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lunes, 15 de mayo de 2017

Libro: Confiando en Dios - Capítulo 5

Un Milagro Transformador

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Esto es lo que pasó. A la mañana siguiente fui a la tienda y comencé a llamar tratando de encontrar a un comprador para mis accesorios. Estaba de pie en el mostrador hablando por teléfono, cuando oí un golpe en la puerta principal. Me di vuelta y miré la puerta de cristal y vi a un hombre y una mujer orientales de pie allí. El hombre sonreía de oreja a oreja. Señalé el cartel que colgaba en la puerta y les di la espalda a la pareja. El letrero decía, “Cerrado: Saliendo del Negocio”.

El hombre volvió a tocar. Me enojé. ¿No podía este hombre leer? ¿Por qué tenía esa gran sonrisa en su rostro? Lo último que quería ver era a una persona feliz. La miseria realmente ama la compañía.

Puse el teléfono, fui a la puerta, la abrí cerca de una pulgada y grité, “¿No pueden leer? ¡Está cerrado!”. “Oh, sí señor”, respondió él, “Sé que está cerrado. Estoy interesado en comprar sus accesorios”.

“¡Oh!”, respondí. “Entren. Entren”.

Cerré la puerta con llave y volví al teléfono, mientras el hombre y la señora orientales miraban alrededor de la tienda. Cuando terminé de hablar, el hombre se acercó a mí, todavía sonriente, y dijo, “Gracias, estimado señor, por permitirme ver su tienda”. Era casi nauseabundo en su cortesía. Continuó sonriendo y comenzó a inclinarse en estilo oriental. ¡Luego comenzó a disculparse! “Lo siento mucho, estimado señor, pero no tiene accesorios que me interesen”.

Una Pregunta de Sondeo

Los escolté a la puerta. La señora salió pero, cuando el hombre llegó a medio camino de la puerta, de repente se detuvo, se volvió hacia mí y dijo, “Discierno que está turbado en el espíritu. ¿Quiere hablar acerca de ello?”.

Hable de enojarse. Yo estaba furioso. ¿Quién se creía que era este tipo? Le respondí en mi “mejor” manera cristiana, “¿Qué le importa?”.

“Bueno”, respondió, “supongo que, por la naturaleza de esta tienda, usted debe ser un cristiano. Yo también lo soy. Y discierno que necesita ser ministrado. ¿Le importaría si compartiera con usted lo que Jesucristo ha hecho por mí en mi vida?

No quería oír su historia. Quería que se fuera. Pero, ¿qué le iba a decir? Es como cuando alguien pregunta si pueden orar por ti. Puede que no quiera que lo hagan, pero odia decir que no. 

“Estoy muy ocupado”, dije, mientras miraba mi reloj con irritación.

“No tomará más que un momento”, contestó. Él sonrió de nuevo.

“Está bien, está bien”, dije, “pero que sea rápido”.

Se volvió y le dijo algo a la señora en un idioma extranjero, y ella se fue. Volví a cerrar la puerta, y fuimos a mi oficina. Cuando nos sentamos en el sofá, puso su brazo alrededor de mí y comenzó a palmear mi hombro con simpatía. Una vez más, yo estaba indignado. ¿Quién se cree este tipo que es? Apenas me conoce, y tiene su brazo alrededor de mí. 

Pero pronto olvidé mi ira cuando comenzó a contar su historia.

Una Historia Fascinante

“Cuando yo era un pequeño niño, mi padre vino a casa un día con terror en sus ojos. ‘Vienen los comunistas’, dijo, ‘y van a matarnos porque somos cristianos devotos’”.

“Nos dijo a cada uno que tomáramos dos fundas de almohadas y que fuéramos a la sala. Comenzó a correr por toda la casa recogiendo objetos que amontonó en el centro del piso. ‘Pongan éstos en las fundas”, dijo, ‘ y aten las puntas’”.

“Éramos una familia muy rica, pero todo lo que llevamos con nosotros ese día fue lo que pudimos meter en esas fundas de almohadas. Huimos hacia la selva, y nos arrojamos al Señor porque no sabíamos cómo sobrevivir en la selva. Éramos 12 en total. Vagamos sin rumbo clamando a Dios para que nos salvara”.

“Finalmente, después de tres semanas, llegamos de Hanói a Saigón, y nos regocijamos por la liberación del Señor”.

Una Repetición del Milagro

“Empezamos de nuevo nuestra vida. Muchos años después, llegué a casa un día a mi familia y mis padres ancianos con esa misma mirada de terror en mis ojos. ‘Tomen las fundas de las almohadas’, grité. Los comunistas vienen de nuevo”.

“Verá, yo era un traductor en la embajada norteamericana. Había sido informado de que la embajada no pudo arreglar que mi familia saliera del país. Yo no me iría sin ellos. Así que, una vez más, tuvimos que huir. Sabía que si nos quedábamos, seríamos ejecutados, porque yo había trabajado para los estadounidenses”.

“Huimos al delta del Mekong y, de nuevo, empezamos a clamar a Dios por la liberación. Después de vagar durante varios días, logramos llegar al Mar del Sur de China, donde descubrimos un barco lleno de refugiados a punto de partir. ¡Dios nos había salvado una segunda vez!”.

“Pero, cuando el barco salió al mar, comenzó a hundirse. Había demasiados personas en él. Algunas personas entraron en pánico y comenzaron a empujar a otras por la borda. Algunos incluso lanzaron a sus hijos en el mar. Nos pusimos de rodillas y comenzamos a clamar a Dios. Pronto, un buque mercante apareció y tomó a los sobrevivientes a bordo. ¡Dios nos había salvado una tercera vez!

“Fuimos llevados a Filipinas, donde fuimos puestos con miles de otros refugiados en un tipo de campo de concentración. Comenzamos a orar para que Dios nos diera un nuevo hogar. Un año después, llegaron las noticias de que estábamos siendo adoptados por una iglesia bíblica en Dallas, Texas. Dios nos salvó una cuarta vez”.

“Así que aquí estamos en una nueva tierra, comenzando nuestras vidas. Dios es muy bueno. Él nos ama, y responde a nuestras oraciones. Apóyese en Él. Él le librará”.

Una Actitud Cambiada

Miré al hombre con lágrimas en mis ojos. Antes de que lo supiera, tenía mis brazos alrededor de él, abrazándolo en agradecimiento por insistir en compartir una historia que no había querido oír.

Cuando se fue, todo había cambiado. Sin embargo, nada visible había cambiado. Todavía tenía un negocio fallido. Todavía le debía al banco $100,000. Lo que había cambiado era yo. Ya no me sentía deprimido. Ya no me estaba revolcando en autocompasión. Tenía esperanza. Sabía en mi alma que Dios había oído mi oración y que había enviado a ese hombre para asegurarme que, si confiaba en el Señor, todo saldría bien. Dios había usado a un hombre oriental del otro lado del mundo, para quitar mis ojos de mí mismo y ponerlos en Su Hijo.

No tenía problemas comparados con los problemas que ese hombre había enfrentado. Si Dios pudo resolver sus problemas, seguramente podría encargarse de los míos. 

Traducido por Donald Dolmus

Estimado lector: Sus contribuciones voluntarias serán de gran ayuda para que este libro sea traducido en su totalidad al español. Si siente de parte de Dios apoyar este proyecto, escríbame a mi correo electrónico, para indicarle cómo podrá hacerlo.

miércoles, 3 de mayo de 2017

Libro: Confiando en Dios - Capítulo 4

Acudiendo a Dios

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El punto es que, mientras estaba allí ese día a mediados de los años 70, frente a la escalofriante realidad de un negocio fallido y una deuda de $100,000, no tenía poder espiritual alguno que me ayudara a hacer frente a la crisis.

Permítame retractarme. Sí tenía el poder, ya que había recibido a Jesús como mi Salvador muchos años antes, y ese día había recibido el poder interior del Espíritu Santo. Pero yo no lo sabía. Nunca me había enchufado a la corriente. Nunca había liberado el poder del Espíritu en mi vida. En cambio, había sofocado y apagado el Espíritu.

Pensaba que el Espíritu era un libro. No me daba cuenta que el Espíritu es una personalidad, que el Espíritu es la presencia sobrenatural de Dios en el mundo hoy, y que Él habita dentro de los creyentes. Podía recitar los cinco pasos de lo que nuestra iglesia llamaba “El Plan de Salvación”. También podía recitar lo que llamábamos “Los Cincos Actos de la Adoración”. Podía darle capítulo y versículo para justificar varias docenas de nuestras doctrinas preferidas. Pero no tenía poder alguno para lidiar con un fracaso empresarial y una deuda de $100,000.

Revolcándome en Autocompasión

Así que hice lo único que sabía hacer — me regodeé en autocompasión —. Y cuando lo hice, me hundí más profundo en el foso de la depresión.

Finalmente me sentí tan desalentado, que decidí suicidarme. Sentí que no podía enfrentar la desgracia y el dolor de tal fracaso. Además, estaba enojado con Dios. ¿Cómo pudo defraudarme tan miserablemente cuando había, por fin, dignado a encontrarlo a medio camino? En mi emocionalmente  razonamiento pervertido, decidí que, al quitarme la vida, ¡le enseñaría una lección a Dios! Sé que eso suena raro, pero cuando estás profundamente deprimido, no piensas muy claramente. 

Durante varios días planeé mi desaparición. Justo cuando tenía todo planeado cuidadosamente, de repente tuve un extraño pensamiento: ¿”Por qué no probar a Dios?”. Ése era un pensamiento extraño para mí porque no creía en un Dios personal o poderoso. Mirando hacia atrás hoy, sólo puedo concluir que el pensamiento debió haber venido de la agitación del Espíritu dentro de mí. Yo había apagado el Espíritu, pero Él todavía estaba ahí y, como Gasparín, estaba intentando ministrarme en mi momento de necesidad.

Traté de suprimir el pensamiento, pero no se iba. Una y otra vez venía a mí: “¿Por qué no probar a Dios”.

Pidiendo Ayuda

Finalmente decidí seguir el impulse. Tomé el teléfono y llamé a varios amigos. Les pedí que vinieran a mi casa. Cuando llegaron, les expliqué mi aprieto y les pedí que oraran por mí. Uno por uno oraron. Sus oraciones eran sin vida e incrédulas. Ellos, al igual que yo, no creían en un Dios personal y poderoso.

Mientras oraban con monotonía, me puse agitado. “Esto no servirá”, interrumpí. “Ninguno de ustedes está orando con propósito. No entienden. ¡Necesito un milagro! Probemos de nuevo y, esta vez, ¡oren con algo de fe! Apenas podía creer que esas palabras salieron de mi boca. Pero sí lo hicieron. Mis amigos comenzaron a orar de nuevo, esta vez con cierto fervor. 

Dios hizo el milagro a la mañana siguiente, y transformó mi vida. Usted podría empezar a conjeturar ahora mismo y conjeturar hasta que el Señor regrese, y nunca imaginaría la forma en la que Dios respondió a nuestras oraciones. 

Siendo Formado por Dios

Verá, cuando Dios responde a un clamor de ayuda, lo hace de una manera que siempre está diseñada para ministrar primero al hombre interior, a la naturaleza espiritual. No es que Él no se preocupe por el hombre físico, y el dolor físico y emocional; es sólo que Sus prioridades son diferentes a las nuestras. Queremos ser ministrados de afuera hacia adentro. Él nos ministra de adentro hacia afuera, debido a que éste es la única clase de ministerio que tiene efectos duraderos. 

Si usted fuera a adivinar cómo el Señor respondió a nuestras oraciones, lo más probable es que supondría que algún hombre entró a mi tienda la mañana siguiente y ofreció comprar el negocio por $100,000. Eso hubiera sido realmente excepcional, pero no hubiera tenido un efecto transformador sobre mí. Probablemente lo habría considerado como una “coincidencia”, en lugar de reconocerlo como una respuesta a la oración. Muy probablemente, hubiera suspirado con alivio y seguido en mi camino de tratar de encontrar a Dios a medias. 

Dios respondió mi oración milagrosamente, pero lo hizo de una manera diseñada para llamar mi atención, para convencerme de que Él es verdaderamente un Dios personal y poderoso que está en el trono, escucha oraciones, y todavía realiza milagros. También usó un método que estaba diseñado a transformarme más a la imagen de Su Hijo. 

Lea también:
»» Capítulo 3
Traducido por Donald Dolmus

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martes, 2 de mayo de 2017

Libro: Confiando en Dios - Capítulo 3

Limitando a Dios

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Necesitaba desesperadamente a Dios. Pero no sabía cómo llegar a Él.

Había crecido en una iglesia legalista y sectaria. Creíamos que éramos los únicos que teníamos la verdad. Creíamos que el resto del así llamado “mundo cristiano” estaba terriblemente engañado. Los condenábamos al infierno y creíamos que se lo merecían porque, después de todo, ¡no estaban de acuerdo con nosotros!

Creíamos que la Biblia era la Palabra de Dios, pero no creíamos en el Dios que estaba revelado en la Biblia. Nuestro Dios era el Dios de la Nostalgia. Él era el “Gran Anciano en el Cielo”. Él era un Dios que una vez realizó hechos poderosos en los tiempos del Antiguo y Nuevo Testamentos — pero que se quedó sin gasolina al final del Siglo I . Él ya se había jubilado. La era de los milagros había cesado. 

Poniendo a Dios en una Caja

Si quería experimentar a Dios, tenía que ir a ver una película como Los Diez Mandamientos, en Technicolor y Panavision, con un elenco de miles. Me sentaría ahí en asombro, mientras presenciaba a Cecil B. DeMille recrear los milagros de Dios dividiendo el Mar Rojo, guiando a los hijos de Israel con una nube y alimentándolos con maná. Conduciría a casa con escalofríos, anhelando un Dios así hoy — un Dios de poder que estaba preocupado por mí y mis problemas —.

Pero no creía en tal Dios. Mi Dios era un Dios impersonal que tenía cosas más importantes de qué preocuparse que de mis problemas. Además, incluso si estuviera preocupado, Él no podría hacer nada, porque ya no intervenía en los asuntos humanos — excepto, por supuesto, ¡molestarme para que predicara! —. 

Mi iglesia había rechazado más que el poder de Dios. Habíamos dejado de lado todo el ámbito de lo sobrenatural. No creíamos en demonios o ángeles. ¡Ellos también se habían retirado al final del Primer Siglo!

No sabíamos nada acerca de la guerra espiritual. Pensábamos que nuestra lucha era con carne y sangre. No sabíamos nada acerca del poder de la Palabra, el poder de la oración o el poder del nombre de Jesús. 

Toda nuestra fe era en tiempo pasado — dirigida a la Cruz —. Nuestra fe no se relacionaba con el presente o el futuro. Con respecto al presente, nuestra actitud era que Dios nos había dado un libro de reglas y la mente. Teníamos que seguir las reglas y usar nuestras mentes para lidiar racionalmente con los problemas de la vida.

Nuestra fe no se relacionaba con el futuro debido a que ignorábamos la Palabra Profética de Dios. También, estábamos atrapados en una salvación por obras y, por lo tanto, estábamos todos inseguros acerca de nuestro destino eterno. El futuro era desconocido. Tratábamos de no pensar en ello. 

Viviendo en un Vacío Espiritual

Nuestra fe estaba realmente en nuestra iglesia. Confiábamos en la iglesia porque se nos dijo que nuestra iglesia tenía la razón en todo. Nos enorgullecíamos de nuestra iglesia. Nos alegrábamos en derribar otras iglesias. 

Éramos polemistas. Nos gustaba demostrar que las otras personas estaban equivocadas. A los 15 años, tenía páginas en la parte de atrás de mi Biblia, que estaban designadas para cada grupo denominacional importante. Teníamos un celo de demostrar que teníamos la razón en todo. 

Esto era antes de los días de la radio y la televisión cristianos, y de las librerías cristianas. Nuestros ministros podían mantenernos aislados del resto del mundo. Hablábamos sólo entre nosotros mismos.

Clasificando al Espíritu Santo

Otro aspecto de nuestro rechazo de lo sobrenatural era nuestro tratamiento del Espíritu Santo. Principalmente ignorábamos al Espíritu. Nuestros predicadores sentían que cualquier énfasis en el Espíritu conduciría a un “peligroso emocionalismo”. El Espíritu Santo era el gran tema tabú de nuestra comunidad. 

Esto me causó algunos problemas serios cuando era niño. La única versión de la Biblia que usábamos era la King James. Ésta usaba el término “Holy Ghost” (que traducido al español sería Fantasma Santo). Esto era confuso para mí. Sentía como si el Fantasma Santo se suponía que era algo bueno, pero todos los fantasmas de los que había oído hablar, habían sido malos. Yo iba a los campamentos de los Boy Scouts, y nos sentábamos alrededor de la fogata en la noche y contaríamos historias de fantasmas. Éramos buenos en eso porque, ¡todos acabaríamos durmiendo en la misma tienda!

Me preguntaba cómo un fantasma podía ser bueno. Un sábado por la mañana, cuando tenía unos 12 años encontré la respuesta. Me subí a un autobús en Waco, Texas, donde crecí y me fui al centro al Teatro Strand, donde pagué nueve centavos para ver una doble matiné de vaqueros. Entre las películas metieron una serie y una caricatura.

Mientras miraba la caricatura esa mañana, mi teología del Espíritu (Fantasma) Santo se cristalizó repentinamente. La caricatura era, “Gasparín, el Fantasma Amistoso”. Se me ocurrió que el (Espíritu) Fantasma Santo era como Gasparín — siempre ahí para ayudarte, para levantarte, para sacudirte el polvo, para animarte, y para ayudarte a ganar tus batallas —.

Nunca tuve más problemas con el Espíritu (Fantasma) Santo hasta que tuve 16 años. A esa edad, todos los chicos de mi iglesia pasaban por un rito de iniciación llamado “Clase de Capacitación Bíblica para Jóvenes”. Se nos enseñaba cómo orar, enseñar, servir la comunión y demostrar que un metodista iba al infierno.

Causé un gran revuelo la noche que estudiamos al Espíritu Santo. El maestro comenzó preguntando, “¿Quién puede identificar al Espíritu Santo?”.

Aproveché la oportunidad. “El Espíritu  Santo”, espeté, “¡es como Gasparín, el Fantasma Amistoso!”.

Casi recibí el pie izquierdo del compañerismo esa noche. El maestro me puso a mecate corto. Me dijo en términos inequívocos que Gasparín no tenía nada que ver con el Espíritu Santo. “El Espíritu Santo”, explicó, “es la Biblia”. 

Así es. Se nos enseñaba que el Espíritu Santo es un objeto inanimado — un libro —. Si queríamos obtener el Espíritu, tendríamos que memorizar el libro. Cuanto más versos nos comprometiéramos a memorizar, cuanto más del Espíritu recibiríamos. 

Lea también:
»» Capítulo 2

Traducido por Donald Dolmus

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sábado, 29 de abril de 2017

Libro: Confiando en Dios - Parte I: La Misión

Parte I

La Misión

“Heme aquí, Señor — ¡Envía a alguien más!” —.


Evadiendo a Dios

Pasé 20 años huyendo tan duro como pude de Dios. Todo comenzó en 1959, cuando me gradué de la Universidad de Texas.

Había cursado la universidad en tres años, y estaba exhausto. Decidí faltar a clases por un año y trabajar para mi papá. Tenía la intención de usar el tiempo para descansar y decidir si iría a la escuela de derecho o a la escuela de posgrado.

Unos días después de que me mudé de regreso a casa, a través de una extraña serie de circunstancias, me encontré sirviendo como el pastor de una pequeña iglesia rural en Groesbeck, Texas. Supe, entonces, que Dios me estaba llamando a ser un ministro.

Pero yo no quería ser un ministro. Yo quería ser un político. Soñaba con ser gobernador o servir en el Congreso. Así que rechacé el llamado del Señor, y lo racionalicé diciendo, “Seré un político para Jesús”. En realidad, yo quería ser una gran cosa para Dave Reagan. 

Empujando al Señor a un Lado

Serví a la pequeña iglesia rural durante un año y luego fui a una escuela de posgrado de Boston para estudiar política internacional. La escuela se llamaba The Fletcher School of Law and Diplomacy (Escuela Fletcher de Derecho y Diplomacia). Era propiedad y era operada conjuntamente por las Universidades Tufts y Harvard.

Hasta ese momento en mi vida había sido muy bendecido. Había nacido en una familia cristiana, criado en la iglesia, recibí una educación sobresaliente, y me había enamorado de una bella joven cristiana con la que me había casado. 

Pero, cuando me fui a Fletcher, comencé a huir del Señor, y mi suerte comenzó a cambiar. No pude obtener mi maestría a tiempo porque no pude pasar el examen de idioma extranjero. Nunca había experimentado dificultades académicas de algún tipo antes en mi vida, y este fracaso fue una píldora amarga. Pero fui obstinado, y persistí. 

Me convertí en uno de los primeros de mi clase en obtener un doctorado. Pero no hallé satisfacción en este logro. De hecho, odié cada momento. Escribir la disertación fue un puro trabajo fastidioso para mí, hasta tal punto que sólo lo he mirado un par de veces desde el día en que lo terminé. Fue simplemente un paso necesario para obtener una tarjeta sindical para enseñar a nivel universitario — un título de doctor —.

En Búsqueda de Propósito

Anhelaba enseñar con gran entusiasmo, creyendo que esto llenaría el vacío que sentía tan fuertemente en mi alma. Pero no lo hizo. Cambié a una carrera en administración académica. Pensé que la vida tendría un nuevo significado si tan sólo pudiera escapar del confinamiento del salón de clases. No lo hizo.

Finalmente, en 1972, decidí dejar la vida académica atrás y buscar el cumplimiento de los sueños de mi infancia. Entré a la política. Me presenté para postularme al Congreso y, de nuevo, a través de una extraña serie de circunstancias, ¡terminé como candidato de la nominación Republicana para gobernador de Texas! Sólo tenía 34 años. Fue una experiencia embriagadora.

También fue una experiencia terriblemente decepcionante. Siempre había estado políticamente motivado por consideraciones altruistas. Soñaba con un gobierno honesto que serviría a las necesidades de la gente. Descubrí que la mayoría de las personas involucradas en la política son impulsadas por motivos egoístas. Tenía mi cabeza en las nubes. Yo hablaba de metas idealistas como revisar la anticuada constitución de Texas. Descubrí que la gente estaba más preocupada por cuestiones de dólares y centavos. 

Una vez más, probé la amargura del fracaso. Quedé en tercer lugar de siete participantes. Me enojé contra Dios en mi corazón. “¿Cómo pudo decepcionarme cuando quería hacer tanto bien en Su nombre”?

Sintiéndome Vacío

Durante los próximos años me concentré en pagar mis deudas de campaña. Regresé a la educación superior y serví como presidente de una facultad, decano de otra y vicepresidente de una tercera. Me mudé casi anualmente, dando poca consideración al efecto de una vida tan nómada sobre mi esposa y mis dos hijas. Todo lo que importaba era mi carrera.

Logré mucho en términos mundanos. Tuve posiciones de prestigio. Gané mucho dinero. Pero no había satisfacción. Me seguí sintiendo vacío por dentro. 

Moviéndome en una Nueva Dirección

Entonces un día tuve una  idea brillante. Decidí entrar en los negocios. Mi papá era un hombre de negocios muy exitoso, y me había instado durante años a salir de la torre de marfil y a vivir en el “mundo real”, al iniciar un negocio. 

De repente se me ocurrió que podría matar dos pájaros con un solo tiro. Podría quitarme a mi padre terrenal de encima al entrar a los negocios. Al mismo tiempo, podría quitarme a mi Padre Celestial de encima al establecer un negocio relacionado con la iglesia. Anuncié que iba a abrir una librería y centro de suministro cristianos. ¡Pensé que era un momento de genialidad puro!


Lea también:
»» Prefacio
»» Capítulo 2

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe


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martes, 25 de abril de 2017

Libro: Confiando en Dios - Índice



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Índice

Acerca del Autor
Prefacio


Parte I. La Misión

1) Evadiendo a Dios 
2) Encontrando a Dios a Medias
3) Limitando a Dios
4) Acudiendo a Dios
5) Un Milagro Transformador
6) Descubriendo a Dios
7) Luchando con Dios
8) Rindiéndome a Dios 

Parte II. El Ministerio

9) Andando por Fe
10) Recibiendo Bendiciones
11) Dependiendo de la Oración
12) Creyendo en los Milagros
13) Apoyándome en el Espíritu
14) Predicando con Poder
15) Subsistiendo con una Maleta
16) Manteniendo el Sentido del Humor
17) Enseñando el Futuro
18) Llenando las Ondas de Radio
19) Aventurándome en el Extranjero
20) Siguiendo las Pisadas de Jesús
21) Creciendo en el Señor


Parte III. El Mensaje

22) Conociendo la Época
23) Reconociendo la Época
24) Comprendiendo la Urgencia de la Época
25) Viviendo en la Época
26) Respondiendo a la Época


Postdata: 1994

27) Mirando Hacia Atrás Durante Siete Años

Epílogo: 2015

28) Celebrando Hitos
29) Experimentando el Impacto de la Tecnología
30) Haciendo la Transición a la Televisión
31) Produciendo Programas de Televisión 
32) Enfocándome en Escribir
33) Desarrollando Nuevas Formas de Ministerio
34) Involucramiento Continuo en Misiones
35) Duplicando Nuestro Ministerio
36) Recibiendo Milagros Financieros
37) Tratando con la Crítica
38) Seguir Riendo
39) Evaluando el Éxito
40) Mirando al Futuro

Traducido por Donald Dolmus

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lunes, 31 de octubre de 2011

La Biblia versus la doctrina calvinista que el Nuevo Nacimiento precede a la Fe

Fragmento

El pasaje principal acerca del Nuevo Nacimiento es Juan 3. En los versículos 1-8 Jesús le enseña a Nicodemo de que él debía nacer de nuevo, o no podría ver el reino de Dios. En el versículo 9, Nicodemo le pregunta a Jesús cómo puede ser esto. En los versículos 10-21, Jesús responde a esta pregunta y explica cómo un hombre nace de nuevo, ¡y la respuesta es que nace de nuevo por creer! (Jn. 3:14-16). Esto es exactamente lo que los calvinistas dicen que el pecador no puede hacer. ¿Cómo puede un hombre muerto creer?, razonan. Bueno, si vamos a tomar la analogía del "hombre muerto" literalmente, un hombre muerto tampoco puede pecar. Cuando la Biblia dice que el pecador está muerto en delitos y pecados significa que está separado de la vida divina de Dios debido al pecado. Llevar esta analogía más allá de la enseñanza real de la Biblia y darle otros significados, como razonar que dado que el pecador está muerto en delitos y pecados no debe ser capaz de creer, es pasar de la verdad a la herejía.

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
Source:
The Calvinism Debate

jueves, 13 de enero de 2011

Viviendo para Cristo en los Tiempos del Fin

Un Desafío a Prepararse para Su Cercano Regreso

Observaciones del Dr. David R. Reagan


La Biblia enseña claramente que la sociedad se degenerará en los tiempos del fin, llegando a ser tan mala como lo fue en los días de Noé (Mateo 24:37-39). El apóstol Pablo, hablando como un profeta, dice que la sociedad descenderá a un hoyo negro de inmoralidad, violencia y paganismo (2 Timoteo 3:1-5). Afirma que los hombres serán “amadores de sí mismos, amadores del dinero y amadores del placer”. Las personas serán “vanagloriosas, arrogantes e impías” y los hijos serán “desobedientes a los padres”.

Suena como al noticiero de la noche, ¿no es así? En resumen, hemos llegado hasta ese punto.

Señales de Persecución Venidera

Deberíamos estar profundamente preocupados acerca de estos acontecimientos, no sólo porque estamos siendo testigos de la destrucción de nuestra amada América, sino porque Jesús y Pablo profetizaron que cuando estas cosas ocurriesen, la Iglesia llegará a estar bajo ataque y los cristianos individuales serán perseguidos.

Jesús dijo que mientras la maldad aumenta, “el amor de muchos se enfriará” (Mateo 24:12). Declaró que en esta atmósfera hostil, muchos cristianos profesantes “apostatarán” y procederán a cooperar en la persecución de sus antiguos hermanos y hermanas en Cristo (Mateo 24:10). Pablo indica la misma cosa cuando dice que las personas serán “aborrecedores de lo bueno” y que serán, por lo tanto, “brutales” e “implacables”, ultrajando a aquellos que defienden la justicia (2 Timoteo. 3:2-4).

Estamos viendo que hoy estas profecías se están haciendo realidad ante nuestros propios ojos, aquí en Estados Unidos y alrededor del mundo. Mientras nuestra cultura se ha secularizado y paganizado, el Cristianismo, la Iglesia y los cristianos han llegado a estar bajo ataque creciente como “fanáticos intolerantes”. Los ataques se van a intensificar, y va a ser cada vez más difícil para los cristianos defender la justicia. Se perderán puestos de trabajo. Las carreras profesionales serán destruidas. Los cristianos incluso serán enviados a prisión por hablar en contra de males como la homosexualidad, porque tales pronunciamientos serán etiquetados como “crímenes de odio”.

¿Qué vamos a hacer entonces aquellos de nosotros que amamos a Jesús mientras enfrentamos una creciente ola de ridículo, hostigamiento y persecución por nuestra fe? ¿Cómo debemos vivir para Cristo en los tiempos del fin? Permítame sugerir algunas pautas.

1. Ordene sus prioridades

El punto de partida es revisar sus prioridades y asegurarse de que Dios es la primera en su vida. Sea honesto consigo mismo. No juegue. No se engañe a sí mismo.

La mayoría de los cristianos han permitido que sus prioridades se mezclen mucho. Por lo general, el trabajo o la carrera son la número uno, la familia es la segunda y Dios es la tercera o incluso la cuarta, detrás de una obsesión con deportes o algo similar.

Hágase esta pregunta: Si Dios fuera a darle una oportunidad para hacerle una petición, ¿cuál sería? ¿Le pediría dinero? ¿Poder? ¿Fama? ¿Éxito?

Salomón pidió sabiduría, pero David pidió algo diez mil veces más profundo – el pidió intimidad con Dios (Salmos 27:4). Y, debido a que puso a Dios en primer lugar, él declara en Salmo 27 que no temía a la vida (verso 1) o a la muerte (verso 13). Ésa es también la razón por la cual es recordado como el
“varón conforme al corazón de Dios” (Hechos 13:22).

2. Permanezca en la Palabra.

La Biblia dice que los tiempos del fin serán una era de engaño (Mateo 24:24; 1 Timoteo 4:1; 2 Timoteo 4:3-4). En cumplimiento de esa profecía, hoy estamos siendo bombardeados con falsos pero seductores sistemas religiosos ofrecidos por los cultos cristianos, religiones orientales y el Movimiento de la Nueva Era.

La mayoría de los cristianos profesantes son presa fácil para el engaño espiritual debido a que el cristiano promedio no está seguro de lo que cree. E incluso cuando es capaz de articular una creencia, normalmente no sabe por qué la cree. El resultado es que un Testigo de Jehová puede convertir a un cristiano promedio en un pretzel teológico en dos minutos.

Cualquiera puede ser engañado. Si va a protegerse a sí mismo contra el engaño, debe penetrar en la Palabra y permanecer en ella diariamente. Además, debe probar todo por la Palabra (1 Juan 4:1). Para los católicos, esto significa descartar doctrinas como el purgatorio, que no tienen ningún fundamento en absoluto en la Palabra. Para los protestantes, significa estar alertas a la torcedura de las Escrituras o a la manipulación de versículos fuera de su contexto. En cada doctrina, la Biblia necesita ser investigada desde Génesis hasta Apocalipsis, para ver lo que se dice sobre el tema en particular.


3. Crea en el Poder de Dios

Estoy convencido que la mayoría de los cristianos profesantes son deístas. Un deísta es una persona que cree en un dios impersonal que nunca interviene en los asuntos humanos. Según el Deísmo, se supone que debemos hacer frente con nuestra razón dada por dios, nuestros talentos y la sabiduría de las Escrituras. En cuanto al deísta se refiere, al final del Siglo I, Dios se retiró, lo sobrenatural cesó y la edad de los milagros llegó a su fin.

Pero las Escrituras hebreas enseñan que Dios nunca cambia (Malaquías 3:6). Y el Nuevo Testamento declara específicamente que “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8).

No hay forma que podamos afrontar el mal de la sociedad de los tiempos del fin con nuestra propia fuerza. Cualquiera que intente hacerlo será derrotado. Nuestra única esperanza es acudir a Dios quien está sano y salvo, quien aún está en el trono, quien oye y responde las oraciones y quien aún realiza milagros.

Debemos darnos cuenta que la Biblia enseña que podemos limitar a Dios por nuestra incredulidad. Esto es una gran paradoja. Piense en ello – a pesar de que Dios es todopoderoso (Lucas 1:37), nosotros que somos impotentes en comparación podemos, no obstante, limitar Su poder por nuestra incredulidad (Marcos 6:1-6). Eso es debido a que Dios es un caballero. El no se impone a Sí mismo sobre nosotros. Si queremos intentar hacer frente por nuestra cuenta, El nos dejará. El responde cuando nos acercamos a Él en fe (Santiago 1:6).

4. Persista en la Oración

Una de las mayores bendiciones que Dios les ha dado a los creyentes es la comunicación sobrenatural. Dios nos cuida personalmente (1 Pedro 5:7), y desea comunicarse con nosotros (Santiago. 4:8). Debido a que nos ama, Él desea fervientemente nuestra compañía (Juan 4:23).

La tragedia es que la mayoría de los cristianos profesantes parecen estar inclinados a acudir a la oración como un último recurso – sólo cuando todo lo demás ha fallado y la situación se ha vuelto desesperada. Algo de esta renuencia a buscar a Dios en oración es debido al orgullo, y por eso, las Escrituras nos exhortan continuamente a humillarnos a nosotros mismos (1 Pedro 5:6). Otros fallan en depender de la oración debido a la incredulidad. Piensan que a Dios no le importa o sino piensan que ya no está activo en la historia.

Pero la Biblia dice que “no tenemos porque no pedimos” (Santiago 4:2). ¿Cuántas bendiciones de Dios ha dejado en la mesa debido a que intentó manejar sus problemas usted mismo? La Biblia también dice que “las oraciones del justo pueden mucho” (Santiago 5:16). ¿Interpreta que esto significa que el poder de sus oraciones depende de su rectitud? Eso no es lo que significa. Si usted es realmente un nacido de nuevo, entonces es una persona justa porque usted está vestida con la justicia de Jesús (Isaías 61:10).

5. Dependa del Espíritu Santo

La mayoría de los cristianos profesantes parecen tener miedo del Espíritu Santo. Esto es debido usualmente a la falta de conocimiento con respecto al Espíritu. Por ejemplo, hay una tendencia a desestimar al Espíritu Santo como alguna clase de fuerza impersonal – como “La Fuerza” en Las Guerras de las Galaxias.

Necesitamos entender que el Espíritu Santo es una persona. Él es la presencia sobrenatural de Dios en el mundo hoy. El realiza una doble función. Para el incrédulo, Él es el Evangelista de Dios. Él es el que obra en los corazones humanos para atraerlos a la Cruz en arrepentimiento. Nadie es salvado aparte del testimonio del Espíritu (Juan 6:44, 65).

Con respecto al creyente, el Espíritu Santo es la presencia de Dios que mora en nosotros para proporcionarnos poder y orientación. El es nuestro Facultador. Es también el Alfarero de Dios, porque una de sus responsabilidades básicas es moldear cada día a los creyentes más plenamente en la imagen de Jesús (2 Corintios 3:17:18).

Una de las ironías de la vida cristiana es que no podemos servir a Dios con nuestra propia fuerza. Por el contrario, la única forma en la que podemos servir efectivamente al Señor es dependiendo en el poder de Su Espíritu Santo, que reside dentro de nosotros. Es posible apagar y contristar al Espíritu (1 Tesalonicenses 5:19; Efesios 4:30).

La Palabra nos llama a ser llenos del Espíritu (Efesios 5:18). Esto sólo puede ocurrir si estamos dispuestos a liberar al Espíritu para que se convierta en el Señor de nuestras vidas. La mayoría de nosotros estamos contentos con dejar que el Espíritu sea un residente en nuestras vidas. El no quiere ser simplemente un residente; El quiere ser el Presidente.

¿Es ése el caso en su vida? ¿Está el Espíritu Santo en el trono de su vida? ¿O está siendo tratado como un huésped indeseable? No hay ninguna forma en la que usted será capaz de resistir las presiones de la sociedad de los tiempos del fin sin depender diariamente del poder del Espíritu de Dios.

6. Practique una Fe Tenaz


La fe viene fácil cuando todo está yendo tranquilamente. Cuando hay buena salud y prosperidad, es fácil alabar al Señor. La prueba de la fe viene cuando todas las circunstancias de la vida se vuelven amargas.

Dios no les ha prometido a los creyentes un jardín de rosas. Vivimos en un mundo caído. La lluvia cae sobre los justos y los injustos. Los inicuos prosperan. La justicia rara vez prevalece.

Es fácil para los justos desanimarse. Esto requiere la práctica de una fe dura – la clase de fe que no depende de las circunstancias. Es la clase de fe que resiste cuando las cosas se ponen duras debido a una creencia confiable que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien” (Romanos 8:28).

Dios nunca promete que los creyentes serán inmunes al sufrimiento. Lo que sí promete es que Él estará ahí para caminar con nosotros a través de las pruebas. Promete estar junto a nosotros cuando “pases por las aguas” y “pases por el fuego” (Isaías 43:2). Y Él declara que estará ahí cuando “ande en valle de sombra de muerte” (Salmos 23:4).

¿Cuál es la calidad de su fe? Cuando la vida se vuelve amarga, ¿se vuelve a Dios o lo cuestiona o aun lo maldice? Una de las claves para mantenerse firme es aprender las promesas de la Palabra de Dios (como Filipenses 4:6-7, 11-13, 19) y empezar a reclamarlas en oración cuando nos enfrentemos a los desafíos de la vida.

7. Mantenga una Perspectiva Eterna


Tenemos que estar en el mundo, pero no ser del mundo (Juan 17:11, 16). Ése es un principio difícil de seguir. Constituye una lucha diaria.

Es muy fácil quitar nuestros ojos del Señor y enfocarnos en cambio en el mundo en el que vivimos. Las exigencias diarias son muy apremiantes. Y una de las más grandes de estas exigencias es que nos conformemos al mundo – al lenguaje, a la vestimenta, al entretenimiento y a los valores del mundo.

Es por eso que somos exhortados constantemente en las Escrituras a considerarnos como “peregrinos, exiliados y extranjeros”, que sólo estamos atravesando este mundo (Hebreos 11:13 y 1 Pedro 2:11). Se nos dice que debemos “poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:2). Y se nos advierte a no enamorarnos nunca con el mundo o a acomodarnos a él (Romanos 12:2 y 1 Juan 2:15-16). De hecho, Jesús dijo que debemos “aborrecer nuestra vida en este mundo” (Juan. 12:25), y Su hermano, Santiago, dijo, “la amistad con el mundo es enemistad contra Dios” (Santiago 4:4).

¿Qué significa aborrecer al mundo? Significa que debemos aborrecer el maligno sistema mundial que prevalece en la sociedad. Debemos aborrecer un sistema que glorifica la violencia y la inmoralidad y que deprecia el valor de la vida.

Tal como C.S. Lewis una vez dijo: “Debemos vivir como comandos detrás de las líneas enemigas, preparando el camino para la venida del Comandante en Jefe”. En otras palabras, debemos vivir añorando el día cuando Jesús irrumpirá desde los cielos para traer la paz, la rectitud y la justicia a la tierra.

8. Aguarde a Jesús

Esto nos lleva a la directriz final que me gustaría enfatizar con respecto a cómo vivir para Jesús en los tiempos del fin. La Biblia nos dice sin rodeos que debemos vivir “aguardando a Jesús” (Tito 2:13).

La mayoría de los cristianos están tan atrapados en el mundo, que viven pensando acerca de cualquier cosa, menos en el regreso de Jesús. Ésta es una situación triste porque el regreso de Jesús es nuestra “bienaventurada esperanza” (Tito 2:13). Y Su regreso es inminente.

Otro problema es que la mayoría de los cristianos conocen tan poco acerca de la profecía bíblica que no pueden emocionarse acerca del regreso del Señor. ¿Cómo puede emocionarse acerca de un evento acerca del que no sabe nada? La ignorancia produce apatía.

Y la apatía acerca del regreso del Señor tiene consecuencias trágicas. Nos roba una perspectiva eterna y destruye cualquier sentido de urgencia acerca de alcanzar a las almas perdidas. También socava una poderosa motivación para vivir en santidad.

Verá, cuando una persona llega a creer realmente que Jesús va a regresar y que lo puede hacer en cualquier momento, esa persona estará motivada hacia la santidad y el evangelismo. Con respecto a la santidad, el apóstol Juan lo dijo de esta manera: “Sabemos que cuando El se manifieste [el Rapto], seremos semejantes a Él [glorificados]…Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como Él es puro” (1 Juan 3:2-3).

Con respecto al evangelismo, Pedro escribe que la única razón por la que Jesús no ha regresado aún es debido a que “Dios no quiere que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9).

Un Espejo Espiritual


Pablo nos proporciona un espejo espiritual para la conducta en los tiempos del fin. Dice que debemos “renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y vivir en este siglo sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo” (Tito 2:12-13)

Cuando usted mira este espejo, ¿qué es lo que ve?

¿Está caminando en el centro de la voluntad de Dios?

¿Ha ordenado sus prioridades para poner a Dios en primer lugar?

¿Está permaneciendo en la Palabra de Dios, probando todo por medio de ella?

¿Cree en un Dios personal, bondadoso y todopoderoso que escucha y responde las oraciones y que aún hace milagros?

¿Está dependiendo diariamente del poder del Espíritu Santo?

¿Está practicando una fe resistente, negándose a permitir que las calamidades de la vida le abrumen?

¿Está manteniendo una perspectiva eterna, negándose a acomodarse a este mundo?

¿Está aguardando a Jesús diariamente?

¿Está el Rapto en su corazón?

¿Está la palabra “Maranatha” en sus labios?

Una pintura del Rapto, de Cathy Cotter-Smith. Cathy es una profesora de Arte en la Universidad Collin en Plano, Texas. Su esposo, Jack Smith, sirve en la Junta de Fideicomisarios de Lamb & Lion. Las pinturas de Cathy de escenas en Israel fueron exhibidas en el calendario del 2008 de Lamb & Lion.

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Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (
endefensadelafe.org)

Original article:
Living for Christ in the End Times (pdf)

Cortesía de:
Lamb & Lion Ministries (
lamblion.com)

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