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domingo, 23 de junio de 2013

Libro: ¿Qué Clase de Amor es Éste? - Capítulo 2 (en pdf)


Estimados lectores:

En el enlace adjunto, podrán encontrar el capítulo 2 del libro en referencia: ¿Está la comprensión bíblica reservada para una élite?


Espero que este valioso material contribuya grandemente a su crecimiento y edificación espiritual. 

Finalmente, agradezco a todos aquellos de ustedes que con sus oraciones y ofrendas hacen posible que su servidor pueda traducir al español estas obras que no se encuentran disponibles en idioma español.

En Cristo Jesús,

Donald Dolmus
Administrador
En Defensa de la Fe
Managua, Nicaragua

miércoles, 5 de septiembre de 2012

La Guía del Perezoso para entender el Calvinismo


Apreciados lectores:

Pongo a su disposición este sencillo y breve pero contundente escrito. Este documento muestra rápidamente la razón por la cual el Calvinismo no es una doctrina bíblica.

El documento lo obtuve del libro, The Dark Side of Calvinism, escrito por George L. Bryson

Espero que la lectura del mismo sea de gran bendición para sus vidas.

Pueden descargarlo en el siguiente enlace:


Donald Dolmus
En Defensa de la Fe
Managua, Nicaragua

martes, 4 de septiembre de 2012

El Origen del Pecado


¿De dónde viene el pecado? ¿Cómo pudo entrar en esa creación “tan buena”? ¿Será que Dios quería que el pecado entrara en el mundo? ¿Quizás Él, incluso, sea el verdadero autor del pecado?

Por David Dunlap

En el correr de la historia, a menudo se ha meditado en el origen del pecado. Muchos plantearon la interrogante: Ya que Dios es perfecto, sin mácula de pecado y el absoluto soberano de Su universo, ¿cómo pudo entrar el pecado en el mundo que Dios había encontrado “tan bueno”? Después de todo, Dios podría haber creado ángeles y seres humanos perfectos y santos, de modo que ni siquiera hubieran podido pecar. Eso, sin embargo, habría significado reducir a la creación más noble de Dios a ser seres parecidos a máquinas, sin libre albedrío. El deseo de Dios, sin embargo, es que el ser humano se decida voluntariamente por Él.

Dios, en Su soberanía, dio al ser humano una libre voluntad, la cual representa una parte esencial de su ser. Dios nunca se opondría a Su propia voluntad, ni despreciaría la forma de ser del ser humano, como Él lo ha creado. La Escritura, no obstante, deja claro que las decisiones del ser humano no siempre corresponden a la voluntad de Dios.

¿Cómo entró el pecado en el mundo? A través de la desobediencia del primer hombre y de la primera mujer frente a la voluntad revelada de Dios. Leemos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Dios no lo decretó, pero lo permitió.

Es verdad que el libre albedrío del ser humano exige un alto precio – guerra, delitos, rebelión y pecado. Dios considera que esa libre voluntad dada a los seres humanos es digna del precio. De ahí que nunca debemos llegar a la conclusión, que el libre albedrío del ser humano contrariaría la voluntad definitiva de Dios. Esa perfecta voluntad es el designio eterno de Dios, fundamentado en Su consejo sabio y eterno, que decide y determina, y es inalterable (Ef. 3:11).

En la lucha con este problema tan grave, algunos han llegado a la triste conclusión de que Dios mismo debía ser el verdadero autor del pecado. Esta doctrina fue difundida por los fanáticos discípulos de Juan Calvino, quienes deseaban confirmar su teología. No obstante, es necesario decir que Juan Calvino mismo y muchos calvinistas moderados no sostenían esa doctrina. Sus raíces, sin embargo, se encuentran en los escritos y el pensamiento de Calvino. Él creía, correctamente, en la soberanía de Dios sobre Su creación, pero luego llevó esa importante doctrina un lamentable paso más allá, enseñando que Dios determina todos los sucesos de antemano. Según esta doctrina, el así-llamado determinismo, no existe ningún acontecimiento, ninguna acción, ninguna decisión del ser humano que no haya sido predeterminada por Dios de esa manera. Eso incluye la guerra, la corrupción política, la injusticia, la inmoralidad y el pecado. En su obra teológica más importante, que influenció la manera de pensar de sus seguidores, Juan Calvino escribió: “El poder de la providencia divina llega hasta el punto de que las cosas tienen que resultar de la buena manera que Dios las ha previsto, y también la voluntad del ser humano debe dirigirse por ese plan”.1

A él le siguió el audaz reformador Martín Lutero, quien en su clásico De la libre voluntad defendió el punto de vista de que Dios determina todas las cosas de antemano, incluyendo los actos pecaminosos del ser humano y del mismo Satanás. “Todo lo que hacemos, todo lo que ocurre, aun cuando nos parezca que sucede de manera cambiable y coincidente, sucede, de hecho, de manera compulsiva e inmutable… Aun cuando, de acuerdo a ese pensar, Dios obra y crea todo en todos, Él necesariamente también obra y crea en Satanás y en los paganos. Pero en ellos Él obra tal como ellos son y como los encuentra, es decir, como ellos están errados y son malos, y son arrancados de aquella eficacia de la omnipotencia divina, ellos solamente hacen lo errado y lo malo… De ahí que el incrédulo no puede sino errar y pecar siempre, porque alejado del impulso de la omnipotencia divina no le es permitido estar ocioso, sino que tiene que querer, desear y actuar tal como ha sido creado”.2

Este enfoque teológico aún es enseñado en la actualidad. A.W. Pink, autor hipercalvinista que falleció en el año 1952, escribió: “Nada sucede jamás, sin que Él lo haya predestinado así”.3

El próximo paso lógico en esta doctrina del determinismo consiste en la declaración que dice que Dios es el autor del pecado. Después de la muerte de Juan Calvino, en el año 1564, el principal defensor de esta falsa doctrina especial del calvinismo llegó a ser Theodore Beza, profesor de teología en la Universidad de Ginebra. A través de su amplia influencia, este error pronto llegó a ser aceptado como ortodoxia, y se propagó rápidamente en toda Europa. Desafortunadamente, esta doctrina de que Dios es el autor del pecado, aun hoy es propagada por muchos calvinistas. Esto se trata de la inevitable consecuencia de la doctrina de que Dios predestina y fija todos los acontecimientos de antemano. Si uno quiere ser un determinista consecuente, uno debe creer que Dios, quien ha determinado la salvación eterna para los escogidos, del mismo modo ha predeterminado las cosas más horrendas que han sucedido en el correr de la historia. Esto también incluye, según la opinión de muchos autores calvinistas, la entrada del pecado en este mundo.

Un cristiano sincero tiene que estremecerse de horror y rechazar la blasfemia de una doctrina de este tipo, que deshonra a Dios. Es casi imposible imaginar que haya cristianos que propaguen esta doctrina públicamente, sin embargo, esto es un triste hecho. Tan sólo hay que escuchar las palabras del profesor calvinista Dr. John Feinberg, del Trinity Evangelical Divinity School: “Yo creo que todas las cosas están condicionadas en forma causal… Dios es quien escoge, y creó a Adán como pecador”.4

Esto parece implicar que Dios no solamente creó a Adán y Eva, sino que también participó en el pecado de Adán y Eva. Esta cita no es algo aislado; su autor es solamente uno de los muchos calvinistas que han enseñado que el pecado ocurrió porque Dios lo había predeterminado en el ser humano. A.W.Pink impone esta doctrina a sus lectores, cuando declara firmemente: “Era claramente la voluntad de Dios que el pecado entrara en el mundo, o eso no hubiera ocurrido. Dios tenía el poder de evitar eso. Nada ocurre jamás, si Él no lo ha determinado de antemano… La determinación de Dios de que el pecado debía venir al mundo, era un misterio escondido en Él”.5

¿Será esta una doctrina bíblica? ¿Cómo entró el pecado en el mundo? Al utilizar las Escrituras como nuestro compás divino, vemos claramente la doctrina de que Dios ni es el autor del pecado, ni ha seducido al ser humano al pecado. En el Nuevo Testamento, dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Sg. 1:13).

En otro pasaje leemos: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él” (Hab. 1:13). Quien estudia las Escrituras cuidadosamente, llegará a la conclusión de que Dios jamás ha seducido a alguien al pecado, porque el pecado siempre es el resultado de una rebelión contra Dios. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Sg. 4:1).

Dios, sin lugar a dudas, es soberano, santo, fiel, justo, bueno, inmutable, todopoderoso, incomparable, por encima de todo. De ahí que el suponer, o atribuirle, en cualquier forma, que Dios sea el autor del pecado, signifique ensuciar y difamar la incomparable grandeza de Su nombre. El profesor de Biblia Harold Mackay enfatiza la seriedad de esta falsa doctrina, y escribe en forma apasionada:

 ¿Sabe Dios todas las cosas de antemano? ¡Sin lugar a dudas! ¿Permite Dios todas las cosas? ¡Sí! ¿Ha Dios predeterminado todas las cosas? ¡No! No hay duda de que todos los planes y designios eternos de Dios terminarán cumpliéndose en su totalidad. Pero eso no significa que Dios haya predeterminado todos los acontecimientos en la historia de la humanidad. Deducir que todos los delitos, corrupciones, atrocidades, tragedias y guerras que han mancillado la historia de la humanidad, sean parte de la predeterminación eterna de Dios es un pensamiento demasiado terrible como para, siquiera, sostenerlo por tan solo un momento”.6

Pero, ¿cómo hacen las Escrituras entonces, para armonizar la soberanía de Dios con la entrada del pecado? Vemos que Dios, con toda seguridad, a causa de Su omnisciencia y Su omnipotencia, es capaz de saber todo y de determinar todo, y la Biblia enseña que Dios permite ciertas cosas y predetermina otras, pero que no determina todo de antemano.

Aun cuando las Escrituras declaran inequívocamente que el ser humano puede oponerse, tanto a la voluntad como al plan de Dios (Lc. 7:30; Mt. 23:37), un ser mortal, sin embargo, no puede evitar, ni contrariar, el plan definitivo de Dios para este mundo. Todo individuo, sin embargo, puede decidir por sí mismo si quiere participar en ese plan. El Señor Jesucristo volverá y arrebatará a la iglesia – ése es Su plan definitivo; pero algunos, posiblemente, decidan no participar en eso. Las Escrituras enfatizan, repetidas veces, que el ser humano puede ejercer la voluntad que Dios le ha dado, o que con esa voluntad puede rechazar los deseos, bendiciones y privilegios que Dios tiene preparados para él.

El Salmo 32 nos revela aún más de los caminos eternos de Dios. El salmista dice: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (vs. 8-9). Este versículo puede ser entendido en el sentido de que Dios, en Su soberanía, no quiere seguidores “parecidos a los mulos”. Al contrario. Él desea seguidores que acepten Sus indicaciones y Sus consejos por su libre voluntad. Él desea, para con Su pueblo, una relación fundada en el afecto y el amor mutuos, no en compulsión y presión.

En sentido figurado, Dios podría ponerles “cabestro y freno” a los incrédulos y llevar sus corazones y mentes irresistiblemente a que hagan Su voluntad. Eso, sin embargo, produciría “mulo(s)… con cabestro y freno, sin voluntad propia, y justamente eso es lo que Dios no quiere. Dios desea que el ser humano crea en Él con naturalidad, solamente por la libre voluntad que Dios le ha dado.

¿Por qué entró el pecado en el mundo? Por la misma razón por la que algunas personas perecen y otras creen en Cristo hasta la eternidad – es la decisión del ser humano de despreciar la voluntad de Dios por la rebelión. Debemos liberarnos de la idea de que el pecado ha entrado en el mundo por la voluntad de Dios, y también de la idea de que Dios no quiere que todas las personas sean salvas, ya que las Escrituras dicen que Él desea justamente eso (cp. 1 Ti. 2:4). Pero, el ser humano puede rechazar la voluntad y el plan que Dios tiene para él, y muchos lo harán. En Su soberanía, Dios creó al ser humano con libre voluntad, y a pesar de la caída y la perdición del pecado, Su propósito eterno no ha sido desbaratado. Él no obliga al ser humano a tener fe, sino que, más bien, desea que todas las personas vengan a la fe en Cristo voluntariamente.

Nota: Todos los énfasis son añadidos por mí - Donald Dolmus

Publicado por primera vez en la “Carta de Amigos” del Ariel Ministries, Primavera/verano 09; publicado con la amable autorización de Georg Hagedorn, CMV (cmv-cmv@t-online.de)

1 Juan Calvino, Instituto, Libro II, Cap 4.6
2 Martín Lutero, “Vom unfreien Willen” (De la voluntad no libre)
3 A.W. Pink, Gleanings from the Scriptures (Espigueos de las Escrituras), Chicago, IL; Moody, 1954, pág. 206
4 John Feinberg, Predestination and Free Will (Predestinación y libre voluntad), Downers Grove, IL, InterVarsity Press, 1986, pág. 24
5 A.W. Pink, Gleanings from the Scriptures, Chicago, IL; Moody, 1964, pág. 207
6 H.G. Mackay, Biblical Balance (Equilibrio Bíblico), Toronto, Everyday Publications, 1978, pág. 55

Tomado de:

Si desea obtener mayor información acerca del Calvinismo, visite nuestra sección:

domingo, 1 de abril de 2012

El evangelio oculto de la Teología del Pacto y del Calvinismo


Algunos cristianos no ven ningún problema en asistir a una iglesia Reformada sin darse cuenta de que, al hacerlo, corren el riesgo de conectarse con algún aspecto de la teología del Pacto. Este sistema de teología, que se halla principalmente en círculos Reformados, está basado en tres pactos especulativos que no se encuentran en las páginas de la Escritura. Estos pactos adicionales que los eruditos Reformados insisten están presentes en la Biblia deben ser inferidos extrayendo el significado del contexto que realmente realidad no existe ahí. La aprehensión de estos significados más profundos y ocultos es conocido como espiritualizar o alegorizar el texto. A una amiga mía una vez le dijeron en un estudio bíblico al que ella estaba asistiendo, una persona que aparentemente espiritualizaba la Escritura, que si ella interpretaba los pasajes de forma literal, ¡se perdería todo el sentido de la Biblia!

Espiritualizando la Palabra

Por consiguiente, espiritualizar la Escritura permite que uno use la Palabra de Dios para enseñar casi cualquier cosa. Este método de interpretación permite que la teología Reformada enseñe que la Iglesia existía en el AT en lugar de haber iniciado en el NT el Día de Pentecostés. Los reformados creen tan firmemente en la elección soberana, que definen a la “Iglesia”, como el cuerpo de todos los elegidos en la historia. Por supuesto, existe desacuerdo en cuanto a cuándo esta “Iglesia” precisamente inició debido a que este importante evento no puede hallarse en las Escrituras del AT. Por tanto, los eruditos reformados debaten si esta “Iglesia del AT” inició con Adán o con Abraham.

Una vez que la “Iglesia” es colocada en el AT, el reformado razona entonces que la nación de Israel, quien recibió las promesas Abrahámicas y la Ley Mosaica, lo hizo de forma representativa para esta supuesta “Iglesia del AT”. Dado que se piensa que esta “Iglesia del AT” recibió la Ley Mosaica, también se asume que la Ley aún es operativa en parte para la “Iglesia” hoy. Esta “Iglesia del AT” no sólo recibió la Ley, sino que también recibió las promesas Abrahámicas para un reino venidero. Cuando Jesús ofreció el reino a la nación de Israel, los reformados también creen que Él en realidad se lo estaba ofreciendo a la “Iglesia”. Aparentemente esta “Iglesia” no rechazó la oferta del reino, pero los judíos incrédulos sí lo hicieron. Dado que Israel rechazó a su Mesías, Dios despobló esta “Iglesia del AT” de judíos para repoblar la “Iglesia del NT” principalmente con gentiles. Así pues, los gentiles reemplazaron a los judíos en la forma de pensar Reformada y el reino prometido fue de hecho dado a la “Iglesia”, pero en un sentido espiritual. Por supuesto, la Tribulación debe ocurrir antes de que el reino llegue, así que los reformados dicen que la Tribulación se llevó a cabo en el año 70 EC o ha sido una constante realidad desde entonces, rechazando una Tribulación literal en el futuro.

La Teología del Pacto

La mayoría de las personas escuchan el término “Teología del Pacto” y piensan, “¡Creo que existen pactos en la Biblia y por eso, sí, supongo que sí creo en la teología del pacto!”. Sin darse cuenta, están considerando todo un sistema de creencias muy diferente al presentado en la Biblia. Los tres pactos extras de la Teología del Pacto, que no se encuentran en la Escritura, son llamados pactos “inferidos” o “implicados”. Sin embargo, los seis pactos bíblicos principales (Noénico, Abrahámico, Mosaico, Tierra, Davídico, y Nuevo) pueden ser localizados claramente en las páginas de la Escritura con capítulo y versículo. Una vez que estos pactos “implícitos” falsos apuntalan a los pactos “explícitos” verdaderos, se convierten en el fundamento sobre el cual la Teología Reformada es edificada.

El primero de estos pactos “implicados” fue hecho supuestamente antes de que el tiempo comenzara y es llamado el “Pacto de la Redención”. En este supuesto pacto, se dice que el Padre escogió a los elegidos, el Hijo accedió a morir por los elegidos y el Espíritu Santo accedió a permitir que los elegidos vinieran a la fe. Este Pacto de la Redención también es conocido por su apodo, “el decreto eterno de Dios”. De nuevo, existen debates en los círculos reformados acerca de estos “decretos eternos” debido a que no pueden hallarse en la Escritura de forma precisa. Increíblemente, ¡los que están en la tradición Reformada no sólo adivinan lo que Dios decidió en la eternidad pasada, sino que también adivinan el orden en el que lo decidió! Especulan acerca del orden en el cual Dios decretó crear al hombre, permitir la Caída, predestinar a los elegidos, aplicar la expiación de Cristo y redimir y santificar a los elegidos. El apóstol Pablo advierte acerca de no hacer esta clase de presunciones diciendo, “no piensen más de lo que está escrito, no sea que por causa de uno, os envanezcáis unos contra otros” (1 Cor. 4:6). En ninguna parte de la Biblia están descritos el Pacto de la Redención o el Orden de los Decretos Divinos. Los calvinistas están simplemente filosofando acerca de la teología y luego presentándola como la verdad.

Las cosas se vuelven un poco más interesantes cuando el segundo de estos pactos, el “Pacto de Obras”, es considerado. ¿Sabe el lector que Dios supuestamente entró en un pacto con Adán prometiéndole la salvación a cambio de su obediencia? Los reformados dicen que Dios debió haber hecho este pacto debido a que Oseas 6:7 “demuestra” que Adán rompió un pacto con Dios, “pero ellos como hombres traspasaron el pacto; allí prevaricaron contra mí”. En las traducciones más recientes de la Biblia, la palabra “hombres” es traducida “Adán”, haciéndolo decir, “como Adán ellos transgredieron el pacto”. Malentendiendo el contexto del pasaje, hacen la pregunta, “¿Cuándo entró Dios en un pacto con Adán que éste rompió?”. Ellos centran nuestra atención en la interpretación del versículo, desviando nuestra atención del problema principal: ¡obediencia a cambio de salvación! Pregúntese usted mismo si Dios ha requerido alguna vez obras para la salvación. Por supuesto, ¡la respuesta es no! Dios requiere fe y sacrificios de sangre para que los pecadores sean reconciliados con Él. Mantenga este motivo de “obediencia por salvación” en su mente para que vea la ingeniosa interacción entre el Calvinismo y la Teología del Pacto.

Dado que Adán no fue capaz de ofrecer “obediencia por salvación” después de caer en pecado, la Teología Reformada enseña que el segundo Adán, Jesucristo, prometió procurar esta obediencia en un tercer pacto que no se halla en la Escritura, el “Pacto de la Gracia”. La Teología del Pacto enseña que la obediencia activa de Cristo a la Ley proporciona el requisito necesario para la salvación de los elegidos. Piense en esto por un momento. ¿Puede la obediencia a guardar la Ley cumplir con el requisito de la salvación? Mientras que la obediencia de Jesús a la Ley reveló Su perfección como Mesías que lo calificaba para ser el perfecto Cordero de Dios sacrificado por nuestros pecados, esta obediencia no contribuye a la salvación de ninguna manera. La salvación se encuentra por medio de confiar en Cristo y Su muerte, sepultura y resurrección. Por supuesto, esta obediencia a guardar la Ley está formulada en términos de la justicia. Sin embargo, la justicia de Dios de la que habla Romanos 3:21 dice que es aparte de la ley, “Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de Dios, testificada por la ley y por los profetas”. La Biblia nunca enseña que la observancia de la Ley, ni la nuestra ni la de Cristo, salva.

Increíblemente, muchos en el campo Reformado afirman erróneamente que la vida de obediencia activa de Cristo es tan salvífica en contribuir a nuestra salvación como Su muerte. En ningún lado nos dice la Biblia que pongamos nuestra fe en la justicia de Cristo. La fe es puesta en la Cruz de Cristo. Observe la siguiente cita del teólogo reformado del siglo XIX, A. A. Hodge, donde declara que la obediencia de Jesús es tan esencial a la salvación como Su muerte.

“Las Escrituras nos enseñan claramente que la obediencia de Cristo fue ciertamente tan vicaria como lo fue su sufrimiento, y que él nos reconcilió con el Padre por una así como por la otra”.1

Considere esta cita de Juan Calvino donde descaradamente declara que la base para el perdón de Dios está fundada en su completa vida de obediencia. La Biblia dice que toda nuestra base está fundada en la muerte y la sangre derramada de Jesús.

“Cuando se pregunta cómo Cristo, al abolir el pecado, removió la enemistad entre Dios y nosotros y compró una justicia que lo hizo favorable y gracioso a nosotros, puede responderse generalmente, que él logró esto por el curso completo de su obediencia…Y ciertamente él en otra parte extiende la base del perdón que exime de la maldición de la ley a la vida completa de Cristo…En resumen, desde el momento que él asumió la forma de siervo, él comenzó, con el fin de redimirnos, a pagar el precio de la salvación…”2

Postulando que la obediencia a guardar la Ley por parte de Cristo es de alguna forma necesaria para la salvación, la Confesión Bautista de Fe de 1689 afirma lo siguiente:

“No son justificados debido a que Dios considera como su justicia ni su fe, ni su creencia ni cualquier otro acto de obediencia evangélica. Son justificados única y exclusivamente debido a que Dios les imputa la justicia de Cristo. Él les imputa la obediencia activa de Cristo a toda la ley y Su obediencia pasiva en la muerte”.3

Una vez que la obediencia a guardar la Ley por parte de Cristo es colocada en la misma posición de la cruz, se vuelve necesario confiar en esta justicia para salvación. Mire cómo el astuto truco de la teología del pacto se desarrolla dentro de su evangelio del Calvinismo.

El Calvinismo a menudo es abreviado al acrónimo TULIP, el cual ayuda a las personas a recordar sus enseñanzas. Éste afirma que Dios soberanamente escoge, muere por, y equipa a los elegidos para ser salvos. La mayoría de las personas entienden que el último punto del Calvinismo, la Perseverancia de los Santos, (la “P” del TULIP) significa que los elegidos perseverarán en la fe y nunca abandonarán a Cristo. Los que están en el Calvinismo desde hace cualquier duración de tiempo sabe que eso no es completamente exacto. Rápidamente se hace claro que dado que los elegidos han recibido la justicia de Cristo que guarda la Ley, se espera que no sólo perseveren en la fe, sino que también perseveren en obediencia. En este punto, la fe se aparta sutilmente de la Cruz y se mueve hacia las obras. Este cambio es llamado Salvación por Señorío por sus detractores.

La Salvación por Señorío, haciéndose pasar como arrepentimiento y buenas obras, es elogiada por sus proponentes pero una vez desenmascarada, es expuesta como un evangelio de obras. De acuerdo con el Calvinismo, los elegidos son equipados para hacer de Jesucristo el absoluto Señor soberano de sus vidas para demostrar su salvación. Hay poco espacio para la desobediencia. La obediencia no sólo demuestra su elección, sino que demuestra que la obediencia del Segundo Adán ha sido acreditada a su cuenta y que las exigencias del “Pacto de Obras” han sido cumplidas. Así pues, la “perseverancia de los santos” del Calvinismo encaja perfectamente con la Teología del Pacto para esconder un complicado y muy bien disfrazado escenario de “obediencia por salvación” que Dios supuestamente prometió a Adán.

Añádase a esto que la Teología Reformada enseña que los elegidos que creen no tienen una naturaleza carnal, sino sólo la nueva naturaleza de Cristo. No es de extrañar que el calvinista se siente condenado cuando es desobediente. Todo pecado o infracción es recibido con amenazas mentales de no elección y, por tanto, no salvación, lo cual explica la falta masiva de seguridad dentro de los círculos reformados. Este miedo los lleva a buscar diligentemente las Escrituras para revisar y volver a comprobar que su comprensión de la elección es verdadera. Todo depende de la correcta comprensión de la elección. Lamentablemente, todos los pasajes que deberían llevarles consuelo han sido reinterpretados de acuerdo al Calvinismo causando incertidumbre en su lugar. Su erudición les dice que el Calvinismo es racional, mientras que sus corazones agonizan en el miedo.

Tanto la Teología del Pacto como el Calvinismo son explicados en los términos más escolásticamente erudito, haciéndolos parecer lógicos, razonables y plausibles. Sin embargo, Dios advierte a los cristianos a no dejar el pensar a los eruditos. Se nos aconseja escudriñar las Escrituras diariamente, como hicieron los bereanos, para examinar si las cosas enseñadas se alinean con la Escritura (Hechos 17:11). Se nos instruye a estudiar para presentarnos aprobados como obreros que no tienen de qué avergonzarse (2 Tim. 2:15). Se nos advierte a no confiar en la sabiduría del mundo (1 Cor. 1-2). Se nos dice que, “Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres, conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo” (Col. 2:8. Se nos advierte que, “Y de vosotros mismos se levantarán hombres que hablen cosas perversas para arrastrar tras sí a los discípulos” (Hechos 20:30). Somos advertidos, “para que nadie os engañe con palabras persuasivas” (Col. 2:4).

Los cristianos somos advertidos, “para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error” (Ef. 4:14). Los falsos maestros fácilmente ganan seguidores (Gál. 4:17) diciéndoles a aquellos que tienen comezón de oír lo que ellos quieren escuchar (2 Tim. 4:13). En el proceso, “por avaricia harán mercadería de vosotros con palabras fingidas” (2 Pedro 2:3). Se nos prohíbe añadir a las palabras de la Escritura para que no seamos reprendidos (Prov. 30:5-6) o peor aun, maldecidos (Ap. 22:18). La Teología del Pacto añade claramente pactos no existentes a la Biblia que cambian la naturaleza de Dios y el Evangelio.

Pablo condenó dos veces cualquier evangelio que fuera diferente del que él predicaba (Gál. 1:8-9), así como evangelios que dependen de las obras en lugar de la cruz. Él nos advierte en Colosenses a no ser movidos de la esperanza del Evangelio que él predicaba (Col. 1:23). El “Calvinismo” y el “Pacto de Obras” de la teología Reformada son tales evangelios que funden en un solo evangelio oculto que debería ser denunciado por la Iglesia de hoy. En cambio, este sistema de teología es validado como “cristianismo histórico y ortodoxo” y ha llevado por tanto innumerables en la Iglesia cautivos a su ideología dado que es considerado generalmente como “seguro”. Tenemos que estar atentos, vigilando el verdadero Evangelio de Cristo para que podamos ofrecer un mensaje salvador a los perdidos y caminar en la libertad del Espíritu ofrecido a los creyentes. Es el enemigo de nuestras almas quien quiere nuestra mirada en obra y la justicia de la ley, en lugar de en la cruz.

Nota del editor: Brenda Nickel es una creyente cuyo caminar fue desviado por la teología de Juan Calvino. A medida que fue atraída hacia el Calvinismo, éste le causó una eventual desesperación espiritual. Ella cuenta cómo, siendo una nueva creyente en Jesús nacida de nuevo, se apresuró con mucho entusiasmo a amar el estudio de Su Palabra (la Biblia). Esta búsqueda la llevó a un viaje de descubrimiento que, en última instancia, la llevó a seguir el razonamiento y la teología embriagadores de Juan Calvino, que ocasionan mucha confusión. Catorce años después, ella escapó de las trampas del Catolicismo Reformado de Calvino. 

Artículos relacionados:
Refutando el Calvinismo

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:
Covenant Theology and Calvinism’s hidden gospel

References:

1 – http://www.middletownbiblechurch.org/reformed/vicarlaw.htm, Citing; Archibald Alexander Hodge, The Atonement, Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing, 1953, pp. 248, 249.

2 – http://www.middletownbiblechurch.org/reformed/vicarlaw.htm, Citing; John Calvin, Calvin’s Institutes, vol.2, Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing Company, 1962, p. 437.

3 – http://www.spurgeon.org/~phil/creeds/bcof.htm, The Baptist Confession of Faith,” with slight revisions by Charles Spurgeon, Chapter 11, Justification, paragraph 1.

miércoles, 21 de marzo de 2012

La Buena Voluntad de Dios y la Renuencia del Hombre


Los calvinistas extremos parecen tener dificultad para entender cómo un Dios soberano puede “desear” algo que nunca sucederá. Ellos creen que cualquier cosa que Dios quiere y desea tiene que suceder. Si Dios desea salvar a ciertos hombres, entonces esos hombres tienen que llegar a ser salvos. Si Dios amó de tal manera al mundo, entonces el mundo tiene que ser salvo. Si Cristo murió por todos los hombres, entonces todos los hombres tendrán que ser salvos. Así es como ellos razonan. Por cierto, ellos creen que Cristo no murió por todos los hombres, sino que murió solo por los elegidos. Ellos creen que todos aquellos por quienes Cristo murió, serán salvos (pero ellos dicen que Cristo solo murió por algunos y no por todos). Como ha dicho un escritor en vista de 1 Timoteo 2:4-“Lo que Dios desea, eso ÉL hará” (de modo que cree que la frase “todos los hombres” en este versículo se refiere sólo a los elegidos). Ellos sienten que si Dios quiere que los hombres se arrepientan, entonces ellos se arrepentirán (Dios obrará en sus corazones llevándolos al arrepentimiento). Ellos razonan que si Dios quiere que los hombres crean, entonces ellos creerán.

Descargue el artículo completo aquí:


sábado, 25 de febrero de 2012

Libro: "¿Qué Amor es Éste? - Capítulo 3 (en pdf)


Apreciados lectores:

En el enlace adjunto podrán descargar el capítulo 3, Juan Calvino y sus Instituto, del libro en referencia.

Instrucciones para descargar el archivo: Seleccionar la opción "File" y luego "Download".

Espero que este material contribuya a su crecimiento y edificación espiritual.

domingo, 5 de febrero de 2012

Juan Calvino y sus Institutos

Capítulo 3 del libro: ¿Qué Amor es Éste?



El Calvinismo y las controversias que lo rodean han enfrentado a los Protestantes durante más de cuatrocientos años.

Claro está, toda la discusión en la Iglesia data desde mucho antes que Juan Calvino, a Agustín, Pelagio y otros. Aurelius Augustinus nació el 13 de noviembre del 354 en Tagaste, una pequeña ciudad cerca de la frontera oriental de la moderna Algeria. Su padre fue un oficial romano y un pagano; su madre, Mónica, una cristiana. En el año 386, después de estudiar filosofía, derecho y los clásicos (fue grandemente inspirado por Platón), un año de enseñar gramática y una breve carrera como un retórico, Agustín abrazó el Cristianismo. Ingresó a la que esencialmente era la Iglesia Católica Romana (ICR) de su época y estableció un monasterio, el cual mudó a Hipona, África, poco después de ser nombrado su obispo. A menudo llamado el padre de las principales doctrinas del Catolicismo Romano, Agustín, como veremos, influenció fuertemente a filósofos posteriores e incluso ejerce una fuerte influencia entre los evangélicos hoy en día, mucha de ella por medio del Calvinismo.

Aunque la ICR aún no había asumido su forma y poder actuales, los fundamentos estaban siendo establecidos en los cuales Agustín jugó un papel importante. Ya, el 27 de febrero del año 380, el “Edicto del Emperador Graciano, Valentiniano II y Teodosio I” declaraba:

Ordenamos que tengan el nombre de cristianos católicos quienes sigan esta norma, mientras que a los demás los juzgamos dementes y locos sobre los que pesará la infamia de la herejía. Sus lugares de reunión no recibirán el nombre de iglesias y serán objeto, primero de la venganza divina, y después serán castigados por nuestra propia iniciativa que adoptaremos siguiendo la voluntad celestial”.1

Nacido en Gran Bretaña cerca del final del Siglo IV, Pelagio se elevó a la prominencia después de que la caída de Roma en agosto del año 410 lo forzó a huir a África del Norte. Ahí entró en conflicto con Agustín por sus ideas de que habían existido seres sin pecado antes de Cristo y que era posible por medio del esfuerzo humano, ayudado por la gracia, que cualquiera viviera por encima del pecado. Afirmaba que Adán era mortal cuando fue creado y que su pecado no provocó la muerte sobre la humanidad, sino que sólo lo afectó a él. Por consiguiente, los infantes nacen en el mismo estado en el que Adán estaba antes que pecara. Además, las buenas obras eran esenciales para la salvación, especialmente que los ricos dieran sus bienes a los pobres para ayudar a efectuar la transformación moral de la sociedad, la cual él creía posible. Él consideraba que “perdona nuestros pecados” era una oración que involucraba una falsa humildad y que era inapropiada para los cristianos ya que el pecado no es una necesidad sino la propia culpa del hombre.

El semi-Pelagianismo fue desarrollado unos cuantos años después por un monje francés, Juan Casiano, quien modificó el Pelagianismo al negar sus ideas extremas acerca del mérito humano y al aceptar la necesidad del poder del Espíritu Santo pero reteniendo la creencia que el hombre puede hacer el bien, que puede resistir la gracia de Dios, que debe cooperar en la elección, que tiene la voluntad para escoger entre el bien y el mal y que puede perder su salvación. Aquellos que rechazan el Calvinismo a menudo son acusados de promover el semi-Pelagianismo, la cual es una etiqueta amplia y que a menudo no es cierta. Tales etiquetas pueden ser engañosas – incluyendo la etiqueta “calvinista”, debido a las muchas tonalidades y variaciones del Calvinismo.

Aunque generalmente reconocen que Agustín fue la fuente de la mayor parte de lo que Calvino enseñó, los calvinistas discrepan entre ellos mismos acerca de la composición exacta de esta doctrina. Ni el mismo Calvino estaría completamente de acuerdo con muchos de sus seguidores de hoy. En las siguientes páginas, hacemos el intento de citar a aquellos que representan el punto de vista actual entre la mayoría de los calvinistas.

Incluso sin la creciente controversia, no obstante, Juan Calvino es digno de estudiarse debido al enorme impacto que ha tenido, y continúa teniendo, en el mundo cristiano. El Reformador escocés, John Knox, a quien se le acredita haber fundado la Iglesia Presbiteriana, pasó varios años en Ginebra y llevó el Calvinismo a Escocia y al movimiento presbiteriano. Daniel Gerdes dijo, “Las obras de Calvino fueron tan útiles a la Iglesia de Cristo, que difícilmente hay algún departamento del mundo cristiano a ser hallado que no esté lleno de ellas”.2 Se ha dicho que, “Ningún hombre en la historia de la Iglesia ha sido más admirado y ridiculizado, amado y odiado, bendecido y maldecido”.3 Vance afirma que “el prodigioso impacto de Calvino sobre el Cristianismo aún debe ser comprendido”. Él procede a referirse a:

…instituciones y organizaciones tales como Calvin College, Calvin Seminary, el Calvin Theological Journal, el International Congress on Calvin Research, la Calvin Translation Society, la Calvin Foundation, y el H. Henry Meeter Center for Calvin Studies, que contiene más de 3,000 libros y 12,000 artículos relacionados con Juan Calvino. La mayoría de los escritos de Calvino aún están disponibles hoy en día, lo cual es toda una hazaña considerando que vivió hace más de 400 años. Hay existentes más de 2,000 sermones de Calvino, mientras que las obras completas de Calvino ocupan cincuenta y nueve volúmenes en el Corpus Reformatorum. Los estudiantes de la universidad y de seminario en escuelas reformadas y presbiterianas tienen la opción de tomar un curso completo sobre Juan Calvino. Además, Calvino tiene la eminencia de ser mencionado en todo diccionario, enciclopedia y libro de historia, tanto sagrados como seculares”.4

¿Cuánto de Calvino hay en el Calvinismo?

Hoy en día existe un intento por muchos calvinistas de desvincular a Calvino del Calvinismo, en vista de sus tempranos orígenes en Agustín y la Biblia Vulgata Latina. Además, no fue sino hasta el Sínodo de Dort (Dordrecht), más de cincuenta años después de la muerte de Calvino, que los cinco puntos de Calvinismo fueron planteados por primera vez. Irónicamente, esta declaración surgió sólo como una expresión de oposición a los cinco puntos del Arminianismo. Sin embargo, este sistema de pensamiento continúa siendo conocido universalmente como “Calvinismo”. Loraine Boettner dice, “Fue Calvino quien forjó este sistema de pensamiento teológico con tal claridad lógica y énfasis que desde entonces ha llevado su nombre”.5 De dónde provino realmente, como veremos en el siguiente capítulo, es admitido por Custance quien dice que Agustín fue “quizás el primero después del apóstol Pablo en darse cuenta de la Depravación Total del hombre”.6 Farrar concuerda: “A él [Agustín]… se debe la exagerada doctrina de la depravación humana total…”7

A pesar de sus largos y variados orígenes y desarrollo, el término “Calvinismo” permanece como la identificación más comúnmente usada. Como dice Engelsma, hablando en acuerdo con la abrumadora mayoría de calvinistas, “Fue Calvino quien desarrolló estas verdades, de forma sistemática y completa; y por lo tanto, llegaron a ser llamadas por su nombre”.8 B. B. Warfield declara, “Fue él quien le dio al movimiento Evangélico una teología”.9 Timothy George escribe que fue Calvino quien “presentó más clara y más magistralmente que cualquier otro antes que él los elementos esenciales de la teología Protestante”.10 Tudor Jones llama a los Institutos de Calvino, “una de las obras seminales de la teología cristiana…su pensamiento iba a ser la fuerza motriz detrás de cambios revolucionarios en varios países europeos”.11 Edwin H. Palmer expresa una admiración por Calvino que parece fortalecerse cada vez más entre sus seguidores:

El nombre Calvinismo ha sido usado a menudo, no porque Calvino fuera el primero o el único maestro, sino porque después del largo silencio de la Edad Media, él fue el más elocuente y sistemático expositor de estas verdades. Para el noviciado, sin embargo, parecía como si Calvino las había originado.12

Por supuesto, los calvinistas están convencidos que la Biblia misma es la verdadera fuente de este sistema religioso. C. H. Spurgeon declaró, “No creo nada porque Calvino lo enseñó, sino porque he encontrado esta enseñanza en la Palabra de Dios.13…Sostenemos y afirmamos una y otra vez que la verdad que Calvino predicó era la misma verdad que el apóstol Pablo había escrito mucho antes en sus epístolas inspiradas y la cual es revelada de forma más clara en los discursos de nuestro bendito Señor mismo”.14

Discrepamos respetuosamente con este gran predicador. Claramente, Spurgeon tuvo que escoger y elegir qué creencias de Calvino abrazar. De hecho, como veremos, especialmente en sus años finales, Spurgeon a menudo hizo declaraciones que estaban en conflicto directo con el Calvinismo. Su sermón favorito, por medio del cual él dijo que más almas habían venido a Cristo que por medio de cualquier otro, ¡era criticado por muchos calvinistas por ser Arminiano!

¿Cuánto Catolicismo en el Calvinismo?

En las siguientes páginas documentaremos que el extenso elogio que se ha acumulado sobre Calvino como un gran exégeta está muy fuera de lugar. Él enseñó muchas cosas que claramente estaban erradas y que muchos de sus seguidores evangélicos de hoy o no saben o quizá no quieren saber. Hay muchos errores graves contenidos en los escritos de Calvino – el bautismo de infantes, la regeneración bautismal, la reprobación para el placer de Dios, forzar la doctrina con la espada secular, etc.

A causa de dichas doctrinas solas, la destreza de Calvino como un excepcional exégeta de la Palabra de Dios es sospechosa. La mayor parte de sus enseñanzas es reconocida hoy en día en el Catolicismo Romano. Permitamos que aquellos evangélicos que elogian a Calvino como completamente bíblico justifiquen, por ejemplo, lo siguiente que se halla en sus Institutos:

Creo en la Santa Iglesia Católica…de donde fluyen perpetuas remisiones de pecados y plena restauración a la vida eterna.15 Mi intención es tratar aquí de la Iglesia visible, y por eso aprendamos ya de sólo su titulo de madre qué provechoso y necesario nos es conocerla, ya que no hay otro camino para llegar a la vida sino que seamos concebidos en el seno de esta madre, que nos dé a luz, que nos alimente con sus pechos, y que nos ampare y defienda hasta que, despojados de esta carne mortal, seamos semejantes a los ángeles…Anotemos también que fuera del gremio de la Iglesia no hay remisión de pecados ni salvación, como lo atestiguan Isaías y Joel (Is. 37, 32; Jl. 2,32)… para que advirtamos que el apartarse de la Iglesia de Dios es pernicioso y mortal.16

Por supuesto, por “Iglesia Católica” él no quiso decir Católica Romana, sino la verdadera Iglesia Universal. En ninguna parte en la Escritura, sin embargo, la Iglesia es llamada “Madre” o reconocida con concebirnos en su seno a la vida espiritual. Ni tampoco es la verdadera Iglesia alguna vez referida como el medio de “entrar a la vida” o de perdón de pecados. Calvino simplemente está reflejando dogmas que absorbió como un devoto católico romano durante sus primeros veinte y cuatro años de su vida y especialmente a través de los escritos de Agustín, el más grande de todos los católicos.

En cuanto a Isaías 37:32 y todo el libro de Joel, pocos estudiantes de la Biblia harían tal aplicación a la Iglesia. Isaías se refiere al remanente de Israel escapando del Monte Sión durante un juicio venidero, mientras que Joel se refiere a un remanente siendo preservado en Sión. Aun si alguien erróneamente igualara a Israel con la Iglesia, estos pasajes no apoyan las declaraciones de Calvino.

Naturalmente, al convertirse en Protestante, Calvino rechazó al papado como el representante de la verdadera Iglesia. Él declaró que “…no tenemos por qué temer que, absteniéndonos de la participación en tales sacrilegios, nos apartemos de la Iglesia de Cristo.17

No obstante, mientras condenaba al Romanismo como falso, introdujo al Protestantismo la mayor parte de su estructura y falsas ideas, tales como el bautismo de infantes, un clero con poderes especiales y la eficacia de los sacramentos llevados a cabo sólo por dicho clero. Más de eso luego.

Vida Temprana y Conversión

El hombre conocido hoy a lo largo del mundo como Juan Calvino, a quien generalmente se le acredita ser el fundador del sistema de Protestantismo llamado así por él, nació el 10 de julio de 1509 en Noyon, Francia, como Jean Chauvin. La suya era una devotamente religiosa familia católica romana de prominencia en una ciudad eclesiástica dominada por el obispo local y sus sacerdotes asistentes. Como secretario y asesor legal del obispo, el padre de Jean, Gerald, era un participante interno en un sistema político corrupto apoyado en la religión.

En un poco de anticuado y muy común nepotismo, el joven Jean fue puesto en la planilla de la Iglesia a la edad de doce años, permaneciendo en ella durante trece años – hasta un año después de su aparente conversión al Protestantismo de Lutero. Desde sus primeros años, Jean fue el beneficiario de una alianza impía entre las autoridades civiles y religiosas, que mantenían al pueblo en esclavitud – una sociedad dominada por la iglesia. Era un patrón que luego él implementaría como un “Protestante” con aun mayor eficiencia en Ginebra, Suiza, incluyendo el dominio de la Iglesia en asuntos civiles y persecución e incluso ejecución de aquellos acusados de herejía.

Recién al ingresar al Collège de La Marche en la Universidad de París, el amor de Jean hacia el latín se reflejó en su registro como Johannes Calvinus. Ahí pasó con diligencia excesivamente largas horas en el estudio compulsivo que tuvo efectos nocivos sobre su salud en años posteriores y que posiblemente acortaron su vida. Era conocido por su profunda piedad católica y por sus contundentes reproches a la moral de sus amigos.

Muy inesperadamente, en 1528, el padre de Jean, Geral, fue excomulgado de la ICR. Poco después de eso, el hermano de Calvino, un sacerdote, también fue excomulgado por herejía. Como resultado, Gerald ordenó a Jean/Johannes, quien estaba estudiando para el sacerdocio, que se fuera a Orléans a estudiar Derecho.

Calvino posteriormente explicó: “Mi padre tenía la intención que yo estudiara teología desde mi niñez. Pero [dado que] el Derecho demostró ser en todos lados muy lucrativo para sus practicantes, la posibilidad de repente lo hizo cambiar de opinión”.18 Esta nueva actividad se convirtió en la pasión del joven y posiblemente estableció alguno de los fundamentos del legalismo que después se volvió tan dominante en el sistema de teología que a partir de entonces desarrollaría.

Después de obtener una Licenciatura en Derecho en 1531 (más tarde le sería otorgado un Doctorado en Derecho), Jean – ahora Johannes (Juan) – regresó a París, se sumergió en un estudio apasionado de la literatura clásica, y publicó su primer escrito, un ensayo en latín sobre De Clementia, de Seneca. El historiador Will Durant afirma que Juan, aún un devoto católico romano, “parecía dedicado al humanismo, cuando escuchó algunos sermones de Lutero que lo estimularon con su audacia”.19 Discusiones secretas de disensión atrevida pronto arrastraron a Calvino a un círculo de jóvenes humanistas intelectuales que estaban impulsando la reforma de la Iglesia junto a las líneas de la audaz rebelión de Lutero contra el Papa.

Para enero de 1534, aunque aún no era un completo Protestante, Calvino se había hecho lo suficientemente vocal en apoyo de las ideas de Lutero que fue forzado a huir de París. Hallando refugio en la ciudad de Angoulême, comenzó a escribir su clásico voluminoso, los Institutos de la Religión Cristiana, y de forma extraordinaria culminó la primera y más pequeña edición el año siguiente. Boettner reconoce:

La primera edición [en latín] contenía en un breve resumen todos los elementos esenciales de su sistema y, considerando la juventud del autor, era una maravilla de precocidad intelectual. Posteriormente se amplió a cinco veces el tamaño de la edición original y fue publicada en francés, pero él nunca hizo ninguna desviación radical de cualquiera de las doctrinas establecidas en la primera edición.20

Los calvinistas de hoy en día evitan el hecho incómodo de que en todos sus escritos voluminosos, Calvino nunca dice nada acerca de haber nacido de nuevo por medio de la fe en Cristo. Él consideraba haber sido un cristiano desde el momento de su bautismo infantil católico romano: “en cualquier tiempo en que seamos bautizados, somos lavados y purificados de una vez para toda la vida…debemos refrescar de nuevo la memoria del Bautismo…para asegurarse del perdón de sus pecados… ella quita y borra toda nuestra suciedad”21 Él confiaba en ese bautismo como prueba de que era uno de los elegidos22 y denunciaba a todos aquellos que, como los evangélicos ex-católicos de hoy en día, se bautizaron después de creer el Evangelio.

Aquellos rescatados del Catolicismo y que se bautizaron como creyentes eran conocidos como Anabaptistas y fueron perseguidos por los católicos, luteranos y calvinistas. De ellos, cerca del momento de su conversión al Protestantismo de Lutero, Calvino escribió: “Uno no debería contentarse sólo con matar a tales personas, sino que debería quemarlos cruelmente”.23 Calvino los desterró de Ginebra en 1537.24 ¿Cómo pueden los antiguos católicos, que hoy han nacido de nuevo y que se han bautizado, considerar a Calvino como uno de ellos? No pueden – y no deberían.

Los Institutos de Calvino

En sus Institutos, Calvino desarrolló magistralmente su propio estilo de Cristianismo. Fue sin lugar a duda una expansión del Agustinianismo y fue influenciado fuertemente por la Vulgata Latina – la Biblia oficial de la ICR y la que Calvino había estudiado por mucho tiempo en su latín original. Los Institutos, surgiendo de estas dos fuentes primarias, han influenciado a generaciones siguientes a un grado mucho más allá de cualquier cosa que su joven autor hubiera podido imaginar en ese momento.

La mayoría de aquellos, incluyendo a líderes evangélicos, que hoy en día tienen a Calvino en gran estima, no son conscientes de que han sido cautivados por los escritos de un devoto católico romano recién convertido al Protestantismo de Lutero, quien se había separado de Roma tan sólo un año antes.

Curiosamente, Calvino se mantuvo en la nómina de la ICR durante casi un año después que afirmara haber sido rescatado milagrosamente de la “profunda ciénaga” de “obstinada adición a las supersticiones del papado”.25 No fue sino hasta el 4 de mayo de 1534, que regresó a su ciudad natal de Noyon para renunciar al empleo de obispo, donde fue arrestado, encarcelado, logró escapar y huyó.26 Aunque andaba huyendo y cambiaba su lugar de residencia, Calvino finalizó sus Institutos originales en agosto de 1535. La primera edición fue publicada en marzo de 1536.27

Bajo cualquier criterio, este joven estaba muy lejos de la madurez en la fe cristiana. Calvino mismo dijo, “Estaba muy asombrado que, antes de que transcurriera un año [después de que abandonara a la iglesia romana], que todos aquellos que tenían algún deseo por la doctrina pura se dirigían a mí con el fin de aprender, aunque yo mismo había hecho poco más que empezar”28 (énfasis añadido).

Sin lugar a dudas, sus Institutos no pudieron haber surgido de una comprensión evangélica profunda y completamente desarrollada de la Escritura. En cambio, provinieron del entusiasmo energético de un graduado de Derecho reciente y un estudioso ferviente de filosofía y religión, un joven fanático dedicado a Agustín y a una causa recién adoptada. Durant dice:

[Como] un joven de 26, él completó la más elocuente, ferviente, lúcida, lógica, influyente e impresionante obra en toda la literatura de la revolución religiosa… Él introdujo en la teología y en la ética la lógica, precisión y severidad de los Institutos de Justino y le dio a su obra maestra un nombre similar.29

De forma encomiable, al igual que Lutero y los otros Reformadores, Calvino estaba determinado a que la Escritura sería su única autoridad. Al comienzo de sus Institutos, él puso ese fundamento, afirmando que “si tenemos los ojos [en la Biblia] limpios y los sentidos íntegros, pronto se pondrá ante nosotros la majestad de Dios, que ahuyentando la osadía de contradecir, nos forzará a obedecerle”30

Calvino reverenciaba la Palabra de Dios como algo que superaba de lejos cualquier cosa que el hombre alguna vez haya producido o pueda producir que “toda la fuerza de los retóricos y filósofos, en comparación de la eficacia del sentimiento de la Escritura, no es más que humo de pajas. De lo cual es fácil concluir que la Sagrada Escritura tiene en sí cierta virtud divina”.31 Nadie puede cuestionar el celo de Calvino por seguir la Biblia o su sincera convicción de que lo que él concebía y enseñaba era apegado a la Palabra de Dios. No obstante, así como los bereanos escudriñaban cada día las Escrituras para determinar si la enseñanza de Pablo era conforme a la Palabra de Dios, así debemos hacer con la enseñanza de Calvino.

Al momento de escribir sus Institutos, Calvino, lejos de ser un apóstol como Pablo, era a lo sumo un nuevo convertido. Por tanto, al escribir los Institutos, Calvino procuró, con su brillante mente legal, compensar lo que le faltaba en madurez espiritual y orientación del Espíritu Santo. A pesar de su inteligencia natural, sin embargo, este joven fanático parecía ignorar el hecho de que la asociación que más tarde forjó en Ginebra entre la Iglesia y el Estado (así como lo hizo Lutero) era uno de los principales males del Catolicismo Romano repetido de nuevo y la antítesis misma de la vida de Cristo y Su enseñanza. Los restos de ese error aún plagan a Europa hoy en la forma de iglesias estatales.

Elementos Básicos: La Soberanía y la Predestinación

Un fundamento básico del sistema religioso de Calvino era un punto de vista extremista de la soberanía de Dios que negaba la voluntad humana y que consideraba que la Iglesia era el reino de Dios en la tierra – ambos enfoques inspirados por los escritos de Agustín. Verduin escribe de Agustín: “Aquí tenemos una representación temprana de la noción que la Iglesia de Cristo fue destinada por su Fundador a entrar en una situación radicalmente diferente de la descrita en el Nuevo Testamento… Esta idea expuesta por Agustín…condujo a toda clase de absurdos teológicos”.32

Agustín enseñó que la presciencia era lo mismo que la predestinación: “Por consiguiente, algunas veces la misma predestinación se expresa también bajo el nombre de presciencia”.33 Así pues, la presciencia de Dios causa los eventos futuros. De forma interesante, R.C. Sproul escribe que “virtualmente nada en el punto de vista de Calvino acerca de la predestinación…no estuvo primero en Martín Lutero y antes de Lutero en Agustín”.34 Calvino vio a Dios como el autor de todo evento, incluyendo de todos los pecados:

Si Dios solamente hubiera previsto lo que había de acontecer a los hombres, y no lo ordenase según su gusto, entonces con toda razón se plantearía la cuestión de saber qué necesidad pondría en los hombres la divina presciencia; pero dado que…El ha determinado que así sean…es evidente, que todo se hace por ordenación y disposición divina.35

R.C. Sproul declara claramente, “Dios quiere todas las cosas que suceden…Dios creó el pecado”.36 De este punto de vista extremo de la soberanía de Dios provino la comprensión de Calvino acerca de la predestinación. Según él (siguiendo la enseñanza de Agustín), en la eternidad pasada Dios decidió salvar sólo a una fracción de la raza humana y consignó al resto al tormento eterno – sencillamente porque a Él le plació hacerlo:

La Escritura lo demuestra con toda evidencia…que Dios ha designado de una vez para siempre en su eterno e inmutable consejo, a aquellos que quiere que se salven, y también a aquellos que quiere que se condenen.

Así que aquellos ante los cuales Dios pasa al elegir, los reprueba; y esto por la sola razón de que Él los quiere excluir de la herencia que ha predestinado para sus hijos.37

Pero si todos los que el Señor predestina a la muerte están naturalmente sujetos a la sentencia de muerte, ¿de qué iniquidad e injusticia, pregunto yo, podrán quejarse…porque antes de ser engendrados han sido predestinados por su providencia eterna a perpetua miseria…qué podrán murmurar contra Dios?38

El gran Dios…en cuya mano y voluntad está castigar a los transgresores, aunque El no les haya dado su Espíritu…de lo cual no se puede aducir otra causa que la reprobación, que permanece escondida en el secreto consejo de Dios.39

Como quiera, pues, que la ordenación de todas las cosas está en las manos de Dios… ordena con su consejo que algunos desde el seno materno sean destinados a una muerte eterna ciertísima, y que con su perdición glorifiquen su nombre.40

Dios, según el decreto de su benevolencia elige como hijos a aquellos a quienes le place; y esto sin mérito alguno de ellos, reprobando y rechazando a los demás…Es razonable que se muestre como justo juez castigando.

Por eso vienen muy a propósito las siguientes sentencias de san Agustín…que otros sean vasos de afrenta, no se debe imputar a iniquidad, pues no la hay en Dios, sino a su juicio.41

En sus Institutos, Calvino enfatiza la soberanía pero apenas menciona el amor de Dios por los pecadores. Lutero, también, estaba convencido que Dios, por Su propia elección soberana e independiente de cualquier cosa en el hombre, había desde la eternidad pasada determinado a quién salvaría y a quién condenaría. Calvino (como Agustín y la mayoría de calvinistas de hoy) dijo que Dios podía prever el futuro sólo porque Él lo había deseado.42 Aquí tenemos la espantosa doctrina de la reprobación de la propia pluma de Calvino, haciéndose eco una vez más de su mentor, Agustín:

Decimos, pues, — como la Escritura lo demuestra con toda evidencia — que Dios ha designado de una vez para siempre en su eterno e inmutable consejo, a aquellos que quiere que se salven, y también a aquellos que quiere que se condenen. Decimos que este consejo, por lo que toca a los elegidos, se funda en la gratuita misericordia divina sin respecto alguno a la dignidad del hombre; al contrario, que la entrada de la vida está cerrada para todos aquellos que Él quiso entregar a la condenación; y que esto se hace por su secreto e incomprensible juicio, el cual, sin embargo, es justo e irreprochable… Al excluir a los réprobos…muestra con estas señales cuál será su fin y qué juicio les está preparado.43

Depravación y “Misterio”

La misericordia de Dios, como Calvino la entendió, era muy limitada. Él se concentra en la justicia de Dios; sin lugar a dudas, Dios sería justo en condenar a toda la raza humana. El verdadero asunto, sin embargo, es que si Dios, quien es amor, sería negligente en hacer la salvación disponible para cualquiera – mucho menos predestinar a la condenación a multitudes a las que Él podría salvar si lo deseara. La Biblia claramente declara el amor de Dios por toda la humanidad y Su deseo de que todos sean salvos. Es en defensa del amor y el carácter de Dios que proponemos poner a prueba el Calvinismo contra la Palabra de Dios.

Según Calvino, en lugar de que la salvación dependa de que si una persona creyó libremente el Evangelio, ésta depende de que si Dios la ha predestinado a la salvación. Nadie puede creer para salvación sin que Dios lo regenere y que luego produzca en aquellos a los cuales ha escogido la fe para que crean. Esta conclusión se dedujo de la idea extrema de Calvino acerca de la depravación humana, la cual expuso en sus primeros escritos:

El entendimiento del hombre de tal manera está apartado de la justicia de Dios, que no puede imaginar, concebir, ni comprender más que impiedad, impureza y abominación. E igualmente que su corazón de tal manera se halla emponzoñado por el veneno del pecado, que no puede producir más que hediondez. Y si por casualidad brota de él alguna apariencia de bondad, sin embargo el entendimiento permanece siempre envuelto en hipocresía y falsedad, y el corazón enmarañado en una malicia interna.

Por Depravación Total, el Calvinismo quiere decir incapacidad total. Abandonados a sí mismos, todos los hombres no sólo no buscan a Dios sino que también son totalmente incapaces de hacerlo, mucho menos creer en Jesucristo para la salvación de sus almas. Como consecuencia de esta incapacidad total, Dios causa que algunos crean así como causa que todos pequen.

Debemos concluir entonces que Dios, quien es amor, no ama lo suficiente a todos los hombres como para rescatarlos del castigo eterno sino que reserva Su amor para un grupo selecto llamado los elegidos.

Algunos calvinistas intentan negar que Calvino enseñara que Dios decretó la condenación de los perdidos a los cuales negó la Gracia Irresistible que depositó sobre los elegidos. En cambio, dicen que Él sencillamente “deja a los no elegidos en su justo juicio a su propia maldad y obstinación”.45

Al igual que Agustín, sin embargo, Calvino lo dice en ambos sentidos. Claramente, permitir que cualquiera a quien Dios podría rescatar de ir al infierno (sin importar cuánto lo merecieran) es lo mismo que consignarlos a ese destino, el cual Calvino llamó “reprobación”. Ni hay alguna duda que, por medio de la Gracia Irresistible del Calvinismo, Dios podría salvar a toda la raza humana si Él quisiera hacerlo. Ciertamente, el Amor Infinito no permitiría que aquellos amados sufrieran el tormento eterno – sin embargo, Dios, según el Calvinismo, se complace en condenar a billones. Tal enseñanza difama al Dios de la Biblia, como documentaremos a partir de la Escritura.

En el análisis final, ninguna racionalización puede explicar la contundencia del lenguaje de Calvino – que algunos fueron por el “placer [de Dios en] su eterna providencia…antes de nacer condenados a la perdición eterna…”. Esta consignación soberana de algunos a la felicidad y de otros al tormento era una muestra del poder de Dios que haría, según Calvino, “promover nuestra admiración de Su gloria”.46

Incluso los no cristianos consideran una chocante doctrina que Dios sea glorificado en predestinar a algunos a la salvación y a otros a la condenación, aunque no hay ninguna diferencia en mérito entre los salvos y los perdidos. ¡Qué Dios dejaría a cualquiera al tormento eterno que pudiera ser rescatado, sin embargo, degradaría a Dios, ya que hacer esto es repugnante a la conciencia y compasión que Dios ha puesto dentro de toda la humanidad!

Calvino mismo admitió que esta doctrina era repulsiva a la razón inteligente. Así como en el Catolicismo, Calvino buscó escapar de las contradicciones obvias en su sistema alegando “misterio”:

Pablo…elevándose al sublime misterio de la predestinación…47 Cuán grave mal es investigar los móviles de la voluntad de Dios, puesto que de cuantas cosas suceden, ella es la causa con toda justicia… Por eso, cuando se pregunta por la causa de que Dios lo haya hecho así, debemos responder: porque quiso… De lo cual no se puede aducir otra causa que la reprobación, que permanece escondida en el secreto consejo de Dios.48

Calvino afirma obtener de la Biblia la enseñanza que Dios, para Su gloria, predestinó a vastas multitudes a la condenación eterna sin permitirles ninguna alternativa. De hecho, mientras aún era un católico romano, él ya había llegado indudablemente a dicha conclusión a partir de su inmersión en los escritos de Agustín y la Biblia Católica Romana oficial (y gravemente corrupta), la Vulgata Latina.

Spurgeon, aunque era un calvinista (a quien los calvinistas les encanta citar en su apoyo) quien a veces confirmaba la Expiación Limitada, fue incapaz de escapar de su conciencia dada por Dios. Su corazón de evangelista a menudo se traicionaba a sí mismo en declaraciones que expresaban compasión por los perdidos y el deseo por su salvación – una compasión que contradecía al Calvinismo que predicaba en otras ocasiones. Por ejemplo:

Así como es mi deseo [y] su deseo… así es el deseo de Dios de que todos los hombres sean salvos… él no es menos benevolente de lo que somos nosotros.49

Es imposible reconciliar esa declaración con la doctrina de la Expiación Limitada, la cual Spurgeon en otras ocasiones afirmaba. Es irracional decir que Dios desea sinceramente la salvación de todos, pero envió a Su Hijo a morir sólo por algunos. Pero ésta, como veremos, es sólo una de muchas contradicciones en las que el Calvinismo atrapa a sus adherentes.

Artículos relacionados:
Libro: ¿Qué Amor es Éste? – Capítulo 1
Libro: ¿Qué Amor es Éste? – Capítulo 2
Más acerca del Calvinismo

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

You can get Dave Hunt’s book, “What Love is This?”, here:


Notas:

1. Sidney Z. Ehler and John B. Morrall, Church and State Through the Centuries: A Collection of Historic Documents and Commentaries (London, 1954) 7.


2. Cited in Philip Schaff, History of the Christian Church (New York: Charles Scribner, 1910; Grand Rapids, MI: Wm B. Eerdmans Publishing Co., reprint 1959), 8:281.

3. Georgia Harkness, John Calvin: The Man and His Ethics (Nashville, TN: Abingdon Press, 1958), 3.


4. Laurence M. Vance, The Other Side of Calvinism (Pensacola, FL; Vance Publications, rev. ed. 1999), 69–70.

5. Loraine Boettner, The Reformed Doctrine of Predestination (Philipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1932), 3–4.

6. Arthur C. Custance, The Sovereignty of Grace (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1979), 18.


7. Frederic W. Farrar, History of Interpretation (New York: E. P. Dutton and Co., 1886), 24.

8. David J. Engelsma, A Defense of Calvinism as the Gospel (The Evangelism Committee, Protestant Reformed Church, n. d.), 22.


9. Benjamin B. Warfield, Calvin and Augustine, ed. Samuel G. Craig (Phillipsburg, NJ: Presbyterian and Reformed Publishing Co., 1956), 22.


10. Timothy George, Theology of the Reformers (Nashville, TN: Broadman Press, 1988), 179.

11. R. Tudor Jones, The Great Reformation (Downer’s Grove, IL: InterVarsity Press, n. d.), 133.


12. Edwin H. Palmer, foreword to the five points of calvinism (Grand Rapids, MI: Baker Books, enlarged ed., 20th prtg. 1999), 2.

13. Charles Haddon Spurgeon, Autobiography of Charles H. Spurgeon (Philadelphia, PA: American Baptist Society, n. d.), 44:402.


14. Spurgeon, Autobiography, 47:398.


15. John Calvin, “Method and Arrangement,” in Institutes of the Christian Religion, trans. Henry Beveridge (Grand Rapids, MI: Wm. Eerdmans Publishing Company, 1998 ed.), 29.


16. Ibid., IV: i, 4.

17. Ibid., IV: ii, 2.

18. William J. Bouwsma, John Calvin: A Sixteenth Century Portrait (United Kingdom: Oxford University Press, 1988), 10.

19. Will Durant, “The Reformation,” Pt. VI of The Story of Civilization (New York: Simon and Schuster, 1957), 460.

20. Boettner, Reformed, 403.

21. Calvin, Institutes, IV: xv, 3.


22. Ibid., 1–6; xvi, 24, etc.

23. Roland Bainton, Michel Servet, heretique et martyr (Geneva: Iroz 1953), 152-153, quoting letter of February 26, 1533, now lost.


24. Bernard Cottret, Calvin: A Biography (Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans, 2000), 129; Calvin, Institutes, IV: xv, 16; IV: xvi, 31.

25. John Calvin, Commentary on Psalms—Volume 1, Author’s Preface, www.cal.org/c/calvin/ comment3/comm_vol08/htm/TOC.html.


26. J. D. Douglas, Who’s Who In Christian History, 128–29; cited in Henry R. Pike, The Other Side of John Calvin (Head to Heart, n. d.), 9–10. See also Alister E. McGrath, A Life of John Calvin (Cambridge, MA: Blackwell Publishers, 1990), 73; and Jones, Reformation., 127.

27. Jones, Reformation, 127.


28. Calvin, Commentary on Psalms, Preface.

29. Durant, “Reformation,” VI: Civilization, 459–60.

30. Calvin, Institutes, I:vii,4.


31. Ibid., viii,1.

32. Leonard Verduin, The Reformers and Their Stepchildren (Sarasota, FL: Christian Hymnary Publishers, 1991), 66.


33. Augustine, On the Gift of Perseverance, chapter 47, http://whitefield.freeservices.com/augustine06.html.

34. R. C. Sproul, Grace Unknown (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1997), 189.

35. Calvin, Institutes, III: xxiii, 6.

36. R. C. Sproul, Jr., Almighty Over All (Grand Rapids, MI: Baker Books, 1999), 54.

37. Calvin, Institutes, III: xxiii, 1.

38. Ibid., 3.

39. Ibid., 4.


40. Ibid., 6.

41. Ibid., 10-11.

42. Ibid., xxi–xxii.

43. Ibid., xxi 7.

44. Ibid., II: v,19.

45. Canons of Dort (Dordrecht, Holland, 1619), 1,6.

46. Calvin, Institutes, III: xxi, 1.

47. Ibid., II: xii, 5.

48. Ibid., III: xxiii, 2,4.

49. C. H. Spurgeon, Metropolitan Tabernacle Pulpit, Vol. 26:49–52.
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