martes, 4 de diciembre de 2018

Redescubriendo a María

Honrando a María


"La Asunción de María" (ca. 1626), del pintor flamenco Peter Paul Rubens (1577-1640).

Hay dos cosas que siempre me han molestado acerca de María, la madre de Jesús.

En primer lugar, me han horrorizado los esfuerzos de la iglesia católica para deificarla — para convertirla en un dios.

En segundo lugar, me ha preocupado la forma en la que los protestantes la han ignorado — probablemente debido a la atención que ha recibido de los católicos. 

Los católicos niegan que la hayan hecho un dios, pero sus acciones, e incluso sus palabras, testifican lo contrario. No es del todo inusual encontrarla mencionada en la literatura católica como “corredentora”, la puerta del cielo”, “nuestra abogada”, y “mediadora”.

Además, la iglesia católica ha intentando elevar a María al estatus de deidad por medio de cuatro doctrinas no escriturales:

1) La Inmaculada Concepción de María — Proclamada por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. La mayoría de las personas, incluyendo a los católicos, piensan que esto se refiere a la milagrosa concepción de María de Jesús a través del poder del Espíritu Santo. Pero no, más bien se refiere a una creencia de que María misma nación sin pecado y que permaneció sin pecado durante toda su vida. No hay base bíblica para esta herejía. Las Escrituras enseñan que sólo Jesús nació sin pecado y permaneció así hasta el momento de Su muerte.

2) La Asunción de María — Proclamada por el Papa Pío XII el 1 de noviembre de 1950. Ésta es la creencia de que María fue tomada al Cielo, en cuerpo y alma, donde fue glorificada y “exaltada por el Señor como Reina sobre todas las cosas”. La declaración del Papa no dejó en claro si esta asunción ocurrió antes o después de su muerte. De nuevo, no hay base bíblica alguna para esta doctrina.

3) La Virginidad Perpetua de María — Esta doctrina se basa en la tradición. Declara que María permaneció virgen durante toda su vida. Una vez más, no hay base bíblica para esta creencia. De hecho, las Escrituras indican lo contrario, ya que nombran a cuatro hermanos de Jesús y mencionan que Él tenía dos hermanas, que no se nombran (Marcos 6:3; Mateo 13:55-56).

4) María como Corredentora — Ésta no es una doctrina oficial de la iglesia católica, aunque ha habido muchas solicitudes de los católicos para que el Papa la declare como dogma. A pesar de que el Papa no lo ha hecho hasta la fecha, muchos de los voceros de la iglesia la tratan como corredentora, igual a Jesús, al referirse a ella como tal y alentando a los católicos a rezarle.

Los católicos a menudo se sorprenden al descubrir lo poco que se dice acerca de María en las Escrituras y cómo ellas la tratan como un ser humano y no como un dios. El pastor John MacArthur ha enfatizado este punto en sus escritos:

La Escritura en realidad tiene muy poco que decir acerca de María. No hay descripción de su apariencia física, nada acerca de su vida, sus años posteriores a la muerte de Cristo o de su propia muerte y sepultura. Y cuando ella aparece con los discípulos y otros creyentes el Día de Pentecostés, no es objeto de adoración o incluso un líder de la iglesia primitiva — es sólo una entre muchos.  Simplemente no hay ejemplos bíblicos de que alguien alguna vez le haya orado, honrado o venerado. 

Tampoco desempeña ningún papel en las presentaciones del Evangelio en el Nuevo Testamento. En el tratado teológico de Pablo llamado el libro de Romanos, lo único que dice sobre ella es que era “una descendiente de David” (Romanos 1:3). Y en sus cartas a los gálatas, en la que presenta una larga explicación del Evangelio, simplemente se refiere al hecho de que Cristo fue “nacido de mujer” (Gálatas 4:4). ¡En ninguno de los pasajes ni siquiera la menciona por su nombre!

Todo esto me recuerda algo que solía experimentar cada diciembre entre 1980 y 2002, cuando tenía un programa de radio diario de 15 minutos, que se transmitía a nivel nacional. A medida que nos acercábamos a la Navidad cada año, siempre dedicaba uno o dos programas a María, y destacaba que ella era una pecadora como todos nosotros y que, como nosotros, necesitaba un Salvador. 

¡La respuesta siempre era una avalancha de mensajes que me asignaban el área más profunda, oscura y caliente del infierno!

El hecho del asunto es que María misma se dio cuenta de que necesitaba un Salvador y proclamó esa verdad en el cántico que entonó cuando visitó a su pariente, Elizabeth. Ella comenzó con estas palabras: “Engrandece mi alma al Señor; y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas 1:46-47).

"La Visitación" (1502), del pintor italiano Mariotto Albertinelli (1474-1515).

La elevación de María a deidad es blasfemia. Pero tampoco es apropiado ignorarla. Debería ser usada como un modelo de rectitud en la adolescencia, para nuestros jóvenes.

La edad para contraer matrimonio en Israel en su época era de 13 años. Ella ya estaba comprometida con José cuando el ángel Gabriel se le apareció y le informó que se convertiría en la madre del Mesías. En esa cultura, el compromiso era considerado como el matrimonio, aunque el matrimonio aún no había sido consumado. Quedar embarazada durante el tiempo de espera era escandaloso y podría causar la muerte por lapidación.

María estaba plenamente consciente de todo esto. También era consciente de cómo se concibe un niño, ya que cuando el ángel le informó que quedaría embarazada, su primera respuesta fue: “¿Cómo será esto? pues no conozco varón” (Lucas 1:34). El ángel explicó que “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra...” (Lucas 1:35). Luego añadió, “porque nada hay imposible para Dios” (Lucas 1:37).

Cuando María tuvo claro que era la voluntad de Dios que ella diera a luz al Mesías, ella proclamó, “He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra” (Lucas 1:38).

Rendirse por completo a la voluntad de Dios, sabiendo que podría causar que su esposo se divorciara de ella y que su comunidad la rechazara o incluso la apedreara a muerte, requirió mucha fe de parte de María, y deberíamos honrarla por su increíble fe. 


Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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