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jueves, 9 de noviembre de 2017

Un Breve Examen de Algunos de los Problemas de la Teología Reformada

Por George Zeller 



Como creyentes comprados con la sangre de Cristo podemos dar gracias a Dios por la Reforma y por las grandes verdades que fueron recuperadas por los Reformadores: la suficiencia de la Escrituras, la justificación por fe y el sacerdocio universal de cada creyente, por nombrar sólo unas pocas. En muchos sentidos, la Reforma fue un movimiento de regreso a la Biblia. Hoy día nuestra meta también debería ser siempre regresar a la Biblia, no un regreso a la Reforma. Siempre es mejor volver a las fuentes prístinas de las Escrituras (Salmo 12:6) en vez de volver a las corrientes contaminadas río abajo. El propósito de este breve artículo es destacar ciertos problemas de la Teología Reformada que tienen importantes implicaciones prácticas para la vida y el ministerio del creyente.

¿Tenemos Realmente un Evangelio Para Todos los Hombres?

Pablo enseñó que las buenas nuevas del evangelio incluyen el hecho de que “Cristo murió por nuestros pecados” (1 Corintios 15:1-4). ¿Podemos honestamente compartir estas buenas nuevas con todos los hombres en todas partes? La mayoría de los hombres reformados creen que Cristo murió como Sustituto y pagó el castigo por el pecado solamente por los elegidos, es decir, solamente por los que finalmente serán salvos. La Biblia usa toda clase de términos universales para dejar en claro que el Salvador murió por los pecados de toda la raza de Adán (Isaías 53:6; Juan 3:16; 6:51; 1 Timoteo 2:6; Hebreos 2:9; 1 Juan 2:2; 2 Pedro 2:1; etc.). 

El Dr. Jay Adams explica que él no tiene un evangelio para todos los hombres: “Como cristiano reformado, el escritor cree que los consejeros no deben decir a un consultante inconverso que Cristo murió por él, porque no puede decir eso. Nadie sabe, excepto Cristo, mismo quiénes son sus elegidos por quienes Él murió” (Capacitado para Orientar, énfasis mío). En agudo contraste con el limitado mensaje de Adams está lo siguiente, de alguien que conoció el corazón desbordante de Roberto Moffat: “Uno de los misioneros más grandes de los tiempos modernos (Sr. Moffat), uno de los más dotados, uno de los más devotos, uno de los más honrados y exitosos, cuando le pregunté por allá por el año 1841, qué evangelio predicaba a sus pobres africanos, contestó que era una máxima para él y sus compañeros decir a todos por igual que Cristo murió por ellos” (James Morison, The Extent of the Atonement, p.112).

¿Cómo podemos ofrecer con sinceridad a los hombres lo que no ha sido provisto para ellos? ¿Cómo podemos ofrecerles un don gratuito si el don no ha sido adquirido para ellos? ¿Cómo podemos apremiarles a beber de la fuente de vida si no hay una provisión de agua para ellos? ¿Cómo podemos decirles que sean salvos si Cristo no proveyó para su salvación? ¿Cómo podemos decirle a una persona, “Toma este remedio y serás sano” si no hay medicina para tomar y no se ha provisto curación?

Los hombres reformados, si son honestos, tienen un evangelio muy incierto: “Quizás Cristo murió por ti”. “Tal vez Dios te amó tanto”. “Quién sabe si Cristo derramó Su sangre por ti”. “Salvación ha sido provista para ti, puede ser”. “Posiblemente Dios muestra Su amor para contigo”. “Esperamos que Él sea la propiciación por tus pecados”. “Es posible que Cristo muriera como tu Sustituto”. “Puede ser que te traiga buenas nuevas”. Esto sería como decir, “Sé que tienes un problema, pero no estoy seguro si hay un remedio para tu problema. Sé que tienes una terrible enfermedad, pero no estoy seguro que haya un remedio para ti. Puede ser que tu caso no tenga esperanza. Sencillamente no sabemos si hay un Salvador para ti”. Cuán agradecidos debemos estar de que realmente hay un “Salvador para todos los hombres” (1 Timoteo 4:10).

¿Tenemos que ser Salvos Antes de Poder Creer?

Todos reconocemos que la salvación es una obra sobrenatural de Dios, y que nadie puede ser salvo sin la iluminación divina (Mateo 16:17; Hechos 16:14), y sin la convicción interior del Espíritu (Juan 16:7-11). Dios, el Espíritu Santo persuade y convence al mundo del pecado de incredulidad (Juan 16:9). A los que están en tinieblas se les ordena y son responsables de recibir al Señor Jesucristo, la Luz del mundo. En el momento de la regeneración un hijo de ira llega a ser un hijo de Dios y posee la vida misma y la luz de Dios. En el instante mismo en que cree en el Señor Jesucristo, él es regenerado y salvado eternamente (Juan 1:12; Gálatas 3:26; Hechos 16:30-31). Los hombres reformados dicen que la regeneración precede a la fe. La Biblia enseña que un hombre tiene que creer para vivir (Juan 20:31; Juan 6:47); ellos enseñan que un hombre tiene que vivir para creer.

Charles Spurgeon se dio cuenta de la tontería de decir que un pecador tiene que ser regenerado antes de que pueda creer: “Si he de predicar fe en Cristo a un hombre regenerado, entonces el hombre, siendo regenerado, ya es salvo y es una cosa ridícula e innecesaria que yo le predique a Cristo y le inste a creer para ser salvo, si él ya es salvo, puesto que ha sido regenerado. ¿Tengo que predicarles la fe solamente a los que ya la tienen? Eso es realmente absurdo. ¿No es esto como esperar que el hombre sea sano para luego traerle la medicina? Esto es predicar a Cristo a los justos y no a los pecadores” (Spurgeon, sermón titulado “Garantía de la Fe”).

Algunos hombres reformados llevan aun más lejos esta enseñanza aberrante. Ellos dicen que un bebé puede ser regenerado a una temprana edad, aunque no llegue a tener fe en Cristo hasta años más tarde. Pregunté a R.C. Sproul acerca de esta enseñanza y su asistente, V.A. Voorhis contestó en su lugar: “La regeneración siempre precede a la fe…el infante puede llegar a tener fe muchos años después que Dios ha obrado por medio de Su Santo Espíritu en él para regenerarlo” (De una carta de V.A. Voorhis con fecha 1/6/2000). Esta extraña enseñanza, que no es bíblica, sugiere que un infante puede haber nacido de nuevo y, sin embargo, no llegar a ser un creyente hasta después de varios años.

Nuestro Entendimiento de la Soberanía de Dios, ¿es un Obstáculo o un Aliciente para el Evangelismo Personal?

La Escrituras enseñan la doctrina de la elección (Efesios 1:4; 2 Tesalonicenses 2:13), aunque buenos hombres de Dios tienen una variedad de ideas sobre de sus particularidades. George Whitefield y John Wesley tenían diferentes puntos de vista en cuanto a la elección, sin embargo, se estimaban mutuamente y ambos hombres sabían emplearse y ser empleados en la salvación de los perdidos. La visión que uno tenga de la soberanía de Dios es muy defectuosa si desanima o apaga el celo evangelístico. Para ilustrar la presunción y el feo exclusivismo de algunos calvinistas extremos, considera el siguiente verso de un antiguo himno particular bautista: “Nosotros somos los pocos elegidos de Dios, dejen que los demás se condenen; hay suficiente lugar en el infierno para ustedes, no queremos un cielo atestado”. Obviamente, éste es un ejemplo extremo, pero cualquier intento de usar la doctrina de la elección como excusa para ser negligente en alcanzar a los hombres perdidos es aborrecible para Dios, quien quiere que “todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” (1 Timoteo 2:4).

Un sano entendimiento de la soberanía de Dios sólo puede animar a un fiel ganador de almas. Entiende que es solamente Dios Quien salva, de modo que tiene que depender totalmente de Él. Sus propios argumentos intelectuales o sus ingeniosos métodos nunca llevarán a un hombre a la fe en Cristo. Sólo Dios puede abrir los ojos de los ciegos. Sólo Dios puede hacer la obra de convicción que convencerá a hombres perdidos de su desesperada necesidad del Salvador. Esto debería dar como resultado un evangelismo que está bañado en oración, en total dependencia del Señor de la mies.

¿La Clave Para la Vida Cristiana se Encuentra en el Monte Sinaí o en el Monte Calvario?

Los hombres reformados ponen a los creyentes bajo la ley, no para la justificación, sino para la santificación. Ellos enseñan que el creyente está bajo la ley como regla de vida. En contraste con la teología reformada, el dispensacionalismo nos enseña que para encontrar la regla de vida para el creyente no hay que ir al monte Sinaí, sino al Monte Calvario. El Monte Sinaí es incapaz de justificar a una persona y el Monte Sinaí también es incapaz de santificar a una persona. La regla de vida para un creyente no es la ley. Jesucristo lo es: “Para mí el vivir es Cristo” (Filipenses 1:21). ¿Cómo vivía Pablo? ¿Cuál era su regla de vida? ¿Vivía por las obras de la ley? ¿Encontró su regla de vida en el Monte Sinaí? Nótese lo que dice un gran apóstol, “Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Gálatas 2:20). Pablo vivía por la regla de la “nueva criatura” que fluye del Monte Calvario (Gálatas 6:14-16).

Al gloriarnos en la cruz, nos damos cuenta de nuestra maravillosa identificación con Cristo en Su muerte y resurrección y afirmamos estos hechos por fe (Romanos 6; Colosenses 3:1-4; Gálatas 2:20). El Monte Sinaí nunca ha producido una nueva criatura, un nuevo hombre. Sólo puede condenar al viejo hombre. La clave para vivir la vida cristiana se encuentra en el Monte Calvario y se basa en la perfecta obra realizada por nuestro Salvador.

¿Es la Rendición al Señorío de Cristo un Requisito para la Salvación?

Muchos en el campo reformado se adhieren a lo que ha sido llamado “Salvación por Señorío”. El Dr. Renald Showers ha ayudado a clarificar esto: “Por una parte hay una “creencia fácil” que sostiene que un mero asentimiento mental a ciertas verdades salva a una persona. Por otra parte, para corregir este error, algunos han agregado cosas al evangelio y a los requisitos bíblicos para la salvación (salvación por Señorío)… Hay una clara distinción entre un requisito para la salvación y el resultado de la salvación. Estas dos cosas no deben ser confundidas. La disposición y el deseo de que Cristo gobierne la vida de uno, son impulsados por la nueva vida espiritual impartida por el Espíritu Santo cuando Él regenera al creyente en la salvación. El inconverso no puede ni quiere someterse al gobierno divino (Romanos 8:7). Tal como el árbol no puede dar manzanas a menos que tenga la naturaleza de un manzano, así una persona no puede tener la voluntad y el deseo de someterse al gobierno de Cristo a menos que posea la nueva naturaleza que se recibe por la regeneración en la salvación (2 Pedro 1:3-4). De modo que incluso la voluntad y el deseo de someterse al gobierno de Cristo es el resultado y no un requisito para la salvación” (“The Trouble with Lordship Salvation” –El Problema de la Salvación por Señorío—publicado en Word of Life 1990 Annual, pps.18-19).

El sencillo mandamiento que Dios ha dado a los inconversos es “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hechos 16:31). La salvación no se basa en las realizaciones del hombre o en los compromisos del hombre; se basa solamente en la perfecta obra acabada de Cristo. La fe es descansar sobre lo que Cristo ya ha realizado. Redefinir la fe salvadora agregando otros requisitos es pervertir el evangelio. Rendirse al Señorío de Cristo…Estar dispuesto a obedecer al Señor en todo…Amar a Cristo por sobre todo…Cumplir las demandas del discipulado…éstos no son requisitos para la salvación. La salvación es por la gracia de Dios basada sobre la Persona y la obra de Cristo. Significa confiar en Él y solamente en Él. No se basa en los frágiles compromisos del pecador. Si así fuera, ninguno de nosotros podría calificar para el cielo. De modo que rechazamos la Salvación por Señorío, pero de todo corazón abrazamos la Santificación por Señorío. Una vez que somos salvos, la sumisión al Señorío de Cristo y la obediencia a todos Sus mandamientos es esencial, por cuanto el Señor es el que produce en nosotros el querer como el hacer, por su buena voluntad (Filipenses 2:12-13). 

¿Podemos Realmente Entender Literalmente las Profecías de Dios?

Cuando se trata de las claras declaraciones proféticas de Dios, los hombres reformados han abandonado el sentido llano y normal del texto bíblico. Ellos niegan que el Mesías establecerá Su glorioso reino en esta tierra, negando así cientos de pasajes que se encuentran en los escritos de los profetas (tales como Isaías 2:1-5; 11:1-12; Jeremías 23:5-8; etc.). Muchos niegan que Israel tenga algún futuro en el programa de Dios (a pesar de Jeremías 31:35-37). Creen, en cambio, que la Iglesia ha reemplazado a Israel, robándole así sus bendiciones. En la mayoría de los círculos reformados, la palabra “rapto” es ridiculizada y menospreciada, despojando así a los creyentes de la bienaventurada esperanza de la inminente venida de nuestro Señor por los Suyos. Muchos hombres reformados han adoptado el preterismo, un sistema de interpretación que dice que todas o casi todas las profecías ya se han cumplido en el pasado. Ellos enseñan que la gran tribulación y la venida del Señor ya sucedieron en o alrededor del año 70 d.C. En vista de estas cosas, los hombres reformados están transmitiendo este mensaje: “No hay rapto; no hay segunda venida; no hay un reino; y no hay futuro para Israel. Y cuando Dios dice algo sobre el futuro, no tomen Sus palabras en serio. Él no quiere realmente decir lo que dice”.


Fuente: Middle Town Bible Church

jueves, 15 de junio de 2017

La Salvación tal como es Enseñada en la Biblia


El propósito de este estudio es ver lo que Dios ha dicho acerca de la salvación. No es suficiente leer solamente estas afirmaciones. Rogamos que se tome el tiempo de buscar cada referencia en las Escrituras para ver por sí mismo que la Biblia enseña realmente estas verdades. Le animamos a ser como aquellos que son descritos en Hechos 17:11: 

“Y estos eran más nobles que los que estaban en Tesalónica, pues recibieron la palabra con toda solicitud, escudriñando cada día las Escrituras para ver si estas cosas eran así”. 

¿Quién es Dios? 

El Dios vivo es Santo (Isaías 6:3; 57:15; 1 Pedro 1:15; Apocalipsis 4:8), por lo cual Él está absolutamente apartado y separado de todo lo que es pecaminoso (Isaías 59:2; Salmo 24:3-4; Isaías 6:3-5). La Biblia me enseña que Dios, en Su absoluta santidad y en Su inagotable misericordia, ha provisto un camino para que yo pueda ser salvo y para que pueda llegar al pleno  conocimiento de la verdad (Juan 14:6; 1 Timoteo 2:3-6).  

¿Quién soy yo? 

Yo soy un pecador perdido (Salmo 14:1-3; Romanos 3:10-18, 23; Isaías 53:6; Salmo 51:5; 1 Reyes 8:46) y mi corazón es engañoso y perverso (Jeremías 17:9-10; Marcos 7:20-23; Mateo 7:11). De modo que soy culpable ante el Juez justo de toda la tierra (Romanos 3:19) y estoy bajo la ira y la condenación de un Dios santo (Romanos 1:18; 2:1-9; Juan 3:18, 36). 

¿Qué merezco? 

Por causa de mi condición pecaminosa y malvada yo merezco la pena de muerte (Ezequiel 18:4; Génesis 2:17; Romanos 1:32; 6:23), la que incluye la eterna separación de Dios y el eterno castigo por Dios; aun el lago de fuego, que fue preparado para el diablo y sus ángeles (2 Tesalonicenses 1:8-9; Mateo 25:41, 46; Marcos 9:42-48; Apocalipsis 20:11-15; 21:8). 

¿Qué es el Evangelio (Buenas Nuevas)? 

Por causa de Su maravilloso amor y misericordia, Dios envió a Su amado Hijo al mundo (Juan 3:17; Mateo 1:21-23; Lucas 19:10; 1 Timoteo 1:15). El Señor Jesucristo, quien es el eterno Dios (Juan 1:1; Isaías 7:14; 9:6; Miqueas 5:2; Tito 2:13) y el Creador de todas las cosas (Juan 1:3; Colosenses 1:13-16), murió en la cruz en mi lugar y como mi sustituto y así pagó la pena de muerte por mí (Isaías capítulo 53; Romanos 5:6-8; 1 Corintios 15:3; 2 Corintios 5:21; Gálatas 1:4; 1 Pedro 2:24; 3:18; 1 Juan 2:2; 3:16; 4:10). Él también resucitó de los muertos como comprobación de que Dios el Padre estaba complacido y satisfecho de que la pena de muerte fue plenamente cancelada por Dios el Hijo (1 Corintios 15:4-20; Romanos 4:25) y para demostrar que Él (Jesucristo) era y es todo lo que Él  aseguraba ser (Romanos 1:4).  

¿Qué debo hacer para ser salvo? 

En vista de quién es Cristo y lo que Él  ha hecho en la cruz por mí,  es responsabilidad mía creer en el Señor Jesucristo (Hechos 16:30-31; Juan 3:16, 18, 36). Esto significa que yo debo venir a Cristo (Juan 6:35-37) y recibirlo como mi Salvador y Señor personal  (Juan 1:12; Romanos 6:23), comprendiendo y creyendo los siguientes hechos: 

• El Señor Jesús es el único Salvador (Hechos 4:12; Juan 10:9; 14:6). No hay salvación fuera de Él.

• El Señor Jesús murió y resucitó para mi salvación (1 Tesalonicenses 4:14; 1 Corintios 15:3-4; Romanos 10:9).

• El Señor Jesús puede salvarme (Hebreos 7:25; Isaías 59:1; Mateo 19:24-26).

• El Señor Jesús quiere salvarme (Juan 6:37; compare con 1 Timoteo 2:4).

• El Señor Jesús me salvará si yo confío en Él y sólo en Él como mi Salvador (Juan 3:16). 

También debo darme cuenta de que no soy salvo...

»» Por buenas obras (Isaías 64:6; Efesios 2:9; Tito 3:5)

»» Por tratar de guardar la ley (Romanos 3:20; Gálatas 2:16; Santiago 2:10).

»» Por el bautismo en agua (Efesios 2:8-9; Hechos 16:31). 

Soy salvo solamente por la gracia y la misericordia de Dios por medio de la fe (Efesios 2:4-9 y Tito 3:4-7). Fe es descargar todo mi peso en Cristo (en quién es Él, en lo que Él ha hecho y en lo que Él ha dicho). Nada traigo en mis manos, sólo me aferro a Tu cruz. 

¿Cómo puedo saber que soy salvo? 

Porque Dios no puede mentir (Tito 1:2; Hebreos 6:18) y porque Jesucristo siempre es fiel (Hebreos 13:8), con confianza y alegría acepto y descanso en las siguientes promesas de salvación:

Mateo 11:28; 
Juan 1:12; 3:16; 3:18; 3:36; 5:24; 6:35; 6:37; 6:47; 10:9; 11:25; 
Hechos 10:43; 16:31; 
Romanos 10:9; 10:13; 
1 Juan 5:11-12. 

¿Qué debo hacer ahora que soy salvo? 

Ahora que soy un creyente en Cristo, es mi responsabilidad crecer y seguir creciendo en la gracia y en el conocimiento de mi Señor y Salvador Jesucristo (2 Pedro 3:18).

Para ser un creyente sano y que crece debo: 

»» Ser bautizado en obediencia al mandamiento de Cristo (Mateo 28:19-20; Hechos 10:48; 2:38) y como un testimonio público de mi nueva vida en Cristo (2 Corintios 5:14-17; Romanos 6:3-11; Gálatas 2:20).

»» Alimentarme diariamente de la Palabra de Dios (1 Pedro 2:2; Mateo 4:4; Salmo 119:97).

»» Venir a Dios y venir ante Dios diariamente en oración (Hebreos 4:16; 1 Tesalonicenses 5:17; Lucas 18:1).

»» Asistir fielmente a una iglesia que cree y enseña la Biblia (Hechos 2:42; Hebreos 10:25).

»» Confesar mis pecados (el pensar, el actuar y el ser que no está en armonía con la Santa Persona de Dios; mi carácter y conducta que no es igual a la de Él) a Dios diariamente y estar de acuerdo con Él en que lo que he hecho es pecaminoso a Sus ojos (1 Juan 1:8-2:2 y ver especialmente 1 Juan 1:9; Salmo 51:3-6; Salmo 32:3-6; Proverbios 28:13).

»» Confesar a Cristo ante los demás (Salmo 107:2; Mateo 10:32; Romanos 10:9-10). Alégrate de tenerlo a Él como tu Salvador.

»» Se un fiel testigo, señalando claramente hacia Cristo con hechos y palabras (Hechos 1:8; Isaías 43:10-12). Debo atraer la atención hacia Cristo por mi manera de vivir y hablar (Filipenses 2:15-16; Colosenses 3:17; 1 Pedro 3:15; Colosenses 4:4-6).

Fuente: Middle Town Bible Church

viernes, 12 de mayo de 2017

El Israel de Dios de Gálatas 6:16




El propósito de esta sección es presentar el punto de vista dispensacional de Gálatas 6:16, el único pasaje que todos los Teólogos del Pacto utilizan como evidencia de que la Iglesia es el Israel espiritual, o que los creyentes gentiles llegan a ser judíos espirituales. El versículo no confirma su tesis. 

El Libro de Gálatas se ocupa de los gentiles que estaban procurando obtener la salvación por medio de la ley. Los que estaban engañándolos eran judaizantes, que eran judíos que demandaban fidelidad a la Ley de Moisés. Para ellos, un gentil tenía que convertirse al judaísmo antes de que pudiera calificar para ser salvo por Cristo. En el versículo 15, Pablo dice que lo importante para ser salvo es la fe, que da como resultado un nuevo hombre. Él también menciona dos elementos: la circuncisión y la incircuncisión. Esto se refiere a dos grupos de personas: judíos y gentiles, dos grupos ya mencionados por estos mismos términos en 2:7-9:

Antes por el contrario, como vieron que me había sido encomendado el evangelio de la incircuncisión, como a Pedro el de la circuncisión (pues el que actuó en Pedro para el apostolado de la circuncisión, actuó también en mí para con los gentiles), y reconociendo la gracia que me había sido dada, Jacobo, Cefas y Juan, que eran considerados como columnas, nos dieron a mí y a Bernabé la diestra en señal de compañerismo, para que nosotros fuésemos a los gentiles, y ellos a la circuncisión.

En el versículo 16, Pablo pronuncia entonces una bendición sobre los miembros de los dos grupos que siguen esta regla de salvación sólo por fe. El primer grupo son “ellos”, la incircuncisión, los cristianos gentiles, a quienes él había dedicado la mayor parte de la epístola. El segundo grupo, es el “Israel de Dios”. Éstos son la circuncisión, los creyentes judíos quienes, al contrario de los judaizantes, seguían la regla de la salvación por gracia por medio de sólo la fe. Los Teólogos del Pacto tienen que ignorar el significado primario de kai (la conjunción que usualmente se traduce “y”), que en el versículo separa a los dos grupos, con el fin de hacerlos un mismo grupo.

En una obra reciente, el Dr. S. Lewis Johnson, que fue profesor de Griego y Exégesis del Nuevo Testamento en el Seminario Teológico Dallas, ha hecho un estudio detallado de Gálatas 6:16. En su introducción, Johnson hace la siguiente observación:

A pesar de la abrumadora evidencia de lo contrario, hay un persistente apoyo para el argumento de que el término Israel puede referirse a los creyentes gentiles de esta era presente…el principal apoyo se encuentra en Gálatas 6:16…

No puedo sino pensar que consideraciones dogmáticas cobran mucha importancia en la interpretación de Gálatas 6:16. La tenacidad con la cual se mantiene la aplicación del “Israel de Dios” a la Iglesia, a pesar de la enorme evidencia en contra, lleva a pensar que los defensores de este punto de vista creen que su sistema escatológico, usualmente amilenarista, depende de que el término se refiera al pueblo de Dios, compuesto tanto de judíos como de gentiles. El Amilenarismo no depende de esta interpretación, pero este punto de vista pareciera tener un lugar predilecto en la exégesis amilenial.

Hablando de que el término se refiere al Israel étnico, el sentido que el término Israel tiene en cada uno de los más de sesenta y cinco pasajes en el Nuevo Testamento y de los quince usos que le da Pablo, el respetado comentarista reformado William Hendricksen, en tonos muy emocionales, escribe, “Me niego a aceptar esa explicación”.

A lo que me estoy refiriendo, está bien expresado por D.W.B.Robinson en un artículo escrito como hace veinte años: “Citar con desenvoltura Gálatas 6:16 para apoyar el punto de vista de que ‘la iglesia es el nuevo Israel’ debe ser objetado vigorosamente. Hay motivos de peso para una interpretación limitada”. En mi opinión, podemos decir más que eso. Hay más que razones de peso para una interpretación más limitada. Hay un abrumador respaldo para ello. De hecho, el punto de vista menos adecuado entre varias alternativas, es el punto de vista de que el “Israel de Dios” es la iglesia.

Johnson presenta tres puntos de vista en cuanto a este versículo. Sólo el primero insiste en que “el Israel de Dios” es la Iglesia como un todo, en cambio los otros dos lo limitan a creyentes judíos.

El primer punto de vista dice que “el Israel de Dios” es simplemente un término descriptivo de la iglesia creyente de este tiempo. El Israel de Dios es el cuerpo que debe andar conforme a la regla de la nueva creación y eso incluye a creyentes judíos y gentiles. Es impresionante la lista de nombres de personas que apoyan este punto de vista, aunque las bases de esta interpretación son débiles y pocas.

Johnson rechaza este punto de vista por tres motivos: 1) gramaticales; 2) exegéticos; 3) teológicos.

Razón gramatical: el uso de la palabra griega kai (que se ha traducido “y”) Si la intención de Pablo era que “ellos” se refiriera al “Israel de Dios” debería haber omitido la palabra kai (“y”).William Hendricksen ha hecho precisamente eso, ha dejado de traducir esa palabra, para que el texto diga lo que él quiere que diga.

Razón exegética: No hay ejemplos en la literatura bíblica de que el término Israel se use para la iglesia o para el pueblo de Dios compuesto de creyentes judíos y gentiles. En los primeros capítulos del Libro de los Hechos se hace una diferencia en el uso de los términos Israel e Iglesia, porque Israel existe al lado de la recientemente formada iglesia, y las dos entidades son nombradas con palabras diferentes.

Para quienes quieren citar como evidencia Romanos 9:6, Johnson muestra que este versículo no apoya tal punto de vista, porque aquí se hace distinción entre judíos que creen y judíos que no creen. Algunos de ellos son creyentes, por lo cual pertenecen al verdadero Israel, otros, en cambio, aunque son israelitas étnicos, no son el verdadero Israel, porque no son creyentes y no han sido elegidos. No se hace mención de los gentiles en este versículo.

Muchos Teólogos del Pacto están de acuerdo con esta explicación de Romanos 9:6 y no lo usan para respaldar la idea de que “el Israel de Dios” de Gálatas 6:16 se refiera a la  Iglesia.

Razón teológica: No hay ninguna evidencia histórica de que el término Israel se identificara con la iglesia antes del año 160 D.C. Además, en esa fecha no se caracterizaba a la iglesia como “el Israel de Dios”. En otras palabras, por más de un siglo después de Pablo no hay evidencia de que se identificara así.

El resumen de Johnson en cuanto al primer punto de vista: Para terminar la discusión de la primera interpretación, parece claro que hay poca evidencia - gramatical, exegética o teológica- que la respalde.

La segunda postura es que “el Israel de Dios” es el remanente creyente judío dentro de la iglesia. Esta es la postura de Johnson mismo y es también la postura dispensacionalista. Johnson describe este punto de vista como sigue:

La segunda de las interpretaciones importantes de Gálatas 6:16 y del “Israel de Dios” es que las palabras se refieren simplemente al los israelitas étnicos creyentes en la iglesia cristiana. ¿No habla Pablo de sí mismo como de un israelita (Rom.11:1)? ¿Y no habla el Apóstol también de “un remanente escogido por gracia (Rom.11:5), palabras que, en el contexto, se refieren evidentemente a israelitas creyentes? ¿Qué cosa más apropiada podría haber escrito Pablo, se dice, en una obra que atacaba tan enérgicamente a creyentes profesantes judíos, los judaizantes, para dejar en claro que no estaba atacando a los verdaderos creyentes judíos? Los judaizantes eran anatematizados, pero el remanente escogido por gracia era “el Israel de Dios”.

Esta expresión, “el Israel de Dios” debería contrastarse con su expresión en 1 Corintios 10:18, “el Israel según la carne”, como el verdadero Israel creyente versus el elemento incrédulo, tal como en Romanos 9:6 el apóstol distingue dos Israel, uno elegido y creyente, el otro incrédulo, pero ambos son israelitas étnicos (vv.7-13).

Johnson apoya este parecer por las mismas tres razones por las que rechaza la primera opinión. Por consideraciones gramaticales y de sintaxis, Johnson dice que “no hay razones gramaticales o de sintaxis que sean contrarias a esta postura” y, por lo demás, el sentido común de kai es tomado en cuenta como corresponde.

En cuanto a motivos exegéticos, Johnson dice:

Exegéticamente esta explicación es correcta, puesto que “Israel” tiene el sentido étnico que Pablo emplea siempre. Llegando al final de su epístola-batalla con su duro y severo ataque a los judaizantes y la omisión de sus acostumbradas palabras de gratitud, Pablo modera su lenguaje con una bendición especial para aquellos creyentes israelitas fieles que, entendiendo la gracia de Dios y la exclusión de toda obra humana como el fundamento de la redención, no han sucumbido a los sutiles halagos de los judaizantes engañadores. Ellos, no los falsos hombres de Jerusalén, son “el Israel de Dios” o, como los llama en otra parte, “el remanente escogido por gracia” (Rom.11:5).

En cuanto a motivos teológicos, Johnson dice:

Teológicamente la postura es correcta en su apoyo a dos grupos dentro de un pueblo de Dios, gentiles y judíos étnicos. Romanos 11 explica en detalle la relación entre ambos integrantes desde los días de Abraham, hasta el tiempo presente y hasta el futuro  cumplimiento de las grandes promesas incondicionales hechas a los patriarcas.

La tercera postura está de acuerdo con la segunda, que “el Israel de Dios” tiene que referirse a creyentes judíos y no a la iglesia como un todo, pero ve a este remanente judío como futuro:

La tercera interpretación es la postura de que la expresión “el Israel de Dios” se usa escatológicamente y se refiere al Israel que se volverá al Señor en el futuro, durante los eventos que tendrán lugar en la segunda venida de nuestro Señor. Pablo, mientras escribía Gálatas, tenía en mente su bien conocida profecía en cuanto a la salvación de “todo Israel” de Romanos 11:25-27.

La tercera postura, entonces, dice que el término “el Israel de Dios” se refiere al Israel étnico, pero localizan la bendición en el futuro.

Johnson no tiene mayores objeciones frente a esta tercera postura, porque gramaticalmente esta última posición es acertada. También es acertada teológicamente, porque:

Esta opinión armoniza con la importante enseñanza de Pablo de que hay dos clases de israelitas, uno creyente y otro incrédulo.

El único problema es exegético, por cuanto el tema escatológico no era el objetivo principal de la epístola a los Gálatas. Sin embargo, Johnson admite que esta postura puede considerarse exegéticamente posible, puesto que, en el contexto más amplio, el Pacto Abrahámico y el Reino de Dios fueron mencionados.

La segunda postura parece ser la mejor. En tanto que la tercera es bíblicamente aceptable, la primera no lo es. Johnson concluye:

Si hay alguna interpretación que tambalea en un fundamento débil, es la opinión de que Pablo iguala el término “el Israel de Dios” con la iglesia creyente de judíos y gentiles. Para sostenerla debe ignorarse el uso general del término ‘Israel’ que Pablo hace en el Nuevo Testamento y su uso en todas las Escrituras. El uso gramatical y de sintaxis de la palabra kai es forzado y distorsionado –y aceptar el sentido poco común, porque el sentido usual no satisface – solamente porque no está de acuerdo con lo que el exegeta quiere creer. Y para agravar el asunto, en el contexto especial de Gálatas y en el contexto general de las enseñanzas de Pablo, especialmente como son explicadas en Romanos 11, los principales pasajes de Pablo en cuanto a los tratos de Dios con los judíos y los gentiles, son atenuados. La doctrina de que la Iglesia de judíos y gentiles es “el Israel de Dios” reside en una ilusión. Es un caso clásico de exégesis tendenciosa.

Conclusión

Para la Israelología Dispensacional, la conclusión es que la Iglesia nunca es llamada, y no es, un  “Israel espiritual” o un “nuevo Israel”. El término “Israel” es usado para la nación o para el pueblo de Israel como un todo, o para el remanente creyente de ellos. Nunca se usa para la Iglesia en general o para los creyentes gentiles en particular.



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lunes, 14 de noviembre de 2011

¿Cuál es el "don de Dios"?

Un estudio acerca de Efesios 2:8-9

“Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es DON DE DIOS; no por obras, para que nadie se gloríe”. (Efesios 2:8-9)

¿Cuál es “EL DON DE DIOS” al que se refieren estos versículos? Ésta es una pregunta clave que debe ser respondida con cuidado.

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