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lunes, 16 de mayo de 2022

El Reino Venidero – Parte 11

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy cree que la iglesia está experimentando el reino mesiánico, comenzamos un estudio que narra lo que la Biblia enseña sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático que se perdió en el Edén, en los pactos bíblicos, en las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y en la teocracia terrenal que gobernó Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo teocrático terminó con el inicio de los “Tiempos de los Gentiles”, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. En ese contexto entró Jesucristo, el legítimo heredero del trono de David. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría convertido en una realidad. A pesar de esta oportunidad sin precedentes, Israel rechazó la oferta del reino (Mateo 12), lo que llevó al aplazamiento del reino.

Debido a este aplazamiento, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa interino incluye Su revelación de los misterios del reino (Mt. 13) y la iglesia (Mt. 16:18). Con respecto a los misterios del reino de Mateo 13, como se explicó anteriormente, cuando las parábolas de Mateo 13 se entienden juntas, podemos obtener una imagen del curso de la presente “era de misterio”.

El segundo aspecto de la fase interina durante el aplazamiento del reino mesiánico es la revelación de Cristo de la iglesia (Mt. 16:18). La iglesia consiste de todas las personas, incluidos tanto el remanente judío como los gentiles, que han confiado en el mismo Mesías que el Israel nacional del primer siglo rechazó. A diferencia de Israel, que era una identidad nacional, la iglesia es un organismo espiritual que consta de todas las naciones y etnias (Gá. 3:28; Ro. 10:19; Ef. 2:14). La Era de la Iglesia comenzó el Día de Pentecostés en Hechos 2, y concluirá con el futuro rapto de la iglesia de la tierra. En lugar de reemplazar a Israel, la iglesia representa una obra divina completamente nueva que interrumpe los tratos pasados y los tratos futuros de Dios con el Israel nacional. Como se explicó en artículos anteriores, la obra actual de Dios en y a través de la iglesia no debe confundirse con el programa de Dios con respecto al reino venidero. Simplemente no hay suficientes puntos de correspondencia entre la iglesia del Nuevo Testamento y lo que la Escritura predice con respecto al reino venidero.

La Iglesia No Es Israel 

Otra razón por la que la iglesia no debe confundirse con el reino es que el programa del reino gira en torno al Israel nacional. El Nuevo Testamento nunca designa a la iglesia como “Israel”. De hecho, la palabra Israel se encuentra setenta y tres veces en el Nuevo Testamento y siempre se refiere a los descendientes físicos de Abraham, Isaac, y Jacob.[1] Algunas veces, el término “Israel” en el Nuevo Testamento se refiere a los judíos creyentes, y a veces se refiere a los judíos incrédulos. Sin embargo, el término Israel en el Nuevo Testamento siempre se refiere a aquellos que son judíos físicos. Esta palabra nunca se refiere a los gentiles, la iglesia, o incluso a un grupo que sea una mezcla de judíos y gentiles. Esta generalización es válida con respecto al pasaje, a menudo citado, de Gálatas 6:16. Exegéticamente, la expresión “Israel de Dios”, que se encuentra en Gálatas 6:16, sólo se refiere a los judíos creyentes dentro de las iglesias de Galacia.[2] 

Además, el Libro de los Hechos registra cómo la iglesia llegó a existir en Hechos 2 y continuó existiendo junto a Israel antes del exilio mundial de la nación en el año 70 d.C. A lo largo de este período, Hechos es juicioso al mantener las dos entidades, la iglesia e Israel, separadas. Fruchtenbaum observa: “En el libro de los Hechos, tanto Israel como la iglesia existen simultáneamente. El término Israel se usa veinte veces y ekklēsia (iglesia) diecinueve veces, pero los dos grupos siempre se mantienen distintos”.[3] 

La Iglesia e Israel Representan Diferentes Programas de Dios

Una razón adicional de que Israel no es la iglesia se debe al hecho de que la iglesia e Israel representan programas separados de Dios. Son dos trenes que circulan por vías férreas independientes. El teólogo y fundador del Seminario Teológico de Dallas, Lewis Sperry Chafer, notó veinticuatro diferencias entre Israel y la Iglesia.[4] Aquí hay algunas diferencias de la lista de Chafer y algunas de las mías. 

Primera, Israel es la esposa de Jehová (Is. 54:5), mientras que la Iglesia es la novia de Cristo (Ef. 5:22–23). Segunda, Israel dio a luz a Cristo (Ap. 12:1–5), mientras que Cristo dio a luz a la Iglesia (Mt. 16:18). Tercera, Cristo regresará para rescatar a Israel después de su conversión al final del período de la Tribulación (Mt. 23:37–39). Por el contrario, Él regresará a rescatar a la Iglesia en el Rapto (Juan 14:1–3). Cuarta, las imágenes de rey y súbdito se usan para representar la relación de Dios con Israel (Is. 33:22), mientras que las imágenes de la cabeza y el novio se usan para representar la relación de Cristo con Su Iglesia (Ef. 5:22–33). Quinta, el programa de Dios a través de Israel comenzó en Génesis 12, y Su programa a través de la Iglesia comenzó en Hechos 2 (Mt. 16:18; 1 Co. 12:12; Hch. 1:5; 11:15–16).

Sexta, mientras que cuatro quintas partes de la Biblia se refieren a Israel, sólo una quinta parte de ella se refiere a la iglesia. Séptima, aunque Israel era una parte directa de los pactos bíblicos (Jer. 31:31–32), la iglesia no era parte de estos pactos, ya que la Iglesia aún no existía cuando se hicieron estos pactos.  La relación de la Iglesia con estos pactos se puede describir mejor como una de un tercero beneficiario, en lugar de ser una parte directa de ellos. Por lo tanto, la Iglesia se beneficia de los pactos, en lugar de ser una parte directa de ellos. Octava, Israel es una nación (Sal. 147:20). Como tal, siempre se la describe bíblicamente como una nación independiente con fronteras y una capital. Incluso hoy, Israel se encuentra entre las naciones de la tierra, al igual que Japón, Argentina, Canadá, o cualquier otro país. Por el contrario, la Iglesia no es una nación (Ro. 10:9), sino que está compuesta por personas de todas las naciones (Gá. 3:28; Ef. 2:11–22; 3:6, 15). En lugar de tomar su asiento entre las naciones de la tierra, la Iglesia es un simple peregrino en el sistema mundial (1 P. 2:11).

Novena, mientras que Israel luchó guerras físicas con varios enemigos, como los filisteos, la Iglesia está involucrada en una guerra espiritual con enemigos angelicales (Ef. 6:10–20). Décima, las Escrituras asignan numeras declaraciones a quo y ad quem a Israel (Gn. 15:13–16; Jer. 25:11; 29:10; Ez. 4:5–7; Dn. 9:24–27). Éstas son declaraciones de tiempo con un punto inicial y final específicos para cada período. Uno busca en el Nuevo Testamento en vano para encontrar declaraciones de tiempo comparables para la Iglesia. Undécima, Israel tenía un sacerdocio con todos sus sacerdotes provenientes de la tribu de Leví y la línea de Aarón. Por el contrario, la Iglesia no tiene un sacerdocio porque es un sacerdocio (Ap. 1:6). El Nuevo Testamento enseña el sacerdocio de todos los creyentes (1 P. 2:5, 9). Cada creyente de la Era de la Iglesia es un sacerdote con acceso directo a Dios el Padre a través de Dios el Hijo (He. 4:16).

Decimosegunda, mientras que Israel resucitará al comienzo del reino milenial (Dn. 12:2; Jn. 11.23–24; Ap. 20:4–5), los creyentes de la Era de la Iglesia reciben sus cuerpos glorificados en el momento del Rapto (1 Ts. 4:13–18; 1 Co. 15:50–58). Decimotercera, el juicio de Israel tendrá lugar en la tierra, al final del período de la Tribulación, en el desierto (Ez. 20:33–44). Por el contrario, el único juicio que el Nuevo Testamento revela para la Iglesia es el juicio del Tribunal del Bema de recompensas en el cielo, después del Rapto (Ro. 14:10; 1 Co. 3:10–15; 2 Co. 5:10). Decimocuarta, aunque las puertas de la Nueva Jerusalén llevan el nombre de las doce tribus (Ap. 21:12), que fueron los cimientos de Israel, los cimientos de la ciudad eterna llevan el nombre de los doce apóstoles (Ap. 21:14), que son los cimientos de la Iglesia (Ef. 2:20). Decimoquinta, las personas se convierten en miembros de la comunidad de Israel a través del nacimiento físico. Por el contrario, la membresía en la Iglesia sólo se logra mediante el nacimiento espiritual (Juan 3:1–9; Tito 3:5). 

Decimosexta, Israel fue gobernado directamente por la Ley Mosaica (Sal. 147:19–20). Por el contrario, la autoridad controladora de la Iglesia es la revelación del Nuevo Testamento. Aunque toda la Escritura es para la Iglesia (2 Tim. 3:16; Ro. 15:4), sólo la literatura epistolar del Nuevo Testamento trata directamente acerca de la Iglesia. Decimoséptima, el Espíritu Santo habitó y llenó a los judíos del Antiguo Testamento de manera selectiva (Joel 2:28), temporalmente (1 S. 16:14; Sal. 51:11), y después de la salvación para habilitarlos para un propósito especial (Ex. 31:3). Por el contrario, el Espíritu Santo habita en todos los creyentes de la Era de la Iglesia (1 Co. 12:13), permanentemente (Juan 14:16) y en el momento de la salvación (Ro. 8:9). Por lo tanto, la obra del Espíritu en y a través de Israel no puede usarse como un patrón para describir la experiencia normativa del creyente con el Espíritu Santo en la era actual (Juan 7:37–39; 14:16–17; Hch. 1:5). Decimoctava, mientras que el discurso de despedida de Cristo a Israel (Mt. 24:15, 20), está registrado en el Discurso del Monte de los Olivos (Mt. 24–25), Su discurso de despedida a la Iglesia (Jn. 16:12–13) se encuentra en el Discurso del Aposento Alto (Juan 13–17). Decimonovena, aunque a Israel se le conoce como el hijo primogénito de Dios (Ex. 4:22), la Iglesia nunca recibe esta misma designación o título. Vigésima, mientras que el programa de Israel se revela en el Antiguo Testamento, el programa de la Iglesia era desconocido en los tiempos del Antiguo Testamento. Debido a que la Iglesia es un misterio del Nuevo Testamento (Ef. 3:3–6), o algo previamente oculto y ahora revelado (Ro. 16:25–26), la doctrina de la Era de la Iglesia proviene exclusivamente del Nuevo Testamento (Mt. 16:18; Juan 13–17), en lugar del Antiguo Testamento. Notar tales diferencias debería advertirnos que no debemos tomar profecías y promesas que están específicamente dirigidas al programa del reino de Dios a través de Israel y aplicarlas incorrectamente a la presente dispensación de la Era de la Iglesia.

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

Visite el sitio web del Dr. Andy Woods:


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Notas Finales

[1] Arnold G. Fruchtenbaum, Israelology: The Missing Link in Systematic Theology (Tustin, CA: Ariel, 1994), 684-90.

[2] S. Lewis Johnson, "Paul and the 'Israel of God': An Exegetical and Eschatological Case-Study," in Essays in Honor of J. Dwight Pentecost, ed. Stanley D. Toussaint and Charles H. Dyer (Chicago: Moody, 1986), 181-96.

[3] Arnold G. Fruchtenbaum, "Israel and the Church," in Issues in Dispensationalism, ed. Wesley R. Willis and John R. Master (Chicago: Moody, 1994), 118.

[4] Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, 8 vols. (Dallas: Dallas Seminary, 1948; reprint, [8 vols. in 4], Grand Rapids: Kregel, 1993), 4:47-53.

domingo, 15 de mayo de 2022

El Reino Venidero – Parte 10

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy cree que la iglesia está experimentando el reino mesiánico, comenzamos un estudio que narra lo que la Biblia enseña sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático que se perdió en el Edén, en los pactos bíblicos, en las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y en la teocracia terrenal que gobernó Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo teocrático terminó con el inicio de los “Tiempos de los Gentiles”, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. En ese contexto entró Jesucristo, el legítimo heredero del trono de David. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría convertido en una realidad. A pesar de esta oportunidad sin precedentes, Israel rechazó la oferta del reino (Mateo 12), lo que llevó al aplazamiento del reino. Debido a este aplazamiento, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa provisional incluye Su revelación de los misterios del reino (Mateo 13) y de la iglesia (Mateo 16:18). Con respecto a los misterios del reino de Mateo 13, como se explicó en artículos anteriores, cuando las parábolas de Mateo 13 se entienden juntas, podemos obtener una imagen del curso de la actual “era de misterio”.

El segundo aspecto de la fase interina durante el aplazamiento del reino mesiánico es la revelación de Cristo de la iglesia (Mt. 16:18). La iglesia consiste de todas las personas, incluidos tanto el remanente judío como los gentiles, que han confiado en el mismo Mesías que el Israel nacional del primer siglo rechazó. A diferencia de Israel, que era una identidad nacional, la iglesia es un organismo espiritual que consta de todas las naciones y etnias (Gá. 3:28; Ro. 10:19; Ef. 2:14). La Era de la Iglesia comenzó el Día de Pentecostés en Hechos 2, y concluirá con el futuro rapto de la iglesia de la tierra. En lugar de reemplazar a Israel, la iglesia representa una obra divina completamente nueva que interrumpe el programa pasado y futuro de Dios con el Israel nacional.

La Iglesia No Es El Reino

Lo que es fundamental entender es que la obra presente de Dios en y a través de la iglesia no debe confundirse con el programa de Dios con respecto al reino venidero. Varias razones nos llevan a esta conclusión.[1] Primera, en ninguna parte se llama directamente a Cristo el “rey de la iglesia”. Aunque se le conoce como la cabeza de Su cuerpo, la iglesia (Ef. 1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18) o el novio de Su novia, la iglesia (Ef. 5:25), nunca es designado específicamente como el rey de Su iglesia. En segundo lugar, existe una falta de correspondencia entre lo que la Escritura predice con respecto al reino venidero y las realidades espirituales presentes en la Era de la Iglesia. Por ejemplo, durante el reino, Cristo gobernará el mundo con una vara de hierro (Sal. 2:9; Ap. 12:5), lo que resultará en justicia inmediata contra cualquier pecado o maldad (Zac. 14:16–18; Ap. 20:7–10). La Era de la Iglesia, por el contrario, a menudo se caracteriza por la carnalidad y un bajo nivel de vida cristiana (1 Co. 3:1–3). Hebreos 5:12 describe la realidad de tal carnalidad prolongada: “Porque debiendo ser ya maestros, después de tanto tiempo, tenéis necesidad de que se os vuelva a enseñar cuáles son los primeros rudimentos de las palabras de Dios; y habéis llegado a ser tales que tenéis necesidad de leche, y no de alimento sólido”. Curiosamente, de las siete iglesias mencionadas en Apocalipsis 2–3, Cristo reprendió a todas, menos a dos de ellas por su condición de descarriadas. Walvoord encapsula esta falta de correspondencia entre el reino profetizado y la actual era de la iglesia: “La era cristiana no ha sido una edad de oro de justicia ni la iglesia ha conquistado el mundo. Es más preciso reconocer que el mundo ha poseído en gran medida a la iglesia”.[2] Algunos sostienen que la iglesia es el reino, ya que Cristo está reinando en nuestros corazones. Sin embargo, el reinado espiritual de Cristo en el corazón del creyente no es idéntico al reino terrestre que se encuentra a lo largo de las Escrituras (Gn. 15:18–21; Ap. 5:10). Además, ¿reina Cristo perfectamente en los corazones del creyente hoy? Si es así, ¿por qué hay mandamientos consistentes dados en el Nuevo Testamento contra el contristar (Ef. 4:30) y apagar al Espíritu Santo? (1 Ts. 5:19). La mera existencia de estos mandamientos implica que los creyentes tienen la capacidad de cometer estos pecados y, en consecuencia, inhibir la influencia reinante de Dios en sus corazones.

Tercera, la inauguración del reino es precedida por la proclamación a Israel “arrepentíos, porque el reino de Dios se ha acercado” (Mt. 3:2; 4:17; 10:5–7; 24:14). Tal proclamación tiene poca semejanza con el evangelio de la iglesia, que es para que todos crean en el nombre de Jesucristo para experimentar la gracia de Dios (Hechos 16:30–31). Pentecost explica: “El nuevo mandamiento de Cristo, ‘Me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra’ (Hechos 1:8) no coincide con el evangelio del reino que debe proceder la institución del reino”.[3] Charles Feinber señala de manera similar: “Cuando los hombres son invitados a recibir la gracia de Dios en la salvación hoy, no se les insta: ‘Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado’”.[4] 

Cuarta, el Nuevo Testamento constantemente retrata a la iglesia como heredera del reino venidero en oposición a un gobernante en un reino existente presente (Hch. 14:22; 2 Ts. 1:5; 2 Tim. 4:18; 2 P. 1:11). Santiago 2:5 dice: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (itálicas añadidas). El erudito premilenial, Peters, pregunta: “Si la iglesia es el reino, y los creyentes están ahora en él, ¿Por qué designarlos como ‘herederos’, etc. de un Reino?”.[5] 

Quinta, en lugar de reinar en la gloria del reino, la Escritura predice la postura actual de la iglesia como sufrimiento dentro de un sistema mundial hostil (Juan 15:18–19; Ro. 13:12; 2 Tim. 3:12). Peters explica: “La iglesia, en lugar de ser representada como un Reino, se nos presenta como un pueblo que lucha y sufre”.[6] 

Sexta, el reino será un tiempo en la historia en el que no habrá influencia satánica. De hecho, el diablo estará encarcelado durante toda la gloriosa era del reino (Ap. 20:2–3). Tal escenario difícilmente se ajusta a la descripción consistente del Nuevo Testamento de la influencia repetida de Satanás contra y dentro de la iglesia (1 Ts. 2:18; 1 Co. 7:5; Ef. 4:26–27; 6:12; Ap. 2:10).

Séptima, de acuerdo con la revelación de los Tiempos de los Gentiles dada por el profeta Daniel (Dn. 2; 7), la teocracia terrenal terminó con el derrocamiento de Sedequías en el 586 a.C. y no regresará hasta el Segundo Adviento (Mt. 25:31). Como se explicó en un artículo anterior, durante este período, conocido como los Tiempos de los Gentiles, Judá será pisoteada por varias potencias gentiles. Sólo después de que el reino final del hombre (el revivido Imperio Romano del Anticristo) haya sido terminado por Cristo, se establecerá el reino de Dios en la tierra (Dn. 2:34 –35; 43–45; 7:23–27). Por lo tanto, durante los Tiempos de los Gentiles, Daniel no predice ninguna forma espiritual del reino en la tierra. Debido a que la Era de la Iglesia está incluida en los Tiempos de los Gentiles, tampoco la Era de la Iglesia puede considerarse parte del reino. Larkin resume: “Como los ‘Tiempos de los GENTILES’ aún están en marcha, la Iglesia no puede ser en esta Dispensación un poder gobernante o del Reino”.[7]

La Iglesia No Es Israel 

Otra razón por la que la iglesia no debe confundirse con el reino es que el programa del reino gira en torno al Israel nacional. Esta verdad se ha demostrado en capítulos anteriores que han rastreado cuidadosamente los pactos de Israel y la oferta del reino única. Curiosamente, el Nuevo Testamento nunca designa a la iglesia como “Israel”. De hecho, la palabra Israel se encuentra setenta y tres veces en el Nuevo Testamento y siempre se refiere a los descendientes físicos de Abraham, Isaac, y Jacob.[8] Algunas veces, el término “Israel” en el Nuevo Testamento se refiere a los judíos en la fe, y a veces se refiere a los judíos en incredulidad. Sin embargo, el término Israel en el Nuevo Testamento siempre se refiere a aquellos que son judíos físicos. Esta palabra nunca se refiere a los gentiles, la iglesia, o incluso a un grupo que sea una mezcla de judíos y gentiles. Esta generalización es válida con respecto al pasaje de Gálatas 6:16, a menudo citado, que emplea la expresión “el Israel de Dios”. Exegéticamente, la expresión “el Israel de Dios”, que se encuentra en Gálatas 6:16, sólo se refiere a los judíos creyentes dentro de las iglesias de Galacia.[9] 

Además, el Libro de los Hechos registra cómo la iglesia llegó a existir en Hechos 2 y continuó existiendo junto a Israel antes del exilio mundial de la nación en el año 70 d.C. A lo largo de este período de transición, Hechos es juicioso al mantener las dos entidades de la iglesia e Israel separadas. Fruchtenbaum observa: “En el libro de los Hechos, tanto Israel como la iglesia existen simultáneamente. El término Israel se usa veinte veces y ekklēsia (iglesia) diecinueve veces, pero los dos grupos siempre se mantienen distintos”.[10] Una razón adicional de que Israel no es la iglesia se debe al hecho de que la iglesia e Israel representan programas separados de Dios. Son dos trenes que circulan por vías férreas independientes. El teólogo y fundador del Seminario Teológico de Dallas, Lewis Sperry Chafer, notó veinticuatro diferencias entre Israel y la Iglesia,[11] que se destacarán en el próximo artículo.

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

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Notas Finales

[1] Kevin Quick, “The Glory of the Kingdom,” online: www.kevinquick.com, accessed 10 August 2012, 718-27.

[2] John F. Walvoord, The Millennial Kingdom (Findlay, OH: Dunham, 1959), 53.

[3] J. Dwight Pentecost, Things to Come: A Study in Biblical Eschatology (Findlay, OH: Dunham, 1958; reprint, Grand Rapids, Zondervan, 1964), 469.

[4] Charles Feinberg, Millennialism: The Two Major Views (Winona Lake, IN: BMH, 1985), 266.

[5] George N. H. Peters, The Theocratic Kingdom, vol. 1 (New York: Funk & Wagnalls, 1884; reprint, Grand Rapids: Kregel, 1952), 1:600.

[6] Ibid., 1:617.

[7] Clarence Larkin, Dispensational Truth (Philadelphia, PA: Larkin Estate, 1920), 18.

[8] Arnold G. Fruchtenbaum, Israelology: The Missing Link in Systematic Theology, rev. ed. (Tustin, CA: Ariel, 1994), 684-90.

[9] S. Lewis Johnson, "Paul and the 'Israel of God': An Exegetical and Eschatological Case-Study," in Essays in Honor of J. Dwight Pentecost, ed. Stanley D. Toussaint and Charles H. Dyer(Chicago: Moody, 1986), 181-96.

[10] Arnold G. Fruchtenbaum, "Israel and the Church," in Issues in Dispensationalism, ed. Wesley R. Willis and John R. Master(Chicago: Moody, 1994), 118.

[11] Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, 8 vols. (Dallas: Dallas Seminary, 1948; reprint, [8 vols. in 4], Grand Rapids: Kregel, 1993), 4:47-53.

jueves, 12 de mayo de 2022

El Reino Venidero – Parte 9

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy cree que la iglesia está experimentando el reino mesiánico, comenzamos un estudio que narra lo que la Biblia enseña sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático que se perdió en el Edén, en los pactos bíblicos, en las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y en la teocracia terrenal que gobernó Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo teocrático terminó con el inicio de los Tiempos de los Gentiles, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. En ese contexto entró Jesucristo, el legítimo heredero del trono de David. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría convertido en una realidad. A pesar de esta oportunidad sin precedentes, Israel rechazó la oferta del reino (Mateo 12), lo que llevó al aplazamiento del reino. Debido a este aplazamiento, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa provisional incluye Su revelación de los misterios del reino (Mateo 13) y de la iglesia (Mateo 16:18). Con respecto a los misterios del reino de Mateo 13, como se explicó en artículos anteriores, cuando las parábolas de Mateo 13 se entienden juntas, podemos obtener una imagen del curso de la actual era de misterio.

Comienzo de la Era de la Iglesia 

El segundo aspecto de la fase interina durante el aplazamiento del reino mesiánico es la revelación de Cristo de la iglesia (Mt. 16:18). La iglesia consiste de todas las personas, incluidos tanto el remanente judío como los gentiles, que han confiado en el mismo Mesías que Israel rechazó. A diferencia de Israel, que era una identidad nacional, la iglesia es un organismo espiritual que consta de todas las naciones y etnias (Gá. 3:28; Ro. 10:19; Ef. 2:14). La Era de la Iglesia comenzó el Día de Pentecostés en Hechos 2, y concluirá con el futuro rapto de la iglesia de la tierra. Lewis Sperry Chafer, fundador del Seminario Teológico de Dallas, usaba la expresión “intercalación” para describir la obra de Dios en la presente Era de la Iglesia.[1] Esta frase simplemente significa una interrupción, interpolación o intervalo. Este concepto describe mejor lo que Dios está haciendo actualmente a través de la iglesia. Dios hoy no está cumpliendo las promesas del reino de Israel en ningún sentido. Él cumplirá estas promesas en el reino futuro. Más bien, en el presente, Él está haciendo una obra completamente nueva a través de la iglesia que interrumpe los tratos pasados y futuros con el Israel nacional. 

Hay al menos cuatro razones para creer que la iglesia comenzó en Hechos 2.[2] Primero, la referencia inicial a la iglesia se encuentra en la profecía de Cristo en Mateo 16:18, que dice: “Edificaré mi iglesia”. Curiosamente, el verbo traducido “edificaré” (oikodomeō) está en tiempo futuro, lo que indica que la iglesia no existía ni al mismo tiempo ni antes de que Jesús hiciera esta declaración. En otras palabras, la iglesia estaba destinada a existir en el futuro y, por lo tanto, no existía ni en la era del Antiguo Testamento ni durante el tiempo de Cristo. 

Segundo, el concepto de la iglesia, o un nuevo organismo espiritual, que consiste en judíos y gentiles creyentes como coherederos con el mismo estatus espiritual, es categorizado por el Nuevo Testamento como un misterio (Ef. 2:14–15; 3:9). Esta palabra “misterio” simplemente significa una verdad previamente desconocida ahora revelada (Ro. 18:25–26; Col. 1:26). Vine explica: “En el N.T. [mysterion] denota, no lo misterioso (como con la palabra española), sino lo que, estando fuera del rango de la aprehensión natural sin ayuda, puede darse a conocer sólo por revelación divina, y es dado a conocer de la manera y en el tiempo señalados por Dios, y a aquellos que son iluminados por Su Espíritu”.[3]  Debido a que la iglesia en sí misma es un misterio, es algo que no podría haber existido en eras anteriores. Por lo tanto, Pablo designó a la iglesia como un “nuevo hombre” (Ef. 2:15).

Tercero, la iglesia no podría haber existido antes de la Ascensión de Cristo (Hechos 1). Cristo es la cabeza de la iglesia (Ef. 5:23). No asumió esta posición hasta después de Su Resurrección y Ascensión (Ef. 1:20–22). Por lo tanto, la iglesia no pudo haber existido antes de Su Ascensión. Si la iglesia hubiese existido antes de este momento, habría estado funcionando sin cabeza. De manera similar, los dones del Espíritu Santo son necesarios para que la iglesia experimente la edificación (1 Co. 12:7; 14:26b). sin embargo, estos dones no llegaron a existir hasta después de la Ascensión (Ef. 4:7–11). Si la iglesia hubiera existido antes de este punto, habría existido sin los medios para ser construida y edificada. Por lo tanto, cuando se consideran todos los datos, es fácil ver por qué la iglesia no pudo haber existido antes de Hechos 1.

Cuarto, el ministerio de bautizo del Espíritu Santo comenzó en Hechos 2. Este ministerio involucra la obra del Espíritu en llevar a hombres y mujeres al punto de la fe personal en Cristo y unirlos con el cuerpo de Cristo, la iglesia. 1 Corintios 12:13 dice: “Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu”. El verbo bautizar (baptizō) simplemente significa identificar. Tal identificación espiritual no es algo que el creyente deba buscar. Más bien, es algo que el Espíritu ya ha realizado en la vida del creyente en el momento de la conversión.

Si podemos señalar con precisión cuándo comenzó la obra del Espíritu de unir a los cristianos con el cuerpo de Cristo, la iglesia, podemos identificar de manera similar cuándo comenzó la iglesia o el cuerpo de Cristo. En otras palabras, ¿cuándo comenzó el Espíritu a formar el cuerpo de Cristo e inició Su obra de unir a los creyentes con este nuevo cuerpo espiritual llamado iglesia? Esta obra debe haber comenzado algún tiempo después de la Ascensión. Justo antes de ascender, Cristo puso la obra bautizadora del Espíritu en el futuro. Él explicó a los discípulos: “Porque Juan ciertamente bautizó con agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días” (Hechos 1:5). La iglesia también debe haber comenzado algún tiempo antes de Hechos 11:15–16. Aquí, Pedro puso el lanzamiento del ministerio bautizador del Espíritu en el pasado. En Hechos 11:15–16, mientras buscaba validar la conversión de Cornelio, el primer creyente gentil (Hechos 10), testificó a la iglesia de Jerusalén: “Y cuando comencé a hablar, cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio. Entonces me acordé de lo dicho por el Señor, cuando dijo: Juan ciertamente bautizó en agua, mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo”.

Por lo tanto, el ministerio bautizador del Espíritu comenzó en algún momento después de Hechos 1:5, pero antes de Hechos 11:15–16. El único evento entre estos dos versículos que podría describir lógicamente el ministerio bautizador del Espíritu es Hechos 2. Aquí, el Espíritu descendió sobre los discípulos (Hechos 2:1–4), y unas tres mil personas fueron salvas (Hechos 2:37–41). Cuando se considera toda la Escritura, podemos suponer que la iglesia, el cuerpo de Cristo, comenzó el Día de Pentecostés, como se registra en Hechos 2. Es en este punto específico en el tiempo que el Espíritu comenzó a tomar a los creyentes en Cristo y unirlos en un nuevo organismo espiritual llamado el cuerpo de Cristo o la iglesia.

La iglesia, que comenzó en Hechos 2, existe por tres razones específicas, divinamente ordenadas. En primer lugar, la iglesia existe para glorificar a Dios (Ef. 3:21). En segundo lugar, la iglesia existe para edificar o fortalecer a sus miembros. Dios ha puesto dones espirituales en el cuerpo de Cristo con el propósito de emplearlos fielmente para que los miembros de la iglesia puedan ser edificados, madurar espiritualmente, y alcanzar la unidad (Ef. 4:11–16). En tercer lugar, la iglesia existe con el propósito de lograr la evangelización mundial (Mr. 16:15) y cumplir la Gran Comisión (Mt. 28:18–20). Durante esta actual Era de la Iglesia, que ha durado aproximadamente dos mil años hasta ahora, la iglesia, en lugar del Israel nacional, comprende a los siervos preeminentes de Dios en la tierra. Durante este tiempo, Dios está ocupado “tomando de entre los gentiles pueblo para Su nombre” (Hechos 15:14).

La Iglesia no es el Reino 

Lo que es fundamental entender es que la obra presente de Dios en, y a través de la iglesia, no debe confundirse con el programa de Dios con respecto al reino venidero. Varias razones nos llevan a esta conclusión.[4] Primero, en ninguna parte se llama directamente a Cristo el “rey de la iglesia”. Aunque se le conoce como la cabeza de Su cuerpo, la iglesia (Ef. 1:22; 4:15; 5:23; Col. 1:18) o el novio de Su novia, la iglesia (Ef. 5:25), nunca es designado específicamente como el rey de Su iglesia. Una omisión tan flagrante ha sido reconocida durante mucho tiempo por eruditos dispensacionales y premilenialistas. Según G. N. H. Peters: “Jesús es llamado, y por derecho, y de la manera convenida, es, ‘el Rey de los Judíos’, ‘Rey de las Naciones’, ‘Rey del Mundo’, pero nunca es llamado ‘el Rey de la Iglesia’”.[5] Clarence Larkin señala de manera similar: “Cristo es la ‘Cabeza’ de Su Iglesia (Ef. 1:22; 4:15; Col. 1:18), pero nunca se habla de Él como su Rey”.[6] McClain cita a Andrews de la siguiente manera: “Es como su Cabeza que Él gobierna sobre ella [la Iglesia], no como su Rey; porque este último título nunca se usa para esta relación”.[7] Fruchtenbaum también observa: “El problema que el Amilenialismo enfrenta es que, si bien la Biblia describe la relación entre Cristo y la Iglesia en varias metáforas (cabeza y cuerpo, novio y novia, vid y pámpanos, cimientos y piedras del edificio, etc.) rey y reino no es una de ellas. . . . De hecho, se hace referencia a Cristo como la cabeza de la Iglesia, pero nunca como su rey”.[8]


Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

Visite el sitio web del Dr. Andy Woods:


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Notas Finales

[1] Lewis Sperry Chafer, Systematic Theology, (Dallas: Dallas Seminary, 1948), 4:41.

[2] Charles Ryrie, Basic Theology (Chicago: Moody, 1999), 463, 66.

[3] W. E. Vine, Vine's Complete Expository Dictionary of the Old and New Testament Words (Nashville: Nelson, 1996), 424.

[4] For a more in depth treatment of this issue, see Kevin Quick, “The Glory of the Kingdom,” online: www.kevinquick.com, accessed 10 August 2012, 718-27.

[5] George Peters, The Theocratic Kingdom, (Grand Rapids: Kregel, 1952), 1:597.

[6] Clarence Larkin, Dispensational Truth (Philadelphia, PA: Larkin Estate, 1920), 74.

[7] Alva McClain, The Greatness of the Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 437.

[8] Arnold Fruchtenbaum, Israelology (Tustin, CA: Ariel, 1994), 190.  

lunes, 2 de mayo de 2022

El Reino Venidero – Parte 8

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy cree que la iglesia está experimentando el reino mesiánico, comenzamos un estudio que narra lo que la Biblia enseña sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático que se perdió en el Edén, en los pactos bíblicos, en las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento y en la teocracia terrenal que gobernó Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo teocrático terminó con el inicio de los “Tiempos de los Gentiles, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. En ese contexto entró Jesucristo, el legítimo heredero del trono de David. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría convertido en una realidad. A pesar de esta oportunidad sin precedentes, Israel rechazó la oferta del reino (Mateo 12), lo que llevó al aplazamiento del reino. Debido a este aplazamiento, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa interino incluye Su revelación de los misterios del reino (Mateo 13) y de la iglesia (Mateo 16:18).

Los Misterios del Reino

Los misterios del reino representan los eventos que experimentarán los herederos del reino o los “hijos del reino” (Mt. 13:38) entre el rechazo de Israel y el re-ofrecimiento del reino a Israel en el futuro. Por lo tanto, los misterios del reino cubren el período de tiempo entre el rechazo formal de Israel del reino y el Segundo Adviento (13:40–42, 49–50). Los misterios del reino representan nuevas verdades concernientes al reino que no fueron reveladas en el Antiguo Testamento. Debido a que estas verdades nunca antes se habían dado a conocer, representan una edad de misterio o un período de tiempo no revelado en las Escrituras anteriores (Mt. 13:11; Ef. 3:9; Ro. 16:25–26).

Cuando las parábolas de Mateo 13 se entienden juntas, obtenemos una imagen completa del curso de la actual “era misterio”. Como se explicó en el artículo anterior, durante esta era, el evangelio será predicado con resultados mixtos (Mateo 13:1–9, 18–23). Será difícil distinguir entre los salvos y los no salvos dentro de la cristiandad profesante (13:24-30, 36-43, 47-50). Además, la cristiandad experimentará una gran expansión desde un pequeño comienzo (13:31–32), y se volverá cada vez más apóstata a medida que avance la era (13:33). Israel permanecerá incrédulo y sin convertir hasta la conclusión de la era (13:44), y el Señor obtendrá un tesoro de entre los gentiles (13:45–46).

Si bien Cristo reveló los misterios del reino en forma parabólica, no dio el Sermón del Monte (Mt. 5–7) ni el discurso de las misiones (10) en forma parabólica. ¿Por qué Cristo reveló los misterios del reino en forma parabólica? Además de cumplir la profecía (13:34–35; Sal. 78:2), la forma parabólica de enseñanza le permitía ocultar y revelar simultáneamente. Cristo deseaba ocultar la verdad a la nación, ya que ellos ya habían rechazado la oferta del reino (Mt. 12). Tal ocultamiento fue en realidad misericordioso, ya que la revelación de más verdad habría llevado al Israel del primer siglo a una condena aún mayor. Anteriormente, Cristo habría explicado que una mayor revelación produce una mayor responsabilidad (Mt. 11:20–24). La revelación de más verdad a la nación en este punto no habría ayudado a Israel, sino que sólo habría aumentado su grado de disciplina, ya que ya había elegido rechazar la oferta del reino. Por otro lado, Cristo quería revelar la verdad al remanente creyente para prepararlos para sus roles de liderazgo (Ef. 2:20) en la iglesia que pronto nacería. Debido a que iban a ser Sus representantes terrenales a la largo de la era de misterio, necesitaban información completa acerca de las características de esta nueva era.

¿Una Forma Misteriosa del Reino? 

Un error, típicamente cometido incluso por los intérpretes dispensacionales y premileniales, es sostener que las parábolas de Mateo 13 revelan una forma espiritual presente del reino conocida como la "forma misteriosa del reino". Si bien no sostienen que el reino davídico está presente, en su lugar creen que el reino está espiritualmente presente sólo en forma de misterio.[1] Sin embargo, incluso esto es leer demasiado en el texto de Mateo 13 de lo que realmente está allí. Toussaint señala: 

A menudo se alega que el Señor predijo una forma del reino para la era de la Iglesia en Sus parábolas, particularmente las de Mateo 13. Durante muchos años, los dispensacionalistas se han referido a estas parábolas como enseñanzas de una forma misteriosa o una nueva forma del reino. . .Sin embargo, en ninguna parte de Mateo 13 ni en ninguna parte el Señor Jesús usa el término forma misteriosa. Más bien, se refiere a los “misterios del reino de los cielos” (v. 11); es decir, el Señor en estas parábolas está dando a Sus discípulos nuevas verdades sobre el reino que hasta ahora eran desconocidas. Es extraño que tantos dispensacionalistas afirmen que se introduce una nueva forma del reino en Mateo 13. Los dispensacionalistas argumentan vigorosamente a favor de una reino literal y terrenal que es el cumplimiento del Antiguo Testamento, cuando Juan, Jesús y Sus discípulos anuncian su cercanía. Entonces, de repente, estos dispensacionalistas cambian el significado en Mateo 13.[2] 

McClain observa de manera similar:

La ficción de un “reino de los cielos” presente establecido en la tierra en la Iglesia, ha sido respaldada por una terminología imprudente que a veces se utiliza para definir los “misterios del reino de los cielos” (Mt. 13:11). Las parábolas de este capítulo, dicen algunos descuidadamente, describen el reino de los cielos como ahora existente en “forma de misterio” durante la era de la Iglesia. Ahora bien, es cierto que estas parábolas presentan ciertas condiciones relacionadas con el Reino que son contemporáneas con la era presente. Pero, en ninguna parte en Mateo 13 se coloca el establecimiento del Reino en esta era. Por el contrario, en dos de estas parábolas, el establecimiento del Reino se sitúa definitivamente al final de la “era” (vv. 39 y 49 ASV, con 41–43).[3]

Como explican estas citas, hay al menos cuatro problemas asociados con la equiparación de los “misterios del reino” de Mateo 13 con una forma espiritual presente del reino en “forma de misterio”. En primer lugar, aunque Cristo usa la expresión “misterios del reino de los cielos” (v. 11), Mateo 13, o cualquier otro lugar en las enseñanzas de Cristo para el caso, no emplea la expresión “forma misteriosa del reino”. Estas palabras deben leerse en el texto. En segundo lugar, la palabra “reino” o basileia debe interpretarse de manera consistente en el Evangelio de Mateo 13, con el fin de justificar la existencia de una forma misteriosa del reino. Mientras que los dispensacionalistas premileniales interpretan la palabra “reino” en referencia al futuro reinado terrenal de Cristo en la mayoría de los usos de la palabra por parte de Mateo (Mt. 3:2; 4:17; 6:10; 7:21; 8:11; 10:7; 24:14; 25:1, 34; 26:29), de manera inconsistente atribuyen un significado espiritualizado y alegorizado a la misma palabra en Mateo 13.

En tercer lugar, de acuerdo con la revelación de los Tiempos de los Gentiles dada al profeta Daniel (Dn. 2; 7), la teocracia terrenal terminó con el derrocamiento de Sedequías en el 586 a.C. y no regresará hasta el Segundo Adviento (Mt. 25:31). Como se explicó en un capítulo anterior, durante este período conocido como los Tiempos de los Gentiles, Judá será pisoteada por varias potencias gentiles. Sólo después de que el reino final del hombre (el revivido Imperio Romano del Anticristo) haya sido terminado por Cristo, se establecerá el reino de Dios en la tierra (Dn. 2:34–35; 43–45; 7:23–27). Por lo tanto, durante los Tiempos de los Gentiles, Daniel no predice ninguna forma espiritual del reino en la tierra. Esta omisión incluye alusiones a cualquier forma espiritual del reino, ya sea una forma espiritual del Reino Davídico, una manifestación presente de “ya pero no todavía” del Reino Davídico, una forma misteriosa del reino, o cualquier otro vocabulario sofisticado que los teólogos del “reino ahora” elijan emplear. La falta de cualquier referencia a un reino terrenal antes del Segundo Adviento de Cristo en las profecías de Daniel debería disuadir a los intérpretes de encontrar una manifestación espiritual prematura del reino en la actual Era de la Iglesia. Desafortunadamente, aquellos que promueven una “forma misteriosa del reino” ignoran esta cronología de Daniel, al argumentar a favor de una forma espiritual presente del reino, a pesar del hecho de que los reinos del hombre aún no han seguido su curso, el Anticristo y su reino aún no han sido derrocados, y el Segundo Adviento aún no ha ocurrido.

En cuarto lugar, toda la idea de una “forma misteriosa del reino” parece ser más el producto de la eiségesis (traer al texto bíblico lo que no está allí) que de la exégesis (extraer del texto lo que naturalmente está allí). Dado que la mayoría de los dispensacionalistas se adhieren a una forma misteriosa actual del reino, a mí también se me enseñó esta teología del reino ahora desde el principio. De hecho, en un momento, incluso acepté esta idea. Sin embargo, eventualmente me desilusioné con el concepto después de descubrir su origen. La idea se remonta a los amilenialistas (aquellos que no creen en un futuro reinado terrenal de Cristo, ya que las promesas del reino se están cumpliendo espiritualmente en la era presente) acusando a los dispensacionalistas (aquellos que creen que Dios ha tratado con la humanidad a través de siete eras sucesivas llamadas dispensaciones) de dividir la Biblia hasta tal punto que la Escritura ya no contenía un tema unificador y general. Esta acusación molestó a los dispensacionalistas a tal grado que se dispusieron a encontrar un tema unificador en la Biblia. El tema sobre el que se establecieron fue el reino. Por lo tanto, buscaron mostrar la presencia del reino en cada era o dispensación. Esta ambición, a su vez, los llevó a concluir que el reino está presente sólo en “forma de misterio” (Mt. 13:11). Sin embargo, el peligro hermenéutico asociado con tratar de hacer que toda la Escritura se adhiera a un tema predeterminado, es que uno termina trayendo una teología al texto en lugar de extraer una teología del texto. Esta explicación del origen del concepto de la “forma misteriosa del reino” ayuda a explicar por qué tantos dispensacionalistas obtienen la idea en Mateo 13, a pesar del hecho de que esta teología no está respaldada por una exégesis cuidadosa de este capítulo.

Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

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Notas Finales

[1] J. Dwight Pentecost, Thy Kingdom Come (Wheaton, IL: Victor Books, 1990), 215-28.

[2] Stanley D. Toussaint, "Israel and the Church of a Traditional Dispensationalist," in Three Central Issues in Contemporary Dispensationalism, ed. Herbert W. Bateman(Grand Rapids: Kregel, 1999), 237.

[3] Alva J. McClain, The Greatness of the Kingdom (Grand Rapids: Zondervan, 1959), 440-41.

El Reino Venidero – Parte 7

Por Dr. Andy Woods

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Debido a que el mundo evangélico de hoy equipara a la iglesia con el reino mesiánico, comenzamos un estudio bíblico sobre el reino. Este reino terrenal se anticipa en el oficio de Administrador Teocrático perdido en el Edén, los pactos bíblicos, las predicciones de los profetas del Antiguo Testamento. y la Teocracia que gobierna Israel desde el tiempo de Moisés hasta Sedequías. Este arreglo terminó con la iniciación de los Tiempos de los Gentiles, cuando la nación no tenía ningún rey reinando en el Trono de David, ya que Judá fue pisoteada por varias potencias gentiles. Finalmente, Cristo, el legítimo heredero del trono de David, apareció. Si el Israel del primer siglo hubiera entronizado a Cristo, el reino terrenal se habría materializado. Lamentablemente, Israel rechazó este ofrecimiento del reino (Mateo 12:24), lo que llevó al aplazamiento del reino. En consecuencia, Cristo comenzó a explicar las condiciones espirituales que ahora prevalecerían durante la ausencia del reino. Este programa interino incluye Su revelación de los misterios del reino (Mateo 13) y de la iglesia (Mateo 16:18).

Los Misterios del Reino

El primer aspecto de esta fase interina son los misterios del reino (Mt. 13:1–52). Éstos representan el curso de los eventos que experimentarán los herederos del reino o los “hijos del reino” (13:38) entre el rechazo de Israel y la aceptación futura de la oferta de la oferta del reino. Por lo tanto, estos misterios cubren el período de tiempo entre el rechazo formal de Israel del reino y el Segundo Adviento (13:40–42, 49–50). Los misterios del reino representan nuevas verdades concernientes al reino que no fueron reveladas en el Antiguo Testamento. Jesús dejó claro este punto cuando dijo: Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. . .Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron” (Mateo 13:11, 16–17).

Cuando las ocho parábolas de Mateo 13 se entienden armoniosamente, revelan una imagen completa de esta “era misteriosa”. Primero, la parábola del sembrador enseña que el evangelio será predicado a lo largo del curso de la era de misterio con diferentes respuestas, basadas en cómo se ha preparado el corazón. Los que respondan a la verdad recibirán revelación adicional (13:1–9, 18–23). Segundo, la parábola del trigo y la cizaña enseña que será difícil distinguir entre los salvos y los no salvos dentro de la cristiandad profesante a lo largo de la era de misterio. La separación entre el creyente y el incrédulo se hará hasta el Segundo Adviento (13:24–30, 36–43). Tercero, la parábola de la semilla de mostaza enseña que la cristiandad experimentará una gran expansión numérica y geográfica desde un pequeño comienzo. Sin embargo, la forma final de la cristiandad representará una forma apóstata de la verdad, en contraposición a sus orígenes bíblicamente puros (13:31–32). Cuarto, debido a que la levadura en las Escrituras típicamente representa algo pernicioso o maligno (Ex. 12; Lv. 2:11; 6:17; 10:12; Mt. 16:6, 12; Mra. 8:15; Lc. 12:1; 1 Co. 5:6–8; Gá. 5:9), la parábola de la levadura que se abre paso a través de la harina enseña que la cristiandad profesante experimentará una creciente corrupción moral y doctrinal a medida que avance la era (Mt. 13:33). Esta parábola predice el aumento de la apostasía a lo largo de la era actual. Desafortunadamente, los intérpretes del “reino ahora” pasan por alto este punto crucial al interpretar la levadura como algo bueno en lugar de algo malo. Walvoord explica:

¿Qué representa la levadura? Los potmilenaristas y amilenaristas. . .usualmente asumen dogmáticamente que la levadura no puede representar el mal en la parábola, aunque se usa universalmente para representar el mal tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento. . .Es más evidente que nunca en el último tercio del siglo XX que el evangelio no ha permeado el mundo y que el mal tiende a impregnar a toda la iglesia profesante, que es exactamente lo que enseña Mateo 13. En el Antiguo Testamento, la levadura se usa constantemente para representar el mal. . .En el Nuevo Testamento, Cristo usó la levadura del externalismo de los fariseos, de la incredulidad de los saduceos, y de la mundanalidad de los herodianos y, en general, de la doctrina maligna (Mt 16:6–12; Mr. 8:14–21). En las cartas de Pablo, del mismo modo, la levadura representa el mal, como en 1 Corintios 5:6–8 y Gálatas 5:7–10. En la parábola, la harina representa lo que es bueno. . .La iglesia profesante, sin embargo, está impregnada de doctrina maligna, externalismo, incredulidad, y mundanalidad, que tiende a inflar la iglesia y hacerla más grande en apariencia, así como la levadura infla la masa, pero en realidad no agrega nada de valor real. La historia de la iglesia ha cumplido con demasiada precisión esta anticipación, y la iglesia profesante en el mundo, por grande y poderosa que sea, está impregnada de la levadura del mal, que será juzgada en el horno del juicio divino al final de la era. . .Hasta cierto punto, el mal se extenderá incluso. . .al cuerpo de verdaderos creyentes en la iglesia, así como aquellos que vienen a Cristo después del rapto. . .incluso los creyentes verdaderos no alcanzan la perfección y pueden abrazar, hasta cierto punto, la mundanalidad, el externalismo, y la mala doctrina.[1]

Toussaint señala de manera similar:

La discusión gira en torno al significado de la palabra “levadura” (zymē). Muchos sostienen que la levadura se utiliza aquí en un buen sentido y representa la propagación del evangelio por toda la tierra. Otros afirman que la palabra representa el mal y se utiliza para ilustrar el crecimiento del mal dentro del grupo que profesa heredar el reino. Esta última interpretación cuenta con el apoyo más firme. Es consistente con la doctrina de las Escrituras concerniente al carácter maligno del fin de la era de la iglesia y la tribulación (1 Timoteo 4; 2 Timoteo 3; Judas; 2 Pedro 3; Apocalipsis 6–19). Uno de los mayores apoyos para la interpretación que la levadura habla del mal es el uso de la palabra en las Escrituras. Invariablemente, la levadura representa el pecado (Éxodo 12; Levítico 2:11; 6:17; 10:12; Mateo 16:12; Marcos 8:15; Lucas 12:1; 1 Corintios 5:6–8; Gálatas 5:9). Finalmente, el verbo usado aquí, “ocultar” . . .es muy inusual, si la levadura representa el bien. Es una palabra mucho más apropiada si la levadura ha de tener un efecto siniestro. Esto es similar a la idea en la parábola del trigo y la cizaña. La forma en que la mujer oculta la levadura en la harina es muy similar a la forma en que el enemigo sembró cizaña por la noche. Esta parábola revela el hecho de que el mal seguirá su curso y dominará la nueva era. Pero también indica que, cuando el programa del mal se haya cumplido, el reino vendrá.[2]

Por lo tanto, la era actual representa un período en el que se predica el evangelio, lo que resulta en la salvación de algunos. Sin embargo, también se llevará a cabo una siembra falsificada. A pesar de la obra de Dios a lo largo de esta era, la cristiandad experimentará una creciente corrupción. Esta enseñanza concerniente a la creciente apostasía de la presente era misteriosa se puede encontrar no sólo en el material epistolar (1 Tim. 4; 2 Tim. 3; 2 Pedro 3; Judas) sino también en las parábolas de Mateo 13.

Esta enseñanza sobre la apostasía de la iglesia no significa que Dios no pueda soberanamente enviar olas refrescantes de avivamiento y reforma, como lo ha hecho en varias ocasiones. Sin embargo, estas temporadas refrescantes no son la norma, sino que ocurren sólo intermitentemente a lo largo de la historia de la iglesia. Una comprensión adecuada de esta apostasía representa una visión del mundo que es diametralmente opuesta a la teología del “reino ahora”, que es la idea de que la iglesia cristianizará gradualmente el mundo, marcando así el comienzo del progreso cultural a largo plazo. La única manera en que la teología del “reino ahora” puede ser defendida a partir de las Escrituras es ignorar lo que el Nuevo Testamento predice con respecto a la apostasía en la actual era de misterio.

Quinto, debido a que las Escrituras se refieren a Israel como el tesoro especial de Dios (Ex. 19:5), la parábola del tesoro de tierra enseña que Cristo vino a comprar a Israel. Sin embargo, Israel permanecerá en incredulidad durante todo el curso de la era de misterio y no se convertirá hasta la conclusión de la era (Mateo 13:44). Sexto, la parábola de la perla de gran precio se refiere a la muerte de Cristo que redime a los miembros de la iglesia a lo largo de esta era, lo que le permite al Señor obtener un tesoro de entre los gentiles (13:45–46). Séptimo, la parábola de la red enseña la coexistencia de los justos y los inicuos a lo largo de la era sólo para ser separados por Cristo en la conclusión de la edad (13:47–50). Octavo, la parábola del padre de familia enseña que estos misterios del reino deben ser considerados junto con la verdad del reino del Antiguo Testamento si uno ha de entender la totalidad de la agenda del reino de Dios (13:51–52). En resumen, cuando estas ocho parábolas se toman juntas, el Señor revela las condiciones espirituales que prevalecerán en el mundo durante un período interino cuando el reino no está presente. 

¿Una Forma de Misterio del Reino? 

Un error típicamente cometido por los intérpretes dispensacionales es afirmar que las parábolas de Mateo 13 revelan una forma espiritual presente del reino conocida como la “forma misteriosa del reino”. Si bien no sostienen que el reino davídico está presente, creen en cambio que el reino está espiritualmente presente sólo en forma de misterio.[3] Sin embargo, incluso esta perspectiva es leer mucho más en el texto de Mateo 13 de lo que realmente está allí. Toussaint explica:  

A menudo se alega que el Señor predijo una forma del reino para la era de la Iglesia en Sus parábolas, particularmente las de Mateo 13. Durante muchos años, los dispensacionalistas se han referido a estas parábolas como enseñanzas de una forma misteriosa o una nueva forma del reino. . .Sin embargo, en ninguna parte de Mateo 13 ni en ninguna parte el Señor Jesús usa el término forma misteriosa. Más bien, se refiere a los “misterios del reino de los cielos” (v. 11); es decir, el Señor en estas parábolas está dando a Sus discípulos nuevas verdades sobre el reino que hasta ahora eran desconocidas. Es extraño que tantos dispensacionalistas afirmen que se introduce una nueva forma del reino en Mateo 13. Los dispensacionalistas argumentan vigorosamente a favor de una reino literal y terrenal que es el cumplimiento del Antiguo Testamento, cuando Juan, Jesús y Sus discípulos anuncian su cercanía. Entonces, de repente, estos dispensacionalistas cambian el significado en Mateo 13.[4]


Continuará

Traducido por Donald Dolmus
En Defensa de la Fe (endefensadelafe.org)

Original article:

El Dr. Andy Woods es oriundo de California, donde asistió a la universidad y obtuvo una licenciatura en Derecho. En 1998, cambió de rumbo y comenzó a hacer la transición del Derecho a la Teología, cuando decidió ingresar al seminario.

Finalmente obtuvo un Doctorado en Exposición Bíblica del Seminario Teológico de Dallas. Actualmente se desempeña como pastor en la Iglesia Bíblica de Sugar Land, en el área de Houston, mientras se desempeña como Presidente del Seminario Teológico Chafer, en Albuquerque, Nuevo México. Es un escritor prolífico y un conferenciante muy solicitado.

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Notas Finales

[1] John F. Walvoord, Matthew: Thy Kingdom Come (Chicago: Moody, 1974), 102-4.

[2] Stanley D. Toussaint, Behold the King: A Study of Matthew (Grand Rapids, Kregel, 2005), 182.

[3] J. Dwight Pentecost, Thy Kingdom Come (Wheaton, IL: Victor Books, 1990), 215-28.

[4] Stanley D. Toussaint, "Israel and the Church of a Traditional Dispensationalist," in Three Central Issues in Contemporary Dispensationalism, ed. Herbert W. Bateman(Grand Rapids: Kregel, 1999), 237.

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