yo creo lo que Él dice. Él también me ha hecho saber que soy Su instrumento escogido para liberar a Su pueblo — y hermanos según la carne — de la servidumbre. Pero yo soy el hijo adoptivo de la hija de Faraón. A mí me ha sido prometido el trono de Egipto, como heredero por medio de ella. Si sigo el programa de Dios para mí, debo sufrir reproches. En cambio, si me quedo en la corte real, toda la riqueza de Egipto es mía — ¡y cuán grande es esa riqueza! Cada una de estas cosas — la aflicción del pueblo de Dios y la riqueza de Egipto — es temporal. Estoy buscando la vida después de la muerte. Entonces, el que ha sufrido dentro de la voluntad de Dios será recompensado; pero el que ha seguido el camino de la carne será juzgado. Hago mi elección. Rehúso ser llamado hijo de la hija de Faraón, prefiriendo por elección sufrir aflicción con el pueblo de Dios — y lo hago en honor de Cristo.2

Moisés habría estado de acuerdo con el apóstol Pablo, quien escribió muchos siglos después: “Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable; 18 no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17-18).

Abraham se Gozó en Cristo

Jesús entabló un diálogo con algunos judíos acerca de Abraham (Juan 8:54-59). Los judíos sentían que, por ser descendientes naturales de Abraham, estaban en una posición privilegiada ante Dios. Jesús respondió señalando que los verdaderos descendientes espirituales de Abraham hacen lo que hizo Abraham — es decir, creen y obedecen a Dios. Estos judíos deberían haber respondido por fe en el enviado de Dios (Jesús) en lugar de simplemente confiar en su linaje abrahámico.

Entonces Jesús hizo una declaración asombrosa a este grupo de judíos: “Abraham, el padre de ustedes, se regocijó de ver mi día. Él lo vio y se gozó” (Juan 8:56). Jesús era Aquel que Abraham anticipó. Y cuando Abraham pensó en ver Su día, se llenó de alegría.

Isaías Vio la Gloria de Jesús

Isaías tuvo una visión en el templo en la que se encontraba en presencia de la gloria de Dios: “En el año que murió el rey Uzíasa, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo” (Isaías 6:1). Los ángeles proclamaron Su santidad y el “humo” de la gloria de Dios inundó el templo (versículos 2-5).

Mientras estaba en el templo, Dios le concedió a Isaías una visión gloriosa que lo fortalecería durante la duración de su ministerio. Isaías vio al Señor sentado en un trono de gloria, “alto y sublime” (Isaías 6:1). Los ángeles cubrían sus ojos con sus alas. A pesar de su propio brillo y pureza, aparentemente no podían mirar el mayor brillo y pureza de Dios, quien Él mismo habita en “luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16).

El Evangelio de Juan nos informa más adelante que Isaías realmente contempló la gloria de Jesucristo: “Isaías… vio Su gloria y habló acerca de Él” (Juan 12:41). Isaías 6:3 se refiere a la gloria del “SEÑOR de los ejércitos”, pero Juan dice que estas palabras en realidad se referían a Jesucristo. Qué maravilloso debe haber sido esto para Isaías. Unos 700 años antes de que el Mesías naciera físicamente en Belén, Isaías fue testigo de la increíble gloria del Cristo preencarnado en una visión. Y Aquel a quien Isaías había encontrado personalmente en esta visión es el mismo cuyo nacimiento como humano profetizó a menudo (Isaías 4:2; 7:14; 9:6-7; 11:1-5, 10; 32:1; 42:1-4; 49:1-7; 52:13–53:12; 61:1-3).  

La Biblia verdaderamente es un “libro de Jesús” — ¡tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento!

1. E. Schuyler English, Studies in the Epistle to the Hebrews (Neptune, NJ: Loizeaux Brothers, 1976), p. 405.

2. Adapted from English, p. 405.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

Read it in the Lamplighter:

Revista Llamada de Medianoche – Enero 2022

Apocalipsis 12 y el Futuro de Israel

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Temas incluidos en esta edición:

»» Tecnología avanzada israelí y programas espías
»» Los fariseos y el judaísmo rabínico
»» Israel: un pueblo muy especial
»» El mensajero especial
»» El significado del maná escondido y de la piedra blanca

Entre otros.

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jueves, 13 de enero de 2022

Jesús: De Génesis a Apocalipsis

Por Dr. Ron Rhodes

Cuando las personas reflexionan sobre la persona de Jesús, a menudo ven en su mente los nacimientos tan populares en la época navideña. Jesús es retratado como un bebé envuelto en pañales en un humilde pesebre, lo que a menudo implica involuntariamente que esta escena representa los comienzos reales de Jesucristo. Las Escrituras, sin embargo, retratan a Jesús como Dios eterno — la segunda persona de la Trinidad (Isaías 9:6; Colosenses 2:9; 2 Pedro 1:1; Tito 2:13; Hebreos 1:8).

Antes del comienzo de los tiempos, Dios concibió un plan grandioso y glorioso para la humanidad (Efesios 1:11). El plan fue concebido en la eternidad, pero sería llevado a cabo por Dios en el tiempo. Aquello que estaba eternamente determinado antes de las edades sería llevado a buen término en las edades.

Aprendemos de las Escrituras que este plan eterno tenía un alcance colosal. Según el plan, el Padre escogió al Hijo como Redentor (1 Pedro 1:18-21), y determinó, entre otras cosas, “enviarlo” al mundo de la humanidad. A esto se refería Jesús cuando le dijo a Nicodemo: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo por medio de él” (Juan 3:17). En otra ocasión, Jesús dijo a una gran reunión: “He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió” (Juan 6:38). Gálatas 4:4-5 nos dice que “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Verdaderamente, la Encarnación — el evento en el que el Cristo preexistente y eterno asumió una naturaleza humana — fue un momento supremo en la realización del plan eterno de Dios para la humanidad.

Pero Jesús no es sólo el centro del Nuevo Testamento. ¡Nada de eso! Él es también el corazón y el centro de la revelación del Antiguo Testamento. En cinco ocasiones diferentes, Jesús afirmó ser el tema de todo el Antiguo Testamento: (1) Mateo 5:17; (2) Lucas 24:27; (3) Lucas 24:44; (4) Juan 5:39; y (5) Hebreos 10:7. Esto significa que ver el Antiguo Testamento cristocéntricamente (es decir, de una manera que se centre en Cristo) no es una mera opción interpretativa. De hecho, para el cristiano, es un imperativo divino. Y, debido a que Cristo es el tema del Antiguo Testamento, la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento está inseparablemente conectada en la persona de Jesucristo.

Para mí, esto trae un nuevo nivel de emoción al estudiar el Antiguo Testamento. Debo decirles que el estudio de Cristo en el Antiguo Testamento tiene una historia de causar entusiasmo en la gente. Recuerde que después de Su resurrección de entre los muertos, Jesús se apareció a dos discípulos en el camino a Emaús y les habló acerca de su verdadera identidad: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, [Jesús] les declaraba en todas las Escrituras [del Antiguo Testamento] lo que de él decían” (Lucas 24:27; insertos agregados para aclaración). Las palabras de Cristo a los discípulos, en mi opinión, no pueden limitarse en su alcance a las profecías del Antiguo Testamento sobre su futura venida. Sus palabras probablemente incluyeron un recuento de Sus muchas apariciones pre-encarnadas a varias personalidades del Antiguo Testamento. Más tarde, después de que Cristo resucitado partió, los dos discípulos se preguntaron entre sí: “¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras? [del Antiguo Testamento]” (Lucas 24:32; inserción añadida para aclarar). Este corazón ardiente es el derecho de nacimiento de todo cristiano.

El teólogo Lewis Sperry Chafer comentó una vez:

La Biblia, que comienza con las palabras “En el principio Dios” (Gn. 1:1) y cierra con una referencia al “Señor Jesús” (Ap. 22:20-21), es preeminentemente una revelación de Jesucristo. Aunque la Biblia obviamente trata muchos temas, incluyendo la historia del hombre, la existencia de los ángeles, la revelación de los propósitos de Dios para las naciones, Israel y la iglesia, e incluye en su revelación hechos desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura — Jesucristo es revelado como el Centro.*

En otras palabras, toda la Biblia — desde Génesis hasta Apocalipsis — es un “Libro de Jesús”. Podríamos ver Génesis y Apocalipsis como “sujetalibros” en este Libro de Jesús. Lo que comenzó en Génesis llega a buen término en Apocalipsis. Las promesas hechas en Génesis encuentran su cumplimiento final en Apocalipsis. Las cosas que salieron mal para la humanidad en Génesis son redimidas, restauradas y corregidas en Apocalipsis. Y Jesús es el corazón y el centro de todo. Es una cosa increíble para reflexionar.

Considere tan sólo algunas verdades inspiradoras de los libros "sujetalibros" de Génesis y Apocalipsis:

  • En el principio, Dios creó los cielos y la tierra (Génesis 1:1). En el estado eterno nos esperan un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1-2).
  • En el principio, el sol y la luna fueron creados como “dos grandes lumbreras” (Génesis 1:16-17). El estado eterno implica una ciudad eterna donde ya no hay necesidad de tal luz, porque la gloria de Dios (y del Cordero) ilumina la ciudad eterna de los redimidos (Apocalipsis 21:23; 22:5).
  • En el principio, Dios creó la noche (Génesis 1:5). El estado eterno involucra una eternidad sin noches (Apocalipsis 22:5).
  • Al principio, los seres humanos sucumbieron a las tentaciones de Satanás (Génesis 3:1-4). En el estado eterno, Satanás estará perpetuamente en aislado del pueblo de Dios (Apocalipsis 20:10).
  • Al principio, Dios pronunció una maldición después de la caída de la humanidad en el pecado (Génesis 3:17). En el estado eterno, no habrá más pecado ni maldición (Apocalipsis 22:3).
  • En el principio, el paraíso se había perdido (Génesis 3:23-24). En el estado eterno, el paraíso será gloriosamente restaurado para los humanos redimidos (Romanos 8:19-21; Apocalipsis 2:7).
  • En el principio, Adán y Eva fueron excluidos del árbol de la vida (Génesis 3:22-24). En el estado eterno, los humanos redimidos disfrutarán de la restauración del árbol de la vida (Apocalipsis 2:7; 22:2,14,19).
  • En el principio, lágrimas, muerte y luto entraron en la existencia humana (Génesis 2:17-19; 37:34). En el estado eterno, las lágrimas, la muerte y el lamento estarán siempre ausentes de los redimidos (Isaías 25:8; Apocalipsis 21:4).
  • En el principio, se prometió un Redentor (Génesis 3:15). En el estado eterno reina el Redentor victorioso (Apocalipsis 20:1-6; 21:22-27; 22:3-5).

La gran noticia es que podemos experimentar todo esto por lo que Jesús ha hecho por nosotros en la salvación. No podemos ganarlo. No podemos ser “lo suficientemente buenos” para garantizarlo. No podemos hacernos dignos de ello. Pero cada uno de nosotros, todos los pecadores caídos, podemos participar en este gran cambio debido a la salvación que tenemos en Jesús (Efesios 2:8-9). Nunca olvide lo que Jesucristo ha hecho por usted. La Biblia, el “Libro de Jesús”, nos cuenta todo al respecto:

  • Somos salvos en Cristo (Hebreos 7:25).
  • Somos perdonados en Cristo (Efesios 1:6-7).
  • Somos justificados en Cristo (1 Corintios 6:11).
  • Somos reconciliados en Cristo (Colosenses 1:20).
  • Somos redimidos en Cristo (Efesios 1:7).
  • Somos vivificados en Cristo (Romanos 6:11).
  • Somos hechos cercanos en Cristo (Efesios 2:13).
  • Tenemos vida eterna en Cristo (Romanos 5:21).

¡Manténganse al tanto! En un próximo artículo, desarrollaré algunas formas específicas en que Cristo se apareció e interactuó con personalidades del Antiguo Testamento en el desarrollo del plan profético de Dios. Para obtener más detalles, lo invito a leer detenidamente mi libro Basic Bible Prophecy: Essential Facts Every Christian Should Know (Profecía Bíblica Básica: Hechos Esenciales Que Todo Cristiano Debe Saber) (disponible en Amazon). 

*Lewis Sperry Chafer, Teología Sistemática, vol. 2 (Dallas: Dallas Seminary Press, 1978), p. 399.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

Este artículo apareció en la edición de sept-oct 2021 de la revista Lamplighter:

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