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lunes, 16 de mayo de 2022

Libro: ¿Cuál es la Diferencia Entre un Milenio y un Milpiés? – Capítulo 2 (Parte 1 de 2)

La Visión Premilenial Histórica
El punto de vista original 

Por Dr. David R. Reagan

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Este punto de vista de los tiempos del fin fue desarrollado por los primeros Padres de la Iglesia, y se basaba en una interpretación literal o de sentido llano de la profecía.

El punto de vista sostenía que habría una Era de la Iglesia de duración no especificada, durante la cual la Iglesia se extendería por todo el mundo. Cuando llegara el momento de que terminara la Era de la Iglesia, el Señor proporcionaría ciertas señales que alertarían a la humanidad sobre la venidera Tribulación de siete años. Ese período de horror sin precedentes terminaría con la Segunda Venida del Señor. El Mesías comenzaría entonces Su reinado de mil años sobre toda la tierra a través de un reino centrado en los judíos.

Figura 5: Premilenialismo Histórico

Los Padres de la Iglesia

Éste es el único punto de vista sistemático de los eventos del tiempo del fin que existió durante los primeros 300 años de la Iglesia. Con sólo unas pocas excepciones, todos los Padres de la Iglesia que se expresaron sobre el tema de la profecía fueron premileniales hasta el año 400 d.C.1 Justino Mártir, que nació en el año 100 d.C., llegó tan lejos en sus escritos sobre el tema que  sugirió que cualquier persona que tuviera un punto de vista diferente no era ortodoxo.2

Aquellos que hoy no están de acuerdo con este punto de vista responden a la casi unanimidad de los primeros Padres de la Iglesia diciendo que simplemente estaban equivocados en su interpretación de las Escrituras proféticas.

Ciertamente debe notarse que estos líderes de la iglesia primitiva no eran eruditos proféticos. Escribieron muy poco sobre profecía, y lo que escribieron fue incompleto. Su principal preocupación no era la profecía, sino la deidad de Jesús, la unidad de Dios, los problemas prácticos de la organización de la iglesia y la supervivencia en medio de la persecución.

Sin embargo, su concepto de los eventos del tiempo del fin no debe descartarse de plano como crudo y primitivo, ya que cualquiera que haya estudiado las Escrituras proféticas tendrá que admitir que el punto de vista de los Padres de la Iglesia presenta un resumen de sentido llano de las enseñanzas de la Biblia sobre los tiempos del fin.

El Desafío

La persona que sentó las bases que produjeron un gran desafío al punto de vista premilenial fue Orígenes de Alejandría, Egipto (185-254 d.C.).3 Su enfoque de toda la Escritura era espiritualizarla o alegorizarla. Por lo tanto, negó el significado literal de la profecía. Consideraba su lenguaje como altamente simbólico y expresivo de profundas verdades espirituales más que de eventos históricos futuros.

El enfoque alegórico de Orígenes fue aplicado específicamente a la profecía por un hombre llamado Ticonio (quien murió alrededor del año 400 d.C.).4 Argumentó que las profecías concernientes al Milenio se estaban cumpliendo en la Era de la Iglesia y que el período de tiempo de mil años no era literal. También argumentó que la primera resurrección mencionada en Apocalipsis 20:4 era una resurrección espiritual — es decir, el nuevo nacimiento.

El más grande de los Padres de la Iglesia, Agustín (354-430 d.C.), popularizó los puntos de vista de Ticonio. En el proceso, desarrolló un esquema completamente nuevo de eventos del tiempo del fin. Este nuevo punto de vista fue presentado en su libro, La Ciudad de Dios, publicado en 426 d.C.5 Llegó a ser conocido como Amilenialismo.

Una Vida Corta

El punto de vista premilenial histórico no duró mucho. La razón principal de su corta vida fue el rápido crecimiento del antisemitismo en la iglesia primitiva.

Para principios del siglo 2 d.C., los Padres de la Iglesia estaban enseñando que los judíos habían cometido deicidio (el asesinato de Dios) al crucificar a Jesús. Por lo tanto, concluyeron que Dios se había desentendido de Su Pueblo Escogido y lo había reemplazado con la Iglesia.6

Por lo tanto, la Iglesia era vista como el “Nuevo Israel”, que había heredado todas las promesas hechas al pueblo judío, incluida la promesa de un reino mundial. No habría un futuro reino del pueblo judío conocido como el Milenio. En cambio, todas las promesas concernientes al Milenio se cumplirían en la Iglesia.

Este concepto atrajo mucho a los primeros líderes de la Iglesia. Puso a los judíos en su lugar como insignificantes, y elevó a la Iglesia al estatus del reino de Dios en la tierra, con el derecho de gobernar sobre todos los reinos terrenales. Un segundo factor que contribuyó a la rápida muerte del premilenialismo histórico fue el impacto de la filosofía griega. A medida que la Iglesia se expandió más allá de sus raíces judías al mundo gentil, más y más personas se convertían que tenían una cosmovisión griega que era contraria a las Escrituras.

Los griegos tenían un punto de vista que negaba la creación.7 Veían el mundo material como esencialmente malvado. En contraste, el punto de vista hebreo contenido en las Escrituras es uno que afirma la creación. Para la mente hebrea, la creación fue originalmente perfecta y todavía es buena, a pesar de que ha sido corrompida por la maldición. Así, el salmista escribe: "Los cielos cuentan la gloria de Dios, y el firmamento anuncia la obra de sus manos" (Salmos 19:1).

Mientras que los griegos miraban hacia la disolución del universo, los hebreos anhelaban la redención de la creación. Isaías soñó con “los cielos nuevos y la nueva tierra” (Isaías 66:22), y Pablo escribió que toda la creación anhela su redención para que sea “libertada de la esclavitud de corrupción” (Romanos 8:18-21).

La cosmovisión griega no permitiría a los nuevos cristianos gentiles aceptar al pie de la letra lo que la Biblia decía sobre los eventos del tiempo del fin. Lo que la Biblia profetizaba estaba demasiado ligado a este mundo: un futuro reino de Cristo en esta tierra. Consideraban que tal punto de vista era de naturaleza carnal.

Usando un enfoque espiritualizador, los teólogos gentiles trataron de desestimar un Milenio literal y terrenal. El resultado fue el punto de vista amilenial de los eventos del tiempo del fin que sostiene que la actual Era de la Iglesia es un Milenio espiritual de duración indefinida. Así es como el más influyente de los Padres de la Iglesia, Agustín, lo expresó: “... la Iglesia incluso ahora es el reino de Cristo, y el reino de los cielos. En consecuencia, incluso ahora los santos reinan con Él”. 8

Entonces, el amilenialismo nació en la cuna del antisemitismo y la espiritualización de las Escrituras. Con el tiempo, después de la publicación de La Ciudad de Dios de Agustín en 426 d.C., el punto de vista amilenial se convirtió en el punto de vista de la Iglesia Católica Romana. Y, dado que los puntos de vista contrarios sobre cualquier tema no fueron tolerados por la Iglesia, el punto de vista histórico premilenial se desvaneció y no revivió hasta después de la Reforma.

Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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El Reino Venidero – Parte 11

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy cree que la iglesia está experimentando el reino mesiánico, comenzamos un estudio que narra lo que la Biblia enseña sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático que se perdió en el Edén, en los pactos bíblicos, en las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y en la teocracia terrenal que gobernó Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo teocrático terminó con el inicio de los “Tiempos de los Gentiles”, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. En ese contexto entró Jesucristo, el legítimo heredero del trono de David. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría convertido en una realidad. A pesar de esta oportunidad sin precedentes, Israel rechazó la oferta del reino (Mateo 12), lo que llevó al aplazamiento del reino.

Debido a este aplazamiento, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa interino incluye Su revelación de los misterios del reino (Mt. 13) y la iglesia (Mt. 16:18). Con respecto a los misterios del reino de Mateo 13, como se explicó anteriormente, cuando las parábolas de Mateo 13 se entienden juntas, podemos obtener una imagen del curso de la presente “era de misterio”.

El segundo aspecto de la fase interina durante el aplazamiento del reino mesiánico es la revelación de Cristo de la iglesia (Mt. 16:18). La iglesia consiste de todas las personas, incluidos tanto el remanente judío como los gentiles, que han confiado en el mismo Mesías que el Israel nacional del primer siglo rechazó. A diferencia de Israel, que era una identidad nacional, la iglesia es un organismo espiritual que consta de todas las naciones y etnias (Gá. 3:28; Ro. 10:19; Ef. 2:14). La Era de la Iglesia comenzó el Día de Pentecostés en Hechos 2, y concluirá con el futuro rapto de la iglesia de la tierra. En lugar de reemplazar a Israel, la iglesia representa una obra divina completamente nueva que interrumpe los tratos pasados y los tratos futuros de Dios con el Israel nacional. Como se explicó en artículos anteriores, la obra actual de Dios en y a través de la iglesia no debe confundirse con el programa de Dios con respecto al reino venidero. Simplemente no hay suficientes puntos de correspondencia entre la iglesia del Nuevo Testamento y lo que la Escritura predice con respecto al reino venidero.

La Iglesia No Es Israel 

Otra razón por la que la iglesia no debe confundirse con el reino es que el programa del reino gira en torno al Israel nacional. El Nuevo Testamento nunca designa a la iglesia como “Israel”. De hecho, la palabra Israel se encuentra setenta y tres veces en el Nuevo Testamento y siempre se refiere a los descendientes físicos de Abraham, Isaac, y Jacob.[1] Algunas veces, el término “Israel” en el Nuevo Testamento se refiere a los judíos creyentes, y a veces se refiere a los judíos incrédulos. Sin embargo, el término Israel en el Nuevo Testamento siempre se refiere a aquellos que son judíos físicos. Esta palabra nunca se refiere a los gentiles, la iglesia, o incluso a un grupo que sea una mezcla de judíos y gentiles. Esta generalización es válida con respecto al pasaje, a menudo citado, de Gálatas 6:16. Exegéticamente, la expresión “Israel de Dios”, que se encuentra en Gálatas 6:16, sólo se refiere a los judíos creyentes dentro de las iglesias de Galacia.[2] 

Además, el Libro de los Hechos registra cómo la iglesia llegó a existir en Hechos 2 y continuó existiendo junto a Israel antes del exilio mundial de la nación en el año 70 d.C. A lo largo de este período, Hechos es juicioso al mantener las dos entidades, la iglesia e Israel, separadas. Fruchtenbaum observa: “En el libro de los Hechos, tanto Israel como la iglesia existen simultáneamente. El término Israel se usa veinte veces y ekklēsia (iglesia) diecinueve veces, pero los dos grupos siempre se mantienen distintos”.[3] 

La Iglesia e Israel Representan Diferentes Programas de Dios

Una razón adicional de que Israel no es la iglesia se debe al hecho de que la iglesia e Israel representan programas separados de Dios. Son dos trenes que circulan por vías férreas independientes. El teólogo y fundador del Seminario Teológico de Dallas, Lewis Sperry Chafer, notó veinticuatro diferencias entre Israel y la Iglesia.[4] Aquí hay algunas diferencias de la lista de Chafer y algunas de las mías. 

Primera, Israel es la esposa de Jehová (Is. 54:5), mientras que la Iglesia es la novia de Cristo (Ef. 5:22–23). Segunda, Israel dio a luz a Cristo (Ap. 12:1–5), mientras que Cristo dio a luz a la Iglesia (Mt. 16:18). Tercera, Cristo regresará para rescatar a Israel después de su conversión al final del período de la Tribulación (Mt. 23:37–39). Por el contrario, Él regresará a rescatar a la Iglesia en el Rapto (Juan 14:1–3). Cuarta, las imágenes de rey y súbdito se usan para representar la relación de Dios con Israel (Is. 33:22), mientras que las imágenes de la cabeza y el novio se usan para representar la relación de Cristo con Su Iglesia (Ef. 5:22–33). Quinta, el programa de Dios a través de Israel comenzó en Génesis 12, y Su programa a través de la Iglesia comenzó en Hechos 2 (Mt. 16:18; 1 Co. 12:12; Hch. 1:5; 11:15–16).

Sexta, mientras que cuatro quintas partes de la Biblia se refieren a Israel, sólo una quinta parte de ella se refiere a la iglesia. Séptima, aunque Israel era una parte directa de los pactos bíblicos (Jer. 31:31–32), la iglesia no era parte de estos pactos, ya que la Iglesia aún no existía cuando se hicieron estos pactos.  La relación de la Iglesia con estos pactos se puede describir mejor como una de un tercero beneficiario, en lugar de ser una parte directa de ellos. Por lo tanto, la Iglesia se beneficia de los pactos, en lugar de ser una parte directa de ellos. Octava, Israel es una nación (Sal. 147:20). Como tal, siempre se la describe bíblicamente como una nación independiente con fronteras y una capital. Incluso hoy, Israel se encuentra entre las naciones de la tierra, al igual que Japón, Argentina, Canadá, o cualquier otro país. Por el contrario, la Iglesia no es una nación (Ro. 10:9), sino que está compuesta por personas de todas las naciones (Gá. 3:28; Ef. 2:11–22; 3:6, 15). En lugar de tomar su asiento entre las naciones de la tierra, la Iglesia es un simple peregrino en el sistema mundial (1 P. 2:11).

Novena, mientras que Israel luchó guerras físicas con varios enemigos, como los filisteos, la Iglesia está involucrada en una guerra espiritual con enemigos angelicales (Ef. 6:10–20). Décima, las Escrituras asignan numeras declaraciones a quo y ad quem a Israel (Gn. 15:13–16; Jer. 25:11; 29:10; Ez. 4:5–7; Dn. 9:24–27). Éstas son declaraciones de tiempo con un punto inicial y final específicos para cada período. Uno busca en el Nuevo Testamento en vano para encontrar declaraciones de tiempo comparables para la Iglesia. Undécima, Israel tenía un sacerdocio con todos sus sacerdotes provenientes de la tribu de Leví y la línea de Aarón. Por el contrario, la Iglesia no tiene un sacerdocio porque es un sacerdocio (Ap. 1:6). El Nuevo Testamento enseña el sacerdocio de todos los creyentes (1 P. 2:5, 9). Cada creyente de la Era de la Iglesia es un sacerdote con acceso directo a Dios el Padre a través de Dios el Hijo (He. 4:16).

Decimosegunda, mientras que Israel resucitará al comienzo del reino milenial (Dn. 12:2; Jn. 11.23–24; Ap. 20:4–5), los creyentes de la Era de la Iglesia reciben sus cuerpos glorificados en el momento del Rapto (1 Ts. 4:13–18; 1 Co. 15:50–58). Decimotercera, el juicio de Israel tendrá lugar en la tierra, al final del período de la Tribulación, en el desierto (Ez. 20:33–44). Por el contrario, el único juicio que el Nuevo Testamento revela para la Iglesia es el juicio del Tribunal del Bema de recompensas en el cielo, después del Rapto (Ro. 14:10; 1 Co. 3:10–15; 2 Co. 5:10). Decimocuarta, aunque las puertas de la Nueva Jerusalén llevan el nombre de las doce tribus (Ap. 21:12), que fueron los cimientos de Israel, los cimientos de la ciudad eterna llevan el nombre de los doce apóstoles (Ap. 21:14), que son los cimientos de la Iglesia (Ef. 2:20). Decimoquinta, las personas se convierten en miembros de la comunidad de Israel a través del nacimiento físico. Por el contrario, la membresía en la Iglesia sólo se logra mediante el nacimiento espiritual (Juan 3:1–9; Tito 3:5). 

Decimosexta, Israel fue gobernado directamente por la Ley Mosaica (Sal. 147:19–20). Por el contrario, la autoridad controladora de la Iglesia es la revelación del Nuevo Testamento. Aunque toda la Escritura es para la Iglesia (2 Tim. 3:16; Ro. 15:4), sólo la literatura epistolar del Nuevo Testamento trata directamente acerca de la Iglesia. Decimoséptima, el Espíritu Santo habitó y llenó a los judíos del Antiguo Testamento de manera selectiva (Joel 2:28), temporalmente (1 S. 16:14; Sal. 51:11), y después de la salvación para habilitarlos para un propósito especial (Ex. 31:3). Por el contrario, el Espíritu Santo habita en todos los creyentes de la Era de la Iglesia (1 Co. 12:13), permanentemente (Juan 14:16) y en el momento de la salvación (Ro. 8:9). Por lo tanto, la obra del Espíritu en y a través de Israel no puede usarse como un patrón para describir la experiencia normativa del creyente con el Espíritu Santo en la era actual (Juan 7:37–39; 14:16–17; Hch. 1:5). Decimoctava, mientras que el discurso de despedida de Cristo a Israel (Mt. 24:15, 20), está registrado en el Discurso del Monte de los Olivos (Mt. 24–25), Su discurso de despedida a la Iglesia (Jn. 16:12–13) se encuentra en el Discurso del Aposento Alto (Juan 13–17). Decimonovena, aunque a Israel se le conoce como el hijo primogénito de Dios (Ex. 4:22), la Iglesia nunca recibe esta misma designación o título. Vigésima, mientras que el programa de Israel se revela en el Antiguo Testamento, el programa de la Iglesia era desconocido en los tiempos del Antiguo Testamento. Debido a que la Iglesia es un misterio del Nuevo Testamento (Ef. 3:3–6), o algo previamente oculto y ahora revelado (Ro. 16:25–26), la doctrina de la Era de la Iglesia proviene exclusivamente del Nuevo Testamento (Mt. 16:18; Juan 13–17), en lugar del Antiguo Testamento. Notar tales diferencias debería advertirnos que no debemos tomar profecías y promesas que están específicamente dirigidas al programa del reino de Dios a través de Israel y aplicarlas incorrectamente a la presente dispensación de la Era de la Iglesia.

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

Visite el sitio web del Dr. Andy Woods:


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Notas Finales

[1] Arnold G. Fruchtenbaum, Israelology: The Missing Link in Systematic Theology (Tustin, CA: Ariel, 1994), 684-90.

[2] S. Lewis Johnson, "Paul and the 'Israel of God': An Exegetical and Eschatological Case-Study," in Essays in Honor of J. Dwight Pentecost, ed. Stanley D. Toussaint and Charles H. Dyer (Chicago: Moody, 1986), 181-96.

[3] Arnold G. Fruchtenbaum, "Israel and the Church," in Issues in Dispensationalism, ed. Wesley R. Willis and John R. Master (Chicago: Moody, 1994), 118.

[4] Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, 8 vols. (Dallas: Dallas Seminary, 1948; reprint, [8 vols. in 4], Grand Rapids: Kregel, 1993), 4:47-53.

domingo, 15 de mayo de 2022

El Reino Venidero – Parte 10

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy cree que la iglesia está experimentando el reino mesiánico, comenzamos un estudio que narra lo que la Biblia enseña sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático que se perdió en el Edén, en los pactos bíblicos, en las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y en la teocracia terrenal que gobernó Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo teocrático terminó con el inicio de los “Tiempos de los Gentiles”, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. En ese contexto entró Jesucristo, el legítimo heredero del trono de David. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría convertido en una realidad. A pesar de esta oportunidad sin precedentes, Israel rechazó la oferta del reino (Mateo 12), lo que llevó al aplazamiento del reino. Debido a este aplazamiento, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa provisional incluye Su revelación de los misterios del reino (Mateo 13) y de la iglesia (Mateo 16:18). Con respecto a los misterios del reino de Mateo 13, como se explicó en artículos anteriores, cuando las parábolas de Mateo 13 se entienden juntas, podemos obtener una imagen del curso de la actual “era de misterio”.

El segundo aspecto de la fase interina durante el aplazamiento del reino mesiánico es la revelación de Cristo de la iglesia (Mt. 16:18). La iglesia consiste de todas las personas, incluidos tanto el remanente judío como los gentiles, que han confiado en el mismo Mesías que el Israel nacional del primer siglo rechazó. A diferencia de Israel, que era una identidad nacional, la iglesia es un organismo espiritual que consta de todas las naciones y etnias (Gá. 3:28; Ro. 10:19; Ef. 2:14). La Era de la Iglesia comenzó el Día de Pentecostés en Hechos 2, y concluirá con el futuro rapto de la iglesia de la tierra. En lugar de reemplazar a Israel, la iglesia representa una obra divina completamente nueva que interrumpe el programa pasado y futuro de Dios con el Israel nacional.

La Iglesia No Es El Reino

Lo que es fundamental entender es que la obra presente de Dios en y a través de la iglesia no debe confundirse con el programa de Dios con respecto al reino venidero. Varias razones nos llevan a esta conclusión.[1] Primera, en ninguna parte se llama directamente a Cristo el “rey de la iglesia”. Aunque se le conoce como la cabeza de Su cuerpo, la iglesia (Ef. 1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18) o el novio de Su novia, la iglesia (Ef. 5:25), nunca es designado específicamente como el rey de Su iglesia. En segundo lugar, existe una falta de correspondencia entre lo que la Escritura predice con respecto al reino venidero y las realidades espirituales presentes en la Era de la Iglesia. Por ejemplo, durante el reino, Cristo gobernará el mundo con una vara de hierro (Sal. 2:9; Ap. 12:5), lo que resultará en justicia inmediata contra cualquier pecado o maldad (Zac. 14:16–18; Ap. 20:7–10). La Era de la Iglesia, por el contrario, a menudo se caracteriza por la carnalidad y un bajo nivel de vida cristiana (1 Co. 3:1–3). Hebreos 5:12 describe la realidad de tal carnalidad prolongada: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido”. Curiosamente, de las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2–3, Cristo reprendió a todas, menos a dos de ellas por su condición de descarriadas. Walvoord encapsula esta falta de correspondencia entre el reino profetizado y la actual era de la iglesia: “La era cristiana no ha sido una edad de oro de justicia ni la iglesia ha conquistado el mundo. Es más preciso reconocer que el mundo ha poseído en gran medida a la iglesia”.[2] Algunos sostienen que la iglesia es el reino, ya que Cristo está reinando en nuestros corazones. Sin embargo, el reinado espiritual de Cristo en el corazón del creyente no es idéntico al reino terrestre que se encuentra a lo largo de las Escrituras (Gn. 15:18–21; Ap. 5:10). Además, ¿reina Cristo perfectamente en los corazones del creyente hoy? Si es así, ¿por qué hay mandamientos consistentes dados en el Nuevo Testamento contra el contristar (Ef. 4:30) y apagar al Espíritu Santo? (1 Ts. 5:19). La mera existencia de estos mandamientos implica que los creyentes tienen la capacidad de cometer estos pecados y, en consecuencia, inhibir la influencia reinante de Dios en sus corazones.

Tercera, la inauguración del reino es precedida por la proclamación a Israel “arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado” (Mt. 3:2; 4:17; 10:5–7; 24:14). Tal proclamación tiene poca semejanza con el evangelio de la iglesia, que es para que todos crean en el nombre de Jesucristo para experimentar la gracia de Dios (Hechos 16:30–31). Pentecost explica: “El nuevo mandamiento de Cristo, ‘Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra’ (Hechos 1:8) no coincide con el evangelio del reino que debe proceder la institución del reino”.[3] Charles Feinber señala de manera similar: “Cuando los hombres son invitados a recibir la gracia de Dios en la salvación hoy, no se les insta: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado’”.[4] 

Cuarta, el Nuevo Testamento constantemente retrata a la iglesia como heredera del reino venidero en oposición a un gobernante en un reino existente presente (Hch. 14:22; 2 Ts. 1:5; 2 Tim. 4:18; 2 P. 1:11). Santiago 2:5 dice: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (itálicas añadidas). El erudito premilenial, Peters, pregunta: “Si la iglesia es el reino, y los creyentes están ahora en él, ¿Por qué designarlos como ‘herederos’, etc. de un Reino?”.[5] 

Quinta, en lugar de reinar en la gloria del reino, la Escritura predice la postura actual de la iglesia como sufrimiento dentro de un sistema mundial hostil (Juan 15:18–19; Ro. 13:12; 2 Tim. 3:12). Peters explica: “La iglesia, en lugar de ser representada como un Reino, se nos presenta como un pueblo que lucha y sufre”.[6] 

Sexta, el reino será un tiempo en la historia en el que no habrá influencia satánica. De hecho, el diablo estará encarcelado durante toda la gloriosa era del reino (Ap. 20:2–3). Tal escenario difícilmente se ajusta a la descripción consistente del Nuevo Testamento de la influencia repetida de Satanás contra y dentro de la iglesia (1 Ts. 2:18; 1 Co. 7:5; Ef. 4:26–27; 6:12; Ap. 2:10).

Séptima, de acuerdo con la revelación de los Tiempos de los Gentiles dada por el profeta Daniel (Dn. 2; 7), la teocracia terrenal terminó con el derrocamiento de Sedequías en el 586 a.C. y no regresará hasta el Segundo Adviento (Mt. 25:31). Como se explicó en un artículo anterior, durante este período, conocido como los Tiempos de los Gentiles, Judá será pisoteada por varias potencias gentiles. Sólo después de que el reino final del hombre (el revivido Imperio Romano del Anticristo) haya sido terminado por Cristo, se establecerá el reino de Dios en la tierra (Dn. 2:34 –35; 43–45; 7:23–27). Por lo tanto, durante los Tiempos de los Gentiles, Daniel no predice ninguna forma espiritual del reino en la tierra. Debido a que la Era de la Iglesia está incluida en los Tiempos de los Gentiles, tampoco la Era de la Iglesia puede considerarse parte del reino. Larkin resume: “Como los ‘Tiempos de los GENTILES’ aún están en marcha, la Iglesia no puede ser en esta Dispensación un poder gobernante o del Reino”.[7]

La Iglesia No Es Israel 

Otra razón por la que la iglesia no debe confundirse con el reino es que el programa del reino gira en torno al Israel nacional. Esta verdad se ha demostrado en capítulos anteriores que han rastreado cuidadosamente los pactos de Israel y la oferta del reino única. Curiosamente, el Nuevo Testamento nunca designa a la iglesia como “Israel”. De hecho, la palabra Israel se encuentra setenta y tres veces en el Nuevo Testamento y siempre se refiere a los descendientes físicos de Abraham, Isaac, y Jacob.[8] Algunas veces, el término “Israel” en el Nuevo Testamento se refiere a los judíos en la fe, y a veces se refiere a los judíos en incredulidad. Sin embargo, el término Israel en el Nuevo Testamento siempre se refiere a aquellos que son judíos físicos. Esta palabra nunca se refiere a los gentiles, la iglesia, o incluso a un grupo que sea una mezcla de judíos y gentiles. Esta generalización es válida con respecto al pasaje de Gálatas 6:16, a menudo citado, que emplea la expresión “el Israel de Dios”. Exegéticamente, la expresión “el Israel de Dios”, que se encuentra en Gálatas 6:16, sólo se refiere a los judíos creyentes dentro de las iglesias de Galacia.[9] 

Además, el Libro de los Hechos registra cómo la iglesia llegó a existir en Hechos 2 y continuó existiendo junto a Israel antes del exilio mundial de la nación en el año 70 d.C. A lo largo de este período de transición, Hechos es juicioso al mantener las dos entidades de la iglesia e Israel separadas. Fruchtenbaum observa: “En el libro de los Hechos, tanto Israel como la iglesia existen simultáneamente. El término Israel se usa veinte veces y ekklēsia (iglesia) diecinueve veces, pero los dos grupos siempre se mantienen distintos”.[10] Una razón adicional de que Israel no es la iglesia se debe al hecho de que la iglesia e Israel representan programas separados de Dios. Son dos trenes que circulan por vías férreas independientes. El teólogo y fundador del Seminario Teológico de Dallas, Lewis Sperry Chafer, notó veinticuatro diferencias entre Israel y la Iglesia,[11] que se destacarán en el próximo artículo.

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

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Notas Finales

[1] Kevin Quick, “The Glory of the Kingdom,” online: www.kevinquick.com, accessed 10 August 2012, 718-27.

[2] John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Findlay, OH: Dunham, 1959), 53.

[3] J. Dwight Pentecost, Things to Come: A Study in Biblical Eschatology (Findlay, OH: Dunham, 1958; reprint, Grand Rapids, Zondervan, 1964), 469.

[4] Charles Feinberg, Millennialism: The Two Major Views (Winona Lake, IN: BMH, 1985), 266.

[5] George N. H. Peters, The Theocratic Kingdom, vol. 1 (New York: Funk & Wagnalls, 1884; reprint, Grand Rapids: Kregel, 1952), 1:600.

[6] Ibid., 1:617.

[7] Clarence Larkin, Dispensational Truth (Philadelphia, PA: Larkin Estate, 1920), 18.

[8] Arnold G. Fruchtenbaum, Israelology: The Missing Link in Systematic Theology, rev. ed. (Tustin, CA: Ariel, 1994), 684-90.

[9] S. Lewis Johnson, "Paul and the 'Israel of God': An Exegetical and Eschatological Case-Study," in Essays in Honor of J. Dwight Pentecost, ed. Stanley D. Toussaint and Charles H. Dyer(Chicago: Moody, 1986), 181-96.

[10] Arnold G. Fruchtenbaum, "Israel and the Church," in Issues in Dispensationalism, ed. Wesley R. Willis and John R. Master(Chicago: Moody, 1994), 118.

[11] Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, 8 vols. (Dallas: Dallas Seminary, 1948; reprint, [8 vols. in 4], Grand Rapids: Kregel, 1993), 4:47-53.

jueves, 12 de mayo de 2022

El Reino Venidero – Parte 9

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy cree que la iglesia está experimentando el reino mesiánico, comenzamos un estudio que narra lo que la Biblia enseña sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático que se perdió en el Edén, en los pactos bíblicos, en las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y en la teocracia terrenal que gobernó Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo teocrático terminó con el inicio de los Tiempos de los Gentiles, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. En ese contexto entró Jesucristo, el legítimo heredero del trono de David. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría convertido en una realidad. A pesar de esta oportunidad sin precedentes, Israel rechazó la oferta del reino (Mateo 12), lo que llevó al aplazamiento del reino. Debido a este aplazamiento, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa provisional incluye Su revelación de los misterios del reino (Mateo 13) y de la iglesia (Mateo 16:18). Con respecto a los misterios del reino de Mateo 13, como se explicó en artículos anteriores, cuando las parábolas de Mateo 13 se entienden juntas, podemos obtener una imagen del curso de la actual era de misterio.

Comienzo de la Era de la Iglesia 

El segundo aspecto de la fase interina durante el aplazamiento del reino mesiánico es la revelación de Cristo de la iglesia (Mt. 16:18). La iglesia consiste de todas las personas, incluidos tanto el remanente judío como los gentiles, que han confiado en el mismo Mesías que Israel rechazó. A diferencia de Israel, que era una identidad nacional, la iglesia es un organismo espiritual que consta de todas las naciones y etnias (Gá. 3:28; Ro. 10:19; Ef. 2:14). La Era de la Iglesia comenzó el Día de Pentecostés en Hechos 2, y concluirá con el futuro rapto de la iglesia de la tierra. Lewis Sperry Chafer, fundador del Seminario Teológico de Dallas, usaba la expresión “intercalación” para describir la obra de Dios en la presente Era de la Iglesia.[1] Esta frase simplemente significa una interrupción, interpolación o intervalo. Este concepto describe mejor lo que Dios está haciendo actualmente a través de la iglesia. Dios hoy no está cumpliendo las promesas del reino de Israel en ningún sentido. Él cumplirá estas promesas en el reino futuro. Más bien, en el presente, Él está haciendo una obra completamente nueva a través de la iglesia que interrumpe los tratos pasados y futuros con el Israel nacional. 

Hay al menos cuatro razones para creer que la iglesia comenzó en Hechos 2.[2] Primero, la referencia inicial a la iglesia se encuentra en la profecía de Cristo en Mateo 16:18, que dice: “Edificaré mi iglesia”. Curiosamente, el verbo traducido “edificaré” (oikodomeō) está en tiempo futuro, lo que indica que la iglesia no existía ni al mismo tiempo ni antes de que Jesús hiciera esta declaración. En otras palabras, la iglesia estaba destinada a existir en el futuro y, por lo tanto, no existía ni en la era del Antiguo Testamento ni durante el tiempo de Cristo. 

Segundo, el concepto de la iglesia, o un nuevo organismo espiritual, que consiste en judíos y gentiles creyentes como coherederos con el mismo estatus espiritual, es categorizado por el Nuevo Testamento como un misterio (Ef. 2:14–15; 3:9). Esta palabra “misterio” simplemente significa una verdad previamente desconocida ahora revelada (Ro. 18:25–26; Col. 1:26). Vine explica: “En el N.T. [mysterion] denota, no lo misterioso (como con la palabra española), sino lo que, estando fuera del rango de la aprehensión natural sin ayuda, puede darse a conocer sólo por revelación divina, y es dado a conocer de la manera y en el tiempo señalados por Dios, y a aquellos que son iluminados por Su Espíritu”.[3]  Debido a que la iglesia en sí misma es un misterio, es algo que no podría haber existido en eras anteriores. Por lo tanto, Pablo designó a la iglesia como un “nuevo hombre” (Ef. 2:15).

Tercero, la iglesia no podría haber existido antes de la Ascensión de Cristo (Hechos 1). Cristo es la cabeza de la iglesia (Ef. 5:23). No asumió esta posición hasta después de Su Resurrección y Ascensión (Ef. 1:20–22). Por lo tanto, la iglesia no pudo haber existido antes de Su Ascensión. Si la iglesia hubiese existido antes de este momento, habría estado funcionando sin cabeza. De manera similar, los dones del Espíritu Santo son necesarios para que la iglesia experimente la edificación (1 Co. 12:7; 14:26b). sin embargo, estos dones no llegaron a existir hasta después de la Ascensión (Ef. 4:7–11). Si la iglesia hubiera existido antes de este punto, habría existido sin los medios para ser construida y edificada. Por lo tanto, cuando se consideran todos los datos, es fácil ver por qué la iglesia no pudo haber existido antes de Hechos 1.

Cuarto, el ministerio de bautizo del Espíritu Santo comenzó en Hechos 2. Este ministerio involucra la obra del Espíritu en llevar a hombres y mujeres al punto de la fe personal en Cristo y unirlos con el cuerpo de Cristo, la iglesia. 1 Corintios 12:13 dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. El verbo bautizar (baptizō) simplemente significa identificar. Tal identificación espiritual no es algo que el creyente deba buscar. Más bien, es algo que el Espíritu ya ha realizado en la vida del creyente en el momento de la conversión.

Si podemos señalar con precisión cuándo comenzó la obra del Espíritu de unir a los cristianos con el cuerpo de Cristo, la iglesia, podemos identificar de manera similar cuándo comenzó la iglesia o el cuerpo de Cristo. En otras palabras, ¿cuándo comenzó el Espíritu a formar el cuerpo de Cristo e inició Su obra de unir a los creyentes con este nuevo cuerpo espiritual llamado iglesia? Esta obra debe haber comenzado algún tiempo después de la Ascensión. Justo antes de ascender, Cristo puso la obra bautizadora del Espíritu en el futuro. Él explicó a los discípulos: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5). La iglesia también debe haber comenzado algún tiempo antes de Hechos 11:15–16. Aquí, Pedro puso el lanzamiento del ministerio bautizador del Espíritu en el pasado. En Hechos 11:15–16, mientras buscaba validar la conversión de Cornelio, el primer creyente gentil (Hechos 10), testificó a la iglesia de Jerusalén: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”.

Por lo tanto, el ministerio bautizador del Espíritu comenzó en algún momento después de Hechos 1:5, pero antes de Hechos 11:15–16. El único evento entre estos dos versículos que podría describir lógicamente el ministerio bautizador del Espíritu es Hechos 2. Aquí, el Espíritu descendió sobre los discípulos (Hechos 2:1–4), y unas tres mil personas fueron salvas (Hechos 2:37–41). Cuando se considera toda la Escritura, podemos suponer que la iglesia, el cuerpo de Cristo, comenzó el Día de Pentecostés, como se registra en Hechos 2. Es en este punto específico en el tiempo que el Espíritu comenzó a tomar a los creyentes en Cristo y unirlos en un nuevo organismo espiritual llamado el cuerpo de Cristo o la iglesia.

La iglesia, que comenzó en Hechos 2, existe por tres razones específicas, divinamente ordenadas. En primer lugar, la iglesia existe para glorificar a Dios (Ef. 3:21). En segundo lugar, la iglesia existe para edificar o fortalecer a sus miembros. Dios ha puesto dones espirituales en el cuerpo de Cristo con el propósito de emplearlos fielmente para que los miembros de la iglesia puedan ser edificados, madurar espiritualmente, y alcanzar la unidad (Ef. 4:11–16). En tercer lugar, la iglesia existe con el propósito de lograr la evangelización mundial (Mr. 16:15) y cumplir la Gran Comisión (Mt. 28:18–20). Durante esta actual Era de la Iglesia, que ha durado aproximadamente dos mil años hasta ahora, la iglesia, en lugar del Israel nacional, comprende a los siervos preeminentes de Dios en la tierra. Durante este tiempo, Dios está ocupado “tomando de entre los gentiles pueblo para Su nombre” (Hechos 15:14).

La Iglesia no es el Reino 

Lo que es fundamental entender es que la obra presente de Dios en, y a través de la iglesia, no debe confundirse con el programa de Dios con respecto al reino venidero. Varias razones nos llevan a esta conclusión.[4] Primero, en ninguna parte se llama directamente a Cristo el “rey de la iglesia”. Aunque se le conoce como la cabeza de Su cuerpo, la iglesia (Ef. 1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18) o el novio de Su novia, la iglesia (Ef. 5:25), nunca es designado específicamente como el rey de Su iglesia. Una omisión tan flagrante ha sido reconocida durante mucho tiempo por eruditos dispensacionales y premilenialistas. Según G. N. H. Peters: “Jesús es llamado, y por derecho, y de la manera convenida, es, ‘el Rey de los Judíos’, ‘Rey de las Naciones’, ‘Rey del Mundo’, pero nunca es llamado ‘el Rey de la Iglesia’”.[5] Clarence Larkin señala de manera similar: “Cristo es la ‘Cabeza’ de Su Iglesia (Ef. 1:22; 4:15; Col. 1:18), pero nunca se habla de Él como su Rey”.[6] McClain cita a Andrews de la siguiente manera: “Es como su Cabeza que Él gobierna sobre ella [la Iglesia], no como su Rey; porque este último título nunca se usa para esta relación”.[7] Fruchtenbaum también observa: “El problema que el Amilenialismo enfrenta es que, si bien la Biblia describe la relación entre Cristo y la Iglesia en varias metáforas (cabeza y cuerpo, novio y novia, vid y pámpanos, cimientos y piedras del edificio, etc.) rey y reino no es una de ellas. . . . De hecho, se hace referencia a Cristo como la cabeza de la Iglesia, pero nunca como su rey”.[8]


Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

Visite el sitio web del Dr. Andy Woods:


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Notas Finales

[1] Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, (Dallas: Dallas Seminary, 1948), 4:41.

[2] Charles Ryrie, Basic Theology (Chicago: Moody, 1999), 463, 66.

[3] W. E. Vine, Vine's Complete Expository Dictionary of the Old and New Testament Words (Nashville: Nelson, 1996), 424.

[4] For a more in depth treatment of this issue, see Kevin Quick, “The Glory of the Kingdom,” online: www.kevinquick.com, accessed 10 August 2012, 718-27.

[5] George Peters, The Theocratic Kingdom, (Grand Rapids: Kregel, 1952), 1:597.

[6] Clarence Larkin, Dispensational Truth (Philadelphia, PA: Larkin Estate, 1920), 74.

[7] Alva McClain, The Greatness of the Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 437.

[8] Arnold Fruchtenbaum, Israelology (Tustin, CA: Ariel, 1994), 190.  

martes, 3 de mayo de 2022

Libro: ¿Cuál es la Diferencia Entre un Milenio y un Milpiés? – Capítulo 1

Las Perspectivas Opuestas 
Un torbellino de nombres extraños 

Por Dr. David R. Reagan

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Casi dejé de estudiar profecía bíblica la primera semana que comencé. El vocabulario me desanimó.

Me encontraba con términos como premilenial, amilenial, postmilenial, chiliasta, anti-chiliasta. Y luego estaban las variedades confusas de puntos de vista como Rapto Pre-Trib, Rapto Mid-Trib, Rapto Tardío-Trib, y Rapto Post-Trib. ¡Me pareció que gran parte de la profecía estaba escrita en lenguas desconocidas!

Afortunadamente, el Espíritu Santo me animó a seguir con la tarea y, en poco tiempo, comencé a darme cuenta de que los términos realmente no eran tan difíciles de entender.

Básicamente, hay cuatro puntos de vista principales del tiempo del fin. O, para decirlo de otra manera, hay cuatro interpretaciones diferentes acerca de lo que la Biblia dice con respecto a los eventos del tiempo del fin.

Premilenialismo Histórico

El punto de vista más antiguo se llama Premilenialismo Histórico. Se denomina “histórico” por dos razones: para diferenciarlo del Premilenialismo Moderno, y para indicar que era la posición histórica de la Iglesia primitiva.

Se llama “Premilenial” porque concibe un regreso de Jesús a la tierra antes (pre) del comienzo del Milenio. La palabra, milenio, es una combinación de dos palabras latinas — mille annum — que simplemente significa mil años. Por lo tanto, este punto de vista concibe a Jesús regresando a la tierra al final de la Tribulación, para reinar personalmente sobre todo el mundo durante mil años.

Un diagrama de este punto de vista, que prevaleció entre los primeros Padres de la Iglesia se presenta en la Figura 1 a continuación. Divide el futuro del mundo en cuatro períodos:

1) La Era de la Iglesia actual, de duración indefinida.

2) Un período de siete años llamado la Tribulación.

3) Un reinado de Cristo en la tierra que dura mil años (el Milenio).

4) El Estado Eterno, cuando los Redimidos morarán para siempre en cuerpos glorificados con Dios en una Tierra Nueva.

Figura 1: Premilenialismo Histórico

Este punto de vista se basa en una interpretación literal de lo que la Biblia dice que sucederá en los tiempos del fin. Una de sus características distintivas es que coloca el Rapto de la Iglesia al final de la Tribulación, combinándolo con la Segunda Venida.

Según este punto de vista, la Iglesia permanecerá en la tierra durante la Tribulación. Al final de ese período, Jesús aparecerá en los cielos y la Iglesia será arrebatada para encontrarse con Él en el cielo. Los santos serán glorificados instantáneamente, y luego regresarán inmediatamente a la tierra para reinar con Jesús durante mil años.

Amilenialismo

El segundo punto de vista del tiempo del fin que se desarrolló en la historia de la Iglesia se llamó Amilenialismo. Se ilustra en la Figura 2 de la página siguiente. El extraño nombre de este punto de vista deriva del hecho de que, en el idioma griego, una palabra se niega poniendo la letra “a” delante de ella. Por lo tanto, Amilenial literalmente significa “sin mil años”.

El término es engañoso, sin embargo, porque los amilenialistas creen en un milenio, pero no uno literal, terrenal. Argumentan que el Milenio es el actual reinado espiritual de Cristo sobre la Iglesia, y que continuará hasta que Él regrese por Sus santos. Por lo tanto, interpretan los mil años como un símbolo de un período de tiempo indefinido.

Figura 2: Amilenialismo

Un aspecto atractivo del punto de vista Amilenial es su simplicidad. La Era de la Iglesia llega a un alto abrupto como resultado de la Segunda Venida de Jesús. No hay un Milenio terrenal literal ni una Tribulación futura. Que haya o no vida eterna en una Tierra Nueva depende del amilenialista. Algunos están de acuerdo en que habrá, como la Biblia enseña claramente en Apocalipsis 21. Otros espiritualizan la Tierra Nueva como un lenguaje en código para el Cielo, y argumentan que el estado eterno será un mundo espiritual.

Este punto de vista comenzó a surgir a finales del siglo IV. Fue respaldado por San Agustín a principios del siglo V, y, debido a que fue el más influyente de los primeros Padres de la Iglesia, el punto de vista se convirtió en dogma católico y sigue siéndolo hasta el día de hoy. También es el punto de vista mayoritario actual entre las denominaciones protestantes liberales y tradicionales, e incluso entre algunas conservadoras.

En otras palabras, el punto de vista Amilenial es el que es sostenido hoy por la gran mayoría de todos los que profesan ser cristianos.

Postmilenialismo

El tercer punto de vista de los eventos del tiempo del fin, llamado Postmilenialismo, no se desarrolló hasta mediados del siglo XVII, mucho después de la Reforma. La Reforma tuvo poco impacto en los puntos de vista proféticos, porque sus líderes tenían su atención fijada en las cuestiones de la autoridad bíblica y la justificación por la fe.

Figura 3: Postmilenialismo

El punto de vista Postmilenial fue un producto de la revolución racionalista en el pensamiento. Fue desarrollado a mediados de 1600 por un ministro unitario llamado Daniel Whitby. Inmediatamente fue apodado “Postmilenialismo” porque concebía un regreso de Jesús después de (post) un reinado literal de mil años de la Iglesia sobre toda la tierra.

El Postmilenialismo se extendió rápidamente dentro del mundo protestante, probablemente por dos razones. Primero, les dio a los protestantes la oportunidad de diferir de la posición católica. Más importante aún, fue una expresión teológica de la filosofía racionalista prevaleciente de la época, una filosofía que proclamó audazmente la capacidad de la humanidad para construir el reino de los cielos en la tierra.

El punto de vista Postmilenial sostiene que la Era de la Iglesia evolucionará gradualmente hacia una “edad de oro”, cuando la Iglesia gobernará sobre todo el mundo. Esto se logrará a través de la cristianización de las naciones. Al final del Milenio, la Iglesia presentará el reino a Jesús. Por lo tanto, los defensores de este punto de vista no creen que Jesús alguna vez reinará corporalmente sobre  esta tierra.

A su favor, se puede decir que este punto de vista sirvió como un poderoso estímulo a los esfuerzos misioneros durante los siglos XVIII y XIX. A los misioneros se les apoderó la visión de acelerar el regreso del Señor predicando el Evangelio a todo el mundo.

Una Muerte Súbita

Para finales del siglo XIX, la mayoría de los grupos protestantes habían adoptado el punto de vista Postmilenial, y esperaban que el siglo XX se convirtiera en “El Siglo Cristiano”, cuando la Iglesia conquistaría el mundo y el Milenio comenzaría.

Este idealismo poco realista se debió al hecho de que el Postmilenialismo se basaba en una suposición no bíblica del progreso inevitable de la humanidad. Por decir lo menos, la Primera y la Segunda Guerras Mundiales, junto con la Gran Depresión, acabaron con esa suposición. A mediados del siglo XX, el Postmilenialismo estaba muerto para todos, excepto para un puñado de idealistas acérrimos.

La repentina muerte del postmilenialismo dejó un vacío profético entre los grupos protestantes. Dado que la perspectiva postmilenial se basaba en gran medida en un enfoque espiritualizador de las Escrituras, la mayoría de los grupos protestantes regresaron al punto de vista amilenial espiritualizado que habían abandonado en la década de 1700.

Sin embargo, los grupos protestantes más fundamentalistas recurrieron a un nuevo punto de vista profético que se había desarrollado entre los estudiantes de profecía bíblica en toda Europa durante los siglos XVII y XVIII. Fue un punto de vista que fue sistematizado y popularizado a principios del siglo XIX por un hombre en Inglaterra llamado John Darby.[1] Técnicamente, se le llamaba “Premilenialismo Dispensacional”, porque Darby estaba asociado con los Hermanos de Plymouth, un grupo que había sido apodado “Dispensacionalistas”.[2] Lo llamo el punto de vista Premilenial Moderno.

Premilenialismo Moderno

Figura 4: Premilenialismo Moderno

Como se puede ver fácilmente, este punto de vista revivió la perspectiva Histórica Premilenial, excepto por su concepto del Rapto de la Iglesia. Los Hermanos de Plymouth imaginaron dos futuras venidas de Jesús: una por Su Iglesia (el Rapto) y otra con Su Iglesia (la Segunda Venida). Desde entonces, su concepto del Rapto ha llegado a ser conocido como el “Rapto Pre-Tribulación”.

Este punto de vista ha sido atacado por ser “demasiado nuevo para ser verdad”. Pero sus defensores se apresuran a señalar que la Biblia enseña el principio de la “iluminación progresiva” con respecto a la profecía (Daniel 12:4 y Jeremías 30:24). Lo que quieren decir con esto es que la Biblia misma indica que la profecía del tiempo del fin se entenderá mejor a medida que se acerque el tiempo de su cumplimiento.

Comparaciones

Mirando atrás estos cuatro puntos de vista de los tiempos del fin, podemos ver algunas diferencias significativas. Pero no pasemos por alto las similitudes.
  • Todos están de acuerdo en que Jesús regresará por Sus santos.
  • Todos están de acuerdo en que los redimidos pasarán la eternidad en la presencia de Dios.
Estos dos puntos de acuerdo son mucho más importantes que los muchos puntos de desacuerdo.

Aun así, las áreas de desacuerdo son significativas. Dos de los puntos de vista (el Amilenial y el Postmilenial) niegan que Jesús alguna vez manifestará Su gloria ante las naciones en un reino mundial de paz, justicia y rectitud. El punto de vista Postmilenial también niega la pronta venida del Señor, porque según este punto de vista, el Señor no puede regresar hasta que Su Iglesia haya gobernado sobre el mundo durante mil años.

La clave de las diferencias es el enfoque de las Escrituras. Si tiende a espiritualizar las Escrituras, terminará con un punto de vista Amilenial o Postmilenial. Si tiende a aceptar las Escrituras por su significado de sentido llano, tendrá un punto de vista Premilenial.

Una Súplica

Le insto a que acepte el significado de sentido llano de las Escrituras. No juegue con la Palabra de Dios espiritualizándola. Cuando lo hace, puede hacer que ésta signifique lo que quiera que signifique, pero, en el proceso, perderá el verdadero significado que Dios pretendía.

Recuerde, las profecías de la Primera Venida significaron lo que dijeron. Ésa debería ser nuestra guía para interpretar las profecías de la Segunda Venida.

Cuando usted acepta el significado de sentido llano de la profecía bíblica, verá claramente que va a haber un tiempo de gran tribulación que durará siete años, que será seguido por un reinado de mil años de Jesús sobre todas las naciones de la tierra. También comprenderá que los redimidos están destinados a vivir eternamente en una Tierra Nueva. La única pregunta con la que tendrá que luchar es el momento del Rapto.

“¿Se imagina un mundo sin miedo? ¿Sin enfermedad? ¿Sin dolor? ¿Sin preocupaciones? Así será el Reino Milenario. Durante mil años, habrá paz — viviremos en un mundo perfecto con Cristo como nuestro gobernante. Es algo que podemos esperar cuando nuestras vidas son difíciles y cuando nuestro mundo está lleno de caos, inmoralidad y desesperación. A medida que pasamos por tiempos difíciles, debemos recordar nuestro futuro con Cristo”. — David Jeremiah, “¿Qué es el Milenio?” (https://davidjeremiah.blog).

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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