miércoles, 13 de abril de 2022

Libro: El Suicidio de los EE.UU. – Capítulo 5 (Parte 1 de 3)

 El Destino de los Estados Unidos

Por Dr. David R. Reagan

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Fui a la Unión Soviética en 1991, poco después del colapso del gobierno comunista. Lo que encontré me sorprendió. Todas las tiendas en Moscú estaban vacías. No había comida ni ropa.

De la noche a la mañana, la nación con el mayor número de armas nucleares del mundo había sido reducida a un estatus de Tercer Mundo. Decenas de miles de rusos estaban en las calles con mesas plegables repletas de artículos para intercambiar, porque la nación se había reducido a una economía de trueque. Entonces, la gente estaba intercambiando ropa por comida y comida por ropa.

Mientras contemplaba esta increíble escena, el Señor habló a mi corazón y dijo: “Regresa a Estados Unidos y dile a la gente lo que has visto. Diles cómo destruí la nación rusa de la noche a la mañana, y adviérteles que el mismo destino le espera a Estados Unidos, pero aún peor, debido a las bendiciones que le he dado a tu nación. Diles que ‘a todo aquel a quien se haya dado mucho, mucho se le demandará’” (Lucas 12:48).

Cuando regresé, comencé a predicar ese mensaje, y la gente me hizo saber en términos inequívocos que no querían escuchar lo que etiquetaron como “un mensaje negativo”.

Eso fue hace 30 años, y aunque la rebelión de Estados Unidos contra Dios se ha magnificado enormemente desde entonces, he descubierto que los cristianos estadounidenses todavía se resisten a cualquier mensaje sobre la inminente ruina de nuestra nación.

Éste fue el caso en los tiempos bíblicos, y sigue siendo la situación hoy. Las personas — incluso los creyentes — no han cambiado. Prefieren lo que yo llamo “profetas de almohada”, que hablan mensajes tranquilizadores que les hacen cosquillas en los oídos en lugar de aquellos que los confrontan con sus pecados, llaman al arrepentimiento y advierten de la ira de Dios si no hay arrepentimiento.

Ignorando las Advertencias Proféticas

En este sentido, me he convencido de que la mayoría de los cristianos profesantes creen que Dios está sentado en Su trono envuelto en una bandera estadounidense, y que Él nunca permitiría que nuestra nación fuera destruida. Ésa es una visión falsa y una conclusión totalmente injustificada.

Una vez más, si Dios permitió que Judá fuera destruida por su iniquidad, ¿por qué dudaría en permitir nuestra destrucción debido a nuestra rebelión contra Él y Su Palabra? No hay duda de que Él ha amado a nuestra nación desde su fundación. Él nos ha colmado de bendiciones incomparables. Pero también amaba a la nación de Judá, donde Su Pueblo Escogido vivía en Su sagrada ciudad de Jerusalén, y donde Su Gloria Shejiná residía en el Templo judío.

Hay otra razón por la que a los cristianos estadounidenses les resulta tan difícil creer que la inminente ira de Dios se cierne sobre nuestra nación. Tiene que ver con el hecho de que saben poco o nada acerca de la ira de Dios. Esto se debe a que es un tema que se ignora en los púlpitos de Estados Unidos.

El Tema de Sermón Innombrable

A mediados de la década de 1990, un popular presentador de un programa de radio en una estación secular de Oklahoma City me entrevistó en vivo por teléfono. Había visto un artículo que yo había escrito sobre la responsabilidad financiera de los ministerios cristianos, y le había gustado.

Comenzó la entrevista dándome gentilmente la oportunidad de hablar sin parar durante unos diez minutos sobre la forma en que Dios había transformado mi vida y me había llamado al ministerio. Todo iba bien, hasta que el anfitrión me pidió que resumiera el mensaje fundamental de mi ministerio.

Respondí diciendo que Dios me había llamado a proclamar “el pronto regreso de Jesús”. Luego expliqué que este evento inminente era como un arma de dos filos, con un mensaje tanto para creyentes como para incrédulos. Señalé que el mensaje para los creyentes es comprometerse con la santidad y el evangelismo. Luego agregué: “El mensaje para los incrédulos es huir de la ira que está por venir, huyendo a los amorosos brazos de Jesús ahora”.

Antes de que pudiera continuar con mi explicación, el presentador del programa me interrumpió. “¿Qué quiere decir cuando se refieres a ‘ira’?”, preguntó.

“Quiero decir que Jesús va a regresar muy pronto para derramar la ira de Dios sobre aquellos que han rechazado el amor, la gracia y la misericordia de Dios”.

“¡Su Dios es un monstruo!”, espetó. Luego agregó: “Resulta que soy cristiano. Voy a la iglesia todos los domingos, y nunca he oído nada acerca de Dios ‘derramando ira’. ¡Mi Dios es Jesús, y Él no lastimaría a una mosca!”.

Ése fue el final de la entrevista. Me colgó. No se me dio la oportunidad de responder a su tergiversación de nuestro Creador.

Un Pastor Enfurecido

Diez años más tarde, en 2005, me invitaron a hablar a una gran iglesia en el área de Dallas, donde había hablado varias veces anteriormente. La fecha de mi presentación cayó en domingo, unas tres semanas después de que el huracán Katrina devastara Nueva Orleáns.

Decidí que hablaría sobre el huracán, con la intención de señalar que creía que era un juicio correctivo de Dios sobre esta nación por dos razones. La primera razón que mencioné fue la intimidación de nuestra nación para que Israel entregara la Franja de Gaza a sus enemigos. Observé que el huracán había comenzado a formarse muy repentinamente cerca de las Bahamas, en el último día de la retirada israelí.

La segunda razón que di fue la inmoralidad de nuestra nación y, particularmente, de la ciudad de Nueva Orleáns, una ciudad que se llama a sí misma, “La Ciudad del Pecado de EUA”. El huracán azotó la ciudad justo cuando se estaba preparando para llevar a cabo su festival anual llamado “Mardi Gras Gay". El tema de 2005 de este evento de perversión sexual fue “Jazz y Jezabeles”. En 2004, el evento había atraído a 125,000 juerguistas, que orgullosamente hicieron alarde de su perversión públicamente en un estridente desfile. El evento fue patrocinado por un grupo llamado “Decadencia Sureña”.

El sermón fue contundente y aleccionador.

A la semana siguiente, todo el infierno se desató. Verá, el pastor estaba fuera de la ciudad cuando pronuncié el mensaje. Cuando regresó a casa, y vio un video del mensaje, ¡se puso furioso! Incluso revisó mi agenda de conferencias en nuestro sitio web, y llamó a la siguiente iglesia donde iba a hablar, y les advirtió sobre permitirme presentar mi sermón.

¿Por qué estaba tan enojado? Por dos cosas. Primero, sintió que estaba mal para mí atribuir un desastre a Dios, cuando debería haber sido asignado a Satanás. En segundo lugar, se opuso a mi caracterización del huracán como una manifestación de la ira de Dios. Insistió en que el “Dios de Ira” era el Dios del Antiguo Testamento; mientras que el Dios del Nuevo Testamento es un “Dios de Gracia”. La idea de que Dios derramara Su ira era completamente ajena a él.

Éstos son sólo dos ejemplos de muchas experiencias que he tenido, donde los cristianos han reaccionado con repugnancia contra cualquier mención de la ira de Dios.

El Gran Engaño de Satanás

El hecho del asunto es que Satanás le ha dado al mundo gato por liebre concernientes a la naturaleza de Dios. La mayoría de las personas, tanto cristianas como no cristianas, tienden a ver a Dios como una especie de oso de peluche cósmico.

Lo ven grande, cálido y suave, lleno de infinito amor y perdón. No podría lastimar a una mosca, y ciertamente no sería tan cruel como para condenar o dañar a cualquier ser creado a Su propia imagen. En el Día del Juicio, Dios simplemente les dará a todos un gran abrazo y guiño de ojos a sus pecados.

El único problema con esta imagen maravillosamente reconfortante es que es una mentira directamente del abismo del infierno.

Sí, la Biblia enseña que Dios es amoroso, paciente, cariñoso y perdonador (Salmo 86:15 y Juan 3:16). Como dijo el apóstol Juan, “Dios es amor” (1 Juan 4:8).

Dos de mis pasajes favoritos en la Biblia enfatizan la naturaleza amorosa personal de Dios. Uno fue escrito por el apóstol Pedro. En 1 Pedro 5:6-7 dice que debemos echar todas nuestras ansiedades sobre Dios “porque Él tiene cuidado de vosotros”. Ése es un pensamiento muy reconfortante. Nuestro Dios es un Dios personal que desea una relación personal con nosotros.

El otro pasaje que me encanta leer una y otra vez consiste en palabras pronunciadas por el profeta Jeremías en Lamentaciones 3:

22) Por la misericordia de Jehová no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias.

23) Nuevas son cada mañana; grande es tu fidelidad.

24) Mi porción es Jehová, dijo mi alma; por tanto, en él esperaré.

Sí, nuestro Dios es un Dios de amor, pero la Biblia también enseña claramente que hay otro aspecto del carácter de Dios que es igualmente importante. Es el aspecto que Satanás quiere que ignoremos, y ha tenido mucho éxito en incitar a los ministros a pasarlo por alto. Después de todo, ¡no produce sermones populares! Estoy hablando, por supuesto, de la santidad de Dios (Levítico 11:44, Isaías 6:3 y 1 Pedro 1:16).

¿Gracia o Ira?

La Biblia enseña que Dios es perfectamente santo. Debido a este atributo de Su carácter, Él no puede tolerar el pecado (Números 14:18). La Biblia dice que Dios debe lidiar con el pecado, y lo hace de una de dos maneras.

Todos nosotros parecemos conocer Juan 3:16 — un versículo muy reconfortante acerca de que Dios nos ama tanto, que envió a Su Hijo unigénito a morir por nuestros pecados. Pero pocos de nosotros parecemos ser conscientes de las palabras registradas unos versículos más adelante en Juan 3:36 — palabras tomadas de un sermón de Juan el Bautista: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él”.

Debido a que Dios es Santo, Él debe lidiar con el pecado, y de acuerdo con este versículo, Dios lo hace de una de dos maneras: ya sea con gracia, o con ira. Eso significa que cada persona en el planeta tierra está viviendo actualmente bajo la gracia o la ira de Dios. Es algo glorioso permanecer en Su gracia, y es terrible vivir con la ira de Dios cernirse sobre su cabeza.

El apóstol Pablo enfatizó este punto en su predicación y enseñanza. En Efesios 5, advierte contra la inmoralidad, la codicia y la idolatría, y luego agrega esta observación: “Nadie os engañe con palabras vanas, porque por estas cosas viene la ira de Dios sobre los hijos de desobediencia” (Efesios 5:6).

Llegamos a estar bajo la gracia de Dios al poner nuestra fe en Jesús, y apropiarnos de Su sacrificio expiatorio por nuestras vidas (1 Juan 1:7). No hay salvación aparte de Jesús (Hechos 4:10-12). Aquellos que han rechazado el don gratuito de la gracia de Dios en Jesús están bajo la ira de Dios (Juan 3:36), y no tienen a nadie a quien culpar sino a sí mismos.

El Dios Inmutable

A pesar de la clara enseñanza de la Biblia de que nuestro Creador es un Dios de amor e ira, nunca dejo de sorprenderme por la cantidad de pastores con los que me encuentro que argumentan que el Dios de ira es el Dios del Antiguo Testamento, y no el Dios del Nuevo Testamento. En el proceso, ignoran la clara enseñanza de la Biblia que se encuentra en Malaquías 3:6 donde Dios, hablando de sí mismo, dice: “Porque yo Jehová no cambio...”. En otras palabras, nuestro Creador es inmutable — Él nunca cambia. No existe tal cosa como un Dios del Antiguo Testamento versus un Dios del Nuevo Testamento.

El Nuevo Testamento confirma este importante punto en Hebreos 13:8 donde dice: “Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre”.

Sin embargo, Jesús parece ser siempre presentado en los sermones como el Salvador manso y gentil que está lleno de gracia y perdón. Esa afirmación es cierta, pero no es la imagen completa. Jesús reprendió a los fariseos, llamándolos “hipócritas”, “serpientes” y una “generación víboras” (Mateo 23:23, 33).

Del mismo modo, en Sus cartas a las siete iglesias de Asia Menor, Jesús condenó a la iglesia en Tiatira por tolerar a una falsa profetiza. Exhortó a la iglesia a arrepentirse, y luego les advirtió que, si se negaban a arrepentirse de su inmoralidad, Él arrojaría a los ofensores “sobre un lecho de enfermedad”, y los “mataría con pestilencia” (Apocalipsis 2:22-23). Este versículo por sí solo destruye la falsa noción de un “Jesús que nunca lastimaría a una mosca”.

Lea la parte 2 aquí

Lea la parte 3 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

martes, 12 de abril de 2022

El Tiempo Está Cerca (Parte 3 de 3)

Por Tim Moore

¿Por Qué las Señales de los Tiempos?

A veces hablamos del “qué” de las señales de los tiempos sin considerar el “por qué”. En otras palabras, ¿por qué Dios nos dijo que habría señales a vigilar que apuntan a la segunda venida de Jesús? Creo que hay tres razones:

1. Él no nos permite saber el día ni la hora, pero quiere que reconozcamos la época de Su regreso.

Jesús reprendió rotundamente a la gente de su época por no reconocer las señales de los tiempos (Mateo 16:2-3); Ofreció numerosas señales que nos señalan hacia la época de Su regreso.

2. Mientras trabajamos diligentemente para el Maestro mientras Él está ausente (Mateo 25:14-23), el darnos cuenta de que Él regresará pronto debería motivarnos a redoblar nuestros esfuerzos, compartiendo el evangelio e instando a las personas perdidas a huir de la ira venidera. 

Pablo instó a la Iglesia en Roma — y por extensión a todo seguidor de Jesucristo —a “Y esto, conociendo el tiempo, que es ya hora de levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que cuando creímos. 12 La noche está avanzada, y se acerca el día” (Romanos 13:11-14).

3. No quiere que los perdidos caigan en el olvido eterno sin una mayor conciencia del cataclismo que les espera.

Dios envía advertencias antes de que se derrame Su ira — como lo hizo en los días de Noé, a Sodoma y Gomorra, y a Nínive; en los tiempos del fin un ángel del Evangelio volará sobre la tierra clamando: “Temed a Dios, y dadle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado” (Apocalipsis 14:7).

Mente Celestial y Bien Terrenal

En este momento, incluso aquellos sin la presencia del Espíritu Santo pueden discernir que algo anda terriblemente mal en el mundo. Sus corazones son como tierra arada, lista para recibir semilla. Nuestro propio discernimiento de los Señales de los Tiempos no debe inspirar ansiedad, frustración y miedo, sino más bien motivarnos a plantar, regar, fertilizar y correr — haciendo discípulos de todas las naciones.

Debemos alabar al Señor porque Él nos llama a cada uno de nosotros para servir de una manera, en un lugar y un momento en que nuestros dones y talentos pueden traerle gloria.

Pero, en un sentido más amplio, nuestro reconocimiento de las Señales de los Tiempos debería motivarnos a todos a darnos cuenta de que el tiempo se está acortando. Si el Rey realmente viene — pronto, y muy pronto — entonces nuestras vidas deben orientarse en torno a esa gloriosa verdad.

Lea la parte 1 aquí

Lea la parte 2 aquí

Original article:
The Time is Near

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Recurso recomendado:

martes, 5 de abril de 2022

El Tiempo Está Cerca (Parte 2 de 3)

Por Tim Moore

¿Qué Ha Cambiado?

Los cristianos discernientes reconocieron hace cien años que el mundo estaba en la cúspide de eventos calamitosos con significado profético; Hal Lindsey, Tim LaHaye, David Reagan y otros enfatizaron las señales de los tiempos que apuntan a la venida del Señor a partir de las décadas de 1970 y 1980. Los cristianos durante 2,000 años han anticipado el Rapto de la Iglesia, algún día. ¿Qué ha cambiado?

Lo que ha cambiado es la culminación de los señales.

Hoy, todas las diversas señales están aumentando en frecuencia e intensidad. Eso es mediblemente cierto en el ámbito de las señales naturales. Las tormentas y otros desastres naturales ocurren con mayor frecuencia y tienen un mayor impacto en la vida humana. Las sociedades se están desintegrando ante nuestros ojos, con el antiguo Occidente cristiano precipitándose hacia el humanismo secular poscristiano. Los signos espirituales, tanto positivos como negativos, se están multiplicando. Las naciones del mundo se encaminan hacia el alineamiento antiisraelí predicho en la profecía bíblica. La tecnología ha avanzado hasta el punto de que las terribles y fantásticas advertencias distópicas que se ofrecen en Apocalipsis son factibles hoy en día.

Y, superando todo eso, la presencia de Israel en el escenario mundial — y el creciente aislamiento y animosidad que está experimentando de la comunidad de naciones — cumple la profecía de Jesús de la higuera maldita.

Él Está Cerca, a las Puertas

Algunos consideran que Jesús expulsando a los cambistas del Templo es el incidente más dramático para nuestro manso y humilde Señor. Pero el incidente que parece mucho menos característico es la maldición de Jesús a una higuera que no estaba dando fruto (Mateo 21:18-19a y Marcos 11:12-14). Marcos insiste en registrar que no era la temporada de los higos. Seguramente Jesús lo sabía. ¿Por qué esperar que un árbol dé frutos fuera de temporada? ¿Y por qué maldecirlo por existir simplemente de acuerdo con su propia naturaleza? Incluso los discípulos parecían sorprendidos de ver el árbol marchitarse tan dramáticamente (Mateo 21:19b-22 y Marcos 11:20-22).

Jesús claramente estaba haciendo un punto a sus discípulos. En ese momento enfatizó la soberanía de Dios y el poder de la oración. Más tarde, sin embargo, les ofreció a ellos — y a nosotros — una perspectiva sobre los tiempos del fin. Durante una descripción extensa de Su segunda venida prometida, Jesús dijo: “Ahora aprended la parábola de la higuera; cuando su rama ya se ha puesto tierna y echa sus hojas, sabéis que el verano está cerca; así también vosotros, cuando veáis todas estas cosas, reconoced que Él está cerca, a las puertas” (Mateo 24:32-33).

Israel es esa higuera, como se demuestra repetidamente en la profecía bíblica (Oseas 9:10; Jeremías 8:13; Jeremías 24; y Miqueas 4:4). Fue maldecido, desechado y exiliado por un período prolongado porque no dio mucho fruto — aunque aún no había llegado el momento de que diera mucho fruto. Pero, tan sólo en los últimos 75 años, Israel se ha vuelto tierno y ha brotado hojas nuevas. Se acerca el verano y se promete una abundante cosecha de frutos.

El punto para nosotros es que esta señal primordial — el restablecimiento de Israel, su recuperación de su antigua capital de Jerusalén, la creciente animosidad del mundo que conducirá a una abierta hostilidad contra Israel (llevándolo al final de sí mismo y hacia los brazos de Dios) — nos dice que Él está cerca, justo a las puertas.

La Luz Brilla en la Oscuridad

Al principio, la primera declaración creativa de Dios fue: “Hágase la luz” (Génesis 1:3). Su luz atravesó la oscuridad y fue buena.

Juan abrió su relato del Evangelio señalando hacia el principio. Él escribió: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios. Él estaba en el principio con Dios” (Juan 1:1-2). Sabemos que Jesús es la Palabra, la Persona manifiesta de Dios. Juan nos dice que: “En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Juan 1:4-5).

El mundo hace 2,000 años era un lugar oscuro. El Canon de las Escrituras, tal como lo conocemos, había cerrado con Malaquías, el profeta que terminó su libro con las ominosas palabras, “y herirá la tierra con maldición” (Malaquías 4:6). Esa frase puso fin a un pasaje profético de esperanza. Dios prometió enviar al “profeta Elías antes que venga el día del Señor, grande y terrible” (Malaquías 4:5), pero el pueblo judío que vivía bajo la opresión romana, seguramente sintió que su tierra había sido herida por una maldición.

En medio de esa hora oscura, Simeón y Ana vivían expectantes. Estaban buscando al Mesías del Señor — y se dieron cuenta de una gran bendición cuando pudieron conocer y abrazar a Jesús cuando era un bebé. El Espíritu Santo le había revelado a Simeón que “no vería la muerte antes que viese al Ungido del Señor” (Lucas 2:26).

De manera similar, mientras Jesús yacía en la tumba, los discípulos no estaban llenos de esperanza. Estaban abatidos y consternados. Su mundo se había hecho añicos y no estaban seguros de cómo proceder. Pero cuando Jesús resucitó, sus ojos estaban abiertos y entendieron Su victoria sobre las tinieblas y la muerte. Una vez que fueron llenos del Espíritu Santo, fueron inspirados a vidas de servicio dedicado — llenos de expectativas, incluso entonces, de que Jesús regresaría. Nuestra próxima celebración del Día de la Resurrección nos recuerda esa victoria y señala la promesa de nuestra propia resurrección en el Rapto de la Iglesia.

Vivimos en otra era cuando la oscuridad ha descendido sobre la tierra. La opresión está aumentando y la esperanza está disminuyendo. Pero los cristianos no están sujetos a la oscuridad ni consignados a la desesperanza. Ya conocemos a la Bienaventurada Esperanza; ya tenemos la Luz de la vida (Juan 8:12). Pablo es tan audaz como para decir: “Vosotros, hermanos, no estáis en tinieblas, para que el día [del Señor] os sorprenda como ladrón; porque todos vosotros sois hijos de luz e hijos del día” (1 Tesalonicenses 5:4-5a). Su mensaje claro es que debemos discernir las señales de los tiempos que apuntan al pronto regreso de Jesús.

En la tercera y última parte, exploraremos por qué Dios ha proporcionado señales que debemos vigilar, que apuntan a Segunda Venida de Jesús.

Lea la parte 1 aquí

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The Time is Near

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Recurso recomendado:

lunes, 28 de marzo de 2022

El Tiempo Está Cerca (Parte 1 de 3)

Por Tim Moore

Las tormentas y los cataclismos naturales se están multiplicando. Los rumores de guerra están aumentando — en Europa, en el Medio Oriente y el Lejano Oriente. El cristianismo está decayendo en Occidente, y expandiéndose en naciones anteriormente hostiles. Israel está cada vez más amenazado y aislado.

Para cualquiera que tenga ojos para ver y oídos para oír, las señales de los tiempos están clamando que el fin está cerca. La cacofonía crece día a día.

Sería fácil preocuparse por las señales mismas. Algunos observan las tendencias políticas y quieren responder políticamente. Otros perciben las amenazas inherentes en las tecnologías emergentes y quieren desconectarse del mundo. Si bien el Señor motiva a diferentes personas a servir en diferentes capacidades (aplicando sus dones para ser sal y luz en diferentes esferas), baste decir que un enfoque equilibrado probablemente sea sabio. Incluso cuando discernimos el significado de las señales, la pregunta sigue siendo: ¿Estoy consumiendo las noticias o las noticias me están consumiendo a mí?

La Urgencia de Nuestro Mensaje Central

La misión principal del Ministerio Cordero y León es proclamar el pronto regreso de Jesucristo. Ése ha sido nuestro propósito rector durante 42 años. En todo caso, la importancia oportuna de nuestro mensaje central sólo se ha vuelto más urgente.

Creemos que Jesús está a las puertas del cielo, esperando que su Padre diga: “Ve y trae a Tu Novia”. Cuando eso suceda, sonará una trompeta y Él irrumpirá para reunir a Sus escogidos de los cuatro ángulos de la tierra. En un abrir y cerrar de ojos, seremos arrebatados para encontrarnos con Él en el aire. Nuestros cuerpos mortales se transformarán instantáneamente en cuerpos glorificados e imperecederos, tal como lo tenía Jesús después de Su resurrección. Y volveremos al cielo con nuestro Novio para disfrutar de las bodas del Cordero.

Una cosa es aceptar intelectualmente la verdad de esas promesas. Pero otra cosa es que la anticipación de su cumplimiento desborde nuestro corazón, mente y espíritu.

Un Linaje de Expectativa Fiel

Las señales en sí mismas son importantes, pero sólo en la medida en que nos advierten de lo que está por venir. Por lo tanto, no queremos fijarnos en las señales en sí mismas en lugar de centrarnos en el evento — o la Persona — a la que apuntan. Alternativamente, podemos quedar tan atrapados en la rutina de la vida diaria, que ni siquiera reconocemos las señales que se multiplican.

Creo que vale la pena mirar hacia atrás en el tiempo para comprender cómo las generaciones anteriores de cristianos percibieron las señales que apuntaban al regreso de Jesús. Sabemos que hace casi 2,000 años, los escritores del Nuevo Testamento compartían la expectativa de que Jesús podría regresar muy pronto. Su anticipación no los distrajo de la comisión de predicar el Evangelio, o de extenderlo a tribus y naciones alejadas de Israel. De hecho, su urgente esperanza en realidad sirvió para motivar su dedicado servicio. Por eso Pablo viajó por Asia Menor y deseaba ir a Roma. Es por eso que el incrédulo Tomás se dirigió hacia el Este, a la India, para proclamar allí las Buenas Nuevas.

Los seguidores de Cristo, que obtuvieron y leyeron las Escrituras por sí mismos a lo largo de la Edad Oscura (cuando la propiedad privada de la Biblia estaba prohibida y la traducción se consideraba un delito capital), se dieron cuenta de que la promesa del regreso de Jesús está intrínsecamente vinculada al mensaje del Evangelio. Cualquiera que crea en el testimonio consistente de la Biblia —“leer y prestar atención” a las palabras de Apocalipsis— entiende que Él viene pronto.

En los últimos años, comencé a coleccionar libros y tratados de principios del siglo pasado. Hace poco más de 100 años, los cristianos fieles estaban entusiasmados con lo que sabían que sucedería relativamente pronto en la historia humana. Antes de la Primera y Segunda Guerra Mundial, los autores cristianos intuían que las señales proféticas se estaban multiplicando.

A principios del siglo pasado, muchos escritores cristianos testificaron de una anticipación cada vez mayor del cumplimiento de las antiguas promesas de Dios. Varios expresaron la creencia de que Dios de alguna manera motivaría al pueblo judío a regresar a su antigua patria. Aunque los judíos estaban dispersos por todo el mundo e integrados en lugares como Francia, Alemania, Polonia y Rusia, previeron un momento en que la diáspora judía clamaría por volver a casa — porque eso es lo que predijo Ezequiel. Su fe no se vio empañada por la inverosimilitud de resucitar un Estado judío en medio de un mundo musulmán hostil — o la posesión de Tierra Santa por parte de un califato basado en Turquía. Simplemente aceptaron la Palabra del Señor y buscaron el cumplimiento final de todas sus promesas.

En su folleto, The Coming Dictator and Is Jesus Coming Back? (El Dictador que ha de Venir y ¿Volverá Jesús?, publicado en 1934), William Edward Biederwolf describió la venida del anticristo y su anticipación del pronto regreso de Jesús. Citó a Henry Alford, renombrado erudito griego de la Universidad de Cambridge y decano de Canterbury, quien escribió: “La mayoría, tanto en número como en aprendizaje e investigación, adopta el advenimiento premilenial, siguiendo, según me parece, el sentido claro e innegable del texto sagrado de la Biblia misma”.

William E. Biederwolf

Russell I. Humberd fue otro escritor prolífico que percibió que estaba viviendo en la cúspide de los eventos proféticos anticipados por mucho tiempo por los cristianos fieles. Su folleto de 1934, God’s Man and Satan’s Man in Final Conflict (El Hombre de Dios y el Hombre de Satanás en el Conflicto Final), contiene esta palabra de testimonio: “Si estamos viviendo en los tiempos postreros (y estoy convencido de que así es), entonces pronto podemos esperar que los judíos regresen a [la Tierra Prometida] y moren seguros todos ellos”.

Russell I. Humberd

Humberd continuó ofreciendo otra perspectiva: “Los reyes pueden discutir, escribir cartas y enviar notas, pero lo último que hacen, antes de la batalla, es llamar a sus embajadores. Durante muchos siglos, Dios ha tenido Sus embajadores en la Tierra, llamando a los hombres a “Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20). Pero justo antes de que la contienda salga a la luz, Dios llamará a sus embajadores a casa”.

¡Qué maravillosa ilustración! Ciertamente estamos llamados a servir como embajadores — los que todavía se llaman ministros en la jerga diplomática — aquí en el mundo. Pero nuestro Rey que pronto regresará vendrá a llevarnos a casa antes de que Su ira se derrame sobre la tierra. Hasta entonces, debemos ocuparnos de Sus asuntos día tras día.

Los últimos años demuestran que la amenaza de un próximo dictador, que Bidderwolf previó en 1934, se avecina nuevamente. Sin seguir el rastro del conejo de los protocolos Covid y el control gubernamental severo, la realidad innegable es que muchos cambiarían sus libertades por la seguridad percibida que ofrece una autoridad central. Ya sea político, científico o médico, hemos aprendido que la benevolencia en autoridades tan exaltadas es rara y efímera, incluso cuando se puede encontrar.

No hay nada nuevo bajo el sol.

En la segunda parte, exploraremos qué ha cambiado.

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The Time is Near

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Recurso recomendado:

sábado, 26 de marzo de 2022

Libro: El Suicidio de los EE.UU. – Capítulo 4 (Parte 3 de 3)

 El Tipo Bíblico de los Estados Unidos

Por Dr. David R. Reagan

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Juicios Correctivos

A lo largo de la historia de Judá, mientras los profetas advertían, Dios respaldaba sus advertencias con juicios correctivos. La nación sufrió calamidades como invasiones de langostas (el libro de Joel), fuertes terremotos (Amós 1:1) y plagas (Ezequiel 5:11–12).

Además, hubo derrotas en batallas (2 Crónicas 35:20–24), y la nación a menudo existió como un estado vasallo, al que se le exigía pagar un fuerte tributo a la potencia extranjera controladora (2 Crónicas 28:16–21).

Otro tipo de juicio correctivo que Dios usó con frecuencia fue darle a la nación el tipo de líderes que se merecía. Isaías mencionó esto cuando advirtió al pueblo de Judá que, si se negaban a arrepentirse, Dios les pondría “jóvenes por príncipes, y muchachos serán sus señores, y el pueblo será oprimido” (Isaías 3:4).

La historia de Judá refleja claramente este juicio en acción, que culminó cuando Dios proporcionó al peor rey en la historia de la nación — Manasés — quien gobernó durante 55 años (2 Crónicas 33:1–20). Del mismo modo, como nuestra nación ha entregado su corazón al materialismo y se ha olvidado de Dios, hemos estado plagados de líderes débiles o francamente malvados durante los últimos 30 años.

Como mencioné anteriormente, George H. W. Bush llegó al poder entusiasmado con “El Nuevo Orden Mundial”, e inmediatamente apuñaló a Israel por la espalda, al obligarlos a aceptar la política de apaciguamiento suicida de intercambiar tierra por paz.

El presidente Clinton continuó imponiendo la política de apaciguamiento a Israel, mientras que en el país comenzó a alentar el Movimiento de la Perversión Sexual.

George W. Bush siguió presionando a Israel, obligándolo a retirarse de Gaza. Y aunque puso freno al Movimiento de la Perversión Sexual, permitió que su Congreso Republicano se alimentara del comedero del dinero, negándose a vetar sus medidas de gasto fuera de control y permitiendo que la deuda nacional aumentara exponencialmente.

Luego vino lo que yo llamo el “Manasés de Estados Unidos”: Barack Obama. Un cristiano cultural, un musulmán encubierto y un antisemita virulento que trató a Israel como basura y los traicionó con su infame Acuerdo con Irán. Además, promovió el aborto y dio todo su apoyo a la perversión sexual, cuando celebró la decisión del Tribunal Supremo sobre el matrimonio entre personas del mismo sexo iluminando la Casa Blanca con los colores del Movimiento de la Perversión Sexual.

El Señor, en Su gracia y misericordia, nos dio una segunda “ventana de gracia” (la primera fue Ronald Reagan) con la milagrosa elección de Donald Trump. Podemos regocijarnos por:

  • Su actitud positiva hacia Israel.
  • Su fuerte postura contra el aborto.
  • Sus nombramientos de jueces conservadores a nuestras cortes.
  • Su paquete de estímulo pro-empresarial.
  • Su apoyo a la 2da Enmienda.
  • Su aplicación de las leyes de inmigración.
  • Su negativa a promover el Movimiento de la Perversión Sexual.

Pero Donald Trump no “hizo que Estados Unidos volviera a ser grande” (MAGA, por sus siglas en inglés), ni podrá hacerlo en el futuro. Sólo Dios puede hacer eso, y puede estar seguro de que Él no permitirá que eso suceda mientras agitamos nuestro puño colectivo hacia Él.

La Variedad de Juicios Correctivos

Los juicios correctivos que Dios usó contra Judá fueron de naturaleza muy variada. El rey Salomón presentó una lista de ellos cuando dedicó el Templo, advirtiendo al pueblo que sufrirían los juicios si no eran fieles a la Palabra de Dios (1 Reyes 8:33–45; 2 Crónicas 6:24–33). Las listas más definitivas se encuentran en las advertencias que Moisés dio a los hijos de Israel antes de que entraran en la Tierra Prometida. Se pueden encontrar en Levítico 26:14–39 y Deuteronomio 28:15–37.

En la lista de Deuteronomio, Moisés identificó diez juicios específicos. Además de los ya mencionados, mencionó ciudades en caos (versículo 16), políticas gubernamentales confusas (versículo 20), problemas con la juventud (versículos 18, 32 y 41) y una epidemia de divorcio (versículo 30).

Judá sufrió todas estas aflicciones, pero al igual que Estados Unidos hoy, los judíos se negaron a creer que tuvieran algún significado sobrenatural. Somos aún peores, porque somos víctimas del Racionalismo Científico Occidental, que niega lo sobrenatural. Así, si una voz profética hoy día afirma que Dios nos habla a través de calamidades naturales como granizadas, tornados, incendios forestales o terremotos, consideramos que esa persona es ingenua o trastornada.4

Pero Dios no ha cambiado (Malaquías 3:6 y Hebreos 13:8). Todavía habla a través de juicios correctivos y, como he señalado anteriormente (páginas __), Él ha estado llamando a los estadounidenses al arrepentimiento a través de ellos.

La paciencia de Dios con Judá finalmente se acabó. Tomó mucho tiempo porque Él es “misericordioso y clemente, lento para la ira y grande en misericordia y verdad” (Salmo 86:15). Dios no quiere que ninguno perezca, sino “que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Por fin, después de muchos años de advertencias, Dios afligió a los judíos con el mayor juicio correctivo contenido en todas las advertencias de Moisés: el exilio (Deuteronomio 28:36–57). Dios usó a los caldeos como su martillo de ira. Conquistaron Jerusalén, destruyeron el Templo, masacraron al pueblo y tomaron en cautiverio a la crema y nata de la sociedad, llevándolos a Babilonia.

Pero, incluso después de que Dios misericordiosamente permitió que los judíos regresaran a su tierra natal 70 años después, todavía no habían aprendido a ponerlo a Él primero en sus vidas. Pusieron los cimientos de un nuevo Templo y luego perdieron interés en el proyecto, centrándose en cambio en la construcción de sus casas personales.

Fue entonces cuando Dios una vez más levantó una voz profética y enfatizó su mensaje con juicios correctivos. El profeta fue Hageo, quien los desafió a alinear sus prioridades y poner la construcción de la casa de Dios en primer lugar. El profeta exclamó (Hageo 1:5–6):

Meditad bien sobre vuestros caminos. Sembráis mucho, y recogéis poco; coméis, y no os saciáis; bebéis, y no quedáis satisfechos; os vestís, y no os calentáis; y el que trabaja a jornal recibe su jornal en saco roto.

Sorprendentemente, por una vez la gente respondió positivamente al mensaje de Hageo y los juicios, y se pusieron a trabajar en la reconstrucción del Templo. Sin embargo, su obediencia no duró mucho, como se indica en el libro de Malaquías. Durante los siguientes 400 años, se alejaron más y más de Dios, lo que los llevó a rechazar a Su Mesías. En ese momento, Dios una vez más implementó su mayor juicio correctivo, al velar de su exilio mundial que ha durado casi 2,000 años.

Esta increíble paciencia de nuestro Creador frente a la creciente maldad es lo que llevó a la esposa de Billy Graham, Ruth, a decir: “¡Si Dios no trae juicio pronto sobre Estados Unidos, tendrá que regresar y disculparse con Sodoma y Gomorra!”.5

La paciencia del Señor se resume bellamente en 2 Crónicas 36:15–16, donde se nos dice que, debido a que Dios tuvo compasión del pueblo de Judá y Su Templo, advirtió al pueblo una y otra vez a través de voces proféticas y juicios correctivos. Pero el pueblo “se burló de sus mensajeros, menospreció sus palabras y se burló de Sus profetas hasta que subió la ira de Jehová contra su pueblo, y no hubo ya remedio”.

Una Pregunta Crucial

Esto nos lleva a una pregunta muy importante: ¿Por qué los Estados Unidos deberían ser tratados de manera diferente? La respuesta, por supuesto, es que Dios no nos trata de manera diferente. Ha levantado voces proféticas para llamarnos al arrepentimiento y ha enviado juicios correctivos.

Nuestra respuesta ha sido doble: incredulidad y patriotismo, cuando la respuesta necesaria es el arrepentimiento.

Con respecto a la incredulidad, simplemente no podemos creer que Dios alguna vez destruirá a nuestra nación. Seguimos recordándole a Dios que “somos una nación cristiana”, cuando eso ya no es cierto. Necesitamos enfrentar el hecho brutal de que si Dios destruiría la ciudad de Jerusalén, a la que Jeremías se refirió como “el trono de Dios” (Jeremías 3:17), y si Él también destruiría el Templo judío donde Su Gloria Shejiná habitaba, Él no dudará en destruir nuestra nación si rehusamos arrepentirnos de nuestra rebelión contra Él y Su Palabra.

En cuanto al patriotismo, ésta ha sido nuestra mayor respuesta a las calamidades que Dios nos ha impuesto para llamarnos al arrepentimiento. Por ejemplo, después de los horribles ataques del 11 de septiembre, mi esposa notó una explosión de calcomanías que decían: “¡Dios bendiga a Estados Unidos!”. Un día se volvió hacia mí y me dijo: “Esas calcomanías están erradas, porque Dios ya ha bendecido a Estados Unidos”.

Entonces, diseñó lo que consideró una pegatina más apropiada:

¡Qué Estados Unidos Bendiga a Dios!”.

Los ataques del 11 de septiembre fueron una llamada de atención para nuestra nación. Pero, en lugar de despertar a la necesidad del arrepentimiento, reaccionamos como un hombre adormecido que presiona el botón de repetición de su despertador, se da la vuelta y se vuelve a dormir.

Una Realidad Aleccionadora

A pesar de la insondable paciencia de Dios, llega un momento en que Él debe lidiar con el pecado, porque, como lo expresó el profeta Nahum: “Jehová es tardo para la ira y grande en poder, y no tendrá por inocente al culpable” (Nahum 1:3).

Eso, mis amigos, es exactamente dónde estamos hoy en Estados Unidos. Nuestra nación sigue avanzando hacia Gomorra, lo que nos lleva de vuelta a nuestra pregunta central: “¿Hay alguna esperanza para Estados Unidos?”.

Este libro se publicó en 1996. Robert Bork fue profesor de la Facultad de Derecho de Yale, y se desempeñó como Procurador General de los Estados Unidos de 1973 a 1977. Más tarde, se desempeñó como juez en la Corte de Apelaciones de los Estados Unidos para el Circuito de DC de 1982 a 1988. En 1987, el Presidente Reagan lo nominó a la Corte Suprema, pero su nominación no fue confirmada.

Lea la parte 1 aquí

Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

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