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jueves, 16 de noviembre de 2017

Un Fracaso de la Reforma (pdf)

Interpretación Escritural

Por Dr. Andy Woods

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Cuando se cuenta la historia de la Reforma Protestante, el tema debe abordarse con franqueza y honestidad intelectual. A pesar de las grandes contribuciones de los reformadores protestantes a la fe cristiana, la Reforma Protestante realmente representó una mezcla. Por mucho que los reformadores sean idolatrados hoy, su revolución sólo puede describirse como parcial, en el mejor de los casos.

Una de las mayores contribuciones de la Reforma Protestante al cristianismo implica la restauración de un método perdido de interpretación bíblica. Mientras que los reformadores protestantes aplicaron selectivamente este método a partes de la Biblia, la revolución completa tendría que esperar a las siguientes generaciones, que tomaron el método de interpretación de los reformadores y lo aplicaron a la totalidad de la Palabra de Dios. El propósito de este artículo es contar este otro lado de la historia.

jueves, 9 de noviembre de 2017

Revista Llamada de Medianoche – Noviembre 2017

El tiempo final según Lutero

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Temas incluidos en esta edición: 

»» Innovaciones israelíes para la vida diaria
»» Israel: un buen país para familias con niños
»» El antisemitismo en aumento
»» ¿Las tentaciones son divinas o satánicas?
»» La Epístola a los Filipenses

Entre otros

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martes, 7 de noviembre de 2017

Un Fracaso de la Reforma – Parte 4

Interpretación Escritural

Por Dr. Andy Woods



La Literalidad Selectiva de los Reformadores

Aunque los reformadores fueron literales en su enfoque a la Protología (la doctrina de los Principios), la Cristología (la doctrina de Cristo), la Soteriología (la doctrina de la Salvación), y la Bibliología (la doctrina de la Escritura), otras doctrinas, como la Eclesiología (la doctrina de la Iglesia) y la Escatología (la doctrina del Fin), fueron tratadas de una forma completamente diferente. A pesar de su énfasis en la interpretación literal de algunos aspectos de la Escritura, Lutero y Calvino no llegaron lo suficientemente lejos al aplicar una interpretación literal a todas las áreas de la verdad divina. 

De hecho, Calvino parece haber ignorado gran parte de la Palabra profética de Dios. A pesar de haber escrito comentarios sobre casi todos los libros del Nuevo Testamento, Calvino no escribió un comentario sobre el Libro de Apocalipsis. Cuando Calvino prestó atención a los textos proféticos, pareció estar preocupado por emplear el método de interpretación alejandrino y agustiniano, y despreciaba a aquellos que rechazaban su enfoque alegórico. 

La retención de los reformadores del método de interpretación alegórico en el área de la Escatología bíblica también es evidente en la forma en que tomaron las profecías dirigidas a una futura Babilonia y al Anticristo, y las redirigieron para hacer parecer que estas profecías estaban hablando, en cambio, de la iglesia católica romana. Tal interpretación fue avanzada a expensas del sentido literal de estos pasajes.

Debido a que los reformadores espiritualizaron la profecía, rechazaron el Premilenialismo como “opiniones judías”. Mantuvieron el punto de vista Amilenial, que la iglesia católica romana había adoptado de Agustín.

Las Reformas Selectivas de los Reformadores

A pesar del progreso doctrinal de los Reformadores en áreas selectas, es simplemente una cuestión de ingenuidad histórica asumir que hicieron una ruptura clara con el catolicismo romano en el siglo XVI. Por el contrario, como católico romanos que habían intentado inicialmente permanecer dentro de la iglesia católica, arrastraron muchos vestigios del catolicismo romano con ellos hacia su recién nacida Teología Reformada.

Además de la retención del Amilenialismo agustiniano, también había otros vestigios católicos romanos. Uno era la práctica del bautismo de infantes. Lutero consideraba el bautismo de infantes un sacramento y, por lo tanto, un medio de gracia. También, otro vestigio estaba relacionado con la doctrina de la Consubstanciación, que parece ser sólo una ligera modificación de la doctrina de la Transubstanciación.

Aún otro remanente estaba relacionado con la idea de la iglesia católica romana de que ella era el único representante del reino de Dios sobre la tierra. Este fracaso romanista en distinguir entre la Iglesia y el programa del reino terrenal de Dios para Israel se trasladó a la Ginebra de Calvino. Ahí, Calvino intentó reconstruir una sociedad por medio de la imposición de Ley mosaica. Este experimento social dio lugar a funestas consecuencias sociales.

Lutero en el Castillo Wartburg, traduciendo la Biblia al alemán, por Paul Thumann (1834-1908)

Finalmente, debe señalarse que parte del antisemitismo vitriólico de la Edad Media también encontró su camino en el movimiento de la Reforma. Después de todo, fue el respetado y reverenciado reformador de la iglesia, Martín Lutero, quien, al final de su vida y frustrado por la falta de voluntad de los judíos en recibir a Cristo en base a la fe sola, escribió un tratado feroz contra el pueblo judío, titulado, Sobre los Judíos y sus Mentiras. Este tratado contiene numerosas diatribas antisemitas.

Aunque algunos afirman que el nivel de veneno antisemita de Lutero no se encuentra en la obra de Juan Calvino, tal afirmación carece de fundamento. Por ejemplo, observe cómo la corrección de Calvino del distinguido erudito judío, el rabino Barbinel, en el comentario de Calvino sobre Daniel 2:44, dejó al descubierto las verdaderas intenciones del corazón de los reformadores hacia el pueblo judío: “Pero aquí él [el rabino] no sólo traiciona a su ignorancia, sino a su estupidez absoluta, ya que Dios cegó a todo el pueblo que era como perros inquietos…Nunca he encontrado común en algún judío”.

En el quinto y último segmento de nuestra serie, veremos las razones de la inconsistencia de los reformadores, así como la restauración de importantes doctrinas que el literalismo produjo.


Lea también:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del derecho a la teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un doctorado en exposición bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article

domingo, 22 de octubre de 2017

La Reforma 500 Años Después

Observaciones del Editor

Precursores

La pintura de la portada, “Las 95 Tesis de Martín” es de Fernindad Pauweld (1830-1904).


Como verá cuando lea los artículos en esta edición de nuestra revista, la Reforma fue un movimiento titánico que cambió todo.

Pero no se desarrolló en el vacío. Aunque está fechada el 31 de octubre de 1517, cuando un monje católico llamado Martín Lutero lanzó sus desafíos a la doctrina católica, hubo precursores de Lutero, quienes allanaron el camino para la revolución que siguió.

Valdo y Wiclef

Estaba Pedro Valdo (1140-1205) en Francia, quien condenó lo que consideraba como excesos papales y dogmas católicos, incluyendo el purgatorio  y la transubstanciación. En 1170 él comenzó a emplear hombres para traducir la Biblia al idioma común de Francia (esto fue cuando la Biblia sólo estaba disponible en latín).

Pero el más importante precursor de Lutero fue un teólogo inglés llamado Juan Wiclef (ca. 1324-1384). Disgustado por la inmoralidad de los sacerdotes católicos romanos, Wiclef dio un paso adelante en 1378 y se lanzó como un reformador doctrinal. Condenó las enseñanzas de las indulgencias, la transubstanciación y la infalibilidad papal. Él fue el primer en etiquetar al papa como Anticristo.

Además enseñó que Jesús, y no el papa, es la cabeza de la Iglesia; que la Biblia, y no el papa, es la única autoridad de la verdad; y que la Iglesia debería modelarse según la Iglesia del Nuevo Testamento.

La contribución más importante de Wiclef para la Reforma llegó en 1382, cuando publicó su Nuevo Testamento en inglés, que él y otros habían traducido de la Vulgata Latina.

Juan Huss

Las enseñanzas de Wiclef tuvieron un tremendo efecto sobre un sacerdote checo llamado Juan Huss (1369-1215). Como Wiclef, Huss predicó contra las indulgencias; enseñó que la verdadera Iglesia era el cuerpo de creyentes universal; argumentó que Cristo, y no el papa, es la cabeza de la Iglesia; razonó que las Escrituras deberían ser la fuente final de toda verdad; y mantuvo que la membresía de la iglesia no garantiza la salvación. También defendió que las Escrituras deberían ponerse a la disposición de las personas en sus propios idiomas. 

Huss fue excomulgado por el papa y enviado al exilio. Más tarde fue quemado en la hoguera, y los escritos de Juan Wiclef fueron usados como leña para el fuego. En algunas de sus últimas palabras en 1415, profetizó que surgiría un hombre cuyo llamado a la reforma no podía ser suprimido. Esta profecía se cumplió 100 años después en 1517, cuando Lutero clavó sus 95 Tesis en la puerta de la Iglesia del Palacio en Wittenberg, Alemania. 

Martín Lutero

Con respecto a Martín Lutero, siempre he tenido emociones encontradas sobre él. Ciertamente debería ser admirado por tener el coraje de oponerse audazmente a la institución más poderosa y corrupta de la Edad Media. Es un milagro de Dios que él no perdió su vida por hacerlo. También admiro su amor por la Palabra de Dios y su deseo de que fuera la fuente de toda la autoridad para la Iglesia. 

Pero estoy mortificado por su virulento antisemitismo y sus propuestas satánicas para ocuparse de los judíos — propuestas que los nazis alegremente instituyeron —.

Los Artículos de Esta Edición

Todos los artículos en esta edición acerca de la Reforma fueron escritos específicamente para esta revista. Algunos tuvieron que ser editados y revisados por su longitud y su lenguaje teológico técnico. El objetivo era hacer que cada artículo fuera lo más legible posible para la persona promedio, sin comprometer la integridad del mensaje del autor. Estoy muy agradecido con cada autor.


Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

martes, 4 de septiembre de 2012

El Origen del Pecado


¿De dónde viene el pecado? ¿Cómo pudo entrar en esa creación “tan buena”? ¿Será que Dios quería que el pecado entrara en el mundo? ¿Quizás Él, incluso, sea el verdadero autor del pecado?

Por David Dunlap

En el correr de la historia, a menudo se ha meditado en el origen del pecado. Muchos plantearon la interrogante: Ya que Dios es perfecto, sin mácula de pecado y el absoluto soberano de Su universo, ¿cómo pudo entrar el pecado en el mundo que Dios había encontrado “tan bueno”? Después de todo, Dios podría haber creado ángeles y seres humanos perfectos y santos, de modo que ni siquiera hubieran podido pecar. Eso, sin embargo, habría significado reducir a la creación más noble de Dios a ser seres parecidos a máquinas, sin libre albedrío. El deseo de Dios, sin embargo, es que el ser humano se decida voluntariamente por Él.

Dios, en Su soberanía, dio al ser humano una libre voluntad, la cual representa una parte esencial de su ser. Dios nunca se opondría a Su propia voluntad, ni despreciaría la forma de ser del ser humano, como Él lo ha creado. La Escritura, no obstante, deja claro que las decisiones del ser humano no siempre corresponden a la voluntad de Dios.

¿Cómo entró el pecado en el mundo? A través de la desobediencia del primer hombre y de la primera mujer frente a la voluntad revelada de Dios. Leemos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Dios no lo decretó, pero lo permitió.

Es verdad que el libre albedrío del ser humano exige un alto precio – guerra, delitos, rebelión y pecado. Dios considera que esa libre voluntad dada a los seres humanos es digna del precio. De ahí que nunca debemos llegar a la conclusión, que el libre albedrío del ser humano contrariaría la voluntad definitiva de Dios. Esa perfecta voluntad es el designio eterno de Dios, fundamentado en Su consejo sabio y eterno, que decide y determina, y es inalterable (Ef. 3:11).

En la lucha con este problema tan grave, algunos han llegado a la triste conclusión de que Dios mismo debía ser el verdadero autor del pecado. Esta doctrina fue difundida por los fanáticos discípulos de Juan Calvino, quienes deseaban confirmar su teología. No obstante, es necesario decir que Juan Calvino mismo y muchos calvinistas moderados no sostenían esa doctrina. Sus raíces, sin embargo, se encuentran en los escritos y el pensamiento de Calvino. Él creía, correctamente, en la soberanía de Dios sobre Su creación, pero luego llevó esa importante doctrina un lamentable paso más allá, enseñando que Dios determina todos los sucesos de antemano. Según esta doctrina, el así-llamado determinismo, no existe ningún acontecimiento, ninguna acción, ninguna decisión del ser humano que no haya sido predeterminada por Dios de esa manera. Eso incluye la guerra, la corrupción política, la injusticia, la inmoralidad y el pecado. En su obra teológica más importante, que influenció la manera de pensar de sus seguidores, Juan Calvino escribió: “El poder de la providencia divina llega hasta el punto de que las cosas tienen que resultar de la buena manera que Dios las ha previsto, y también la voluntad del ser humano debe dirigirse por ese plan”.1

A él le siguió el audaz reformador Martín Lutero, quien en su clásico De la libre voluntad defendió el punto de vista de que Dios determina todas las cosas de antemano, incluyendo los actos pecaminosos del ser humano y del mismo Satanás. “Todo lo que hacemos, todo lo que ocurre, aun cuando nos parezca que sucede de manera cambiable y coincidente, sucede, de hecho, de manera compulsiva e inmutable… Aun cuando, de acuerdo a ese pensar, Dios obra y crea todo en todos, Él necesariamente también obra y crea en Satanás y en los paganos. Pero en ellos Él obra tal como ellos son y como los encuentra, es decir, como ellos están errados y son malos, y son arrancados de aquella eficacia de la omnipotencia divina, ellos solamente hacen lo errado y lo malo… De ahí que el incrédulo no puede sino errar y pecar siempre, porque alejado del impulso de la omnipotencia divina no le es permitido estar ocioso, sino que tiene que querer, desear y actuar tal como ha sido creado”.2

Este enfoque teológico aún es enseñado en la actualidad. A.W. Pink, autor hipercalvinista que falleció en el año 1952, escribió: “Nada sucede jamás, sin que Él lo haya predestinado así”.3

El próximo paso lógico en esta doctrina del determinismo consiste en la declaración que dice que Dios es el autor del pecado. Después de la muerte de Juan Calvino, en el año 1564, el principal defensor de esta falsa doctrina especial del calvinismo llegó a ser Theodore Beza, profesor de teología en la Universidad de Ginebra. A través de su amplia influencia, este error pronto llegó a ser aceptado como ortodoxia, y se propagó rápidamente en toda Europa. Desafortunadamente, esta doctrina de que Dios es el autor del pecado, aun hoy es propagada por muchos calvinistas. Esto se trata de la inevitable consecuencia de la doctrina de que Dios predestina y fija todos los acontecimientos de antemano. Si uno quiere ser un determinista consecuente, uno debe creer que Dios, quien ha determinado la salvación eterna para los escogidos, del mismo modo ha predeterminado las cosas más horrendas que han sucedido en el correr de la historia. Esto también incluye, según la opinión de muchos autores calvinistas, la entrada del pecado en este mundo.

Un cristiano sincero tiene que estremecerse de horror y rechazar la blasfemia de una doctrina de este tipo, que deshonra a Dios. Es casi imposible imaginar que haya cristianos que propaguen esta doctrina públicamente, sin embargo, esto es un triste hecho. Tan sólo hay que escuchar las palabras del profesor calvinista Dr. John Feinberg, del Trinity Evangelical Divinity School: “Yo creo que todas las cosas están condicionadas en forma causal… Dios es quien escoge, y creó a Adán como pecador”.4

Esto parece implicar que Dios no solamente creó a Adán y Eva, sino que también participó en el pecado de Adán y Eva. Esta cita no es algo aislado; su autor es solamente uno de los muchos calvinistas que han enseñado que el pecado ocurrió porque Dios lo había predeterminado en el ser humano. A.W.Pink impone esta doctrina a sus lectores, cuando declara firmemente: “Era claramente la voluntad de Dios que el pecado entrara en el mundo, o eso no hubiera ocurrido. Dios tenía el poder de evitar eso. Nada ocurre jamás, si Él no lo ha determinado de antemano… La determinación de Dios de que el pecado debía venir al mundo, era un misterio escondido en Él”.5

¿Será esta una doctrina bíblica? ¿Cómo entró el pecado en el mundo? Al utilizar las Escrituras como nuestro compás divino, vemos claramente la doctrina de que Dios ni es el autor del pecado, ni ha seducido al ser humano al pecado. En el Nuevo Testamento, dice: “Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él tienta a nadie” (Sg. 1:13).

En otro pasaje leemos: “Muy limpio eres de ojos para ver el mal, ni puedes ver el agravio; ¿por qué ves a los menospreciadores, y callas cuando destruye el impío al más justo que él” (Hab. 1:13). Quien estudia las Escrituras cuidadosamente, llegará a la conclusión de que Dios jamás ha seducido a alguien al pecado, porque el pecado siempre es el resultado de una rebelión contra Dios. “¿De dónde vienen las guerras y los pleitos entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros?” (Sg. 4:1).

Dios, sin lugar a dudas, es soberano, santo, fiel, justo, bueno, inmutable, todopoderoso, incomparable, por encima de todo. De ahí que el suponer, o atribuirle, en cualquier forma, que Dios sea el autor del pecado, signifique ensuciar y difamar la incomparable grandeza de Su nombre. El profesor de Biblia Harold Mackay enfatiza la seriedad de esta falsa doctrina, y escribe en forma apasionada:

 ¿Sabe Dios todas las cosas de antemano? ¡Sin lugar a dudas! ¿Permite Dios todas las cosas? ¡Sí! ¿Ha Dios predeterminado todas las cosas? ¡No! No hay duda de que todos los planes y designios eternos de Dios terminarán cumpliéndose en su totalidad. Pero eso no significa que Dios haya predeterminado todos los acontecimientos en la historia de la humanidad. Deducir que todos los delitos, corrupciones, atrocidades, tragedias y guerras que han mancillado la historia de la humanidad, sean parte de la predeterminación eterna de Dios es un pensamiento demasiado terrible como para, siquiera, sostenerlo por tan solo un momento”.6

Pero, ¿cómo hacen las Escrituras entonces, para armonizar la soberanía de Dios con la entrada del pecado? Vemos que Dios, con toda seguridad, a causa de Su omnisciencia y Su omnipotencia, es capaz de saber todo y de determinar todo, y la Biblia enseña que Dios permite ciertas cosas y predetermina otras, pero que no determina todo de antemano.

Aun cuando las Escrituras declaran inequívocamente que el ser humano puede oponerse, tanto a la voluntad como al plan de Dios (Lc. 7:30; Mt. 23:37), un ser mortal, sin embargo, no puede evitar, ni contrariar, el plan definitivo de Dios para este mundo. Todo individuo, sin embargo, puede decidir por sí mismo si quiere participar en ese plan. El Señor Jesucristo volverá y arrebatará a la iglesia – ése es Su plan definitivo; pero algunos, posiblemente, decidan no participar en eso. Las Escrituras enfatizan, repetidas veces, que el ser humano puede ejercer la voluntad que Dios le ha dado, o que con esa voluntad puede rechazar los deseos, bendiciones y privilegios que Dios tiene preparados para él.

El Salmo 32 nos revela aún más de los caminos eternos de Dios. El salmista dice: “Te haré entender, y te enseñaré el camino en que debes andar; sobre ti fijaré mis ojos. No seáis como el caballo, o como el mulo, sin entendimiento, que han de ser sujetados con cabestro y con freno, porque si no, no se acercan a ti” (vs. 8-9). Este versículo puede ser entendido en el sentido de que Dios, en Su soberanía, no quiere seguidores “parecidos a los mulos”. Al contrario. Él desea seguidores que acepten Sus indicaciones y Sus consejos por su libre voluntad. Él desea, para con Su pueblo, una relación fundada en el afecto y el amor mutuos, no en compulsión y presión.

En sentido figurado, Dios podría ponerles “cabestro y freno” a los incrédulos y llevar sus corazones y mentes irresistiblemente a que hagan Su voluntad. Eso, sin embargo, produciría “mulo(s)… con cabestro y freno, sin voluntad propia, y justamente eso es lo que Dios no quiere. Dios desea que el ser humano crea en Él con naturalidad, solamente por la libre voluntad que Dios le ha dado.

¿Por qué entró el pecado en el mundo? Por la misma razón por la que algunas personas perecen y otras creen en Cristo hasta la eternidad – es la decisión del ser humano de despreciar la voluntad de Dios por la rebelión. Debemos liberarnos de la idea de que el pecado ha entrado en el mundo por la voluntad de Dios, y también de la idea de que Dios no quiere que todas las personas sean salvas, ya que las Escrituras dicen que Él desea justamente eso (cp. 1 Ti. 2:4). Pero, el ser humano puede rechazar la voluntad y el plan que Dios tiene para él, y muchos lo harán. En Su soberanía, Dios creó al ser humano con libre voluntad, y a pesar de la caída y la perdición del pecado, Su propósito eterno no ha sido desbaratado. Él no obliga al ser humano a tener fe, sino que, más bien, desea que todas las personas vengan a la fe en Cristo voluntariamente.

Nota: Todos los énfasis son añadidos por mí - Donald Dolmus

Publicado por primera vez en la “Carta de Amigos” del Ariel Ministries, Primavera/verano 09; publicado con la amable autorización de Georg Hagedorn, CMV (cmv-cmv@t-online.de)

1 Juan Calvino, Instituto, Libro II, Cap 4.6
2 Martín Lutero, “Vom unfreien Willen” (De la voluntad no libre)
3 A.W. Pink, Gleanings from the Scriptures (Espigueos de las Escrituras), Chicago, IL; Moody, 1954, pág. 206
4 John Feinberg, Predestination and Free Will (Predestinación y libre voluntad), Downers Grove, IL, InterVarsity Press, 1986, pág. 24
5 A.W. Pink, Gleanings from the Scriptures, Chicago, IL; Moody, 1964, pág. 207
6 H.G. Mackay, Biblical Balance (Equilibrio Bíblico), Toronto, Everyday Publications, 1978, pág. 55

Tomado de:

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