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jueves, 2 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 10 (pdf)

 Persistir en la Oración

Por Dr. David R. Reagan

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««Necesitamos despertar al hecho de que el poder de Dios no es limitado. Necesitamos creer en el hecho de que Dios todavía está intensamente interesado en cada pequeño detalle de Su creación. Además, debemos entender que Dios todavía tiene el control de la historia. En resumen, Dios todavía está en el trono, todavía escucha las oraciones y todavía realiza milagros»».

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miércoles, 1 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 10 (parte 2 de 2)

Persistir en la Oración

Por Dr. David R. Reagan

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La Audacia de David en la Oración

De la misma manera, cuando el rey David fue visitado por el profeta Natán y se le informó que su hijo concebido con Betsabé moriría debido a su pecado contra Dios, las Escrituras nos dicen que David se arrodilló inmediatamente en oración. Tan grande fue su remordimiento que se postró en el suelo, ayunó, lloró y clamó al Señor que perdonara a su hijo (2 Samuel 12:1–16).

Cuando David fue informado de que su hijo había muerto, tal como Natán había profetizado, sus siervos le preguntaron por qué había orado a Dios para que perdonara a su hijo cuando un profeta de Dios le había dicho claramente que el niño moriría. La notable respuesta de David fue: “Viviendo aún el niño, yo ayunaba y lloraba, diciendo: ¿Quién sabe si Dios tendrá compasión de mí, y vivirá el niño?” (2 Samuel 12:21–22).

El rey David creía en la oración. Él no tenía todos los complejos teológicos que tenemos hoy sobre la presciencia de Dios, o la voluntad ordenada de Dios, o la inmutabilidad de Dios. Lo que sí tenía era una hermosa relación personal con Dios a través de la comunión en la oración.

La Oración en la Historia Cristiana

Ahora, para que no llegue a la conclusión de que la confianza en la oración es algo confinado a los reyes y profetas del Antiguo Testamento, o a la vida de Jesús, o incluso a los tiempos del Nuevo Testamento, permítanme apresurarme a señalar que los testimonios del poder de la oración resuenan a lo largo de toda la historia del cristianismo — desde el cristiano que lucha en una banca de la iglesia, hasta el mártir triunfante ardiendo en la hoguera.

El más grande de los Padres de la Iglesia, Agustín, es un buen ejemplo. Este hombre, que vivió unos 350 años después de Jesús, era, según él mismo admitió, un pecador de enorme magnitud.6 Era un mujeriego que viajaba de pueblo en pueblo participando en todas las formas de depravación sexual. Finalmente decidió dejar su hogar en el norte de África para ir a Roma, el centro del libertinaje.

La clave de su vida fue su madre, Santa Mónica, que era una devota cristiana. Ella había orado durante años por su salvación. Cuando se enteró de sus planes de partir hacia Roma, comenzó a orar fervientemente durante todo el día, pidiendo a Dios que le impidiera ir. Él fue de todos modos y ella continuó orando.

Sus oraciones fueron respondidas cuando Agustín se reunió con el obispo Ambrosio en Milán y fue llevado a una fe profunda y duradera en Jesús. Agustín escribió más tarde sobre las oraciones de su madre con estas palabras: “Lo que ella pidió, que me quedara en el norte de África, fue negado. Lo que ella esperaba, mi conversión, fue concedido”.7 Agustín describió entonces la naturaleza de la oración en una parábola. Escribió:8

Un hombre en un bote que lanza una cuerda a una roca; no es con la idea de tirar de la roca al bote, sino con la idea de tirar del bote a la roca. Cristo es la roca y tiramos la cuerda en oración.

La Oración de un Gran Científico

Recuerdo que cuando era niño leía la inspiradora autobiografía de George Washington Carver, el eminente científico negro.9 Carver era un cristiano dedicado que tenía una vida de oración activa. Esto es lo que tenía que decir sobre la relación de la oración con su investigación:10

Entré en mi laboratorio y oré: “Gran Creador, háblame del universo”.

El Señor respondió: “Quieres saber demasiado”.

Le pregunté: “Gran Creador, háblame del mundo”.

Él respondió: “George, elige algo de tu tamaño”.

El Señor respondió: “Ahora, George, tienes algo de tu tamaño. ¡Te contaré sobre eso!”.

Dios procedió a revelarle a George Washington Carver más información sobre el maní de la que cualquier persona había descubierto.

La Vida de Oración de George Mueller

El mayor ejemplo del poder de la oración en los tiempos modernos que conozco se encuentra en la vida de George Mueller.11 Este hombre extraordinario vivió 93 años, de 1805 a 1898. Durante 60 años de ese tiempo, dirigió un orfanato en Bristol, Inglaterra, atendiendo a un total de 10,000 huérfanos.

Cuando Mueller estableció su orfanato, decidió que lo dirigiría completamente por fe y oración. Ni una sola vez durante los siguientes 60 años le pidió nada a nadie, excepto a Dios. No hizo publicidad. No envió solicitudespara recaudar fondos. Simplemente confió en la gracia y la misericordia de Dios.

Dios bendijo su fe y respondió fielmente a sus oraciones. Mueller recibió un total de $7.2 millones de dólares (en un momento en que el dólar valía cien veces su valor actual). Construyó cinco grandes edificios capaces de albergar a 2,000 huérfanos.

Sorprendentemente, sus huérfanos nunca se perdieron una comida, aunque estuvieron a punto de hacerlo algunas veces. En una ocasión, al principio de la historia del orfanato, todos los niños se reunieron para desayunar, y mientras cientos de niños hambrientos se sentaban expectantes, Mueller anunció que no había comida. Luego pidió a los niños que se unieran a él en oración. Él oró: “Padre, te damos gracias por la comida que nos vas a dar”. (¿Le suena familiar esa oración? Debería hacerlo. Es el tipo de oración confiada que hizo Jesús).

Se sentaron y esperaron. A los pocos minutos llamaron a la puerta. Era un panadero: “Me desperté temprano esta mañana con la idea de hornear un poco de pan para ustedes”.

Unos minutos más tarde hubo otro golpe. Era un lechero que anunciaba que su carro de reparto se había averiado frente al orfanato. Explicó que necesitaba deshacerse de su leche antes de que se echara a perder.

Cuando Mueller oraba, siempre se convencía primero de que lo que estaba orando era la voluntad de Dios. Luego, descansando en las promesas de la Biblia, se presentaría confiadamente ante el trono de Dios en oración como Abraham, defendiendo su caso argumentativamente, dando razones por las cuales Dios debería responderle.

Una vez que estaba convencido de que algo estaba bien, seguiría orando por ello hasta que llegara la respuesta.

Mantuvo un registro completo de sus oraciones. Abarca 3,000 páginas y contiene casi un millón de palabras. Relata más de 50,000 respuestas específicas a las oraciones.

También registra oraciones que parecían no tener respuesta, lo que nos lleva a uno de los mayores problemas de las oraciones. ¿Por qué a menudo parece que las oraciones no reciben respuesta? Es una pregunta con la que todos los cristianos luchan de vez en cuando, a menudo desafiando su fe en Dios.

El Misterio de la Oración sin Respuesta

El rey David disfrutó de muchas respuestas notables a sus oraciones. Pero, de vez en cuando, Dios le parecía distante. El Salmo 6 lo presenta clamando a un Dios distante, suplicando curación. “Me he consumido a fuerza de gemir; todas las noches inundo de llanto mi lecho, riego mi cama con mis lágrimas. Mis ojos están gastados de sufrir; se han envejecido a causa de todos mis angustiadores” (Salmos 6:6–7).12 En otra ocasión se lamentó: “¿Por qué estás lejos, oh Señor, y te escondes en el tiempo de la tribulación?” (Salmos 10:1). Se pueden encontrar palabras similares en el Salmo 13:1: “¿Hasta cuándo, Jehová? ¿Me olvidarás para siempre? ¿Hasta cuándo esconderás tu rostro de mí?”.

¿Ha estado alguna vez en esa posición? ¿Alguna vez sintió que no había nadie al otro lado de la línea cuando estaba orando? Si ora con regularidad, habrá experimentado el silencio de Dios. Era una experiencia común en los tiempos bíblicos, y creo que es aún más común hoy por varias razones.

Viviendo Velozmente

Una razón se relaciona con la naturaleza del mundo en el que vivimos. Nuestra sensibilidad espiritual ha sido embotada por la tecnología moderna. Debido al rápido ritmo de vida en la sociedad industrializada moderna, a menudo es difícil escuchar a Dios cuando responde. ¿Cómo podemos escucharlo cuando vivimos en el carril rápido, corriendo locamente de una cita a otra? ¿Cómo podemos escuchar a Dios cuando una radio, televisión o reproductor de CD suena constantemente? ¿Cómo podemos escuchar cuando siempre estamos agotados por el estrés? ¿Cómo podemos escuchar cuando simplemente nos negamos a tomarnos el tiempo para escuchar? El punto es que Dios puede estar respondiendo, pero no podemos escuchar.

Hemos desarrollado una mentalidad de comida rápida sobre todo en la vida. Queremos transporte rápido, comunicación rápida, medicina rápida, educación rápida — y sí, queremos religión rápida. No tenemos la paciencia para esperar en Dios. Queremos presionarlo en nuestro propio horario.

Lidiando con la Teología

La teología moderna es otro problema. Nos ha insensibilizado a la voz de Dios al decirnos que Dios ya no habla a la gente como lo hizo en los tiempos bíblicos. Se refleja en el sentimiento de malestar que experimentamos cuando una persona nos dice que Dios le ha “hablado”. El mundo considera a esas personas como “fanáticos religiosos”, por lo que los creyentes tienden a evitar escuchar la voz de Dios, ya sea audible o expresada en sueños, visiones y otras formas de revelación, incluso una palabra especial de las Escrituras.

En el extremo opuesto del espectro teológico están aquellos que creen que el Dios de la Biblia todavía opera hoy, pero sienten que pueden manipularlo para que haga lo que quieran, a través de la recitación de frases mágicas de oración. Actúan como si tuvieran a Dios en una cuerda, ordenándole que sane o proporcione las finanzas. En el proceso, hacen promesas a su pueblo que Dios nunca hizo — promesas como, “Siempre es la voluntad de Dios sanar”. Entonces, cuando Dios falla en honrar esas “promesas”, la gente se ve afectada espiritualmente cuando se les dice que tienen la culpa. Se les culpa por su falta de fe, o se les dice que tienen pecado en sus vidas.

¿Cuál es la verdadera razón por la que las oraciones a veces quedan sin respuesta? La Biblia enseña que hay varias razones. Ciertamente, la incredulidad y el pecado son dos de las razones, pero no siempre son la razón.

Las Barreras del Pecado y la Incredulidad

La importancia de orar con fe se enfatiza en toda la Biblia. Jesús dijo: “Todo lo que pidan en oración, lo recibirán, si tienen fe” (Mateo 21:22).13 Jacobo enseñó que cuando oramos debemos pedir “con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento”. Agrega: “Ese hombre no debe esperar recibir nada del Señor” (Jacobo 1:6–7). Él llama a esa persona “de doble ánimo” (Jacobo 1:8).

El pecado también se describe en toda la Biblia como un obstáculo importante para la oración. Una declaración poderosa sobre este punto se puede encontrar en Isaías 59:

1) He aquí que no se ha acortado la mano de Jehová para salvar, ni se ha agravado su oído para oír; 

2) pero vuestras iniquidades han hecho división entre vosotros y vuestro Dios, y vuestros pecados han hecho ocultar de vosotros su rostro para no oír.

David enfatizó este punto en el Salmo 66:18: “Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me habría escuchado”. El escritor de Proverbios lo expresó de otra manera: “Jehová está lejos de los impíos; pero él oye la oración de los justos” (Proverbios 15:29). En el Nuevo Testamento, un ciego sanado por Jesús resumió este principio de manera sucinta cuando dijo a los fariseos: “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye” (Juan 9:31).

Las Barreras de la Arrogancia y el Egoísmo

La arrogancia y el egoísmo también son grandes barreras para la oración eficaz. La humildad al acercarse a Dios es una necesidad absoluta. En el Antiguo Testamento se le dijo al pueblo de Dios que “se humillara y orara” (2 Crónicas 7:14). En el Nuevo Testamento se nos dice: “Humillaos. . .bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros” (1 Pedro 5:6–7).

Jesús ilustró la importancia de la humildad en la oración de una manera vívida en su parábola del fariseo y el recaudador de impuestos (Lucas 18:9–14). El fariseo hizo una oración en la que se felicitó por su justicia. En contraste, el recaudador de impuestos oró: “Dios, se propicio a mí, pecador”. Jesús dijo que el fariseo estaba orando para sí mismo mientras que el recaudador de impuestos “descendió a su casa justificado”. Jesús resumió el punto de su parábola con estas palabras: “cualquiera que se enaltece, será humillado; y el que se humilla será enaltecido” (Lucas 18:14).

Jacobo pronuncia condena a las oraciones egoístas de “dame”, en Jacobo 4:3: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites”. Esa afirmación siempre me recuerda al tipo que necesitaba un automóvil para ir al trabajo. Oró: “Señor, sabes que necesito un coche. Sabes que es esencial para mi sustento. Entonces, Señor, por favor dame un Corvette rojo nuevo”. Dios promete suplir nuestras necesidades, no nuestros deseos.

La Barrera de la Voluntad de Dios

La barrera más difícil de entender y aceptar para la oración es la voluntad de Dios. Dios es soberano. No puede ser manipulado ni engañado. Su sabiduría está muy por encima de la nuestra, y sus caminos no son los nuestros (Romanos 11:33).

No siempre sabemos qué es lo mejor para nosotros. De hecho, si se supiera la verdad, probablemente rara vez sepamos qué es lo mejor para nosotros. Debemos tener en cuenta que el propósito de Dios es moldearnos a la imagen de Jesús (2 Corintios 3:18). Para hacer eso, Dios en ocasiones debe permitir que la adversidad entre en nuestras vidas, primero para llamar nuestra atención y luego para desarrollar cualidades como la perseverancia, la paciencia y la compasión. ¿Cómo, por ejemplo, podría tener verdadera compasión por una persona enferma si nunca ha estado enfermo?

La eficacia de toda oración está condicionada por la voluntad de Dios. El apóstol Juan escribió: “Y esta es la confianza que tenemos en él, que si pedimos alguna cosa conforme a su voluntad, él nos oye” (1 Juan 5:14). No nos gusta esta condición, porque la mayoría de nosotros realmente no queremos la voluntad de Dios; queremos la nuestro.

A menudo me encuentro con este problema cuando me contactan mujeres con úteros estériles que quieren que ore para que puedan concebir un hijo. A veces me dejarán claro que están decididas a tener un hijo, aunque tengan que recurrir a la inseminación artificial. Cuando esto sucede, les señalo que están tratando de jugar a ser Dios y que mis oraciones por ellas no servirán de nada a menos que estén dispuestos a decir: “Señor, hágase tu voluntad”. Ese consejo generalmente las enoja, porque no están dispuestas a someterse a la voluntad de Dios.

Conocer la Voluntad de Dios

El otro tipo de persona problemática con la que me encuentro a menudo es la que piensa que conoce la voluntad de Dios, cuando en realidad no es así. Recuerdo bien la primera vez que me encontré con una de estas personas. Estaba en una clase de escuela dominical y estábamos en un círculo de oración, orando por peticiones específicas de oración. Cuando llegó mi turno, comencé a orar por una persona gravemente enferma. Le pedí al Señor que sanara a la persona y luego agregué: “si es Tu voluntad”.

Una mujer en el círculo explotó por esas palabras. Ella interrumpió groseramente mi oración burlándose, “¿Si es la voluntad de Dios? ¿Qué quieres decir? Por supuesto que es la voluntad de Dios. ¡No estás orando con fe!”.

Bueno, el hecho es que nadie en ese círculo de oración sabía con certeza cuál era la voluntad de Dios para esa persona críticamente enferma. Puede haber sido su voluntad llamar a esa persona a casa para estar con Él.

A veces confío en la voluntad de Dios. Me encanta orar por las personas perdidas porque sé con certeza que es la voluntad de Dios que sean salvas (2 Pedro 3:9). Me encanta orar por los descarriados, porque sé que es la voluntad de Dios que se arrepientan y sigan adelante con su santificación (Romanos 6:19–23). Me encanta orar por los matrimonios con problemas, porque sé que es la voluntad de Dios sanarlos, ya que Él odia el divorcio (Malaquías 2:16).

Pero a menudo, simplemente no conozco la voluntad de Dios, por lo que oro para que se haga Su voluntad, sabiendo que Él está ansioso por hacer que todas las cosas obren para bien para aquellos que lo aman (Romanos 8:28).

La Voluntad Permisiva de Dios

Exigir su propia voluntad en oración puede meterlo en un gran problema, porque Dios puede decidir en Su voluntad permisiva dejar que se salga con la tuya. Verá, Dios tiene una voluntad perfecta y una voluntad permisiva. Por ejemplo, es Su perfecta voluntad que todas las personas se salven. Pero, en Su voluntad permisiva, permite que los rebeldes que no se arrepientan se pierdan.

Como vimos anteriormente, Ezequías no estaba dispuesto a aceptar la perfecta voluntad de Dios de que él muriera. Se quejó, lloró y suplicó por una vida más larga. Dios le concedió su deseo, dándole 15 años más. Pero miren lo que pasó durante esos años. Él engendró a Manasés, quien se convirtió en el rey más malvado en la historia de Judá (2 Reyes 21:1–2), y, en un momento de orgullo, mostró las riquezas del Templo a los representantes del rey de Babilonia, abriendo su apetito por conquistar Jerusalén (Isaías 39:1–6).

Discernir la Voluntad de Dios

¿Cómo podemos conocer la voluntad de Dios? Una forma de buscar la voluntad de Dios es escudriñar Su Palabra, orando para que Él le dé perspicacia y discernimiento. La Palabra es “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos…y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12).

Otra forma es llegar a conocer a Dios. Cuanto mejor lo conozca, más fácil le resultará discernir Su voluntad. Y la única manera de llegar a conocerlo es pasar tiempo con Él en Su Palabra y en oración. Es como conocer a alguien. Tiene que pasar tiempo con ellos. Al hacerlo, llegará a conocer sus gustos y disgustos.

Dios escucha la oración y responde a la oración. Cuando parece que no responde, cuando parece estar en silencio, debemos revisar los obstáculos a la oración para ver si existe alguno en nuestras vidas. Si no lo hacen, entonces debemos ejercer fe en que Dios ha escuchado y responderá en Su propio tiempo y en Su propia manera.

Varias Respuestas a la Oración 

La respuesta puede ser “Sí”, como suele ocurrir. Pero la respuesta puede ser “No”, como lo fue cuando Pablo oró por la liberación de su “aguijón en la carne” (2 Corintios 12:7). Dios se negó a eliminar el problema, pero le concedió a Pablo la gracia de afrontarlo (2 Corintios 12:9). La respuesta también puede ser “¡Espera!”. En ese caso, el Señor puede estar llamándonos a la paciencia y la perseverancia, e incluso al sufrimiento. O puede que tenga en mente algo mejor para nosotros de lo que creemos que es mejor.

La respuesta podría ser incluso una que no comprendamos, o una que aparentemente parezca desagradable o tonta. Este tipo de respuesta a menudo requiere la mayor fe, como cuando Dios le dijo a Abraham que levantara estacas y se fuera al desierto a un destino desconocido para que él, que era demasiado viejo para tener hijos, pudiera convertirse en el padre de una gran nación. O considere la locura de Dios, cuando le dijo a Moisés en el Mar Rojo, que levantara su vara cuando no había forma de escapar del ejército egipcio. O piense en Josué, a quien se le dijo que conquistara Jericó marchando y tocando cuernos.

¿Su Voluntad o la de Dios?

La conclusión es si siempre quiere lo que pide o si quiere que se haga la voluntad de Dios en su vida. La voluntad de Dios es siempre lo mejor para usted. Considere la siguiente oración:14

Pedí fuerza, para tener éxito.
Me debilitó, para que pudiera obedecer.

Pedí salud, para poder hacer grandes cosas.
Me fue dada la gracia, para poder hacer mejores cosas.

Pedí riquezas, para ser feliz.
Se me dio pobreza, para que pudiera ser sabio.

Pedí poder, para tener la alabanza de los hombres.
Se me dio debilidad, para sentir la necesidad de Dios.

Pedí todas las cosas, para poder disfrutar de la vida.
Se me dio la vida, para que pudiera disfrutar de todas las cosas.

No recibí nada de lo que pedí;
Todo lo que esperaba.

Mis oraciones fueron respondidas.

Una “oración sin respuesta” resultó en la mayor bendición que el mundo haya recibido. La oración fue hecha con angustia por un hombre desesperado en un jardín solitario hace 2,000 años: “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa” (Mateo 26:39). Pero esta oración realmente fue respondida, porque cuando Jesús la oró, agregó: “No sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).

Alabemos a Dios por la respuesta que dio a esa oración. Alabemos a Dios por las respuestas que todavía da a la oración.

Orando en los Tiempos del Fin

¿Cómo, pues, oraremos en estos tiempos del fin? La respuesta es fervientemente, persistentemente, específicamente y con fe. En cuanto al tema, hay dos cosas en particular por las que debemos orar. Uno es el avivamiento nacional. El otro es para quienes ocupan puestos de autoridad.

La Biblia nos insta encarecidamente a orar por nuestros funcionarios públicos (1 Timoteo 2:1–3); desde el ayuntamiento hasta el Congreso; desde los alcaldes hasta el presidente; y desde los tribunales locales hasta la Corte Suprema. La oración por los funcionarios públicos es especialmente importante porque Satanás es el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31). Sí, fue derrotado en la Cruz, pero aún no se han actualizado todos los aspectos de su derrota. Es por eso que Juan escribió mucho después de la Cruz: “El mundo entero está bajo el maligno” (1 Juan 5:19).

Dios es quien pone a todos los líderes gubernamentales en sus posiciones de autoridad, y es quien los quita (Daniel 2:21). Pero, en el momento en que Él confía la autoridad gubernamental a cualquier persona, Satanás mueve a esa persona hacia arriba en su lista de blancos y se pone en contra de ellos, buscando que hagan concesiones y controlarlos. Por eso siempre ha habido una corrupción política generalizada y siempre la habrá. Por eso se nos exhorta a orar por nuestras autoridades gobernantes.

Orando por Avivamiento

También necesitamos orar fervientemente por un avivamiento nacional. Es posible que nuestra nación haya descendido al paganismo, pero aún existe la oportunidad de un avivamiento espiritual. El avivamiento nacional más grande registrado en la Biblia fue el que ocurrió en Judá, durante el reinado de Josías. Ocurrió después del reinado del rey más malvado de Judá, Manasés, un hombre que reinó durante 55 años, más que cualquier otro de los reyes de Judá (2 Crónicas 33:1–2).

Cuando Josías ascendió al trono a la edad de 8 años, parecía no haber esperanza para su nación. Pero la Biblia dice que cuando tenía 16 años, "comenzó a buscar al Dios de David su padre” (2 Crónicas 34:3). Purgó la tierra de los ídolos y mató a los sacerdotes de las religiones falsas. Reparó el templo, restauró la Palabra de Dios a su pueblo y se arrepintió públicamente por su nación (2 Crónicas 34:3–21).

En respuesta, Dios derramó Su Espíritu, tal como había prometido que haría muchos años antes cuando le dijo a Salomón: “Si se humillare mi pueblo, sobre el cual mi nombre es invocado, y oraren, y buscaren mi rostro, y se convirtieren de sus malos caminos; entonces yo oiré desde los cielos, y perdonaré sus pecados, y sanaré su tierra” (2 Crónicas 7:14).

Un Llamado a la Oración

En estos tiempos del fin, oremos como nunca antes lo habíamos hecho, para que Dios levante líderes gubernamentales justos que gobiernen de acuerdo con Su Palabra, y no de acuerdo con las encuestas de opinión pública. Oremos con mayor celo para que el Señor levante líderes espirituales piadosos, para llamar a nuestra nación al arrepentimiento y guiarnos hacia un avivamiento nacional.

Ese avivamiento puede comenzar contigo, en tu corazón. Lo que debe hacer es humillarse, arrepentirse y buscar al Señor en oración por usted mismo, su familia, su iglesia, su estado y su nación.

Si Dios pudo lanzar un avivamiento nacional a través de un chico de 16 años, ¿por qué no podría hacer lo mismo a través de ti? Quizás esté pensando: “Pero Josías era un rey, y yo sólo soy un ama de casa o un simple jornalero”. Pero, si ha nacido de nuevo, entonces es hijo de un Rey, el Rey de este universo. Eso lo hace realeza espiritual, así que no subestime lo que puede lograr a través del poder del Espíritu de Dios. ¡Deje a un lado las dudas y las excusas, y ore!

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

lunes, 29 de noviembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 10 (parte 1 de 2)

    Persistir en la Oración

Por Dr. David R. Reagan

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Una de las armas espirituales más grandes que deberíamos usar en estos tiempos del fin es la oración, pero es una que rara vez usamos. Es un viejo problema. En Jacobo 4:2 encontramos estas palabras: “No tenéis lo que deseáis, porque no pedís”.

Déjeme hacerle una pregunta: si dejara de orar, ¿afectaría radicalmente su vida? ¿O esa pregunta es una que no puede responder porque es como esa vieja pregunta con trampa: “¿Ha dejado de golpear a su esposa?”. En otras palabras, ¿es posible que usted sea uno de esos cristianos que no puede dejar de orar porque nunca ha comenzado realmente?1

Por otro lado, ¿es usted uno de esos cristianos que ora regularmente por un sentido del hábito o del deber — pero que duda seriamente del poder de la oración porque nunca ha sentido su efecto en su vida?

Nuevamente, pregunto: si dejara de orar, ¿afectaría radicalmente su vida?

Una Era de Incredulidad

Tal vez usted sea uno de esos cristianos a los que realmente les gustaría orar, pero ha sido víctima del concepto moderno y “sofisticado” de que la oración es simplemente un ejercicio psicológico de autoayuda y — por lo tanto, lo desanima el concepto de participar en una farsa — al, de hecho, orarse a sí mismo.

No hay duda de que vivimos en una época que no cree en la oración. El mundo se burla de la idea misma de la oración. ¿Cuántos programas de televisión o películas has visto en los que, en medio de una gran crisis, los personajes recurren a la oración? No, recurren normalmente a las armas.

La gran tragedia es que los cristianos han quedado atrapados en la filosofía de nuestra época, una filosofía que ha entronizado a la ciencia como dios. Por todos lados se nos enseña que vivimos en un universo impersonal, un mundo que es una gran máquina despiadada que obedece leyes implacables. En medio de todo esto, los pequeños humanos no somos más que pigmeos transitorios.

El resultado es que tenemos un dios vacío — un dios que no tiene corazón ni compasión, porque la ciencia no puede sentir, reír ni mostrar misericordia. La ciencia sólo puede analizar, medir, diseccionar, pesar y especular. Entonces, sentimos una sensación de falta de sentido; una pérdida de significado; una erosión de la esperanza; una falta de poder.

Rituales Sin Sentido

Oh, muchos de nosotros, que nos llamamos cristianos, pasamos por los movimientos de la oración. Pero nuestras oraciones son a menudo poco frecuentes, vagas e incrédulas. La mayoría de nosotros hacemos oraciones que un dios de piedra podría responder:

“Padre, oramos por todos aquellos por quienes tenemos el deber de orar”.

“Padre, perdónanos todos nuestros pecados no perdonados”.

Nuestras oraciones tienden a ser rituales vacíos y sin sentido. Somos como el rey del Hamlet de Shakespeare, que trató de orar por el perdón de su pecado de asesinato para purgar su sentimiento de culpa. Su oración fue ineficaz. Como él dijo, “Ni siquiera llegó al techo”.

Cuando el rey analizó su problema, Shakespeare puso en su boca palabras de sabiduría que son tan profundas como cualquiera que el simple hombre haya escrito sobre la oración: “Mis palabras vuelan; mis pensamientos permanecen abajo. Las palabras sin pensamientos nunca van al cielo”.2

Como este rey, a menudo somos culpables de orar sin sentido. Considere, por ejemplo, las oraciones que cantamos como canciones, pero que no queremos decir en absoluto. De hecho, nos horrorizaríamos si el Señor les respondiera. Un buen ejemplo se encuentra en la popular canción de oración, “Toma mi vida y déjala ser”.3 Uno de los versos comienza con esta súplica: “Toma mi plata y mi oro, ni una pizca retendré”.

Incluso cuando ocasionalmente oramos con honestidad, fervor y específicamente por algo, la mayoría de nosotros oramos con poca o ninguna expectativa de realización. La prueba de esto es que, cuando nuestras oraciones son respondidas, o reaccionamos con asombro, o bien reaccionamos con burda incredulidad, atribuyendo la respuesta a alguna causa o proceso natural — como la suerte.

¿Un Dios Impotente?

Existe un problema muy especial con la oración que existe en toda la cristiandad. A muchos cristianos se les ha enseñado en un momento u otro que, aunque Dios una vez obró de manera maravillosa, directa e incluso milagrosa en respuesta a la oración para ordenar los eventos del hombre, ya no lo hace. Dios es diferente ahora, porque al final del primer siglo puso el universo bajo la operación de ciertas leyes inmutables de la naturaleza y, por lo tanto, los milagros ya no son posibles. La era de lo sobrenatural ha pasado para siempre. Dios ahora está limitado en lo que puede hacer.

Conozco bien esta actitud porque crecí con ella y porque todavía la encuentro todo el tiempo. En la iglesia de mi infancia, si se les pedía a los ancianos que oraran por una persona que estaba enferma, siempre oraban: “Señor, por favor ayuda a los médicos a diagnosticar este problema correctamente y, por favor, ayúdalos a recordar cómo tratarlo correctamente”. Si hubieran orado, “Señor, estamos preocupados por esta persona, por favor sánalo”, ¡habría habido varios infartos en la congregación porque se había usado la palabra “sanar”! Simplemente no creíamos en la sanidad sobrenatural.

¡Qué clase de herejía es todo esto! Puedo pensar en algunos conceptos menos bíblicos. ¿Cómo puedes creer en un Dios que se retiró en el primer siglo cuando la Palabra dice que Él es “el mismo ayer y hoy, sí y por los siglos” (Hebreos 13:8)?

¡No es de extrañar que las oraciones de tantos cristianos carezcan de poder! Como los deístas de antaño, han negado, en efecto, que Dios todavía tenga algún interés personal e íntimo en Su creación. Niegan lo sobrenatural y lo milagroso — y muchos incluso niegan la realidad del Espíritu Santo como la presencia sobrenatural de Dios en el mundo de hoy.

En el proceso, niegan el poder de la oración, porque les pregunto: ¿Por qué orar si Dios es distante, lo sobrenatural es una farsa, la era de los milagros ha cesado y el Espíritu Santo no es más que un símbolo de Dios?

¡Un Dios que Nunca Cambia!

Amigos míos, debemos despertar al hecho bíblico de que Dios sigue siendo el mismo hoy que en los tiempos bíblicos. No ha cambiado. En Malaquías 3:6 Él dice: “Yo, el Señor, no cambio”.

Necesitamos despertar al hecho de que el poder de Dios no es limitado. Necesitamos creer en el hecho de que Dios todavía está intensamente interesado en cada pequeño detalle de Su creación. Además, debemos entender que Dios todavía tiene el control de la historia. En resumen, Dios todavía está en el trono, todavía escucha las oraciones y todavía realiza milagros.

¡Qué tontería es cuando los cristianos niegan lo sobrenatural y la posibilidad de milagros y luego inclinan la cabeza y oran! Les digo, si la era de los milagros ha cesado, entonces la oración es una farsa. Porque, ¿cómo puede Dios escucharnos en oración si no ocurre algo milagroso? ¡Después de todo, usted y yo no somos transmisores de radio!

El poder de Dios es ilimitado, sin embargo, usted y yo, tan débiles, frágiles y tontos como somos, tenemos el poder de limitar la acción de Dios en nuestras propias vidas a través de nuestra incredulidad. No tenemos porque no pedimos, y cuando pedimos, no pedimos con fe.

El Ejemplo de Jesús

En Lucas 11:1 se nos dice que los discípulos de Jesús le pidieron que les enseñara a orar. ¿Alguna vez se ha detenido a pensar en el significado de esa solicitud?

No tenemos registro de que los discípulos le pidieran a Jesús que les enseñara cómo enseñar, predicar o interpretar las Escrituras. Pero se le acercaron y le dijeron: “Señor, enséñanos a orar”. ¿Por qué?

Creo que fue porque habían concluido en sus observaciones de Jesús que Su notable poder estaba relacionado con Su vida de oración. Creo que vieron que para Jesús la oración era una necesidad. Era más que una práctica ocasional de Su parte, era un hábito de toda la vida.

De hecho, era una actitud de Su mente y Su corazón. Era una atmósfera en la que vivía. Él literalmente “oraba sin cesar” — como el apóstol Pablo nos instó a hacer (1 Tesalonicenses 5:17).

Jesús oró mientras sanaba a los enfermos. Oró mientras alimentaba a los hambrientos. Oró mientras resucitaba a los muertos. Oró por Sus discípulos. Oró por sí mismo. Y oró por nosotros — por usted y por mí — en la última cena cuando oró para que todos los que pudieran creer en él fueran uno (Juan 17).

La vida del hombre más grande que jamás haya vivido fue una vida de oración. Oró porque creyó lo que predicó cuando dijo: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo” (Juan 5:19). También dijo: “El Padre que mora en mí, hace las obras” (Juan 14:10). Jesús tenía un sentido de necesidad consciente y constante, y de ese sentido surgió una actitud continua de oración.

Nuestra Autosuficiencia

Por el contrario, ¡cuán diferentes son nuestras actitudes! Nuestro problema es que tenemos una actitud tan inexplicable de autosuficiencia. Por lo tanto, tendemos a pensar en la oración como una medida de emergencia, algo a lo que recurrir cuando todos nuestros propios esfuerzos han fallado.

Pero, como ve, el secreto de la vida de Jesús es que nunca pensó en manejar las cosas por su cuenta. Nunca se dijo a sí mismo: “Sólo confiaré en mi entrenamiento, mi experiencia, mi conocimiento o la habilidad natural con la que nací”. No, dijo: “No puedo yo hacer nada por mí mismo” (Juan 5:30).

Esa actitud debería darnos una pista de por qué tantos de nosotros tenemos una vida de oración mediocre. Piense por un momento en el momento en que vino a Cristo. Piense cómo lo hizo. Si lo hacía con sinceridad y convicción, tenía que hacerlo con la actitud de un niño pequeño. Tenía que ser un momento de humillación en el que dejaba a un lado todo su orgullo — toda su ventaja, toda su riqueza y toda su influencia. Sólo podía venir con la humildad de un niño.

Ése es el “estigma” de la oración. Porque ya ve, cada vez que ora a Dios con honestidad y sinceridad, está admitiendo su necesidad de Él. Está admitiendo que no puede manejar la situación. Está confesando que no tiene el apalancamiento adecuado para hacer frente al problema. No nos gusta hacer eso porque hiere nuestro tonto orgullo.

Aplicar la Oración a Todo

Otra cosa que podemos aprender de la vida de oración de Jesús es que Él consideró que valía la pena orar por todo en la vida. No guardó la oración sólo para los “grandes” problemas de la vida — para las emergencias. Como Jesús, usted y yo debemos aplicar la oración a todos los aspectos de nuestra vida:

A la llamada telefónica que estamos haciendo

A la carta que estamos escribiendo

A las vacaciones que estamos planeando

Al informe escolar que estamos preparando

Al juego que estamos jugando

Sí, incluso a la habitación que estamos limpiando.

Carl Sandburg lo resumió maravillosamente en su poema, “Lavandera”:4

La lavandera es miembro del Ejército de Salvación.

Y sobre la tina de espuma frotando la ropa interior limpia,

Ella canta que Jesús lavará sus pecados

Y los agravios rojos que ella ha hecho a Dios y al hombre,

Será blanca como la nieve.

Frotando la ropa interior, canta sobre el Último Gran Día de Lavado.

La lavandera en este poema es un buen ejemplo del mandato bíblico de que debemos “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17). Vivir en actitud de oración es algo que debemos aprender a practicar momento a momento en estos tiempos del fin.

Orar con Confianza

Otra cosa que caracterizó la vida de oración de Jesús es que oró con confianza. Considere, por ejemplo, Su oración en la tumba de Lázaro (Juan 11:41–42):5

Padre, gracias por escucharme. (Siempre me escuchas, por supuesto, pero lo dije por todas estas personas que están aquí, para que crean que me enviaste). Luego gritó: “¡Lázaro, sal!”.

¡Qué maravillosa oración! Jesús agradeció a Dios de antemano por escuchar y responder a su oración. Eso es verdaderamente orar con confianza.

La tragedia es que, aunque se supone que Jesús es nuestro ejemplo perfecto en todas las cosas, a menudo respondemos a ejemplos como este encogiéndonos de hombros y diciendo: “Bueno, tenía algún tipo de canal muy especial hacia Dios”. Descartamos Su humanidad y pasamos por alto docenas de otros ejemplos bíblicos de confianza en la oración por parte de personas aparte de nuestro Señor.

Tomemos a Abraham, por ejemplo. Él oró a Dios para que perdonara a Sodoma y Gomorra si se podían encontrar 50 personas justas, y Dios estuvo de acuerdo. Cuando Abraham encontró que el Señor estaba tan dispuesto a ceder, decidió entablar una negociación bastante audaz. “¿Qué hay de 45?”, preguntó. “Seguramente no destruirás las ciudades por la falta de cinco personas”. Una vez más, el Señor estuvo de acuerdo. Entonces, Abraham presionó la gracia del Señor. Oró de nuevo por 30, y luego 20, y finalmente, 10. Cada vez, Dios en Su gracia estuvo de acuerdo con la petición de Abraham (Génesis 18:20–33). Fue un notable ejercicio de oración audaz, si no atrevida.

O considere al rey Ezequías, el rey más grande en la historia de Judá. Cuando se enfermó gravemente, Isaías se acercó a él y le dijo que pusiera su casa en orden porque era la voluntad de Dios que muriera. Ezequías respondió clamando intensamente a Dios en oración, pidiéndole que cambiara de opinión. Le recordó al Señor su gobierno piadoso y le pidió al Señor que lo sanara. Dios respondió misericordiosamente otorgándole 15 años más de vida (Isaías 38:1–5).

La Relevancia de los Ejemplos Bíblicos

Nuevamente, tendemos a responder a estos ejemplos como si fueran irrelevantes para nosotros. “Después de todo”, pensamos, “Abraham y Ezequías eran hombres santos que tenían un favor especial a los ojos de Dios. Tenían números especiales directamente al trono de Dios. ¿Quién soy yo en contraste?

La Biblia responde a esa pregunta si es cristiano. Dice que “la oración eficaz del justo puede lograr mucho” (Jacobo 5:16). Puede estar pensando, “pero no soy tan justo”, y tiene razón. Pero si es cristiano, has sido revestido con la justicia de Jesús (Romanos 5:17–19). Además, Él sirve como su Sumo Sacerdote ante el trono de Dios, intercediendo en su favor (Hebreos 8:12).

Las Oraciones de los Injustos

A veces, Dios responde de manera notable incluso a las oraciones de los injustos. No promete escuchar sus oraciones, en el sentido de que las responderá, pero a veces lo hace en Su gracia y misericordia.

Un ejemplo clásico se puede encontrar en la vida de uno de los hombres más malvados que jamás haya ocupado el trono de Israel — el rey Acab. En 1 Reyes 16:33 el escritor dice que “Acab hizo más para provocar al Señor Dios de Israel que todos los reyes de Israel que fueron antes de él”.

El profeta Elías fue enviado por Dios para confrontar a Acab con un mensaje de juicio. Elías le dijo que perdería su trono y su vida y que los perros lamerían su sangre en las calles (1 Reyes 21:17–19). Sorprendentemente, este hombre malvado no respondió al mensaje de Elías maldiciendo a Dios. En cambio, se rasgó la ropa y se vistió de cilicio en señal de arrepentimiento. Luego ayunó y se humilló ante Dios, orando por misericordia (1 Reyes 21:27).

El Señor estaba tan conmovido por las acciones de Acab que le envió a Elías de regreso con un mensaje de misericordia. Elías recibió instrucciones de decirle a Acab que, debido a que se había humillado ante el Señor, el mal que Dios había planeado para sus días se retrasaría hasta los días de sus hijos (1 Reyes 21:28–29).

Ahora, tenga en cuenta que Acab no era un hombre de Dios. Su arrepentimiento no duró. Era un hombre completamente malvado cuyo remordimiento duró sólo un momento. Pero de ese momento surgió una oración ferviente que Dios reconoció en su misericordia.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

viernes, 26 de noviembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 9 (pdf)

Defender la Justicia

Por Dr. David R. Reagan

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««...Dios no nos ha llamado a ganar las batallas, sino que nos ha llamado a tomar una posición. La victoria no vendrá hasta que Jesús regrese. Pero mientras tanto, no debemos quedarnos de brazos cruzados y permitir que el mal se multiplique.

Dios nos está llamando a defender la justicia en medio de una sociedad que se ha vuelto tan malvada que ha olvidado cómo sonrojarse. Hay tres cosas que cada uno de nosotros debe hacer para defender la justicia»».

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miércoles, 24 de noviembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 9 (parte 2 de 2)

    Defender la Justicia

Por Dr. David R. Reagan

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La Importancia de las Buenas Obras

Parte del problema tiene sus raíces en la Reforma. Ese movimiento transformador se peleó por el tema de la salvación. ¿Es por gracia o por obras? La gracia triunfó, como debería haberlo hecho, pero, en el proceso, la comunidad cristiana pareció olvidarse de la importancia de las buenas obras.

Uno de los pasajes fundamentales de la Reforma se encuentra en Efesios 2:8–9, donde Pablo escribió: “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe. . . no por obras, para que nadie se gloríe”. Pero el siguiente versículo dice que somos “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10). El punto: No somos salvos por las obras, pero somos salvos para hacer buenas obras.

Pablo repitió el punto en Tito 2:14, donde declaró que Dios nos ha redimido y nos está purificando como pueblo “celoso de buenas obras”. Jacobo, el hermano de Jesús, resumió bien el tema cuando escribió: “Porque como el cuerpo sin espíritu está muerto, así también la fe sin obras está muerta” (Jacobo 2:26).

La Importancia de las Buenas Obras

Las obras son importantes porque manifiestan nuestra salvación. También son importantes porque manifiestan el amor de Dios a través de nosotros. También son importantes porque cada uno de nosotros algún día será juzgado por nuestras obras, no para determinar nuestro destino eterno, sino para determinar nuestros grados de recompensa (2 Corintios 5:10).

La Biblia revela que hay una variedad de buenas obras que estamos llamados a hacer. Se nos exhorta a mostrar santidad en nuestra vida personal (1 Pedro 1:13–16). Estamos llamados a mostrar compasión por los menos afortunados, como las viudas y los huérfanos, los desamparados, los hambrientos y los oprimidos (Salmo 41:1; Isaías 58:6–7; Jacobo 1:27). En muchos otros pasajes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, se nos ordena defender la justicia.

La Preocupación Divina por la Justicia

El Creador de este universo es un Dios que está apasionadamente preocupado por la justicia. Esta preocupación se expresa vívidamente en Amós 5:21–24, donde el profeta habla en contra de la hipocresía religiosa. Afirma que hay algo más importante para Dios que las fiestas religiosas, las asambleas solemnes, los holocaustos y los cánticos de alabanza. ¿Qué es? Amós truena la respuesta: “Que corra el juicio como las aguas, y la justicia como impetuoso arroyo” (Amós 5:24).

Este tema se encuentra en toda la literatura profética de los profetas hebreos. Miqueas lo expresó en forma de pregunta retórica: “Qué pide Jehová de ti: solamente hacer justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6: 8). Hablando en nombre del Señor, Isaías declaró: “Aprended a hacer el bien; buscad el juicio, restituid al agraviado, haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Isaías 1:17).

La Preocupación Bíblica por la Justicia

De la misma manera, la literatura de sabiduría de la Biblia está llena de amonestaciones para defender la rectitud y la justicia:

¿Quién se levantará por mí contra los malignos? ¿Quién estará por mí contra los que hacen iniquidad? (Salmos 94:16).

“Los que amáis a Jehová, aborreced el mal…” (Salmos 97:10).

“Horror se apoderó de mí a causa de los inicuos que dejan tu ley” (Salmos 119:53).

“Rescata a los injustamente condenados a muerte; no te quedes atrás y los dejes morir” (Proverbios 24:11).6

Abre tu boca por el mudo en el juicio de todos los desvalidos. Abre tu boca, juzga con justicia, y defiende la causa del pobre y del menesteroso” (Proverbios 31:8–9).

Otra forma en que el Señor nos hace saber acerca de Su pasión por la justicia es a través de las descripciones que nos da de cómo será la vida durante el reinado milenial de Su Hijo. En el pasaje clásico de Isaías 11:3–5, el énfasis está en la justicia, la equidad y la fidelidad. En Isaías 9:7 se nos dice que el reino del Señor abarcará toda la tierra y que se caracterizará por el “juicio y la justicia”. Miqueas enfatiza que no habrá personas sin hogar ni hambrientas, y la tierra será bendecida con paz (Miqueas 4:1–4).

Las enseñanzas de Jesús están llenas de llamados a defender la justicia. En su Sermón del Monte, llamó a Sus seguidores a ser la sal y la luz del mundo (Mateo 5:13–14). Resumió Su amonestación diciendo: “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mateo 5:16). También dijo que aquellos que padecieran “persecución por causa de la justicia” serían grandemente bendecidos (Mateo 5:10).

Nuestra Respuesta Incrédula

Muy a menudo respondemos a versículos como éstos diciendo: “¿Quién soy yo? No soy nadie. Nadie me escuchará. El mal es tan grande, y yo soy tan pequeño. ¿De qué me servirá hablar?”.

Tendemos a ver a los personajes bíblicos como personas que tenían una línea directa especial con Dios. Los ponemos en un pedestal y asumimos que las cosas increíbles que hicieron son imposibles para nosotros. Tomemos a Elías, por ejemplo. Se enfrentó a un rey malvado y a su esposa depravada. También estuvo cara a cara con los sacerdotes paganos de Baal. Un hombre contra el sistema. Sin embargo, prevaleció.

Miramos a Elías y sacudimos la cabeza con asombro, sin sospechar nunca que podríamos hacer algo equivalente. Sin embargo, el Nuevo Testamento hace una declaración sorprendente: Elías era un hombre con una naturaleza como la nuestra, y oró fervientemente para que no lloviera; y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Y volvió a orar, y el cielo derramó lluvia”” (Jacobo 5:17–18).

Mírelo de nuevo: “Elías era un hombre con una naturaleza como la nuestra”, pero era un hombre de fe, y esa fe marcó la diferencia. También era un hombre justo, y eso era importante, porque la oración inicial de este pasaje es: “La oración eficaz del justo puede lograr mucho” (Jacobo 5:16).

Aquellos de nosotros que hemos nacido de nuevo, somos personas justas, no por nuestra propia justicia, sino porque hemos sido revestidos con la justicia de Jesús (Romanos 4:1–10; Gálatas 3:27).

El Poder de Una Persona

La Biblia enseña que nunca debe subestimar el impacto de una persona llamada por Dios y empoderada por Su Espíritu Santo. Se nos dice que “lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo escogió Dios para avergonzar lo fuerte” (1 Corintios 1:27).

Un hombre piadoso en Ft. Worth, Texas, un dentista llamado Richard Neill, logró que el programa de Phil Donahue fuera cancelado de la televisión. Lo hizo en primer lugar poniéndose de pie y hablando en contra de la inmundicia que se exhibía en el programa. Cuando no hubo una respuesta positiva de la estación, lanzó una campaña de envío de cartas a los patrocinadores del programa. Instó a otros a unirse a él para escribirles. Los patrocinadores comenzaron a quedarse a medio camino, hasta que el programa fue cancelado en 1996.7

Un hombre contra una estación. Parecía no tener ninguna posibilidad. Pero tampoco David contra Goliat. Mientras los filisteos se reían, David avanzó sin miedo para enfrentarse al gigante. Gritó a Goliat: “Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos. . .” (1 Samuel 17:45). ¡Un niño pequeño contra un ejército, armado con el nombre de Dios!

Ejemplos Bíblicos

La Biblia está llena de ejemplos de individuos, como David, que se puso de pie e hizo una diferencia. A lo largo del libro de Jueces hay historias de personas, tanto hombres como mujeres, que se opusieron al mal y trajeron renovación a su nación. Lo mismo es cierto durante el período de los reyes, cuando Natán se enfrentó a David, Elías enfrentó a Acab y Josías (¡de 16 años!) dirigió a su nación hacia Dios, purgando su tierra de falsos sacerdotes y sus ídolos.

A medida que avanzamos hacia el Nuevo Testamento, nos enfrentamos al ejemplo más grande de todos: Jesús de Nazaret. Su impacto en la historia se ha resumido de manera contundente en un ensayo titulado “Una Vida Solitaria”.8

Nació en una aldea desconocida, hijo de una campesina. Creció en otra aldea desconocida, donde trabajó en una carpintería hasta los treinta años. Luego, durante tres años fue un predicador itinerante.

Nunca escribió un libro. Él nunca tuvo una oficina. Nunca tuvo una familia o fue dueño de una casa. Nunca vivió en una gran ciudad. Nunca viajó 200 millas desde el lugar en el que nació. No hizo ninguna de las cosas que suelen acompañar a la grandeza. 

Mientras todavía era un hombre joven, la opinión pública se volvió contra él. Sus amigos lo abandonaron. Fue entregado a sus enemigos, y pasó a través de la parodia de un juicio. Él fue clavado a una cruz entre dos ladrones.

Mientras él moría, sus verdugos sortearon la única propiedad que tenía en la tierra…sus vestiduras, Cuando él murió, fue sepultado en una tumba prestada.

Los siglos han pasado, y hoy en día la suya es la figura central de gran parte de la raza humana. Todos los ejércitos que han marchado,

Todas las armadas que han navegado, todos los parlamentos que alguna vez han legislado,

Todos los reyes que han reinado, puestos juntos, no han afectado tanto la vida del hombre sobre la tierra como esta vida solitaria.

Puede que esté pensando: “Sí, pero Él era Dios encarnado”. Sí, lo era. Pero recuerde, Él se despojó de Su gloria y poderes divinos cuando se hizo carne, y vivió Su vida confiando en el poder del Espíritu Santo (Filipenses 2:6–7; Juan 5:19). Es por eso que pasaba gran parte de Su tiempo en oración (Lucas 11:1). Cuando dejó esta tierra, nos dio ese mismo Espíritu para empoderarnos y guiarnos (Juan 16:7, 13–14).

Fue el empoderamiento del Espíritu Santo lo que permitió a un hombre, Pablo, evangelizar el mundo entonces conocido. El Espíritu Santo lo llamó mientras estaba en una reunión de oración en Antioquía (Hechos 13:2). Lucas dice que, cuando Pablo comenzó su primer viaje misionero, fue “enviado por el Espíritu Santo” y fue “lleno del Espíritu Santo” (Hechos 13:4, 9).

Fuera de la Biblia, la historia está repleta de ejemplos de cristianos individuales que cambiaron el mundo al defender la justicia.

Un Hombre contra la Esclavitud

Uno de los ejemplos clásicos es William Wilberforce, quien nació en Inglaterra en 1759. Heredó una gran riqueza y se convirtió en un playboy. Pero, en 1784, a la edad de 25 años, encontró a Jesús y su vida se transformó. Comenzó a hablar en contra de la trata de esclavos y a exponer sus horrores en la Cámara de los Comunes, donde se desempeñó como representante.9

Wilberforce fue burlado, ridiculizado, castigado y amenazado con su vida, pero nadie pudo silenciarlo. En un momento, cuando se desanimó, John Wesley, que estaba en su lecho de muerte, se enteró. Wesley pidió lápiz y papel, y le escribió a Wilberforce la siguiente nota:10

A menos que Dios te haya levantado para esto mismo, serás agotado por la oposición de los hombres y los demonios. Pero si Dios es por ti, ¿quién puede estar contra ti? ¿Son todos más fuertes que Dios? ¡No te canses de hacer el bien! Continúa, en el nombre de Dios y en el poder de Su poder, hasta que incluso la esclavitud estadounidense desaparezca.

Wesley murió seis días después (1791). Wilberforce tomó en serio sus palabras de aliento y persistió en su cruzada. Dieciséis años más tarde, en 1807, logró que se aboliera la trata de esclavos inglesa. Le tomó otros 26 años lograr la abolición de la esclavitud en Inglaterra. El proyecto de ley se aprobó en 1833, el año en que Wilberforce murió a los 74 años.

Un Hombre contra una Industria

Un ejemplo moderno de un líder cristiano con un espíritu tenaz similar es Don Wildmon, fundador de la American Family Association. A mediados de la década de 1970, era pastor de una pequeña iglesia metodista en Tupelo, Mississippi, cuando el Señor le habló a su corazón, llamándolo a dar un paso de fe y tomar una posición contra la creciente inmoralidad, violencia y blasfemia en las películas estadounidenses y programas de televisión.

El resto es historia. Hoy su ministerio encabeza la lucha contra la degradación que caracteriza a la industria del entretenimiento. La sola mención de su nombre hace temblar las salas de juntas de Hollywood y Nueva York. Sus boicots y campañas de redacción de cartas han puesto de rodillas a una gran corporación tras otra, rogándole que retroceda.

Recuerdo bien cuando lanzó una campaña contra los Holiday Inns. Aquí estaba una corporación que había construido su imperio como un negocio orientado a la familia, y luego comenzó a presentar películas con clasificación X en sus cuartos. Me uní a la protesta y escribí una carta a la sede corporativa expresando mis objeciones y dejando en claro que boicotearía el uso de sus instalaciones.

Normalmente, estas cartas provocan una respuesta de relaciones públicas en forma de palabras endulzadas que le agradecen su contribución, pero que rara vez abordan el problema. Pero mi carta debe haber tocado un punto delicado. ¡Uno de los vicepresidentes de la empresa me envió una diatriba escrita a mano en la que me denunciaba como un “tonto fundamentalista”, que seguía ciegamente el liderazgo de un charlatán! Dijo que habían investigado a fondo a Don Wildmon y habían descubierto que era una “persona poco distinguida”, sin credenciales académicas particulares. Dijo que no podían encontrar ninguna razón para su influencia y poder.

Usando lo Débil y lo Necio

Las palabras del hombre me recordaron lo que Pablo escribió en 1Corintios 1:27: “Llo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte”. Pablo agregó: “El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Corintios 2:14).

A menudo me he preguntado a cuántas personas llamó Dios antes de llegar a Don Wildmon. Puedo imaginarlo hablando al corazón de algún pastor de una gran ciudad de una mega-iglesia, y el pastor respondiendo: “Señor, ¿quién me escuchará? Sólo tengo una iglesia de 5,000. No tengo una lista de correo nacional ni un ministerio de televisión”.

Pero Don Wildmon, quien era totalmente desconocido y no tenía recursos en absoluto, ni siquiera una gran iglesia, dijo: “Aquí estoy, Señor, úsame”, y la unción de Dios cayó sobre él. Sucedió porque la Biblia dice: “Porque los ojos de Jehová contemplan toda la tierra, para mostrar su poder a favor de los que tienen corazón perfecto para con Él” (2 Crónicas 16:9).

La Iglesia Burlona

En la publicación de su ministerio, The AFA Journal, Don Wildmon a menudo informa que sus críticos más severos son clérigos que le escriben cartas burlonas, ridiculizando su lucha contra la inmundicia en la industria del entretenimiento. Wildmon usa estas cartas para señalar que el mayor problema en Estados Unidos hoy en día es “300,000 púlpitos silenciosos”. Argumenta que guardan silencio sobre cuestiones morales porque demasiados pastores tienen miedo de pisar los dedos de los pies sensibles. En respuesta a sus alegaciones de que sus esfuerzos son “inútiles”, responde que Dios no nos ha llamado a ganar las batallas, sino que nos ha llamado a tomar una posición. La victoria no vendrá hasta que Jesús regrese. Pero mientras tanto, no debemos quedarnos de brazos cruzados y permitir que el mal se multiplique.

De lo contrario, terminaremos con tragedias como el Holocausto. La gente olvida que Alemania estaba llena de iglesias, tanto protestantes como católicas. Pero la actitud predominante fue la de “no ver ni oír el mal”. Por eso, seis millones de judíos fueron llevados a los hornos mientras los cristianos miraban hacia otro lado.

Un Llamado a la Acción

¿Cómo se aplica todo esto a usted y a mí? Dios nos está llamando a defender la justicia en medio de una sociedad que se ha vuelto tan malvada que ha olvidado cómo sonrojarse. Hay tres cosas que cada uno de nosotros debe hacer para defender la justicia.

Primero, necesita orar para que Dios ponga un problema en su corazón. No puede oponerse activamente a todo el mal, porque es demasiado grande. Debe concentrar su tiempo y energía. Piénselo de esta manera: si vierte agua en el suelo, corre en todas direcciones; pero, si la vierte en un canal que la haga correr sobre una rueda hidráulica, puede generar electricidad.

Entonces, ore para que Dios cargue su corazón con un tema en particular. Puede que se despierte en la noche llorando por aquellos que están esclavizados por la homosexualidad. O, mientras ora, puede comenzar a sentir una gran compasión por las mujeres que están contemplando un aborto.

Una vez que Dios le dé la carga, cambie su oración y comience a preguntar qué quiere Él que haga al respecto. Recuerde, Dios no llama a todos a hacer lo mismo. Tomemos el tema del aborto, por ejemplo. Podría llamar a una persona para que sea un soldado de primera línea que se sienta en la entrada de una clínica y corre el riesgo de ser arrestada. Puede llamar a otro para que se pare al otro lado de la calle y ore o sirva como consejero en la acera. Podría motivar a otro a escribir cartas a periódicos y políticos. A otros podría llamar para que sirvan como contribuyentes financieros. Incluso podría llamarte para adoptar un bebé que alguien quiere abortar.

Finalmente, después de que el Señor haya identificado su problema y le haya dicho lo que debe hacer, siga ese lema popular que dice: “¡Sólo hazlo!”. Él le dará los dones que necesita para hacer el trabajo y le dará las oportunidades. Recuerde, Él está buscando activamente en la tierra a personas que le hayan entregado su corazón para que Él pueda apoyarlos firmemente (2 Crónicas 16:9). “El requisito para la utilidad no es la habilidad, sino la disponibilidad y la confianza en el poder habilitador de Dios”.11

Así lo expresó Pablo: “Doy gracias al que me fortaleció, a Cristo Jesús nuestro Señor, porque me tuvo por fiel, poniéndome en el ministerio” (1 Timoteo 1:12).

Un Monje que Desafió a un Imperio

En el siglo IV, había un monje llamado Telémaco. Vivía solo como un ermitaño en el desierto buscando a Dios. Un día se convenció de que era egoísta en lugar de desinteresado, y decidió que pasaría el resto de su vida sirviendo a la gente, permitiendo que Dios los tocara a través de él.

Se dirigió a Roma. Llegó cuando los romanos celebraban una victoria militar sobre los godos. Los prisioneros de guerra marchaban por las calles. Escuchó que iba a haber una gran celebración de la victoria en el Coliseo y decidió ir.

Se asombró al encontrar 50,000 personas vitoreando mientras los prisioneros de guerra luchaban entre sí hasta la muerte en juegos de gladiadores. (Tenga en cuenta que Roma se había convertido oficialmente en cristiana en ese momento). Telémaco no pudo soportar lo que estaba presenciando. Estaba moralmente indignado y decidió actuar.

Bajó corriendo los escalones, saltó el muro de contención y se interpuso entre dos gladiadores, indicándoles que detuvieran el combate. La multitud se enfureció. Comenzaron a cantar por la vida del monje. Finalmente, el comandante de los juegos se rindió a la sed de sangre de la multitud y dio la señal para que Telémaco fuera masacrado.

De repente, el silencio se apoderó de la multitud cuando la gente comenzó a darse cuenta de que habían alentado la muerte de un hombre santo, un ministro de Cristo. Los juegos terminaron y nunca se reanudaron. Edward Gibbon escribió: “Su muerte fue más útil para la humanidad que su vida”.12

Nunca subestime lo que una persona puede lograr, cuando esa persona es llamada y empoderada por Dios.

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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