Prefacio
Cuando
establecí el Ministerio Cordero y León en 1980, la primera enseñanza que grabé
en una cinta de casete fue una titulada, “Los Judíos en la Profecía”. Aunque
había crecido en una iglesia amilenial que no ponía ningún énfasis en la profecía
bíblica y que no tenía ningún sentimiento hacia el pueblo judío, mi estudio de
la profecía bíblica — que había sido motivado por la Guerra de los Seis Días de
1967 — me había llevado a un gran aprecio de la herencia judía del
Cristianismo. También había impresionado sobre mí el amor de Dios por el pueblo
judío.
Y
el persistente amor de Dios hacia los judíos, a pesar de su constante rebelión
contra Él, había abierto mis ojos al verdadero significado de la asombrosa
gracia de Dios.
Desde
el comienzo de mi ministerio, he hablado apasionadamente y en gran detalle
acerca de los judíos, debido a que el Ministerio Cordero y León fue llamado a la
existencia para proclamar el cercano regreso de Jesús, y el pueblo judío es el
centro de las señales del tiempo del fin que apuntan al inminente regreso del
Mesías.
Ese
primer mensaje acerca de los judíos que grabé en 1980, dio lugar a tres
respuestas que nunca olvidaré.
La Primera Respuesta
La
primera fue una llamada telefónica de un granjero del enclave de Texas. Él dijo
que alguien le había enviado una copia de la cinta y que mientras él la estaba
escuchando, el Señor le habló y dijo, “Llama a David y dile que quiero este
mensaje en la radio”. Luego él preguntó, “¿Estás en la radio?”.
Le
dije que no lo estaba, y procedí a explicarle que no podía estar en la radio
aunque quisiera, porque mi ministerio sólo tenía tres meses y yo no tenía
dinero.
“¿Cuánto
cuesta estar en la radio?”, preguntó. Le dije que no tenía idea. “Bueno”,
respondió él, “averígualo y me llamas”.
Pronto
descubrí que sólo había una estación de radio cristiana en Dallas en ese
momento que aceptaría programas de enseñanza. Esa estación cobraba $50 por día
por un programa de 15 minutos, para un total de $250 por semana.
Llamé
de regreso al granjero y le informé lo que había averiguado. “¡Ésos son
cacahuetes!”, exclamó. Le dije que podían ser “cacahuetes” para él, pero para
mí, era una fortuna.
“Te
diré lo que voy a hacer”, respondió el granjero. “Voy a enviarte un cheque, y
quiero que lo uses para entrar en la radio y proclamar tu mensaje acerca del
pueblo judío y el cercano regreso de Jesús”. Y antes de que yo pudiera decir
nada, rápidamente agregó, “Esto es todo el dinero que te voy a dar, así que no
se te ocurra pedir más. Sólo estoy siendo obediente al Señor”. ¡Le di las
gracias y le recordé que yo no le había pedido nada de dinero en primer lugar!
¡Unos
días más tarde, recibí un cheque por correo por $4,000! Yo estaba estupefacto.
Un hombre que ni siquiera conocía — un hombre que había escuchado uno de mis
mensajes acerca del pueblo judío y que no sabía nada más acerca de mí — me
había enviado miles de dólares para proclamar el mensaje por la radio.
Usé
ese dinero para comenzar a transmitir un programa diario de quince minutos en
una estación de Dallas. Durante el curso de los años, ese alcance creció
constantemente hasta que estábamos transmitiendo el programa en más de 80
estaciones de todo el país.
Cada
año le escribiría una carta al granjero y le diría en cuantas estaciones
estábamos transmitiendo. Y cada vez él respondería con una carta que decía
“¡Alabado sea el Señor!”, ¡pero nunca dio otro centavo más!
Continuamos
transmitiendo en la radio durante casi 22 años, produciendo un total de 5,810
programas de radio. En septiembre de 2002, cambiamos de la radio a la
televisión y comenzamos a producir un programa semanal de 30 minutos que
continúa centrándose en la profecía bíblica del tiempo del fin, el cercano
regreso de Jesús y la importancia del pueblo judío en la comprensión de lo que Dios
está haciendo en el mundo hoy.
La Segunda Respuesta
La segunda respuesta significativa que recibí a mi mensaje acerca de los
judíos en la profecía también llegó por teléfono, y fue una que realmente me
impactó. Esto ocurrió durante el verano de 1980.
La voz en el teléfono preguntó, “¿Eres tú el David Reagan que tiene un
mensaje en cinta de casete que se titula, ‘Los Judíos en la Profecía’?”. Le
contesté que yo era. La voz entonces dijo, “Bueno, soy Moishe Rosen. ¿Sabes
quién soy?”.
“Sí”, respondí, “eres el líder del ministerio Judíos por Jesús”.
“Así es”, respondió, “y estoy llamando para felicitarte por tu mensaje.
Uno de nuestros seguidores me envió una copia, y quería llamar y felicitarte
por el mensaje y animarte a seguir proclamándolo”.
No tengo palabras para expresar lo que esa llamada significó para mí. Yo
era un ministro completamente desconocido con una oficina en uno de los
dormitorios del dúplex donde vivíamos. Esto fue 15 años antes de la época de
Internet, la que puede ser utilizada hoy para crear un ministerio nacional e
internacional de la noche a la mañana, si usted tiene algo que valga la pena
decir.
También iba a aprender en los siguientes días que había muy pocos
ministerios que estuvieran dispuestos a ayudar a uno nuevo en alguna manera. Por
el contrario, tendían a responder a las peticiones de ayuda con sospecha. Sin embargo,
inesperadamente, Moishe Rosen me llamó para alentarme. Sentí como que si Dios
lo estaba usando para darme una palmada en la espalda — al igual que lo había
hecho con el granjero de Texas —.
Comencé a darme cuenta de que el mensaje que me sentí llamado por Dios
para proclamar acerca de los judíos y el cercano regreso de Jesús era uno muy
importante.
La Tercera Respuesta
Mi esposa, Ann, fue la fuente de la tercera respuesta a mi mensaje
acerca del pueblo judío en los tiempos del fin.
Después de que me escuchó predicar el mensaje en persona, me dijo, “Cariño,
cuando hablas acerca de cuánto ama Dios al pueblo judío, a pesar de su rechazo de
Él como rey de su nación y su rechazo de Su Hijo como rey de sus corazones, ¡me
haces querer ser un judío!”.
“No”, le contesté, “no quieres ser judía, porque las abrumadoras probabilidades
son que si fueras judía, tendrías una ceguera espiritual que te impediría
reconocer a Jesús como tu Mesías”. Y luego, añadí esta observación:
Lo importante que debes tener en cuenta es que Dios no está haciendo
algo por el pueblo judío que no esté dispuesto a hacer por todos nosotros. Ellos
son una demostración colectiva de Su gracia. Es cierto que no se merecen Su
amor. Pero tampoco ninguno de nosotros. Él nos ama no porque lo merezcamos,
sino que por Su gracia. Él no está dispuesto a renunciar al pueblo judío, así
como no está dispuesto a renunciar a ti y a mí, ya que Él no quiere que ninguno
perezca.
El propósito de este libro es compartir con usted el mensaje que Dios
puso en mi corazón hace casi 35 años con respecto al pueblo judío.
Una Triste Herencia
Lamento tener que decir que el mensaje que voy a compartir con ustedes
es uno que la Iglesia en general odia, y lo odia con pasión. Durante casi 2,000
años la Iglesia ha enseñado una mentira acerca del pueblo judío. Esa mentira es
la afirmación de que debido a que los judíos mataron a Jesús, Dios ha lavado
Sus manos de ellos y ya no tiene ningún propósito para ellos.
Como mostraré en este libro, esa afirmación es abiertamente contraria a
las Escrituras, y ha dado lugar a un sufrimiento inimaginable.
Un Llamado Irreversible
Romanos 11:29 dice “los dones y el llamamiento de Dios son irrevocables”.
Dios llamó a los judíos para que fueran Su Pueblo Escogido (Deuteronomio
7:6-9), y lo siguen siendo hoy. El tiempo se ha vencido desde hace rato para
que la Iglesia reconozca este hecho y lo acepte. Hasta que lo haga, la Iglesia
nunca va a entender plenamente el plan de Dios para las edades.
Dave Reagan
Allen, Texas
Primavera de 2014
Agradecimiento Especial
Quiero expresar mi agradecimiento a Gary Byers y a Kay Bien por sus
servicios de revisión del texto. También estoy agradecido con Gary Gaskin por
ayudar con la corrección de pruebas, por proporcionar excelentes sugerencias de
edición, y por animarme con este proyecto.
Mi colega, Arnold Fruchtenbaum, me ha bendecido durante años con sus
escritos perspicaces referentes a las raíces judías del Cristianismo, por lo
cual estoy muy agradecido. También estoy en deuda con Richard Booker y Elwood
McQuaid por los escritos excepcionales que han producido con respecto al pueblo
judío y la nación de Israel.
Estimados lectores: Sus oraciones y ofrendas harán posible que su servidor pueda continuar con la traducción y publicación de capítulos adicionales de este excepcional libro.
Traducido por Donald Dolmus
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