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martes, 24 de septiembre de 2013

Enseñando Profecía Bíblica en la Isla de Cuba



A finales de julio, viajé a Cuba para enseñar en un seminario ubicado en La Habana. No fue mi primera visita a un país comunista. He estado en Rusia y en muchos de los países de Europa del Este cuando estaban controlados por los comunistas. He visto de primera mano cómo el Comunismo puede destruir literalmente una economía, esclavizar a la gente, y robarles toda esperanza.

Pero Cuba todavía me sorprendió. El lugar está congelado en el tiempo. Ir allí es como entrar en una máquina del tiempo y viajar de regreso a la década de 1950. La revolución de Fidel Castro tuvo éxito en 1959, hace 54 años, y todo el progreso se detuvo en seco en aquel momento. Castro confiscó todo — casas, autos, negocios, plantaciones y cuentas bancarias . Luego todo fue “redistribuido” a las masas. El resultado fue la destrucción de la clase media. Hoy en día, una pequeña élite comunista gobierna con una mano de hierro sobre una población que está sumida en la miseria.

Sede de un comité de vigilancia de barrio.

De manera clásica comunista, cada ciudad y pueblo cuenta con comités de vigilancia de barrios que son llamados “Comités para Defender la Revolución”. Estos comités vigilan todo lo que está pasando en su área asignada, y hacen informes al gobierno de cualquier cosa que ellos consideren sospechosa, por los cuales reciben recompensas.

El ingreso promedio es de US$30 por persona por mes. Nadie es dueño de nada. Las casas y los carros simplemente son legados de generación en generación, y pueden ser quitados en cualquier momento si alguien de la familia se pasa de la raya.

Muy pocos autos nuevos se han importado al país desde 1959. El curioso resultado es que por dondequiera que usted mire, se ven los Chevrolet Bel Airs y Ford Fairlanes de la década de 1950. ¡Llegué a la conclusión de que Cuba debe ser el “cielo” donde los Chevrolet y los Ford de 1950 van cuando mueren! Es increíble pensar que estos carros estén aún resoplando después de 50 años. A todos a los que me subí, estaban despojados en su interior de sus paneles de las puertas y del techo. No eran más que cascarones metálicos con un motor que sonaba como a una segadora McCormick.

Un antiguo Chevrolet de 1950 convertido en taxi. Observe todos los autos viejos en el fondo. Fotografiado en el centro de La Habana. 

El alimento básico es el arroz con frijoles negros, que puede ser servido en todas las comidas. Tienen acceso a una variedad de frutas tropicales, muchas de las cuales crecen en sus patios. Para ocasiones especiales, pueden comer pollo.

Las personas no tienen acceso a Internet. Supongo que la idea detrás de esto es mantenerlas ignorantes acerca de la forma en la que el resto del mundo vive.

Mi único descubrimiento sorprendente fue el grado de libertad religiosa que se le ha concedido al pueblo de Cuba. Las iglesias en las casas están permitidas y los seminarios son tolerados, a diferencia de China, donde los cristianos son perseguidos, las iglesias están severamente limitadas en número y los seminarios están celosamente vigilados, permitiendo sólo un puñado de graduados cada año. Sin embargo, ningún grupo religioso en Cuba puede transmitir por radio o televisión o publicar un anuncio en un periódico. Hablando de los medios de comunicación, me dijeron que sólo hay cuatro cadenas de televisión en Cuba, y cuando pregunté lo que eran, me dijeron, “¡Castro, Castro, Castro y más Castro”. Uno de los líderes cristianos cubano me dijo que el gobierno deja en paz a las iglesias a menos que haya un informe de que el pastor se haya pronunciado en contra de algunas políticas gubernamentales.

Tuve a un grupo de 42 estudiantes en mi clase de seminario acerca de los fundamentos de la profecía bíblica. Casi todos eran pastores. Había algunos ancianos y unas cuantas mujeres. Fueron muy cordiales, y disfruté compartir la Palabra de Dios con ellos y responder a sus muchas preguntas. Enseñé durante cuatros días completos en una habitación que cómodamente podía acoger a sólo unas 30 personas. Así pues, estábamos atestados en un pequeño espacio sin aire acondicionado durante días cuando la temperatura alcanzaba los 38° y la humedad se sentía como si fuera del 95 por ciento. Fue la obra misionera más difícil que he hecho.

Dave y Don Otto, con su traductora al español, Tamara.

Mi maravilloso anfitrión fue un gran hombre de Dios llamado Don Ott. Don es un psicólogo clínico que vive en Arkansas. En su “tiempo libre”, pastorea una iglesia, enseña en un instituto bíblico, y hace viajes misioneros por todo el mundo. Fue un anfitrión perfecto.

Regresé a casa totalmente agotado y enfermo. Desde entonces he estado orando que fui capaz de lograr lo que Dios tenía en mente para esta jornada.

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)
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