miércoles, 11 de noviembre de 2020

Folleto: Aguardando el Reinado de Jesucristo – Parte 2 (1 de 2)

Cómo se Desarrollaron los Diferentes Puntos de Vista

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Se podría decir que la naturaleza del reinado del Mesías ha sido una fuente de confusión durante más de 2,000 años. Cuando estaba ministrando en la tierra, los propios discípulos de Jesús esperaban que introdujera el comienzo de Su reino en ese momento y lugar. Él comprendía sus expectativas.

Lucas registra que una de las parábolas que les contó a Sus discípulos al acercarse a Jerusalén, fue específicamente en respuesta su suposición de “que el reino se manifestaría inmediatamente” (Lucas 19:11). Jesús quería que Sus discípulos entendieran que estaría ausente “en un país lejano” por un tiempo. Dijo que se esperaba que los que le servían en la tierra se ocuparan de Sus negocios hasta que Él regresara (Lucas 19:12-26).

Después de la resurrección de Jesús, los discípulos que encontró en el camino a Emaús, confesaron: “Nosotros esperábamos que él [Jesús] era el que había de redimir a Israel” (Lucas 24:21). Esperaban un reino terrenal para el Mesías y una restauración de la primacía de Israel. Justo antes de Su ascensión, Sus apóstoles todavía seguían preguntando: “Señor, ¿restaurarás el reino a Israel en este tiempo?” (Hechos 1:6).

Las Aclaraciones de Jesús

Es importante reconocer que Jesús no les dijo a Sus discípulos que no habría un reino futuro en Israel. En cambio, les dijo: “No os toca a vosotros saber los tiempos o las sazones, que el Padre puso en su sola potestad” (Hechos 1:7).

El futuro reino físico de Jesús en la tierra no entra en conflicto con el reino espiritual actual. Se refirió a esto cuando le dijo a Pilato: “Mi reino no es de este mundo” (Juan 18:36). El reino de Jesús es una promesa profética de “ya, pero aún no”. Aunque ya tiene un reino celestial, Jesús aún no ha ejercido Su autoridad como Rey de reyes y Señor de señores en la tierra. Si lo hubiera hecho. Satanás no estaría engañando a naciones e individuos hoy. 

La Biblia dice que el Mesías cumplirá todas las promesas de la profecía (Lucas 24:44). Una de ellas es que se sentará en el trono de Su padre David en el Monte Sión, en Jerusalén (Lucas 1:32-33; Salmos 2:6) durante Su reinado, la tierra será restaurada a su perfección que existía antes de que ocurriera la Caída, en el Jardín del Edén (Romanos 8:19-22). Satanás estará verdaderamente atado (Apocalipsis 20:1-3). La esperanza de vida humana aumentará dramáticamente, e Israel se convertirá en la nación preeminente del mundo (Isaías 65:17-25; Miqueas 4:1-7). Incluso el famoso Mar Muerto estará lleno de vida (Ezequiel 47:1-10). Jesús claramente no cumplió ninguna de estas promesas específicas durante Su Primera Venida. 

Así pues, los discípulos no estaban equivocados en su expectativa de que el Mesías reinara sobre un reino terrenal. Simplemente entendieron mal el momento de su establecimiento. A medida que la Iglesia primitiva creció y se expandió, surgieron otros conceptos erróneos. 

Desviándose de la Escritura

Unos pocos cientos de años después de la muerte de Jesús, la Iglesia abandonó en gran medida la expectativa de un reinado literal de Jesús en la tierra. Y, sin tener en cuenta numerosas profecías bíblicas, negó cualquier papel futuro del pueblo judío en el plan de Dios para los tiempos del fin.

¿Por qué los primeros Padres de la Iglesia se desviaron del entendimiento del futuro reino de Jesús al que se referían los discípulos? Hay dos razones principales — el antisemitismo cristiano y el orgullo creciente. 

Antisemitismo Cristiano

La Iglesia Apostólica era Premilenial en su expectativa del regreso de Jesús. Inspirados por el Espíritu Santo, los escritores de la Escritura tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento, previeron el reinado justo del Mesías sobre toda la tierra. Pero, a partir del siglo III, el creciente antisemitismo condujo a los Padres de la Iglesia, como Orígenes, a espiritualizar el texto de la Escritura.

¿Por qué los primeros líderes cristianos espiritualizarían la Palabra profética de Dios? Principalmente, para apropiarse de las promesas hechas al pueblo judío, y reclamarlas para la Iglesia.

A medida que se agregaron más gentiles a la Iglesia, ésta se alejó de sus raíces judías. Menos judíos depositaban su fe en Jesús como el Mesías, porque los líderes judíos endurecieron su resistencia al movimiento cada vez más gentil que estaba despreciando al pueblo judío.

La resistencia de los judíos motivó a los líderes de la Iglesia gentil a intensificar sus ataques contra los judíos obstinados. Declararon que los judíos eran “asesinos de Cristo”, y comenzaron a perseguirlos sin misericordia. Con el tiempo, las fiestas cristianas se desvincularon de cualquier conexión con las fiestas judías. Finalmente, los líderes de la Iglesia descartaron cualquier papel futuro del pueblo judío. Argumentaron que Dios se había desentendido de ellos y que todas sus promesas habían sido transferidas a la Iglesia. 

Agustín, quien fue el más influyente de todos los Padres de la Iglesia, fue particularmente vehemente en su desdén por los judíos. Impulsado por el odio a todo lo judío, proclamó que todas las futuras promesas proféticas dadas a los judíos deberían entenderse como aplicables al “verdadero Israel” — a saber, la Iglesia. Agustín no podía aceptar la idea de que Dios todavía podría tener un plan y un propósito para el pueblo judío. Por lo tanto, rechazó la idea de un futuro en el que Israel sería la primera nación en el mundo, bajo el reinado de Jesucristo. 

Como lo habían hecho Orígenes y otros, Agustín espiritualizó las promesas aún por cumplir al pueblo judío, apropiándose de ellas para la Iglesia. Luego, espiritualizó la duración y la naturaleza del reinado de Jesús. 

Agustín es considerado el padre del Amilenialismo, porque sistematizó el concepto en sus escritos, allanando el camino para que se convirtiera en doctrina oficial de la iglesia. Haciéndose eco de los filósofos griegos, que consideraban maligno el mundo material, desestimó un reinado terrenal por ser atractivo a los deseos carnales. 

Su gran obra, La Ciudad de Dios (426 d.C.), consistentemente elevaba lo espiritual sobre lo material. Esto era en realidad otra manifestación de su antisemitismo, porque los textos del Antiguo Testamento judío registran claramente a Dios declarando Su creación “buena”, antes de la caída del hombre. Agustín no fue consistente en su enfoque de la interpretación bíblica. Aunque tendía a interpretar la mayor parte de la Biblia literalmente, espiritualizaba la profecía. 

Por lo tanto, en lugar de que Cristo reinara físicamente en la tierra, como predijeron los profetas del Antiguo Testamento, Agustín declaró que ese deber mundano sería llevado a cabo por la Iglesia — bajo los auspicios del reinado espiritual de Jesús desde el Cielo. Agustín también proclamó que Satanás fue atado en la cruz — una contradicción directa de 1 Juan 5:19. Su punto de vista elevó dramáticamente el papel mundano de la Iglesia como la autoridad gobernante en la tierra. Es por eso que fue rápidamente adoptado en la doctrina católica y ha seguido dominando en muchas denominaciones protestantes. 

Quizás sorprendentemente, Agustín negaría haber eliminado el Milenio. Simplemente argumentaría que el Milenio representa el reinado espiritual de Jesús sobre la Iglesia, que comenzó en la Cruz y continuará ininterrumpidamente hasta que Él regrese. Pero si Agustín tenía razón, entonces la duración de 1,000 años del reinado, que se cita en Apocalipsis 20, no tiene sentido. 

El antisemitismo cristiano de Agustín perdura hasta el día de hoy en la forma de la Teología del Reemplazo. Esa doctrina no bíblica afirma que la Iglesia ha reemplazado a Israel y que Dios se ha desentendido del pueblo judío. Esta enseñanza contradice la enseñanza de Pablo en Romanos 9-11, donde deja en claro que Dios todavía ama al pueblo judío, y tiene un propósito futuro para ellos. Es un cáncer doctrinal que infectó a Martín Lutero y continúa como una pandemia entre la mayoría de las iglesias de hoy. 

A pesar de estas actitudes equivocadas hacia el pueblo judío, Dios bendijo a la Iglesia. Llena como está de gente salva pero imperfecta, creció e impactó el mundo para bien — tal como Él prometió que lo haría. Ese crecimiento y esa bendición llevaron a muchos en la Iglesia a una comprensión distorsionada del reinado de Jesús en la tierra, por una razón completamente diferente. 


Lea la parte 2 aquí


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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