martes, 27 de febrero de 2018

Observaciones del Editor: Añorando el Hogar


Mi esposa, Ann, y yo de pie en el Monte de los Olivos en Jerusalén en 1985. Estábamos celebrando nuestro 25mo aniversario de bodas en este viaje. Detrás de nosotros, corriendo hacia el Norte y el Sur está el Valle del Cedrón, que separa al Monte de los Olivos de la Ciudad Vieja. A la izquierda del hombro derecho de Ann está la Puerta Oriental. 

Tengo nostalgia de Jerusalén. Es mi hogar espiritual, y no he podido ir allí durante los últimos cuatro años debido a la enfermedad de mi esposa. 

Entre 1979 y 2014, visité Jerusalén 45 veces — ya sea llevando grupos de peregrinaje, dirigiendo equipos de video o hablando en eventos especiales —.

Nunca olvidaré mi primera visita en el verano de 1979. Mi primera mañana en Jerusalén, estaba tan emocionado de estar allí que me levanté a las 4 am y tomé un taxi a la cima del Monte de los Olivos. Me senté en el monte mirando hacia el Este sobre el Valle del Cedrón hacia la Ciudad Vieja, el Monte del Templo y la Puerta Oriental. Tomé la gloriosa vista en mi alma mientras miraba los primeros rayos del sol subir detrás de mí e iluminar la antigua ciudad amurallada, reflejándose en la cúpula dorada del santuario musulmán llamado El Domo de la Roca.

Escuché los sonidos de una antigua ciudad despertándose. Parecía que había gallos cantando por todas partes, acentuados a veces por el rebuznar de los burros. Carros tirados por caballos comenzaron a pasar por las calles.

Las escenas, los olores, y los sonidos de esos momentos están grabados en mi memoria.

Pero lo más significativo que experimenté fue espiritual. Sentí en mi espíritu que estaba sentado en el centro de la tierra y el punto focal de toda la historia — donde Dios se hizo carne y donde enseñó, sanó, murió y resucitó de entre los muertos.

De hecho, se me ocurrió que estaba sentado en el mismo sitio donde Él ascendió al Cielo, y me acordé de Su promesa de regresar a ese mismo lugar en el Monte de los Olivos.

Mientras contemplaba estas cosas, de repente me percaté de cuán afortunado era de estar viviendo en la época del regreso del Señor — un tiempo cuando podía ser testigo del cumplimiento de las profecías del tiempo del fin ante mis propios ojos. Me estoy refiriendo a cosas como la reunión del pueblo judíos desde los cuatro ángulos de la tierra, el restablecimiento de su nación y la re-ocupación de su antigua capital.

Jesús mismo les dijo a Sus discípulos que en los tiempos del fin, cuando el pueblo judío regresara a su patria y re-ocupara su capital, Él estaría en la puerta misma del Cielo listo para regresar (Lucas 21:24-28).

¡Grande es el Señor
y digno de suprema alabanza,
en la ciudad de nuestro Dios,
en el monte de su santuario!
¡Qué hermosa altura!
El gozo de toda la tierra
…la ciudad del Gran Rey.
Salmo 48:1-2

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