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lunes, 17 de enero de 2022

Cristo y los Creyentes del Antiguo Testamento

Por Dr. Ron Rhodes



Nota del editor: Ron Rhodes escribió un artículo maravilloso que apareció en nuestra edición de septiembre-octubre de 2021, que se enfocó en Jesús en el Antiguo Testamento. Este artículo se basa en ése, y destaca el reconocimiento de Cristo que es evidente en el Antiguo Testamento (y testificado en el Nuevo).


En cinco ocasiones diferentes, Jesús afirmó ser el tema de todo el Antiguo Testamento: (1) Mateo 5:17; (2) Lucas 24:27; (3) Lucas 24:44; (4) Juan 5:39; y (5) Hebreos 10:7. Debido a que Cristo es el tema del Antiguo Testamento, no debería sorprendernos que las personalidades clave del Antiguo Testamento fueran conscientes de Cristo y, en algunos casos, incluso se encontraran con el Cristo preencarnado, mucho antes de que naciera como ser humano en Belén.

Cristo la Roca Acompañó a los Israelitas en la Estadía en el Desierto

La primera carta de Pablo a los Corintios revela que Cristo sustentó a los israelitas durante su estadía en el desierto después de salir de Egipto: Los israelitas en el desierto “todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1 Corintios 10:4).

Note que los israelitas “bebían de la roca espiritual”. El tiempo imperfecto usado en el griego original de esta frase indica acción continua — como si esta “Roca” sustentara al pueblo de Dios a lo largo de todo el viaje.

¿Rescató Cristo a los Amigos de Daniel en el Horno Ardiente?

Cuando los compañeros de Daniel se negaron a adorar la imagen de oro erigida por el rey Nabucodonosor, fueron amenazados con ser arrojados a las llamas del fuego (Daniel 3:15). Los tres valientes muchachos respondieron: “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo” (versículo 17). Esto enfureció tanto al rey que calentó el horno siete veces más de lo normal y los arrojó a las llamas (versículos 19-20).

Mientras el rey observaba lo que debería haber sido una incineración instantánea, de repente se sobresaltó por lo que vio y exclamó: “He aquí yo veo cuatro varones sueltos, que se pasean en medio del fuego sin sufrir ningún daño; y el aspecto del cuarto es semejante a hijo de los dioses” (Daniel 3:25).

Aunque no se nos dice explícitamente que fue Cristo quien sostuvo a los amigos de Daniel durante la prueba de fuego, muchos eruditos creen que lo fue. Esto se infiere de dos hechos: (1) Los amigos de Daniel afirmaron que Dios mismo “puede librarnos del horno de fuego ardiendo”. (2) Una persona como un hijo de los dioses liberó a los amigos de Daniel. Si esto es correcto, podemos afirmar que, así como el Cristo preencarnado evitó que los israelitas perecieran en el desierto, así también Cristo rescató a los amigos de Daniel de perecer del fuego.

Lo que Moisés Supo de Cristo Cambió su Vida

Hebreos 11:24-27 nos dice: 

Por la fe Moisés, cuando llegó a ser grande, rehusó ser llamado hijo de la hija del faraón. Prefirió, más bien, recibir maltrato junto con el pueblo de Dios que gozar por un tiempo de los placeres del pecado. Él consideró el oprobio por Cristo como riquezas superiores a los tesoros de los egipcios, porque fijaba la mirada en el galardón. Por la fe abandonó Egipto sin temer la ira del rey porque se mantuvo como quien ve al Invisible (RVA-2015).

Moisés vivió 1,500 años antes de Cristo. Y, sin embargo, Moisés habló de su compromiso de honrar a Cristo en sus acciones. El erudito E. Schuyler English explica que “Dios le habló, mostrándole cosas invisibles al ojo natural, revelándole otro Rey, otro reino y una mejor recompensa”.1

Nuestro texto nos dice que Moisés “consideró el oprobio por Cristo como riquezas superiores a los tesoros de los egipcios”. La palabra griega para “consideró” indica pensamiento cuidadoso. Moisés pensó en su decisión, sopesando los pros y los contras. Si tratáramos de reconstruir el razonamiento de Moisés, podríamos llegar a algo como esto:

Dios me ha revelado cosas futuras, cosas invisibles, pero cosas gloriosas, celestiales. Yo creo lo que Él dice. Él también me ha hecho saber que soy Su instrumento escogido para liberar a Su pueblo — y hermanos según la carne — de la servidumbre. Pero yo soy el hijo adoptivo de la hija de Faraón. A mí me ha sido prometido el trono de Egipto, como heredero por medio de ella. Si sigo el programa de Dios para mí, debo sufrir reproches. En cambio, si me quedo en la corte real, toda la riqueza de Egipto es mía — ¡y cuán grande es esa riqueza! Cada una de estas cosas — la aflicción del pueblo de Dios y la riqueza de Egipto — es temporal. Estoy buscando la vida después de la muerte. Entonces, el que ha sufrido dentro de la voluntad de Dios será recompensado; pero el que ha seguido el camino de la carne será juzgado. Hago mi elección. Rehúso ser llamado hijo de la hija de Faraón, prefiriendo por elección sufrir aflicción con el pueblo de Dios — y lo hago en honor de Cristo.2

Moisés habría estado de acuerdo con el apóstol Pablo, quien escribió muchos siglos después: “Porque nuestra momentánea y leve tribulación produce para nosotros un eterno peso de gloria más que incomparable; 18 no fijando nosotros la vista en las cosas que se ven sino en las que no se ven; porque las que se ven son temporales, mientras que las que no se ven son eternas” (2 Corintios 4:17-18).

Abraham se Gozó en Cristo

Jesús entabló un diálogo con algunos judíos acerca de Abraham (Juan 8:54-59). Los judíos sentían que, por ser descendientes naturales de Abraham, estaban en una posición privilegiada ante Dios. Jesús respondió señalando que los verdaderos descendientes espirituales de Abraham hacen lo que hizo Abraham — es decir, creen y obedecen a Dios. Estos judíos deberían haber respondido por fe en el enviado de Dios (Jesús) en lugar de simplemente confiar en su linaje abrahámico.

Entonces Jesús hizo una declaración asombrosa a este grupo de judíos: “Abraham, el padre de ustedes, se regocijó de ver mi día. Él lo vio y se gozó” (Juan 8:56). Jesús era Aquel que Abraham anticipó. Y cuando Abraham pensó en ver Su día, se llenó de alegría.

Isaías Vio la Gloria de Jesús

Isaías tuvo una visión en el templo en la que se encontraba en presencia de la gloria de Dios: “En el año que murió el rey Uzíasa, vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime; y el borde de sus vestiduras llenaba el templo” (Isaías 6:1). Los ángeles proclamaron Su santidad y el “humo” de la gloria de Dios inundó el templo (versículos 2-5).

Mientras estaba en el templo, Dios le concedió a Isaías una visión gloriosa que lo fortalecería durante la duración de su ministerio. Isaías vio al Señor sentado en un trono de gloria, “alto y sublime” (Isaías 6:1). Los ángeles cubrían sus ojos con sus alas. A pesar de su propio brillo y pureza, aparentemente no podían mirar el mayor brillo y pureza de Dios, quien Él mismo habita en “luz inaccesible” (1 Timoteo 6:16).

El Evangelio de Juan nos informa más adelante que Isaías realmente contempló la gloria de Jesucristo: “Isaías… vio Su gloria y habló acerca de Él” (Juan 12:41). Isaías 6:3 se refiere a la gloria del “SEÑOR de los ejércitos”, pero Juan dice que estas palabras en realidad se referían a Jesucristo. Qué maravilloso debe haber sido esto para Isaías. Unos 700 años antes de que el Mesías naciera físicamente en Belén, Isaías fue testigo de la increíble gloria del Cristo preencarnado en una visión. Y Aquel a quien Isaías había encontrado personalmente en esta visión es el mismo cuyo nacimiento como humano profetizó a menudo (Isaías 4:2; 7:14; 9:6-7; 11:1-5, 10; 32:1; 42:1-4; 49:1-7; 52:13–53:12; 61:1-3).  

La Biblia verdaderamente es un “libro de Jesús” — ¡tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento!

1. E. Schuyler English, Studies in the Epistle to the Hebrews (Neptune, NJ: Loizeaux Brothers, 1976), p. 405.

2. Adapted from English, p. 405.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

Read it in the Lamplighter:

jueves, 13 de enero de 2022

Jesús: De Génesis a Apocalipsis

Por Dr. Ron Rhodes

Cuando las personas reflexionan sobre la persona de Jesús, a menudo ven en su mente los nacimientos tan populares en la época navideña. Jesús es retratado como un bebé envuelto en pañales en un humilde pesebre, lo que a menudo implica involuntariamente que esta escena representa los comienzos reales de Jesucristo. Las Escrituras, sin embargo, retratan a Jesús como Dios eterno — la segunda persona de la Trinidad (Isaías 9:6; Colosenses 2:9; 2 Pedro 1:1; Tito 2:13; Hebreos 1:8).

Antes del comienzo de los tiempos, Dios concibió un plan grandioso y glorioso para la humanidad (Efesios 1:11). El plan fue concebido en la eternidad, pero sería llevado a cabo por Dios en el tiempo. Aquello que estaba eternamente determinado antes de las edades sería llevado a buen término en las edades.

Aprendemos de las Escrituras que este plan eterno tenía un alcance colosal. Según el plan, el Padre escogió al Hijo como Redentor (1 Pedro 1:18-21), y determinó, entre otras cosas, “enviarlo” al mundo de la humanidad. A esto se refería Jesús cuando le dijo a Nicodemo: “Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvar al mundo por medio de él” (Juan 3:17). En otra ocasión, Jesús dijo a una gran reunión: “He bajado del cielo no para hacer mi voluntad, sino la del que me envió” (Juan 6:38). Gálatas 4:4-5 nos dice que “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos”. Verdaderamente, la Encarnación — el evento en el que el Cristo preexistente y eterno asumió una naturaleza humana — fue un momento supremo en la realización del plan eterno de Dios para la humanidad.

Pero Jesús no es sólo el centro del Nuevo Testamento. ¡Nada de eso! Él es también el corazón y el centro de la revelación del Antiguo Testamento. En cinco ocasiones diferentes, Jesús afirmó ser el tema de todo el Antiguo Testamento: (1) Mateo 5:17; (2) Lucas 24:27; (3) Lucas 24:44; (4) Juan 5:39; y (5) Hebreos 10:7. Esto significa que ver el Antiguo Testamento cristocéntricamente (es decir, de una manera que se centre en Cristo) no es una mera opción interpretativa. De hecho, para el cristiano, es un imperativo divino. Y, debido a que Cristo es el tema del Antiguo Testamento, la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento está inseparablemente conectada en la persona de Jesucristo.

Para mí, esto trae un nuevo nivel de emoción al estudiar el Antiguo Testamento. Debo decirles que el estudio de Cristo en el Antiguo Testamento tiene una historia de causar entusiasmo en la gente. Recuerde que después de Su resurrección de entre los muertos, Jesús se apareció a dos discípulos en el camino a Emaús y les habló acerca de su verdadera identidad: “Y comenzando desde Moisés, y siguiendo por todos los profetas, [Jesús] les declaraba en todas las Escrituras [del Antiguo Testamento] lo que de él decían” (Lucas 24:27; insertos agregados para aclaración). Las palabras de Cristo a los discípulos, en mi opinión, no pueden limitarse en su alcance a las profecías del Antiguo Testamento sobre su futura venida. Sus palabras probablemente incluyeron un recuento de Sus muchas apariciones pre-encarnadas a varias personalidades del Antiguo Testamento. Más tarde, después de que Cristo resucitado partió, los dos discípulos se preguntaron entre sí: “¿No ardía nuestro corazón dentro de nosotros mientras nos hablaba en el camino y cuando nos abría las Escrituras? [del Antiguo Testamento]” (Lucas 24:32; inserción añadida para aclarar). Este corazón ardiente es el derecho de nacimiento de todo cristiano.

El teólogo Lewis Sperry Chafer comentó una vez:

La Biblia, que comienza con las palabras “En el principio Dios” (Gn. 1:1) y cierra con una referencia al “Señor Jesús” (Ap. 22:20-21), es preeminentemente una revelación de Jesucristo. Aunque la Biblia obviamente trata muchos temas, incluyendo la historia del hombre, la existencia de los ángeles, la revelación de los propósitos de Dios para las naciones, Israel y la iglesia, e incluye en su revelación hechos desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura — Jesucristo es revelado como el Centro.*

En otras palabras, toda la Biblia — desde Génesis hasta Apocalipsis — es un “Libro de Jesús”. Podríamos ver Génesis y Apocalipsis como “sujetalibros” en este Libro de Jesús. Lo que comenzó en Génesis llega a buen término en Apocalipsis. Las promesas hechas en Génesis encuentran su cumplimiento final en Apocalipsis. Las cosas que salieron mal para la humanidad en Génesis son redimidas, restauradas y corregidas en Apocalipsis. Y Jesús es el corazón y el centro de todo. Es una cosa increíble para reflexionar.

Considere tan sólo algunas verdades inspiradoras de los libros "sujetalibros" de Génesis y Apocalipsis:

  • En el principio, Dios creó los cielos y la tierra (Génesis 1:1). En el estado eterno nos esperan un cielo nuevo y una tierra nueva (Apocalipsis 21:1-2).
  • En el principio, el sol y la luna fueron creados como “dos grandes lumbreras” (Génesis 1:16-17). El estado eterno implica una ciudad eterna donde ya no hay necesidad de tal luz, porque la gloria de Dios (y del Cordero) ilumina la ciudad eterna de los redimidos (Apocalipsis 21:23; 22:5).
  • En el principio, Dios creó la noche (Génesis 1:5). El estado eterno involucra una eternidad sin noches (Apocalipsis 22:5).
  • Al principio, los seres humanos sucumbieron a las tentaciones de Satanás (Génesis 3:1-4). En el estado eterno, Satanás estará perpetuamente en aislado del pueblo de Dios (Apocalipsis 20:10).
  • Al principio, Dios pronunció una maldición después de la caída de la humanidad en el pecado (Génesis 3:17). En el estado eterno, no habrá más pecado ni maldición (Apocalipsis 22:3).
  • En el principio, el paraíso se había perdido (Génesis 3:23-24). En el estado eterno, el paraíso será gloriosamente restaurado para los humanos redimidos (Romanos 8:19-21; Apocalipsis 2:7).
  • En el principio, Adán y Eva fueron excluidos del árbol de la vida (Génesis 3:22-24). En el estado eterno, los humanos redimidos disfrutarán de la restauración del árbol de la vida (Apocalipsis 2:7; 22:2,14,19).
  • En el principio, lágrimas, muerte y luto entraron en la existencia humana (Génesis 2:17-19; 37:34). En el estado eterno, las lágrimas, la muerte y el lamento estarán siempre ausentes de los redimidos (Isaías 25:8; Apocalipsis 21:4).
  • En el principio, se prometió un Redentor (Génesis 3:15). En el estado eterno reina el Redentor victorioso (Apocalipsis 20:1-6; 21:22-27; 22:3-5).

La gran noticia es que podemos experimentar todo esto por lo que Jesús ha hecho por nosotros en la salvación. No podemos ganarlo. No podemos ser “lo suficientemente buenos” para garantizarlo. No podemos hacernos dignos de ello. Pero cada uno de nosotros, todos los pecadores caídos, podemos participar en este gran cambio debido a la salvación que tenemos en Jesús (Efesios 2:8-9). Nunca olvide lo que Jesucristo ha hecho por usted. La Biblia, el “Libro de Jesús”, nos cuenta todo al respecto:

  • Somos salvos en Cristo (Hebreos 7:25).
  • Somos perdonados en Cristo (Efesios 1:6-7).
  • Somos justificados en Cristo (1 Corintios 6:11).
  • Somos reconciliados en Cristo (Colosenses 1:20).
  • Somos redimidos en Cristo (Efesios 1:7).
  • Somos vivificados en Cristo (Romanos 6:11).
  • Somos hechos cercanos en Cristo (Efesios 2:13).
  • Tenemos vida eterna en Cristo (Romanos 5:21).

¡Manténganse al tanto! En un próximo artículo, desarrollaré algunas formas específicas en que Cristo se apareció e interactuó con personalidades del Antiguo Testamento en el desarrollo del plan profético de Dios. Para obtener más detalles, lo invito a leer detenidamente mi libro Basic Bible Prophecy: Essential Facts Every Christian Should Know (Profecía Bíblica Básica: Hechos Esenciales Que Todo Cristiano Debe Saber) (disponible en Amazon). 

*Lewis Sperry Chafer, Teología Sistemática, vol. 2 (Dallas: Dallas Seminary Press, 1978), p. 399.

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe (www.endefensadelafe.org)

Este artículo apareció en la edición de sept-oct 2021 de la revista Lamplighter:

martes, 6 de abril de 2021

La Centralidad de la Resurrección (pdf)

 ¿Es la esencia del Evangelio?

Por Dr. David R. Reagan

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Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe


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La Centralidad de la Resurrección

¿Es la esencia del Evangelio?

Por Dr. David R. Reagan

Crecí en una iglesia legalista y sectaria que se consideraba la única iglesia verdadera. La iglesia tenía varias doctrinas distintivas. El uso de la música instrumental en la adoración era condenado como anti bíblico. El Espíritu Santo era visto como un objeto inanimado — es decir, la Biblia misma. El concepto de un futuro reinado del Señor en la tierra era despreciado. Y la regeneración bautismal era el concepto de salvación del grupo. O, para decirlo de otra manera, creían que eras salvo por el rito del bautismo. En consecuencia, uno de nuestros lemas favoritos era: “Te encuentras con la sangre en el agua” (hablando de la sangre de Jesús).

Sólo escuchábamos dos tipos de sermones. La mayoría, estaban relacionados con lo que llamábamos “el plan de salvación”. El resto se dedicaban a demostrar por qué éramos la única iglesia verdadera. 

Nuestro plan de salvación consistía de cinco pasos. Cuando éramos niños, nos enseñaron a memorizarlo mientras contábamos los pasos con los dedos. Los cinco pasos eran: “escuchar, creer, arrepentirse, confesar y bautizarse”.

Predicando un Plan

Nuestros ministros predicaban este plan una y otra vez, dedicando un sermón completo a cada paso. El sermón culminante —el tour de force — siempre era el del bautismo. Nuestros predicadores eran juzgados por el poder de sus sermones sobre el bautismo. Y a menudo eran tan conmovedores en su elocuencia, que los miembros que ya habían sido bautizados marchaban por los pasillos durante el “tiempo de invitación”, para ser bautizados una y otra vez — sólo para asegurarse de que “lo habían hecho bien”.

Cada versículo en la Biblia que mencionaba el agua se aplicaba al bautismo, fuera aplicable o no. Como suelen decir nuestros críticos, éramos un pueblo con “agua en el cerebro”. El único pasaje que nunca oíamos citar era el que se encuentra en 1 Corintios 1:17, donde el apóstol Pablo escribió: “Pues no me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio”. Ese versículo era anatema para nosotros porque, en lo que a nosotros respecta, el bautismo era el evangelio. 

"La Resurrección", por el artista francés James Tissot (1836-1902).

Ahora tenga en cuenta que esta retorcida predicación del plan de salvación era presentada domingo tras domingo a una audiencia en la que el 90% de la audiencia ya había respondido al plan — y el resto eran niños pre–adolescentes que lo harían tan pronto como alcanzaran la “edad de responsabilidad” (que para nosotros era alrededor de los 13 años). El trágico resultado era que no había crecimiento espiritual en el Señor. ¿Cómo podría haberlo? Nos alimentaban sólo con bazofia — y nos la daban una y otra vez.  

No aprendíamos nada sobre la guerra espiritual ni sobre las cosas más profundas relacionadas con el Señor y nuestro caminar con Él. No teníamos ningún concepto sobre cómo aplicar la Biblia a nuestra vida diaria. Nos dejaban vivir en el poder de nuestra carne, ya que no sabíamos nada acerca del Espíritu de Dios.

Mientras nuestros ministros hablaban sin cesar sobre el plan de salvación, nos volvimos “tardos para oír” (Hebreos 5:11). Necesitábamos alimento sólido. Todo lo que obteníamos era leche (Hebreos 5:12). Estábamos atascados en los principios elementales, incapaces de avanzar hacia la madurez espiritual (Hebreos 6:1). Pero aún, teníamos los principios elementales erróneos. Instábamos a las personas a poner su fe en un plan en lugar de en un Salvador. No entendíamos que la salvación es una cuestión de relación con una persona: Jesús de Nazaret. En lugar de señalar a la gente a este Hombre, el Hijo de Dios, les pedíamos que pusieran su fe en un plan mecánico.

Un Punto de Inflexión Personal

El avance (y ruptura) para mí comenzó durante mi último año en la universidad en 1959, cuando mi mamá y mi papá me dieron un regalo de navidad muy especial. Era una copia del Nuevo Testamento en Inglés Moderno, de J.B Philips (Macmillan, 1958). 

Phillips fue un clérigo anglicano que intentó enseñar la Biblia a adolescentes británicos, durante la Segunda Guerra Mundial. Se dio cuenta de que el lenguaje shakesperiano de la Biblia King James desalentaba a los niños. Entonces, decidió preparar su propia traducción del pasaje de las Escrituras asignado cada semana. A los niños les encantó su versión fresca y moderna, que en realidad era más una paráfrasis que una traducción. 

Aunque se me había enseñado un gran respeto por la Biblia como la Palabra de Dios, a mí también me había desanimado el lenguaje forzado y arcaico de la versión King James. La versión de Phillips cambió todo eso. Hizo que la Biblia cobrara vida para mí. Por primera vez, la lectura de la Biblia se volvió agradable, tanto que, de hecho, no podía dejarla. Leía y leía y leía, y luego volvía a leer. 

Nunca volví a ser el mismo desde entonces. Es una de las razones por las que me apresuro a comprar una copia de cada nueva versión de la Biblia. Siempre obtengo una nueva perspectiva de cada una. 

Predicando al Hombre

La percepción que me cambió la vida, que recibí de la versión de Phillips vino de mi lectura del libro de los Hechos. Comencé a notar que nunca había escuchado sermones como los registrados allí. Tomemos, por ejemplo, el primer sermón del Evangelio que alguna vez se haya predicado — el que Pedro predicó en Pentecostés, después de la Ascensión de Jesús (Hechos 2:14:42). De principio a fin, el centro del sermón es Jesús.

Pedro comenzó con una afirmación de que “Jesús de Nazaret fue un hombre confirmado a ustedes por Dios a través de las obras de poder, los milagros y las señales que Dios mostró a través de él en medio de ustedes…” (Versión de Phillips, traducción de su servidor). En otras palabras, Jesús era Dios encarnado. Entonces Pedro afirmó audazmente que quienes lo escuchaban eran responsables del asesinato de Jesús. Luego se mueve al corazón de su sermón:

Dios lo volvió a la vida —y de hecho, no había nada por lo que la muerte pudiera detener a un hombre así…Cristo no fue abandonado en la muerte y su cuerpo nunca fue destruido. Cristo es el hombre Jesús, a quien Dios resucitó — ¡un hecho del que todos somos testigos presenciales! (versión de Phillips, traducción del traductor). 

Como dejan en claro estas palabras, el evangelio no es el bautismo. Es, en cambio, la Resurrección — el triunfo de Jesús sobre la muerte — porque este evento es lo que valida a Jesús como quien dijo que era; a saber, el Hijo de Dios. 

El tema del bautismo no surge hasta después de que el sermón termina. En respuesta al sermón, la gente exclama: “¿Qué debemos hacer?”. Pedro responde llamándolos a arrepentirse y bautizarse.

Centrándose en la Resurrección

La certeza y la gloria de la Resurrección, y la esperanza proporcionada por ella, es el enfoque central de todos los sermones registrados en el libro de los Hechos (todas las citas a continuación son de la RVA-2015, con énfasis añadido).

1) El segundo sermón de Pedro (pronunciado en el Monte del Templo): 

…Hombres de Israel…ustedes mataron al Autor de la vida, al cual Dios ha resucitado de los muertos… (Hechos 3:12, 15).

2) La predicación inicial de los apóstoles en Jerusalén:

Mientras ellos [los apóstoles] estaban hablando al pueblo, llegaron los sacerdotes, el capitán de la guardia del templo y los saduceos, resentidos de que [los apóstoles] enseñaran al pueblo y anunciaran en Jesús la resurrección de entre los muertos (Hechos 4:1–2).

3) Pedro ante el Concilio Sanedrín (los líderes espirituales de los judíos):

…sea conocido a todos ustedes y a todo el pueblo de Israel, que ha sido en el nombre de Jesucristo de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Por Jesús este hombre está de pie sano en su presencia (Hechos 4:10).

4) Los apóstoles predicando en Jerusalén, a medida que la persecución de la Iglesia aumentaba:

Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y abundante gracia había sobre todos ellos (Hechos 4:33).

5) Pedro ante el Sanedrín otra vez:

El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien ustedes mataron colgándole en un madero. 

6) Esteban ante el Sanedrín:

¡He aquí, veo los cielos abiertos y al Hijo del Hombre de pie a la diestra de Dios! (Hechos 7:56)

7) Pedro predicándole a Cornelio y su casa en Cesarea Marítima:

Me refiero a Jesús de Nazaret…A él le mataron colgándole sobre un madero, pero Dios le levantó al tercer día… (Hechos 10:38–40). 

Este letrero está en la puerta de la Tumba del Jardín, en Jerusalén. 

8) Pablo en Antioquía de Pisidia (durante su segundo viaje misionero):

Hombres de Israel…Dios trajo para Israel un Salvador, Jesús…Dios le levantó de entre los muertos…esta [promesa] la ha cumplido Dios para nosotros sus hijos, cuando resucitó a Jesús… (Hechos 13:16, 23, 30, 33).

9) Pablo en Atenas (durante su segundo viaje misionero):

…les anunciaba [Pablo] el evangelio de Jesús y la resurrección (Hechos 17.18).

10) El sermón de Pablo en el Areópago, en Atenas:

Por cuanto ha establecido [Dios] un día en el que ha de juzgar al mundo con justicia por medio del Hombre a quien ha designado, dando fe de ello a todos, al resucitarle de entre los muertos (Hechos 17:31).

11) La defensa de Pablo ante el rey Agripa (en Cesarea Marítima):

Me he mantenido firme hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, sin decir nada ajeno a las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: que el Cristo había de padecer, y que por ser el primero de la resurrección de los muertos, había de anunciar luz al pueblo y a los gentiles (Hechos 26:22–23). 

Un letrero en los terrenos de la Tumba del Jardín, en Jerusalén.

La Centralidad de la Resurrección

Como pueden ver, el mensaje central, repetidamente, es que “¡Jesús ha resucitado!”. En 1 Corintios 15, Pablo afirma dogmáticamente que “si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra predicación; vana también es la fe de ustedes” (versículo 14). Luego vuelve a declarar la misma verdad con palabras similares con gran fuerza: “…si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes es inútil; todavía están en sus pecados” (versículo 17).Luego declara: Pero ahora, Cristo sí ha resucitado de entre los muertos, como primicias de los que durmieron” (versículo 20). La conclusión, como Pablo lo expresa tan sucintamente en Romanos 1:4 es que Jesús “…fue declarado Hijo de Dios con poder…por su resurrección de entre los muertos…”. En resumen, la Resurrección es el validador de Jesús como Salvador y Señor. 

Pedro se hace eco de este sentimiento en 1 Pedro 1:3— Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien según su grande misericordia nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos…”.

Jesús mismo enfatizó la importancia de Su resurrección cuando se le apareció a Juan en la isla de Patmos, 65 años después de Su Ascensión al Cielo. Jesús dijo: “No temas. Yo soy el primero y el último, el que vive. Estuve muerto, y he aquí que vivo por los siglos de los siglos. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades” (Apocalipsis 1:17–18).

¡Qué palabras tan increíbles! Y cuán tranquilizadoras son para todos los que han puesto su fe en Jesús. Él está diciendo: “Soy el comienzo de la historia. Soy el fin de la historia. Soy el significado de la historia. Estuve muerto, pero ahora estoy vivo. Y debido a que he vencido a la muerte, tengo autoridad sobre ella”.

Un día pronto, Jesús ejercerá esa autoridad al resucitar a todos los muertos que hayan puesto su fe en Él. Los que estén vivos en ese momento serán trasladados — cambiados de mortales a inmortales — en un abrir y cerrar de ojos (1 Tesalonicenses 4:13–18).

¿Serás uno de ésos? Lo serás si pones tu fe en Jesús. No puedes ser salvo poniendo tu fe en una iglesia, un credo o un “plan de salvación”. 

Jesús le dijo a ella [Martha]: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25 — hablado por Jesús a Marta en la tumba de Lázaro). 

Si desea obtener recursos adicionales sobre este tema, visite nuestra sección:
La Resurrección en la Profecía

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe


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viernes, 2 de abril de 2021

Una Docena de las Profecías Más Importantes de la Biblia (pdf)

Profecías Mesiánicas

Por Dr. David R. Reagan

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Mi selección de las profecías a presentar, como verá, fue guiada por su relevancia para el Mesías. Y esta decisión fue impulsada por la declaración en Apocalipsis 19:10 de que “el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.

No he enumerado las profecías en orden de importancia. Más bien, se enumeran en orden cronológico, según se relacionan con la vida de Jesús.


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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lunes, 29 de marzo de 2021

Una Docena de las Profecías Más Importantes de la Biblia (parte 2 de 2)

Profecías Mesiánicas

Por Dr. David R. Reagan

7. La Muerte del Mesías

Salmos 22:16 — “Horadaron mis manos y mis pies”.

Los primeros 21 versículos de este salmo describen la crucifixión del Mesías y el terrible sufrimiento físico, mental y espiritual que soportaría en la Cruz. David escribió este salmo 1,000 años antes del nacimiento de Jesús. En ese momento, sólo había una forma de ejecutar a alguien bajo la ley judía, y era la lapidación. Mil años después, ése seguía siendo el caso, pero, en la época de Jesús, la nación de Israel estaba bajo el gobierno romano, y los judíos ya no tenían el poder de ejecución. Se les exigía que obtuvieran el permiso romano, y los romanos ejecutaban por medio de la crucifixión. Ésta tiene que ser una de las profecías más increíbles en toda la Palabra de Dios. Además, la profecía implica la resurrección entre los versículos 21 y 22. Esto se debe a que en el versículo 21, el Mesías clama a Dios el Padre por liberación y, en los siguientes tres versículos, alaba al Padre por su liberación. El resto del salmo (versículos 25-31) profecías sobre el reinado milenial del Señor.

8. La Resurrección del Mesías


Lucas 9:21-22 — “Pero él [Jesús] les mandó [a los discípulos]  que a nadie dijesen esto, encargándoselo rigurosamente, y diciendo: Es necesario que el Hijo del Hombre padezca muchas cosas, y sea desechado por los ancianos, por los principales sacerdotes y por los escribas, y que sea muerto, y resucite al tercer día”.

Esta profecía de Jesús acerca de Su muerte y resurrección fue presentada a Sus discípulos varias veces y también ésta registrada en dos de los otros evangelios (Mateo 16:21; Marcos 8:31). La resurrección profetiza del Mesías también se menciona en las Escrituras hebreas en Salmos 16:10, donde David escribió: “No permitirás [Dios] que tu santo [el Mesías] vea corrupción”.

9. La Iglesia del Mesías

Mateo 16:18 — “Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella”.

En esta declaración, Jesús profetiza el establecimiento de Su Iglesia sobre la confesión de Pedro de que Él (Jesús) es “el Mesías, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:10). Esta profecía se cumplió el Día de Pentecostés, después de la crucifixión, sepultura y resurrección de Jesús, cuando Pedro predicó el primer sermón del Evangelio y 3,000 personas respondieron. La profecía se ha seguido cumpliendo durante los pasados 2,000 años, ya que Jesús ha sostenido a la Iglesia a través del hostigamiento y la persecución constantes. 

10. La Aparición del Mesías por Su Iglesia


1 Tesalonicenses 4:16-17 — “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero. Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor”.

Estas palabras reconfortantes están tomadas del pasaje más explícito del Nuevo Testamento sobre el Rapto de la Iglesia — específicamente, el día en que Jesús aparecerá en los cielos y sacará a todos los santos de la Era de la Iglesia, tanto a los vivos como a los muertos. Otros pasajes dejan en claro que esto sucederá antes de que la Gran Tribulación comience. 

11. La Segunda Venida y el Reinado del Mesías


Zacarías 14:1-9 — He aquí, el día de Jehová viene…Porque yo reuniré a todas las naciones para combatir contra Jerusalén; y la ciudad será tomada, y serán saqueadas las casas, y violadas las mujeres; y la mitad de la ciudad irá en cautiverio, mas el resto del pueblo no será cortado de la ciudad. Después saldrá Jehová y peleará con aquellas naciones, como peleó en el día de la batalla. Y se afirmarán sus pies en aquel día sobre el monte de los Olivos, que está en frente de Jerusalén al oriente; y el monte de los Olivos se partirá por en medio, hacia el oriente y hacia el occidente, haciendo un valle muy grande; y la mitad del monte se apartará hacia el norte, y la otra mitad hacia el sur…Acontecerá también en aquel día, que saldrán de Jerusalén aguas vivas, la mitad de ellas hacia el mar oriental, y la otra mitad hacia el mar occidental, en verano y en invierno. Y Jehová será rey sobre toda la tierra. En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre”.

La gran mayoría de cristianos en el mundo hoy asiste a iglesias que enseñan el punto de vista amilenial sobre los tiempos del fin — un punto de vista que dice que Jesús nunca regresará a esta tierra para reinar sobre todas las naciones del mundo. En cambio, Él simplemente aparecerá en los cielos y llevará a todos los creyentes de regreso al Cielo con Él. Pero este pasaje profetiza específicamente que el Mesías regresará al Monte de los Olivos en Jerusalén, y se convertirá en rey sobre toda la tierra. El libro de Apocalipsis dice lo mismo en el capítulo 20, y declara seis veces que el reinado durará mil años.

12. El Reinado Eterno del Mesías

Apocalipsis 21:1-4 — Vi un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra pasaron…Y yo Juan vi la santa ciudad, la nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido. Y oí una gran voz del cielo que decía: He aquí el tabernáculo de Dios con los hombres, y él morará con ellos; y ellos serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios. Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron”.

Los creyentes vivirán eternamente en cuerpos nuevos en una nueva Jerusalén ubicada en una tierra nueva. La maldición será abolida. Todo dolor, sufrimiento y muerte dejarán de existir. Y Dios el Padre y Su Hijo, el Mesías Jesús, vendrán a la tierra y vivirán en nuestra presencia. ¡Aleluya!


Lea la parte 1 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

Original article:

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viernes, 26 de marzo de 2021

Una Docena de las Profecías Más Importantes de la Biblia (parte 1 de 2)

Profecías Mesiánicas

Por Dr. David R. Reagan


Luché largo y tendido por el título de este artículo. Originalmente planeé llamarlo “Las 12 Profecías Bíblicas Más Importantes”. Pero eso sería muy discutible. Hay tantas profecías bíblicas muy importantes. Así que, finalmente me decidí por un título que sugería una docena de las más importantes, pero no necesariamente las más importantes.

Mi selección de las profecías a presentar, como verá, fue guiada por su relevancia para el Mesías. Y esta decisión fue impulsada por la declaración en Apocalipsis 19:10 de que “el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía”.

No he enumerado las profecías en orden de importancia. Más bien, se enumeran en orden cronológico, según se relacionan con la vida de Jesús. 

1. La Promesa de un Mesías

Génesis 3:15 — Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar.

Ésta es la primera profecía mesiánica de la Biblia. Estas palabras fueron dichas por Dios a Satanás después de haber tentado a Adán y Eva a pecar contra Él. Es una declaración extraordinaria de la insondable gracia de Dios. A pesar de su rebelión, Dios revela que proporcionará un camino de reconciliación con Él a través de la simiente de la mujer, refiriéndose, por supuesto, al Mesías que nacería de una virgen. Afirma que Satanás “herirá” al Mesías “en el talón” (una herida no letal representada por la cruz — no letal en el sentido de que fue vencida a través de la Resurrección). Pero además afirma que el Mesías “herirá” a Satanás “en la cabeza” (la herida letal en la Segunda Venida, cuando Satanás será atado y finalmente arrojado al Lago de Fuego al final del reinado milenario del Mesías).

2. El Linaje del Mesías

Génesis 12:1-3 — “Pero Jehová había dicho a Abram: Vete de tu tierra y de tu parentela, y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Y haré de ti una nación grande, y te bendeciré, y engrandeceré tu nombre, y serás bendición. Bendeciré a los que te bendijeren, y a los que te maldijeren maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra”.

En esta profecía, Dios revela el linaje del Mesías. Vendrá de los descendientes de Abraham, quienes se convertirían en el pueblo judío. Además, el Mesías resultará ser una bendición para todo el mundo, y no sólo para el pueblo judío, a través del cual será revelado. Y debido a que el Mesías será de ascendencia judía, Dios honrará al pueblo judío haciéndolo una gran nación y protegiéndolo a lo largo de los siglos venideros, bendiciendo a aquellos que los bendicen y maldiciendo a aquellos que los maldicen.

3. Nacimiento y Naturaleza del Mesías

Miqueas 5:2 — “Pero tú, Belén Efrata, pequeña para estar entre las familias de Judá, de ti me saldrá el que será Señor en Israel; y sus salidas son desde el principio, desde los días de la eternidad”.

Esta profecía fue escrita 700 años antes del nacimiento de Jesús, sin embargo, identifica con precisión la ciudad donde el Mesías nacería. Y cuando digo precisamente, me refiero a eso. Observe que no sólo dice Belén, sino Belén Efrata. Verá, había dos Belén en Judá en el momento del nacimiento del Mesías. Una estaba en el norte, cerca del Mar de Galilea. La otra estaba ubicada cerca de Jerusalén, en la región de Efrata. Además, y a menudo pasado por alto, está el hecho de que esta profecía proclama que el Mesías será un ser eterno, lo que indica que será Dios encarnado. 

4. El Momento de la Venida del Mesías

Daniel 9:24-26 — “Setenta semanas están determinadas sobre tu pueblo y sobre tu santa ciudad, para terminar la prevaricación, y poner fin al pecado, y expiar la iniquidad, para traer la justicia perdurable, y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos. Sabe, pues, y entiende, que desde la salida de la orden para restaurar y edificar a Jerusalén hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta y dos semanas; se volverá a edificar la plaza y el muro en tiempos angustiosos. Y después de las sesenta y dos semanas se quitará la vida al Mesías, mas no por sí; y el pueblo de un príncipe que ha de venir destruirá la ciudad y el santuario; y su fin será con inundación, y hasta el fin de la guerra durarán las devastaciones”.

Ésta es la famosa profecía de Daniel de las “70 Semanas de Años”. Básicamente, lo que está diciendo es que, durante un período de 70 semanas de años, o 490 años, Dios va a lograr seis propósitos entre el pueblo judío. Al final de 69 de esas semanas, o 483 años, el Mesías vendrá y será “cortado”, seguido de la destrucción de la ciudad de Jerusalén. Los eruditos no están de acuerdo en cuanto al punto de partida de la cuenta regresiva de estos años. Eso se debe a que se emitieron varios decretos relativos a la reconstrucción de Jerusalén. También están en desacuerdo en cuanto al punto final, porque algunos usan años solares regulares y otros usan años lunares de 360 días. Pero, independientemente del punto de partida y de los años usados, el final de las 69 semanas de años previos a la revelación del Mesías cae dentro de la vida de Jesús. Por lo tanto, ésta es una profecía que reveló claramente la época de la Primera Venida. Y dado que las seis metas para el pueblo judío aún no se han cumplido, sabemos que hay una brecha en la profecía, y que los últimos siete años aún no se han cumplido, y se cumplirán durante el período de siete años de la Gran Tribulación.

“Cristo en la Cruz”, una pintura de Mihály Munkácsy (1844-1900), un pintor húngaro.

5. La Naturaleza del Ministerio del Mesías

Isaías 61:1-2a  — “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová…”.

Ésta es una profecía sobre la naturaleza del ministerio del Mesías en Su Primera Venida. Él traería “buenas nuevas” o el Evangelio a los afligidos por el pecado y necesitados de reconciliación con Dios, el Padre. Esas buenas noticias proporcionarán liberación de la esclavitud del pecado y brindarán esperanza y gozo a los quebrantados de corazón.

6. El Sufrimiento del Mesías

Isaías 53: 3-5, 7, 9 —  “Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto… Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores…Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados…Angustiado él, y afligido, no abrió su boca; como cordero fue llevado al matadero…Y se dispuso con los impíos su sepultura, mas con los ricos fue en su muerte; aunque nunca hizo maldad, ni hubo engaño en su boca”.

Debido a que esta profecía describe tan clara y precisamente el sufrimiento que Jesús experimentó justo antes de Su crucifixión, los judíos no permiten que se lea en sus sinagogas. Es el pasaje que Felipe el evangelista utilizó para convertir al eunuco etíope (Hechos 8:26-39).


Lea la parte 2 aquí

Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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jueves, 24 de septiembre de 2020

Libro: El Plan de Dios para las Edades (2da. Ed.) – Capítulo 5

El Mesías en la Profecía

¿Valida la profecía a Jesús?


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¿Fue Jesús quien dijo que era? ¿Era realmente Dios encarnado? La profecía bíblica ofrece algunas de las pruebas más contundentes que conozco de que Jesús era realmente divino.

Cientos de Profecías

El Antiguo Testamento contiene más de 300 profecías concernientes a la Primera Venida de Jesús. Algunas de éstas son repetitivas, pero, cuando se tiene en cuenta la repetición, todavía nos quedan al menos 109 profecías separadas y distintas.

Además de estos textos específicos, hay muchas más profecías simbólicas que apuntan a diversos aspectos de la Primera Venida.

Tomemos el libro de Rut como ejemplo. No contiene profecías mesiánicas específicas. Sin embargo, la historia del libro contiene un hermoso tipo profético de Jesús. Uno de los personajes centrales, Booz, es un pariente-redentor que toma una novia gentil — así como Jesús vino como un redentor para Su pueblo, los judíos, y ahora está tomando una novia gentil, la Iglesia. 

Las vidas de Josué, Jeremías y Daniel nos dan percepciones sobre la fe, el valor y la rectitud del Mesías. Josué y Jesús incluso tenían el mismo nombre, Yeshúa, que significa “la salvación de Dios”.

La vida de Moisés es un adelanto de muchos aspectos de la vida de Jesús. Moisés trató de liberar a su pueblo del cautiverio y fue rechazado. De la misma manera, Jesús vino a liberar a Su pueblo de su esclavitud espiritual y fue rechazado por ellos. Después de su rechazo, Moisés tomó una novia gentil. Luego regresó y fue recibido por su pueblo como un libertador. Jesús ahora está tomando una novia gentil, la Iglesia, y cuando haya completado esa tarea, regresará y será recibido como Mesías por Su propio pueblo, los judíos (Zacarías 12:10).

Cada aspecto de la vida de Jesús fue profetizado cientos de años antes de que naciera la naturaleza y lugar de Su ministerio, la naturaleza de Su muerte y el triunfo de Su resurrección. 

La primera profecía de la Biblia predice que el Mesías nacerá de una virgen. En Génesis 3:15, Dios dice que la simiente de la serpiente (Satanás) será derrotada por la simiente de una mujer (Jesús).

La Genealogía en la Profecía

Todo el linaje del Mesías está profetizado en las Escrituras hebreas. Los profetas dijeron que el Salvador nacería de los descendientes de Abraham (Génesis 12:3); la herencia de Isaac (Génesis 17:21); los hijos de Jacob (Génesis 28:14); la tribu de Judá (Génesis 49:8); la familia de Isaí (Isaías 11:1); y la casa de David (Jeremías 23:5).

Es por eso que el Evangelio de Mateo comienza con una lista tan larga del árbol genealógico de Jesús. Mateo está tratando de mostrar a sus lectores judíos que el linaje de Jesús cumple las predicciones de los profetas.

¿Profecía o Coincidencia?

Algunas personas se encogen de hombros ante todas estas profecías y dicen: “Todo es una coincidencia”. ¿Coincidencia? ¿El cumplimiento de más de 100 profecías específicas?

“Bueno, las cumplió a propósito”, dice otro. Es cierto que Jesús pudo haber cumplido conscientemente algunas de las profecías sobre el Mesías. De hecho, en una ocasión, parece que Jesús hizo precisamente eso, cuando pidió un asno para Su último viaje a Jerusalén. Mateo dice que esto se hizo para cumplir la profecía de Zacarías de que el Mesías vendría humildemente, montado en un burro (Mateo 21:1:7).

Pero, ¿puede un hombre cumplir intencionalmente las profecías concernientes tanto a su nacimiento como a su muerte?

Micaías profetizó 700 años antes de Jesús de que el Mesías nacería en la pequeña ciudad de Belén (Miqueas 5:2). Isaías predijo que nacería de una virgen  (Isaías 7:14). Y Oseas dijo que el Mesías saldría de Egipto (Oseas 11:1), el lugar exacto al que los padres de Jesús lo llevaron después de Su nacimiento.

Jesús fue traicionado por 30 piezas de plata. ¡El profeta Zacarías hizo esa profecía precisa 500 años antes del nacimiento de Jesús! (vea Zacarías 11:13). David previó que el Mesías sería crucificado (Salmos 22:16), y eso fue mil años antes del nacimiento de Jesús y 700 años antes del uso extensivo de la crucifixión por parte de los romanos.

¿Cómo pudo Jesús cumplir estas profecías a propósito? ¿Y podría ser su cumplimiento sólo una “coincidencia”?

La Profecía y las Matemáticas

Peter Stoner, en su libro, La Ciencia Habla, ha calculado las probabilidades de que sólo ocho de las profecías concernientes a Jesús podrían haberse cumplido accidentalmente en la vida de un hombre. ¡Las probabilidades son de una en 10 a la decimoséptima potencia! Ése es el número uno con 17 ceros después: — 100,000,000,000,000,000 (cien mil billones).

Para ilustrar estas probabilidades matemáticas, Stoner nos pide que imaginemos llenar el estado de Texas hasta las rodillas con monedas de plata. Un avión sobrevuela y se deja caer una moneda de plata con una marca de verificación negra. Miles de excavadoras entran y mezclan las monedas de plata por completo durante varios años. Luego, un hombre es vendado  y soltado en este mar de monedas de plata.

Las probabilidades de que se agache y recoja la moneda de plata marca en el primer intento son las mismas que si ocho de las profecías de la Biblia acerca del Mesías se cumplieran en la vida de un hombre accidentalmente. ¡También podría argumentar que un Boeing 747 podría ser el producto accidental de un tornado que atraviese un depósito de chatarra!

La Profecía como Prueba

El poderoso testimonio de la profecía cumplida en la vida de Jesús es la razón por la que los escritores de los evangelios recurren constantemente a ella en sus escritos, para demostrar que Jesús era el Mesías prometido. Es la razón por la que Jesús recurre a ella en Sus enseñanzas a las masas (Mateo 5:17-18). También es la razón por la que Jesús la enfatizó en Sus enseñanzas posteriores a la resurrección a Sus discípulos (Lucas 24:25ss).

Del mismo modo, los apóstoles constantemente citaron el cumplimiento profético en sus sermones, para verificar la identidad de Jesús. El Día de Pentecostés, Pedro enfocó sus comentarios en ese primer sermón del evangelio en las profecías de David, que Jesús había cumplido (Hechos 2:24-36). Pedro volvió a utilizar la profecía en su segundo sermón en el Templo (Hechos 3:12-26), y en su sermón a Cornelio y su familia (Hechos 10).

En su primera epístola, Pedro se refiere a tres evidencias cardinales de la deidad de Jesús. Primero menciona que fue un “testigo de su majestad” — una referencia a la Transfiguración. Luego menciona que escuchó una “voz enviada del cielo” en la que Dios el Padre proclamó a Jesús como Su “Hijo amado”. Finalmente, recurre al testimonio de la profecía, señalando su cumplimiento en la vida de Jesús (2 Pedro 1:16-19).

Felipe usó una profecía de Isaías para convertir a eunuco etíope (Hechos 8). Pablo también se refirió constantemente a la profecía cumplida en su predicación del Evangelio (Hechos 17:2-3). De hecho, cuando Pablo escribió su famosa definición del Evangelio en 1 Corintios 15:1-4, enfatizó que todos los eventos más importantes en la vida de Jesús habían sucedido “según las Escrituras” (1 Corintios 15:4).

Algunas Preguntas

¿Cómo se siente acerca de la evidencia de la profecía bíblica? ¿Va a tratar de desestimarla? ¿Va a descartarla con ligereza como “coincidencia”? ¿Simplemente la va a ignorar?

Dios no los está llamando a una fe ciega que no se base en evidencia. La profecía es evidencia. Es una evidencia que exige un veredicto. ¿Cuál es su veredicto?

La Última Profecía

Creo que la profecía cumplida demuestra que Jesús es quien dijo que era — es decir, Dios encarnado (Juan 10:30).

La profecía cumplida también demuestra que la última profecía de la Biblia, una profecía que aún debe cumplirse, es una en la que podemos confiar. Está contenida en Apocalipsis 22:20, y fue dicha por Jesús mismo: “Ciertamente vengo en breve”.

Amén. ¡Ven, Señor Jesús!


Recurso recomendado:


Traducido por Donald Dolmus
Ministerio En Defensa de la Fe

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