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martes, 23 de noviembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 9 (parte 1 de 2)

Defender la Justicia

Por Dr. David R. Reagan

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Isaías profetizó que llegaría el día en que la gente llamaría “a lo malo bueno, y a lo bueno malo” (Isaías 5:20). Ese día ha llegado.

Como prueba, simplemente encienda cualquiera de los programas de entrevistas de televisión que han sido denominado más apropiadamente como “Basura TV”. Me refiero a programas como los presentados por Jerry Springer, Geraldo Rivera, Montel Williams y Jenny Jones. En estos programas, verá un desfile de pervertidos morales, como “madres que se acuestan con los novios de su hija”. Y si alguien en la audiencia tiene la audacia de ponerse de pie y decir: “Creo que lo que estás haciendo está mal”, la audiencia se volverá contra esa persona furiosa, denunciándola como un “fanático intolerante”.

El Llamado a la Virtud

A través de las Escrituras se amonesta a los cristianos a ser virtuosos. Pedro escribe: “poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor” (2 Pedro 1:5–7). Pablo cita una lista similar de virtudes en Gálatas 5:22–23 y se refiere a ellas como el “fruto del Espíritu”.

No hace falta decir que se supone que las virtudes son rasgos de carácter que son buenos. El diccionario define una virtud como “una característica de la excelencia moral o bondad”. Pero la virtud número uno que se promociona en Estados Unidos hoy en día es cualquier cosa menos buena. Amenaza con destruir tanto a Estados Unidos como a la Iglesia.

Un Cambio de Valores

Nuestra virtud nacional número uno solía ser la justicia. Ésa es la virtud que Martin Luther King, Jr. usó para condenar nuestras conciencias, y llamarnos al arrepentimiento por la injusticia racial.

Pero la justicia ya no es la virtud principal en Estados Unidos. Si quiere saber cuál es esa virtud, pregúnteles a sus hijos, porque a diario se les está metiendo en la cabeza en las aulas de las escuelas públicas.

¿Qué es? ¡Es la tolerancia!

Suena tan bien. Suena tan inspirador, de naturaleza tan positiva. Su respuesta más probable a sus hijos será decir: “¡Oh, eso es maravilloso! Presta mucha atención a tu maestro”. Pero antes de hacer eso, déjeme advertirle. El concepto de tolerancia que se enseña a nuestros hijos hoy en día no es nada maravilloso. Es francamente peligroso.

La Nueva Tolerancia

¿Cómo puede ser tan terrible algo que parece tan bueno? Después de todo, ¿no es la tolerancia una virtud necesaria para prevenir los prejuicios, la intolerancia y el odio? El problema tiene sus raíces en el hecho de que el concepto tradicional de tolerancia — el tipo con el que crecieron los adultos en Estados Unidos — se ha redefinido en una perversión moral.

La tolerancia con la que crecimos era del tipo que fomentaba el respeto por los diferentes puntos de vista, religiones y estilos de vida. Era la idea de tratar con dignidad y respeto a quienes pudieran estar en desacuerdo con nosotros en conceptos fundamentales de la vida.

Este concepto tradicional de tolerancia es una de las piedras angulares de la democracia estadounidense. Produjo la actitud de libertad de diversidad — una libertad que ha hecho posible que católicos, protestantes y judíos vivan juntos en paz.

Pero este concepto tradicional de tolerancia ha sido reemplazado por la “Nueva Tolerancia”, que se les está enseñando a nuestros niños hoy. La “Nueva Tolerancia” exige no sólo respeto, sino también respaldo y alabanza. Por lo tanto, ya no me basta simplemente con tolerar el estilo de vida homosexual. Para ser verdaderamente tolerante, también debo respaldarlo y alabarlo. Si me niego a hacerlo, ¡soy un fanático!

Una “Virtud” Retorcida

La nueva forma de tolerancia no es ninguna virtud en absoluto, porque se basa en una mentira. La mentira que le sirve de fundamento es la creencia de que todos los valores, creencias y estilos de vida son igualmente válidos.

Por lo tanto, la democracia no se considera mejor que una dictadura. El capitalismo no se considera mejor que el socialismo. Se considera que el cristianismo no es mejor que el hinduismo.

Para resumirlo en la jerga moderna: “Cada loco con su teman”, dejando de lado todo juicio.

Pero hay una ironía en esta “Nueva Tolerancia”. ¡La ironía es que todo se tolera menos la intolerancia!

La Raíz del Problema

Esta “Nueva Tolerancia” es producto del rechazo de Dios por parte de la sociedad moderna. Verá, si no hay Dios, entonces no hay estándares objetivos. La opinión de cada persona es tan buena y válida como la de cualquier otra persona. Nadie tiene derecho a juzgar o condenar a nadie más — a menos que, por supuesto, ¡la persona muestre alguna forma de intolerancia!

Ésa es la razón por la que la sociedad moderna odia tanto los Diez Mandamientos. La prensa los ridiculiza constantemente. Ted Turner, el magnate de los medios de comunicación, los ha reescrito, convirtiéndolos en tópicos humanistas que él llama “Las Diez Sugerencias”.1.

En los colegios y universidades de todo Estados Unidos, lo peor que le puede pasar a un estudiante es ser acusado de intolerancia. La mera acusación a menudo dará como resultado que la persona acusada deba tomar un curso de capacitación en sensibilidad, ¡y este curso debe terminarse antes de que se pueda tomar cualquier otro curso de crédito! ¿Y qué pasa en el curso? La persona es bombardeada con propaganda en un intento de lavarle el cerebro para que crea que todos los estilos de vida tienen el mismo mérito.

Las Consecuencias Morales

La “Nueva Tolerancia” ha creado un vacío moral que, a su vez, ha producido unas consecuencias muy extrañas.

Un buen ejemplo de lo que estoy hablando se puede encontrar en el incidente del “Chico Desnudo”, que ocurrió en el campus de la UCLA en 1992. Probablemente recuerde haber visto informes sobre ello en la televisión.

Un estudiante decidió que comenzaría a asistir a clases desnudo. Durante días fue de clase en clase completamente desnudo, y nadie estaba dispuesto a ponerse de pie y decir: “Lo que estás haciendo está mal. Es inmoral. ¡Vuelve a ponerte la ropa!”. Después de todo, hacer tal declaración habría sido intolerante.

Pero cuando el incidente atrajo la atención nacional a través de los medios de comunicación, la administración decidió que había que hacer algo. Entonces, el tipo finalmente fue disciplinado por la acusación políticamente correcta de “acoso sexual”.

Una vez más, cuando se quita a Dios del cuadro, las normas objetivas se derrumban y toda la verdad se vuelve relativa.

Esto se ilustró vívidamente en un artículo de The Journal of Higher Education. Dos profesores universitarios informaron, independientemente el uno del otro, que habían descubierto que sus estudiantes no estaban dispuestos a emitir juicios morales, incluso con respecto a las cosas más obscenas. Uno informó que sus estudiantes no estaban dispuestos a condenar el Holocausto; ¡el otro informó que sus estudiantes no se atrevían a condenar la práctica azteca del sacrificio humano!2

La Nueva Atmósfera Académica

Josh McDowell ha pasado treinta años proclamando a Cristo en las facultades y campus universitarios en todo Estados Unidos, y en todo el mundo. Recientemente, comentó sobre el impacto de la “Nueva Tolerancia”, al observar que los estudiantes ahora responden a su mensaje de una manera completamente diferente.

En el pasado, cuando él presentaba la afirmación de que Jesús es la única esperanza para el mundo, la respuesta de los estudiantes era: “¡Pruébalo!”. Hoy la respuesta es: “¡No tienes derecho a decir eso! ¡Eres un fanático!”.

Josh resumió la nueva atmósfera en los campus diciendo: “La afirmación de un imbécil de que Ronald McDonald es la única esperanza para la humanidad se vuelve igualmente válida con mi afirmación de que no hay esperanza aparte de Jesús. No tengo derecho a juzgar o condenar su afirmación, ni tengo derecho a señalar que es un idiota”.3

Solía enseñar gobierno comparado y filosofía política comparada a nivel universitario. En ambos cursos, el propósito era evaluar las afirmaciones de verdad en competencia. Consideraríamos preguntas como éstas: ¿Es la democracia más válida que la oligarquía? ¿Es el comunismo más válido que el capitalismo? ¿Es el existencialismo más válido que el racionalismo?

¡Hoy en día, tal enfoque se consideraría intolerancia acérrima! El propósito de los estudios comparativos en la actualidad es “comprender, apreciar y aceptar sistemas competidores”.

Por lo tanto, un curso de religión comparada ya no evaluaría las afirmaciones de verdad de las religiones en competencia. En cambio, se esforzaría por mostrarle que el hinduismo es una religión tan válida como el cristianismo, o cualquier otra religión en el mundo.

La Plaga del Multiculturalismo

Esto explica el peligro de la moda actual del multiculturalismo — la palabra más popular en la educación estadounidense.

De nuevo, suena muy bien. Pero tiene dos serios problemas. Primero, es un intento apenas velado de prescindir de las enseñanzas de la civilización occidental. Los defensores de la “Nueva Tolerancia” detestan el estudio de la civilización occidental, porque enfatiza la influencia civilizadora del cristianismo, una religión que desprecian porque es considerada “intolerante”.

El segundo problema del multiculturalismo es que enseña que una cultura es tan buena como otra, ¡y eso es mentira! La cultura azteca, que enfatizaba los sacrificios humanos, no era tan buena como una cultura cristiana que enfatiza la santidad de la vida. La cultura india, que se basa en una gran idolatría en la forma de adorar todos los aspectos de la creación, no es tan buena como una cultura cristiana que se centra en la adoración del único Dios verdadero.

Considere por un momento los diferentes resultados de la cultura de la India, que se basa en el hinduismo, y la cultura de América, que se ha basado en los principios judeocristianos.

En India, cientos de millones de personas mueren de hambre como resultado de su creencia de que todos los animales vivos son seres humanos reencarnados. Debido a esta creencia, no matarán a los animales para comer. La gente muere de hambre, mientras animales de todo tipo deambulan por las calles. Por el contrario, los principios judeocristianos, sobre los que se fundó Estados Unidos, han producido la sociedad más abundante que el mundo haya conocido.

Estas diferencias en India y Estados Unidos son obvias, pero no se pueden emitir juicios de acuerdo con las reglas de la “Nueva Tolerancia”. Eso es porque la “Nueva Tolerancia” requiere el abandono de las convicciones. Exige indiferencia ante el mal. Ésa es la razón por la que la prensa condenó tan rotundamente al presidente Reagan cuando tuvo la audacia de caracterizar a la Unión Soviética como “el Imperio del Mal”.

Implicaciones para el Cristianismo

El cristianismo se ha visto muy afectado por la “Nueva Tolerancia”. Consideremos algunas de las formas. Por un lado, la “Nueva Tolerancia” ha sido adoptada por muchas denominaciones cristianas principales, y esto ha resultado en la dilución de su posición contra los pecados de la sociedad.

Juan 3:16 ha sido reemplazado como el versículo central en estas iglesias con Mateo 7:1, que dice: “No juzguéis, para que no seáis juzgados”. El resultado es que hoy en día hay decenas de miles de púlpitos silenciosos en Estados Unidos, porque los pastores no están dispuestos a denunciar los juegos de azar, el aborto, la homosexualidad, la eutanasia, la pornografía o cualquier otro mal social.

Alguien necesita señalar a estos predicadores que Mateo 7:1 se aplica a los motivos, no a las palabras y acciones. Sólo Dios conoce los motivos, pero ciertamente podemos juzgar las palabras y acciones contra las normas de la Palabra de Dios. De hecho, estamos obligados a hacerlo. La Biblia les dice a los cristianos que prueben todas las cosas, incluidos nosotros mismos (2 Corintios 13: 5; 1 Juan 4:1). Jesús mismo nos ordenó “juzgar con justo juicio” (Juan 7:24).

El Impacto en las Iglesias Liberales

Otra forma en que la “Nueva Tolerancia” ha impactado al cristianismo se encuentra entre las principales denominaciones liberales. Me refiero a su creciente actitud de aceptación de las religiones paganas como avenidas legítimas hacia Dios y la salvación. Como he señalado anteriormente, esta actitud domina tanto en el Consejo Nacional como en el Consejo Mundial de Iglesias.

La actitud generalmente se expresa de la siguiente manera: “Hay muchos caminos hacia Dios porque Él se ha revelado de muchas maneras diferentes”. Debido a esta apostasía, muchos líderes cristianos ahora están asumiendo la posición de que está mal enviar misioneros, porque violan las sensibilidades culturales de los pueblos extranjeros, y porque comunican la idea de que hay algo superior acerca del mensaje cristiano.

Todo lo cual convierte a Jesús en un mentiroso, quien dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). También hace que el apóstol Pedro sea un mentiroso, quien proclamó en Hechos 4:12 que:  “en ningún otro hay salvación [sino en Jesús]; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos”.

El Impacto en la Sociedad

Un tercer impacto en el cristianismo de la “Nueva Tolerancia”, es el hecho de que está poniendo a la sociedad en contra del cristianismo evangélico. De hecho, lo diría aún más fuerte que eso. Yo diría que está alimentando el odio y la persecución de los evangélicos.

La razón, por supuesto, es simple. Los evangélicos se basan en la Palabra de Dios como su autoridad para todas las cosas, y debido a que lo hacen, se sienten obligados a hablar con indignación moral contra los pecados de la sociedad.

La sociedad responde gritando “¡intolerantes!”. Los evangélicos son descartados y denunciados públicamente como “golpeadores de la Biblia”, “fanáticos ultraconservadores” y “mojigatos moralistas”.

Considere, por ejemplo, la respuesta de la prensa y el público en general a la decisión de 1997 de los Bautistas del Sur de boicotear a la Corporación Disney. Los bautistas fueron castigados con el lenguaje más severo posible por adoptar las siguientes resoluciones:4

1) Que debería existir el derecho a exhibir los Diez Mandamientos en todas las oficinas gubernamentales, juzgados y escuelas.

2) Que los publicadores de la Biblia deben abstenerse de adaptar sus traducciones a las presiones culturales contemporáneas.

3) Que los cristianos deberían boicotear a la compañía Walt Disney, por su flagrante promoción de la homosexualidad, el adulterio, la infidelidad y la violencia.

4) Que el gobierno de Estados Unidos debe tomar sanciones contra gobiernos extranjeros que promuevan la persecución religiosa.

¿Qué tienen de terrible estas resoluciones? ¿Por qué resultaron en una tormenta de críticas? La respuesta es simple. Las resoluciones emiten juicios morales.

Un Doble Rasero

¿Ve un doble rasero aquí? Piénselo: está bien criticar a los cristianos, pero es moralmente incorrecto criticar a los homosexuales. Está bien poner un crucifijo en un frasco de orina y llamarlo arte, pero sería totalmente inaceptable poner un alfiler de arco iris en el mismo frasco (porque simboliza el movimiento homosexual). Está bien boicotear a una corporación estadounidense que contamina la atmósfera o explota a los trabajadores extranjeros, pero es totalmente inaceptable boicotear a una corporación que promueve la crasa inmoralidad.

Obviamente, vivimos en una época en la que los cristianos deben defender la justicia. También es un momento en el que a los cristianos les resulta cada vez más difícil hacerlo, debido a la condena que enfrentarán.

A veces, las consecuencias son peores que la condena. Pueden significar el final de una carrera. Estoy pensando en un incidente que leí hace algunos años sobre un alguacil adjunto en Nevada.5 Le ordenaron ir a una clínica de abortos, junto con otros oficiales, y le dijeron que disolviera una protesta contra el aborto. Cuando llegó, su corazón se sintió conmovido por la escena que tenía ante él. Vio a compañeros cristianos cantando himnos mientras estaban sentados frente a la entrada de la clínica. Otros caminaban leyendo las Escrituras en voz alta. Algunos mostraban carteles con fotos espantosas de bebés abortados.

Mientras el oficial inspeccionaba la escena, decidió que estaba en el lado equivocado. Se quitó la pistola y la placa, las dejó en el suelo y luego se sentó con los manifestantes. Fue arrestado junto con ellos y perdió su trabajo. Pero había sido fiel a sí mismo y a su Señor.

Más cristianos profesantes deberían (y deben) seguir el ejemplo de este hombre, dispuestos a arriesgar su reputación y sus trabajos a favor de la justicia. Hacerlo es una responsabilidad cristiana que no se enfatiza mucho en la predicación moderna.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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jueves, 28 de octubre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 4 (parte 2 de 2)

Creer en el Poder de Dios

Por Dr. David R. Reagan

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Un Escape Milagroso de la Cárcel

Pablo y Silas están en una cárcel de Filipos. Están orando y cantando himnos a Dios cuando, de repente, ocurre un terremoto. Para su asombro, la puerta de su celda se abre y salen (Hechos 16:19–34) Son liberados por un milagro de Dios. Pero, ¿qué ley de la naturaleza fue violada? La respuesta es ninguna.

No hay nada de milagroso en los terremotos en Israel. Ocurren todo el tiempo. Lo milagroso de éste fue su momento oportuno. Simplemente “sucedió” que ocurrió en el momento en que Pablo y Silas estaban orando por liberación. Y simplemente “resultó” estar enfocado en su área de modo que “los cimientos de la prisión se sacudían” (Hechos 16:26).

Un Embarazo Milagroso

Ana, una mujer judía afligida por un vientre estéril, va al templo y ora fervientemente para que el Señor bendiga su vientre y le permita tener un hijo. El Señor escucha su oración y la responde, permitiéndole concebir (1 Samuel 1:9–20). Cuando nace el niño, Ana regresa al templo y le da a Dios toda la gloria. También dedica su hijo a Dios. El niño crece hasta convertirse en el gran profeta Samuel (1 Samuel 2:1–10).

Ahora bien, ¿qué aspecto de esta historia viola una ley de la naturaleza? Ana tenía un esposo y tuvo relaciones sexuales con él después de su oración (1 Samuel 1:19). Cada aspecto de esta historia parece ser perfectamente natural. Sin embargo, la Biblia lo trata como un milagro de Dios, y Ana también lo vio como tal. ¿Por qué?

Una vez más, fue un milagro del momento oportuno. Tenía un útero estéril. Parecía no haber esperanza. Pero ella oró, y Dios escuchó y respondió. Tocó su útero y le permitió concebir de forma natural.

Supongamos que tuvimos un incidente con Ana en una típica iglesia moderna. Digamos que hay una mujer que ha ido a un médico tras otro en busca de una cura para su útero estéril. Finalmente, en un último acto de desesperación, se demora una noche después de la iglesia, y cuando el santuario está casi vacío, va al frente, se arrodilla y derrama su corazón ante Dios, suplicándole que tenga misericordia de ella. Un mes después está embarazada. Ella se apresura a ir a la iglesia llena de alegría y acción de gracias y comienza a compartir su milagro con todos. ¿Qué cree que pasaría?

En muchas iglesias, habría una reunión de emergencia de la junta gobernante. La mujer sería llamada y castigada por perturbar la paz de la congregación. Ella protestaría, tratando de explicar que había orado por un milagro y que Dios le habría dado uno. Los miembros de la junta directiva le explicarían entonces que cuando oraba tenía una “experiencia psicológica”, que posteriormente le permitía relajarse durante las relaciones sexuales y así concebir. En otras palabras, los líderes de la iglesia tratarían de desestimar un milagro de Dios.

Ceguera a los Milagros

El hecho es que la mayoría de la gente está ciega a los milagros de Dios. Constantemente descartan como “coincidencia” o “suerte” las bendiciones especiales que Dios trae a sus vidas. ¡Estoy convencido de que la mayoría de los que profesan ser cristianos son tan insensibles espiritualmente que no reconocerían un milagro si Dios les abofeteara con uno!

Recuerdo la historia del niño que jugaba en el techo de su casa. De repente pierde el equilibrio, se cae y comienza a deslizarse por el techo. Presa del terror, comienza a gritar: “¡Sálvame, Señor, por favor sálvame!”. Justo cuando llega al borde, sus pantalones se enganchan en un clavo y se salva de caer. Él mira hacia arriba, se encoge de hombros y dice: “No importa, Señor”.

Una historia similar se refiere a un hombre en una inundación. Las aguas han subido rápido, y él está colgando de la ventana de su segundo piso, clamando a Dios que lo salve. A lo largo llega una lancha a motor a su rescate. Se niega a entrar. “Creo en los milagros”, explica. “Estoy esperando que Dios me salve”.

El agua sigue subiendo. Lo obligan a subir al techo. Continúa clamando a Dios. Llega un helicóptero y deja caer una escalera de cuerda. Él lo aleja. "Estoy esperando que Dios me salve", grita.

El agua sigue subiendo. Lo obligan a subir al techo. Continúa clamando a Dios. Llega un helicóptero y deja caer una escalera de cuerda. Él lo aleja. “Estoy esperando que Dios me salve”, grita.

El hombre se despierta en un lugar extraño. “¿Dónde estoy?”, pregunta.

“Estás en el cielo”.

“¿El cielo? ¿Qué pasó?”.

“Te ahogaste”.

“¡Ahogado! Pero me acerqué a Dios con fe y creí que Él me libraría. ¿Por qué no respondió?”. 

“Bueno, te envió un bote a motor y un helicóptero. ¿Qué más querías?”.

La cuestión es que a menudo estamos tan ocupados buscando lo espectacular que pasamos por alto lo sobrenatural. Lo sobrenatural no siempre es espectacular.

Supongamos que se encuentra en un aprieto financiero. El alquiler está vencido y le faltan $200. No sabe qué hacer, excepto orar. Entonces, clama al Señor. Más tarde en el día, está limpiando su escritorio cuando descubre una pieza de correo que había sido tapada varias semanas antes y olvidada. Lo abre y, para su asombro, resulta ser una tarjeta de cumpleaños de sus padres con un cheque de $200 adjunto.

¿Suena familiar? Todos tenemos historias como ésa. Si le sucediera, ¿comenzaría a elogiar su suerte o comenzaría a balbucear sobre coincidencias? ¿O inclinaría la cabeza y le daría a Dios toda la alabanza y la gloria? Una “coincidencia” es cuando Dios realiza un milagro y no recibe el crédito por ello.

Una Paradoja sobre el Poder de Dios

Esto me lleva a mi punto central. Tiene que ver con una paradoja sobre el poder de Dios.

Aquí está la paradoja: el poder de Dios es ilimitado, pero usted y yo, tan débiles y tontos como somos, podemos limitar el poder de Dios en nuestras vidas con nuestra incredulidad.

Recuerdo bien la primera vez que me enfrenté a esta verdad fundamental. Estaba almorzando con un hombre piadoso que tenía una profunda relación personal con el Señor. Comenzó a hablarme sobre la sanidad. Me contó cómo había sido curado milagrosamente de un tumor. También me habló de una sanidad milagrosa que había experimentado su esposa. Cuando me habló de la obra de Dios en su vida, no dije nada; pero debo haber tenido incredulidad escrita en mi rostro, porque de repente dijo: “No me crees, ¿verdad?”.

No supe qué responder. No quería llamarlo mentiroso o insinuar que era un tonto. Así que me quedé sentado mirando mi plato.

Pero fue insistente. Nuevamente preguntó: “¿No me crees?”.

Cuando todavía dudaba en responder, me hizo una pregunta diferente: “¿Alguna vez has experimentado una curación milagrosa en tu vida?”.

“No lo creo”, respondí.

“¿Y tu esposa o tus hijos?”.

“No que yo sepa”.

“¿Qué hay de alguien en tu iglesia?”.

“No lo creo”.

“Bueno, déjame preguntarte esto. ¿Crees que Dios podría curarte si quisiera?”.

Pensé por un momento y luego respondí honestamente: “No, no lo creo”.

“Entonces”, respondió mi amigo, “nunca esperes que Él lo haga. Verás, David, Dios es un caballero. No te forzará a recibir una bendición”.

Su respuesta atravesó mi corazón. Me hizo pensar profundamente en la naturaleza de Dios y Su poder. Fui conducido a las Escrituras en busca de respuestas, y el primer versículo que el Espíritu Santo trajo a mi atención resultó ser uno que me cambió la vida. Era Hebreos 13:8: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos”.

Ese verso estalló como una bomba en mi espíritu. De repente me di cuenta de que Dios no se había retirado en el primer siglo. Me di cuenta de que el Dios obrador de milagros de la Biblia sigue siendo el Dios de la historia. Él todavía está en el trono, todavía escucha las oraciones y todavía hace milagros. Él es el Dios que no cambia (Malaquías 3:6).

Creo que grité “¡Aleluya!” durante una semana. Saltaba las bancas y me colgaba de los candelabros. ¡Mis amigos pensaron que me había vuelto pentecostal de la noche a la mañana! Pero no, acababa de descubrir que mi Dios estaba vivo y sano, y todavía en control.

Había dejado que Dios saliera de mi caja. Había decidido dejar de decir: “Dios no puede hacer eso”. Caminaba con una fe renovada que afirmaba: “Nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37). Mientras continuaba escudriñando las Escrituras, encontré ejemplo tras ejemplo de la paradoja de que nosotros, que somos tan débiles, podemos limitar al Creador todopoderoso con nuestra incredulidad.

Ejemplos de la Paradoja en las Escrituras

Un ejemplo clásico se encuentra en el primer capítulo de Deuteronomio. Mientras los hijos de Israel se preparaban para entrar en la Tierra Prometida, Moisés pronunció un discurso para animarlos y exhortarlos a ser siempre obedientes a Dios. La introducción que conduce a la oración de Moisés dice lo siguiente (Deuteronomio 1:2–3):

2) Once jornadas hay desde Horeb, camino del monte de Seir, hasta Cades-barnea.

3) Y aconteció que a los cuarenta años, en el mes undécimo, el primero del mes, Moisés habló a los hijos de Israel conforme a todas las cosas que Jehová le había mandado acerca de ellos,

¿Leyeron esa cita minuciosamente? ¡Afirma que a los hijos de Israel les tomó 40 años hacer un viaje de 11 días! ¿Alguna vez ha tenido una experiencia así? Ciertamente yo sí.

¿Por qué les tomó tanto tiempo? No tenemos que adivinar. Se nos da la razón en el Salmo 78. El salmo presenta un resumen histórico de la liberación de los hijos de Israel de Egipto, y sus andanzas durante 40 años en el desierto del Sinaí. El tema del salmo es que los judíos constantemente “tentaron a Dios” en sus corazones debido a su incredulidad (Salmos 78:18).

El salmista Asaf reitera los increíbles milagros que Dios realizó: la división del mar; su guía por una nube en el día y un fuego por la noche; la provisión de agua de las rocas; y su alimentación diaria con maná. Luego afirma que “Con todo esto, pecaron aún, y no dieron crédito a sus maravillas” (Salmo 78:32). Luego resume su actitud afirmando: “Y volvían, y tentaban a Dios. . . No se acordaron de su poder ”(Salmos 78:41–42).

El Nuevo Testamento contiene un ejemplo igualmente dramático de personas que limitan el poder de Dios con su incredulidad. Se puede encontrar en Marcos 6:1–6. Este pasaje nos dice que Jesús pudo realizar muy pocos milagros en su ciudad natal de Nazaret. Marcos dice: “Y estaba asombrado de la incredulidad de ellos” (Marcos 6:6). Mateo declara: “Y no hizo allí muchos milagros, a causa de la incredulidad de ellos” (Mateo 13:58). Piense en ello, ¡su incredulidad limitó el poder de Jesús! También lo motivó a dejar la ciudad y trasladar la sede de su ministerio a Capernaum.

Una Experiencia Personal de la Paradoja

Con frecuencia he experimentado esta barrera espiritual de incredulidad en mi propio ministerio. Recuerdo un incidente en una iglesia en Indiana donde estaba celebrando una reunión. Era una iglesia muy tradicional. Una noche, en respuesta a la invitación que le ofrecí al final de mi sermón, una señora se acercó y pidió que oráramos para que ella se curara del cáncer. Cuando hice ese anuncio, inmediatamente sentí un fuerte sentimiento de incredulidad en la congregación.

Compartí mi discernimiento y luego dije que me preocupaba que el espíritu de incredulidad pudiera limitar mi oración por la curación de la dama. Entonces, les pedí a todos aquellos que creían en la curación que se acercaran. Hubo una larga pausa. Finalmente, una persona pasó al frente y luego otra. ¡Terminamos con unas 8 personas de 300! Luego les pedí a esos 8 que unieran sus manos en un círculo alrededor de la dama, para formar un escudo espiritual de su fe para protegerla de la incredulidad de la congregación. Fue sólo cuando el escudo estuvo en su lugar que procedí a orar por su curación.

El Señuelo del Dios del Deísmo

En estos peligrosos tiempos del fin, necesitamos desesperadamente el poder de Dios. Sin embargo, muchos cristianos, si no la mayoría, continúan aferrándose tenazmente al Dios del deísmo, un Dios distante e impotente.

¿Por qué? Creo que hay al menos dos razones principales. Primero, muchos temen a un Dios poderoso porque quieren un Dios que puedan controlar. Quieren un Dios en una caja, porque quieren ser el Dios de sus vidas.

En segundo lugar, muchos temen a un Dios trascendente, personal y bondadoso, porque no quieren intimidad. No quieren un Dios que constantemente está metiendo Su nariz en sus asuntos.

Desafíos con Respecto al Poder de Dios

¿Dónde está en su concepto de Dios? ¿Tiene a Dios en una caja? ¿Lo ve como el Gran Anciano en el Cielo que alguna vez tuvo un gran poder, pero que ahora se ha quedado sin gasolina?

Lo desafío a abrir esa caja y permitir que Dios opere en su vida en la plenitud de Su poder. Lo desafío a creer en un Dios que todavía está en el trono, que todavía escucha las oraciones y que todavía las responde milagrosamente. Lo desafío a creer en el Dios de la Biblia, que nunca cambia, y con quien nada es imposible. Lo desafío a creer las palabras de 1 Pedro 5:6–7:

6) Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo;

7) echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros.

Observe cuidadosamente las palabras importantes con las que termina este pasaje: Él tiene cuidado de vosotros”. El verdadero Dios de este universo es un Dios personal y bondadoso, de poder ilimitado. Su “poderosa mano” está lista para ayudarlo, esperando que se acerque fe.

Nuestro Dios es un Dios maravilloso
Él reina desde el cielo arriba
Con sabiduría, poder y amor
Nuestro Dios es un Dios maravilloso.5

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 4 (parte 1 de 2)

Creer en el Poder de Dios

Por Dr. David R. Reagan

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“¡DIOS NO CURA!”. Este titular resonaba en la parte superior de un anuncio de página completa en el Ft. Worth Star Telegram, a mediados de la década de 1980. Fue firmado por una veintena de ministros de las Iglesias de Cristo no instrumentales.

El anuncio proclamaba que Dios no había sanado a nadie en los últimos 2,000 años y, si Jesús retrasara su regreso otros 2,000 años, Dios tampoco sanaría a nadie durante ese período de tiempo. Luego, el anuncio desafiaba a cualquiera a demostrar que había sido curado milagrosamente, y ofrecía una recompensa de $ 10,000 a cualquiera que pudiera hacerlo.

El anuncio era tan extravagante, que apareció en las noticias de la noche en varias de las estaciones de televisión de Dallas-Ft. Worth. Una estación en particular le dio una cobertura detallada. Se mostró a un reportero entrevistando a uno de los ministros que habían firmado el anuncio. Increíblemente, ¡era capellán de un hospital! El ministro afirmó que no creía en la curación sobrenatural.

“Entonces, ¿por qué está aquí en este hospital?”, preguntó el reportero.

“Estoy aquí para consolar a los que sufren”, respondió el ministro.

Pensé para mis adentros: “¿Va a consolarlos asegurándoles que Dios ya no sana? ¿Qué tipo de consuelo es ése?”.

En el siguiente segmento del informe de noticias, se mostró al reportero entrevistando a un predicador de las Asambleas de Dios, que pastoreaba una iglesia en Ft. Worth. El rostro del pastor estaba terriblemente deformado, incluido el hecho de que no tenía oídos.

El reportero le preguntó si alguna vez había experimentado una curación milagrosa. El pastor respondió que sí.

“Nací con todo tipo de defectos congénitos”, explicó el pastor. “No podía ver ni oír. Mis padres me llevaron a muchos médicos y dijeron que no se podía hacer nada por mí. Entonces, un día mi mamá me llevó a una reunión de carpa dirigida por un evangelista con el don de sanidad. Me impuso las manos y oró para que fuera sano y, mientras oraba, de repente comencé a oír y ver. Fue un momento glorioso”.

“¿Puede probar que fue curado?”, preguntó el reportero.

“Sí”, respondió el pastor con confianza. “Tengo extensos registros médicos que prueban mi curación”.

“¿Va a reclamar la recompensa?”.

El pastor sonrió y negó con la cabeza. “Sería una pérdida de tiempo”, observó. “Aquellos tipos que firmaron ese anuncio nunca creerían mi evidencia. Son como los líderes religiosos de la época de Jesús, que decían que creerían que Jesús era el Mesías sólo si resucitaba a alguien de entre los muertos. Bueno, resucitó a Lázaro de entre los muertos, y los líderes religiosos respondieron matándolo”.

Una Herencia de Incredulidad

El anuncio y el programa de televisión me trajeron muchos recuerdos, porque los ministros que firmaron ese anuncio representaban la secta en la que había crecido. Yo conocía y entendía muy bien su punto de vista sobre la sanidad. Era el punto de vista que había dominado mi pensamiento sobre el poder de Dios durante casi 30 años.

Una de nuestras creencias fundamentales podría resumirse en la declaración: “La era de los milagros ha terminado”. Creíamos que todos los aspectos de lo sobrenatural — milagros, demonios, ángeles, etc. — habían cesado con la muerte del último apóstol. Nuestro Dios era el Gran Anciano en el Cielo, que se había jubilado a fines del primer siglo. Para nosotros, Él era el gran “Yo Era”, no el gran “Yo Soy”. Nos reíamos y nos burlábamos de la gente que todavía creía en un Dios que obraba milagros. Los tachábamos de “ignorantes” y “supersticiosos”.

Recuerdo cuando salió la película Los Diez Mandamientos. La miré fascinado, maravillándome de los poderosos milagros que Dios realizó por los hijos de Israel cuando escaparon de Egipto y luego vagaron por el desierto durante 40 años. La película me hizo anhelar un Dios así hoy — un Dios poderoso, activo y bondadoso. Pero no podía convencerme de que ese Dios ya existía.

Habíamos puesto a Dios en una caja, y pasábamos la mayor parte de nuestro tiempo diciéndole a la gente lo que Dios no podía hacer. No nos dábamos cuenta de que, en el proceso, nos habíamos hecho Dios — un Dios falso.

El Dios del Deísmo

En términos teológicos, éramos deístas. Un deísta es una persona que cree en Dios, pero cree en un Dios impersonal. El Dios de los deístas es remoto y distante. Una vez que terminó de crear el universo, le dio la espalda a Su creación y la dejó operar de acuerdo con ciertas leyes inmutables de la naturaleza. Nos dejó para hacer frente a la vida con nuestro cerebro y Su libro, la Biblia.

Un deísta se reiría de la idea de un Dios personal y bondadoso que está dispuesto y ansioso por responder a las necesidades de Sus criaturas. El deísta diría que tal Dios es una muleta imaginaria conjurada por aquellos que no tienen la fuerza para perseverar con sus propias habilidades dadas por Dios.

Encontré un buen ejemplo de este tipo de pensamiento en 1986, cuando usé mi programa de radio para pedirle a la gente que orara por la seguridad y la buena salud de un grupo que estaba a punto de llevar a Israel. Un abogado en Louisville, Kentucky, escribió: “Habiendo sido criado en la Iglesia de Cristo, comprenderá que, aunque le deseo lo mejor en su viaje y un regreso seguro a su hogar, no puedo ofrecer oraciones a Dios con ese propósito, ya que no creemos que Dios intervenga ahora en los asuntos humanos”. Concluyó la carta con estas palabras: “El hombre es hombre, y Dios es Dios, y los dos casi nunca se encuentran”.1

Desde que dejé la Iglesia de Cristo, he pasado 30 años moviéndome entre una gran variedad de denominaciones, y he descubierto que las Iglesias de Cristo no tienen ningún concesionario de franquicia exclusivo sobre el deísmo. De hecho, me atrevería a decir que he observado que la gran mayoría de los cristianos profesantes son deístas.

Ejemplos de Deísmo en Acción

¿Recuerda en la década de 1970 cuando James Robinson era el favorito de los bautistas del sur? Fue catalogado como “el próximo Billy Graham”. Hablaba con regularidad en la Primera Iglesia Bautista, en Dallas, la más grande de las iglesias bautistas del sur en ese momento.

Entonces, un día en su programa de televisión, James anunció que había recibido una curación milagrosa, y también su esposa. Contó cómo un humilde instalador de alfombras había llegado a su habitación de hotel durante una de sus cruzadas. El hombre anunció que Dios lo había enviado a orar por James y su esposa, y compartió información sobre sus aflicciones que sólo podría haber venido de Dios. El hombre les impuso las manos, oró y fueron sanados.

Esta buena noticia de una curación milagrosa no fue recibida como tal por muchos bautistas del sur. El programa de reuniones de James para los próximos 10 años se canceló casi de la noche a la mañana. De repente se convirtió en un paria.

Lo mismo le sucedió a Jack Deere, profesor del Seminario Teológico de Dallas. Su hijo fue sanado milagrosamente en una conferencia de la Viña, cuando John Wimber oró por él. Deere compartió las buenas noticias con sus colegas del seminario. El seminario respondió dejando en claro que debía voltear la página.3

A principios de la década de 1980, dirigí una serie de conferencias proféticas en Sudáfrica. En una de las ciudades que visité, conocí a un notable misionero patrocinado por las Iglesias Cristianas Independientes en los Estados Unidos. Una noche, mientras hablábamos, me preguntó si creía en los demonios. Le dije que sí. Luego reveló que el exorcismo de demonios se había convertido en uno de sus principales ministerios.

“La gente aquí en África adora todo, desde rocas hasta serpientes”, explicó, “y esto los abre a una invasión demoníaca. Por lo tanto, la posesión demoníaca es muy común aquí”.

Me preguntó si me gustaría participar en un exorcismo. Estaba renuente, ya que ésa no es mi vocación. Pero estuve de acuerdo cuando me explicó que mi función sería orar por él y su socio mientras se enfrentaban al demonio. La sesión resultó ser agotadora, pero fue emocionante ver a este hombre confrontar con valentía y confianza los poderes de las tinieblas en el poder del Espíritu Santo y en el nombre de Jesús.

Cuando terminó esa noche, el misionero me llamó aparte y me dijo: “Por favor, no le diga a nadie en los Estados que estoy involucrado en el ministerio de exorcismo, porque ninguna de las iglesias que me apoyan cree siquiera en la realidad de los demonios. Me cortarían el apoyo si supieran lo que estoy haciendo”.

El Impacto del Deísmo en la Lectura de la Biblia y la Oración

Estoy convencido de que el pensamiento deísta es la razón por la que tan pocos cristianos leen la Biblia con regularidad. Después de todo, la Biblia está llena de historias sobre personas que se encuentran en condiciones desesperadas y luego claman a Dios para que las libere. Si usted cree que Dios ya no responde a tales súplicas como lo hizo una vez, entonces la Biblia es realmente irrelevante.

Lo mismo ocurre con la oración. ¿Por qué molestarse en orar a un Dios que es distante e indiferente — y que ya no tiene el poder de hacer nada — incluso si quisiera?

En este sentido, recuerdo que, en la iglesia de mi niñez, nunca oraríamos por sanidad porque no creíamos en ella. En cambio, oraríamos para que Dios ayudara a los médicos a recordar lo que habían aprendido en la escuela de medicina. De hecho, si alguien en nuestra iglesia simplemente hubiera orado, “Señor, estamos preocupados por nuestra hermana que está enferma. Por favor, sánala”, probablemente hubiéramos experimentado dos o tres infartos en nuestra congregación — simplemente porque se había pronunciado la palabra “sana”.

Si alguna vez los cristianos necesitaron el poder de Dios en su vida diaria, es en estos tiempos del fin en los que estamos viviendo ahora. Los cristianos profesantes deben tomarse en serio lo que enseña la Biblia con respecto a lo sobrenatural y lo milagroso.

Tomando en Serio lo Sobrenatural

Con respecto a lo sobrenatural, los cristianos deben despertar al hecho de que el racionalismo científico occidental les ha lavado el cerebro. Éste es el punto de vista que niega la realidad de cualquier cosa que no pueda cuantificarse de alguna manera. Así, de acuerdo con esta actitud, si algo no se puede ver, tocar, pesar, medir o cuantificar de alguna otra manera, entonces no existe.

Pero la Biblia enseña que hay todo un ámbito de realidad que normalmente no puede ser percibido por los sentidos. Se llama lo sobrenatural. Debido a que tantos cristianos han rechazado lo sobrenatural, gran parte de la Biblia les resulta incomprensible o irrelevante.

La Realidad de los Demonios

Se puede encontrar un ejemplo en Marcos 1:32–34. En estos versículos se nos dice que la gente de Galilea llevó a Jesús a los “enfermos y endemoniados” para que los sanara. El pasaje dice: “Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios”. También dice que no permitía que los demonios hablaran.

Ahora, ¿qué le parece? ¿Algunas de las personas estaban poseídas por demonios o no? Los predicadores de mi herencia se dividían sobre el tema. Algunos tomaban la posición de que aquellos que estaban “poseídos por demonios” estaban simplemente enfermos emocionalmente, y como la gente del primer siglo no entendía la enfermedad emocional, la atribuían supersticiosamente a los demonios. Otros de nuestros predicadores argumentaban que los demonios eran reales, ¡pero que todos se retiraron al final del primer siglo!

De hecho, asistí una vez a una reunión de ministros en la que se debatió este tema. No pudieron ponerse de acuerdo sobre la naturaleza de los demonios en el primer siglo, pero al final de la reunión, votaron sobre si los demonios existen o no en la actualidad. ¡La votación fue 25 a 0 de que los demonios no existen actualmente! Me estremecí en ese momento al pensar en cómo las hordas de Satanás debían haberse estado riendo de ese voto tonto, y cómo debían de estar relamiéndose ante la perspectiva de atacar las iglesias de esos ministros.

La Realidad de los Ángeles

Otro ejemplo de un pasaje de las Escrituras con el que la mayoría de los cristianos no pueden lidiar se encuentra en Hebreos 1:14: “¿No son [los ángeles] todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación?”. Este versículo afirma que hay un ministerio activo de los ángeles en el mundo hoy al servicio de los cristianos.

Nunca olvidaré lo emocionado que me sentí cuando descubrí este versículo. Fue una de las primeras ideas que me dio el Espíritu Santo, después de que decidí dejar de jugar con las Escrituras espiritualizándolas hasta la muerte. Cuando acepté el significado de sentido llano de este versículo, comencé a comprender otros versículos aparentemente crípticos. como el de Hebreos 13:2, que nos advierte que debemos ser hospitalarios con los extraños porque “algunos han hospedado a ángeles sin saberlo”.

También comencé a experimentar un nuevo poder y confianza en mi caminar cristiano cuando comencé a confiar en el ministerio de los ángeles. Por ejemplo, nunca vuelo a ningún lado sin pedirle a Dios que rodee el avión con sus santos ángeles. De la misma manera, siempre le pido al Señor que coloque un ángel en mi casa para protegerla y a mis seres queridos.

Corrie ten Boom relata un gran ejemplo del ministerio de los ángeles en su libro, The Hiding Place.4 Ella cuenta que los nazis la llevaron a ella y a otros a un campo de concentración. A su llegada, se les dijo a las mujeres que se desnudaran y caminaran por un edificio donde las despiojarían. Tenía una pequeña Biblia escondida debajo de la axila y un frasco de vitaminas líquidas debajo de la otra. Sabía que, si se quitaba la ropa, encontrarían ambos artículos. Entonces, con una fe como la de un niño, oró: “Señor, rodéame con tus santos ángeles y hazme invisible”. Pasó junto a dos guardias en la puerta y atravesó todo el edificio, ¡y nadie le dijo una palabra!

La Realidad de la Guerra Espiritual

Efesios 6:10–18 es otro pasaje que significa poco para la mayoría de los cristianos profesantes, porque trata sobre la guerra espiritual. Este pasaje establece claramente que las luchas que tenemos en esta vida no son “contra sangre y carne”. Más bien, están en contra de “principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes”. Estas palabras no tienen sentido para una persona que no cree en lo sobrenatural.

No es de extrañar que tantos cristianos vivan vidas derrotadas. Tomemos, por ejemplo, al cristiano que está tratando de lidiar con un jefe abusivo en el trabajo. En lugar de reconocer su lucha como espiritual y responder a ella orando por el jefe, se pasa el tiempo enfurecido por los malos tratos y soñando con la venganza.

Lo Sobrenatural y el Cristianismo

A medida que aumenta la presión sobre los cristianos en estos tiempos del fin, será cada vez más importante que todos aquellos que profesan a Cristo se tomen en serio lo sobrenatural.

La conclusión es que lo sobrenatural está indisolublemente entrelazado con el cristianismo. Piénselo —

Dios creó el universo sobrenaturalmente.

Dios sostiene Su creación sobrenaturalmente.

Dios destruyó la tierra sobrenaturalmente.

Dios ha intervenido en la historia repetidamente de maneras sobrenaturales.

Lo más significativo es que Dios se hizo carne sobrenaturalmente.

Jesús realizó repetidamente actos sobrenaturales. Resucitó sobrenaturalmente. Ascendió al cielo sobrenaturalmente. Se le apareció sobrenaturalmente a John en la isla de Patmos.

Los cristianos hemos nacido de nuevo sobrenaturalmente. El Espíritu Santo reside en nosotros sobrenaturalmente. Nos comunicamos con Dios sobrenaturalmente. Algún día, pronto, Jesús regresará a esta tierra sobrenaturalmente.

Lo sobrenatural es real y debemos tomarlo en serio. Sin una creencia en lo sobrenatural, es imposible ponerse “toda la armadura de Dios”,  para que podamos “estar firmes contra los asechanzas” (Efesios 6:11).

Creer en Milagros

Cuando se trata de milagros, nuestro problema básico es que hemos definido los milagros fuera de la existencia. La mayoría de la gente definiría un milagro como una acción que viola una ley de la naturaleza. Esa definición es demasiado estrecha.

Es cierto que algunos milagros bíblicos violaron las leyes de la naturaleza, como cuando Jesús caminó sobre el agua. Pero este tipo de milagro ocurre raramente en las Escrituras. Hay cuatro grupos de estos milagros, separados ampliamente en el tiempo. El primer grupo se relaciona con los milagros de la creación. El segundo grupo ocurrió junto con la liberación de los judíos del cautiverio egipcio. El tercer grupo se produjo durante los ministerios de Elías y Eliseo, cuando Dios habló a través de ellos para llamar a los judíos a salir de la idolatría. El cuarto grupo consistió en los milagros manifestados en el ministerio de Jesús.

El punto que a menudo se pasa por alto es que la mayoría de los milagros bíblicos nunca violaron ninguna ley de la naturaleza. Fueron considerados milagros no por su esencia sobrenatural, sino por su momento oportuno.

Un Pronosticador del Tiempo Milagroso

Considere al profeta Elías. Fue enviado a enfrentarse al malvado rey Acab. Para probar que estaba hablando por el único Dios verdadero, Elías le dijo a Acab que los cielos se cerrarían y que no volvería a llover hasta que él lo dijera (1 Reyes 17:1). Siguió una intensa sequía que duró tres años y medio. Finalmente, cuando Elías sintió que había dejado claro su punto, oró pidiendo lluvia, ¡y Dios envió un chaparrón! (1 Reyes 18:41–46)

Ahora bien, ¿de qué manera este milagro violó una ley de la naturaleza? No hay ninguna ley de la naturaleza que diga que debe llover en Israel todos los años. Éste fue un milagro de tiempo. Dejó de llover cuando Elías ordenó que lo hiciera, y comenzó a llover de nuevo cuando oró para que lo hiciera.

El hombre moderno lo llamaría una “coincidencia”. Y estoy seguro de que mucha gente en la época de Elías consideraba que era sólo eso. Pero ya ven, con un Dios soberano, no hay coincidencias; sólo hay incidencias de Dios.

Piense por un momento en cómo reaccionaría la gente hoy ante tal evento. Digamos que Dios envía a un profeta para confrontar al líder ruso, y supongamos que el profeta anuncia que no volverá a llover en Moscú hasta que él lo diga. Pasan tres años y no llueve. Luego, el profeta ora públicamente en la Plaza Roja, pidiendo lluvia, y comienza a llover. ¿Crees que la mayoría de la gente lo consideraría un milagro? Lo dudo. Creo que la mayoría de la gente diría: “¡Vaya! Ese tipo es un gran pronosticador del tiempo. Ojalá pudiéramos ponerlo en nuestra estación de televisión”.

Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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miércoles, 27 de octubre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 3 (parte 2 de 2)

Permanecer en la Palabra de Dios

Por Dr. David R. Reagan

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Usando Textos de Prueba de la Palabra

También tuve que descartar mi enfoque de textos de prueba de la Biblia. Mi herencia espiritual trataba la Biblia como si fuera el Código Anotado de Texas. En nuestro punto de vista, la Ley Antigua había sido reemplazada por la Nueva, y la Nueva Ley era el Nuevo Testamento. Entonces, lo tratamos como un libro de leyes, en lugar de una colección de biografías y cartas de amor.

El resultado fue que nunca leí la Palabra sólo para dejar que me ministrara. Más bien, buscaba textos de prueba que pudiera usar para clavar a un bautista en la pared o para cortarle las piernas a un presbiteriano. Usaba textos de prueba como si fueran granadas de mano.

Tenía veintitantos años antes de sentarme a leer la Biblia por el puro placer de leerla. La ocasión fue un regalo de Navidad de mis padres. Me dieron una copia de la paráfrasis de J. B. Phillips del Nuevo Testamento.4 Hasta ese momento, nunca había disfrutado mucho leyendo la Biblia, porque la única versión disponible era la King James, y me parecía a Shakespeare. El idioma era demasiado forzado y me costaba entenderlo.

La paráfrasis de Phillips tuvo un efecto transformador en mí. Empecé a leerla y no pude dejarla. Me cautivó. Por primera vez en mi vida, leí la Palabra de Dios con el corazón abierto y no sólo mentalmente, buscando textos de prueba.

Recibiendo la Palabra

El Espíritu Santo comenzó a ministrarme mientras leía. Lo primero que noté es que nunca había escuchado sermones como los registrados en el libro de los Hechos. Los sermones que había escuchado toda mi vida eran sobre el “plan de salvación”. No pude encontrar un solo sermón en Hechos sobre tal cosa. Todos los sermones de Hechos eran sobre un hombre, no sobre un plan. Los apóstoles predicaron a Jesús. Predicaron Su muerte, sepultura y resurrección y enfatizaron especialmente Su resurrección como prueba de que Él era Dios encarnado. Descubrí que me había convertido a un plan en lugar de al Hombre, Jesús. Ese descubrimiento crucial provino simplemente de leer la Palabra de Dios con un corazón abierto, permitiendo que el Espíritu Santo fuera mi maestro.

La lección más difícil que tuve que aprender fue la importancia de exaltar la Palabra de Dios sobre las tradiciones de mi herencia. Esto resultó doloroso porque mi herencia, como la mayoría de los grupos conservadores, no permitía mucha libertad de opinión. Teníamos un dicho: “En la fe unidad; en opinión, libertad; en todas las cosas amor”. Sonaba bien, ¡pero el problema para nosotros era que nada entraba en el ámbito de la opinión!

La tradición era sagrada para nosotros. Era exaltado sobre la Palabra. Violarla significaba condenación (lo que llamamos “el pie izquierdo de la comunión”). Pero, a medida que aprendí a seguir la Palabra de Dios dondequiera que me llevara, descubrí que los beneficios superaban con creces el dolor.

Descubrimientos sobre la Palabra

En Juan 8:31–32, Jesús dijo: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Observe el calificador. Es un gran “si”. Para ser liberados, debemos permanecer en Su Palabra, incluso si viola nuestras tradiciones sagradas. En otra ocasión, Jesús les dijo a los escribas y fariseos que eran hipócritas porque, “dejando el mandamiento de Dios, os aferráis a la tradición de los hombres” (Marcos 7:6–8).

Para que mi vida espiritual diera un giro y tomara poder, tuve que darme cuenta de que las Escrituras no fueron escritas para intelectuales, y que no tenía que tener un doctorado en hermenéutica para entender lo que decían. Fueron escritas para la gente común.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras no fueron escritas para ser analizadas como una obra de Shakespeare. Fueron escritas para convencer a las personas de pecado y llevarlas a la salvación en Jesús.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras no son difíciles de entender si confías en el Espíritu Santo y las aceptas por su significado de sentido llano. Dios sabe comunicarse.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras no fueron dadas como un código legal para poner a la humanidad en una camisa de fuerza legalista. Más bien, fueron dadas como una carta de amor de Dios, para llevarnos a una relación personal y profunda con él.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras son mucho más sagradas que las tradiciones de los hombres — que las Escrituras liberarán, mientras que la tradición esclavizará.

Tuve que darme cuenta de que las Escrituras tienen un poder sobrenatural, el poder de penetrar el alma de las personas y cambiar sus vidas, que la Palabra de Dios es “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

La Validez de la Palabra

Todas estas comprensiones que hicieron que la Biblia cobrara vida para mí, son contrarias al pensamiento del hombre moderno, incluso al pensamiento de muchos cristianos profesantes. ¿Por qué debería alguien creer que este libro llamado Biblia es diferente de todos los demás libros? ¿Qué lo distingue? ¿Cómo sabemos que vino de Dios?

Un buen lugar para comenzar es el hecho de que la Biblia misma afirma estar divinamente inspirada. Más de 3,000 veces los escritores bíblicos afirman estar hablando las palabras de Dios. Una y otra vez, los escritores dicen: “Así dice el Señor”, o “El Señor dijo”. Éstas son las frases más comunes de la Biblia.

Los escritores también se refieren repetidamente a las Escrituras como “la Palabra de Dios” (1 Samuel 9:27; Hechos 6:2), y afirman que es inspirada por Dios (2 Timoteo 3:16).

Más importante aún, Jesús afirmó las Escrituras como la Palabra inspirada de Dios. En una ocasión, mientras Jesús estaba enseñando, fue interrumpido por una mujer que gritó: “¡Bienaventurada el vientre que te trajo!”. A lo que Jesús respondió: “Antes bienaventurados los que oyen la palabra de Dios, y la guardan” (Lucas 11:27–28).

En su Sermón del Monte, pronunciado al principio de Su ministerio, Jesús afirmó que había venido a cumplir las Escrituras, y afirmó que el cielo y la tierra pasarían antes de una jota (la letra más pequeña) o una tilde (el trazo más pequeño) de la Palabra de Dios pasara, afirmando así la inspiración verbal de las Escrituras (Mateo 5:18). Al final de Su ministerio, en la última oración que oró con Sus discípulos, Jesús se refirió a las Escrituras como la Palabra de Dios, y luego agregó: “Tu Palabra es verdad” (Juan 17:14–17).

La vida de Jesús es un testimonio de Su creencia en la autoridad divina de las Escrituras. A la edad de 12 años, confundió a los líderes espirituales de Israel con Su conocimiento de la Palabra de Dios (Lucas 2:41–51). Usó las Escrituras para justificar Sus afirmaciones mesiánicas (Lucas 4:16–21). Usó las Escrituras para enseñar los fundamentos de la vida en el reino (Mateo 5–7). Usó las Escrituras para confrontar y confundir a Satanás (Mateo 4:1–11). Usó las Escrituras para enseñar a Sus discípulos después de Su resurrección (Lucas 24:27, 44–45).

Jesús citó a Moisés, los Salmos y los Profetas. Y sí, citó los dos libros del Antiguo Testamento que los liberales de hoy en día más desprecian: Jonás y Daniel.

Los discípulos de Jesús evidenciaron el mismo respeto por las Escrituras. El Evangelio de Mateo cita repetidamente pasajes del Antiguo Testamento de principio a fin, intentando demostrar a los lectores judíos que Jesús cumplió la profecía mesiánica. Pablo se refiere a las Escrituras como “inspiradas por Dios” (2 Timoteo 3:16). Pedro se refiere a los profetas hebreos como hombres que fueron guiados en lo que dijeron por “el Espíritu de Cristo dentro de ellos” (1 Pedro 1:11). El apóstol Juan afirmó que el que ama al Señor es el que “guarda su palabra” (1 Juan 2:5).

La Naturaleza Única de la Palabra

Ahora, habiendo dicho todo esto, quiero hacer una pausa para señalar que soy consciente del hecho de que estoy usando la Biblia para probar la Biblia. Por tanto, se me podría acusar de razonamiento circular: “la Biblia es la Palabra de Dios porque la Biblia lo dice”.

Por lo tanto, debo tomarme un momento para señalar que no se comete el error del razonamiento circular cuando se usa la Biblia para probar la Biblia. La razón es muy sencilla. Verá, ¡la Biblia no es un solo libro! Es una colección de 66 libros escritos por más de 40 autores durante un período de 1,600 años.

Por lo tanto, si cita a Jeremías o Isaías para fundamentar a Daniel, o si cita a Daniel para verificar Apocalipsis, no está involucrado en un razonamiento circular. En cambio, está citando fuentes totalmente independientes, que están unidas entre las portadas del mismo libro. Sin embargo, la paradoja es que cuanto más lee estos libros, más se da cuenta de que las fuentes no son tan independientes.

Éste es mi argumento: los autores de esos 66 libros procedían de todos los ámbitos de la vida, incluidos reyes, campesinos, filósofos, pescadores, poetas, estadistas, eruditos, recaudadores de impuestos, agricultores y médicos. Escribieron en todos los lugares imaginables: palacios, mazmorras, prisiones, en islas, en el desierto, en ciudades y en medio de guerras. Escribieron en diferentes estados de ánimo, desde las alturas del éxtasis hasta las profundidades de la desesperación y el dolor.

Hablaron sobre cientos de temas controvertidos. Escribieron en tres idiomas diferentes. Utilizaron todos los estilos literarios imaginables: historia, derecho, poesía, biografía, memorias, cartas, sermones, drama, parábolas, profecía, ¡lo que sea!

Sin embargo, a pesar de toda esta diversidad, sus escritos se entrelazan con una armonía y continuidad desde el Génesis hasta el Apocalipsis, que sólo puede explicarse señalando la inspiración divina.

Podría presentar muchas otras pruebas de que la Biblia es la Palabra autorizada de Dios, pero el espacio no lo permite. S´plo mencionaré algunos puntos de pasada. Uno es la sabiduría del mensaje de la Biblia y el impacto transformador de ese mensaje en millones de vidas a lo largo de la historia. Otro es el detalle de sus registros históricos y su exactitud, como lo confirma la arqueología. Y luego, por supuesto, está la notable supervivencia de la Biblia, a pesar de los esfuerzos de tantos por destruirla. Isaías atestiguó la permanencia de la Palabra de Dios cuando escribió: “Sécase la hierba, marchítase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre” (Isaías 40:8).

Verificación Profética de la Palabra

Algunas de las pruebas más convincentes de la inspiración divina de la Biblia se encuentran en sus profecías. Mas de una cuarta parte de la Biblia es de naturaleza profética. Además de

las bien conocidas profecías mesiánicas, hay cientos de profecías seculares sobre personas, ciudades y naciones, muchas de las cuales ya se han cumplido en la historia.

Tomemos, por ejemplo, la profecía de Miqueas de que Jerusalén y su Templo serían destruidos (Miqueas 3:11–12). Esta profecía fue escrita más de 150 años antes de que los babilonios conquistaran Jerusalén y destruyeran el Templo.

El contemporáneo de Miqueas, Isaías, profetizó que los hijos de Israel serían llevados cautivos, pero que finalmente serían liberados por un hombre llamado Ciro (Isaías 44:28). Esta profecía fue escrita 150 años antes del reinado de Ciro, quien emitió la orden para que los judíos regresaran a casa (Esdras 1:1–4).

Jeremías profetizó que el cautiverio babilónico duraría exactamente 70 años (Jeremías 29:10). Años más tarde, cuando Daniel descubrió la profecía de Jeremías (Daniel 9:2), calculó que los judíos estaban en el año 69 del cautiverio. Creyendo que Jeremías era un profeta de Dios y que sus palabras fueron inspiradas por Dios, Daniel se arrodilló y oró por el cumplimiento de la profecía de Jeremías (Daniel 9:4–19). Al año siguiente, la profecía se cumplió cuando el primer grupo de judíos fue enviado de regreso a Jerusalén por Ciro (Esdras 1:1–4).

¿Son estas notables profecías y su cumplimiento una cuestión de coincidencia? Yo creo que no. Tal cumplimiento profético está más allá del ámbito de lo posible. Lleva la huella de la mano de Dios.

El Nuevo Testamento contiene profecías similares que se han cumplido con precisión en la historia. Considere la profecía que hizo Jesús la última vez que salió de Galilea hacia Jerusalén. Él puso una maldición sobre tres pueblos donde había enfocado Su ministerio, porque se habían negado a arrepentirse (Mateo 11:20–24). Esas ciudades fueron Capernaum, Corazín y Betsaida. Aproximadamente 150 años después, un gran terremoto destruyó las tres. De hecho, estaban tan completamente destruidas, que, en 1800, los críticos de la Biblia estaban usando estos tres pueblos como prueba positiva de que la Biblia está llena de errores. ¡Afirmaron que las ciudades nunca existieron! Hoy, puede visitar las tres, porque desde entonces han sido descubiertos por arqueólogos modernos.

De igual manera, Jesús profetizó que la ciudad de Jerusalén y su Templo serían completamente destruidos. Como dijo Él: “No quedará piedra sobre piedra” (Lucas 21:6). Esas palabras fueron dichas alrededor del año 30 d.C. Cuarenta años después, los romanos conquistaron la ciudad y destruyeron totalmente el Templo.

La profecía cumplida es una de las características más singulares de la Biblia. Ningún otro libro que forme la base de una religión contiene profecía cumplida. No hay profecías cumplidas en el Corán, el Libro del Mormón, las Vedas hindúes, o los dichos de Confucio o Buda. No es de extrañar que los libros proféticos de la Biblia pusieran nerviosos a los liberales, porque las profecías cumplidas de la Biblia prueban que es un libro de origen sobrenatural.

Preguntas Cruciales sobre la Palabra

¿Cuál es su relación con la Biblia? ¿No es más que una decoración para su mesa de centro? ¿La lee de vez en cuando, cuando hay una crisis, o necesita un versículo para probar algo? Tal vez sea un lector habitual, pero lo hace por un sentido del deber, más que por pasión.

¿De verdad considera que la Biblia es la Palabra de Dios? ¿En serio? Si es así, ¿por qué no la trata como tal?

Permítame decirlo de esta manera: si recibiera una carta de la Casa Blanca en un hermoso sobre dorado en relieve con su nombre y dirección grabados en él, ¿qué haría con ella? ¿La pondría en su mesa de café y se la mostraría a todos sus amigos? ¿O la abriría y la leería?

La Biblia es una carta personal que le envía su Creador. Está diseñada para alimentar su alma animándole, iluminándole, guiándole, fortaleciéndole y señalándole a Jesús, la única esperanza verdadera para su vida.

Comprométase a leerla todos los días. Nutrirá su alma y le permitirá vivir una vida cristiana victoriosa en medio de un mundo cada vez más pagano.

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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