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martes, 16 de enero de 2018

Observaciones del Editor: Decisiones Difíciles


Dave y Ann en 2009 con su perra, Lizzie


Todos nosotros enfrentamos decisiones difíciles de vez en cuando. Hace poco me enfrenté a una de las decisiones más difíciles de mi vida — a saber, colocar o no a mi querida esposa, Ann, en un centro de cuidado de la memoria —.

Hasta los 61 años, Ann siempre había sido bendecida con una salud excepcionalmente buena. Por ejemplo, nunca había tenido una operación de ningún tipo, ni siquiera una amigdalotomía o una apendicetomía. Y esto sigue siendo cierto hasta el día de hoy. Pero, en 2002, ella sufrió un ataque severo y repentino de fibromialgia.  Ella estaba enseñando primer grado en ese momento y había acumulado 185 días de licencia por enfermedad (¡porque ella nunca estaba enferma!).

Ella se vio obligada a retirarse inmediatamente, después de 30 años de enseñar, debido a que enseñar primer grado es muy estresante, y el estrés intensifica los efectos de la fibromialgia. En 2009, ella desarrolló el Síndrome de Fatiga Aguda. Y, en 2011, comenzó a exhibir manifestaciones de demencia. Finalmente, fue diagnosticada con el Síndrome de Benson, una condición neurológica extremadamente rara que causa demencia y ceguera.

A pesar de todo, Ann mantuvo una actitud muy positiva. Cuando yo comentaba cuánto lamentaba su sufrimiento, ella siempre respondía: “Hay personas que están sufriendo mucho más que yo”.

Durante los últimos tres años y medio, Ann tuvo que tener cuidadores. El Señor le proveyó dos cuidadores maravillosos durante el día, uno para los días de la semana, y el otro para los fines de semana. Yo servía en esa capacidad durante las tardes, noches y mañanas. Para hacer eso, reduje mis compromisos para hablar fuera de la ciudad a uno por mes, y dejé de dirigir nuestros peregrinajes a Israel. Mis dos hijas maravillosas, Ruth y Rachel, comenzaron a quedarse con Ann cuando yo tenía que salir de la ciudad. Y Tim Moore asumió la responsabilidad de organizar nuestros viajes a Tierra Santa.

Recientemente, los cuidadores vinieron a mí y me dijeron que había llegado el momento para que Ann fuera colocada en un centro de atención. Mis hijas estuvieron de acuerdo. Sabía que tenían razón, pero me rompió mi corazón el siquiera considerarlo. Lo pospuse todo lo que pude, y luego el día finalmente llegó.

Después de trasladarla al centro, regresé a casa con un corazón apesadumbrado, y pronto descubrí  que, sin Ann, ya no era un hogar. Era sólo una casa vacía y solitaria.

Voy al centro todas las tardes y le sirvo a Ann su cena. Luego la llevo a su cuarto y le leo las Escrituras, un libro devocional, y un libro de cuentos sobre perros. Oramos juntos. Ella parece haberse ajustado bien — mucho mejor que yo —.

El sufrimiento de los justos siempre ha sido el desafío más grande para mi fe. Y ahora me ha tocado a mí personalmente. Lo manejo diariamente alabando a Dios por todas Sus bendiciones. Le agradezco por 57 años de matrimonio y por el hecho de que Ann no está sufriendo dolor físico. También estoy agradecido por las herencias de sus padres y los míos, que me están haciendo posible proporcionarle el mejor cuidado posible.  

He estado volviendo a estudiar el libro de Job, y éste me ha recordado que algunos sufrimientos se deben al pecado, algunos están diseñados para refinarnos en rectitud, y algunos — como en el caso de Ann — es para cumplir los propósitos perfectos de Dios.

Mientras tanto, sigo recordándome a mí mismo que “los padecimientos del tiempo presente no son dignos de comparar con la gloria que pronto nos ha de ser revelada” (Romanos 8:18). Mis hijas recientemente pusieron una larga paráfrasis de este versículo en la pared del cuarto de Ann. Dice: “¡El dolor que has estado sintiendo no se puede comparar con el gozo que viene!”.

Mi corazón exclama: “¡Maranatha!”.


Nota del traductor: Estimados lectores: Pido sus oraciones a favor del Dr. Reagan, de su esposa y de su familia. Que la voluntad del Señor sea hecha en la vida de nuestra hermana Ann, y que sea Él dando consuelo, fortaleza y esperanza a todos sus seres queridos. Recuerden que la oración del justo puede mucho.

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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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