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jueves, 9 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 12 (pdf)

Aferrarse a la Esperanza

Por Dr. David R. Reagan

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««En Romanos 15:13, Pablo escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Nuestro Dios es un Dios de esperanza que desea llenarnos de esperanza. 

Si conoce a Jesús como su Salvador, usted es un heredero de algunas promesas increíbles, y si conoce esas promesas y cree en ellas, usted puede vivir en este mundo maligno con esperanza, gozo y grandes expectativas»».

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Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 12 (parte 2 de 2)

Aferrarse a la Esperanza

Por Dr. David R. Reagan

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Actividades Significativas

Mi primer descubrimiento fue que no existe tal cosa como el “sueño del alma”. Permanecemos conscientes después de la muerte. Mi segundo descubrimiento fue que no estamos destinados a ser espíritus incorpóreos. Seguimos teniendo un cuerpo — primero, un cuerpo espiritual intermedio, y luego un cuerpo glorificado. Mi tercer descubrimiento fue que no vamos a estar aburridos tocando el arpa por la eternidad. Vamos a participar en en algunas actividades significantes.

Si usted es un creyente y muere antes que el Señor regrese, irá al Cielo, donde estará involucrado en la adoración (Ap. 7:9–14) y el servicio (Ap. 7:15). Es cierto que la Biblia no especifica acerca de nuestra adoración y servicio, pero podemos estar seguros que encontraremos que serán edificantes y llenos de satisfacción. También podría ser que éste será un tiempo de descanso, preparándonos para el tiempo de servicio vigoroso que seguirá, cuando el Señor regrese a la tierra.

Juicio y Recompensas

En el momento del Arrebatamiento (muy probablemente antes de la Tribulación), los vivos y los muertos en Cristo recibirán sus cuerpos glorificados. Estaremos en el Cielo con el Señor durante la Tribulación. Éste será el tiempo de nuestro juicio, no para determinar nuestro destino eterno, sino para determinar nuestros grados de recompensa. Cada uno de nosotros estaremos ante el tribunal de Cristo y seremos juzgados en cuanto a cómo usamos nuestros dones espirituales para avanzar Su reino (2 Corintios 5:10). Nuestras obras serán juzgadas en cuanto a cantidad, calidad y motivo (1 Corintios 3:13–15, 4:5). Algunos experimentarán vergüenza, mientras todas sus obras son quemadas como carentes de valor (1 Corintios 3:13–15). Otros recibirán grandes recompensas.

Algunas de las recompensas estarán relacionadas con el grado de autoridad gobernante que nos será otorgada durante el reinado milenial del Señor (Lucas 19:11–27). Otras consistirán de coronas y vestiduras especiales. Habrá una “corona de justicia” para aquellos que han vivido anhelando el regreso de Jesús (2 Timoteo 4:7–8). Una “corona de vida” será dada a aquellos que perseveren en las pruebas (Ap. 2:10; Jacobo 1:12). Los ancianos y pastores fieles recibirán una “corona de gloria” (1 Pedro 5:4). Los ganadores de almas recibirán una “corona de gozo” (Filipenses 4:1; 1 Tes. 2:19). Una “corona incorruptible” será dada a aquellos que ejercen dominio propio (1 Corintios 9:25). Incluso las vestiduras que recibimos indicarán nuestros grados de recompensa. De alguna manera reflejarán “las acciones justas de los santos” (Ap. 19:8).

Al final de este tiempo de juicio, nosotros, la Novia de Cristo, nos sentaremos a una mesa de banquete en el Cielo para celebrar nuestra unión con nuestro Novio, Jesús. La Biblia la llama la “cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:9). Será un tiempo de celebración sin precedentes. ¡Los cielos resonarán con “Aleluyas”! (Ap. 19:1–6).

Testigos de Gloria

Cuando termine la comida, regresaremos a la tierra con Jesús (Ap. 19:11–14). Estaremos ahí en nuestros cuerpos glorificados cuando Sus pies pisen el Monte de los Olivos y ese monte se parta a la mitad (Zacarías 14:1–9). Estaremos ahí para gritar “¡Hosanna al Hijo de David! ¡Hosanna al Rey de reyes!”, mientras cabalgue hacia el Valle del Cedrón en Su caballo blanco y se acerque a la Puerta Oriental. 

Estaremos ahí para ser testigos de la apertura sobrenatural de esa puerta mientras le da la bienvenida a Jesús a la santa ciudad de Jerusalén (Salmos 24:7–8):

7) Alzad, oh puertas, vuestras cabezas,
Y alzaos vosotras, puertas eternas,
Y entrará el Rey de gloria.

8) ¿Quién es este Rey de gloria?
Jehová el fuerte y valiente,
Jehová el poderoso en batalla.

Estaremos ahí para gritar: “¡Aleluya!”, cuando Jesús sea coronado Rey de reyes y Señor de señores y comience Su glorioso reinado milenial.

El Reinado Milenial

Durante el reinado del Señor, los redimidos van a estar haciendo cualquier cosa excepto flotando alrededor en las nubes tocando arpas. Vamos a reinar con Jesús sobre aquellos a quienes se les permita entrar al Milenio en la carne (los cuales serán aquellos creyentes que estén vivos al final de la Tribulación). Jesús reinará sobre toda la tierra desde Jerusalén (Isaías 2:1–4), como Rey de reyes y Señor de señores (Ap. 19:16). David, en Su cuerpo glorificado, reinará como rey de Israel (Ezequiel 37:24). Aquellos de nosotros que seamos santos glorificados, seremos esparcidos por toda la tierra para ayudar con el reinado de Jesús (2 Timoteo 2:12).

Piense en ello — toda persona en la tierra que esté en una posición de autoridad gobernante será un santo glorificado. Algunos de nosotros estaremos en posiciones administrativas, compartiendo el reinado de Jesús como presidentes, gobernadores o alcaldes (Lucas 19:11–27). Otros fungirán como jueces (1 Corintios 6:3). La mayoría de nosotros actuaremos como “pastores” o maestros, procurando traer a aquellos que nazcan durante el Milenio a la fe en Jesús (Isaías 66:18–21; Jeremías 3:15).

Ninguno de nosotros actuará como legisladores, porque la ley será dada por Jesucristo mismo y será perfecta (Isaías 2:1–4). No habrá ninguna abominación conocida como la Legislatura de Texas o el Congreso de los Estados Unidos. Tampoco habrá ningún grupo de presión o partidos políticos.

El Señor regirá con “una vara de hierro” (Salmos 2:9; Ap. 2:27). El gobierno del mundo será una teocracia, con Jesús actuando como el líder político y espiritual. “Entonces recibirá el honor real y desde Su trono gobernará como rey; también desde Su trono servirá como sacerdote y habrá armonía perfecta entre sus dos oficios” (Zac. 6:13; NTV).

Se nos dará la bendición de ver este viejo mundo enfermo de pecado inundado con paz, rectitud y justicia, “como las aguas cubren el mar” (Isaías 11:9). No habrá gente desamparada o hambrienta (Isaías 65:21–22; Miqueas 4:4). La paz envolverá a la tierra (Isaías 11:4–5). El reinado del Señor se caracterizará por la justicia, equidad y fidelidad (Isaías 11:4–5). “Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los confines de la tierra, y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti” (Salmos 22:27).5  

El Estado Eterno

Cuando el Milenio termine y entremos en el Estado Eterno, la Biblia no da detalles en cuanto a cuáles serán nuestras actividades. Sólo nos dice tres cosas: veremos la cara de Dios (Ap. 22:4); serviremos al Señor (Ap. 22:3) y reinaremos con Él para siempre (Ap. 22:5).

Ver la cara de Dios es una perspectiva emocionante, ya que la Biblia dice que nadie ha visto nunca Su rostro (Éxodo 33:20; 1 Timoteo 6:16). Creo que la promesa de ver el rostro de Dios significa que vamos a disfrutar intimidad con Él para siempre. Gran parte de eso será, indudablemente, en forma de adoración. Creo que también significa que creceremos en nuestro conocimiento del Señor para siempre. Él es infinito, y sin importar cuánto lleguemos a conocerle, habrá mucho más para que experimentemos. Me siento seguro que un aspecto de esto será el estudio eterno de Su Palabra. Me emociono por todo esto mientras pienso en cantar los salmos con David, o en estudiar el libro de Romanos con Pablo.  

En cuanto al servicio, imagino, por una parte, que nuestros dones y talentos serán aumentados y que los usaremos para glorificar a Dios. De esta forma, un cantante será capaz de cantar con un rango y perfección nunca antes logrado, y un pintor será capaz de pintar con una gloria nunca imaginada.

Reinar con el Señor para siempre implica que estaremos reinando sobre alguien. Quiénes serán, no lo sé. Quizá serán las “naciones” misteriosas referidas en Apocalipsis que parecen habitar la tierra nueva (Ap. 21:24–27, 22:2).

Nuestro Hogar Eterno

Esto me lleva al último descubrimiento que hice cuando el Espíritu Santo me condujo a un estudio profundo de la profecía bíblica. Descubrí que los Redimidos no van a vivir eternamente en un mundo etéreo llamado Cielo. Aprendí, en cambio, que nuestra morada eterna va a ser en una tierra nueva. La mayoría de los cristianos se asombran por esta verdad, lo que demuestra cuán poco se enseña la profecía bíblica en la Iglesia de hoy.

Dado que la Biblia enseña que la tierra actual es eterna (Salmos 78:69, 148:6), he concluido que la “tierra nueva” será la tierra actual renovada por el fuego. Es cierto que Pedro dijo que la tierra actual será “destruida” por el fuego (2 Pedro 3:10–12), pero, en el contexto, es evidente que se está refiriendo a una transformación radical de la tierra actual. 

Anteriormente en el mismo pasaje, se refirió a la tierra original como siendo “destruida” por el agua, hablando del diluvio de Noé. La tierra de la época de Noé no dejó de existir, pero el diluvio la “destruyó”, en el sentido de que éste cambió radicalmente la naturaleza de la tierra — inclinándola sobre su propio eje, dividiendo los continentes, estableciendo el registro fósil, depositando los organismos marinos que se convertirían en los depósitos de petróleo, y creando las profundidades del océano y las alturas de las montañas.

Al final del Milenio, el fuego será utilizado por Dios para quemar la contaminación de la última revuelta de Satanás. En medio de ese infierno ardiente, Dios le dará una nueva forma a la tierra como a una bola de cera caliente. Él la refrescará y la restaurará a su perfección original (Hechos 3:21). Él entonces hará descender a la Nueva Jerusalén a la tierra nueva, con los redimidos dentro (Ap. 21:1–2). Luego, ¡Él mismo vendrá a la tierra para vivir en nuestra presencia eternamente! “He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios” (Ap. 21:3).

El Cielo es donde Dios reside. Cuando se suministre la tierra nueva, el Cielo descenderá a la tierra, cuando Dios establezca Su residencia en esta tierra nueva. Así pues, es cierto que los redimidos vivirán eternamente en el Cielo, pero el Cielo estará en la tierra.

La Redención de Toda la Creación

Dios ama a Su creación y tiene la intención de redimirla — toda ella — y no destruirla con algún “big bang” místico. Jesús murió en la Cruz no sólo para redimir a la Humanidad, sino también para redimir a la Creación. Ésa es la razón por la que el sumo sacerdote en el Antiguo Testamento rociaba la sangre no sólo sobre el propiciatorio del Arca, sino también en el suelo frente al Arca (Levítico 16:15).

La sangre en el propiciatorio del Arca era una profecía simbólica que apuntaba al hecho de que la sangre del Mesías cubriría la ley de Dios (las tablas dentro del Arca) con la misericordia y la gracia de Dios. La sangre en el suelo era un recordatorio de que el sacrificio del Mesías haría posible que la maldición fuera removida, y que los reinos animal y vegetal volvieran a su perfección original (Isaías 11:6–9; Romanos 8:18–23).

Un Temor Injustificado

Muchas personas tienen miedo de la profecía Bíblica. Dicen que está llena de “pesimismo”. Esto es cierto para aquellos que han rechazado al Señor. Pero, para aquellos que lo conocen y lo aman, sólo hay buenas noticias. El Antiguo Testamento termina con un ejemplo de lo que estoy hablando. Dice, “Miren, ya viene el día, ardiente como un horno. Todos los soberbios y todos los malvados serán como paja, y aquel día les prenderá fuego” (Malaquías 4:1). Ésas son malas noticias. Pero el mismo versículo siguiente contiene buenas noticias increíbles para los creyentes: “Mas a vosotros los que teméis mi nombre, nacerá el Sol de justicia, y en sus alas traerá salvación; y saldréis, y saltaréis como becerros de la manada” (Malaquías 4:2)

La profecía Bíblica está llena de gloriosas promesas que están diseñadas para dar al pueblo de Dios un fuerte sentido de esperanza, mientras vive como peregrinos y extranjeros en medio de un mundo cada vez más malo que rechaza a Dios. Cuando usted lee estas maravillosas promesas, puede entender por qué Pablo escribió estas palabras (1 Corintios 2:9):6 

“Cosas que ojo no vio, no oído oyó, ni han subido en corazón de hombre, son las que Dios ha preparado para los que los aman”.

Un Dios de Esperanza

Tal como este versículo indica, no podemos siquiera empezar a imaginar las bendiciones maravillosas que Dios tiene reservadas para los redimidos. Pero el mismo versículo siguiente dice que el Espíritu Santo nos ha revelado estas bendiciones en la Palabra de Dios (1 Corintios 2:10). 

Lo triste es que la mayoría de los cristianos son ignorantes de esas promesas y, por lo tanto, no tienen idea de lo que Pablo quiso decir cuando escribió: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Romanos 8:18).

En Romanos 15:13, Pablo escribió: “Y el Dios de esperanza os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo”. Nuestro Dios es un Dios de esperanza que desea llenarnos de esperanza. 

Si conoce a Jesús como su Salvador, usted es un heredero de algunas promesas increíbles, y si conoce esas promesas y cree en ellas, usted puede vivir en este mundo maligno con esperanza, gozo y grandes expectativas.

Mientras el mundo que hemos construido sobre el dólar colapsa alrededor nuestro, mantengamos una perspectiva eterna con nuestra esperanza firmemente fija en el cercano regreso de Jesús. ¡Maranata!

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

martes, 7 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 12 (parte 1 de 2)

  Aferrarse a la Esperanza

Por Dr. David R. Reagan

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La esperanza es esencial para la vida. Sin ella, las personas descienden a una profunda depresión, o se suicidan, o simplemente se tumban y mueren.

Durante el Holocausto, Viktor Frankl, quien luego se convirtió en un renombrado psiquiatra mundial, era un prisionero en uno de los campos de la muerte de los nazis. El observó que cada año, mientras Navidad se aproximaba, la esperanza de que los prisioneros fueran liberados el día de Navidad se extendía por todo el campamento. Era una esperanza irracional, pero era esperanza. Luego, cuando la Navidad llegaba y se iba sin ninguna liberación, cientos de prisioneros se tumbarían y morirían. Sin esperanza, ellos no podían vivir.1 Frankl concluyó, “Es una peculiaridad del hombre que él sólo puede vivir mirando hacia el futuro”.2

Una Necesidad Desesperada

El mundo necesita desesperadamente esperanza en estos tiempos del fin. Vivimos en un mundo de temores crecientes — temor a un holocausto nuclear, temor a un colapso económico, temor a plagas como el SIDA, temor al terrorismo, temor a la guerra y — por supuesto — temor a la vida y a la muerte. Los cristianos también necesitan esperanza, especialmente cuando enfrentan una persecución cada vez mayor.

Algunos podrían responder diciendo: “¡Los cristianos son los únicos que tienen alguna esperanza!”. Eso es cierto, pero el problema es que la mayoría de los cristianos profesantes no pueden articular su esperanza más allá de una declaración vaga como: “Mi esperanza es el cielo”.  

Una Virtud Ignorada

Me di cuenta de esto un día cuando estaba leyendo el gran poema de amor de Pablo en 1 Corintios 13. Termina con la famosa frase: “Ahora permanecen la fe, la esperanza y el amor, estos tres; pero el mayor de ellos es el amor” (1 Corintios 13:13).3

Mientras pensaba en estas palabras, de repente se me ocurrió que había escuchado cientos de sermones acerca de la fe y cientos acerca del amor, pero no pude pensar en uno solo acerca de la esperanza. En ese momento el Señor grabó en mi corazón que la esperanza es la más ignorada de las virtudes cristianas. 

Supe instantáneamente por qué eso es cierto. Es porque la esperanza está relacionada directamente con el conocimiento que uno tiene de la profecía bíblica, y no hay un tema en la Iglesia moderna que sea más ignorado que la profecía.

Deténgase y piense en ello por un momento. ¿Cuál es su esperanza? ¿Cómo se la explicaría a un incrédulo? ¿Podría ir más allá de las palabras, “Mi esperanza es el cielo”?

Mi Herencia

Durante los primeros 30 años de mi vida recibí casi ninguna enseñanza acerca de profecía bíblica, y vivía con poca esperanza. Si usted me hubiera pedido que definiera mi esperanza, le habría dado una respuesta patética, basada más en la filosofía griega que en la teología hebrea.

Se me enseñó que, si moría antes que el Señor volviera, experimentaría “el sueño del alma”. En otras palabras, caería en la inconsciencia total y yacería en mi tumba hasta que el Señor volviera. A Su regreso, me enseñaron que ocurriría un “big bang” que vaporizaría el universo. Mi alma sería resucitada, y me marcharía hacia un mundo etéreo llamado Cielo, donde flotaría por ahí en una nube y tocaría un arpa eternamente.

Para mí, era un cuadro sombrío. No me agradaba la idea de yacer comatoso en una tumba por eones de tiempo. El “big bang” me asustaba hasta la muerte. Me repulsaba la idea de convertirme en alguna clase de espíritu incorpóreo sin ninguna individualidad o personalidad. Ciertamente no podía emocionarme tener que tocar un arpa por siempre. De hecho, encontraba esa idea francamente hilarante.

Verá, crecí en una iglesia que creía que es un pecado terrible tocar un instrumento musical en un servicio de adoración. Sin embargo, ¡íbamos a tocar arpas en el Cielo eternamente! No tenía sentido para mí, así que lo descarté como un montón de tonterías sin sentido.

No tenía a quien culpar sino a mí mismo, porque no estudiaba la Palabra de Dios como debía hacerlo. Cuando finalmente empecé a hacer eso, y el Espíritu Santo comenzó a dirigirme hacia el estudio de la profecía bíblica, comencé a hacer descubrimientos acerca del futuro que ministraron gran esperanza a mi espíritu. De hecho, llegué a estar tan emocionado acerca de mis descubrimientos que empecé a saltar las bancas de la iglesia y a colgarme de los candeleros gritando “¡Aleluya!” y “¡Alabado sea el Señor!” ¡La gente pensó que me había convertido en pentecostal de la noche a la mañana! No, sólo había descubierto las maravillosas promesas de Dios para el futuro, que están diseñadas para darnos esperanza en el presente.

La Falacia del Sueño del Alma

El primer descubrimiento que hice se refería al “sueño del alma”. Descubrí que es un concepto no bíblico. Es cierto que cuando morimos, nuestros cuerpos “duermen” metafóricamente, pero los espíritus de los muertos nunca pierden su conciencia.

Jesús enseñó esto claramente en Su historia acerca del hombre rico y Lázaro (Lucas 16:19–31). Cuando murieron, sus espíritus fueron al Hades. El espíritu del hombre rico fue a un compartimento en el Hades llamado “Tormento”. El espíritu de Lázaro fue a un compartimento llamado “el seno de Abraham”. En la Cruz, Jesús se refirió al seno de Abraham como el “Paraíso” (Lucas 23:43). Los dos compartimentos estaban separados por una “gran sima”, que no podía cruzarse.

En la historia de Jesús, ambos hombres son descritos totalmente conscientes. Incluso sostienen una conversación entre ellos. Sus almas no están dormidas.

Evidencia adicional de la conciencia después de la muerte puede encontrarse en Apocalipsis 7. Juan ha sido llevado al Cielo y se le está dando un recorrido del salón del trono de Dios. Él mira “una gran multitud… de cada nación y de todas las tribus y pueblos y lenguas”, de pie ante el trono de Dios, “vestida con ropas blancas” y batiendo palmas en adoración (Ap. 7:9). Ellos están completamente conscientes mientras cantan, “La salvación pertenece a nuestro Dios que está sentado en el trono, y al Cordero” (Ap. 7:10).

Juan quiere saber la identidad de estas personas. Se le dice que son mártires de Cristo que han salido de la “gran tribulación” (Ap. 7:14).

Aquí hay dos escenas en las Escrituras de personas que están totalmente conscientes después de la muerte. Pero note que hay una diferencia muy importante en las dos escenas. En la historia de Jesús, los salvos están en el Hades, en un compartimiento llamado “el seno de Abraham”, o “Paraíso”. En la visión de Juan, los salvos están en el cielo. ¿Por qué las dos ubicaciones diferentes?

El Hades y el Cielo

La respuesta es que, antes de la Cruz, las almas de los salvos no iban directamente al Cielo. No podían ir allí porque sus pecados no habían sido perdonados. Sus pecados sólo fueron cubiertos por su fe, no perdonados. No puede haber perdón de pecados sin el derramamiento de sangre (Levítico 17:11; Hebreos 9:22). El perdón de los que murieron en la fe antes de la Cruz tuvo que esperar el derramamiento de la sangre del Mesías.

Esa es la razón por la que Jesús descendió al Hades después de Su muerte en la Cruz (1 Pedro 3:19–20). Fue allí para proclamar el derramamiento de Su sangre por los pecados de la humanidad. Debe haber habido grandes gritos de regocijo por parte de los santos del Antiguo Testamento que habían estado esperando estas buenas nuevas. Ahora sus pecados no sólo estaban cubiertos por su fe, sino que fueron perdonados por la sangre de Jesús. Eso los convirtió en candidatos para ser llevados a la presencia del Padre Celestial. Y eso es exactamente lo que sucedió cuando Jesús ascendió más tarde al cielo. Se llevó consigo “a los cautivos” (Efesios 4:8; NVI), refiriéndose a los salvos que habían sido retenidos en el Hades, esperando la sangre derramada del Mesías.

El Hades y el Infierno

Ha habido muchos malentendidos sobre todo esto a lo largo de la historia del cristianismo, porque los traductores han confundido el Hades con el Infierno.4 Los dos no son lo mismo. Hades (llamado Seol en el Antiguo Testamento) es un lugar temporal donde se mantienen los espíritus de los muertos. El Infierno es el destino final de los inconversos. Nadie está en el Infierno hoy. Los primeros en ir al Infierno serán el Anticristo y su Falso Profeta (Apocalipsis 19:20). Satanás se unirá a ellos al final del Milenio, cuando será arrojado al lago de fuego (Apocalipsis 20:10).

Los no salvos se encuentran actualmente en el Hades, en el compartimento llamado Tormento. Al final del reinado milenial del Señor, serán resucitados, juzgados, condenados y consignados al “lago de fuego”, que es el Infierno (Apocalipsis 20:11–15). Note que en Apocalipsis 20:14 el texto dice específicamente que tanto “la muerte como el Hades” serán arrojados al lago de fuego. Esto significa que tanto el cuerpo (muerte), como el alma (Hades) serán asignados al Infierno.

Las Afirmaciones de Pablo

Desde la Cruz, los espíritus de los salvos han sido llevados inmediatamente a la presencia del Señor en el Cielo por Sus santos ángeles. Pablo afirma que el paraíso se trasladó del Hades al Cielo. En 2 Corintios 12:2–4 declara que fue llevado al “tercer cielo”, al que identifica como el “Paraíso”. El primer cielo es la atmósfera de este planeta. El segundo cielo es el espacio exterior. El tercer cielo es donde reside Dios.

Pablo también afirma la conciencia después de la muerte. En 2 Corintios 5:8, escribió que preferiría “estar ausente del cuerpo, y presente al Señor”. El repitió este sentimiento en su carta a los Filipenses donde escribió, “el vivir es Cristo, y morir es ganancia” (Filipenses 1:21). Él explicó el significado de esta declaración, al añadir que su deseo era “partir para estar con Cristo” (Filipenses 1:23). 

El Estado Intermedio

Mi segundo descubrimiento fue que no estamos destinados a una existencia etérea como espíritus incorpóreos. Inmediatamente después de la muerte, tanto los salvos como los perdidos reciben un cuerpo que voy a llamar un “cuerpo espiritual intermedio”. Le he dado ese nombre porque es un cuerpo que es intermedio entre nuestro cuerpo físico actual y el cuerpo glorificado definitivo que los santos recibirán al momento de su resurrección.

La Biblia no nos dice mucho acerca de este cuerpo, excepto que es tangible y reconocible. Un ejemplo de eso se encuentra en 1 Samuel 28 donde se nos dice que el rey Saúl, en su rebelión contra Dios, buscó el consejo de una bruja. Ella, a su vez, procuró invocar a su espíritu demonio familiar. En su lugar, el Señor envió a Samuel, quien había muerto hace tiempo atrás. En el momento que Samuel apareció, tanto la bruja como Saúl lo reconocieron. Samuel procedió a pronunciar sentencia sobre Saúl, diciéndole que su reino sería entregado a David y que, al día siguiente, “tú y tus hijos estaréis conmigo” (1 Samuel 28:8–19). Al día siguiente, Saúl y sus tres hijos, incluido Jonatán, fueron asesinados por los filisteos (1 Samuel 31:1–6).

Otro ejemplo del cuerpo espiritual intermedio puede encontrarse en Mateo 17, donde se cuenta la historia de la Transfiguración de Jesús. Esto fue cuando a Sus discípulos se les dio una visión de Su gloria venidera. Mientras atestiguaban este acontecimiento maravilloso, dos personas aparecieron repentinamente y empezaron a hablar con ellos. Las dos personas eran Moisés y Elías (Mateo17:1–5). 

Es muy posible que estos dos aparecieran nuevamente en la ascensión de Jesús. Lucas nos dice que mientras los discípulos miraban fijamente a Jesús mientras Él ascendía al cielo, dos hombres vestidos de blanco aparecieron de repente y les dijeron: “Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo” (Hechos 1:9–11). Los hombres no son identificados. Podrían haber sido ángeles, pero también podrían haber sido Elías y Moisés.

Un ejemplo adicional de cuerpos espirituales intermedios es uno que ya he mencionado. Es la escena que Juan vio en el cielo que se registra en Apocalipsis 7. Vio una gran multitud, demasiada para ser contada. Estaban de pie ante el trono de Dios vestidos con túnicas blancas y agitando ramas de palmera. A Juan se le dijo que éstos eran mártires que salían de la gran Tribulación (Apocalipsis 7:9–14).

La Glorificación

Cuando Jesús regrese, la Biblia dice que traerá con Él los espíritus de los salvos (1 Tes. 4:13–14). Él resucitará sus cuerpos en un gran milagro de recreación (ya sea que sus cuerpos estén preservados, putrefactos, cremados o disueltos en el océano). En un parpadeo, Él reunirá sus espíritus con sus cuerpos resucitados y luego glorificará sus cuerpos (1 Tes. 4:15–16). Luego, aquellos santos que estén vivos serán arrebatados para recibir al Señor en el cielo y serán transformados mientras ascienden (1 Tes. 4:17).

Toda mi vida he escuchado a las personas decir: “Hay dos cosas en la vida que no puedes evitar: la muerte y los impuestos”. Esa declaración es incorrecta. La única cosa que no podemos evitar son los impuestos y más impuestos. Una generación entera de creyentes evitará la muerte — la generación que esté viva cuando el Señor regrese por Su Iglesia. Con razón Pablo concluyó este gran pasaje en 1 Tesalonicenses diciendo: “Por lo tanto, alentaos los unos a los otros con estas palabras” (1 Tes. 4:18).

¿Qué es un cuerpo glorificado? Pablo escribió un capítulo entero acerca del tópico en 1 Corintios 15. Él dijo que nuestros cuerpos glorificados serán incorruptibles, gloriosamente puros, poderosos y espirituales (1 Corintios 15:42–44). 

Pablo además declara que el cuerpo glorificado será inmortal y, como tal, no estará más sujeto a la muerte (1 Corintios 15:53–55). Éste es un punto importante. Muchos en la cristiandad creen en la inmortalidad del alma. Ése no es un concepto bíblico. Proviene de los escritos de Platón, un filósofo griego. La Biblia dice que sólo Dios posee la inmortalidad (1 Timoteo 6:16). No recibimos la inmortalidad hasta que se nos dan nuestros cuerpos glorificados. La inmortalidad es un regalo de gracia para los redimidos.

La Naturaleza del Cuerpo Glorificado

Pablo hizo una declaración en su carta a los Filipenses que creo que nos provee el marco de referencia para entender cómo serán nuestros cuerpos glorificados. Él escribió que, cuando Jesús regrese, “transformará el cuerpo de la humillación nuestra, para que sea semejante al cuerpo de la gloria suya, por el poder con el cual puede también sujetar a sí mismo todas las cosas” (Filipenses 3:20–21). En otras palabras, nuestros cuerpos glorificados van a ser como el cuerpo resucitado de Jesús.

Ahora, piense en ello por un momento. Después de Su resurrección, Jesús tenía un cuerpo tangible que podía ser tocado y reconocido (Lucas 24:41–43; Juan 20:27–28). Al principio, las personas tenían dificultad en reconocerle, pero eso es entendible. Si usted enterró a su amigo un día y él golpeara su puerta al siguiente, ¿lo reconocería? ¿No asumiría que era alguien que se parecía a su amigo? Una vez que los discípulos se dieron cuenta que Jesús verdaderamente había resucitado, no tuvieron más dificultad en reconocerle, incluso a la distancia (Juan 21:1–7).

Entonces, Jesús tenía un cuerpo similar a los que tenemos ahora. Era tangible y reconocible. También era un cuerpo que comía. Jesús es descrito comiendo con Sus discípulos varias veces, incluyendo una porción de pescado en la playa del Mar de Galilea (Lc.24:30–31, 41–42; Juan 21:10–13).

Debo admitir que me emociono cuando leo estos relatos de Jesús comiendo, y también cuando leo acerca de nuestra comida con Él en el Cielo, en la “cena de las bodas del Cordero” (Ap. 19:7–9). ¡Tengo esta fantasía que seremos capaces de comer todo lo que queramos en nuestros cuerpos glorificados y no tendremos que preocuparnos por aumentar de peso! (Esto debería ser suficiente para hacer que muchos de ustedes griten “¡Maranata!”)

Una Dimensión Diferente

El cuerpo resucitado de Jesús era similar a los nuestros en muchos sentidos, pero también había algunas diferencias. El cuerpo de Jesús parecía tener una dimensión diferente, ya que podía pasar a través de paredes de un cuarto encerrado (Juan 20:26), y podía moverse de un lugar a otro casi instantáneamente (Lucas 24:30–36). En un momento estaba en el camino a Emaús, en el siguiente estaba en Jerusalén, y luego aparecería en el área de Galilea.

Sus discípulos estaban tan sobresaltados y asustados por Su habilidad de desaparecer y reaparecer repentinamente en otro lugar, que pensaron que estaban viendo un espíritu. Pero Jesús contradijo esa idea inmediatamente al decirles: “Palpad y ved; porque un espíritu no tiene carne ni huesos, como veis que yo tengo” (Lucas 24:39). 

Cuando la Palabra dice que nuestros cuerpos glorificados serán de naturaleza “espiritual” (1 Corintios 15:44), no quiere decir que seremos espíritus etéreos. Dice que nuestro cuerpo natural será resucitado como un cuerpo espiritual, no como un espíritu. Aún tendremos un cuerpo, pero ya no será controlado más por la antigua naturaleza pecaminosa, la carne. En cambio, será un cuerpo rendido completamente al control del Espíritu Santo.

Hay otra cosa que la Biblia revela acerca del cuerpo glorificado que debería ser una fuente de gran consuelo. El cuerpo glorificado será un cuerpo perfeccionado. Eso significa que los ciegos verán, los sordos oirán, los cojos caminarán, y los mudos hablarán. Aquéllos que son enfermos mentales tendrán sus mentes sanadas (Isaías 29:18–19, 32:3–4, 35:5–6). Ya no habrá más dolor o muerte (Ap. 21:4). Dios “enjugará toda lágrima” y “ya no habrá más llanto, ni clamor ni dolor” (Ap. 21:4).

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 11 (pdf)

 Rendirse en Adoración

Por Dr. David R. Reagan

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««Otra clave importante para la renovación de la adoración es abrirnos al derramamiento del Espíritu Santo que caracteriza estos tiempos del fin. A menos que hagamos eso, nuestras actitudes nunca cambiarán.

El Espíritu Santo desea levantar una Iglesia en estos tiempos del fin que haya entregado su corazón a la adoración. Jesús está a punto de regresar y el Padre desea que regrese en una nube de alabanza»».

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lunes, 6 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 11 (parte 2 de 2)

 Rendirse en Adoración

Por Dr. David R. Reagan

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Remedios para los Problemas

Repasemos. He señalado que la adoración de la Iglesia contemporánea ha sido sofocada por la tradición, endurecida por la doctrina, reprimida por el prejuicio y el miedo, victimizada por el tiempo, distorsionada por la actitud y pervertida por los conceptos. ¿Qué podemos hacer con estos problemas? ¿Cómo podemos renovar la adoración de la Iglesia del siglo XXI?

Lo primero que debemos hacer es enfocarnos en desarrollar una relación personal con Dios. La razón por la que esto es tan importante es porque la verdadera adoración se basa en la intimidad. No puedes realmente adorar a Dios, sino hasta que lo conoces — no conocer acerca de Él, sino conocerlo.

Conocer a Dios

Crecí en una atmósfera en la que sabía mucho acerca de Dios, pero realmente no lo conocía. No tenía una relación personal con él. Déjenme darles un ejemplo de lo que estoy hablando. Soy un admirador de Billy Graham. He escuchado muchos de sus sermones. He leído todos sus libros y he leído varias de sus biografías. Sé mucho acerca de Billy Graham, pero no lo conozco. Nunca lo he conocido. Nunca me senté con él, mirarlo a los ojos y hablar con él sobre asuntos personales. Asimismo, es posible saber mucho acerca de Dios, pero no conocer realmente a Dios en absoluto.

Ésta es una de las principales razones por las que los cambios en la adoración pueden causar problemas tan importantes en una iglesia. Verá, una cosa es cantar canciones acerca de Dios. Otra muy distinta es cantarle canciones de amor a Dios. Una persona que sólo conoce acerca de Dios no tiene problemas para cantar una canción como “La Fe de Nuestros Padres”. Pero si de repente le pide a esa persona que cante una canción como “Te Amo, Señor”, la persona se sentirá muy incómoda. ¡Piense cómo se sentiría si alguien le pidiera que le cantara una canción de amor a alguien que nunca ha conocido!

La introducción de la adoración verdadera en cualquier iglesia lleva tiempo. Debe ir precedida y acompañada de mucha enseñanza y predicación acerca de Dios y la adoración. Desafortunadamente, lo que suele suceder es que un pastor joven que está hambriento de intimidad en la adoración va a una conferencia donde experimenta dos o tres días de adoración divinamente inspirada. Regresa a casa ansioso por que su congregación tenga la misma experiencia. Luego, sin ninguna enseñanza preparatoria, esconde los cancioneros, proyecta coros en una pantalla y exige que su congregación permanezca de pie durante 30 minutos mientras cantan. Para consternación del pastor, la congregación no se edifica en lo más mínimo. Por el contrario, se desata el infierno y se encuentra buscando una nueva iglesia.

La Iglesia de hoy está llena de cristianos carnales y mundanos que no desean la intimidad con Dios. Prefieren un Dios ritual al alcance de la mano que no se preocupe por sus pecados.

Abriéndonos al Espíritu

Otra clave importante para la renovación de la adoración es abrirnos al derramamiento del Espíritu Santo que caracteriza estos tiempos del fin. A menos que hagamos eso, nuestras actitudes nunca cambiarán.

El Espíritu Santo desea levantar una Iglesia en estos tiempos del fin que haya entregado su corazón a la adoración. Jesús está a punto de regresar y el Padre desea que regrese en una nube de alabanza.

La Biblia profetiza claramente que una de las características o señales de los tiempos del fin será un avivamiento de la adoración. Específicamente, la Biblia dice que habrá un avivamiento de la adoración de alabanza davídica con el levantamiento de manos, aplausos, gritos, ondear banderas y danzas. La profecía se encuentra en Amós 9:11–12:2

11) “En aquel día levantaré el tabernáculo caído de David, repararé sus brechas, levantaré sus ruinas, y lo reedificaré como en el tiempo pasado,

12)  Para que tomen posesión del remanente de Edom y de todas las naciones donde se invoca Mi nombre”, declara el Señor, que hace esto.

Cumplimiento Profético

La mayoría de los cristianos están familiarizados con esta profecía, porque se cita en Hechos 15. La ocasión fue una conferencia especial de líderes de la Iglesia, que se convocó en Jerusalén para considerar las implicaciones trascendentales de la adición de gentiles a la Iglesia. En medio del debate, Jacobo, el líder de la Iglesia de Jerusalén, citó esta profecía de Amós para demostrar que era la intención de Dios incluir algún día a los gentiles en Su plan de redención.

Este uso de la profecía históricamente ha llevado a la conclusión de que el término “el tabernáculo de David” se refiere a la Iglesia. Pero el contexto del pasaje en el libro de Amós, y su significado literal, deja en claro que la profecía encontrará su cumplimiento final en algo diferente al establecimiento de la Iglesia.

Tenga en cuenta que la profecía comienza con las palabras “En aquel día”. ¿Qué día? Un vistazo rápido a la profecía en su contexto muestra que el “día” al que se hace referencia es el período de tiempo en que los judíos se reúnen en la tierra de Israel (ver Amós 9:14–15). Eso comenzó en el siglo XX. Había 40,000 judíos en Israel en 1900. Hoy en día, hay un poco más de seis millones [2015]. Reestablecieron su Estado el 14 de mayo de 1948, y han reunido a su pueblo de los cuatro rincones de la tierra.

¿Ha sucedido algo desde 1948 que pueda constituir un cumplimiento literal de la restauración del “tabernáculo de David”? Para responder a esta pregunta, primero debemos tratar de comprender el significado del término “tabernáculo de David”. ¿Qué tenía en mente Amós cuando usó este término?

El Tabernáculo de Moisés

Para entender completamente el Tabernáculo de David, primero debemos comenzar con una consideración del Tabernáculo de Moisés. Era un templo nómada que se movía con los hijos de Israel mientras cruzaban el desierto del Sinaí en busca de la Tierra Prometida. Su Lugar Santísimo contenía el Arca de la Alianza donde residía la Gloria Shejiná de Dios.

Cuando los Hijos de Israel entraron en la Tierra Prometida, establecieron el Tabernáculo de Moisés en Silo, en Samaria. Allí, las ceremonias de sacrificio se llevaron a cabo durante 400 años durante el período de los Jueces. Al final de ese período caótico, los hijos de Israel estaban sumidos en la oscuridad espiritual, habiendo sido víctimas de la idolatría y la inmoralidad.

Un día, durante el mandato de Samuel, mientras los israelitas se preparaban para luchar contra los filisteos, decidieron llevarse el Arca de la Alianza a la batalla con ellos, como si fuera una especie de amuleto de la buena suerte. Evidentemente, razonaron que Dios nunca permitiría que los filisteos capturaran el Arca y, por lo tanto, ganarían la batalla. Al Señor no le agradó esta acción, por lo que permitió que los filisteos derrotaran a los israelitas y capturaran el Arca sagrada (1 Samuel 4:1–11). También procedieron a destruir el Tabernáculo de Moisés en Silo (Jeremías 7:12). Israel se había convertido en “Icabod” (es decir, “sin gloria”) porque la gloria de Dios se había ido (1 Samuel 4:21).

La Odisea del Arca

Las plagas afligieron a los filisteos, por lo que enviaron el arca de regreso a Israel en una carreta de bueyes. Finalmente se detuvo a ocho millas al oeste de Jerusalén, en una ciudad llamada Quiriat-jearim (llamada hoy Abu Gosh), donde permaneció durante aproximadamente 70 años (20 años bajo el gobierno de Samuel, 40 años bajo el reinado de Saúl y casi 10 años en el reinado de David). El tabernáculo de Moisés se trasladó a Nob por un tiempo (1 Samuel 21:1), y luego a Gabaón (unas diez millas al noroeste de Jerusalén) donde permaneció hasta que el Templo de Salomón fue construido (2 Crónicas 1:3).

Ahora note algo muy importante. Durante este período de transición de 70 años, entre los Jueces y los Reyes, no hubo Gloria Shejiná en el tabernáculo de Moisés ubicado en Gabaón. El Lugar Santísimo estaba vacío. Los sacerdotes continuaron ministrando en el tabernáculo, ofreciendo sacrificios diarios, pero todo era un ritual muerto, porque la gloria se había ido.

Lo asombroso es que el Arca estaba ubicada en una granja situada a s´plo cinco millas de Gabaón. Habría sido muy fácil restaurar el Arca en el Tabernáculo de Moisés, pero a nadie le importó lo suficiente como para hacerlo. El Arca fue ignorada y se convirtió en un símbolo de la apostasía de Israel.

Saúl vs. David

Saúl no tenía un corazón para el Señor, por lo que ignoró el alejamiento del Arca de su lugar de descanso apropiado. Pero cuando David se convirtió en rey, estaba decidido a corregir esta situación, porque era un hombre conforme al corazón de Dios (1 Samuel 13:14). David tuvo que esperar siete años y medio hasta convertirse en rey de todo Israel (sólo fue rey de Judá durante sus primeros años en el poder — ver 2 Samuel 5:5).

David estaba decidido a traer a Dios de regreso al corazón de su nación, y reconoció el significado simbólico del Arca para lograr este propósito. Estaba tan decidido a proporcionar un lugar de descanso adecuado para el Arca, que se convirtió en la principal prioridad de su reinado. A este respecto, se nos dice en el Salmo 132 que, cuando David se convirtió en rey de todo Israel, “juró al Señor” que no dormiría en una cama hasta que pudiera proporcionar una “morada para el Poderoso de Jacob” (Salmos 132:1–5).

El Tabernáculo de David

Lo asombroso es que David llevó el Arca a Jerusalén en lugar de devolverla al Lugar Santísimo en el Tabernáculo de Moisés en Gabaón. David instaló una tienda en Jerusalén (probablemente en la ladera del monte Moriah), colocó el Arca en el interior e instituyó un concepto completamente nuevo de adoración de alabanza.

Se introdujeron los instrumentos de adoración. Se escribieron y cantaron salmos especiales de alabanza. Increíblemente, se nombraron sacerdotes especiales para ministrar música delante del arca continuamente (1 Crónicas 16:6, 37) — mientras que sólo al Sumo Sacerdote se le había permitido ministrar ante el Arca una vez al año en el Tabernáculo de Moisés.

De hecho, las Escrituras indican que había una intimidad tan grande con el Señor, que David realmente se recostaba ante el Arca (1 Crónicas 17:16). Probablemente fue durante estos momentos de intimidad cuando escribió nuevos cánticos al Señor (Salmo 40:3).

La revolución de David en la adoración fue muy radical. No había cánticos ni celebraciones en el Tabernáculo de Moisés. El culto allí era de ritual solemne centrado en los sacrificios. El único gozo que se había evidenciado en la adoración de los israelitas había ocurrido espontáneamente, como cuando Miriam bailó con una pandereta y se regocijó por la destrucción de Faraón y su ejército (Éxodo 15).

Los Salmos dejan en claro que la adoración de alabanza inaugurado por David fue una adoración de gran gozo que se caracterizaba por aplaudir (Salmos 47:1), gritar (Salmos 47:1), cantar (Salmos 47:6–7), danzar (Salmo 149:3), agitar las manos (Salmos 134:2) y desplegar estandartes (Salmos 20:5). Se animaba a los adoradores a alabar a Dios con toda forma de instrumento musical, desde la suave lira hasta los “címbalos resonantes” (Salmo 150:3, 5).

La Revolución Davídica

Pero, ¿por qué? ¿Por qué David cambió tan radicalmente la adoración de Israel? Se nos dice en 2 Crónicas 29:25 que lo hizo en respuesta a los mandamientos que Dios le dio a través de los profetas Natán y Gad. Pero, ¿por qué el Señor no le dijo simplemente a David que devolviera el arca al Lugar Santísimo en Gabaón? ¿Por qué le dijo Dios que revolucionara la adoración de Israel?

La Biblia no nos dice por qué. Sólo podemos suponer. Mi conjetura es que Dios quería darle a David un vislumbre profético de la gloriosa Era de la Iglesia que vendría cuando los sacrificios de animales cesarían, los adoradores tendrían acceso directo a Dios y los adoradores vendrían ante el Señor regocijándose con un sacrificio de alabanza.

Creo que también había otra razón. Creo que el Señor quería darle a la Iglesia un modelo para la adoración llena del Espíritu.

Durante una generación (aproximadamente 30 años bajo David y 12 años después del reinado de Salomón), existieron dos tabernáculos en Israel. En Gabaón estaba el culto litúrgico muerto que caracterizaba al Tabernáculo de Moisés. En Jerusalén, estaba el culto vivo y espontáneo que caracterizaba al Tabernáculo de David. El culto en Gabaón era la realización de un simbolismo ritual. La adoración en Sion era la experiencia de la presencia de Dios. En Gabaón, los sacerdotes ofrecían sacrificios de animales. En Sion, la ofrenda era el sacrificio de alabanza: “Venid ante Él con cánticos de júbilo. . . Entrad por sus puertas con acción de gracias, y por sus atrios con alabanza” (Salmos 100:2, 4). Estudie por un momento la lista de diferencias entre las dos formas de adoración como se describe en la Tabla 2.

Cuadro 2
Una Comparación de la Adoración en Gabaón y Sion

El Tabernáculo de
Moisés en Gabaón

1) Forma

2) Tipo

3) Liturgia

4) Ritual

5) Sacrificio de Animales

6) Tradición

7) Muerte

8) Pesadez

9) Religión

10) Intercesión

11) Símbolos

El Tabernáculo de 
David en Jerusalén

1) Sustancia

2) Realidad

3) Espontaneidad

4) Celebración

5) Sacrificio de alabanza

6) Innovación

7) Vida

8) Alegría

9) Relación

10) Intimidad

11) Dios

La Importancia Profética

El Tabernáculo de David sirvió como un puente gozoso entre la muerte espiritual, que había llegado a caracterizar el Tabernáculo de Moisés, y la gloria llena del Espíritu que caracterizaría al Templo de Salomón.

De la misma manera, desde el restablecimiento de la nación de Israel en 1948, Dios ha estado levantando el Tabernáculo de David nuevamente para que sirva como un puente gozoso de transición entre la adoración muerta de la cristiandad tradicional y la adoración gloriosa que caracterizará al Templo Milenario de Jesucristo. Como dije antes, Dios quiere que Su Hijo regrese en una nube de alabanza.

La Propagación Mundial

De manera apropiada, Dios comenzó a enfocar Su reavivamiento del Tabernáculo de David en Jerusalén a principios de la década de 1980. Ocurrió cuando la Embajada Cristiana Internacional decidió realizar una celebración de la Fiesta de los Tabernáculos.

Zacarías 14 dice que, durante el reinado milenial, de Jesús las naciones enviarán representantes a Jerusalén cada año para celebrar esta fiesta, y que cualquier nación que no lo haga no recibirá lluvia. La Embajada decidió que sería apropiado que los gentiles comenzaran a ensayar para el Milenio, por lo que enviaron un llamado a todo el mundo para que los cristianos vinieran a Jerusalén para celebrar la fiesta y mostrar su apoyo a Israel.3

La Embajada también decidió dar énfasis a la adoración de alabanza davídica que estaba surgiendo en todo el mundo en ese momento. a través de un movimiento soberano del Espíritu Santo. Reunieron a los mejores practicantes de la adoración de celebración de la cristiandad.4

El resultado fue una explosión de adoración davídica en todo el mundo, ya que los miles de cristianos que llegaron a Jerusalén se llevaron a casa lo que habían experimentado en sus corazones y en videos. La celebración de la Embajada ha continuado hasta el día de hoy, con la asistencia anual de 4,000 a 6,000 cristianos de todos los continentes.

Un Movimiento del Espíritu

El Tabernáculo de David literal de hoy consiste en aquellas iglesias que han redescubierto el verdadero significado de la adoración y le han dado a su gente la libertad en Cristo para adorar a Dios con toda su energía, recursos, dones y talentos.

Esa es la razón por la que la renovación en la adoración está barriendo a la cristiandad en todo el mundo. Es un mover del Espíritu. Es el cumplimiento de una profecía. Es una señal de los tiempos del fin. Es una señal del pronto regreso de Jesús. Es una preparación para ese día muy pronto cuando (Isaías 55:12):

Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso.

Ese es el día en que el Tabernáculo de David será restaurado por completo. Mientras oramos por ello y nos preparamos para ello, clamemos desde lo más profundo de nuestro corazón: “¡Maranata!” (1 Corintios 16:22).

Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

viernes, 3 de diciembre de 2021

Libro: Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin – Capítulo 11 (parte 1 de 2)

    Rendirse en Adoración

Por Dr. David R. Reagan

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Un niño estaba fascinado por la enorme bandera estadounidense que su pastor siempre tenía en exhibición en la pared detrás del púlpito. Un domingo por la mañana, el niño se acercó a su pastor y le preguntó: “Pastor, ¿por qué siempre tiene esa gran bandera estadounidense en la pared?”.

El pastor se inclinó, le dio unas palmaditas en la cabeza al niño y respondió: “Hijo, esa bandera es para honrar a los que han muerto en el servicio”.

A lo que el niño respondió: “¿Qué servicio? ¿El de la mañana o el de la tarde?

Muerte en la Adoración

¿Alguna vez ha experimentado eso? Los servicios de adoración  muertos ciertamente no son un problema nuevo en la Iglesia. Han sido un problema a lo largo de la historia de la Iglesia.

Lucas nos dice que la Iglesia del primer siglo sufrió este problema. En Hechos 20 él dice que cuando él y Pablo estaban en Troas, ¡experimentaron una baja en la adoración!

Pablo se puso prolijo y predicó hasta la medianoche, y un joven llamado Eutico, que estaba sentado en el alféizar de una ventana en el tercer piso, se durmió y cayó al suelo. Lucas dice que fue “levantado muerto”, pero Pablo lo resucitó (Hechos 20:7–12).

Vida en la Adoración

En contraste, la Biblia también registra algunas experiencias gloriosas de adoración. Una que me viene a la mente es la que experimentó Isaías cuando, siendo adolescente, fue al templo en Jerusalén para lamentar la pérdida del único rey que había conocido — el rey Uzías (Isaías 6:1–8).

Mientras Isaías lamentaba la pérdida de su rey, ¡de repente descubrió al Rey de reyes! Juan nos dice que Isaías recibió la bendición de ver a Jesús en una apariencia pre-encarnada (Juan 12:41).

Como dijo Isaías, “vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el templo” (Isaías 6:1). Seres angelicales llamados serafines volaban alrededor del trono del Señor clamando: “Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria” (Isaías 6:3).

Isaías se dio cuenta instantáneamente de su pecaminosidad mientras estaba en la presencia de la santidad pura. Se cubrió el rostro con las manos y gritó: “¡Ay de mí! que soy muerto; porque siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos” (Isaías 6:5). Pero, entonces, ocurrió algo transformador.

Uno de los serafines tomó un carbón encendido del altar del templo, tocó con él la boca de Isaías y proclamó: “He aquí. . .es quitada tu culpa, y limpio tu pecado” (Isaías 6:6–7). ¡Isaías experimentó la gracia de Dios!

Entonces el Señor preguntó: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”.

En ese momento, Isaías se rindió al Señor. Extendiendo la mano a Dios, gritó: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).

Creados para Adorar

Qué contraste tenemos en estos dos servicios de adoración. En uno estaba la muerte; en el otro, el renacimiento. ¿Qué caracteriza su experiencia de adoración habitual? ¿Cómo describiría lo que ha experimentado recientemente en la adoración? ¿Estimulante o adormecedor? ¿Emocionante o aburrido? ¿Íntimo o impersonal? ¿Participativo o pasivo? ¿Alegre o sombrío?

La adoración es un asunto serio, y la Iglesia debió tomarse en serio el tema desde hace mucho tiempo. Fuimos creados con el propósito de adorar. Para enfatizar este punto, Jesús dijo que Dios el Padre busca activamente adoradores que lo adoren “en espíritu y en verdad” (Juan 4:23–24). El rey David, que fue uno de los adoradores más apasionados que jamás haya existido, escribió en el Salmo 22 que Dios habita en las alabanzas de Su pueblo (Salmos 22:3).

La adoración es esencial para nuestro crecimiento espiritual. Nuestros espíritus fueron diseñados para alimentarse de ella, así como se alimentan de la Palabra. Ésta es una de las razones por las que el autor de Hebreos nos advirtió que nunca abandonemos la reunión de los santos (Hebreos 10:25).

A pesar de la importancia que las Escrituras le dan a la adoración, la mayoría de los servicios de adoración hoy en día parecen contribuir más a la apatía que cualquier otra cosa. En palabras de Pablo, tienen “apariencia de piedad” pero “han negado su poder” (2 Timoteo 3:5). Hay religión, pero no hay Espíritu, y en ausencia del Espíritu, hay muerte.

Dirigir Cantos vs. Dirigir Adoración

Cuando llevo a cabo una reunión en una iglesia, siempre le envío al pastor una carta en la que le explico que hay dos claves para una reunión exitosa. Una es la oración antes de que yo llegue; el otro es adorar mientras estoy allí. Para implementar esto último, siempre le digo al pastor que busque un líder de adoración en lugar de un líder de canto.

¡Lo triste es que el pastor a menudo me llama y me pregunta la diferencia entre un líder de canto y un líder de adoración! Hay una diferencia enorme. Un líder de canto guía a la gente en el canto, como el director de un coro. Un líder de adoración lleva a las personas a la presencia de Dios.

Un buen líder de adoración debe ante todo ser una persona llena del Espíritu. Debe ser humilde y debe tener pasión por Dios. Debe estar dispuesto a ser transparente ante la congregación, dejando de lado toda pretensión mientras se entrega en adoración al Señor.

Uno de los líderes de adoración más efectivos que encontré fue un hombre que guiaba a los adoradores en una canción y luego desaparecía en la congregación con su micrófono, siguiendo guiando el servicio, pero determinado a que la gente se enfocara en el Señor y no en él.

¡Podías escuchar su voz, pero no podías verlo! Me recordó al humilde hombre negro, William J. Seymour, quien dirigió el avivamiento de la Calle Azusa, que dio origen al Movimiento Pentecostal a principios del siglo XX. Oraba con una caja de zapatos en la cabeza y siempre predicaba desde detrás de una sábana que colgaba del techo, porque quería que la gente se concentrara en la Palabra de Dios y no en él.1

Problemas con la Adoración Hoy

¿Qué hay de malo en la adoración de la Iglesia hoy? ¿Por qué le falta energía con tanta frecuencia? ¿Por qué rara vez nos lleva a la presencia de Dios?

Bueno, por un lado, la tradición suele sofocarlo. Pocas cosas en la vida son tan poderosas como la tradición. Jesús fue crucificado por violar las tradiciones sagradas de los líderes religiosos de Su época. Se indignaron cuando los llamó hipócritas por descuidar los mandamientos de Dios para aferrarse a las tradiciones de los hombres (Marcos 7:6–8).

Todos tendemos a ser esclavos de la tradición en un grado u otro. Nos metemos en una rutina y nos sentimos cómodos en ella. La adoración se convierte en un hábito sin sentido de un ritual vacío que tiene un efecto adormecedor. Seguimos los movimientos, pero no hay sustancia. Terminamos adorando nuestras tradiciones en lugar de a Dios.

Las ocho palabras más mortíferas en la Iglesia son: “Nunca antes lo habíamos hecho de esa manera”. Vi una caricatura que me recordó estas palabras. Mostraba a un tipo subiendo los escalones de una horca. Tenía las manos atadas a la espalda. El verdugo esperaba arriba. El tipo se había detenido a mitad de camino y estaba mirando a la multitud de espectadores. Con incredulidad, dice: “¡Todo lo que hice fue sugerir un cambio en la adoración!”.

También recuerdo la historia del vendedor ambulante que se detuvo para asistir a una iglesia que nunca había visitado antes. A mitad del sermón, gritó: “¡Alabado sea el Señor!”. Unos momentos después, un acomodador le dio una palmada en el hombro y le susurró al oído: “No alabamos al Señor en esta iglesia”.

¿Tiene algunas tradiciones sagradas de adoración que no está dispuesto a renunciar? ¿El ritual significa más para usted que una relación? ¿Se han convertido tus tradiciones en ídolos que se interponen entre usted y Dios?

Endurecida por la Doctrina

Otro problema con la adoración hoy en día es que a menudo se ha endurecido por la doctrina. La iglesia en la que crecí ponía su énfasis en la adoración, en lo que se conoce como “el modelo del Nuevo Testamento”. Pero ese patrón era más imaginario que real.

El hecho es que no existe un ritual o patrón de adoración prescrito en el Nuevo Testamento. Es muy dudoso que la iglesia judía en Jerusalén adorara de la misma manera que la iglesia gentil en Antioquía. ¿Y qué hay del eunuco etíope que regresó a África con sólo las Escrituras hebreas? Me imagino que el culto que estableció en la primera iglesia africana se inspiró en gran medida en la adoración ritual del templo judío.

Lo más parecido a un patrón de adoración que existe en el Nuevo Testamento se encuentra en 1 Corintios 14:26. Sin embargo, es uno que la iglesia de mi niñez nunca habría considerado seguir, ya que menciona el hablar en lenguas: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (1 Corintios 14:26).

Libertad en Cristo

El hecho del asunto es que tenemos la libertad en Cristo para adorar como el Espíritu Santo nos guíe (Romanos 14:1–15:7). Si algún grupo desea dar un significado espiritual especial al sábado en lugar del domingo, tiene derecho a hacerlo. Nadie tiene derecho a condenarlos, y no tienen derecho a condenar a quienes no honran el mismo día.

Lo mismo ocurre con el uso de instrumentos musicales. Crecí en una iglesia que condenaba el uso de instrumentos musicales en la adoración. Eso estaba mal. Teníamos la libertad en Cristo de cantar a capela, pero no teníamos la libertad de condenar a quienes usaban instrumentos musicales.

Lo mismo ocurre con muchos otros aspectos de la adoración, como la frecuencia de la comunión. Algunas iglesias celebran la Cena del Señor anualmente, otras la celebran trimestralmente, otras semanalmente y algunas diariamente. Jesús dijo: “Todas las veces que comiereis este pan y bebiereis esta copa”, debemos hacerlo en memoria de Él (1 Corintios 11:25–26). No prescribió con qué frecuencia. Su enfoque estaba en el significado, más que en la frecuencia.

Disputas Legalistas

Cuando el enfoque cambia del significado al método, nos convertimos en fariseos modernos. La iglesia en la que crecí es un buen ejemplo de esto. Dividíamos en todas las formas imaginables — y algunas inimaginables — acerca del método de la comunión. Teníamos hermanos de una taza que no se asociaban con los que usaban varias tazas. Teníamos los hermanos del vino antes que el pan, que se desvincularon de los que tomaban el pan primero. Hubo quienes insistieron en que el símbolo de la sangre del Señor tenía que ser el vino, mientras que la mayoría insistió en el jugo de uva. Algunos exigían que la comunión fuera antes del sermón, pero otros insistían en que fuera lo último en el servicio, para darle más importancia.

Al observar todas estas disputas legalistas, un amigo mío expresó la opinión de que estaba muy contento de que el lavado de pies nunca se hubiera convertido en una ordenanza en nuestra iglesia. “Piensa”, dijo, “si hubiéramos practicado el lavado de pies, ¡sin duda nos habríamos dividido sobre cosas tales como si los pies deberían secarse o no con una toalla o secarse con secador de pelo!”.

Suprimida por el Prejuicio y el Miedo

Otro obstáculo importante para la adoración en estos tiempos del fin es el prejuicio y el miedo. A menudo nos encontramos evitando prácticas de adoración bíblica perfectamente legítimas porque algún otro grupo las hace. En la iglesia de mi herencia, no podríamos tener vidrieras o coros porque “las denominaciones los tienen”. (Nos considerábamos “no confesionales”). No podíamos aceptar ofrendas de amor porque esa práctica se consideraba “bautista”. Se pensaba que arrodillarse era “episcopal”, y la banca del doliente era un tabú porque era “metodista”.

Todo eso suena francamente tonto. Pero no es más tonto que las denominaciones principales de hoy que se niegan a aplaudir porque es “pentecostal”, o que se abstienen de levantar la mano porque es “carismático”, o se resisten a danzar porque es “mesiánico”.

La iglesia en la que crecí nunca era expresiva en la adoración, a menos que un famoso evangelista negro viniera a la ciudad, que siempre traía su propio líder de canto. Entonces, aplaudíamos tentativamente mientras cantábamos, porque “la gente negra espera eso”.

Me alegro de que Dios tenga sentido del humor; de lo contrario, no sé cómo podría soportarnos cuando se trata de nuestros complejos prejuiciosos sobre la adoración. Necesitamos dejar a un lado el prejuicio y el miedo con respecto a los métodos de adoración y enfocarnos en cambio en el significado.

Eso es lo que hizo David cuando danzó ante el Arca de la Alianza, cuando era llevada a Jerusalén. Lanzó la tradición al viento mientras exhortaba a la gente a gritar, cantar, tocar trompetas y tocar címbalos mientras él giraba y saltaba ante el Arca en un frenesí de celebración. Su esposa se sintió avergonzada por este comportamiento y lo reprendió por ello. La respuesta de David, expresada en español moderno, fue: “¡Cariño, aún no has visto nada!”. (2 Samuel 6:12–23; 1 Crónicas 15:25–29).

Victimizada por el Tiempo

Nuestra adoración ha sido sofocada por la tradición, endurecida por la doctrina y reprimida por el prejuicio y el miedo. También ha sido victimizada por el tiempo.

Vivimos en un mundo acelerado de comida rápida y medicina rápida. También queremos una adoración rápida, ¡especialmente si la hora de inicio del partido de fútbol por televisión es a las doce del mediodía! En lo que respecta a la adoración, la actitud de muchos cristianos parece ser “cuanto menos, mejor”. Es tan asombroso cuando uno se detiene a pensar en ello. Parece que nos falta conciencia del tiempo sobre todas las demás actividades. Nos regocijamos cuando asistimos a un evento deportivo y se extiende a tiempo extra. Sentimos que obtenemos más por nuestro dinero. Pero no es así en la iglesia.

La mayoría de los cristianos parecen querer el tipo de iglesia que vi en una caricatura. Tenía un letrero en el frente que decía: “La Iglesia Ligera”. El letrero deletreaba el significado del nombre especificando que era la iglesia del “diezmo del 7.5%, el servicio de adoración de 45 minutos, el sermón de 12 minutos, los 8 mandamientos, las 3 leyes espirituales y el milenio de 800 años”.

¿Es un observador del reloj espiritual? Si es así, tengo una pregunta para usted. Si se siente desdichado una hora a la semana en la presencia del Señor, ¿por qué cree que disfrutará estando en Su presencia por la eternidad? Sospecho que aquellos de ustedes que son conscientes del tiempo, nunca tendrán que preocuparse por ese problema. La razón, por supuesto, es que, si se siente incómodo una hora a la semana en la presencia del Señor, es porque no tiene una relación personal con Él — lo que significa, a su vez, que no ha nacido de nuevo, ya que la esencia de la salvación es conocer al Señor. Esa no es mi opinión. Es la Biblia. Jesús dijo: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).

Distorsionada por la Actitud

Otro problema con la adoración contemporánea es que ha sido distorsionada por la actitud — por la actitud que le damos. Muchos creen que la esencia del culto es una cara larga, revestida de dignidad, piedad y liturgia.

El resultado es que nuestros servicios de adoración a menudo se parecen más a un funeral que a cualquier otra cosa, y eso es una tragedia, porque comunica una mentira. No adoramos a un Señor que está colgado en una cruz. Ni está acostado en un sepulcro en Israel. ¡Nuestro Señor está vivo! Está sentado a la diestra de Su Padre Celestial. Necesitamos celebrar Su victoria sobre la muerte.

Sí, hay un tiempo en la adoración para pasar de la celebración a la adoración, del regocijo al amor, de la acción de gracias a la entrega, de la exclamación a la introspección y del aplauso al llanto. Pero la adoración debe comenzar con la celebración — la celebración de quién es Dios y lo que ha hecho por nosotros. El salmista expresó esto en el Salmo 105:1–2 (RVA-2015) donde nos exhortó: “¡Den gracias al SEÑOR! . . .Cántenle. . . Hablen de todas sus maravillas [lo que ha hecho]. Gloríense en su santo nombre [quién es Él]”.

No somos los “Elegidos Congelados”. Estamos llamados a ser un “Remanente Gozoso” (Isaías 35:10):

Y los redimidos de Jehová volverán, y vendrán a Sion con alegría; y gozo perpetuo será sobre sus cabezas; y tendrán gozo y alegría, y huirán la tristeza y el gemido.

Una Experiencia de Adoración Negativa

En todos mis años de viajar entre una gran variedad de iglesias, he experimentado algunos servicios de adoración gloriosos, pero también he tenido que pasar por algunos que fueron horrendos. Recuerdo una iglesia en Kentucky donde el líder de canto (¡que era cualquier cosa menos un líder de adoración!) se levantó un domingo por la mañana y literalmente gruñó a la congregación. Supuse que debió haber tenido una pelea con su esposa camino a la iglesia. Ladrando órdenes como un sargento de instrucción de la infantería de marina, espetó: “¡Vayan todos al número 254! ¡Eso es 2-5-4!”. Luego, para mi total asombro, gruñó: “El nombre de esta canción es ‘Levántate, Levántate, por Jesús’, pero no quiero molestar a ninguno de ustedes, así que la vamos a cantar sentados”. Fue todo menos un momento inspirador.

Cuando me levanté para predicar, fue como picar hielo. Decidí que tenía que tomar medidas drásticas. Entonces, cuando regresé a mi motel, me arrodillé y oré: “Señor, haz algo con el líder de la canción irritable. Líbranos de él”.

Esa noche, cuando regresé para el servicio vespertino, los ancianos de la iglesia estaban acurrucados en el vestíbulo para tener una reunión. Pregunté qué estaba mal. Explicaron que el líder de la canción había sido llamado por su jefe y le dijo que debía ir a Tennessee de inmediato para ocuparse de algunos asuntos. ¡Mi oración lo envió fuera del estado! Me resultó difícil ocultar mi alegría. Luego convencí a los ancianos de que me dejaran hablar por teléfono y encontrar un verdadero líder de adoración.

Pervertida por Conceptos

A veces nuestra adoración está pervertida por conceptos. Muchos cristianos consideran que la adoración es un deporte para espectadores, por lo que vienen como audiencia esperando ser entretenidos. Su actitud es: “Pago mi dinero y espero que los profesionales cumplan”.

Pero la verdadera adoración requiere participación. Para adorar, uno debe involucrarse. Si alguien es la audiencia, es Dios, pero en la adoración verdadera, ni siquiera Dios es una audiencia. Él se involucra. Él se entroniza en nuestras alabanzas (Salmos 22:3). Ministra a nuestro espíritu. Nos anima y nos da poder. Incluso he estado en servicios de adoración donde la gente fue sanada por el Señor sin que nadie los tocara ni orara por ellos.

Dios no se sienta al margen en Su trono analizando nuestra adoración y luego calificándola sosteniendo una tarjeta con un número — como un juez en una competencia de patinaje sobre hielo. Es un Dios personal que desea intimidad con nosotros. Él es receptivo. ¿No se sentiría extraño si le dijera a la persona que ama cuánto la amas y continúa haciéndolo durante una hora — sólo para que esa persona se quede sentada con la cara de piedra sin dar ninguna respuesta? Creo que se desconectaría muy rápido. Eso es lo que sucede cuando las personas se acercan a Dios en una adoración rígida y estilística que se basa en una concepción de que Dios es distante, intransigente e indiferente.

Hay otro concepto que a menudo llevamos a la adoración que tiene un efecto de estancamiento. Es el concepto egocéntrico de que le estamos dando a Dios la oportunidad de ministrarnos. Este concepto da como resultado que el adorador venga egoístamente a recibir en lugar de dar.

La paradoja de la adoración es que Dios puede ministrarnos sólo en la medida en que estemos dispuestos y podamos perdernos en alabanza y adoración de Él. Debemos humillarnos y acercarnos al Padre como niños, clamando “¡Abba! ¡Padre!” (Romanos 8:15).

Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

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